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Historia de Argos: XVIII

Las campanas de la iglesia resonaban en gran parte del Reino del Sur, indicando que ya era mediodía; las plazas, calles y establecimientos estaban rebosando de gente, las personas se animaban a comprar los alimentos para su casa, algunas artesanías, los jóvenes se divertían jugando en las calles o mirando alguna de las obras teatrales que había en las plazas; algunos militares con sus característicos uniformes azules patrullaban para vigilar que todo fuera en orden, saludando al ciudadano que se atravesara, para dar confianza a los habitantes del reino.

Era un día soleado como cualquier otro, todo marchaba viento en popa, nada podía salir mal en aquella ocasión. Después de un ligero desayuno y comprar unas cuantas cosas para comer durante la tarde y se marcharon al pequeño bosque que estaba en los rincones del reino, pues fue hace unas semanas cuando Luna les pidió que la ayudaran a entrenar, por lo cual prefirieron ir a un lugar alejado y tranquilo para que los tres pudieran practicar sin temor a dañar algo o a alguien. Dejando su equipo recostado sobre una piedra y procedieron a calentar un poco antes de comenzar el entrenamiento.

A Luna le compraron una daga para que comenzara a practicar su combate con armas, en eso Argos, quien le enseñaría como sostener el arma y cuáles son los principales ataques con un arma; junto a Dimitri se enseñaría a esquivar golpes y la pelea sin armas, donde él se consideraba un experto, claro que para ser nueva en eso cometía muchos errores, pero para eso estaban sus compañeros, para ayudarla a mejorar. Por su parte, Luna le ayudo a Dimitri para que pudiera usar mejor su magia y no gastara innecesariamente su energía para generar un ataque, a la par que le enseñaba nuevos ataques que son igual o más efectivos que simples bolas de fuego. Para la última parte del entrenamiento, Argos se enfrentó a Dimitri en una pelea con armas, más por diversión que por la necesidad de querer practicar, pues era una idea que Argos tenía desde hace mucho, sentir de primera mano las habilidades de combate de su amigo.

Cuando todos estaban cansados como para seguir entrenando, se sentaron en la sombra de un árbol y descansaron tranquilamente por varios minutos.

–No entiendo cómo puedes saber a dónde va cada uno de mis golpes. Es como si te dijera a donde van –comentaba Dimitri sobre su amigo.

–Bueno, eso es solo con pura práctica. No es nada especial. Pero me sorprende la velocidad que tomas para hacer un ataque.

–Muchas horas de entrenamiento.

–Y algo que no entiendo de ti, Luna, es la cantidad de hechizos que sabes. Es impresionante

–Son solo cosas que estudie por mucho tiempo –se sonrojó por aquel comentario.

–Entonces... ¿Qué comemos?

–Quiero algo de carne –comentó Dimitri tras la pregunta.

–Igual yo –le siguió Luna.

–Carne será.



En la taberna que se encuentra en la plaza principal estaban varias personas cantando y celebrando por haber cumplido con las misiones que habían completado; hombres y mujeres por igual levantaban y juntaban sus tarros de cerveza para brindar por ellos mismos. Aunque el lugar pareciera abarrotado de personas, en realidad no estaba a su capacidad total, eso sí, las meseras y cantineros estaban hasta el tope de órdenes que no paraban de llegar, pues los contratos que en aquel reino se encontraban, aunque no eran extremadamente difíciles, eran muy bien recompensados, pues la mayoría los pedían las familias aristócratas para hacer su vida un poco más fácil.

Entrando al establecimiento, una camarera que llevaba unas cervezas les comento que al fondo de la taberna había lugares disponibles para que fueran a sentarse y esperar para ser atendidos, para salir caminando moviendo las caderas campaneando; Argos y Dimitri se perdieron en la excelsa figura de aquella mujer, pues con su gran escote y hermosa figura cautivaba a todo hombre que la miraba, algo enojada, Luan los golpeo por la espalda mientras pasaba entre los dos para quitarlos de aquel estado de trance por seguir con la vista a la camarera.

