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CAPÍTULO 34 : DESPEGUE HACIA EL ESPACIO


Kikitaro miró la cara de tristeza de Luminex y preocupado preguntó:

- ¿Qué ha pasado?

-Una desgracia, verás, es difícil decirlo. -Luminex se sentó en un saliente de la roca de la pista de despegue y Kikitaro se sentó a su lado. Blen se iba a sentar también, pero Mikam la detuvo:

-Lo que le va a decir no es nada bueno, será mejor les dejemos a solas y esperemos a los demás. -habló Mikam.

-Vale, ya entiendo. -contestó Blen y cesó en su empeño por sentarse.

Luminex miró a Kikitaro y sin poder ocultar su tristeza le anunció:

-Tus padres han muerto en combate.

- ¿Qué? ¿Cómo han podido morir? -preguntó Kikitaro casi histérico.

-Verás, el asesino oscuro ha traído un nuevo modelo de marioneta. Uno con un veneno del que no hay cura, tu padre fue atravesado por un pincho que contenía este veneno, y tu madre luchó contra una marioneta que emanaba este veneno y murió en el acto-Explicó Luminex.

- ¿Y por qué no te pidieron ayuda, si sabían que iban a morir? -preguntó Kikitaro con lágrimas.

-Tienes razón, podrían haberme llamado, pero no lo hicieron. Preferían proteger tu vida que la suya, y creían que conmigo a tú lado estarías más seguro. Además, gracias a ellos conocemos otro tipo de marioneta del asesino oscuro. Hemos tenido que pagar un precio muy alto y lo lamento en el alma. Mis más humildes disculpas.

-No te disculpes, no tienes culpa. La tengo yo, por mi culpa han sacrificado la vida.

-No te eches la culpa. Ahí vienen tus compañeros. Será mejor que vayas con Mikam y Blen a la nave.

Kikitaro, serio y triste, avisó a Mikam de que subiera a la nave. Nada más ver el rostro del niño, el lobo sabía qué había pasado. Blen no lo sabía a ciencia cierta, pero supo que era mejor no hacer ninguna pregunta. Pronto Kikitaro entró en la nave sin decir ni una palabra al piloto, y se sentó en el último asiento de la nave, que era amarilla, grande, diseñada para largos viajes y con cuatro motores de protones en la cola. Tenía dos alas laterales acabadas en cuña. La cabina era pequeña tan solo cabían tres personas. Estaba equipada con un almacén para cargas, no muy grande. Tenía cañones y armas láser en cada milímetro de debajo de su carcasa. Era una nave ligera de ayuda y rescate, ideal para la ocasión. Su morro estaba acabado en punta. Debajo de la ventana de la cabina ponía su nombre: Luminor-357. Tenía varias ventanas en los laterales. Por dentro era una nave muy cómoda. Con asientos y controles para las armas de la nave. Pero Kikitaro estaba demasiado triste para fijarse en todos estos detalles. Blen entró en la nave y saludó al piloto que iba vestido de amarillo con un casco del mismo color:

-Hola, espero que seas buen piloto. -saludó la niña.

-Hola. ¿Por qué crees que estoy aquí?

Blen se sentó justo detrás de la cabina del piloto. Mikam, en cambio, se sentó cerca de Kikitaro que no decía ni una palabra y seguía pensando. No tardaron mucho en entrar Reyson, Selenya, Genis y Khaos que se sentaron cerca de Kikitaro. Ya sabían lo que había pasado así que no dijeron nada. Entonces el piloto anunció:

-Tardaremos unos pocos minutos en despegar, así que os aconsejo que os vayáis poniendo los cinturones. Todos obedecieron, incluso Mikam que se agarró con sus zarpas al asiento.

Al cabo de un tiempo de insufrible silencio para los héroes, la nave empezó a acelerar por la pista, Selenya cogió su comunicador con el piloto y le anunció:

-Nuestra primera parada es en Elfina tenemos que informar de lo sucedido.

