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El alba aparecía en Kudra nuevamente. Un nuevo día se asomaba en aquella ciudad, los rayos de solo fueron los que terminaron el sueño de los ciudadanos, quienes se preparan para realizar sus actividades. En el gremio se empezaron a juntar los diferentes aventureros para comprar su desayuno y alistarse para las aventuras que les esperaban. Ante el cartelón de anuncios, todos los integrantes se agruparon, no por escoger un contrato en sí, lo hacían por un nuevo anuncio que les inquietaba demasiado.
Mientras Luna y Argos seguían comiendo, Dimitri se unió a los interesados para mirar que era lo que tenía a todos anonadados. Cuando estuvo directamente en frente del anuncio, contemplo la causa del alboroto de los aventureros. Velozmente fue a avisarle a sus amigos para que supieran lo que estaba ocurriendo.
–Lo que está pasando es algo sumamente impresionante –Dimitri apenas podía contener su entusiasmo–, se publicó un anuncio para inspeccionar una mina abandonada.
–Y ¿eso qué tiene de especial? –preguntó rápidamente Argos. Le sorprende el entusiasmo abrupto de su compañero–. Hay demasiadas minas abandonadas en todo el continente. ¿Qué tiene de especial esta?
–No es cualquier mina, Argos –su entusiasmo se expresaba más–, es la mina abandonada de Santinel.
Sus compañeros lo voltearon a ver abruptamente tras escuchar el lugar a donde quería ir Dimitri. Y no es para más.
Santinel era una mina misteriosa. Varios reinos querían saber que minerales podrían extraer de su interior. El primero en hacerlos fue el Reino del Este, pues estaba dentro de sus límites, posteriormente le siguieron los reinos del Sur y el Central; el Reino del Oeste no intento hacer algo pues sus recursos no le permitían una expedición hacia aquel territorio; el Reino del Norte no le tomo importancia al tema. Pero no tomó mucho tiempo para que los tres reinos involucrados decidieran ya no mandar más hombres al interior de la mina, pues aquel que entrase en ella, no salía para contar lo que se encontraba en aquel sombrío lugar.
Conforme las expediciones dejaron de ser frecuentes, la mina de Santinel se vio envuelta en diversos mitos que no hicieron sino expandir el miedo entre los aventureros y otros interesados en extraer los minerales de adentro; ante estas historias infundadas, poco a poco, empezaron a dejar de ir personas al interior de la cueva.
La misión para ingresar a la mina abandonada no solo inquietó a los aventureros, de igual forma llamo la atención de los habitantes de Kudra, pues querían saber quién sería la pobre alma que decidiría ingresar a tan peligroso lugar. Entre los aventureros se retaban unos a otros en modo de broma a tomar la misión, y así demostrar su hombría. Pero nadie, en su sano juicio, tomaría aquel arriesgado contrato. O al menos eso era lo que se pensaba en aquel momento.
Entre la aglomeración de personas frente al cartelón de misiones, se abrieron paso los tres aventureros y, sin importarles lo que los demás estuvieran haciendo o diciendo, caminaron entre ellos hasta toparse con la temeraria misión. Estando frente a ella, por segunda vez, Dimitri tomo sin pensar la hoja que indicaba las acciones a realizarse para cumplir con el contrato. Cuando se retiraron de ahí para avisar a Alfred que tomarían aquella misión, escucharon los comentarios que el resto de aventureros hacían unos a otros sobre aquellos valerosos hombres. Valerosos era una palabra poco ofensiva para referirse a ellos después de tomar aquella misión casi suicida.
–Deben de estar demasiado locos o muy necesitados para tomar esa misión –comento uno de los aventureros presentes a su compañero. Se tapaba la boca para que no pudieran escuchar su comentario.
–¿No son ellos los que acabaron con los Veras en la ciudad de Sedra? –comentó otra aventurera para recordar si son las mismas personas–. Una cosa es vencer a unas bestias, pero eso... No creo que puedan lograrlo.
Mientras pasaban entre la multitud de personas, no podían evitar escuchar los diferentes comentarios que hacían alusión a ellos, incluso escucharon a unos inferir que regresarían a poner aquel contrato en el cartelón. Dimitri no prestaba atención a los comentarios, pues él era el más determinado a realizar aquella misión; Argos se sentía orgulloso de que lo voltearan a ver y hablaran sobre sí mismo; Luna solo mantenía la cabeza agachada, pues el que estuvieran platicando sobre ella la ponía demasiado nerviosa.
