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Capítulo 15; Fuego y lágrimas

― Dime que tienes una idea.

Jordi se había levantado a duras penas apoyándose en mi hombro, y dado que era bastante bajita, su posición no era precisamente cómoda. Podía notar su fuerte respiración en mi nuca. Estaba mal herido, necesitábamos salir de allí fuera como fuese. El problema era cómo.

― Tendría que haber sabido que se trataba de tu padre ―dijo con rabia. Lo escudriñé mientras apoyaba mi mano en su pecho. Sangraba.

― ¿Cómo ibas a saberlo? Nos engañó a todos ―murmuré girándome hacia mi padre. Sin embargo, Jordi me instó a mirarlo de nuevo cogiendo con cuidado mi barbilla.

― Quiero que sepas que nunca quise ocultarte nada. Cuando tu padre me pidió que te protegiera... creí que estaba bromeando, realmente no lo entendí.

Sus palabras lograron formular una pregunta en mi interior. Era cierto. Él había aceptado protegerme y se lo había prometido a mi padre, pero...

― ¿Por qué? ―pregunté. Él frunció el ceño―. ¿Quiero decir que por qué aceptaste lo que mi padre te dijo? ¿Por qué prometiste que me protegerías?

Jordi pareció pensarlo detenidamente a la vez que observaba a mi padre totalmente estático en medio de la cueva. Las rosas seguían entretejiéndose formando una jaula sólida. Cuando se giró hacia mí de nuevo, esa dichosa sonrisa de medio lado que tanto me gustaba adornaba sus labios, o lo habría hecho si no fuese por el corte profundo en su mejilla izquierda, lo que le deformaba un poco el gesto.

― Seguramente no es el mejor momento para charlas ni confesiones ―dijo pensativo―, pero como seguramente no saldremos vivos de esta, y probablemente esta sea mi única oportunidad para ser sincero... Creo que te mereces una buena explicación. ―Aunque apenas podía mantenerse en pie, era evidente que no se apoyaba totalmente en mí. Jordi tenía pintas de pesar bastante ―. Cuando me dijo tu padre que te protegiera a cambio de dejarme vivir en este lugar en total tranquilidad, asegurándome que me entregarían, sino diariamente cada poco, algo de ganado, no podía creérmelo. ―Mis ojos se abrieron considerablemente. Así que el ganado desaparecía, no porque fuese por la amenaza del dragón, sino porque mi padre se lo había prometido a cambio de mi protección―. Aunque era tentador, no voy a mentirte, estaba harto de huir y... estafar, como tú dices. No me apetecía quedarme en un sitio para siempre como niñera. Fue entonces cuando tu padre me dijo por qué quería que fuese yo quién te protegiera.

― Te dijo que yo era como tú... ―murmuré. Jordi asintió mientras miraba al frente observando las rosas a su alrededor.

― Debo admitir que eso me hizo dudar, pero de todos modos no acepté. ―. Me sorprendí al escuchar aquello―. Sin embargo, no pude evitar sentir curiosidad por ti. Una noche, no muchas después de mi encuentro con tu padre, fui a tu habitación. Tu madre estaba dormida y tú también; acurrucada en una cuna para bebes. ―Con melancolía, Jordi esbozó una tierna sonrisa al recordar aquello―. Me acerqué a ti con algo de recelo, y sin poder evitarlo me asomé para poder verte. Nunca había visto antes a alguien como yo, y sentía curiosidad. Nunca pensé que pudieses ser una criatura tan increíble.

≪Igual a un bebe normal, pero de tu espalda salían unas alas preciosas de color negro que te cubrían como si de una manta se tratase. No pude evitar cogerte en brazos para examinarte... ―Después de decir eso se sonrojó un poco ante mi inquietante mirada―. No me mires así. Eras algo... extraordinario. Prácticamente igual que yo. Y eras... eras preciosa. Siempre me había considerado un monstruo, pero tú... Tú eras lo mismo que yo y no eras ningún monstruo. Tan pequeña y tan fuerte a la vez. ―Sus ojos brillaron un instante por los recuerdos―. Abriste los ojos cuando te tuve en brazos. Cualquier bebe habría llorado, pero tú me miraste y abriste las alas para enseñármelas. ―Luego rió―. Sí, lo sé. ¿Cómo siendo tan pequeña ibas a hacer eso? Pero te juro que pareció que me mostrabas tus alas para que viera lo bonitas que eran. Y luego...

