Nueve: 九 (jiǔ)
第九章: Dì jiǔ zhāng
Capítulo nueve.
«Cuando dos individuos se unen en matrimonio, es la mujer quien deja de formar parte de su antigua familia, siendo ahora hija de los padres de su esposo. Para formar una nueva familia el esposo debe asegurarse de mantener feliz a todas sus concubinas».
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Por los cinco días siguientes Min Yunqi y Zheng Haoxi tuvieron una lección tras otra con las institutrices Zhang y Liu, desde la tercera hasta la quinta hora.
Las primeras enseñanzas fueron no difíciles de aprender pero si bastante reveladoras para Yunqi sobre la vida matrimonial y por sobre todo de la interconexión de todos los miembros de una familia. Como hijo imperial, a pesar de haber sido criado por su madre y por las otras esposas de su padre nunca se había visto en la necesidad de entender la dinámica que regía el harén, por que esos asuntos solo le competían a la Esposa oficial y a las demás concubinas. Por supuesto comprendía las reglas del estatus de los miembros de la familia, más nunca había asimilado el verdadero significado de ello.
Yunqi reflexionó sobre tal asunto a profundidad y finalmente fue capaz de comprender con un mínimo de certeza lo que sus muchas madres debían experimentar como esposas del emperador. De pronto, con tanta información de por medio, Min Yunqi concluyó que desposarse con alguien estaba por muy lejos, de ser una tarea sencilla.
Ahora no solo debía preocuparse por el estatus de su futuro esposo y por el lugar al que se debería trasladar para iniciar su propio hogar, sino también debía ocuparse por la clase de familia con la que se encontraría y con los muchos nuevos miembros que la conformarían, acoplándose a un grupo de completos extraños. Extraños que lo mantendrían a raya mientras él se encargaba de mantener el orden con quienes serían sus futuras «hermanas» dentro de casa.
Y no se sintió mejor cuando los obsequios del Príncipe Lihuan de las Islas Zhenzhu y del Príncipe Panshu de la Isla Lanzao llagarón aquella mañana, recordándole de esa forma que su futuro se estaba aproximando sin que él ni nadie pudiera hacer nada para detenerlo. Quiso sonreir cuando leyó aquellos poemas escritos por los príncipes y cuando encontró artículos interesantes como el arco enviado por el Príncipe Lihuan y la silla de montar del Príncipe Panshu. Pero no pudo y la expresión se quedó a medio camino de su rostro.
La única persona que fue capaz de distraerlo de sus preocupaciones fue Jin Nanjun, esperándolo como cada tarde en el Jardín Este para sus lecciones. Y quizá se le cruzó por la mente que estaba mal sentirse así de aliviado cuando Zheng Haoxi le reprocho su poco interés en los obsequios que había recibido pero la alegría de saberse acompañado por su Maestro era demasiada como para que cualquier otro evento la pudiese opacar.
Libre de toda preocupación, momentaneamente, Min Yunqi practicó con las espadas dobles la mitad del tiempo y la otra mitad, rodeado de eunucos y doncellas, se ocupó de sus habilidades como dragón. Siempre bajo la mirada atenta de los ojos de dragón de Jin Nanjun.
El Príncipe de Segundo Rango 'Jun', como hombre era gallardo, pero como bestia era majestuoso y la palabra, a consideración de Min Yunqi, seguía quedándose corta.
Las escamas de Jin Nanjun eran de un color gris profundo, tan brillantes y afiladas, cada una similar a una fina lentejuela de metal. Sus garras, negras como la noche, lucían largas tal cual peligrosas dagas. Las plumas de su cabeza y cola también eran negras con destellos púrpuras y azules, mientras sus ojos agudos y brillantes eran de un precioso azul plateado.
Sin embargo, lo que más sobrecogía a Min Yunqi del aspecto de Jin Nanjun eran dos cosas en particular. En primera instancia, su cuernos, largos y puntiagudos, negros como el onix más puro y tan brillantes que eran casi cegadores a la vista. Y segundo, sus colmillos, abundantes y letales desde cualquier ángulo que se les viera, hechos de un precioso esmalte blanco de marfil.
Y al contemplarlo tan disimuladamente como le era posible, Min Yunqi era incapaz de darse cuenta que Jin Nanjun, a un par de zhang de separación, lo admiraba igual de interesado.
—Cómo dragones no parece haber diferencia de tamaño entre nosotros —señaló Jin Nanjun en un gruñido animal, acercándose a Min Yunqi al mismo tiempo que las cortinas que los separaban se desvanecían ante la mirada de ambos.