-Ningún problema. Mierda, tenemos problemas, estad preparados para disparar.

Tras estas palabras Blen miró por la ventana e informó a sus compañeros:

-Hay androides disparándonos, no nos van a dejar despegar.

Todos se pusieron manos a la obra y se colocaron a los mandos de las armas. Un disparo de un androide de color negro pasó rozando a la nave que ya empezaba a despegar del suelo. Khaos manejaba una ametralladora láser y disparó a bastantes de los enemigos que impedían la salida. Mientras tanto, Selenya explotó con su lanza misiles un tanque enemigo, y Genis abrasó con uno de sus misiles térmicos a algunos mercenarios y marionetas. De repente, una fuerza los empujó a todos hacia atrás, el piloto había empezado a elevarse cada vez más rápido. Todo parecía que había acabado cuando, de repente, un misil les dio en un ala. El piloto se apresuró a decir:

-Ha sido un impacto sin importancia tranquilos.

Cada vez estaban más cerca de salir del planeta cuando algo cogió a la nave por detrás e impidió que siguiera su rumbo:

- ¿Qué pasa? No veo nada. -preguntó Selenya consternada.

-Creo que algo nos ha retenido-informó Reyson.

-El peliverde tiene razón-informó el piloto-nos han cogido con una garra de un tanque. Nos los tenemos que quitar de encima por que si despego con eso encima causará muchos daños.

-Demonios, primero mis padres y ahora esto. Sé lo que tengo que hacer. -dijo Kikitaro secándose las lágrimas y abriendo la compuerta del techo.

- ¡Adónde vas, insensato! -Gritó Blen.

-Dejádmelo a mí. -ordenó el niño.

El niño estaba fuera de la nave sentía un fuerte viento que lo tiraba hacia atrás, se armó de valor y tensó su arco. Entonces puso una flecha sobre la cuerda y gritó:

-¡Tlydoscopio!

Sus ojos se tiñeron de un blanco grisáceo y sus músculos se hincharon. De repente tiró la flecha con una sorprendente fuerza en dirección a la garra de hierro grisáceo, gritando:

-No voy a permitir que me matéis, mis padres no sacrificaron en vano la vida por mi. ¡No voy a decepcionar a mis padres!

La flecha silbó violentamente en el aire y dio de lleno en la garra. La pulverizó y siguió su trayectoria hasta destrozar los androides que estaban en el suelo. Sonrió levemente había conseguido su objetivo. Gracias a la protección que sus padres le habían dado, había conseguido esa fuerza, todos habían luchado por él. No les iba a decepcionar, iba a desenmascarar al asesino oscuro costase lo que costase y a derrotarle, se había convertido en algo personal. Era lo menos que podía hacer por sus padres que habían muerto por evitar que esas malditas marionetas le atacaran. La nave empezó otra vez a acelerar, entonces una mano le cogió del pie:

- ¿Es que esperas quedarte ahí todo el día? -preguntó Blen arrastrándolo hacia el interior de la nave.

Dentro el piloto le felicitó:

-Muy buen trabajo chico, nos has sacado de una buena ahora agárrate, voy a darle la máxima potencia a este trasto.

Kikitaro con el rostro serio se fue sin decir nada a nadie hacia el fondo de la nave donde estuviera solo. Nadie le dijo nada, por respeto, pero todos le estaban agradecidos por lo que había hecho. Selenya parecía haberse recuperado de la muerte de Sasa, y todos, aunque tristes se veían reconfortados por un nuevo optimismo. No iban a permitir que el mal se saliera con la suya. Los primeros rayos del alba entraron por las ventanas de la nave mientras esta ascendía cada vez más hasta el negro espacio. Habían estado toda la noche peleando y Morfeo ya los llamaba a sus brazos. Pronto todos se durmieron incluso el piloto que, al salir de Luminor, conectó el control automático. Kikitaro durmió, y soñó con que sus padres estaban orgullosos de él. La nave Luminor-357 se dirigía hacia Elfina. Comenzaba a surgir la esperanza.

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