Caminando entre las personas que se encontraban celebrando, llegaron a una mesa desocupada, tomando asiento, atónitos por lo que acontecía. Cuando uno de los tantos clientes pasó cerca de ellos, Dimitri lo tomó por la mano y lo detuvo de inmediato, haciendo que un poco de su bebida callera al suelo.

–Oye, ¿Qué está ocurriendo?

–Nada, solo venimos a charlas y gastar el dinero de nuestras misiones.

–¿Cómo? ¿Son aventureros?

–Claro.

–¿Dónde nos podemos inscribir? –Preguntó Argos.

–¿Inscribir? Se nota que no son de aquí, ¿verdad? –El comensal se reía un poco–. Eso no es necesario aquí, solo llegas al gremio, tomas una misión y listo. Y cuando terminas cobras el dinero en el mismo gremio.

–¿Y dónde queda el gremio? –Continuó Dimitri.

–En frente de la iglesia principal –después de eso, siguió su camino y se perdió entere el resto de clientes.



La mañana siguiente se convierte en una nueva oportunidad para ser otra vez aventureros, en esta ocasión no es necesario hacer todo un proceso de inscripción, como lo hicieron las anteriores veces; se prepararon con sus armas y atuendos en sus respectivos cuartos de la casa que habían comprado el segundo día después de haber llegado al Reino del Sur. Saliendo a la calle, compraron algo de fruta que fueron degustando mientras caminaban con rumbo al gremio para realizar su primer contrato para aquella ciudad.

Un complejo arquitectónico enorme se presentó ante ellos, en una parte se encontraba la iglesia que adoraba a los cuatro dioses de aquel continente, un edificio con grandes pilares frente a su entrada principal, que era una puerta doble dorada, hecha de piedra blanca, que parecía nunca mancharse, en todo lo alto del sacrosanto recinto se encontraba una cúpula de cristal, la cual reflejaba los refrescantes rayos solares de aquella cálida mañana. Por otra parte, el edificio del gremio estaba construido por una pared de piedra gris, casi similar al granito, un edificio con pocas ventanas, tan alto que parecía tener tres pisos y con una modesta puerta de madera que se abría de par en par.

Entrando al gremio, los recibió un aroma poco familiar, algo como nuevo y refrescante, algo a lo cual no estaban tan acostumbrados en ese tipo de lugares, casi siempre grasientos y con olor a alcohol, un aroma más dulce y agradable. a lo largo de las paredes se encontraban diversos contratos, con la característica forma de cualquier otro; recorrieron los muros internos del gremio hasta que miraron una solicitud para misión que, como cualquiera de las que en aquel lugar se encontraban, era sencilla.

Se solicita del apoyo de algunos aventureros para el resguardo de una familia aristócrata durante un viaje al Reino del Este.

Recompensa: 1000 tabores.

<<Que fácil>>, fue el pensamiento general de los tres aventureros, no es que subestimaran el trabajo que estaba descrito en el contrato, pues era claro que al proteger a una familia rica o importante pueden estar expuestos a diversos ataques de personas que querían atacarlos para obtener dinero por su rescate o simplemente hacerles daño por la posición privilegiada en la cual se encontraban; pero la verdad es que las experiencias pasadas les ha enseñado como es custodiar un carruaje. ¿Lo único malo? No querían arriesgarse a ser atrapados por elementos del ejército imperial, por los hechos que ocurrieron para rescatar a Luna de su cautiverio. Pero la recompensa y la improbabilidad de ser encontrados daban una gran motivación para tomar aquella misión.

Tomaron aquella hoja de papel, la presentaron a la mujer que confirmaba que un contrato ha sido tomado y les entregó las instrucciones de cómo debían proceder con el contrato y a donde se tienen que presentar para iniciarlo.