Min Yunqi agitó sus bigotes de bagre en un intento de sonrisa animal.
—¿Es eso verdad? —inquirió Yunqi siseando con la lengua entre sus afilados dientes—. Yo puedo ver mucha diferencia aún.
Los ojos de su maestro destellaron y preguntó cuál era esa diferencia. Min Yunqi no se atrevió a responder, porque hacerlo era confesar que había estado observando las patas y pecho fornidos del cuerpo de Jin Nanjun, muestra de lo fuertes que debían ser esos músculos debajo de la piel escamada y que de algún modo lo emocionaban. Así que sólo guardó silencio y dejó que el frío viento de la tarde agitara las plumas de su melena. Jin Nanjun no insistió.
Una vez que sus halagos se dieron por terminados, si es que habían sido algo cercano a aquello, su maestro Nanjun le ordenó mostrar sus habilidades desvanecientes. Yunqi, casi orgulloso, obedeció e inmediatamente despidió una suave bruma de niebla por las fosas nasales de su hocico, cuando todo su alrededor estuvo cubierto de vapor blanco dejó que sus escamas y plumas se hicieran uno con la bruma. Min Yunqi, al cabo de unos segundos, se había desvanecido dejando tan solo una nube espesa de gotas blancas dificultando la vista de Jin Nanjun.
A lo lejos, doncellas y eunucos observaban atentamente la escena, casi maravillados.
—¿Mi maestro está satisfecho con mi habilidad? —preguntó Yunqi desde algún punto a la izquierda de Nanjun.
Este asintió con la cabeza.
—Bastante satisfecho —aceptó en voz alta—, más no lo suficiente aún —declaró—. Esconderse puede hacerlo cualquier dragón de niebla, aprovechar dicho talento es la verdadera habilidad.
Min Yunqi, desde aquel extremo en el jardín, aún oculto entre su propia niebla, vio a Jin Nanjun exhalar una nube gris clara y perderse entre ella. Unos segundos después fue sobresaltado por el repentino movimiento de algo a su costado derecho. Intentó esquivar los movimientos de Jin Nanjun, perro allí a donde se movía este lograba seguirlo, silencioso y veloz.
—De nada le sirve ocultarse a si planea permanecer en el mismo sitio, alteza —regañó Jin Nanjun a sus espaldas—. Tal parece que el Noveno Principe ha olvidado una de mis más importantes enseñanzas.
Min Yunqi apresuradamente meneo la cola y golpeó lo que atinadamente adivinó eran las patas frontales de Jin Nanjun. «Seguir en movimiento, esquivar y atacar» repitió mentalmente. Fue entonces lo que precisamente hizo. Se impulsó con sus cuatro patas sobre el césped y exhalando más niebla, alzó el vuelo por encima del jardín. Los sirvientes parecieron entender lo que aquella acción representaba y sin demorar demasiado, se alejaron aún más de ambos.
Pronto la bruma inmensa de color blanco se extremezclo con la bruma gris cada vez más voluminosa de Jin Nanjun, llegando al punto que ya nada era visible en aquel sitio. Rápidamente Min Yunqi pasó de ser la presa de Jin Nanjun a su contrincante y aunque no estaba permitido que se tocasen directamente eso no impidió que se las ingeniaran para empujarse por el mero impulso e inercia de sus movimientos.
Al final no hubo un vencedor como cuando Min Yunqi usaba los cuchillos o Jin Nanjun las espadas, no obstante las habilidades de combate del primero quedaron claras para su maestro. De ese modo, cuando ambos retomaron su forma de hombre y las telas, sin dar tiempo para espiar, nuevamente los separaron, Jin Najun felicitó a su alumno, gozando del grave arrullo que aquella gruesa risa le proporcionó.
—Agradezco los halagos de mi maestro —pronunció Min Yunqi haciendo una breve reverencia—. Me sentiré completo cuando reciba sus felicitaciones por dominar las espadas dobles.
—A decir por su desempeño previo y viendo lo hábil que es como dragón, no dudo que eso será bastante pronto.
—Espero sea lo suficientemente pronto en ese caso — dijo Yunqi, sin darse cuenta hasta muy tarde de lo amargo de sus palabras.
Jin Nanjun definitivamente lo notó.
—Usted es demasiado joven para preocuparse por el tiempo —declaró este, inclinando su hermoso rostro moreno con curiosidad — ¿No lo cree así?
