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05.1

Se levantaron cuando el sol ya estaba arriba, el clima seguía frío, pero conforme se alejaban más del Polo Sur el clima era más caluroso.

–¿Cómo dormiste? –preguntó Katara con una sonrisa.

–Bien, pero me tengo que acostumbrar a las bolsas –contesto Zie mientras se tocaba la parte trasera de su cuello–, ¿Qué hay de ti?

–También dormí bien, aunque hubiera sido mejor sin los ronquidos de Sokka –ambas miraron a su hermano, aun durmiendo–. No se que mas hacer para que deje de roncar.

Zie sonrió y asintió en acuerdo.

–¡Buen día Zie! –saludo Aang feliz–. ¿Cómo estás? ¿Lista para el Templo? –él estaba feliz, Zie lo notaba en su voz. El monje se giró rápidamente a Sokka–. ¡Levántate Sokka!, ¡Tenemos que ir al Templo!

Sokka suspiro y se movió un poco.

–Quiero dormir, Templo después.

El niño de tatuajes se giró a las dos hermanas arriba de Appa, la mayor suspiro con una sonrisa, tenía la idea perfecta para despertar a Sokka.

–Sabes Aang... Sokka siempre le ha tenido miedo a las serpientes –dijo Zie con tono sugestivo.

Los ojos de Aang brillaron, rápidamente tomó un palo y comenzó a pasarlo por el saco de dormir de Sokka.

–¡Sokka levántate! ¡Hay una serpiente en tu saco! –le gritó el niño.

–¡Aaah! ¡Quitala, quitala! –se levantó rápidamente mientras gritaba, saltando como podía por unos centímetros hasta que cayó en su cara.

Zie se estaba ahogando en su risa, mientras se apoyaba en Katara para no caer.

–¿Cómo está la tierra Sokka? –le preguntó a su mellizo entre risas, pero no obtuvo más que un gruñido por su parte mientras se levantaba.

–Oh fantástico, ya estás despierto –le dijo Aang con una sonrisa inocente–. Ahora podemos ir al Templo.

...

En un puerto de la Nación del Fuego se encontraban los miembros exiliados de la familia real. Su barco de guerra se observaba minúsculo ante los otros a su lado, sin contar lo degradado que se encontraba.

–Quiero el barco arreglado lo más rápido posible tio, no podemos dejar que se escape –declaró el príncipe con las manos detrás de él.

Iroh levantó una ceja.

–¿De quien hablas? ¿Del Avatar? –pregunto en un tono no tan discreto. Zuko se moría de los nervios y su tío no le estaba colaborando.

–¡Shh! –lo silenció apresurado–. Estamos en un puerto de la Nación del Fuego, si alguien se llegara a enterar de que el niño está vivo, tendremos más obstáculos para atraparlo.

–¿Atrapar a quien principe Zuko? –preguntó una voz oscura detrás de él.

La postura del adolescente se volvió rígida.

–Almirante Zhao –nombró neutral al mayor.

–En realidad, es Comandante ahora –dijo sacando pecho.

–Entonces felicitaciones, Comandante –lo felicito Iroh.

–Es un placer encontrarme con el famoso general Iroh en persona –hablo sin entusiasmo Zhao.

–General retirado –aclaró mientras tocaba su estómago. El Comandante sonrió con desgano

–Ahora, volviendo al tema, ¿Como se rompió su barco? –preguntó Zhao en dirección a Zuko, el cual palideció.

–Es una historia muy interesante en realidad –el príncipe codeo un poco al mayor–, Tío ¿Por que no se la dices?

Iroh sonrió incómodamente.

–Pues... Nos encontrábamos por el Sur, y... Nos atacó un barco de Maestros Agua –término más convencido.

–Sí, uno enorme –apoyo Zuko.

Zhao le dio una mirada a la nave detrás de ellos. Estaba destrozada, tenía baches en la estructura, la punta aplastada y se observaban más daños a los alrededores, Zie lo había arruinado.

–Veo, debió ser un barco lleno de Maestros Agua para generar un daño tan grande... O tal vez uno solo... –dijo una idea al aire.

–Eran varios –finalizó Zuko con seguridad, Zhao los analizó con la mirada.