Salieron del gremio confiados en realizar la misión sin problemas. Dimitri y Luna se adelantaron hacía la ubicación de la casa de la familia a la que ayudaran, por su parte Argos se quedó mirando la sima de la catedral con seriedad y algo de recelo. Cuando mira que sus amigos ya se encontraban lejos, decidió caminar con ellos, no sin antes dedicarle una última mirada a la iglesia.

Al llegar al lugar donde les indicaron que debían presentarse, miraron como una caravana de tres carrosas estaba lista para partir a su lugar de destino, los colores azules eran notorios en todas las partes, rodeados por un relieve en dorado que brillaba con los rayos del sol. Algunos trabajadores de la familia estaban cargando las últimas cajas que contenían provisiones para el viaje; cada carruaje estaba siendo tirada por dos caballos, cada par con su respectivo jinete. La casa parecía el típico hogar de una persona adinerada, pero no más grande que los edificios que la rodeaban, con guardias en las entradas, no tan exagerados en número como en el castillo imperial, pero igual de armados y adiestrados, pues algunos sirvieron al ejercito real en algún momento de su vida.

Cuando se acercaron con uno de los guardias postrados en la puerta principal de la mansión, les dieron indicaciones de cuál será la ruta tomada para el viaje y que carrosas tomaran, pues tienen que defender tanto la retaguardia como la parte frontal de la caravana, por lo cual estarán dentro de la primera y tercera cabina. Argos fue solo en el primer carruaje mientras Luna y Dimitri se colocaron en el último carro. Cuando la familia que contrató los servicios de los aventureros subió a su carruaje, los caballos empezaron a jalar su carga y comenzaron su marcha.

Se detuvieron momentáneamente en la entrada al reino, para ser revisados antes de salir, pues querían asegurarse de que llevaran todo los indispensable para su protección, pues aquel reino se preocupa por la seguridad de sus ciudadanos dentro o fuera de sus muros. Entraron momentáneamente a los carruajes. Miraron a Argos sentado, pensativo; a la familia que estaba discutiendo algo acerca de unos negocios pendientes; y a Luna y Dimitri hablando de que hacer mientras se encuentran en el Reino del Oeste. Terminada la revisión, la caravana salió de los límites de aquel pacífico reino para aventurarse en el camino hacia el Reino del Oeste.

El camino era de al menos un día y una noche, por eso salieron durante el mediodía. En su cabina, Argos se encontraba absorto en sus pensamientos, recordando cosas de su pasado, mientras estaba al tanto de lo que ocurría a su alrededor, ¿cómo? Solo él lo sabe. Por su parte, Dimitri estaba platicando muy cómodamente con Luna, pues estaban recordando experiencias pasadas de los tres juntos, de cuando eran aventureros en el Reino del Este.

–Pero eso fue realmente gracioso. No puedo evitar reírme al recordar eso –Luna estaba recordando de cómo fue que Dimitri no pudo ganar en los dardos cuando estaba completamente borracho contra uno de los aventureros de aquel Reino. En aquella ocasión lo retaron a quien ganaba en una competencia de dardos, pues se sabía que él no fallaba ningún tiro; para su desgracia, el alcohol en su sangre era demasiado que altero sus sentidos y fallo casi todos sus tiros, pero en especial uno que, cuando soltó el dardo, fue directo contra uno de los tarros de vidrio que estaban sobre una mesa, espantando a los que estaban sentados en torno a ella, después de ese fatídico tiro, Argos decidió cargarlo para retirarse de ahí, no sin antes pagar la apuesta que, por supuesto, perdió descaradamente su amigo, claro que con el dinero del borracho que llevaba en su hombro.

–Por favor, olvida eso –aunque no era mucha, Dimitri estaba demostrando vergüenza por lo que estaban recordando, pues en pequeños fragmentos, regresaba a la memoria aquellos penosos momentos–. Quisiera no traer esos recuerdos a mi memoria.

–Perdón, pero fue muy gracioso, más la parte cuando dijiste "eso fue un gran tiro" y poco a poco te estabas cayendo. Si no fuera porque Argos te agarró a tiempo, hubieras terminado en el suelo.

