Cuatro: 四 (sì)
第四章: Dì sì zhāng
Capítulo cuatro.
"Un caballero debe ser amable con sus padres; difícilmente, aquel hombre que ama a su familia, ofenderá a un gobernante. Solamente la piedad filial gobierna el mundo entero. Hacer que aquellos que tienen canas entierren a los de cabello negro es, sin duda, la mayor falta de piedad filial.»
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La mansión del Difunto Príncipe Min Yunyan era formidable, con una estancia tan amplia como la del salón principal del Palacio de Jade Excepcional. Las blancas paredes de mármol, altas y brillantes, estaban exquisitamente decoradas con molduras de plata e incrustaciones de turmalina blanca, y en cada apertura, frontal y lateral, colgaban suaves cortinas hechas de hilo blanco y plateado. Muestra del estatus del que su cuarto hermano y familia gozaron cuando este se hallaba en vida.
Min Yunqi, hincado al lado de su Quinto Hermano, aun con las manos juntas y en medio de una oración, observó fijamente el ataúd de madera negra en el que el cuerpo de su hermano descansaría eternamente. Al lado de este, estaba hincada Huang Ruiji, Princesa Consorte Viuda Huang, esposa de su hermano, y junto a ella una niña de dos años, hija única de aquel matrimonio.
Su corazón se estrujo al ver caer las pequeñas lágrimas de su sobrina imperial por lo que apartó la mirada.
A un costado de la estancia, estaban los monjes, orando entre cánticos para guiar el alma de Yunyan al inframundo mientras que, al frente, dándole la espalda a todos, estaba su Padre Imperial rezando. Yunqi no podía ver el rostro del Emperador, más sabia que estaba lamentando profundamente la muerte de su hijo. Yunqi nunca fue cercano a su hermano y aunque le dolía su pérdida, sabía que no era equiparable al dolor de los padres, pensar en ello le hizo dirigir su atención a las Señoras a la Izquierda y Derecha de Comportamiento Brillante 'Yi' y 'Hua', quienes a una distancia prudente, acompañaban a su Padre en su dolor, supliendo la ausencia de su Madre Imperial ya que esta se encontraba enferma.
La Emperatriz Wanye, al recibir la noticia de la muerte de su segundo hijo, alterada, entró en labor de parto prematuro, dando a luz a la Decimocuarta Princesa Hengcui. Una niña tan pequeña que no fue capaz de respirar por su propia cuenta una vez estuvo fuera del vientre. El palacio central* sufrió la pérdida consecutiva de dos hijos legítimos la misma noche.
Su Madre Imperial era una mujer desafortunada sin duda. Min Yunqi sintió lástima por ella. Pues, al final, demasiado débil como para levantarse de la cama, había sido incapaz de despedirse apropiadamente de sus dos hijos.
Ya habían pasado siete días desde que su hermano y hermana fallecieran, y aquel era el último día en que acompañaban al cuerpo de su hermano. Mañana por la mañana, este sería trasladado a las Tumbas Imperiales para descansar tranquilamente, siendo enterrado al lado del Primer Principe Yunzhang. En cambio su decimocuarta hermana sería llevada al Jardín pacifico, colocándola al lado de la Segunda Princesa Min Hengwan, fallecida al dar a luz, hija de la Señora Honorable Lu y la Octava Princesa Min Hengjing, fallecida de un mal cardiaco, hija de la Señora Talentosa Fu.
Hasta ese momento, en el Gran Palacio de Hielo, habían nacido treinta y cinco hijos e hijas imperiales, teniendo que despedir a siete de ellos y ellas a una temprana edad. Min Yunqi se sintió afortunado de gozar de buena salud y poder ver las flores un día más.
Cuando finalmente las Señoras de Comportamiento Brillante dieron por terminada la ceremonia fúnebre, Min Yunqi pudo levantarse y caminar hacia la salida. Adelante, junto a la puerta principal, justo detrás de todos los príncipes y nietos imperiales, encontró a Zheng Haoxi, levantándose para también retirarse de la mansión. Ambos, al igual que todos los presentes, estaban vestidos con las mismas ropas blancas, llevando en la trenza de sus cabellos grises y castaños, apenas una pequeña flor blanca de jazmín como único accesorio.
Durante los ritos fúnebres no estaba bien visto el lujo ni la extravagancia.