–¿Por qué no pasan a tomar el té? –ofreció el ahora Comandante.

–No gracias –rechazó rápidamente Zuko, pero su tío lo detuvo.

–Nunca se rechaza a la gente así principe –le dijo a su sobrino–, sería un placer acompañarlo.

Los adultos tomaron camino hacia donde Zhao se estaba quedando. Zuko quedó atrás, liberando fuego por sus puños.

Todo por esa Maestra Agua.

...

Más tarde, ya estaban sobrevolando los cielos, con Aang en el frente y los hermanos en la montura de Appa.

–Se supone que... ¿Tenemos que decirle? –preguntó Sokka.

–Sí/No –respondieron al mismo tiempo.

–¿A qué te refieres con no? –preguntó Zie.

–¿A qué te refieres con sí? –le preguntó de vuelta Katara.

Sokka y Katara miraron a su hermana mayor, y ella miró al niño al frente.

–Creo que deberíamos –dijo ella, Katara estaba a punto de argumentar en contra–, pero cuando sea el momento correcto, es solo un niño y el Avatar, tiene suficiente presión –estaba tratando de maquinar cómo diablos decirle a un niño que toda su población estaba muerta, aunque no tenía idea. Zie se había enterado de la muerte de su madre hacía un solo día, y todavía no había tenido tiempo de pensar en eso.

Sokka miró a Katara, él puso una expresión de indiferencia, ninguno entendía lo que pasaba por la mente de la mayor.

–De todas maneras, deberíamos prepararlo –agregó mientras se encogía de hombros. Katara asintió.

–Yo iré –dijo su hermana pequeña.

Los mellizos se miraron, para ser honestos no se parecían en lo más mínimo, excepto sus ojos. Parecían una copia exacta en cada uno.

–¿Cómo estás zopenco?–le preguntó Zie con una sonrisa.

–Meh, confuso, nostálgico un poco de todo –respondió él, usualmente hubiera respondido un simple "Bien" pero no podía hacer eso con ella.

Su hermana se arrastró un poco hacia Sokka y lo abrazó.

–¿Me extrañaste? –preguntó suavemente.

Sokka rodó los ojos.

–Lastimosamente si, todos los días pescadito –dijo mientras la atraía más a él, Zie le dió un golpe en el pecho de mano abierta– ¡Ey!

Podía observar su pelo azulado y sentir el leve aroma a jazmín. Zie por su parte, observaba las cicatrices en las manos de su hermana.

–¿Aún tienes esas? –le pregunto.

–Pues si, ya era muy tarde cuando llegamos contigo así que...

Se quedaron en silencio, Zie pensaba en una manera de quitarle esas cicatrices sin complicarse demasiado, había descubierto sus poderes de sanación hacía un par de años, pero nunca las practicaba demasiado. Solía pensar que era algo bueno, pero en las situaciones actuales tendría que ponerlos en uso en cualquier momento.

Zie deseaba fuertemente aprender junto a su hermana, pero estaban en una situación injusta; Ella había nacido con habilidad y un talento natural, Katara tenía que trabajar para sacar todo su potencial, y no era por desacreditarla, pero todos sabían que Zie era una natural.

La joven estaba tan inmersa en sus propios pensamientos que no se dio cuenta de que estaban tomando velocidad muy rápido.

–¿Aang? ¿¡A dónde estamos yendo!? –grito Sokka aferrado a Zie.

–¡La única forma de llegar al Templo es volando! –respondió pareciendo bastante divertido con la situación.

–¡Espíritus! ¡Un placer haber sido su hermana chicos! –grito Zie con una dramatización exagerada.

–¡No pensé que moriríamos tan jóvenes! –acompañó también Sokka, y al momento cambiaron de ángulo, quedando completamente verticales.

Un grito prolongado abandonó la garganta de los mellizos.

–¡No sean tan dramáticos! ¡Miren! –les dijo Katara una vez que se estabilizaron.

–Bienvenidos al Templo Aire del Sur chicos –habló Aang en el frente–, estamos en casa.

...

Zuko estaba estresado, mientras Zhao se encargaba de explicar los planes de su padre él quería largarse de ahí lo más rápido posible.

–Y para finales de año, el Señor del Fuego espera tener total control del Reino Tierra –finalizó Zhao.

