Siete: 七 (qī)
第七章: Dì qī zhāng
Capítulo siete.
«Los hijos son la base de una familia. Son ellos quienes queman incienso y preservan la piedad filial de sus ancestros. Sin embargo los hijos no son iguales que las hijas. Las niñas son preciadas y le traen alegría y júbilo a su padre y madre pero salvo por el matrimonio, no pueden traer gloria y honor a su familia. Los varones son mejores, son fuertes, capaces e inteligentes, diez hijas siguen siendo menos que un solo hijo. Y entre los varones, el hijo de la esposa es mejor que el hijo de una concubina. El hijo legítimo es el mejor prospecto para extender la gloria de su linaje».
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Min Yunqi se hundió en el fango al avanzar por el vasto bosque a su alrededor, caminando en la penumbra de la noche. Una pareja de libélulas rosadas y brillantes volaron cerca de su rostro, agitando uno de sus mechones de pelo gris oscuro.
Aquel lugar, salvo por él, estaba faltó de la presencia del hombre. Yunqi podía escuchar el sonido de sus pasos sobre la tierra húmeda mezclado con la estridulación de los insectos, su única compañía.
Los árboles, altos y robustos, lucían un follaje frondoso, de ramas delgadas y hojas verde azuladas, colgando graciosamente tal como el cabello de una persona. Estiró ambas manos y se dejó acariciar por las pequeñas y finas hojas. El tacto se sintió casi irreal. Yunqi sonrió.
A lo lejos, escuchó un suave y melódico murmullo. Min Yunqi se detuvo un instante para buscar la fuente de aquel fascinante sonido. Avanzó unos pasos y pronto se encontró yendo en dirección a una cueva al pie de una inmensa montaña.
Con algo de esfuerzo, tuvo que escalar cerca de un zhang antes de lograr adentrarse en dicho sitio. Una tenue luz viniendo desde el fondo lo recibió y esta, junto al suave canto, lo guió en su camino al interior.
Siguió la luz emanada por una fila de setas a ambos lados del camino. El liquen adherido a las paredes frías y húmedas también brillaba tenuemente alumbrando cada vez más fuerte aquella cavidad. Pronto una inmensa bóveda de roca apareció frente a sus ojos. En la parte más alta del techo había un agujero que dejaba ver la luz del cielo estrellado y abajo, a unas cuantas medidas de sus pies, descansaba un lago de agua cristalina, tan transparente que pudo ver el interior, lleno de pequeñas criaturas bioluminiscentes nadando en ella.
Min Yunqi dió un paso atrás cuando, de la nada, una criatura oscura cruzó aquel pozo profundo. Lo observó bien y rápidamente detalló la forma de una carpa gigante, de escamas negras como la noche y ojos plateados como las perlas. Un ser así de hermoso y así de majestuoso solo podía tratarse de una cosa. No fue capaz de decirlo en voz alta y tampoco le hizo falta, pues una mujer, desde el otro extremo del lago lo dijo por él.
—Sin duda los Dioses adoptan formas extrañas —dijo aquella— ¿No lo crees?
Yunqi apartó su mirada de la gran carpa oscura y miró fijamente a aquella joven. Era una mujer esbelta y alta, de cabello color blanco como el destello de una estrella; sus ojos, que no tenían pupilas, eran dos cuencas casi doradas, que lo miraban fijamente; su piel, tersa y reluciente, lucía un par de escamas en hombros y manos; y finalmente, su ropa, era toda blanca con detalles de hilos blancos y dorados en cada bordado. ¿Era posible que existiese una mujer así de hermosa?
—Ven aquí —le dijo ella, arqueando sus labios negros en una gentil sonrisa.
Yunqi miró de vuelta al agua, la carpa de casi diez zhang de largo se acercó a la orilla. De nuevo, asustado, retrocedió otros dos pasos. La joven mujer rió delicadamente.
—Jinli* no te hará daño —le aseguró está, señalando con su delgado dedo la cabeza de aquel enorme pez—. Sube sobre él y podrás cruzar hasta mi.
Aun observando al gran pez, Min Yunqi dudo al principió, temeroso de la inmensidad de dicha criatura, sin embargo cuando un suave balbuceo vino desde el otro extremo, y vió el bulto que ahora aquella mujer sostenía en brazos, casi como hipnotizado, subió sobre el lomo de aquella carpa.
