Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 20; Corazón de dragón

            El sol volvía a esconderse detrás de las montañas advirtiéndome que otro día más se terminaba y daba paso a otra noche. El agua bañaba mis piernas sumergidas en el lago y mis manos rozaron la superficie mientras observaba mis palmas con curiosidad. Los cortes que me había hecho al caer por el precipicio ya no estaban, y el golpe en la cabeza había desaparecido por completo.

            Mi reflejo en el agua me dio la oportunidad de ver mis ojos. Las alas a mi espalda se quedaron quietas apoyadas contra el suelo de la orilla del lago y la luz de la luna reflejó mi rostro cual espejo. El gris que envolvía mis ojos había inundado todo mi iris y el dorado se concentraba en la pupila, ahora alargada como la de un lagarto. El contraste de ambos colores me daba un aspecto algo espeluznante, y me recordó que no era humana. Que nunca lo había sido. Que nunca lo sería.

            Las palabras de Jordi retumbaban en mi cabeza una y otra vez mientras escudriñaba mis ojos en busca de algo, cualquier cosa que pudiera reconocer de la princesa, de la joven que un día fui. Sin dragones, sin plantas mortíferas y con un padre cariñoso que estaría dispuesto a todo por verme feliz y viva. Aquel que quiso cambiarse por mí cuando salí elegida. Pero nada había sido real. Los dragones siempre habían formado parte de mi vida; mi madre, Jordi… incluso yo misma.

Mi madre se había convertido en una planta asesina al morir, y mi padre había sido quien la había convertido en el monstruo que era. Nunca había querido que yo fuera feliz, ni siquiera le importaba si vivía o por el contrario moría. Sólo le importaba mamá, sólo quería que ella siguiera existiendo. Y le daba igual cómo hacerlo con tal de lograrlo. Ni siguiera la opinión de mamá era relevante…

            ≪Los dragones no podemos amar…No sabía qué había querido decir exactamente con esas palabras. Si era algo que él creía o algo físico que nos afectaba literalmente. No obstante, por alguna razón, desde que había descubierto lo que era tenía la sensación de que lo que sentía por él estaba mal. Tal vez no fue una gran decisión la que tomé a continuación. Tal vez ni siquiera fue una decisión en sí. No obstante, me levanté de delante del lago y me dirigí a la guarida del dragón a paso ligero.

            Apenas entré y lo descubrí durmiendo en el sillón. Era la primera vez que lo veía con la expresión tranquila. Estaba acurrucado con la cola de dragón sujeta al respaldo manteniéndolo en una posición que no encajaba para nada con el dragón que conocía; con la cabeza apoyada sobre un hombro y el brazo derecho inerte sobre una rodilla flexionada. La tranquilidad de su gesto me transmitió tal ternura que me hizo tomar una decisión desesperada. Me acerqué un poco sin hacer ruido, seguramente debía estar muy cansado porque ni siquiera pareció notar mi presencia. Su respiración seguía acompasada. Sonreí sin poder evitarlo y supe que por mucho que él hubiese dicho que los dragones no podían amar, y aunque no sabía por qué, nada importaba. Tal vez era cierto que no podía amar, tal vez las consecuencias podían ser horribles, pero ya no había nada que hacer.

            Estaba completamente enamorada de él, y por mucho que dijese lo contrario no podía negarlo. Era un dragón, y lo amaba.

            Dirigí una última mirada al lugar para acercarme un segundo a él y depositar un suave beso sobre su cabeza. No llegué a rozarle temiendo que despertara y me detuviese. Gracias a Dios, ni siquiera se movió.

            ― Yo necesito respuestas… ―murmuré con apenas voz―. Pero sé cuando alguien no necesita más preguntas. Siento mucho todo lo que has tenido que pasar por mi culpa…

            Me di la vuelta sin mirar atrás y salí al exterior. Mis pies descalzos empezaron a correr mientras las garras los sustituían. Las alas salieron de golpe de mi espalda, poco después la cola y finalmente todo mi cuerpo se volvió negro como la noche y me transformé por completo antes de llegar al lago. El agua cristalina apenas pudo reflejar la oscura piel, la luna era la única que perfilaba mi silueta en la noche.

            La sensación de volar totalmente consciente de ello era magnífica. El viento en las alas y en el rostro me daba la libertad que necesitaba. Sin embargo, a pesar de lo libre que podía sentirme, aquella era la vez que más encerrada y más triste me sentía. Con cada batir de mis alas notaba como perdía la noción y mis instintos me dominaban. Me sentía más dragón y menos humana. Y contra menos consciente era de mi humanidad menos dolor sentía. La presión en el pecho empezó a desaparecer poco a poco mientras me alejaba más y más. El instinto me llevó directa a la montaña donde habitaba la planta, y con un movimiento algo torpe posé mis garras deteniéndome encima de una de las rocas. Miré la luna desde esa posición todavía convertida en dragón.

            ― ¿Tienes miedo?

            La voz la sentí tan dentro de mí que por un momento pensé que lo había imaginado. Alcé la cabeza poco a poco y miré en todas direcciones, pero no había nadie.

            ― Siempre tuviste miedo a la oscuridad… ―murmuró―. Y después de tanto tiempo… sigues teniendo miedo.

            ¿Mamá…?―pensé interiormente. La voz se rió con dulzura y sentí que estaba a mi lado.