Las cortinas encantadas seguían separándolos a ambos pero Min Yunqi, aun a sabiendas de ello, sintió como si Jin Nanjun fuera capaz de ver a través de ellas y descifrar así sus emociones. Avergonzado, apartó la mirada a su derecha justo antes de caminar en esa dirección. Jin Nanjun lo imito y camino a su lado, siguiendo la muralla de tela traslúcida. Los sirvientes de ambos, guardando su distancia, empezaron a seguirlos.
Min Yunqi, ya acostumbrado, decidió ignorar a esas otras personas y miró hacia el cielo preguntándose qué tan altas podían ser aquellas telas y si acaso permanecerían de ese tamaño aún cuando él, volando, intentará colarse por el otro lado. Lo más probable era que, por el hechizo, las cortinas encontraron la manera de mantenerlo separado de Jin Nanjun. Por mucho que lo desease, aquel hechizo no podía ser roto por nadie.
Tal vez si...
—¿Puedo saber en qué piensa mi alumno? —Jin Nanjun preguntó, sorprendiendolo por un breve instante.
—Nada particularmente importante —dijo en un pobre intento de disimular su sopresa.
—Su expresión dice lo contrario.
¿Expresión? Min Yunqi se sobresaltó y cesó su paso. ¿Fue acaso que el Segundo Príncipe había sido capaz de verlo? Jin Nanjun comprendió rápidamente el peso de sus palabras y sonriendo se disculpó con él.
—Sé que no puedo verlo, así que me disculpo por el uso inadecuado de mis palabras. Perdóneme si se interpretó erróneamente. He querido referirme a su postura y el tono de su voz.
Escuchar aquello alivió el repentino y acelerado latir de su pecho.
—Me disculpo por mi reacción —dijo—. Sé que cualquier otro príncipe no estaría alarmado por algo tan insignificante.
—Usted no es cualquier príncipe —aclaró su maestro con una gentil sonrisa.
—Definitivamente no lo soy —respondió asintiendo y retomando el paso—. Sin embargo, a veces me pregunto qué se sentirá ser como mis demás hermanos.
—¿Hay algo que le incomode de su actual estatus, alteza?
Yunqi no lo pensó y habló con premura:
—Ciertamente sí, si fuera como cualquier otro príncipe no tendría la necesidad de estas absurdas cortinas. También podría elegir varias esposas, siendo ellas las que vendrían a vivir al palacio conmigo y no siendo al revés mi situación.
—Parece disgustado con el hecho de casarse con un hombre fuera de estas murallas. ¿Es quizás que el noveno príncipe se ha enamorado ya de alguna belleza?
Min Yunqi se sonrojo desde el cuello hasta las orejas por tan alocada conjetura del Segundo Príncipe Nanjun. Su maestro río en broma retirando sus palabras.
Yunqi se obligó a relajarse y continuó con la charla:
—No es nada de eso, es simplemente que esto de comprometerme me está abrumando en sobremanera.
—¿Le preocupa no elegir un buen hombre? —inquirió el hombre mayor— ¿No se encuentra satisfecho con sus pretendientes?
—No, por supuesto no es eso —se dio prisa por aclarar, señalando al instante siguiente aquello que le aquejaba—. Es sólo todo esto de las... las cosas que suceden entre los esposos me inquietan.
—¿Cosas de esposos? —preguntó intrigado Jin Nanjun frunciendo el entrecejo, un segundo después sonrió nerviosamente al comprender—. Oh, ya entiendo, se refiere a esas cosas.
Min Yunqi una vez más se sintió sonrojar sin embargo, aún caminando y en silencio, permaneció a la espera de cualquier cosa que el Segundo Príncipe pudiera agregar a la conversación. Vaya decepción la suya cuando esté, al percatarse de sus intenciones, lo detuvo.
—Ciertamente no es algo de lo que usted y yo deberíamos estar hablando. —dijo Nanjun.
—Pero usted es mi maestro —repuso él.
—No soy esa clase de maestro, noveno príncipe. Me disculpo si me excedí y le hice pensar que podría consultarme algo como eso.
Con una respuesta así de firme Min Yunqi no se atrevió a desafiar el temperamento de Su Maestro por lo cual se limitó a continuar su marcha en silencio. No obstante la calma siempre jugaba en su contra y las preguntas atacaban su mente una tras otra.