El adolescente cerró los ojos fastidiado.

–Sí mi padre espera que el resto del mundo lo siga sin oposición alguna entonces es un necio –sentenció.

Zhao se sentó a su lado, con una sonrisa de superioridad.

–Veo que estos años en el mar no han hecho nada más que afilar tu vocabulario –dijo divertido.

Se escuchó un estruendo detrás de ellos, Iroh había tirado unas lanzas.

–Uy, eso fue mi culpa –admitió algo avergonzado.

Zuko se levantó y tomó a su tío por la manga.

–Nos vamos, gracias por el té –agradeció Zuko, camino hacia la salida, pero los guardias no le permitieron salir.

–Comandante Zhao, entrevistamos a la tripulación del Principe Zuko como ordeno –reportó un soldado cuando entró–. Dijeron que tuvieron al Avatar y una Maestra Agua con la marca de La en prisión, pero los dejaron escapar.

Zuko estaba a nada de perder los estribos, pero se mantuvo, solo que con una expresión no tan agradable. Pasaban muchas cosas por su cabeza, como escapar de ahí, sacar a Zhao de su camino y la chica de la Tribu Agua.

–Ahora... Me dirias por favor de nuevo, como se rompió su nave –le pidió Zhao al Príncipe.

...

Habían dejado a Appa en la parte más baja del Templo, mientras que ellos comenzaban a subir. Aang iba al frente, mientras que los tres hermanos estaban caminando juntos detrás.

–¿Cuándo comeremos algo? Estoy muriendo de hambre –dijo Sokka triste mientras tocaba su estómago.

Las hermanas se miraron incrédulas.

–Eres uno de los pocos afortunados en pisar uno de los Templos Aire en años, ¿Y solo piensas en comer? –recrimino Katara.

–Hey, soy una persona simple con necesidades simples –se excusó él, Zie soltó una risa.

–Simple, claro, lo único que no es simple sobre ti es tu enorme estómago, boca, ego –comenzó a enumerar Zie, pero Sokka la interrumpió tapando su boca.

–Si, si ya entendí –dijo rodando los ojos, Zie sacó su lengua y la pasó por la mano en su boca, Sokka casi muere del asco–. ¿¡Por qué hiciste eso!? Ay que asco –se lamentó pasando la mano por su ropa.

Katara y Zie estaban tentadas de la risa pero se detuvieron al ver a Aang tan serio.

–Allá es donde mis amigos y yo jugábamos balón aire, y allí dormían los bisontes –dijo con nostalgia.

–¿Qué pasa Aang? –le pregunto Zie.

–Este lugar solía estar lleno de lemures, bisontes y monjes, ahora solo hay maleza –contestó el niño, claramente más triste.

–Y esto de balón aire... ¿Cómo se juega? –preguntó Sokka detrás de ellos, Aang sonrió ampliamente y llevó al mayor corriendo hacia el campo de juego.

Zie rió mientras que Katara se ponía a su lado.

–Solo a él se le ocurre jugar a un juego de Maestros Aire, contra un Maestro Aire –dijo la de pelo azul junto a su hermana.

Katara soltó una risa y enrollo su brazo en el de Zie, la mayor dejo un pequeño beso en la cabeza de la otra.

Ambas quedaron en un silencio cómodo, abrazadas y mirando a Aang darle una paliza a su hermano.

–¡Sokka! –gritó Katara al verlo salir disparado hacia la montaña, Zie con un rápido movimiento de Agua Control tiró nieve para ablandar el impacto de Sokka.

Sus hermanas corrieron a ayudarlo, pero Sokka se levantó solo y soltó un sonido de sorpresa.

–Chicas... –las llamó para que se pusieran a su altura.

–La Nación del Fuego –dijo Katara al ver el casco de un soldado, se abrazó más a Zie.

–¡Aang! –llamo la mayor–, ¡Tienes que ver esto!

–¡Ahí voy!

Su hermana se separó rápidamente de ella y tiró nieve encima de el casco, junto con Sokka.

–¿Qué tengo que ver? –preguntó Aang mirando a las dos hermanas.

–Un nuevo movimiento de Agua Control que aprendí –se adelantó Katara.

