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Tres: 三 (sān)


第三章: Dì sān zhāng

Capítulo tres.

«La dominación unilateral del Yang (hombre) sobre el Yin (mujer) no existe. El agua es blanda, suave y dócil como debe serlo una mujer; el fuego es intenso, feroz y dominante, tal como un hombre. Lo débil domina a lo fuerte, lo blando a lo duro. El agua es el modelo que permite a la mujer someter al hombre, como el agua apaga el fuego. En la Alcoba, es la mujer quien domina al hombre en ese momento»

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La habitación de la Princesa Jin Gao'en siempre estaba tenuemente iluminada con velas blancas. Las sabanas despedían un dulce olor a ámbar y crisantemos, la misma fragancia impregnada en la suave piel de su única hermana. Su único amor, el objeto de sus más profundos afectos y deseos. Jin Xizhen la escuchó gemir débilmente contra su oído, satisfecha, mientras él seguía frotando ambos dedos contra el montículo rosa entre sus bellas y torneadas piernas, prolongando la liberación del Yin.

El delicioso líquido transparente escurrió por su mano. Xizhen la observó disfrutar. Su rostro sonrojado, sus brazos y piernas laxas, y ambos pechos duros apuntándole directamente a la cara. La misma imagen hermosa que ocupaba sus pensamientos más sucios al despertar cada mañana y al acostarse cada noche. Aprovechó la oportunidad para besarla profundamente, deseando vertir su semilla blanca dentro de ella, más se contuvo. En cambio encontró alivio sobre las caderas de Gao'en, derramando su caliente esencia con suma abundancia.

Su hermana acarició dulcemente su largo cabello, haciéndolo sentir amado. Alargó aquel instante tanto como pudo, no obstante fue su hermana quien, al final, se levantó y fue en busca del cuenco de agua para asearse con un suave paño blanco. Xizhen la siguió con la mirada, observándola caminar en silencio. Tan hermosa, tan poderosa.

Su estómago se hizo pequeño ante el recuerdo de su inminente partida.

— ¿Ya has elegido? —preguntó interrumpiendo aquel abrumador silencio— ¿No te preocupa equivocarte?

Gao'en ronroneo al sonreír.

— El Cuarto Príncipe ha estado enfermo por meses —recordó—. El Príncipe Min Yunxuan es el favorito de Su Majestad Imperial, claramente no estoy errada al seleccionarlo.

—¿Qué harás si él pierde el favor?

— No lo hará.

—No puedes estar segura —disintió apresuradamente.

Su hermana perdió la sonrisa, más no parecía molesta. Esta se acercó de vuelta a la cama y se tumbó a su lado, de nuevo acariciándo con condescendencia la tez de su rostro.

— ¿Realmente crees que podrías hacerme tu Reina? —preguntó burlonamente, Xizhen detestaba cuando ella hablaba de tal modo, haciéndolo sentir pequeño e insignificante.

— Podría hacerlo si fuera Rey —declaró con firmeza.

Jin Gao'en se burló nuevamente de él, no conteniendo la risa. Su sangre comenzó a hervir mientras se preguntaba cuándo fue que dejo que una mujer doce años menor que él lo embrujara de esa manera.

— Para hacerlo tendrías que matar a Padre, cometer alta traición—declaró ella—. Te asesinarán aún si llegarás a tener éxito.

— No sería así —le aseguró él, determinado a convencerla de quedarse con él—. Tengo más de la mitad de la Corte Real de mi lado, los Ministros me apoyaran sin dudar.

— No me refiero a los ministros.

Jin Gao'en lo miró fijamente, aun sonriendo sutilmente, retándolo. Jin Xizhen sabía bien a qué persona se refería su hermana en esa simple frase.

— No me preocupa el bastardo de Nanjun —escupió—. No es rival para mí—Su hermana sonrió alzando una ceja.

— Ahora es Oficial de Primer Rango —le recordó una vez más.