Ya fuera del lugar, varios pasos adelante del exterior de la mansión, Haoxi y él se atrevieron a hablar.
— Es lamentable que los dos hijos legítimos se hayan marchado tan pronto —observó el Dragón de Hierba, con una expresión seria y cansada por las horas de larga Oración.
— Madre Imperial está destrozada —respondió él.
Ambos dragones asintieron, sus doncellas en cambio permanecieron calladas, muestra de su respeto al difunto.
— Por supuesto que lo está —reafirmó Haoxi—, ha perdido dos príncipes y una princesa en sucesión, uno tras otro. De todas las esposas es quien más hijos ha enterrado.
— Por fortuna aún le quedan mis otros tres hermanos —dijo él.
Haoxi hizo una mueca, no tan convencido de lo que Yunqi decía.
— La Princesa Hengzhi al igual que tu casi llega a la edad para casarse, la Emperatriz pronto deberá despedir una hija más, no creo que lo soporte.
Aquella afirmación le hizo pensar amargamente en su destino y en el de su madre, casándose inminentemente lejos del seno de esta. Haoxi, siempre atento, noto de inmediato el cambio de su semblante.
— ¿De nuevo te preocupa tu matrimonio?—preguntó este.
Yunqi lo miró de reojo, luego respondió:
— Mi Madre es quien ha dado a luz a la mayoría de las princesas, y aunque yo sea un príncipe mi destino siempre ha sido casarme, al final, cuando todas ellas se hayan casado, mi Madre solo tendrá a Yunxin para que le sea filial.
— Y tendrá a Yunxuan —agregó Haoxi—. Aunque no haya nacido de ella, sabes que él la ama como a su propia madre. Además, también me tendra a mi para ser filial en nombre de Yunxuan y tuyo.
Min Yunqi se sintió reconfortado por tan amables palabras y sonrió suavemente. Zheng Haoxi sonrió de vuelta y puso una mano sobre su hombro, expidiendo voluntariamente un suave aroma a lilas y lavandas, tranquilizándolo.
Un talento propio de los Dragones de Aroma, aunque algunos dragones de flores y hierba también podían usarlo. Haoxi era uno de ellos.
— No debes preocuparte por La Señora a la Derecha de Comportamiento Brillante 'Hua', yo me ocuparé de cuidarla.
— Gracias —murmuró.
Pero, a pesar de ello, Min Yunqi siguió dándole vueltas al asunto. Ojalá pudiera vivir en el palacio junto a su futuro esposo y no tuviera que marcharse fuera.
...
Jin Taiheng llevaba horas esperando en el puerto. Según la carta de su hermano, la barca que lo transportaba debía llegar al continente poco después del medio día. Suspiro rendido y decidió caminar por los alrededores sin alejarse mucho, bordeando el acantilado que daba pasó al inmenso océano de aire**.
Uno de sus sirvientes insistió en acompañarlo, más él le ordenó esperar. A veces necesitaba estar a solas con sus propios pensamientos.
En su camino tropezó con una piedrecilla, la cual pateó haciéndola caer por el borde. Jin Taiheng se asomó curioso y la observó fijamente, siguiéndola en su caída por el abismo vacío, ocupado por solo nubes blancas, enormes y esponjosas. El mundo era un lugar curioso y Taiheng siempre sintió fascinación por ese océano. Arriba, estaba el cielo, los soles, las lunas y las estrellas; a veces también las nubes. Abajo, en el mar, sólo había aire, nubes y... ¿Qué más había hacia abajo? Nadie lo sabía. Ni siquiera en los libros se podía encontrar la respuesta.
Los pocos dragones que alguna vez se atrevieron a bajar habían encontrado pequeñas islas desiertas, y los que decidieron ir mucho más abajo, no volvieron a contar sus aventuras. Un lugar inhóspito que ni siquiera las aves transitaban.
Tal vez si pudiera reunir el valor suficiente sería capaz de averiguarlo por cuenta propia. Pero las cosas no eran así para él, pues no era más que otro príncipe mimado, acostumbrado a la comodidad, a la seguridad del hogar. Esperaba que, algún día, pudiera ser más.
Más valiente, igual que su Segundo Hermano, Jin Nanjun.