Hincado sobre la reluciente piel de Jinli, Yunqi, agarrándose de un par de escamas gigantes, avanzó por todo lo largo y ancho del lago. El agua mojó sus ropas más no sintió un ápice de frío. Las criaturas brillantes los siguieron todo el camino hasta que, finalmente, llegaron a la otra orilla.
Cuando estuvo de pie frente a la mujer noto que esta era por lo menos una mano más alta que él y que sus largas uñas parecían ser de bronce puro. Yunqi siguió sin poder pronunciar palabra, mientras que ella simplemente sonrió de nuevo y, estirando los brazos, le entregó el pequeño ser que un segundo atrás había estado arrullando con su dulce voz.
Min Yunqi sostuvo con sumo cuidado al pequeño bebé envuelto en telas de hilo de seda. Era un ser diminuto de cabello negro y piel rosada. Un niño recién nacido. La mujer una vez más habló.
—Este es el hijo legítimo de un Emperador, futuro Señor del Mundo.
El niño, como si supiera que hablaban de él, abrió los ojos y su mirada alegre se encontró con la de Min Yunqi. Este último sintió su corazón dejar de latir al perderse en aquellos ojos grises.
—Este es tu hijo —declaró Longnu mirándolo fijamente.
Min Yunqi no apartó la mirada de ese pequeño ser, y cuando el niño cerró los ojos, los suyos finalmente se abrieron.
Lo primero que sus ojos captaron fue la luz de las velas iluminando tenuemente su habitación. Las cortinas traslúcidas separaban su cama del resto de la recamara. Min Yunqi se incorporó lentamente sobre la mullida cama y frotó su rostro. Shinshin vino desde el otro extremo, grande y largo atravesó las cortinas para después girar sobre sí mismo un par de veces y recostarse entre las piernas de Yunqi. Este sonrió y le acarició con cautela la barriga. El maoyou le permitió el contacto e incluso pareció disfrutarlo.
—Buen Shinshin —murmuró con una sonrisa, el gato ronroneó y meneó lentamente ambas colas púrpuras.
¿Qué clase de sueño había sido ese? Se preguntó Min Yunqi al volver a recostarse en la cama, cubriéndose hasta el pecho con las cálidas sábanas. El silenció de la noche no le proporcionó respuesta alguna.
—«El hijo legítimo de un Emperador»—repitió en voz baja.
Después de un rato simplemente se rió con desgana y decidido a olvidar tal locura se obligó a dormir. No obstante aquel sueño siguió rondando por su cabeza por el siguiente par de días.
...
Zheng Haoxi fue directo a la estancia principal del palacio apenas despertar. Bai Shi'en le aviso que Min Yunqi lo estaría esperando para tomar el desayuno juntos. Alegre y en compañía de sus dos doncellas y su eunuco, camino hasta encontrar a su hermano sentado en la mesa, quien, con animosidad, lo saludo e invito a tomar asiento.
—Hoy el Noveno Príncipe luce especialmente radiante —dijo en medio de una sonrisa, sentándose frente a Min Yunqi en la amplia mesa redonda, Su Alteza Imperial no respondió más se irguió orgulloso—. ¿Acaso tu buen humor está relacionado con el reencuentro entre maestro y alumno que tuvo lugar el día de ayer?
Min Yunqi sonrió de lado.
—Me anima poder retomar mis enseñanzas con él —confesó este.
Haoxi ya lo sospechaba.
—El Príncipe de Segundo Rango 'Jun' y tú han sido Maestro y alumno por más de una década —anotó—. ¿Queda algo que aprender aún?
—Mi maestro me enseñará el arte de las espadas dobles —anunció Yunqi con gusto.
Haoxi lo observó mientras este comenzaba a servirse una galleta y en ella untaba una jalea naranja. Pudo percibir un olor bastante particular, de fragancia especialmente dulce. Un suceso extraño y curioso. No perdió la oportunidad de señalarlo.
—Creí que aborrecía los sabores dulces de las golosinas —dijo.
—Lo hago —aceptó Min Yunqi sin un ápice de pena, aún sonriendo—, más mi hermano mayor debe recordar que adoro el juzi en demasía. Esta es pues una jalea hecha a base de juzi.
