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CAPÍTULO 40 : EL DUELO

Maxim, el elfo de Marte, condujo a nuestros héroes hacia una especie de coliseo repleto de gente. Estaba hecho con roca roja de Elfina y, en su parte más alta, tenía unos arcos semicirculares con palabras escritas en elfo. Kikitaro nunca supo lo que ponía, pero lo cierto es que lo que estaba escrito era: "Gloria y honor". Todo el coliseo estaba repleto de curiosos que querían ver el asombroso duelo. Mientras, un elfo daba codazos intentando abrir un hueco entre la gente para poder entrar dentro con sus compañeros. De repente el elfo se paró debajo de un gran arco y dijo:

-Señor Kikitaro, usted debe pasar por aquí, es la entrada al campo de combate.

-Vale. Deseadme suerte. -pidió Kikitaro mientras avanzaba decidido hacia la puerta de entrada.

Todos enmudecieron ante estas palabras por la emoción. El joven príncipe entró en el coliseo y se tuvo que tapar con su brazo por los destellos de sol. El público elfo empezó a gritar entre ellos los compañeros de Kikitaro, Maxim los había colocado en una grada baja situada cerca de la entrada.

-Vamos Kikitaro. -gritó Khaos.

-Patéale a ese su real culo-animó Blen.

El arquero miró al frente y se encontró con su tío, que ya tenía desenvainada su espada. Era una espada muy bien forjada, con un filo afilado acabado en cuña puntiaguda, recubierta por un metal marrón. El rey Kalos habló a su sobrino:

-Hazlo lo mejor que puedas.

-Eso haré-contestó Kikitaro con un tono frío aferrándose a su arco fuertemente.

Mientras realizaba esta acción, los espectadores murmuraban asombrados. Un elfo, cubierto con una armadura negra y armado hasta los dientes, empezó a comunicar a los espectadores el motivo de la contienda y las reglas del enfrentamiento. Ganaría el que hiciera al otro que se rindiera o hasta que uno quedara brutalmente herido o incluso inconsciente. Los compañeros de Kikitaro emitieron un profundo sonido de asombro tras oír estas palabras. El árbitro de la contienda habló de nuevo:

-Colóquense el uno frente al otro.

Los dos lo hicieron:

- ¿Preparados? -los dos asintieron con la cabeza. - ¡Que comience el combate!

Kikitaro, nada más oír estas palabras dio un potente salto, justo a tiempo para evitar un espadazo no mortal de su tío. Alejado ya de él, gritó:

- ¡Tlydoscopio!

Los ojos del arquero se tiñeron de blanco y sus facciones se volvieron bastante más violentas. Kalos no se dejo intimidar por este hecho y avanzó hacia él, con su singular espada. Kikitaro paró muy bien el golpe de su tío con el extremo de su arco de metal. El público aclamó esta ingeniosa manera de defenderse. Pero el arquero no se iba a quedar quieto, y le pegó una patada en el mentón a Kalos que salió por los aires. El niño saltó también, puso una flecha en su arco y disparó en dirección a la cabeza del rey de Marte, que por fortuna esquivó la flecha que convirtió el sector de impacto de suelo liso del coliseo en un montón de piedras apiladas. El público cada vez estaba más nervioso, ya que veían cada vez a su rey más cerca de convertirse en polvo. Mientras Khaos y Genis gritaban:

- ¡Viva Kikitaro, es el mejor!

- ¡No le cabreéis si no queréis veros alcanzados por su flecha del destino!

-Callaos de una vez Kalos, se está levantando. -ordenó Blen de mal humor.

Kalos se levantó del suelo ya que se había caído al esquivar la flecha. Señalando al niño con el dedo gritó:

- ¡¿No sabes hacer nada más?!

- Tú lo has querido.

El niño cogió tres de sus flechas y tenso el arco tanto que casi se rompe. Pero el rey no le iba a dejar realizar este ataque y fue corriendo hacia a él gritando:

-Corte elfo de viento.

El niño sonrió y rápidamente esquivó el ataque de viento, como si lo hiciera todos los días. Se puso detrás de él y gritó:

-Triple tiro.

Esta vez el ataque tuvo éxito, aunque sólo impactó una flecha en el brazo de Kalos, que se había movido rápidamente hacia un lado. Kalos se arrancó la flecha mientras preguntaba al niño:

- ¿Cómo sabías hacia dónde me iba a mover?

-Era bastante sencillo. Mi Tlydoscopio hace que mi ojo se mueva más rápido y pueda ver lo que el ojo normal no ve. Primeo he podido leer que me ibas a atacar por la derecha, así que lo esquivé fácilmente y segundo sabía que ibas a esquivar mi ataque hacia la izquierda. Lástima que no tuviera mucho ángulo de tiro y sólo te dio una flecha.