Un tanto indeciso lanzó una de esas tantas preguntas:
—¿Cómo son sus hermanos? —pregunto sonriendo tímidamente—. Eso si me lo puede responder no es así.
Nanjun tensó sus hombros más de igual modo sonrió. Claro que Su Maestro lo conocía bien y debía saber que de uno u otro modo no se rendiría.
—Ambos son excelentes príncipes —mencionó al fin—, están bien versados en varias artes y disciplinas, alteza.
—Estoy seguro de ello, sin embargo yo esperaba saber sobre sus intereses y sus personalidades.
—Puedo adivinar sus intenciones y no creo que sea correcto que opine en los asuntos matrimoniales.
Una vez más, Min Yunqi apartó la mirada decepcionado y justo cuando no esperaba nada más, Jin Nanjun lo sorprendió agregando:
—No obstante, si el noveno príncipe está buscando afinidad con alguno de mis hermanos pienso que mi tercer hermano sería mucho más adecuado para usted, ya que sus edades son las más cercanas.
Min Yunqi sonrió con mucha mayor tranquilidad.
—Lo tomaré en cuenta, le agradezco a mi maestro.
Jin Nanjun le devolvió la sonrisa agachando gentilmente la cabeza, pues para fortuna de todos, él también se encontraba más tranquilo ahora.
...
Zheng Haoxi solía pasar la mayor parte de su tiempo en compañía de sus maestros, de Min Yunqi o de la Señora a la Derecha de Comportamiento Brillante 'Hua'. Algunas veces, con rareza en realidad, visitaba a las princesas mayores o a las emperatrices viudas. Y en extraordinarias ocasiones simplemente gastaba sus tardes en la tranquilidad de sus aposentos.
Pocas cosas disfrutaba con verdadero agrado el dragón de hierba y una de ellas era leer, escribir y transcribir poesía, incluso, alguna veces recitarla.
Esa tarde, ya que el Noveno Príncipe estaba en sus lecciones con su maestro y la Señora 'Hua' estaba ocupada haciendo las cuentas del Harén, Zheng Haoxi se inclinó por usar su tiempo libre en recitar viejos poemas que había escrito pensando en Min Yunxuan.
Mientras caminaba por la sala principal de sus aposentos Haoxi comenzó a recitar uno de sus poemas favoritos: — Te entregué mi corazón, estoy enamorado de ti. He robado tu corazón, confensándote mi amor. Mi amor, mi amado, mi querido, alguien podría escuchar, habla despacio. Sé que te he quitado la paz, inquietandote...
—Este poema —dijo la voz de Min Yunxuan, sobresaltándolo—... cada palabra perfora mi débil y blando corazón.
Zheng Haoxi se giró sobre sí mismo para encontrar a dos de sus doncellas hincadas mientras el Quinto Príncipe cruzaba la puerta lateral de la sala. Su corazón se aceleró tan solo un poco al recibir aquella preciosa sonrisa, tan cálida y gentil que fue imposible no sonreír también.
Rápidamente jalo de las telas de su ropa y se inclinó sobre una de sus piernas, reverenciando a su amado prometido.
—Saludos al Príncipe de Primer Rango 'Xuan' —dijo, agachando la cabeza—. Paz y alegría para el Príncipe Min Yunxuan.
El Quinto Príncipe se apresuró a tomarlo por los brazos y levantarlo.
—Te he dicho que no necesitas ser tan formal cuando estamos a solas —lo reprendió este.
—Se que lo ha repetido ya varias veces más sigo sin atreverme a ser descortés, espero que el Quinto Príncipe pueda disculparme.
—¿Qué cosa podría no disculparte? — confesó Min Yunxuan acariciando con los pulgares ambos de sus brazos.
Zheng Haoxi no iba a confesarlo en voz alta pero ese pequeño gesto lo derribaba en su interior, haciendo sus pies y piernas de gelatina. Con otra sonrisa más amplia agradeció la confesión e invitó a Min Yunxuan a tomar asiento mientras ordenaba a sus doncellas traer té, bocadillos y un brasero extra para calentar el lugar.
—Realmente no siento frío —aclaró Yunxuan.
Haoxi ya lo imaginaba.
—Su Alteza Imperial debería procurar más su salud, afuera está comenzando a nevar, debe calentar su cuerpo o de lo contrario se resfriara.
—A cualquier lugar al que yo vaya, siempre que estés tú allí, me siento cálido.