En aquel momento los sirvientes de la cocina del palacio atravesaron una de las puertas laterales. Doncella tras doncella fueron colocando uno a uno los platos en la mesa. Te de dátiles, gachas de avena, rollos de arroz, y una sopa de fideos con caldo de gallina y trozos de jamón. Bai Shi'en se encargó de servirle bocado a bocado. Haoxi devolvió su atención a Min Yunqi mientras ambos daban un sorbo a su tazón de sopa y Shen Sulan retiraba la jalea y las galletas.
—Un artículo así —retomo, señalando las manos de Shen Sulan—, no parece ser algo que fácilmente se encuentra en el continente.
—El Señor Zheng se encuentra sin dudas en lo correcto —dijo Shen Sulan al entregar los objetos a otra sirvienta—. Son obsequios traídos desde el exterior por el Segundo Príncipe Nanjun para nuestro Noveno Príncipe, como parte de sus obsequios de cumpleaños.
—Así que eso es— murmuró divertido, mirando el sonrojo recién dibujado en el rostro de Min Yunqi — El Principe Nanjun es bastante gentil de hecho.
—No es nada realmente grandioso, es solo una jalea —respondió Yunqi, intentando restarle importancia.
Pero fue un gesto inutil porque Zheng Haoxi ya conocía de sobra lo que aquello provocaba en Yunqi. Habría de estar realmente ciego como para ignorar el destello púrpura en las puntas del cabello gris de su hermano menor. Sus palabras podían decir una cosa más su cuerpo era incapaz de mentir. Y entonces sintió pena por él porque sabía con certeza que cualquier tipo de romance entre aquellos dos no estaba destinado a ser. Un hecho que sin dudas le traería sufrimiento a su amado amigo.
Y quizá fue por ese profundo sentimiento fraterno que guardaba por Min Yunqi que se sintió responsable de traerlo de vuelta a la realidad, sacándolo de cualquier ensoñación posible con sus frías pero no mal intencionadas palabras.
—Si los regalos del Príncipe Jin Nanjun son así de espléndidos no puedo imaginar que tan buenos pueden ser los obsequios del Príncipe de Primer Rango 'Heng' — estimó tomando una cucharada de avena.
Min Yunqi alzó la mirada hacia él apenas un segundo antes de devolver su entera atención a la comida sobre la mesa. Zheng Haoxi lo observó con cuidado, después le sonrió a Shen Sulan, atrayendo la atención de esta al preguntar:
—El Tercer Príncipe Jin Taiheng llegó junto a su hermano ¿Es correcto?
Shen Sulan sonrió y asintió con júbilo.
—Ambos príncipes llegaron en el mismo carruaje.
Él asintió satisfecho a pesar de que la sonrisa se había borrado del rostro de Min Yunqi. Las cosas eran así y era mejor si su hermano menor podía aceptarlo lo más pronto posible.
—Es el primero de tus pretendientes en llegar al palacio, me pregunto cuando será que se conozcan.
—Madre dijo que el veinticinco de suanni es la fecha propicia para concretar el cortejo — respondió Min Yunqi con poco ánimo — El Príncipe Heredero 'Zhēn' será el primero.
—Ya veo — dijo, pensando—. En ese caso al Principe Taiheng se le ha hecho bastante temprano de hecho. Supongo que tendrá asuntos que atender en la corte de Su Majestad Imperial.
Su hermano menor ya no respondió y ambos se limitaron a simplemente tomar sus alimentos matutinos. Una vez que terminaron, los dos estaban dispuestos a dirigirse a sus clase en el Salón de Los Siete Talentos, sin embargo, antes de abandonar el Palacio de Jade Excepcional, Gugu Hǎiēn, la doncella personal de la Gran Emperatriz Viuda 'Jiyu', los intercepto, solicitando su asistencia en el Palacio de Perla Longeva.
No se atrevieron a desobedecer e inmediatamente, en compañía de Sulan, Shi'en, sus doncellas y varios eunucos más, siguieron los pasos de aquella mujer cuyas canas grises y apagadas indicaban la mucha experiencia de la que gozaba en asuntos del Gran Palacio de Hielo. Zheng Haoxi la observó todo el camino, preguntándose en cada paso cuántos años había vivido esa mujer dentro de la Muralla de Niebla del Gran Palacio. Según sus cálculos Gugu Haien debía tener no menos de sesenta y cinco años y si había entrado como sirvienta a la edad promedio de doce años, eso quería decir que había estado allí por lo menos poco más de cincuenta años.