― ¿Luego qué? ―dije inquieta. Pues me había quedado con la boca abierta por su descripción.

Él me miró con los ojos llenos de ternura, tanta que me conmovió hasta lo más profundo.

― Me... sonreíste ―confesó―. Fue la sonrisa más sincera... No. En realidad la primera sonrisa que me habían dedicado desde hacía muchísimos años. Fue en ese intente cuando juré que cumpliría con la promesa. Me quedaría y te protegería.

― Pero nunca te he visto. ― Jordi se mordió el labio con indecisión.

― Eso era parte del trato. No debías saber que yo existía. Tu padre necesitaba que creyeras que el dragón era yo, que yo era la amenaza de tu pueblo. Claro que, para ese entonces yo sólo sabía que debía vigilarte y cuidarte a distancia.

Mis manos temblaron bajo su piel. Nunca imaginé que mi padre se hubiese molestado en pedir ayuda a un dragón para protegerme,para luego decidir matarme con tanta facilidad. No pude evitar preguntarme si en realidad lo había hecho para protegerme a mí, o si lo hizo para protegerse a sí mismo y su afán egoísta de mantener viva a mamá.

― Ojalá hubiese salido elegida mucho antes.

― ¿Por qué dices eso?

― Porque si hubiese sido la primera, no habría matado tanta gente ―dije cabizbaja. Al instante pude sentir que él se apartaba de mí para acunar mi rostro entre sus manos y alzarlo con firmeza.

― Alex... Tu padre es el único culpable de todo. Y como mucho yo. Debería haber cumplido mejor mi promesa. Debería haberte protegido de absolutamente todo. Pero nunca pensé, nunca pensé...

― Nunca pensaste que debías protegerme de mí misma. ―Él me sonrió y acortó la distancia para besar mis labios.

No supe hasta ese instante cuanto necesitaba ese beso. Realmente lo necesitaba. Me fundí en él con toda la ternura de la que fui capaz. Sin embargo, ese beso no era de deseo como los que me había dado anteriormente. Ese beso transmitía algo. Era dulce y suave. Embriagador. Y sentí como si cada célula de mi cuerpo se multiplicara y cada fibra de mi piel se volviera mucho más sensible.

― Alexandra... ―murmuró contra mis labios―. Puede que seas una princesa testaruda, difícil y con muy mal carácter. ―Y entonces se apartó un poco para mirarme directamente a los ojos―. Pero por primera vez juro que voy a protegerte porque realmente necesito hacerlo, y no por ninguna promesa que haya hecho.

Yo lo miré a los ojos, esos de tonos amarillos y ámbar. Toqué su rostro y lo besé de nuevo como un modo de sellar sus palabras. Luego me separaré de él.

― Jordi, mi caballero, mi... dragón ―dije con una sonrisa―. Puede que seas irritante, exasperante y me vuelves completamente loca. Pero... yo también te juro que te protegeré.

Las risas no se hicieron esperar. Jordi estaba mal herido, pero eso no le impedía luchar. Y estaba completamente segura de que no se rendiría sin presentar batalla. Ni yo tampoco.

― Sólo tú podías contestar a mis palabras con esa loca promesa.

Sonreí para mí mientras fijaba la vista al frente. Mi padre parecía tener los ojos opacos. Sin vida. Yo tenía razón, la planta no era mi madre. Ya no. Ese sí era un monstruo, y había controlado a mi padre desde hacía más tiempo del que creía. Fue él mismo los cinco años que mama vivió. Y murió con ella.

La planta cada vez estaba más cerca. Asustada reculé un poco, si nos tocaba nos desgarraría, y si bien yo podría resistir un poco, Jordi moriría antes de que pudiera deshacerme de las espinas. No, tenía que haber un modo. Algo que pudiéramos hacer para salir de esa trampa. Mi padre estaba rodeado de plantas y me miraba sin pestañear. No lo reconocía.