–Bien, pero basta de entrenar, tenemos que recorrer mucho Templo aún.

Los mellizos se miraron, no convencidos con la situación.

–No puedes protegerlo por siempre Katara –dijo Sokka, pero ella lo ignoró y comenzó a seguir al Monje–. Zizi –la llamo y ella lo miró levantando las cejas–, tengo hambre.

Zie se mordió un labio mientras negaba con diversión.

–No tienes remedio.

Luego de caminar un poco lograron alcanzar a Katara y Aang, los cuales estaban en lo que parecía un palco gris, y quemado.

–Katara los Maestros Fuego estuvieron aquí, no es algo que puedas negar –le dijo Sokka tratando de hacerla entrar en razón.

–Sí puedo y lo haré, por el bien de Aang –contestó ella dándose la vuelta, pero Zie puso una mano en su hombro antes de irse.

–Sabes que estoy de acuerdo con que lo protejas, pero no puedes estar en completa negación, acepta que tendremos que decirle dentro de poco, mientras más tiempo pase peor se sentirá –razonó Zie al lado de su hermana. Katara cerró sus ojos y suspiró.

–Tienes razón.

–¡Hey chicos! ¡Quiero que conozcan a alguien! –dijo Aang un poco más adelante de ellos. Los tres se acercaron.

–¿Quién es Aang? –le preguntó Katara mirando la estatua frente a ellos.

–Él es Gyatso, el más grande de los Maestros Aire –contestó mirando a la estatua con admiración, sin embargo, Zie sintió una ola de nostalgia proveniente del niño así que decidió acercarse.

Puso una mano en la cabeza del monje.

–Estaría orgulloso de que lo nombraras con tanto cariño Aang –hablo ella con voz suave.

El niño la miró feliz, pero sus ojos se relajaron cada vez más quedando serio.

–Él hacía lo mismo –confesó con nostalgia refiriéndose a la posición de la mano de su Guía, cambió la dirección de su mirada hacia el frente y comenzó a caminar hacia un enorme pasillo.

–¿A dónde vas? –le preguntó Sokka.

–Al Santuario, se supone que hay alguien a quien debo conocer –respondió el niño sin darse vuelta.

Los hermanos se miraron y siguieron detrás del niño.

–Pero Aang, es imposible que alguien ahí adentro siga vivo –dijo Katara.

–Zie y yo sobrevivimos gracias al iceberg ¿No? –razono el de tatuajes.

–Buen punto –concedió Katara.

La boca de Zie se torció y bajo la mirada, ella pensaba que la supervivencia de ambos se debía a su fuerte conexión con los espíritus.

–¡Quien esté ahí adentro puede tener deliciosa carne seca! –grito Sokka mientras se frotaba las manos, corrió hacia la puerta para abrirla pero en cambio se estampo de cara y cayó. Zie rodó los ojos y pasó una mano por su cara.

–No puedo creer que estemos directamente relacionados –se quejó la peliazul.

Sokka le hizo una seña con el dedo para que se callara, ella le sacó la lengua.

–De casualidad no tienes la llave ¿No Aang? –le preguntó él aún tirado.

Aang sonrió.

–La llave Sokka, es el aire control.

Aang se puso delante de la puerta, haciendo un movimiento de Aire Control, provocando que segundos después la puerta se abriera.

–Wow –las enormes estatuas habían asombrado a Zie–. ¿Qué es este lugar?

–No lo sé –respondió Aang extrañado.

–¿Sabes quienes son? –le preguntó Katara al niño a su lado, él negó.

–¡Miren! Es un Maestro Aire –señaló Aang a una de las estatuas.

–Y este un Maestro Agua –dijo Zie señalando a la estatua siguiente.

–¡Están alineados bajo un patrón! –exclamó Katara–. Aire, Agua, Tierra y Fuego.

–Es el ciclo del Avatar –dijo Aang.

–¡Todos son Avatar! ¡Tus vidas pasadas! –concluyó Zie.

Sokka y Katara entraron en un pequeño argumento sobre la existencia de las vidas pasadas, Aang estaba mirando a la última estatua del ciclo atentamente, mientras que Zie hacía lo mismo con la estatua de dos ciclos atrás.