Estando frente a Alfred, le enseñaron el contrato que estaban dispuestos a realizar. Tomando la hoja con la misión, la miró y rápidamente se sobresaltó al ver que ellos realizaran tan riesgosa acción. Es cierto, han realizado el difícil encargo de salvar la ciudad de Sedra del ataque sufrido por los Veras, pero el adentrarse en la mina de Santinel era algo muy diferente. Una locura total. Insistió por un buen tiempo en que desistieran de su decisión, recibiendo rechazos a sus peticiones a manos de Dimitri.
–Por favor, piénsalo detenidamente, esto no es cualquier cosa –la desesperación del maestro del gremio se hacía notar–, considera a tus compañeros. Considérate a ti –replicó en un último esfuerzo.
–No importa lo que nos digas –replicó Dimitri– entiendo los riesgos. Pero, aun así, tomaremos esta misión.
–No insista más, señor Alfred, déjenos hacerlo –intervino Argos en favor de su compañero– estamos dispuestos a realizarlo.
Luna, quien se encontraba detrás de sus amigos, solo asintió con la cabeza para confirmar que ella también esteba de acuerdo con realizar la misión.
Resignado, Alfred solo confirmo que ellos tres serían quienes realizarían dicho contrato. Saliendo del gremio, victorioso, miraron como los aventureros los esperaban y, al momento de que los tres estuvieron fuera del establecimiento, aquellos que antes hablaban de ellos sobre tomar tan riesgosa misión, los aplaudían y vitoreaban en pro de que realizaran con éxito su cometido. Cuando pasaron entre el tumulto de personas, los saludaban, les coreaban y les daban la bendición de los dioses para que regresen.
Prepararon las cosas que irán a necesitar para realizar el contrato, se montaron en sus caballos y, dispuestos a todo en esta ocasión, partieron a su destino. El camino no era largo, si tomaban la ruta más rápida, llegarían en solo cuestión de horas. Dimitri se encontraba impaciente por realizar esta tarea; Luna, que no comprendía por qué a él lo causaba tanta emoción, decidió por preguntarle directamente sobre su interés en este lugar.
–Dime, ¿Por qué te causa tanta emoción ir a la mina? –tenía que hablar fuerte, pues a la velocidad que iba su caballo no le permitiría decir las cosas en voz baja.
–Siempre me intrigo la mino por las historias que cuentan sobre ella –la volteó a ver mientras contestaba a su pregunta.
Aun cuando esa respuesta no le gustó por lo simple que era, sabía que no podía pedir más de él, era normal que contestara de forma simple. Pero no importaba, ella quería acompañarlo. Por su parte, Argos no se sentía cómodo con esa respuesta, pero la emoción de entrar a un lugar como la mina de Santinel le invadía el cuerpo, después de la lucha contra los Veras, gustaba de algo con el mismo nivel de dificultad. El tiempo pasaba y poco a poco se acercaban a su destino un conjunto de emociones se apoderaba del grupo conforme su destino se encontraba menos distante.
Estando ya frente a la mina, los aventureros contemplaron la entrada anonadados por la inmensidad de la entrada de aquel olvidado lugar. Argos no dejaba de mirar los rieles para el transporte, los cuales se encontraban oxidados y corroídos por el tiempo en el cual no han recibido ninguna clase de mantenimiento; Luna se llenaba de duda y miedo al ver la profunda oscuridad con la cual se cubría el interior de la mina, no podía ver más adentro por el enorme manto obscuro con el que estaba envuelta aquella sombría cueva; un cumulo de emociones y sentimientos llenaban el cuerpo de Dimitri, quien solo contemplaba el vacío existente entre las penumbras, perplejo, su espíritu le impulsaba a entra de lleno, pero su sentido común lo mantenía sereno ante la situación.
–Luna, dame una piedra de fuego –no apartaba la vista de la mina mientras decía esto.
–S... Si –nerviosa, toma su bolso con las piedras y toma una de color rojo. Temblando se la entrega a Dimitri.