Después de las últimas risas, Dimitri abrió una de las ventanas del carruaje y miró a su alrededor.

–Voy a salir para mirar un poco alrededor. Si pasa algo, ven a ayudarnos ¿vale? –no le dio tiempo a Luna para responder cuando ya había salido para perderse entre las copas de los árboles.

Cuando estuvo sola, Luna solo se relajó por el agradable momento que pasó con su amigo.

El día se estaba acabando y se asomaban los pequeños destellos de las estrellas. Cuando el carruaje de adelante pasó sobre un bache en el camino, Argos abrió los ojos bruscamente y miró a su alrededor, pues sentía la presencia de algún enemigo a su alrededor; asomando su cabeza por la ventana dirigió su vista a donde se encontraba Dimitri, cuando dejó verse por un momento, estando parado en una gruesa rama de un árbol, y dijo su nombre. Él solo asintió con la cabeza para no hacer ningún ruido. Haciendo una señal con la mano, el que se encontraba entre los árboles le indicó a Argos que avisara al conductor que detuviera la marcha de la caravana. Cuando pasaron unos minutos, los coches se detuvieron completamente y el ruido de las llantas que rozaban contra la tierra cesó.

Argos salió y se puso frente al carruaje donde se encontraba, esperando que aquel que los estuviera esperando saliera del lugar donde se encontrara. Aunque estaba de más que los esperaran, pues ya donde estaban, pero querían algo de acción después de tanto pacifismo que pasaron durante un año. El silencio se rompió cuando las hojas se movieron y entre la oscuridad aparecieron ocho personas frente al espadachín. Para su suerte no se encontraban rodeados por todos sus lados, pero eso no quitaría la diversión de aquel momento.

Cuando sintió que el carruaje no se movía por mucho tiempo, Luna salió de él y se puso al lado de su compañero, pues cuando notó la presencia de los enemigos, sabía que debían defenderse, pero en ese momento la expresión de Luna no era de temor, como anteriormente lo hacía, sino de confianza, pues todo lo que ha pasado la ha hecho tener más confianza en sí misma.

–No nos preocupa una persona más, seguimos siendo ocho contra dos –decía uno de los malhechores, para después soltar una carcajada–. Así que, si no es mucha molestia, denos todo lo que traen y veremos si los dejamos vivir.

Tras esas palabras, sintió como dos de sus compañeros cayeron súbitamente al suelo, y miró con sorpresa como se encontraban con una flecha clavada en su rostro, cuando volteó de nuevo para ver a sus oponentes, ya se encontraba al otro lado de Argos el asesino.

–Bueno, ahora está un poco más pareja la pelea, son seis contra tres.

Enojado, uno de los bandidos se abalanzó contra los aventureros, mientras el resto de su grupo le gritaba que no lo hiciera, pero era muy tarde, estaba dispuesto a conectar un golpe en contra de ellos. Pero solo se quedaría a mitad de camino, pues Luna estiró su brazo derecho y conjuró una bola de fuego y la lanzó contra su oponente; el pobre sujeto fue dañado severamente por las llamas, pero no al grado de matarlo, pero sus alaridos de dolor eran suficientes para erizar la piel del resto, lamentablemente, al cabo de unos minutos, el sujeto murió por el dolor.

–Ahora son cinco contra tres –comentó Argos mientras esbozaba una sonrisa.

Después de perder a tres hombres, el grupo de ladrones decidió actuar con cautela, para no verse rebasados en número de personas, por eso comenzaron a moverse con cautela para rodear a sus adversarios, cuando dedujeron que ya estaban todas las salidas cerradas, fue cuando sacaron sus armas para atacar. Pus su parte, Luna, Argos y Dimitri se agruparon dándose las espaldas y vigilando todos los ángulos que les fueran posible; Dimitri sacó sus dagas mientras dejaba su arco en el suelo; Argos se puso en posición de ataque con su escudo y espada; Luna se ajustó los guantes para usar su magia y empuño el cuchillo que sus compañeros le dieron para practicar combate cuerpo a cuerpo.