Miré hacia arriba, todavía se podía ver un poco de cielo azul y algunos rayos de sol. La luz se filtraba por las ramas tomando un tono rojizo, como... como el fuego.

― ¡Eso es! ―exclamé con satisfacción.

― ¿Se te ha ocurrido algo? ―me preguntó enarcando una ceja. Me giré y lo miré a los ojos con una sonrisa de medio lado al más puro estilo dragón.

― ¿Recuerdas la primera vez que nos vimos?

― ¿La primera vez que nos vimos o que me viste? ―Negué con la cabeza frunciendo el ceño.

― No, no. La primera vez... quiero decir, en la cueva. Cuando te transformaste en dragón delante de mí. ―Él esbozó una sonrisa al recordar eso y asintió con la cabeza―. ¿Cómo conseguiste escupir fuego?

Él abrió los ojos de par en par, luego alzó la cabeza hacia arriba donde había estado mirando apenas hacía unos segundos y sonrió al comprender mi idea. Luego se puso serio de nuevo.

― Podría funcionar, pero... ―corroboró pensativo.

― ¿Pero? ―exigí nerviosa al ver la planta cada vez más cerca. Actuaba como una trampa mortal llena de espinas.

― Dudo que pueda transformarme del todo para hacerlo. Y tampoco tendría la capacidad suficiente para romper el muro. La planta... debe saber eso, de no ser así no habría dejado una salida tan sencilla ―explicó él mientras me apartaba de delante una zarza que se había acercado demasiado.

― Entonces tendré que hacerlo yo. ¿Cómo se hace? ―pregunté ansiosa. Él negó con la cabeza.

― Tardé años en descubrir cómo hacerlo y conseguir algo lo suficientemente grande como para destrozar un árbol. Estas zarzas... ―frunció el ceño y negó con la cabeza―. Además, nunca te has transformado a placer, será prácticamente imposible que puedas lograr una llamarada suficiente para sacarnos de aquí. Eso sin contar lo que te costaría transformarte en dragón.

Agaché la cabeza afligida ante sus palabras. No... Me negaba a aceptarlo. No iba a rendirme. Tenía que salvarlo, tenía que sacarnos vivos de esta. Me giré decidida hacia él.

― Escúchame bien, Dragón. Estamos encerrados, vamos a morir. Si no te importa, me gustaría intentar salir vivos de esta. Así que empieza a hablar y explícame qué debo hacer para transformarme en dragón y escupir el fuego suficiente para atravesar esa cúpula de zarzas. Porque si no me ayudas voy a tardar más, pero no dudes ni por un instante que voy a intentarlo. ¡No pienso quedarme de brazos cruzados mientras morimos! ¿Eres un caballero-Dragón o no lo eres? ―lo desafié. Él tan solo atinó a asentir un poco con la cabeza―. ¡Entonces, si tenemos que morir lo haremos peleando!

La sonrisa del Dragón fue de total satisfacción y decisión. Enseñó los dientes al reír con ganas y un brillo extraño tiñó sus ojos.

― ¡Muy bien princesita! ¡Entonces prepárate, porque esto no va a ser nada agradable!

Antes de poder adivinar sus intenciones, Jordi me había empujado y tirado al suelo con una fuerte sacudida.

Mis alas estaban dobladas sobre el suelo, mi cabello revuelto caía sobre mi rostro, y mis rodillas tenían pequeñas raspaduras por el contacto con la roca de la cueva. Me giré revolviendo todavía más mi pelo y miré a Jordi con incredulidad.

― ¿A qué ha venido eso? ―le grité indignada, pero Jordi me ignoró y volvió a atacarme.

Esta vez más preparada, logré esquivarle rodando por el suelo. No fue suficiente. Se abalanzó sobre mí y empezó a luchar conmigo como si yo fuera la amenaza. Mis alas se interponían de vez en cuando recibiendo la mayor parte de los golpes, hasta que una fuerte patada me dio en el estómago de pleno.