Con la piedra en sus manos, tomó su arco y una flecha y, activando el poder de la magia de fuego, la punta de la flecha fue envuelta en llamas y, estando preparado, le dejó ir para iluminar momentáneamente el inicio del camino de la mina. En el recorrido de la flecha, se mostró que, en las paredes de la cueva, había varias lámparas que recorrían todo el trayecto, lo maro era que no sabían si estarían por todo el recorrido. Activando de nuevo la piedra mágica, coloco ahora dos flechas en su arco y, sin dudar, acertó a las dos primeras lámparas, una a la izquierda y otra a la derecha; estando estas dos primeras encendidas, el resto empezó a iluminarse paulatinamente.
–Bien pensado, Dimitri –le felicitaba Argos–. Bueno, creo que es momento de entra –un fuerte suspiro salió de su boca mientras terminaba esa última frase.
Dimitri tomó la delantera ingresando primero, guardo su arco y tomo sus dagas para combatir en caso de que apareciera algún enemigo; Argos permitió que Luna pasara antes que él para protegerla mientras él cubría la retaguardia y su compañero la parte frontal del grupo. Con cada paso que daban, el eco de las pisadas se manifestaba dando la sensación de que otra persona pudiera estar caminado junto a ellos, por lo cual varias veces tuvieron que para su caminata para prestar atención a los ruidos que pudieran estar en aquel lugar. Mientras más se adentraban, las vías donde se deberían trasportar los recursos obtenidos se encontraban más dañadas; ya estando a punto de encontrar una parte sin vías, notaron que la luz cada vez se difuminaba más y, volteando a todos los lados posibles, notaron que ya no había lámparas en el camino.
–Déjenme hacer algo... - Argos tomó una de las maderas que eran parte de las vías y, acercando un extremo a la llama de la lámpara más cercana.
–Buena idea –agregó Dimitri y se dispuso a hacer lo mismo que Argos.
Continuaron su camino mientras miraban instrumentos que algunas personas dejaron durante las diferentes expediciones a la mina; picos, palas, antorchas, algunas armas como espadas, escudos, etc., no era difícil imaginar cómo fue que dichos instrumentos llegaron a quedar varados en aquella zona. Lo lamentable fue lo siguiente que encontraron, pues lo que miraron les recordó que, sin duda alguno, el lugar donde se encontraban, era en sumo peligroso.
Mientras estaban revisando algunos de los vagones donde se encontraban montones de tierra y piedra picada, miraron en los alrededores un bulto en medio de la oscuridad, la curiosidad obligo a Dimitri a dirigirse a aquel objeto, cuando pudo observarlo mejor, noto que era un cadáver de alguna de las pobres personas que murieron en aquel sórdido lugar, se puso en cuclillas para poder contemplarlo mejor; en su mente resurgían aquellas historias de las diferentes desgracias que sufrían los que decidieran entrar en aquel aterrador lugar. El hecho de que Dimitri hiciera eso, llamo la atención de sus amigos, por lo cual decidieron ir a donde se encontraba.
–¿Qué sucede? –Argos se acercó junto a Luna a su compañero desde su parte trasera– ¿Encontraste algo in...?
Argos dio un pequeño paso hacia atrás por el impacto de ver el cadáver que llamo la atención de Dimitri; Luna llevo sus manos temblorosas a su cara y, como si quisiera protegerse de algún enemigo, se ocultó detrás de quien porta el escudo y la espada, el impacto que le provoco ver aquel esqueleto provocó que ella sollozara y derramara algunas lágrimas, pues nunca antes miro un cuerpo en aquel estado. La vista les afecto a los tres de diferente forma. Tomando dos palas y acercando un carro con tierra, Argos le aventó a Dimitri una de las herramientas. Ambos asintieron con la cabeza en señal de estar de acuerdo en lo que iban a hacer. Cavaron un agujero cerca de aquel cuerpo, Luna, quien no tenía la fuerza física ni emocional para ayudarlos, se quedó sentada en una de las rocas junto al vagón con tierra y una antorcha. Cuando terminaron de cavar, tomaron en partes el cadáver y, con mucho cuidado, colocaron la osamenta dentro de la tumba, estando todos los huesos en su lugar, Argos empujó el vagón para verter su contenido dentro del sepulcro.