El Avatar Maestro Agua estaba vestido con pieles, y ella imaginaba que él tendría que ser de la Tribu Norte. Lo veía tan familiar, sus ojos brillaban con un leve tono azul, y al observar más de cerca, Zie noto como el hombre tenía la misma marca de nacimiento que ella.

–¡Zie! –le gritó Sokka en la oreja–. Vuelve al mundo real –pasó su mano por delante de sus ojos, Zie la tomo y la saco rapido.

–Aquí estoy Sokka ¿Estas ciego?

–No, pero estabas ida ¿Tuviste uno de tus psicóticos de nuevo? –se le acercó con una ceja levantada, Zie lo alejó con un dedo en su frente.

–No, y te tienes que lavar la cara.

Todos guardaron silencio cuando se escuchó un ruido desde afuera del Templo.

–Maestros Fuego ¡Escondanse! –dijo Sokka. El grupo se escondió detrás de las estatuas–. Guarden silencio.

–Tú eres el que está hablando –recrimino Katara.

–Shhh –silenciaron Aang y Zie.

Sokka salió primero, con su arma en mano, pero no atacó, al ver esto el resto del grupo salió.

–¡Lemur! –exclamó Aang feliz.

–Comida –dijo Sokka alargando la a.

–¡Tu serás mi nueva mascota! –le dijo Aang al pequeño animal.

–No si yo lo atrapo primero.

Y así Sokka y Aang se largaron en una carrera para ver quién llegaría primero al lemur.

Zie y Katara rieron.

La menor se acercó a su hermana y la tomó de la mano. La llevó hacia la última estatua, donde Aang había estado parado.

–Aang dijo que él es el Avatar Roku –explicó la azabache. Los ojos de Zie se abrieron.

–¡Es el! El es el hombre con el que hable en el mundo espiritual –la peliazul lo señalaba con emoción, arrastró a Katara hasta la estatua que ella estuvo observando–. El es el Avatar Kuruk.

Katara la miró sorprendida, para luego mirarla interrogativamente.

–¿Cómo sabes su nombre? –le preguntó. Zie se encogió de hombros.

–Simplemente... Lo sé.

Katara sonrió y se apoyó en ella.

–Ya lo descubriremos.

...

Zhao entró con aires de superioridad a la tienda.

–Mis hombres ya se están preparando para zarpar, cuando tenga los barcos en alta mar, los dejaré ir.

Zuko rodó los ojos.

–¿Oh enserio? ¿Asustado de que te detenga? –sugirió el príncipe enojado.

–¡Ja! ¿Tú? ¿Detenerme a mí? –se jacto–. Imposible, yo tengo una enorme flota de barcos y recursos, tu solo eres un príncipe exiliado, marcado de por vida.

Zuko explotó y se levantó de la silla enojado, enfrentando al Comandante.

–¿¡Quieres que te haga una igual!? –le pregunto enojado.

–¡Zuko! –recrimina su tío desde atrás.

–¿Es eso una amenaza Principe Zuko? –dijo Zhao.

–Agni Kai, al atardecer.

Zhao sonrió y asintió, retirándose.

–Príncipe Zuko, ¿Has olvidado lo que pasó la última vez que desafiaste a un Maestro? –le preguntó su tío.

–Nunca lo haré.

...

Las hermanas estaban paseando entre las estatuas a veces haciendo comentarios sobre lo graciosos que se veían algunos atuendos.

Zie de repente sintió una oleada espiritual muy fuerte, enojo, impotencia, desesperación.

–Zizi ¿Estás bien? –le preguntó Katara preocupada al ver como su hermana tenía su cabeza entre sus manos. Zie solo pudo apuntar a las estatuas, cuyos ojos brillaban–. ¡Es Aang! ¡Tenemos que encontrarlo!

–Voy detrás de ti –susurro Zie con pesar, todas esas emociones la habían mareado.

Katara se largó a correr por el pasillo, con Zie un poco más atrás. No tardaron en ubicar a Aang, los gritos de Sokka y los fuertes vientos le ayudaron.

–¿Qué pasó? –grito Zie a su mellizo.

–¡Descubrió que unos Maestros Fuego mataron a Gyatso! –le contestó–. ¡Tienen que calmarlo! –dijo mientras se agarraba fuerte de una piedra.