Argos contuvo el ataque de sus dos oponentes con su escudo, empujándolos para que no pudieran dañar a sus compañeros; el primer ataque que lanzó fue directo a la espada de su adversario, las hojas de las armas generaron destellos por el fuerte choque; mientras seguían sosteniendo sus espadas sin ceder ante la fuerza del otro, el compañero del bandido se lanzó con su hacha, pero fue retenido por Argos y su escudo, pues tenía la suficiente fuerza para contener ambos ataques. Alejo a su contrincante con una patada mientras su segundo atacante lo empujó nuevamente con su escudo y, sin titubear, golpeó a ambos ladrones con su espada provocando una herida crucial que los dejó tendidos en el suelo sin vida.

Por su parte, Dimitri se dispuso a jugar un rato con sus adversarios para cansarlos, pues así era como le gustaba hacer las cosas. Cuando los golpes de las armas pasaban cerca de su cara, prefería desviarlo con una de sus dagas y darle un golpe en la cara con su puño. Cuando notó que sus contrincantes ya no rendían para continuar con el combate, encajó sus dagas en su cuello y observó con gusto como se desangraban aquellos dos pobres tipos.

Luna no era tan ágil como Dimitri o fuerte como Argos, pero su habilidad con la magia era sumamente buena, pero era alguien que esperaba la oportunidad para usar sus poderes. Cuantos más ataques estaba esquivando, más se cansaba, pues su resistencia no había mejorado mucho desde que empezó a entrenar, pero si podía desviar los ataques directos, pero casi podían dañarla cuando quisieran, solo que su oponente solo estaba jugando con ella. Por desgracia, para la aventurera, se tropezó con una piedra y terminó por caer al suelo de espaldas. Arrastrándose para no ser alcanzada por su rival, el bandido agarró firmemente su cuchillo y se acercaba lentamente a Luna para terminar con su vida, por desgracia no notó que Dimitri y Argos terminaron con sus respectivas peleas y, como si viniera de la nada, una de las dagas de Dimitri salió disparada al pecho del maleante, que terminó desplomándose en el suelo sin vida.

–¿Estas bien? –preguntó Dimitri extendiendo su mano para ayudar a levantarse a Luna.

–Sí, muchas gracias –le sonrió como respuesta a su pregunta. Tomó de la mano a su compañero y se incorporó de nuevo, se limpió la tierra de su ropa y verificó que todo estuviera bien.

–Hay que verificar que el resto de personas estén bien –indicó Argos.

Revisaron el carruaje donde se encontraba la familia a la cual protegían, mirando que, a parte del susto que los obligo a agruparse en una sola parte del vehículo, abrazándose todos juntos, no tenían ninguna herida o algo por lo cual deberían preocuparse. Para evitar que alguien mirara los cuerpos tendidos en el camino, los movieron hasta una parte donde los tapara los arbustos que hay en la zona. Les indicaron a los choferes que movieran los carruajes afuera del camino, pues pasaran la noche en aquel lugar. Ya todo acomodado para dormir, Argos y Dimitri aplicaron la misma estrategia para vigilar que las veces anteriores, y así fue como terminó aquel día de aventuras.

De su estadía en el Reino del Oeste no fue mucho lo que hicieron, pues solo se quedaron en una habitación de un hostal que hay en el lugar pues tenían incertidumbre al salir a las calles del reino, pues no querían poner en peligro a los aristócratas si alguien los llegara a reconocer como aquellos que causaron un alboroto en el castillo imperial. Por suerte, su estadía no sería muy larga, pues solo pasaron unas cuantas horas en lo que aquellos que protegían terminaron sus asuntos y estaban listos para partir al Reino del Sur; sin esperar más para moverse, comenzaron de nuevo su trayecto, pero ahora de regreso. Para su suerte, en esta ocasión no hubo contratiempo alguno en su andar, por lo cual pudieron llegar tranquilos de su viaje de vuelta.

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