-Eso no es suficiente para vencerme.

- ¿Sabías que gracias a esta técnica sé todas tus técnicas y tú estilo de combate?

- ¿Qué?

-Ya lo sabes, no voy a repetirlo. Necesito la ayuda, así que voy a dar lo mejor de mí. Venga haz tu ataque secreto de tu espada. Sé que tiene otra forma.

-Eres más fuerte de lo que creía. Bien pues si tú quieres haré mi ataque secreto.

Kalos levantó su espada y dio un golpe seco. La espada se abrió y, alrededor de la empuñadura, aparecieron más cuchillas como la original, formando así un shuriken.

-Así que este era el secreto de Kalos. -murmuró Mikam.

- ¿Qué quieres decir? -preguntó Reyson.

-Todos los miembros de la realeza de Marte tienen un estilo de lucha secreto. El de Arcadis era la invocación, y el de Kalos como ya ves es esta arma. -contestó Mikam.

-Esto se está poniendo cada vez más difícil. -murmuró Selenya.

Kikitaro se sacó una daga de su bolsillo y se la lanzó a su tío, que la paró moviendo rápidamente su shuriken. El rey le lanzó el shuriken al niño, pero ya no estaba allí. Se encontraba detrás de él, una vez más le había gastado una jugarreta, pero Kalos tenía siempre una baza. El shuriken avanzó rápidamente, describiendo una curva hacia el arquero, que ya tenía su flecha preparada. Kikitaro no pudo lanzar la flecha ya que tuvo que esquivar el ataque del rey, que cogió su arma y la volvió a lanzar gritando:

-Onda de viento.

El shuriken avanzó más rápido hacia el niño, provocando grandes vientos a su paso, el niño esquivó este ataque golpeando fuertemente el suelo con un golpe. El shuriken rebotó contra un trozó de suelo y salió despedido, hasta clavarse en una pared.

Kikitaro se sacó otro puñal y gritó:

- ¡Onda de viento!

El ataque hirió al rey en el pecho, que cayó al suelo derramando mucha sangre, el árbitro se le acercó rápidamente para comprobar si podía continuar:

-Estoy bien, no me rendiré de momento.

El árbitro le creyó y volvió a reanudar el combate. Kalos chasqueó los dedos y el shuriken acudió a él:

-Sobrino-le habló a Kikitaro-harías bien en rendirte.

Kikitaro negó con la cabeza, mientras el rey chasqueaba los dedos y hacía que el shuriken acudiera hacia su mano derecha. El rey agarró su shuriken fuertemente y gritó:

- ¡Tornado elfo!

Después de esto lanzó su arma, que desprendía un brillo verde. Kikitaro saltó con su arco hacia el arma que, desprendiendo un gran viento alrededor, avanzaba rápidamente. Consiguió parar el arma con su arco metálico. Pero el viento huracanado que desprendía el shuriken lo empujó hacia atrás. Kikitaro no pudo hacer nada para que el shuriken no se le clavara en el pecho. El niño cayó al suelo rodeado de un montón de piedras desprendidas. El árbitro entonces empezó a contar, si llegaba a diez Kikitaro habría perdido:

-1, 2, 3, 4, 5. –contaba el árbitro.

- ¡Kikitaro, levántate! -exclamó poniéndose en pie Genis.

-6, 7, 8.-continuaba el árbitro.

Pero tuvo que dejar de contar porque Kikitaro se levantó del suelo y se quitó todas las rocas que tenía encima.

- ¡Esto no ha acabado Kalos! -gritó el niño volviendo a la verticalidad. Sangraba de su pecho, pero continuaba como si tal cosa.

Todo el estadio estalló en aplausos y en aclamaciones para el niño, que comenzó a hacer sellos con las manos. De repente gritó ante el sorprendido rey de Elfina:

- ¡Espíritu del fuego eterno acude a mí! ¡Dragón de fuego Volvagia!

De detrás de Kikitaro apareció una potente luz roja y de ella Volvagia el espíritu de fuego, la bestia dragón sin alas. A un gesto de Kikitaro, el dragón se abalanzó con un fogonazo hacia Kalos, que difícilmente podía parar el golpe sin su arma.

El rey marciano sólo consiguió defenderse con su técnica, el escudo de viento elfo. Tras este ataque de invocación el niño cayó al suelo. Pero Kalos, mirando hacia los compañeros de Kikitaro gritó:

-La prueba ha acabado, tenéis mi ayuda. Este chico será mi digno sucesor. Ahora, partir hacia vuestro próximo destino, no hay tiempo que perder.

Todo el coliseo se levantó para aclamar al niño exhausto, que descansaba sobre el suelo sin poder moverse.

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