–No estés tan afligida Luna –Dimitri se sentó en el suelo junto a ella mientras Argos llenaba de tierra la tumba–, no creo que debas de estar así por esto.
–No estoy así porque yo quiera –la voz se le notaba cortada–, a mí nunca me gusto ver este tipo de cosas. No las tolero. Me provoca un mal muy gran.
–¿Y cuando tuvimos que matar a Glen y a Zenor? En ese momento no estabas en ese estado. ¿Qué me dices a eso?
–Eso es diferente, ellos se lo merecían –unas cuantas lagrimas rodaron por sus mejillas hasta su mentón–. En el caso de aquel hombre –señalando con los ojos la tumba–, no merecía terminar así. Eso es lo que pienso, me atormenta ver que alguien sufre de esa forma –recogió sus piernas y llevo las rodillas hasta su pecho.
–Bueno... eso si es lamentable –se paró de su lugar y tomó por el hombro a Luna. Pero debemos de aprender a vivir con esto, que no todos podrán tener un final como el que ellos quisieran, algunos sufrirán dolor, otros de soledad al momento de partir, aun cuando no lo merecieran. Y eso es algo que no podremos evitar por más que queramos.
–Aun así, no me es justo –con un suave movimiento, poso su cabeza en el cuerpo de Dimitri.
–Ya es todo –añadió Argos que, aun haciendo su trabajo, escucho lo que decían Luna y Dimitri.
–Entonces debemos de seguir –continuó Dimitri.
Y con esta amarga experiencia, continuaron con su travesía por la mina.
Siguiendo su camino, se adentraron aún más profundo en la mina. En el transcurso, notaban como la oscuridad se hacía más intensa; el ambiente se tornaba más pesado, como si alguien o algo les quisiera impedir el paso. Caminando, las paredes de la cueva se estrechaban, al igual que notaban la presencia de diversos túneles que conectaban a quién sabe dónde. Por precaución, decidieron mejor no explorar.
En un punto determinado, Argos volteó abruptamente hacía atrás alertando a sus compañeros. Luna, que se encuentra en medio de sus dos amigos, miró expectante la cara de quién encabezaba el grupo.
–¿Qué pasa Argos? –pregunta ella con la sorpresa aun en su rostro.
–No sé, pero siento que hay algo en las sombras. Algo que nos está observando –su seriedad inquietaba a la maga.
–Si es así, solo tengamos más cuidado –a Dimitri solo le venían a la mente los recuerdos de las historias que le habían contado hace tiempo. Pensó que todo aquello podía ser verdad.
Con los ánimos ya calmados, siguieron caminando hasta topar algo que llamo por completo su atención. En el fondo de la cueva, rodeada por la completa oscuridad, unos puntos resplandecientes resaltaron. Su color parecido al de una mora, pero con una intensidad de una lámpara de cuarto. Su interés en ella fue tal, que apresuraron el paso y se dirigieron así aquel objeto que emitía aquella luz.
Su asombro fue grande, cuando descubrieron que aquella luz era emitida por cristales en bruto. El brillo que irradiaban estas era tal, que no era necesario la antorcha para iluminar sus pasos sobre aquel lugar. Maravillados, recorrieron toda la zona para mirar la enorme cantidad de cristales que había. Maravillada por aquel espectáculo, Luna se acerca cautelosamente a uno de ellos y lo toca, pero sin utilizar maná para evitar algún accidente.
–Nunca antes había visto algo como esto –Dimitri miraba todo a su alrededor con la boca abierta.
–Ni yo... –le siguió Argos.
–Esto es increíble –aunque no lo demostraba, el entusiasmo de Luna era inmenso–. Solo lo había visto en libros, pero nunca creí que fuera cierto –las miradas de los otros dos se fijaron en ella–, esto en teoría son piedras mágicas. Se dice que se pueden encontrase en minas, pero son muy escasas, por eso se prefiere fabricarlas con alquimia.
–Si estas son piedras mágicas... ¿de qué tipo son? –preguntó Dimitri para no quedarse con la duda.