Dicha conclusión le hizo estremecer a Zheng Haoxi. ¿Esa sería la cantidad de años que pasaría encerrado en tan preciosa jaula de oro? El no era un sirviente y a diferencia de las doncellas y eunucos que tenían permitido salir un par de veces por mes para visitar a sus familiares, él en cambio jamás podría abandonar ese sitio. Porque su destino era ser consorte y él estaba allí para una sola función: dar a luz a un niño grandioso, digno de ser un habitante de Shui; no más, no menos. A eso se reducía la vida de Zheng Haoxi.
¿Como todas esas mujeres del Haren, esposas y concubinas, habían resistido sin volverse locas? ¿Quien o quienes habían decidido tal destino para todas ellas? Zheng Haoxi sabía la respuesta. Sus padres, sus abuelos y sus hermanos. En el mejor de los casos la traición no venía de sus familiares masculinos, como él, que en realidad fue enviado como un mero regalo de Su Majestad Real el Rey Yǐn Shènghào de Mu. Como si el mismo se tratase de un simple objeto, una insignificante moneda de cambio.
Una «cosa» como su madre y su hermana. Eso eran todas las mujeres en el Haren.
Y cuando tuvo que hincarse y saludar a la Gran Emperatriz Viuda 'Jiyù' y a la Madre Emperatriz Viuda 'Jixuán', madres legítima y biológica respectivamente del Emperador, no pudo entender como estas podían lucir tan relucientes y alegres bajo toda esa ropa lujosa, arregladas pulcramente y cargando el peso de los adornos de oro blanco sobre sus cabezas. ¿Es que aún no estaban agotadas?
—Su nieto Min Yunqi saluda a las abuelas imperiales, deseándoles salud y paz —dijo el noveno príncipe con una amplia sonrisa en el rostro.
Haoxi lo imitó tanto como fue capaz y obligándose a sonreír pronunció:
—Saludos a sus altezas imperiales, la Gran Emperatriz Viuda 'Jiyu' y a la Madre Emperatriz Viuda 'Jixuan', deseando que vivan diez mil días más.
Ambas mujeres sonrieron con gusto y fue la Gran Emperatriz Viuda, la mujer de mayor estatus entre las dos, quien les permitió levantarse, señalando los asientos a uno de los extremos de la estancia principal. Él y Yunqi obedecieron en silencio y con la mirada baja.
—Nuestro noveno nieto es un hombre bastante apuesto —señaló la Madre Emperatriz Viuda, la única con la que Min Yunqi compartía lazos sanguíneos—. Su rostro reboza de vida, me alegra verte tan sano.
—No me atrevo a descuidar mi salud y preocupar a mis abuelas —contestó este.
—Siempre has sido un buen niño —aceptó la Gran Emperatriz Viuda, luciendo complacida—, de entre todos los príncipes tu y Yunxuan son los de corazón más noble. Tan atentos.
Nieto y abuelas eran bastante cercanos entre sí. Zheng Haoxi debió ser sincero y aceptó que dicha escena, hasta cierto grado, le produjo envidia pues nacido de una Jinsheng nunca había tenido la oportunidad de conocer más parientes salvo su madre y hermana, mismas de las que fue apartado al cumplir cinco años y ser llevado al palacio para convertirse en un hombre de belleza** de alto rango. A él también le habría gustado disfrutar de una cercanía familiar como esa.
—Es una pena que una vez que te cases tendremos que despedirte lejos —lamento la Emperatriz Viuda 'Jiyù', su rostro se tornó serio, adquiriendo una expresión rígida al encuadrar sus hombros—. Asegúrate de seleccionar un esposo digno que justifique el no poder verte con la misma frecuencia.
—Tenga por seguro que lo haré —aseguró Min Yunqi, perdiendo también la sonrisa mientras inclinaba su rostro en una pequeña reverencia—. Se que las abuelas, padre y madre han puesto mucho esfuerzo en seleccionar buenos pretendientes para mi.
—Todos son buenos hombres, unos mejores que otros— agregó la Emperatriz Viuda 'Jixuan' —, pero siempre que puedas ser un esposo principal y no mudarte tan lejos ambas estaremos satisfechas. Además —dijo la mujer, ahora mirando en dirección suya—, pronto Zheng Haoxi será casi como un nieto para nosotras.