— Sigue siendo un Príncipe de Segunda, hijo de una sucia prostituta, yo soy el Príncipe Heredero, hijo de la Reina.

Xizhen se irguió orgulloso en su sitio, intentando imponerse sobre su hermana. Pero Jin Gao'en era mujer astuta y sobre todo más atrevida, no había nadie que pudiera impresionarla o intimidarla. La única princesa del Reino de Jin conocía perfectamente sus habilidades y estaba decidida a no desperdiciarlas.

— De cualquier modo no te atreverías, respetas demasiado al Rey como para siquiera intentarlo—declaró esta con seguridad—. Y Aún si lo hicieras, yo estoy firme en mi elección. Me casaré con Min Yunxuan —dijo sin un ápice de duda—. ¿Por qué conformarme con ser la Reina de un asesino cuando puedo convertirme en la amada Emperatriz del más Grande Imperio del Mundo?

Aquellas palabras afiladas estremecieron todos y cada uno de los sentidos de Jin Xizhen, obligándolo a mirar fijamente los ojos de su amada hermana. En aquellas cuencas doradas encontró la misma mirada aterradora de la madre de ambos. Cada gesto y cada expresión eran uno con los gestos y expresiones de la Reina Pei.

Jin Gao'en continuó:

— Además, si me quedara contigo mis hijos aún tendrían que competir con los hijos de ese príncipe que tu y Padre tanto han estado esperando desposar. ¿Acaso no evitaste casarte todos estos años para poder pretenderlo con la promesa de elegirlo como primer esposo? ¿Cómo le explicarías al Emperador que al final hiciste a su hijo un simple concubino por hacerme reina en su lugar? Y si Min Yunqi te da un grandioso varón ¿En dónde quedarán parados los hijos que te pará yo?

Jin Xizhen no encontró respuesta que dar, porque realmente no la tenía. Por supuesto, entre el hijo de una mujer o el hijo de un Precioso Hijo de Longnu*, siempre preferiría aquel con un destino grandioso asegurado. Su hermana no tenía una pizca de estúpida, tratar de engañarla era un insulto que él no tenía el valor de concretar. Así que apartó la mirada hacia uno de los lados de la habitación. Jin Gao'en por tercera vez rió.

— ¿Ves? Con Min Yunxuan no tendré esa preocupaciones, siempre que pueda dar a luz a muchos príncipes y logré conservarlos con vida hasta la adultez, podré disfrutar de la seguridad de hacer a uno de mis hijos emperador. Cuando eso suceda la Dinastía Min caerá y la gloria del clan Jin prevalecerá.

Una vez más, el mismo pensamiento pasó por la mente de Jin Xizhen. Jin Gao'en era una mujer hermosa, pero aterradora. Tal vez era mejor si se casaba lejos, quién sabe qué cosas horribles sería capaz de maquinar contra él si la hiciera su esposa.

Tendría que conformarse con dejarla ir y quedarse en cambio con el Noveno Príncipe Min Yunqi, si este era la mitad de hermoso como decían los rumores, podría estar satisfecho. Solo debía asegurarse de ser el mejor pretendiente, el resto no era nada de lo cual preocuparse.

...

Cuando Jin Nanjun conoció a Su Alteza Imperial, el Noveno Príncipe Min Yunqi, este recién había cumplido cinco años de edad, mientras él ya había alcanzado los dieciséis. Aquello fue en el año diez mil tres, durante el quinto año de Reinado de su majestad imperial, el Emperador Min Shanhe. Fue de hecho el mismísimo Emperador Min quien le había enviado a traer a sugerencia la Señora a la Derecha de Comportamiento Brillante 'Hua', madre del Noveno Príncipe, prima segunda de la Concubina Juchi de Jin, su madre, para cumplir una importante tarea.