Definitivamente su prometido sabía cómo hacerlo sonrojar y ese momento no fue la excepción. No respondió a los disimulados coqueteos de Min Yunxuan y simplemente apartó la mirada hacia una de las paredes del salón. Unos instantes más tarde volvieron sus doncellas con las bebidas y los bocadillos al mismo tiempo que dos eunucos colocaban un brasero al centro de la sala.
Min Yunxuan se quitó el abrigo de piel de zorro plateado y Haoxi lo ayudó llevándolo a la estancia contigua a la sala. Al volver Yunxuan ya estaba bebiendo del té, fue allí que Haoxi notó el semblante abruptamente serio del príncipe.
—¿Hay algo que lo preocupe, alteza?—preguntó, tomando un pastel de arroz antes de ponerlo en el plato de Min Yunxuan.
Este tomó el objeto de cerámica rosa pálido. Haoxi lo observó llevarse el bocado a la boca mientras él bebía su té de jazmines. Yunxuan pareció detenerse a pensar en algo, finalmente dijo:
—Dragones de Tǔ y Huǒ se han asentado en las pequeñas aldeas de la Isla de Ruǎntǔdì, causando disturbios e inestabilidad en las rutas comerciales —comenzó Yunxuan, contando aquello que le aquejaba—. Padre Imperial se encuentra bastante disgustado y la Corte está buscando la forma de frenar está situación antes de que escalé a un mayor conflicto.
—Seguramente los ministros y usted encontrarán una solución apropiada y certera que remedie dichos problemas —aseguró él.
—Padre quiere enviar soldados de Shui y Mu para sofocar a Huo, más no estoy convencido al respecto ¿Qué sucederá si las Tribus exteriores deciden aliarse con sus cercanos de Tu?
Min Yunxuan lo miró con atención y Zheng Haoxi adivinó las intenciones detrás de esos ojos agudos como los de un gato. Esa mirada era la misma que Min Yunqi le daba en muestra de complicidad. Y aunque adoraba que Yunxuan lo mirara así bien sabía que lo que pedía no era correcto, por lo que sin demorarse, se negó.
—No se me permite hablar de asuntos de estado —respondió —. No es correcto.
El Quinto Príncipe asintió con la cabeza.
—Como una pareja formada por príncipe y concubino no se permite, tienes razón — aceptó este —, pero como un par de esposos podemos hablar de cualquier tema.
—Su Alteza Imperial y yo no somos esposos.
—Pero lo seremos pronto.
Sí, Yunxuan se hallaba en lo correcto y por supuesto no lo contradijo. Entonces Haoxi sonrió y dejó que el príncipe le tomará de la mano al tiempo que respondía:
—Sí eso llegase a suceder ciertamente nos encontraremos en desventaja contra los del sur. No obstante el emperador tiene en alta estima a las pequeñas tribus y los líderes tribales son conscientes de los cuidados que el Imperio les provee.
El joven príncipe asintió:
—Es cierto que las islas centrales le rinden tributo a Shui sin embargo también es verdad que no hay una relación realmente estrecha entre el imperio y los pequeños gobiernos.
—¿No se han concedido ya títulos como «Mujeres extranjeras» a algunas jóvenes 'Ke', 'Haidan' y 'Kuoyu'? —Haoxi lo miró confundido, alzando una ceja.
—¿Cuánto honor pueden sumar esos títulos a sus familias?
Haoxi guardó silencio y reflexiono sobre tal pregunta. Yunxuan tenía razón, no existía nada que uniera realmente a las tribus y al imperio. Yunxuan siguió hablando.
—Tal vez sea posible mejorar las relaciones de estado sí Padre Imperial logra hacer que las tribus envíen a sus princesas para casarse como Damas Imperiales.
—¿Habrá una selección de concubinas?
El príncipe movió la cabeza en negación.
—Nada de eso, mucho menos recién que han muerto mi Cuarto Hermano y mi Décimocuarta Hermana, además la emperatriz está debilitada —le recordó para después agregar—. Se solicitaran como tributo, tal como sugirió su alteza real, el Príncipe de Segundo Rango 'Jun'.
Aquel nombre puso en alerta a Zheng Haoxi, mirando rápidamente a Yunxuan mientras preguntaba:
—¿El Maestro de Yunqi recomendó tal medida?
Yunxuan sonrió sutilmente.
—Jin Nanjun es un hombre inteligente y sagaz —dijo el príncipe—, con esto ha probado que no solo es hábil para la batalla sino también para las relaciones políticas.