Haoxi se inclinó en agradecimiento.
—Aún cuando no haya sido seleccionado como esposo principal mi bendición es poder servir al Quinto Príncipe y la Princesa Gao'en como parte de una misma familia — pronunció, intentando que sus palabras no fueran tan amargas como sus pensamientos—. Que las Emperatrices Viudas también me permitan ser filial con ustedes.
Ambas mujeres se miraron entre sí mientras que Yunqi le sonreía sentado en la silla de al lado. No pudo evitar pensar que, aunque distintos, él y Yunqi compartían penas similares. Formar parte de la familia imperial, un peso del que ninguno de ellos podría librarse jamás.
—Zheng Haoxi, eres un joven inteligente y bien educado, tus palabras me dejan ver porque Yunxuan te adora tanto — lo elogió la Emperatriz Viuda 'Jiyu' — Que ambos se casen pronto realmente es un gran suceso.
—Por ello los hemos traído hoy aquí—indicó la otra mujer, mientras que Gugu Haien invitaba a pasar con un gesto de mano a otras mujeres mayores que esperaban fuera del palacio.
Dos mujeres, posiblemente un par de años más jóvenes que Gugu Haien y Gugu Lupin (la doncella de la Emperatriz Viuda 'Jixuan') aparecieron en la estancia, saludando primero a las Emperatrices Viudas antes de saludar a Yunqi y finalmente a él.
La Emperatriz Viuda 'Jixuan' siguió hablando:
—Normalmente está es una tarea que le corresponde a la Emperatriz pero dado que aún se encuentra recuperándose del postparto, y las Señoras de Comportamiento Brillante están ocupadas administrando el Harén, la Gran Emperatriz Viuda y yo hemos decidido arreglar todo para ustedes.
—Estás son las dos institutrices más experimentadas del Gran Palacio — se incorporó la Gran Emperatriz Viuda 'Jiyu', señalándolas con gesto amable—. Ellas se encargarán de explicarles todas las cosas que deban saber antes de casarse.
—¿Qué cosas son las que debemos saber? —preguntó Min Yunqi frunciendo el entrecejo.
Las Emperatrices Viudas no respondieron, en cambio una de las institutrices fue la que habló:
—Todo lo que una persona casada debe saber empezando por cómo servir en la cama, como concebir un niño y por supuesto, como administrar el hogar.
—¿Servir en la cama? — preguntó el príncipe nuevamente.
Todas las mujeres se miraron entre sí, incluyendo Gugu Haien y Gugu Lupin, claramente sabiendo la respuesta que ninguna se atrevía a decir, sólo Bai Shi'en y Shen Sulan parecíeron tan o más confundidas como Yunqi.
—Lo entenderá cuando estemos en clase — aclaró aquella mujer.
Min Yunqi tuvo que aguardar y no insistir más. Zheng Haoxi, encontró en ello algo en lo que ambos se diferenciaban, pues mientras Min Yunqi ignoraba por completo el arte de la alcoba, él había sido instruido en ello desde muchos años atrás.
Después de todo, había sido criado para ser un cortesano, un hombre de belleza, y no un esposo imperial.
...
Jin Taiheng observó a las jóvenes doncellas de la mansión traer con ellas los platillos de la comida hasta su mesa. Detalló el rostro y la silueta de estas, todas ellas poseían una belleza simple y ordinaria que, contra todo pronóstico, le parecía fascinante. No porque las codiciara o lo cautivaran de una forma en particular. Si no que en sus expresiones juveniles se podía observar la tranquilidad que solo una vida común y corriente como la de ellas podía proporcionarles.
En aquellos rostros encontró el recuerdo de la hermosa imagen de una niña. La misma que había conocido una tarde de 'Viento'. Su nombre era Chen Xiwen, hija de un ministro de la corte de su padre y también dueña de su corazón desde aquel entonces.
¿Cuántos años habían pasado ya desde aquel primer encuentro? Jin Taiheng pronto se respondió a sí mismo en el silencio de su propia mente. Diez largos años y durante cada uno de los días de ese tiempo, Taiheng siempre supo una cosa. Que amaba a Chen Xiwen más que a nada en el vasto mundo y que quería que ella fuera su esposa.