–Si bien mis conocimientos no me fallan –ponía su mano derecha en la barbilla– la piedra morada contiene poderes de magia oscura; no sé qué es lo que provoque al momento de ser activada, por eso no use mí mana. Son muy codiciadas por todos –se alejaba un poco de aquel objeto mágico–, ya que no son fáciles de crear, aun por los alquimistas más experimentados.
–Pues si son codiciadas, deberán de valer mucho. Habrá que llevar algunas –como pudo, agarró algunos pedazos pequeños y los empezó a arrancar sin usar mana, tal y como lo hizo Luna en su momento.
Por su parte, Argos se quedó mirando fijamente uno de los montículos con la preciada roca y, tentado por ella, la intentó tocar para sentirla, pero por alguna extraña razón, antes de que pudiera poner su dedo sobre la piedra, entre ellos dos generaron una descarga eléctrica que, por lo fuerte de la misma, logro que el imponente hombre aguantara un grito de dolor y retrocediera por lo fuerte de la descarga. Ante este incidente, sus compañeros solo pudieron reír por el desafortunado incidente que acaba de suceder.
–No te preocupes, nosotros lo haremos por ti –dijo Luna mientras aguataba la risa.
–No te quiere una piedra –dijo el asesino mientras soltaba una fuerte carcajada.
Así paso un tiempo, Luna y Dimitri recolectando piedras mágicas juntos mientras Argos se encargaba de vigilar que no sucediera algo extraño en los alrededores. Todo transcurría sin problemas. Pero de un momento a otro...
–¡Cuidado! –gritó Argos lanzándose con mucha velocidad frente a sus compañeros. Usó su escudo para impedir que aquello que se dirigía, repentinamente en contra de Luna, siguiera su camino. No tuvo tiempo para ver qué era lo que estaba atacándolos, pero de forma inconsciente, tomo su espada y la clavó en aquello que golpeaba su escudo.
Cuando todo se calmó en ese instante, se percataron que aquello que se había lanzado en contra de ellos era una ¿persona? En efecto, lo era. El asombro de los tres fue tal al observar detenidamente el cuerpo inerte de quien había matado Argos. Pero no fue exactamente por ser un hombre, era por su aspecto: su tono de piel era de un café oscuro; las venas de su cuerpo estaban marcadas por un color rojizo; cuando lo voltearon para mirar su rostro, estaba completamente desfigurado, no había una forma definida para poder diferenciarlo; sus ojos estaban en un color negro, completo, como si no hubiese habido ahí algo. Dimitri pasó su vista por lo que quedaban de sus vestimentas para lograr identificar su procedencia, por desgracia no lo logró.
–¿Cómo logro pasar esto? –pregunto Argos.
–No tengo idea –respondió Dimitri–. Pero lo mejor será irnos de aquí.
–De acuerdo –contestaron sus dos amigos al unísono.
Con todo listo para partir de aquel sombrío lugar, empezaron a caminar en dirección a la salida; como caminaron solo en línea recta, no sería un problema regresar a la salida. Dimitri cargó las bolsas con las piedras mágicas, en un principio la llevaría Luna, pero mejor tomo la iniciativa él. Caminando, tomaron la precaución de no hacer ruido, pues temían que algo como lo ocurrido anteriormente sucediera de nuevo.
El gusto de estar tranquilos no duro demasiado. Cuando llegaron a la zona donde había más cuevas, escucharon diversos sonidos provenientes de lo más recóndito de las diversas vertientes de aquel enorme lugar. Dimitri quería iluminar con una de sus flechas, pero no quería que ello pudiera provocar algo de lo cual pudiera arrepentirse. Argos y Dimitri tomaron posición de combate, Argos con su enorme espada y Dimitri con sus dagas.
–Debieron haber aparecido por el ruido del otro monstruo –dedujo Dimitri.
–No lo dudo –Argos continuó mientras miraba a su alrededor en espera de un ataque.
–Mientras no hagamos ruido, no nos pasara nada, ¿verdad? A –Luna decía esto esperando que sea verdadera la afirmación que había hecho-
–Eso esperamos –le respondió Argos.