Realmente no le sorprendió demasiado el suceso cuando su padre el Rey le dio las nuevas y menos cuando su madre le explicó lo que el palacio imperial requería de él. En cambio aquello que sí le causó asombro fue que, al adentrarse en el Jardín Imperial, se encontró con filas y más filas de largas y delgadas cortinas azules y blancas, distribuidas por todo el lugar, tan largas y altas que incluso parecían tocar el cielo. Un espectáculo visual que a su corta edad no había tenido la oportunidad de presenciar.

Detrás de aquellas telas, apenas unos segundos después, apareció la silueta difusa y tenue de una mujer, y con ella, tomado de la mano, un pequeño niño. Confundido, miró brevemente al eunuco que lo había guiado en todo su trayecto por el Gran Palacio de Hielo. Este rápidamente respondió a su pregunta no pronunciada.

—Ningún hombre, fuera de la Familia Imperial, puede ver el rostro de Su Alteza Imperial —dijo este.

Tal explicación sólo le confundió un poco más. ¿Acaso esa regla no era para las esposas e hijas de Su Majestad Imperial? Con suspicacia, logró llegar precipitadamente a una conclusión. Y entonces supo lo que eso significaba: Min Yunqi era un preciado Hijo de Longnu. Jin Nanjun solo había escuchado hablar de ellos por sus profesores y leído en los libros de la biblioteca real, nunca imaginó tener la dicha de conocer a un ser tan maravilloso en persona. ¿Cuántos de ellos había en la historia de los Dragones? Quiso recordar pero con seguridad sabía que la cifra no superaba los cien, un número extremadamente pequeño comparado a los cientos de miles de dragones a los largo de los milenios.

Aún navegando entre sus pensamientos, no se atrevió a ignorar la etiqueta y los modales de la realeza. Rápidamente se apresuró a arrodillarse sobre una de sus piernas mientras, agachando a la cabeza, saludaba a su alteza imperial Min Yunqi, presentándose.

— Su sirviente, El Príncipe Jin Nanjun, segundo hijo del Rey Jin Dezhe de Jin, saluda al Noveno Príncipe Min Yunqi, deseándole diez mil días de salud.

Como respuesta, obtuvo una pequeña risilla infantil. Aun siendo un sonido tan inmaduro, en definitiva Nanjun confirmó que se trataba de un príncipe, en lo absoluto de una princesa.

— ¿También eres un príncipe como yo? —preguntó Min Yunqi, canturreando felizmente.

Un sonido sin igual.

— Lo soy Su Alteza Imperial—afirmó, saboreando la palabra en su boca, nunca antes sintiéndose tan orgulloso de serlo hasta ese día. Tan joven e ingenuo.

La niñera del príncipe se incorporó a la conversación un segundo después, diciendo: — Y es también un pariente suyo, mi principe.

— ¿Pariente? —repitió el pequeño príncipe— ¿Cómo?

Nanjun retomó la palabra:— Verá, alteza—respondió él—, la madre de mi madre es prima del padre de su madre, así que básicamente somos primos terceros, primos lejanos si quiere verlo de un modo más sencillo.

—Uhm ¿Y eres un dragón de Jin (metal)? —preguntó Min Yunqi.

Jin Nanjun sonrió nuevamente, sintiéndose especialmente alegre por la charla curiosa e inocente de su primo el príncipe.

— Soy un Dragón de Jin, ya que he nacido allí, pero en mi naturaleza soy un Dragón de Shui (agua).

El Noveno Principe hizo un pequeño ruido gracioso con su garganta, no ocultando la confusión que aquella información le produjo. Nanjun no pudo evitar sonreír de nueva cuenta, antes de explicarse.

—Deje que le explique, noveno príncipe—dijo gentilmente—. La isla donde mi madre nació pertenecía al Reino de Jin hace mucho, pero fue conquistada doscientos años atrás por el Imperio de Shui. Gracias a ello, en esa isla viven dragones de ambas naturalezas, mi padre es de Jin pero mi madre es de Shui. Mis hermanos nacieron como dragones de metal, sin embargo yo, Su Alteza Imperial, nací como un dragón de agua. Para ser exactos, un Dragón de Niebla.