Me doblé en dos ante el impacto, y fue entonces cuando él se detuvo.

― Dios... Alexandra... estas... ―Pero con el golpe, algo dentro de mí se había encendido. Rabia. Pura rabia que no sabía ni siquiera de dónde había salido.

Alcé la mirada hacia él con toda la ira acumulada en los ojos. Me llameaban, me escocían. Como si dentro de mí hubiera puro fuego. Noté mi cuerpo cambiar poco a poco, mis dientes se alargaron, mis garras se agrandaron, fuertes y firmes. Mi piel se transformaba en escamas y se alargaba. Abrí las alas y al mismo tiempo que toda yo cambiaba, me abalancé contra Jordi y le gruñí. Sí. Le gruñí.

En sus labios había una sonrisa satisfecha, y de un golpe volvió a apartarme de él y se medio-convirtió en dragón, seguramente todo lo que era capaz de transformarse.

― ¿Esto es todo, princesita? ―me provocó.

Mis fuerzas incrementaban con cada movimiento, sin embargo, sus ataques no lograban enfurecerme lo suficiente. Y él lo sabía. Debo decir que, en esos momentos, no entendía por qué intentaba hacerme enfadar. No entendía por qué me atacaba. Y sus pablaras... me dolieron de verdad...

― ¿Vas a rendirte tan pronto? ―me dijo cuando dejé de atacar al darme cuenta de lo que había hecho―. ¡No tienes derecho a morir! ¡Deberías vivir sabiendo lo que has hecho! ¡Vivir con la culpa por todos aquellos que has matado! ―Mis ojos se centraron en él. Las llamas dentro de mí empezaron a incrementar todavía más―. Puede que yo sea también un dragón, pero me he esforzado por ser un caballero. Tú en cambio, pretendes ser una princesa y no eres más que un monstruo. ―Me detuve en seco ante sus palabras. Tenía razón... era un monstruo.

Jordi volvió a atacarme, pero no me moví. Al verme, volvió a mirarme con superioridad e intentó hacerme reaccionar.

― ¿Qué te pasa? ¿No me digas que ahora tienes remordimientos? ¡Tú no puedes sentir eso! Estoy seguro de que en realidad ansiabas sus muertes. La de tus... supuestos amigos. Porque en realidad nunca lo fueron, siempre te vieron como a una princesa. ¡Si te hablaban era sólo porque temían lo que podía ocurrirles si no lo hacían! ―La furia llameó en mi interior ante sus palabras.

No ¡No! Eso no era cierto. ¡Carles y Anna habían sido mis amigos! ¡Lo fueron! ¡No me habían aceptado sólo por quién era! ¡Fueron mis amigos!

Los ojos me quemaban, pero no era nada en comparación con el infierno en mi garganta. Y con un grito que pretendía expresar mi frustración, salió una llamarada ardiente de fuego que fue directa hacia Jordi. A duras penas, él se retiró de la trayectoria y la llamarada atravesó la planta por un lateral.

Jordi abrió los ojos de par en par, luego se volvió para ver el enorme agujero en la roca de la cueva que había hecho, y me miró de nuevo.

― Eh... bien, princesa... pero... ―murmuró―. La próxima vez... intenta enfocar hacia arriba... ―dijo señalando hacia el agujero por donde el sol se filtraba.

Seguí su mirada y me di cuenta de lo que había hecho. Lo pensé un instante. Estudié a Jordi, a mi padre y finalmente a arriba. Abrí las alas dispuesta a quemar la maldita planta. Volví a sentir la ira en mi interior e intenté guardarla. Empecé a volar, y al instante Jordi corrió para cogerse a mi grupa. Volé como nunca lo había hecho, y justo en el instante en el que me estaba acercando hacia la planta, volví a gritar toda mi frustración. Las llamas salieron de mi boca, y sin detenerme, ambos salimos de la cueva en una nube de fuego.

Llegué todavía más arriba y me detuve un instante con las alas abiertas. Mis ojos volaron hacia abajo, donde la planta intentaba cogerme con sus garras de zarzas y rosas mientras se quemaban. Jordi se sujetó más a mí. Ya no tenía sus alas. Estaba totalmente a mi merced.

