CAPÍTULO 7: EL VIAJE
Kikitaro se despertó temprano, Mikam estaba aullando abajo por alguna razón, el niño se asomó a la ventana y pudo ver a Khaos jugando con el enorme lobo:
-Ya veo que te llevas bien con él, muy pocos lo hacen. -saludó Kikitaro.
-Sí, siempre me llevo bien con los animales. -sonrió Khaos saludando también con la mano.
Genis seguía durmiendo y Kikitaro no lo quería despertar, así que fue con Khaos. El joven guerrero abrió la puerta de su casa y pudo ver como toda la villa estaba cubierta de blanco. Mientras contemplaba esa bella postal, Mikam acudió a él enseguida:
-Viene Adoking, más te vale que desayunes. -ordenó el lobo mientras metía en la casa con el hocico a Khaos, que se quejaba.
Kikitaro preparó el desayuno, un líquido caliente de color morado y una especie de pasta energética. Cuando Khaos y kikitaro ya se habían terminado el desayuno, Adoking entró a la casa:
-Venga vámonos. -ordenó Adoking.
- ¿Qué te pasa? ¿Por qué no has llamado a la puerta? A parte Genis sigue durmiendo. -replicó Kikitaro.
- ¿Quién está durmiendo? -pregunto con ironía Genis, bajando por las escaleras.
-Eso resuelve el problema, rápido cambiaros.
Los niños se cambiaron y Genis se tomó rápidamente su desayuno. Después salieron de la casa, Adoking los esperaba fuera.
-Deprisa, se nos está haciendo tarde, no quiero ni imaginar lo que pasará si llegamos, aunque sólo sea un segundo, tarde. -anunció Adoking un poco sudoroso, luego sacó de su bolsillo una especie de botón circular. El guerrero lo pulsó y, de repente, se oyó un estruendo y una nave aterrizó delante de ellos. El botón era un botón de llamada de vehículos. La nave de Adoking era de color amarillo, acabada en punta y con dos motores traseros gigantescos. Al verla los niños no salían de su asombro:
-Madre mía, ¿Vamos a ir en nave? -preguntó Khaos alegre.
-Sí, rápido, subid.
Los tres niños le hicieron caso y subieron dentro de la nave que, por dentro, era más impresionante. Genis se asombró al ver los cañones láseres laterales, en cambio Kikitaro se preocupaba más por la cantidad de espacio que había. De repente, Mikam corrió y se metió en la nave:
-Mikam, ya sabes que no puedes venir. -le reprochó Adoking.
-Sabes perfectamente que no te voy a hacer caso, así que no insistas. - dijo el lobo a modo de defensa.
-Vale vale, pero no destroces nada, esta nave es de la orden, me la han dejado para que vayamos más rápido a Tasmina. - pidió Adoking mientras se iba a los mandos de la nave.
-Así que vamos a Tasmina la capital del planeta. -dijo Genis casi en un susurro.
Aunque fuera un susurro, los demás le oyeron.
La nave empezó a despegar y los niños se sentaron en unas butacas que había detrás de la cabina del piloto.
La nave se perdió entre las nubes, dejando atrás Tauri. Kikitaro casi nunca había salido de la villa, de modo que esto suponía un gran reto para él. Khaos se mostraba sonriente, como siempre, y se apretaba sus vendas de las manos. Genis miraba a Mikam, que se lamía las patas y el pelo. Adoking estaba nervioso y a menudo miraba la hora, en un reloj situado delante de él. Kikitaro al cabo de una hora, y harto de esperar preguntó:
- ¿Cuándo llegaremos a Tasmina?
-Desgraciadamente falta bastante, hacia la tarde llegaremos. ¿Habéis cogido las esferas que os dio Luminex? -preguntó Adoking.
-Claro, pueden ser importantes. -contestó Genis.
-Esto... Se me ha olvidado. -Anunció Khaos sudoroso.
- ¡Qué! —Exclamó Adoking.
-Tranquilo, sabía que se te iba olvidar y la cogí por ti. -apaciguó Kikitaro a Khaos, entregándole la esfera Roja.
Khaos mucho más calmado preguntó:
- ¿Para qué son las esferas?
-No os lo puedo decir. Lo sabréis en su momento. -contestó Adoking suspirando y mirando otra vez la hora.
Entonces los niños juntaron las cabezas para susurrar:
-Kikitaro ¿qué piensas que es? -preguntó Genis.
-Yo diría que es como una clave de acceso que nosotros no podemos activar.-respondió Kikitaro.
- ¿Y si es una prueba de que estamos preparados para entrar a investigar en el caso "Asesino oscuro"? -Razonó con gran esfuerzo Khaos.
-Puede ser, pero somos demasiado jóvenes. -replicó Kikitaro.
-Parad ya, sea lo que sea os será revelado, no le deis más vueltas. -ordenó el lobo.
-Vale-contestaron los tres al unísono.
Los tres niños se callaron y miraron por la ventana. Tan solo se veían nubes y todavía faltaban varias horas de viaje. Kikitaro ya estaba ansioso por llegar a Tasmina, al igual que Genis y Khaos. Como se aburrían, mataban el tiempo contando viejas leyendas, entre ellas Kikitaro contó la última parte de la aventura de su padre. Ante esta historia sus amigos se quedaron impresionados. Mikam también se quedó impresionado al escuchar al niño hablar de las hazañas de Askam, al fin y al cabo, era su padre.
De repente Adoking dijo:
-Ya se ve Tasmina, no llegamos tan tarde como yo pensaba.
Los tres niños y el lobo miraron a la ventanilla y pudieron ver una ciudad que se extendía debajo de sus pies, con grandes llanuras edificaciones y naves.
A Kikitaro le llamó la atención una torre oscura, se preguntó si sería la misma de la que le habló su padre. Adoking le interrumpió su pensamiento:
-Bien, ya llegamos, tengo vía libre para aterrizar, coged las esferas, que el equipaje ya lo bajaremos los de la orden.
Los niños obedecieron y se pusieron cerca de la puerta para salir de la nave. Esta aterrizó suavemente sobre la roca de la ciudad mágica de Tasmina. Los niños salieron por la puerta y pusieron pie en la ciudad.
Los tres aprendices respiraron el aire fresco de Tasmina. Cuando Adoking bajó de la nave, unos guerreros empezaron a cargar el equipaje. Adoking miró su reloj y con una seña dijo a los niños que le siguieran. Los conducía por las calles de Tasmina cuando un grito se oyó:
- ¡Adoking llegas un minuto tarde!
-Perdona Selenya. - se disculpó Adoking.
- ¿Quién eres tú? -preguntó Kikitaro.
-Soy Selenya, vuestra nueva maestra.
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