Como si aquel pensamiento hubiera sido una invocación, una barca militar apareció abriéndose paso entre las lejanas nubes. Taiheng frunció el ceño y agudizó la vista. A la distancia, reconoció la tan familiar silueta de su hermano mayor. Alzando una mano saludo a su hermano, este le devolvió el saludo.
Minutos más tarde, la tripulación de aquella aeronave comenzó a descender uno a uno. Jin Nanjun camino directo hacia él. Jin Taiheng lo recibió con los brazos abiertos, dichoso de ver a su hermano después de casi tres largos años en el extranjero.
— Al fin estas devuelta —afirmó con alegría—. Me da gusto verte nuevamente.
— Lamento haber demorado tanto —se disculpó su hermano, frunciendo los labios seriamente—. De no traer tanto equipaje bien pude haber prescindido de la barca y volado gran parte del trayecto, con el suficiente esfuerzo pude haber tardado poco más de la mitad de tiempo.
Jin Nanjun se giró hacia la barca donde, al menos tres de sus sirvientes reales, comenzaban a bajar grandes cajas y pesados cofres. Taiheng lo miró sorprendido.
— Demasiadas pertenencias para ser solo tú —dijo, riendo sutilmente—. Pensé que el camino de la contemplación consistía en desprenderte de los bienes materiales.
— La mayoría son tributos y obsequios para la gente del Gran Palacio de Hielo —le aclaró su hermano.
— ¿Para su Majestad Imperial?
— Y para algunas de sus esposas.
— ¿Y también para Su Alteza Imperial? —preguntó, haciendo énfasis en esas últimas dos palabras.
Su Segundo Hermano no dijo nada, más sonrió con un dejo de amargura. Él solo bajo la mirada, apenado por la situación.
Esperaron a que los sirvientes cargarán todo el equipaje de Nanjun en su carruaje, para, momentos más tarde. ambos emprender su camino hacia el Gran Palacio de Hielo.
— Aún puedes rogarle a padre que te permita estar entre los pretendientes del Noveno Príncipe —dijo, abordando nuevamente el mismo tema.
Nanjun rió quedamente, mirando por la ventana del vehículo para luego responder:
— ¿Qué te hace pensar que no lo he hecho ya?
— En cartas —señaló Taiheng—. Me refiero a rogarle personalmente.
Nanjun negó inmediatamente.
— Min Yunqi se merece un buen esposo —afirmó—. Si te elige estaré en paz.
— Tu eres un gran hombre —aseguró.
Su hermano volvió a negar.
— Sigo siendo sólo un príncipe de segundo rango, hijo de una concubina, en cambio tú eres un hijo legítimo y además príncipe de primer rango.
Taiheng pensó en silencio unos segundos.
— ¿Y si eligiera a Xizhen en lugar mío? —dijo después— ¿Vas a dejar que se case con un hombre como él?
Nanjun aspiró aire con fuerza, apretando la mandíbula. Taiheng lo miró tragar saliva con incomodidad, verdaderamente preocupado por lo que él acababa de decirle. Su hermano se giró hacia él y lo miró seriamente. En sus ojos gris oscuro había una súplica desesperada.
— Por eso te ruego a ti... —comenzó a decir Nanjun—, sé el mejor pretendiente entre todos los que lo cortejen. Que no haya oportunidad para que te rechacé y elija a otro. Es lo único que te pido.
Taiheng, finalmente rendido, asintió a la solicitud que su hermano hacía semanas le había hecho. Al hacerlo se reavivó la feroz lucha interna entre el deseo que guardaba por ayudar a su hermano y el deseo de desposar aquella Dama que lo esperaba en casa.
Ojalá tomar una elección dejará de ser una tarea tan complicada como lo era para él, con el corazón de su hermano en una mano y el corazón de su amada en la otra.
...
Zheng Haoxi, en compañía de Min Yunqi y sus respectivas doncellas, cruzaron el patio frontal del Palacio de Peonía Bondadosa. El Sol de Humo Blanco estaba en su punto más alto y el aire seco de los últimos días de la estación de la sequedad soplaba suavemente, resecando sus gargantas. Probablemente ese era el motivo por el cual la Señora a la Derecha de Comportamiento Brillante 'Hua' los hubiese invitado a tomar el té.