― ¡Bate las alas! ―me gritó al ver que no reaccionaba.

Al instante obedecí y volé como nunca antes lo había hecho; con plena consciencia. Me guió hacia su guarida, no me fijé en nada que no estuviera delante de mí. La rabia seguía quemando en mi interior, y sólo quería cerrar los ojos y no volverlos a abrir nunca más. Me dejé caer por el agujero que llevaba hasta la guarida del dragón. Y tropecé en el suelo de un modo nada delicado.

Jordi cayó a un lado bastante magullado, y yo me arrebujé en un rincón con las alas que cubrían un cuerpo que comenzaba a perder las escamas. Las palabras seguían retumbando en mi interior, y la verdad me quemaba por dentro. La ira se había esfumado del todo dando paso a un nada aconsejable remordimiento. Tenía ganas de llorar. Instantes después mis alas desaparecieron por completo. Permanecí acurrucada en un rincón, hecha un ovillo, mientras las sacudidas de los sollozos incontrolables invadían mi cuerpo. Aunque lo único que podía ver era oscuridad al tener los ojos cerrados con fuerza y las manos cubriendo mi cabeza, sabía perfectamente que Jordi estaba mirándome.

Inseguro e incapaz de hacer nada, se acercó a mí.

― Alexandra... ―murmuró con el mismo tono de voz con el que hablarías a un bebe―. Lo que he dicho antes lo hice para...

― Soy un monstruo... ―murmuré entre sollozos cortando una explicación que ya sabía, aunque no por ello dejaban de tener razón―. Nací como un dragón, me... me hicieron creer que era una princesa y... y... me convirtieron en un... en un monstruo.

El silencio invadió la estancia, interrumpida por mis propios sollozos y mis lágrimas incontenibles. Jordi se quedó de pie sin saber qué hacer. Sabía que no era lo suyo consolar, sabía perfectamente que se sentía indeciso. Había pasado años sin nadie y ahora era incapaz de decir nada.

― Mi padre me ha utilizado. Nunca... nunca me ha querido lo sufi... lo suficiente ―tartamudeé―. Mamá era su prioridad y a ella... a ella también la ha convertido en un monstruo ―dije como pude―. Deberíamos haber muerto las dos. Debería... debería haber sido yo la que fuese devorada por la planta. Nadie más que yo tendría que haber pagado ese precio.

Entonces sentí sus brazos rodeándome Me acunó sin reparar en mi desnudez. Se cruzó de piernas y me acercó a él hasta que quedé escondida en su regazo cual niño pequeño. Lo abracé como pude mientras las lágrimas corrían por mis mejillas, exteriorizando todo lo que sentía. Todo lo que, al convertirme en dragón, había sentido.

― No soy demasiado bueno con las palabras. Nunca he tenido necesidad de consolar a nadie ―dijo contra mi pelo―. He vivido solo mucho tiempo, así que... no tengo palabras que puedan hacerte sentir mejor. ―Se detuvo un momento y me abrazó más fuerte―. Sin embargo, cuando era pequeño y lloraba, recuerdo que mi padre me abrazaba muy fuerte y me decía que ninguna palabra lograría calmarme, así que debía llorar tanto como quisiera. Que tenía que hacerlo. ―Luego besó mis cabellos y supe que sonreía ante un buen recuerdo―. Pero que no tenía por qué hacerlo solo. ―Me sujetó con fuerza y apoyó la cabeza contra la mía―. Así que... llora, Alex. Que yo me quedaré contigo hasta que pase la tormenta.

Y lloré. Lloré como nunca antes lo había hecho. Y aunque nunca lo hacía porque me hacía parecer débil, contra más lloraba y contra más me abrazaba, más fuerte y más segura me sentía. Y por primera vez en mucho tiempo, no me sentí sola.

****

No sé cuánto tiempo estuve llorando, pues me dormí cuando las lágrimas debieron agotarse.