–¡Oh no! ¡Es el espíritu del Avatar! ¡Está enfurecido! –explicó Katara – ¡Yo iré! –se ofreció.

–¡Hazlo antes de que nos vuele de esta montaña! –gritó Zie yendo junto a su hermano.

Zie tomó a Sokka y corrieron a donde estaba su hermana.

–¡Aang! –escucharon a Katara como un eco por el viento–. ¡Se que estas enojado! ¡Y lo entiendo! Yo perdí a mi madre... –Zie tomó la mano de Katara– ¡Y puede que ahora ellos no estén más! ¡Pero tienes otra familia! ¡Sokka, Zie y yo somos tu familia!

La de pelo azul tenía lágrimas amenazando con salir de sus ojos, su madre era un tema demasiado reciente. Salió de atrás de la pared cuando vio que Aang estaba bajando.

–Estamos en esto juntos niño –le dijo Zie a él y sus hermanos mientras lo abrazaban.

Aang estaba apoyado en Katara, con los ojos entreabiertos, Zie lo tomó de la cara con gentileza y le sonrió. Él lo devolvió con cariño, pero notablemente cansado.

...

Un rato después estaban abajo de nuevo, Katara y Sokka guardando las cosas, mientras que Aang miraba al horizonte.

–Zizi –la llamó Sokka, ella lo miró con una sonrisa–. Dile que estamos por salir, antes de que anochezca.

Zie asintió y se comenzó a acercar al monje.

Puso una mano alrededor de sus hombros, en un abrazo.

–Nos vamos en unos minutos niño –le dijo con tono suave–. ¿Te encuentras bien?

Aang asintió.

–Es difícil aceptar que ya no están –admitió con voz queda–. Y si encontraron este Templo... También encontraron a los otros.

Zie lo atrajo más a ella.

–Yo me enteré que mamá estaba muerta el mismo día que desperté Aang, se que no es lo mismo, pero como tu me dijiste anoche, no estás solo.

–Gracias Zizi –le dijo, y Zie se sorprendió por el repentino uso del apodo–. Ay, lo siento ¿No debería usarlo? ¿Es solo para la familia? –pregunto nervioso, Zie río.

–Ahora somos familia.

...

–La chica –dijo Zuko en la cena–. ¿Quién es?

Había oído historias sobre cómo La, el espíritu del océano compartió una parte de su poder con los Maestros Agua, pero no se sabía más, lo único que se decía en la Nación del Fuego era que ese ciclo estaba roto desde hacía ya mucho tiempo. Y Zuko no era idiota, la ultima ves que habia visto a la Maestra, demostró un enorme poder y control sobre el Agua, sin contar un extraño brillo azul en sus ojos que lo desconcertó.

Iroh suspiro.

–La niña es la portadora de La –contestó sin más–. La Nación del Fuego se había encargado de borrar todo tipo registro que evidenciara que el ciclo de La seguía vigente. Sin embargo –trago un bocado de su pato asado–, estoy en duda de si ya sabe sobre su enorme poder, o siquiera manejarlo –miro a Zuko a los ojos–. El Avatar es un Maestro Aire, no está entrenado para la violencia, pero la Maestra parece estar acostumbrada a atacar. Príncipe, su objetivo es llegar al Avatar, pero con la portadora de por medio, será aún más difícil.

–Otra cosa –su sobrino no solía ser de las personas más habladoras, pero tal vez este tema le interesaba demasiado–. ¿Qué hay de la guía espiritual del Avatar?

Su tío se encogió de hombros.

–No quiero especular, pero por la afinidad espiritual de la portadora, sin contar su constante cercanía al Avatar, hay chances de que sea ella.

–Fantástico... –susurró Zuko enojado.








...

ayyy, no les parece super tierna la relación de ella con Aang

bueno al final Zuko se entero de (casi) todo, pobre Iroh q quería cuidar a Zie y lo mandaron al frente

creo que ya van agarrando la onda de q en cada capitulo profundizo mas la relación con otro personaje, igual creo q tendria q escribir mas sobre Zie no?

bueno corazones, eso es todo por ahora las quiero y no se olviden de votar y comentar porfis

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