No demoraron demasiado en encontrarse dentro del fragante jardín de aquel hermoso palacio, adornado exquisitamente por peonías desde blancas y azules, hasta rosas y púrpuras. La Madre de Yunqi realmente sabía cómo conservar vivo un hogar con los detalles más simples. Era una cosa en la esa mujer y él se parecían, tal vez por eso había comenzado a quererla como a su propia madre también.
Al entrar al salón del té de aquel sitio, tanto él como Min Yunqi se sorprendieron al ser conscientes de la presencia del Emperador Shanhe, sentado entre la Señora del Palacio y el Quinto Príncipe, los tres bebiendo té tranquilamente.
Él y Min Yunqi se hincaron sobre ambas rodillas al mismo tiempo, siendo Yunqi el primero en ofrecer sus respetos.
—Saludos a Padre Imperial, a Madre y al Quinto Hermano —dijo este, bajando un cuarto de ángulo la cabeza.
Haoxi se apresuró a seguirlo:
—Su súbdito, Zheng Haoxi, saluda a su majestad imperial el Emperador, su alteza imperial la Señora a la Derecha de Comportamiento Brillante 'Hua' y a su alteza imperial el Quinto Príncipe, deseándoles diez mil días de paz.
—Pueden levantarse —concedió el Emperador con su ronca y grave voz, un sonido que aún lograba hacerlo estremecerse.
Su sirvienta, Bai Shi'en, tomándolo de la mano le ayudó a levantarse. Después, una de las doncellas de aquel palacio, una muchachita de apenas doce o trece años, le condujo a tomar asiento al lado de Min Yunxuan, mientras a Min Yunqi lo llevaron a sentarse entre él y su madre. Los cinco cómodamente sentados en la mesa redonda, tal como una pequeña familia.
El Quinto Príncipe le dedicó una pequeña sonrisa apagada, como si quisiera disculparse de antemano por algo que él desconocía. No tuvo que hacer preguntas pues la respuesta llegó por sí sola.
Zheng Haoxi observó al Emperador mientras la misma joven doncella le traía el té en una bandeja de madera; aquel hombre, a pesar de recién haber despedido a su cuarto hijo apenas un día atrás, lucía bastante sereno y tal vez un poco alegre.
—Me reconforta poder ver a mis dos príncipes después de mucho tiempo —comenzó a decir el hombre, con su suave cabello azul oscuro, ya con algunas canas, cayendo por su espalda — Me da paz ver que tanto Yunxuan como Yunqi rebosan de vida, eso es bueno.
—El Noveno hermano y yo no nos atrevemos a descuidar nuestra salud, ser filial a usted es nuestra mayor preocupación —declaró Yunxuan con gesto solemne.
Haoxi permaneció en silencio, estudiando atentamente aquella escena familiar.
—Tengo buenos hijos sin duda —afirmó el monarca, mirando a su esposa más querida —. Los has criado bien y estoy satisfecho.
—Agradezco sus elogios —respondió la Señora 'Hua'—. Fue usted quien me permitió tener hijos tan maravillosos, por supuesto no me atrevo a fallar en mis enseñanzas.
El Emperador sonrió complacido, después miró directamente a Zheng Haoxi por un momento para después concentrarse nuevamente en Yunxuan. Un escalofrío recorrió la espalda de Haoxi. Sin duda jamás iba a acostumbrarse a la mirada de ese hombre.
—El palacio ha sufrido dos pérdidas verdaderamente rápido. Los dos príncipes herederos nos han dejado a una temprana edad. Es bueno sumar nuevas caras a la familia imperial —habló el monarca—. Vine para anunciar las buenas nuevas, la Princesa Jin Gao'en de Jin ha concedido su mano a Min Yunxuan—anunció con júbilo, Haoxi solo pudo recibir el golpe con la mayor serenidad posible, forzando una media sonrisa que evitará delatar su disgusto, Min Shanhe continuó hablando: — Ya he hecho los arreglos, la Princesa Jin Gao'en entrara al Gran Palacio de Hielo a finales del siguientes mes, para casarse como Esposa Legítima del Quinto Príncipe el día 50 de jiāotú, en noventa y siete días exactamente.
Zheng Haoxi sintió la mirada de Yunqi y Yunxuan sobre él. Inmediatamente se levantó de su silla y se hincó sobre una de sus piernas, sonriendo forzadamente mientras una grieta se abría en su corazón.