Desperté en la enorme cama donde había dormido la primera noche. Toqué las sabanas revueltas con una sonrisa en los labios al recordarlo. Bajé mi mano por mi cuerpo y pude comprobar que iba vestida con un ancho jersey blanco de hombre. Un jersey que, curiosamente, tenía un fuerte corte en la espalda. Sonreí al entender que ese corte me iba de perlas a mí también. Las alas no habían vuelto a aparecer. Me pregunté si sabría hacerlo de nuevo después de lo que había ocurrido. Me incorporé un poco y pude ver a Jordi recostado en el borde del agujero que conectaba con la sala principal de la guarida. Brazos y piernas cruzadas, sonriéndome de medio lado.

― ¿Sabes que eres una dormilona?

― ¿Vas a hacer una lista de lo que hago mientras duermo? Lo digo porque por ahora sabes que ronco, que soy una dormilona... ―le cuestioné alzando una ceja acusatoria. Él sonrió y se incorporó.

― También te mueves mucho, ocupas todo el espacio posible y cuando sueñas frunces el ceño. ¡Oh, y también murmuras! ―dijo divertido.

― ¿Y todo esto lo has descubierto en unas pocas horas? ―le espeté cruzándome de brazos.

Al parecer me había perdido algún chiste bueno, porque empezó a reír como un loco.

― ¿Qué tiene tanta gracia?

― Nada. Sólo que unas pocas horas no es exactamente lo que has dormido. He tenido bastante tiempo para descubrir lo que haces mientras duermes ―dijo divertido. Asustada, abrí los ojos de par en par algo.

― No sé si quiero preguntar cuánto he dormido... ¿Debo preguntarlo?

Él se encogió de hombros y se sentó en el borde de la cama sin dejar de observarme.

― Veamos... resumiendo. Mientras dormías ―dijo con la mano con el puño cerrado y alzando dedos a medida que iba enumerando cosas―; he devuelto a Carlota al castillo. Le he explicado todo lo que ha ocurrido, y vale decir que es una mujer muy valiente porque en cuanto lo ha entendido enseguida se ha puesto delante del pueblo a explicar e intentar solucionar la situación. También me he quedado para ayudarla a que todo se mantenga en orden hasta que encontremos el modo de que regreses y asumas tu puesto.

― Un segundo ―lo interrumpí―. No voy a volver. ―Jordi parpadeó dos veces.

― No. No es que vayas a volver o no, es que tienes que volver.

― ¿Y qué les digo? No, es que mi padre estaba loco y me ha utilizado para matar a mi pueblo para entregárselo a una planta que se alimenta de sangre humana. Y no estoy muerta porque el dragón que me ha hecho de niñera desde que nací lo ha impedido. ¡Oh, sí, y también porque en realidad yo era el dragón que quería mataros! ―exclamé con pasión―. Sí, yo creo que si les digo eso me querrán enseguida como su princesa y sucesora al trono, sin duda... ―Jordi se quedó mirándome a los ojos con una ceja alzada ―. ¿Qué? ―espeté con el ceño fruncido.

― ¿Eso era sarcasmo?

― He aprendido del mejor. ―Él sonrió de medio lado y se acercó más a mí. Me miró tan fijamente que tuve que darme la vuelta para mirarlo a los ojos. El brillo que vi en ellos me dejó sin aliento.

― Pero yo tengo mucho más estilo ―contraatacó cerca de mis labios. Y justo cuando creí que iba a besarme, se apartó dejándome con las ganas―. Por donde iba... ¡Ah, sí, también he tenido tiempo de acercarme a la cueva! La planta ha vuelto a su estado normal, pero no he podido averiguar nada de tu padre. La planta sigue viva y con las rosas rojas. No sé si es gracias a mí o a tu padre, pero sigue vivita y coleando.

― ¿Mi padre está... muerto? ―pregunté. Aunque eso no debería afectarme, seguía siendo mi padre y no podía alegrarme si la respuesta era afirmativa.

― No tengo ni idea. ―Luego me miró de un modo algo extraño y siguió con soltura―. ¿Sabes? Esta es una de las cosas que más me gustan de ti. Siempre antepones todo lo demás a ti misma sin apenas darte cuenta, con una inocencia incluso extraña. Sin importar lo que te hayan hecho o por lo que hayas pasado.

