En ocasiones perdemos el control, olvidamos quienes somos y que nos ha hecho ser así. Tal que, en dichos momentos, actuamos como si fuéramos otras personas, irreconocibles ante personas cercanas. Por eso mismo, mientras besaba a Marco, me preguntaba quién era yo al caer ante un chico cualquiera, del que solo conocía su posición económica y su nombre. Ni siquiera me gustaba.

Me alejé sutilmente de él y aprecié su gran sonrisa, parecía que le hubiera tocado la lotería. Odiaba ser tan buena, que incluso, me daba pena haberle besado sólo para olvidar a otro. Pero así mismo, me arrepentía de haberlo hecho por Kaleb.

No era mi novio, ni mi amante. No tenía por qué sentirme culpable, pero lo hacía.
—Ha sido un buen beso, ¿no crees?—dijo y sonrió.
No sabía mucho de ligar, pero desde luego que esa frase no era propia de un ligón. Era, incluso, absurda.
— Ajá.—no le quité la razón. Besaba bien.
Volvió a besarme, su mano derecha se mantuvo en mi mejilla mientras que su mano izquierda se deslizó hacia mi cintura, con intenciones de bajarla más. Subí su mano hasta la mitad de mi espalda y escuché un gemido lastimero por su parte. Dejó de besarme y mordió levemente mi cuello.

— ¡Parejita! —gritó Laia. Me separé inmediatamente, aunque Marco trató de poner resistencia. Me había olvidado de cuánta gente de la manada se encontraba allí, al igual que cuando conocí a Kaleb.

Entonces caí. Laia planeaba conseguir que Kaleb me repudiara como su Luna. Ese había sido su interés desde un principio, que yo no fuera el mate de su primo.

Alcé mi mirada y busqué entre los presentes, mas no le encontré. Estaba segura de que ese era el plan de Laia, sino, no podía concebir cómo su propia prima buscaría que le hicieran daño. Había un oscuro motivo tras todo esto.
— Llevame a casa —le dije a Marco.
— ¿Tan pronto? —cuestionó— quedate un rato más.
— ¡Qué me lleves al castillo, joder!

Este abrió los ojos como platos y me siguió mientras me abría paso entre toda la gente. Visualicé el ferrari y me subí en cuánto Marco hubo quitado el seguro. El viaje fue silencioso, aunque los remordimientos estaban comiéndome.
Llegamos a la entrada del bosque y cambiamos de coche, tal y cómo habíamos hecho en un principio.

Cuánto más nos aproximábamos al castillo, más temía lo que pudiera esperarme. Tenía miedo. Le tenía miedo a Kaleb, a su reacción, a sus palabras.

Aparcó el 4x4, y se giró para mirarme fijamente.
— ¿Cuándo te volveré a ver?—me preguntó. Él no tenía la culpa, era Laia quien nos había manipulado.
— Ya nos veremos.—le aseguré. Revolvió los bolsillos de su chaqueta y de ésta sacó un pequeño papel con su número.
— Llámame si necesitas algo.

Me despedí de él con un beso en la mejilla y me bajé del coche con rapidez. Entré en el castillo, todo estaba a oscuras, subí las escaleras con los tacones en la mano para evitar hacer ruido y entré en mi habitación. No dormiría con Kaleb, no podía ser tan hipócrita. Simplemente no besaría a uno y dormiría con otro.

Cuando entré en mi habitación y encendí la luz, no pude evitar gritar. Kaleb estaba allí, sentado en el único sillón de la habitación. Estaba increíblemente guapo, llevaba una camiseta de manga corta negra que remarcaba cada músculo, y unos pantalones del mismo color de chándal ajustados en la zona del tobillo. Era un chico guapísimo. Nunca me había detenido a observarle dormir, pero a partir de ese día y hasta que todo terminara, lo haría.

Comprendí que no podía rechazarle, me gustaba demasiado. Su carácter, su forma de cuidarme, su sonrisa... Me suponía algo imposible no pensar en él. Me había enamorado, y no hacía falta que me besara para que fuera suya. Lo era desde el primer momento que le vi. No pude evitar sonreír.

Ay, mi pequeña Ky. Si tu supieras...
*se ríe*.

Gracias a todos los lectores, debo admitir que estoy sorprendida. La última vez que me conecté apenas rozabamos las 400 lecturas y ahora un 1k. No es mucho, pero me gusta la cifra y me gustáis vosotros como lectores.

No os perdáis los próximos capítulos... Empieza lo bueno jeje.