Siempre con ese deseo en su corazón, fue precipitado de su parte prometerle a Xiwen que la desposaría como primera esposa. Promesa que ahora, si el plan marchaba como lo deseaba su Segundo Hermano, nunca podría ser cumplida.
¿Cuánto daño le haría a su amada si volvía al Reino de Jin comprometido con Min Yunqi? ¿Sería Chen Xiwen capaz de perdonarlo? ¿Estaría aún dispuesta a permanecer a su lado casada como una simple concubina? Jin Taiheng deseo que las cosas fueran distintas. Tal vez, si él y Xiwen no hubieran nacido en sus respectivas familias, que tan bueno habría sido unirse como dos esposos de plebeyos.
Las doncellas lo reverenciaron al abandonar el comedor al mismo tiempo que, desde el otro extremo de la mansión, venía Jin Nanjun. Con un nudo en el corazón y otro en el estómago, se obligó a saludar a su hermano tal cual como siempre lo había hecho. Este le correspondió el saludo y le sonrió con radiante alegría.
—Podría preguntar el motivo de tu evidente buen humor más sería inútil sabiendo ya de sobra la razón —dijo, comenzando a servirse un bocado de carne en su plato.
Jin Nanjun río.
—Y dime Taiheng —comenzó diciendo Nanjun sin borrar su sonrisa— ¿Cuál es esa razón?
—¿No retomas hoy tus lecciones con el Noveno Príncipe? No hay otra razón posible.
—Es muy fácil leerme al parecer — aceptó su hermano.
—Para mi lo es —aseguró él—. Tal vez incluso para alguno de tus sirvientes, para los demás sueles ser un enigma la mayor parte del tiempo.
—No se sí eso sea bueno.
—Lo es, quién querría que todos adivinaran sus secretos.
Jin Nanjun rió con suavidad y bebió un sorbo de té.
—Supongo que tienes razón —le concedió este.
Los dos rieron tenuemente entre sí para después tomar los alimentos en el suave silencio de la 'Conservación'. Pronto fue él quien interrumpió aquélla calma.
—¿Cómo ha estado la sesión de la corte? —preguntó.
—Un poco animada, el Emperador está realmente interesado en confirmar los rumores de la enfermedad de Tián Zhāngjūn.
—Al parecer El Emperador y nuestro Padre Real se parecen bastante —dijo él.
—Supongo que es así —aceptó Nanjun sonriendo de lado—. De igual forma el Emperador solicita tu presencia en su Salón por la tarde.
Sí, Jin Taiheng ya había sido notificado sobre ello por un Eunuco Mayor. Había muchos asuntos que su Padre el Rey Jin Dezhe le había solicitado tratar en su nombre. Ser Príncipe de Primer Rango no solo era un título, era un cargo, y como hijo legítimo debía honrar dichas tareas.
—¿Sabes cuando llegara Xizhen? — preguntó Nanjun, interrumpiendo sus pensamientos.
Una pregunta que su hermano se había demorado en realizar, Taiheng se apresuró a responder:
—Madre Real dijo que partiría el quinto de suanni, así que debe estar a tiempo para su primer encuentro con el Noveno Príncipe.
Jin Nanjun asintió con el rostro serio. Jin Taiheng pudo imaginar en lo que estaba pensando su hermano.
—¿Crees que sus Regalos sean realmente grandiosos? — preguntó Nanjun.
—Tu ya lo has dicho antes —recordó él —. No importa si sus regalos son deslumbrantes, sólo importa si serán del agrado de su alteza imperial.
Nanjun asintió, mirándolo ahora un poco más tranquilo. Taiheng le sonrió para tranquilizarlo pues a pesar de todo, él ya se había preparado para la ocasión y tenía presente todas las cosas que Min Yunqi adoraba.
Por Jin Nanjun él haría lo que fuera.
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*Jǐnlǐ: deidad conocida como la carpa oscura, es guardián de los ríos y las montañas. Los Dragones de Shui descienden de él y Longnu.
**Hombres de belleza: En la antigua china se denominaban como hombres de belleza a los hombres jóvenes que servían en la cama a otros hombres de mayor estatus, sobre todo a Maestros y Gobernantes.
Minmin YoonJi: Lamento la demora, como les había contado inicie en un nuevo empleo así que tuve dificultades para organizar mis tiempos. No obstante ya estoy de vuelta con las actualizaciones y el drama recién empieza.
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