Mis ojos quedaron fijos en él con la boca completamente abierta. ¿Lo que más le gusta... de mí? No podía creer que hubiese dicho eso, y al parecer él tampoco. Sacudió la cabeza y carraspeó ante lo incomodo del momento.

― Bueno. También te he vestido, por si quieres saberlo. Y... te juro que he intentado no mirarte. Pero no puedes culparme si lo he hecho en un par de ocasiones. Los dragones sentimos más intensamente que los humanos. Y estaba herido... y... ¿Y yo porque narices te doy explicaciones? ―exclamó ridículamente enfadado y frustrado.

― No lo sé ―murmuré completamente roja.

― Bueno, te he puesto una de mis camisas, que no utilizo mucho porque terminan destrozadas y paso mucho tiempo como dragón. Pero si seguías desnuda mucho tiempo más... ―Se detuvo un segundo antes de seguir hablando― Supongo que podría decirte que pasarías frío, pero te mentiría descaradamente ―me dijo dando vueltas por la habitación. ¿Por qué me contaba todo esto? ―. No creo que pudieras pasar frío. Eres un dragón, así que... En fin, que no podía verte desnuda mucho tiempo más. Era una verdadera tortura, ¿vale? ―se explicó a la defensiva como si yo le estuviera exigiendo algo. Por el contrario, no había podido cerrar la boca por la incredulidad.

― De... de acuerdo ―murmuré extendiendo la palabra tanto como pude―. Pero no era necesario que me dijeras todo esto. De verdad, no era necesario. ―Él se quedó quieto un instante para, segundos más tarde, apoyar con fuerza la cabeza sobre la pared de piedra.

― Mierda... mierda ―murmuró. Yo lo miré sin entender nada.

― ¿Que...? ―Jordi se volvió de golpe y me miró a los ojos.

― ¿Recuerdas lo de las verdades incomodas? ―Yo asentí con la cabeza lentamente―. Pues resulta que tendremos que jugar a este juego los dos. Así que, seguramente evitaremos conflictos como este en un futuro si te digo ahora que te deseo y que hacer el amor contigo no lo ha mitigado ni un poquito. ―Quedé muda por unos instantes sin saber muy bien qué decir. Seguramente estaba tan roja que podrían haberme confundido con una antorcha o un tomate.

― ¿Yo... te he obligado a decir esto? Si ni siquiera te he tocado ―logré decir.

― Eres un dragón que ha sido reprimido durante mucho tiempo. Tus instintos están descontrolados. Y me parece que no será lo único. Con sólo acercarme a ti ha sido suficiente. ―Entonces sonrió―. Excepto esto me parece que todo lo demás será muy divertido.

― ¿A qué te refieres? ―pregunté sin saber muy bien si quería saber la respuesta a dicha pregunta. Jordi me sometió a un examen completo, recorriendo con la mirada cada recoveco de mi cuerpo a modo de respuesta antes de volver a mirarme a los ojos.

― A que los dragones sentimos con una intensidad muy distinta a los humanos. Instinto animal, por decirlo de algún modo. Y créeme, no podrás controlarlo.

― ¿Qué no podré controlar?

Él sonrió de medio lado mientras me abrasaba con la mirada.

― Absolutamente nada, princesita, absolutamente nada...

Y ese absolutamente nada me daba más miedo que cualquier otra cosa. Más incluso que los problemas que podíamos llegar a tener con la planta, la cual seguía viva y con fuerzas renovadas.

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Quería agradecer, como ya se ha vuelto una costumbre, a carmengg2014 por leer y comentar siempre. Pero esta vez también por recomendar esta historia!!! ^^ Me hace muy feliz que te guste lo suficiente como para recomendarla. Así que dedicaré este capítulo a mi nueva lectora :) ¡¡Gracias por leer!!!

Y por supuesto, muchisimas gracias a todos aquellos que han votado o simplemente leido, o la vayan a leer. ¡¡¡Mil gracias por darle una oportunidad!! :) ¡¡Besos a todos!!

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