—¿Niebla? —exclamó el niño, asombrado y maravillado— ¡Yo también soy un Dragón de Niebla!

—Lo sé joven principe —respondió felizmente, contagiado por la emoción de Min Yunqi—. Usted y yo somos los únicos dos dragones de niebla que existen hoy en día. Hasta hace poco éramos tres aunque lamentablemente mi mentor murió de vejez, así que, por ahora, no queda nadie que le enseñe a usted a usar correctamente sus habilidades, salvo una persona. Yo, Su Alteza Imperial. Su majestad imperial el Emperador me ha pedido que lo tome como alumno y lo tenga bajo mi protección hasta que tenga la edad suficiente para volar por cuenta propia. Es por ello que viviré aquí en el palacio por los siguientes años mientras lo enseño.

Min Yunqi estuvo feliz con aquel arreglo, por supuesto, después de todo solo era un niño conociendo el mundo. Y tal como prometió aquel día, Jin Nanjun vivió en el Gran Palacio de Hielo por los siguientes, casi once años. Durante ese tiempo, Min Yunqi creció día con día, convirtiéndose en un alumno aún más talentoso de lo que él alguna vez logró llegar a ser. Muchas cosas cambiaron a lo largo de los cinco mil días que continuó enseñándole al príncipe, especialmente en su corazón. Únicamente hubo una cosa que permaneció igual: jamás se le permitió ver el rostro de Min Yunqi.

No importó, porque nunca le hizo falta hacerlo para saber, sin cupo para la duda, que lo que sentía por el joven príncipe era sincero y eterno. Y cuando el Emperador y el Rey decidieron enviarlo lejos, porque le habían nombrado Oficial del ejército de Jin, su corazón se rompió tan solo de imaginar el tiempo que debían permanecer alejados.

Si fue capaz de irse fue solo por las únicas dos personas que le importaban, por su Madre y por Min Yunqi. Porque sabía que, si obedecía y se convertía en un súbdito leal y diligente, tal vez, y solo tal vez, algún día podría volver con el suficiente honor para confesar sin vergüenza alguna su amor a Min Yunqi y también ser considerado un hijo digno del Rey, otorgándole merito así a su desdichada Madre.

Solo por eso soportó aquellos tres largos años patrullando los tres continentes, visitando cada Reino, cada Isla y cada pequeño pueblo en nombre de Su Majestad Imperial. Poniendo las cosas en orden y frenando cualquier intento de rebelión o insubordinación a cualquiera de las coronas. Transformándose en un hombre feroz y temido por aquellos que conocían su nombre, sin dejar espacio a la falla o al fracaso.

Por eso, en aquel momento en que volvía, apenas era capaz de contener la dicha que su reencuentro con Min Yunqi le provocaba dentro de su pecho. A pesar de que sus planes no habían resultado como esperaba y sus esfuerzos fueron tomados en vano, seguían estando feliz de poder ver a Min Yunqi nuevamente. Porque si podía escuchar su voz aunque fuese una sola vez más, estaba seguro de que sería capaz de soportar el resto de su vida sin él.

Cada minuto restante con él, por muy breve e insignificante que pudiera resultar, él, lo guardaría en lo más profundo de su corazón. Pues para Jin Nanjun solo existía una única verdad en todo el mundo. Min Yunqi era el amor de su vida hasta el final de sus días.

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*El término «Hijo de Longnu» se utiliza para nombrar a los hombres y mujeres que nacen siendo intersexuales o 'hermafroditas', es decir, que tienen ambos genitales desarrollados o subdesarrollados.


Minmin YoonJi: Es momento de romancear.

P.D. ¿Ya vieron las fotos de todos los personajes? Así tal cual me los imagino a todos.

P.P.D. ¿Cómo creen que vaya a ser la relación entre todos los personajes?

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