Verdaderamente parecía serlo. Haoxi se esforzó en sonreír y siguió escuchando con atención todo aquello que Min Yunxuan suponía no debía confiarle. Durante esa tarde Zheng Haoxi concluyó que Jin Nanjun no era sólo el tipo de persona que Min Yunqi se había empeñado en contarle.
De entre todos los hombres del mundo, Zheng Haoxi se dijo a sí mismo que Min Yunxuan era el único con un corazón y mente sinceros. Con una mano en el pecho, rogó a todas las deidades que esto siempre fuera cierto.
...
La barca de metal en la que Jin Xizhen viajaba había zarpado ya trece días atrás. La nave, larga y de un color bronce, llevaba consigo cerca de treinta hombres, todos y cada uno de ellos a su servicio. Y en la habitación contigua a la suya descansaban los valiosos regalos que había seleccionado personalmente para el Noveno Principe Min Yunqi.
Xizhen había abandonado el continente de Jin con la seguridad de que tan valiosos objetos, ropa y joyas en su mayoría, le aseguraría el corazón del joven príncipe de Shui y con ello el poder que le suponía dicho contrato matrimonial. Estaba convencido de que su tercer hermano, junto con los otros pretendientes, se vería completamente opacado por él. Aun orgulloso de sí mismo y a medianoche, se percató de un olor especialmente particular.
En casa prevalecía la fragancia de la tierra, del metal y de los minerales, en ese momento el aire había arrastrado consigo el aroma de la humedad, de la arena y del rocío nocturno. El continente de Shui estaba frente a ellos y en tan solo unos días más habría de llegar a su destino.
Con los sentidos avivados abandonó su habitación y subió escaleras arriba hasta la cubierta del barco. Lo primero que sus ojos encontraron allí en el cielo, rodeada por una multitud de estrellas, fue la Luna de Diamante Rosa*. Aquella imagen le recordó la preciosa sonrisa de su amada Jin Gao'en, su hermana ya comprometida.
El sentimiento que se instauró dentro de su pecho fue amargo e intenso. Suerte fue la suya que al poco tiempo las nubes del mar cubrieron todo a su vista y las corrientes de aire empujaron con mayor fuerza el navío, apartando aquellos pensamientos que no tenían cabida en su mente.
Escuchó a varios hombres decir que sería una noche agitada más no se distrajo demasiado con ellos y simplemente caminó hasta detenerse en la barandilla del barco. Sosteniéndose de la superficie dura y fría de bronce se asomó al vacío del mar. Allí donde la vista iba se encontraba con aire y nubes, nada más. Si prestaba la suficiente atención de vez en cuando se topaba con alguna que otra criatura del mar, la mayoría de las veces libélulas y medusas flotantes.
Sin embargo, un movimiento inusual, a unos quince o veinte zhang de profundidad, captó su atención. Las nubes, que entre más profundo más espesas y densas eran, aglomeradas unas con otras, dificultaban la vista al espectador. De pronto, una masa negra y larga cruzó entre el corto espacio de una nube a otra. Segundos después dos y tres criaturas iguales le siguieron.
Por un instante, sorprendido, Jin Xizhen creyó erróneamente que aquellas criaturas muy probablemente eran ballenas grises de las costas de Shui. Y se habría ido a la cama seguro de aquello de no ser porque más arriba, a la altura del barco, a casi diez zhang de distancia, la silueta clara e indiscutible de un Dragón de Lava sorprendió a todos aquellos que como él estaban observando el firmamento.
En territorio de Shui, por ningún motivo, debía volar la gente de Huo. Así Jin Xizhen supo que nada bueno estaba por suceder.
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*Luna de Diamante rosa: Es una luna semi traslúcida y brillante que refleja una suave luz rosa. Aparece cada 99 días y sus fechas son los días: 7 de chǐwěn, 51 de pǔláo, 40 de tāotiè, 29 de yázī y 18 de jiāotú.
Minmin Yoonji: Tarde pero seguro. Disculpen la demora, quisa no lo hayan notado pero estoy puliendo mi estilo de escritura por lo que ahora me toma más tiempo concluir un capitulo que me llene satisfactoriamente. Estamos bastante cerca de concluir el primer arco de la historia y pronto veremos un avance significativo en los personajes y en la historia misma. Espero que esta historia les este gustando tanto como a mi y por favor no olviden que hay una playlist de canciones que me inspiran en esta historia. La pueden encontrar en mi perfil de spotify con el mismo nombre de la novela. Eso es todo, saranghae.
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