Caminando lentamente, con el fin de hacer el menor ruido posible, pasaban entre el enorme número de personas que estaban ante ellos. Fue una proeza difícil, pues esquivar a aquellas cosas y evitar hacer sonidos es algo completamente tedioso y estresante, más sabiendo que tu vida está en peligro. Por desgracia, a unos metros de acabar aquella horda, Luna soltó momentáneamente su bastón debido a que tropezó levemente con una roca, el sonido no fue fuerte en sí mismo, pero el eco provocado por este fue suficiente para llamar la atención de aquellos que parecían humanos. Sin dudar, Argos y Dimitri mataron a los últimos cinco que quedaban y empezaron a correr esperando que el tiempo fuera suficiente para llegar a la salida de la mina.
Aquellas cosas corrieron hacía ellos con una velocidad inesperada, nunca se imaginaron que tendrían tal rapidez. En un momento, lanzaron un grito que aturdió a los tres aventureros, pero, afortunadamente, no detuvieron su paso. Mirando que no podrían ganar en carrera contra esas criaturas, Argos volteo para enfrentarse contra aquellas criaturas; frenando bruscamente, Luna y Dimitri voltearon para ver a su compañero que se quedó a unos pasos de ellos, dejando atrás a su compañera, Dimitri se puso al lado izquierdo de Argos para combatir junto con él.
La horda de monstruos empezó a llegar. Los dos aventureros usaron de forma coordinada, como si hubieran pasado varios años practicando juntos. Argos usando su espada y protegiendo a ambos con su escudo, mientras Dimitri alternaba sus ataques entre sus dagas y el arco. Los que alguna vez fueron humanos no paraban de atacar, cada momento que pasaba, llegaban más y más de ellos, los dos aventureros parecían no aguantar más resistir las envestidas, ya que no contaban con piedras mágicas para potenciar sus poderes, pues no tuvieron tiempo de pedirle a Luna unas cuantas, ya que el ataque sucedió demasiado rápido.
Luna solo estaba parada mirando como sus amigos combatían contras las criaturas, parada, con la mente en blanco. Quería moverse, pero el miedo no la dejaba.
Estaba completamente aterrada.
–Necesito hacer algo –susurró Luna, tan tenuemente que solo se escuchó a ella misma–, necesito ayudarlos, no puedo dejar que ellos me cuiden todo el tiempo, sin hacer algo para apoyarlos –su cara se llenaba de frustración de solo mirar a Dimitri y Argos peleando.
Los recuerdos de ella, sola, con miedo de todo y de todos llegaban a ella. Apretó su bastón con ambas manos frente a su pecho y, tomando una gran bocanada de aire, tomo una piedra con poderes de fuego, la activo esperando que lo que había aprendido le sirviera de algo en aquel momento. Una luz carmesí iluminó la retaguardia de los combatientes, pensaron que activaría su ataque de lluvia, pero no, eso era otra magia. Apuntando con la extremidad más grande de su bastón hacia las criaturas que los atacaban, un círculo mágico se generó frente a su bastón; la potencia de la magia que utilizaría no era demasiada, pero la intensidad del maná era suficiente para mover un poco algunos de los mechones de su cabello blanco. Estando el ataque preparado les dijo a sus compañeros.
–Apártense, que voy a disparar mi magia.
Habiendo dicho esto, Argos y Dimitri, quienes tenían encima a dos monstruos, uno cada quien, los empujaron y salieron corriendo hacia donde se encontraba Luna. Cuando estuvieron fuera del campo de visión de la bruja, esta soltó una bola de fuego que salió dirigida hacia las criaturas, provocando una pequeña explosión que cubrió de llamas el lugar donde se encontraban la mayoría de los humanos. Estas ardieron ferozmente, cayendo al suelo mientras eran consumidas por las llamas. Terminado esto, Luna tomo una piedra de maná y recupero la energía perdida.
Con más tiempo para huir, llegaron corriendo hasta donde se habían terminado de construir las vías de la mina, tomaron uno de los cajones de transporte y, siendo empujadas por Argos durante unos cuantos metros, comenzaron a llegar más rápido hacia la salida. Volteando momentáneamente hacia atrás, notaron que los monstruos que no habían sido calcinados corrían tras ellos, lo que provoco más la desesperación por salir. Dimitri lanzaba flechas lo más rápido que podía mientras Luna lo apoyaba con vitalidad, logrando matar a unos cuantos de aquellos horribles seres. Cuando lograron ver la luz del sol, esperaron llegar antes de que las criaturas, que cada vez estaban más cerca de ellos, los atraparan.
Preparándose para cuando el carrito saliera se las vías al momento de estar fuera de la mina, Luna y Dimitri se encogieron mientras Argos los cubría con su escudo y cuerpo. Cuando el vagón salió de los rieles, los aventureros fueron catapultados al suelo debido a la fuerza con la cual se desprendió su transporte. Levantándose estrepitosamente, lo que les provoco un pequeño mareo al asesino y la bruja, contemplaron que los monstruos que salían de la mina eran convertidos en cenizas al momento de tener contacto directo con la luz del sol.
Aun con la adrenalina a todo lo que da, no daban crédito a lo que habían vivido en ese momento. Les parecía algo estrafalario, muy surrealista. Irreal.
–¿Qué mier... qué demonios fue eso? –escupió Dimitri después de la conmoción del suceso.
–No lo sé –dijo Argos–. Pero no pienso volver a esta mina ni loco.
–Digo lo mismo –completó Luna con las manos en el pecho y jadeando aire para calmar su corazón, que le latía demasiado rápido.
–Estoy de acuerdo con ustedes –Dimitri miraba a la profundidad de la mina mientras decía eso–. Quiero relajarme un rato antes de regresar, ¿les parece bien? –dirigió la mirada hacia sus compañeros.
Los otros dos soloasintieron con la cabeza. No tenían nada en contra, y era cierto, necesitabanrelajarse después de la aventura que tuvieron. Tomaron sus caballos y, estandoarriba de ellos, Luna les comento sobre un lago que se encuentra en dirección aKudra desde la mina, solo está a 30 minutos de la ciudad. Decididos a llegarpara relajarse, cabalgaron hasta el lugar que les menciona la bruja.
Estando en aquel lugar, su vista se maravilló por el hermoso paisaje que se encontraba frente a ellos: un lugar cubierto de árboles, un lago que se nutría de un pequeño rio que lo conectaba con el mar, un follaje que daba una sensación de tranquilidad, exactamente lo que ellos buscaban en aquel momento. Dimitri se sentó cerca de uno de los árboles que había en el lugar para relajarse debajo de su sombra; Argos ponía a los caballos en un lugar seguro, amarrándolos al tronco de otro árbol.
Luna se empezaba a quitar las botas, mostrando sus delicados pies; desabrochó el lazo que mantenía fija su gabardina, quedándose solo con la camisa y el pantalón. Recorrió hacia arriba los extremos de su prenda inferior y se metió rápidamente al agua. La sensación de frio recorrió su cuerpo, pero se acostumbró de inmediato; su rostro se llenó de alegría por estar en aquel lugar, sabiendo que el mal momento que pasó junto con sus amigos no paso a mayores, quería más aventuras así, pero aún tenía miedo. No le importo eso, estaba segura de que junto a sus amigos todo saldría bien.
Argos se acercó a Dimitri para comentarle que buscaría algunas frutas para comer, Luna estaba absorta en sus pensamientos que no notó esto. Encontrándose solos, como muy raras veces pasa, el silencio se apodero del lugar, salvo por el ruido de las aves, no se vio interrumpida la tempestad de aquel momento. Para no sentirse incomodo por aquella situación, Dimitri comenzó a hablar.
–Dime, ¿cómo lograste hacer ese ataque?
–¡¿Eh?! A –Luna fue interrumpida de sus pensamientos con aquella pregunta–. Realmente fue por algo que leí en el libro que me dio Lía. No lo había puesto en práctica, por eso me sorprendí de aquel ataque. Y aún más me sorprendí de que funcionara.
–Yo igual me sorprendí de eso, no pude creer que tuvieras esa habilidad. Enserio ¿lograste eso solo leyendo? Me sorprende –los ojos de Dimitri no se despegaban de Luna
–Gracias –su cara se ruborizaba, pues no estaba muy acostumbrada a los halagos. Apartaba un poco la mirada de Dimitri ya que se sentía apenada de que le dijera eso–. En ese libro también vienen otras cosas más interesantes, como el aprender a controlar magia sin piedras.
–¿Eso es posible? –el interés de Dimitri se dirigió ahora en lo que comentó Luna–. Pensé que solo se podía lograr eso con el uso de piedras, o naciendo con esos poderes.
–Sí. ¿Te acuerdas de cuando nos enfrentamos a Zenor en aquel pueblo?
–Claro –a Dimitri le regresaron los recuerdos de aquella batalla cuando Luna le hizo aquella pregunta.
–Cuando me fije en como lo hacía, note que él no portaba ninguna piedra mágica, lo cual me parecía algo sumamente raro, ya que pensaba igual que tú. Pero ahora sé que Zenor pudo dominar magia con algún entrenamiento.
–¿Cómo lo podría lograr? –su asombro era tal, que se paró, según él, para prestar más atención.
–Bueno... –posó su mano en la barbilla para pensar un poco– es más fácil si te ayudo a hacerlo que solo explicarte. Ven conmigo al lago –le indicó con el dedo que se acercara con ella.
Dimitri se empezó a quitar las botas que traía y, con pequeños pasos, fue a donde se encontraba su compañera.
–Solo te tengo que decir que esta técnica tienes que hacer junto al elemento que quieras dominar, agua o fuego, pero como solo es un entrenamiento, no te tendrás que preocupar.
–Está bien –ya se encontraba junto a ella cuando habló.
–De acuerdo –dijo Luna– primero extiende las manos al frente y pon las palmas de las manos mirando hacia afuera –hizo la pose para guiar a su amigo–. No tienes por qué ponerte tenso relájate.
"No podrás usar piedras o ayuda de ningún tipo. Estas solo por tu cuenta.
"Ahora solo tienes que concentrar tu maná en tus manos hasta que se formen círculos de invocación en ellas. Cuando lo logres, notaras como el elemento te cubrirá el cuerpo. Al momento de controlar tu energía, el agua se dirigirá a los círculos para ser consumida por ellos y listo. ¡Ya tendrás tu poder mágico!" –su voz se llenó de emoción al terminar su explicación.
–Bien, lo intentare.
–Solo te digo –añade Luna–, si te esfuerzas demasiado, perderás todo tu maná y terminaras por desmayarte. Durante el proceso el elemento no te afectara, pero cuando no lo logras dominar o se te llega a acabar tu energía, el agua te mojara y el fuego... bueno, ya sabes lo que puede pasar.
–Está bien, lo tendré en cuenta –sonrió de un solo lado, engreído. Como siempre.
Dimitri comenzó a concentrar su energía en las palmas de las manos, solo le tomo unos pocos segundos generar los círculos de invocación. Cuando logró dominar su energía, lo cual le demoro un poco más, ambos notaron como el agua comenzó a subir desde sus piernas, avanzando poco a poco, señal de que no estaba controlando completamente su mana. Cuando el agua llego a cubrir su abdomen, el cansancio empezó a apoderarse de él, pero estaba dispuesto a lograrlo, no a obtener la habilidad de agua, pero si a lograr dominar la técnica, para cuando llegara el momento de usarlo verdaderamente.
Era evidente que el maná de Dimitri se estaba agotando, su piel morena se tornaba pálida. Luna se preocupaba, pero la cara de determinación de su amigo le impedía desconcentrarlo. Se mantuvo solo observando. Cuando Dimitri ya no pudo más, los círculos de invocación se rompieron, el agua que lo rodeaba bajó precipitadamente y él cayó rendido en el lago. Preocupada, la bruja hizo un esfuerzo enorme para solo levantarlo. ¡Demonios, sí que es pesado!, pensaba ella. Mientras lo intentaba llevar a la orilla del lago, Argos llego con un montón de fruta que había recolectado, miro la escena y se dispuso a ayudar.
Cuando lograron sacar a Dimitri del agua, activaron una piedra blanca en su mano para restaurar el maná que había perdido. Pasado unos minutos, su compañero empezó a despertar de su pequeño sueño. Al abrir los ojos, miro cómo Argos y Luna estaban de rodillas uno en cada lado suyo, en espera de que se recuperara.
Cuando todo eso paso, solo rieron, comieron unas cuantas frutas que se recolectaron y, después de descansar un buen rato, partieron de nuevo hacia Kudra, para poder reclamar la recompensa por la maldita misión que por poco y les cuesta la vida.
Quien diría que losestrían esperando. Pero no para felicitarlos.
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