—Felicitaciones al Quinto Príncipe por su futuro matrimonio —felicitó, intentado que su voz no se quebrara.
La Primera Esposa había sido seleccionada, pero aún faltaba la segunda esposa, al final él sería relegado junto con otras mujeres a la posición de concubinos. Siempre supo que ese sería su destino, pero aceptarlo seguía siendo duro.
El Emperador, suavizando su voz, le permitió levantarse. Obedeció y una vez más tomó asiento en la mesa.
—También he establecido el 51 de jiāotú como fecha para que Zheng Haoxi se case como segundo esposo en la mansión del Quinto Príncipe —agregó el hombre, Haoxi no fue capaz de ocultar su sorpresa mientras el emperador continuaba relatando sus auspiciosos planes—. Y el día 52 será para que Wu Jinghua, hija del ministro Wu y Tong Ziyi, hija del General Tong, se casen como concubinas.
¿Realmente le habían concedido como segundo esposo de Yunxuan? ¿A pesar de no venir de una familia noble y haber nacido del vientre de una prostituta de una tierra extranjera? Anonadado, apenas fue capaz de levantarse para esta vez, hincarse y realizar una reverencia completa hasta el suelo, agradecido por el honor recién concedido.
—Agradezco la gracia de Su Majestad Imperial—dijo, extasiado, casi olvidándose del dolor que segundos atrás había experimentado—. Estoy en deuda, mil de mis vidas no serían suficientes para demostrar mi gratitud. Que me permita servir a su alteza imperial el Quinto Príncipe como segundo esposo es mi bendición.
El emperador, por tercera vez, le ordenó levantarse. Min Yunxuan le miró alegre un momento antes de agradecer a su padre. Min Shanhe recibió las palabras de ambos, deteniéndose solo para dirigirse hacia él.
—Mi quinto hijo rogó por esta concesión —le aclaró el Emperador a Haoxi —. No defraudes sus esfuerzos, debes servir y obedecer bien, a él y la Princesa Gao'en.
No se atrevió a contradecir las órdenes de Su Majestad Imperial, por supuesto que dedicaría cuerpo y alma a ser un buen segundo esposo, sirviendo con diligencia al Quinto Príncipe, aún si eso implicaba obedecer a una princesa extranjera.
Por Yunxuan podía soportar lo que fuera. Al menos eso dijo ese día. La felicidad lo había abrumado demasiado como para que cualquier otra cosa le importara. Quizá por eso apenas y le prestó atención al siguiente y último anuncio de Min Shanhe.
—Hay una buena noticia más —dijo, ahora dirigiéndose al Noveno Príncipe—. Tu Maestro, el Príncipe de Segundo Rango Jin Nanjun ha pisado el continente él día de ayer, en unos cuantos días estará de vuelta en el Palacio. Así podrán finalizar tu entrenamiento antes de que elijas un esposo.
Haoxi observó la reacción gozosa de Yunqi, sonriendo ampliamente mientras preguntaba detalles sobre el retorno de su Maestro. Haoxi nunca había tenido el gusto de conocerlo en persona, pues a pesar de haber sido traído al Palacio a los trece años, por ser un dragón de hierba, no tenía permitido entablar conversación con él. Sin embargo, a expensas de ello, podía decir que lo conocía bien, siempre por boca de Min Yunqi. Por mucho tiempo no se atrevió a llegar a conclusiones precipitadas respecto al tema pero con el tiempo llegó, con seguridad, a adivinar los sentimientos de Yunqi.
Fue sencillo, porque el brillo que había en aquella mirada púrpura del príncipe en ese momento, era el mismo brillo que él podía ver en sus ojos al mirarse en el espejo al pensar en su amado Min Yunxuan.
No tenía dudas. Min Yunqi estaba profusa y perdidamente enamorado de Jin Nanjun. Y sobre eso había algo más que podía asegurar. Aquel amor, por su naturaleza, no podría traer cosas buenas.
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*Palacio central es otra manera de referirse tanto al Palacio que ocupa la Emperatriz y como a la Emperatriz misma.
**Los océanos y mares, en este mundo, no son de agua, son un pozo sin fin de aire y nubes. Es decir que los continentes e islas flotan sobre la nada misma.
Minmin YoonJi: ¿Ya les avise que aquí vamos a gozar y sufrir a partes iguales?
¿No? Bueno, pues ya les avise.
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