            ― Estoy aquí, mi amor, siempre he estado a tu lado, incluso cuando estabas a oscuras. Pero no era la oscuridad lo que temías, pequeña. Yo sé a qué le tenías miedo en realidad ―murmuró. Miré hacia todos lados, pero pronto entendí que no la vería. Era la planta la que me estaba hablando―. Tenías miedo a estar sola…

            Pero…

            ― Es la primera vez que vuelas estando consciente, en la oscuridad y sin miedo. Pero has regresado, y ahora… ahora vuelves a estar asustada. ¿Qué ha cambiado, cariño? ―preguntó con ternura. Mis ojos quedaron fijos al suelo y mi mirada se suavizó.

            No… no he estado sola…

            ― Te han cuidado bien… ¿Quién ha estado a tu lado? ¿Quién… te ha hecho olvidar el miedo? ―preguntó mientras sentía como si me acariciase la cabeza.

            Un dragón… Me ha estado protegiendo durante mucho tiempo. ―confesé inconscientemente.

            ― Tu padre me habló de él. Yo le pedí que buscara a alguien que te protegiera. Nunca pensé que te haría perder el miedo. Le debo mucho a ese joven dragón.

            Mamá… ¿Por qué… por qué querías matarlo? ―dije interiormente con un nudo en la garganta.

            Mi madre se mantuvo en silencio unos segundos que me parecieron eternos.

            ― No soy yo quien quería matarlo… ―dijo con la voz acongojada―. Tu padre… me obligó a mantenerme viva. Apenas soy consciente de lo que hago, mi instinto… me obligaba a matar.

            Papá te mantuvo viva en contra de tu voluntad… ―dije.

            ― Le pedí que me matara cuando me convirtiera en un rosal, pero no me hizo caso ―dijo con voz suave―. El amor puede ser precioso, hija, pero también puede ser peligroso.

            Las palabras del dragón volvieron a mi mente. ¿Podría ser ese el motivo de que los dragones no podían amar? ¿Por qué el amor… es peligroso para los que nos rodean?

            ¿Mamá… tú sabes por qué los dragones no pueden amar? ―pensé temerosa. Mi madre suspiró un poco y su voz sonó más cercana.

            ― ¿Te lo ha dicho él? ―Y aunque no sabía si me veía, asentí con la cabeza―. ¿Es por eso que vuelves a tener miedo? Hija… ―su voz sonó alarmada.

            Estoy asustada porque yo sí lo amo, mamá. Y si es peligroso, si… los dragones no podemos amar… ―Mis ojos se cerraron unos segundos y entonces los volví a abrir―. ¿Mamá, qué me ocurrirá?

            Mi madre apareció frente a mí como si fuese una visión transparente. Mis ojos se abrieron de par en par mientras la veían avanzar. Sus manos se situaron en mi ahora morro y tocaron mi cabeza con suavidad mientras me miraba a los ojos.

            ― No tengas miedo, mi amor. El amor es peligroso, sobre todo para un dragón. ―Sus cabellos flotaban dorados y largos. Sus ojos, igual que los míos, me devolvieron a mi infancia. De nuevo me sentí como cuando tenía cinco años―. Pero los dragones tenemos una ventaja.

            ¿Cuál? ―dije mientras me acercaba a mi madre y apoyaba la cabeza en su hombro.

            Sin saber muy bien porque, la tranquilidad invadió mi corazón, me sentí liberada de algún modo en brazos de mi madre. La había echado tanto de menos…

            ― Pues que tal y como amar puede dolernos, también podemos decidir no hacerlo. ―Luego me alzó la cabeza y me miró a los ojos―. ¿Quieres saber cómo evitarlo? ¿Quieres… evitar perder el corazón como yo lo perdí?

            Mis ojos se abrieron de par en par.

            ¿Puedo perder… el corazón? ―murmuré.

            Mi madre me miró con ternura y suspiró. Sus ojos reflejaban el amor que había sentido por mí durante todo este tiempo. El amor de una madre hacia una hija. Acarició mi cara con suavidad dispuesta a darme una explicación.

            ― Cuando los dragones amamos, mi amor, tenemos dos opciones ―argumentó con firmeza―. O entregamos nuestro corazón, y con ello nuestra voluntad a aquel a quien amamos… U olvidamos el dolor y nos entregamos a nuestros instintos. 

            ¿Qué quieres decir con instintos? ―pregunté con miedo.

            ― Quiero decir… que te convertirías en un dragón de verdad. Libre y sin dolor… Tu corazón… se convertiría en el corazón de un dragón.

            Mis ojos se abrieron de par en par. Podía elegir entregar mi corazón o no hacerlo. Jordi me había dicho que no podía amar, lo había dicho porque no estaba dispuesto a… entregarme su corazón, su voluntad. No confiaba en mí. Él lo había dicho muy claro. Sería muy sencillo enamorarse de mí, pero había decidido no hacerlo. Sin embargo, yo le había entregado mi corazón sin reservas. Si fuese totalmente humana mi corazón ya sería suyo. Pero siendo dragón podía elegir. Podía elegir vivir como hasta entonces, entregarle mi corazón a Jordi junto a mi voluntad. Sufrir para siempre porque él jamás me amaría como yo lo amaba a él, y con el tiempo… acabaría como mi madre. El amor era peligroso.

Mamá tenía razón.

            Y mientras esa idea pasaba por mi cabeza me di cuenta de que en realidad mi corazón ya había elegido. Pues en ningún momento desde que mi madre había aparecido…

            … había vuelto a convertirme en mujer…

Tal vez el corazón de un dragón haría desaparecer el miedo a estar sola…

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro