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Historia de Dimitri: I

Un nuevo día se genera, los habitantes de la ciudad de Kudra se preparan para hacer sus actividades. Las mujeres recogen agua de los posos para hacer limpieza, los comerciantes empiezan a abrir sus negocios, los soldados se alistan para realizar los patrullajes dentro y fuera de las murallas de la ciudad y los aventureros se preparan para realizar las nuevas misiones que se encuentran publicadas en el cartelón afuera de la posada del gremio. Todo esto sin importar que es lo que sucede fuera de su reducido y pacífico mundo.

Desde las montañas, habiendo cruzado desde el otro lado del espeso bosque que se encuentra frente a la puerta principal de Kudra, se visualiza un cuerpo que emergía de entre los árboles. Con la cara cubierta, mirando un tanto incrédulo que frente a él se encuentre una ciudad, tras haber recorrido varios días en medio de un bosque que no parecía tener fin, se quedó parado un tiempo sin dar crédito a lo que veía.

–Increíble –comentó para sí mismo el viajero–. No puedo creer qué tras varios días, logre mirar una ciudad –se decía mientras caminaba lentamente hacía las puertas de la ciudad.

Cuanto más se acercaba, podía mirar que, postrados en la puerta, dos soldados que creía eran para controlar el ingreso y salida de personas de la pequeña ciudad. Al verse frente a la enorme puerta, los guardias le cerraron el paso con sus enormes lanzas de tripe punta. Al ver que el forastero se detuvo en seco, uno de los guardias le dirige la palabra.

–Destápate la cara y coméntanos quien eres y que vienes a hacer –le indicaba uno de los soldados mientras ponía su vista en aquella persona que nunca antes había visto en aquellos lugares.

–Soy Dimitri –comenta mientras se descubría el rostro–, estoy aquí para probar suerte como aventurero –menciona sin dirigir la mirada al soldado.

Cuando se quitó el pañuelo que cubría su rostro, los soldados miraron su cabellera negra como la noche, al igual que sus ojos, una piel que estaba tornada de un color café claro producto de pasar un tiempo bajo el sol. Pero lo que más llamo la atención de los militares era la herida sobre el ojo derecho que portaba.

Al no advertir un peligro grave proveniente de aquel hombre, los soldados levantaron sus armas, pero le comentaron que el cobro para los forasteros era de dos tabores, si se da el caso que se convierta en residente, el pase será libre. Sin pensarlo mucho, de un pequeño bolso que colgaba de su cinturón, saca los dos tabores que le pedían como cuota, al dárselos a la persona indicada, ingreso sin más contratiempos.

Mientras pasaba por la calle principal de aquella ciudad, no pudo ignorar el hecho de que varias personas empezaron a comentar sobre él en voz baja. Mientras más prestaba atención a los comentarios, podía dilucidar lo que mencionaban sobre su persona. << ¿De dónde vendrá? ¿Cuál será su oficio? >>, << ¿Qué le habrá pasado en la cara? ¿Habrá sido en un combate? >>, << Espero que no sea alguien peligroso, no quiero que haya problemas en esta ciudad >> era lo que alcanzaba a escuchar de los pobladores de aquella ciudad.

Es verdaderamente difícil para una persona común no ignorar aquellos comentarios, pero parecía no importarle lo que hablaran sobre él a sus espaldas, como si ya estuviera acostumbrado a ello. Durante su andar por la calle principal, notó que había un mercado ambulante, pasando por un tumulto de personas, logro acercarse a varios puestos para apreciar lo que vendían. Eran pocos los mercaderes que se dignaban a dirigirle la palabra para presentarle u ofrecerle alguno producto que vendían, pero solo se enfocaban en que no tomara algo para luego salir huyendo.

Al pasar por varios puestos, logró mirar un local dedicado a la forja de armas. Se acercó para ver qué era lo que ofrecían. Cuando se puso a mirar los productos, un anciano que ésta sentado del otro lado de la mesa, lo miró entreabriendo los ojos, como si esperara algo de aquel nuevo visitante; no fue cuestión de tiempo para que Dimitri sintiera que aquel viejo lo estaba mirando, pero no le dio importancia, solo quería encontrar un arma que le interesase.

Seguía pasando la mirada por varias armas hasta que sus ojos se centraron en un par de dagas. Convencido de que le servirán, las agarro y empezó a manipularlas como si de un habido maestro se tratara. Al estar seguro de que las quería para él, se dirigió hacia el anciano decidido a que aquellas armas serían suyas.

–Oye, viejo –dirigiendo la mirada al anciano comerciante–. ¿Cuánto quieres por las dagas?

–Espero que puedas pagarlas –comentaba el viejo vendedor en un tono burlesco–, porque creo que no te alcanzara para ellas. Te las dejare por 20 tabores; claro, si es que tienes para pagarlos –termino con una pequeña risa burlona.

Dimitri saco la pequeña bolsa para poder contar cuánto dinero le quedaba disponible, mirando que le quedaban 25 monedas. << ¿Qué hare con tan poco dinero? >>, << ¿dónde conseguiré más? >> estas y otras preguntas eran las que rondaban por su mente mientras meditaba lo que debería de hacer, si comprar las dagas o ahorrar el poco dinero que le quedaba.

De verdad las quería.

–Me las llevo –dijo mientras le entregaba el dinero que le pedía el viejo por las dagas–. Igual necesito que me digas algo ¿habrá algún gremio de aventureros en esta ciudad?

–Sí que lo hay –dijo con una expresión entre asombro y seriedad– se encuentra en el centro de la ciudad, junto a la fuente principal. Es extraño que un forastero pida entrar al gremio.

–Gracias por la información –se fue sin prestar atención al último comentario de aquel viejo.

Sin decir otra palabra, se retiró de aquel puesto dirigiéndose hacia el gremio de aventureros, con la esperanza de poder conseguir algo de dinero que le permitiera sobrevivir y pagar un lugar donde hospedarse. Mientras se alejaba del puesto, el hombre que le vendió las dagas comentó << Que sujeto tan más extraño >> esperando que Dimitri no escuchara aquellas palabras.

Tras varios minutos caminando y pidiendo indicaciones a diversas personas que se negaron a brindarle información, posiblemente por haber escuchado los rumores de un extraño que rondaba la ciudad, logro topar con una mujer con el rostro tapado que, sin miedo a hablar con él, le indico el camino más rápido para llegar al gremio. Con la información completa, emprendió el camino y logro encontrar el lugar que estaba buscando.

Ante la entrada, noto un cartel de anuncios donde se colocan las misiones que un aventurero podía realizar. Mirando como varias personas pasaban y decidían cual contrato querían hacer, entró al gremio sin más; el interior del lugar daba la impresión de ser una taberna. Su mirada se topó con varios grupos de personas tomando cerveza y platicando de diversas cosas; su entrada fue vista por una persona que se encontraba de tras del mostrador, su semblante parecía ser de quien es el dueño de aquel lugar, y en efecto, lo era.

Al percibir su entrada, aquel hombre de aspecto robusto, regordete, sin pelo en la parte superior de la cabeza y bigote tupido miraba atento, aunque de manera disimulada, a Dimitri, como si ya lo hubiese visto antes. Al acercarse al mostrador, el tabernero se movió al lugar donde se dirigía aquella nueva alma dentro del gremio.

–¿Eres tu quien dirige este lugar? – pregunto el forastero sin contratiempos.

–¿Puede ser? Tal vez –dijo el maestro del gremio de forma sarcástica– dime, ¿qué puedo hacer por ti?

–Quiero unirme al gremio. Dime ¿qué se necesita para entrar? –preguntó Dimitri sin titubear.

–¡Jajajajaja! –soltó al reír mientras Dimitri, con su cara seria, no comprendía el motivo de su risa–. Amigo, creo que usted no entiende como son las cosas en este lugar. En primera, para entrar al gremio se debe de forma un grupo de tres o cuatro integrantes, luego de eso se debe de llenar una solicitud y pagar una pequeña cuota para inscribirse como miembros de este gremio. Pero al parecer no creo que usted cumpla con estos requisitos.

Al ver que no puede entrar fácilmente al gremio, decide ir y sentarse en alguno de los lugares vacíos que pudo encontrar en la taberna. Meditando lo que iría a hacer, pasaron varios minutos en los que se encontraba solo en aquel lugar. Nadie quería acercarse a él debido al aspecto sombrío que tiene, el cuan aumentaba al no verse acompañado.

Por la entrada principal entró un par de personas que, en días pasados, estaban en aquel lugar buscando un compañero para poder completar su grupo y así entrar al gremio de aventureros; él de una apariencia amigable que irradiaba un aire de confianza absoluta en sí mismo se llama Argos, su cabello era de un color que imitaba al sol, de una piel clara, sus ojos daban la impresión de ser como las esmeraldas, así como su altura, no era necesario pararse para saber que media como dos metros; ella, un poco tímida y retraída, se llama Luna, parecía nerviosa y esperando a que algo malo pasara, su piel parecía hecha de leche, su cabello, al igual que sus ojos, eran tan blancos como la misma luna.

Argos vestía con una camiseta roja, un pantalón crema y botas blancas, pero en el momento de estar en combate, portaba una armadura dorada, igual el escudo y la empuñadura de su espada, las cuales solo son vistas cuando porta aquel equipamiento; tiene consigo una bolsa negra que siempre lleva consigo, nadie sabe que es lo que trae en ella. Por su parte, Luna portaba una capa azul con una capucha que lograba cubrir parte de su rostro, así como tenía una bolsa con barias piedras mágicas que utilizaba en los combates, y un bastón que le servía para dirigir sus ataques.

Cuando en su campo de visión notaron a aquel extraño que se encontraba solo en una parte muy alejada de los demás, como si estuviese meditando profundamente sobre algún tema que solo el comprendía. Sin pensar mucho, aquellos dos aspirantes a aventureros decidieron dirigirse hacia él con la única intención de completar el número mínimo de integrantes para ser aventureros.

–Hola, disculpa, ¿eres nuevo aquí? No es así –empezando a hablar con Dimitri–. Mi nombre es Argos, ella es Luna –dijo mientras señalaba para presentarse– ¿cuál es tu nombre?

Terminada la pregunta, Dimitri dirigió su fría mirada a quien se le había acercado. Pensando que es lo que querían ellos exactamente de él, por su mente pasaron varias suposiciones de lo que pasaría si continuaba la conversación con aquel sujeto. Pensando que la respuesta a su inquietud podría ser obvia, decidió continuar la conversación.

–Dime, ¿qué es lo que buscas exactamente? –pregunto directamente, para evitar que la conversación fuera larga.

–Vaya, que directo. Bueno, lo que queremos es que te unas a nuestro grupo de aventura, buscamos un tercer integrante para entrar al gremio. Te vimos y pensamos en que sería bueno que te nos unieras.

Tal y como se lo imagino, aquellas dos personas querían reclutarlo para formar parte de su grupo de aventura. Rápidamente pensó en los pro y contras de aceptar ir con ellos; pero a final de todo, el hecho de necesitar unirse al gremio para ganar dinero hizo aceptar la invitación.

–De acuerdo, me les uniré –los miro a los dos cuando dio aquella respuesta.

Tras haber dicho esto, Luna se dirigió hacia Argos con el propósito de confesarle algo sin que nadie más se enterase.

–Argos, no confío mucho en él, no parece ser una buena persona. Algo en mi me dice que no es de fiar.

–No te preocupes Luna, no creo que él sea peligroso –dijo muy seguro de sí mismo–. Y si él logra hacer algo que nos ponga en peligro, yo me encargare.

Con esto dicho, los tres se acercaron al mostrador donde se encontraba el cantinero, ansiosos de ingresar al gremio. Cuando ya estuvieron frente a Glen, le comentaron su intención de ingresar formalmente; con algo de molestia, los condujo hacia un cuarto en la parte superior del edificio donde tenía lo necesario para registrar a los nuevos integrantes del gremio. Sin embargo, cuando llego el momento de pagar por el ingreso, fue cuando los problemas entre los tres y el comerciante comenzaron.

– Pero... ¿por qué nos estas subiendo el precio así de inmediato? Esto es injusto – reclamó Argos enojado.

–Si es justo o no lo decido yo. Así que puedes aceptarlo o irte.

Debido a estas últimas palabras, Argos se notó demasiado molesto, su rabia por lo inesperado y absurdo de haber subido el precio de inscripción al gremio tan abruptamente le parecía algo ilógico. Cuando se preparó para golpearlo, continúo diciendo.

–Eres un maldito... – se detuvo cuando sintió algo en el hombro.

–Tranquilo, no te alteres, así no llegaremos a nada –dijo para calmar a Argos mientras postraba su mano en él– Oye, viejo, es lo único que nos pides, ¿no es así? –pregunto dirigiéndose a Glen.

Solo asintió la cabeza contestando la pregunta de Dimitri. Cuando ocurrió esto, saco por completo la pequeña bolsa donde se encontraba lo último de dinero que tenía en su poder; aun sabiendo que era lo único que tenía, sabía que era lo necesario para entrar al gremio. Con indiferencia. Dejó caer de un golpe la bolsita en la mesa, pensando que ganarían más dinero cuando lograran completar varias misiones. Habiendo hecho esto, comentó.

–¿Eso es todo? –dijo mientras fruncía el ceño.

–No. Solo debo de hacerles unas identificaciones para acreditarlos como aventureros –esto lo añadió mientras contaba el dinero para asegurarse que era la cantidad correcta.

Dirigiéndose a una mesa con algunos artefactos extraños, comenzó a despedir una luz azul brillante, como si se tratara del enorme cielo despejado durante la noche; no tardo ni cinco minutos en hacer aquello que, para el grupo de tres, era algo completamente extraño. Regreso con ellos y le entrego a cada uno su tarjeta de identificación.

–Veamos... Argos, aquí tienes la tuya; Luna Za, toma; y Dimitri Lev –dijo mientras le entregaba a cada uno su tarjeta–. Listo, eso es todo.

–Bueno, si es todo, nos vamos –Dimitri se dispuso a retirarse de aquel cuarto.

Un poco extrañados por la actitud de Dimitri al momento de recibir su tarjeta, Argos y Luna lo siguieron para hablar con él. Cuando lo alcanzaron saliendo del gremio, le cuestionaron por su actitud.

–¿Por qué le pagaste esa cantidad? No era necesario

–Querías entrar ¿o no? –dijo mirando al frente mientras caminaba– era necesario y no ganábamos nada discutiendo con él.

–Cierto, pero no era lo justo.

Dimitri lo volteo a verlo directamente a los ojos con una expresión tan seria, que le dio a entender que no quería seguir con dicha discusión. Para evitar el silencio que prevalecía tras aquel gesto duro, Luna se puso en medio de los dos y pregunto.

–De... dejando eso en el pasado –empezó tímidamente y con una sonrisa forzada– Dimitri ¿tienes un lugar donde quedarte? Si no es así, te podemos ofrecer un lugar donde nos estamos hospedamos.

–Bueno, yo pensaba quedarme en algún lugar donde pueda dormir sin tener que pagar –volteo a ver a Luna a los ojos cuando empezó a hablar–, así que no te preocupes, no quiero causarte problemas.

–No es ningún problema –continuó apenas termino Dimitri– tómalo como un agradecimiento por pagar la inscripción –terminó mientras apartaba la mirada por vergüenza al mirarlo a los ojos–. Si gustas, después de que nos empiecen a pagar como aventureros, podemos dividir los gastos entre los tres, si eso te hace sentir mejor.

–¿Tienes algún problema con eso? Argos –preguntó Dimitri a la vez que su nuevo compañero negó con la cabeza–. Bueno... entonces aceptare tu invitación.

Después de haber caminado por la ciudad varios minutos, llegaron a la posada donde se quedaban aquellos dos aventureros. Cuando entraron al lugar, el recepcionista percibió que ahora eran tres las personas que entraban, se le hizo completamente raro ya que estaba acostumbrado a que solo fueran Luna y Argos quienes entraban por esa puerta. Cuando llegaron a la habitación donde se quedaban, cómodamente le ofrecieron escoger donde quería pasar noche.

–Vamos, entra, ponte cómodo donde quieras dormir hoy –dijo Luna de forma tímida, con un poco de miedo en la voz.

Dimitri recorrió la pequeña habitación mientras observaba detenidamente cada rincón, examinaba lo más que podía mientras lo miraban expectantes sus dos acompañantes desde la puerta. Cuando termino de mirar a su alrededor, se sentó en el marco de la ventana, meditando si esa sería su mejor opción; cuando ya pudo decidir, comento.

–Bueno, aquí me quedare.

Cuando decidió dormir en aquel lugar, puso un arco y unas cuantas flechas en el suelo de aquel lugar, con asombro, Argos y Luna no sabían cómo portaba aquella arma. Argos escogió dormir en un sofá que se encontraba cerca de la entrada con el fin de que Luna pudiera dormir cómoda en la cama.

–Bueno... hay que descansar porque mañana debemos de iniciar con alguna misión para recolectar algo de dinero –dijo Argos mientras se sentaba preparándose para dormir.

–Si –contestó Luna, con la mirada en el techo, pues ya estaba acostada–, descansen, nos vemos mañana.

Cuando los dos aparentaron dormir,Dimitri se quedó mirando un rato la luna y las estrellas, como si de algúnpasaje estuviera recordando, cuando lanzó un pequeño susurro salió de su boca<< ya veremos que sucede mañana >>, diciéndolo para sí mismo en unintento de darse ánimos para continuar el día de mañana. Cuanto más pasaba eltiempo, el sueño iba ganando en la cabeza de Dimitri, estaba entrecerrando losojos, aun así, logro no quedar profundamente dormido, una habilidad quedesarrollo para aun estar alerta de su alrededor y no ser atacado en esemomento de debilidad. Cuando por fin pudo cerrar los ojos, solo quedaba esperarque sucedería mañana.

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