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CAPÍTULO 33 : KAKAROT VS CARLI


 Kakarot se quitó el sudor de la frente, al parecer su hijo había completado la técnica de su hermano. Ya no sentía la energía de Adoking luchando y eso sólo significaba una cosa, que había ganado. Tampoco sentía la energía de su esposa Arcadis. Todo el bosque estaba tranquilo estaba silencioso, pero por poco tiempo. Kakarot se paró en seco, y miró hacia arriba. Estaba seguro de haber oído un crujido de madera parecido a las marionetas que se había enfrentado ya. Entonces de un árbol cercano cayó una marioneta con forma de mujer. Iba vestida con harapos, y tenía una melena castaña. Su cara era pálida. En sus brazos se podían ver las articulaciones de madera. Entonces Kakarot comprendió quien era esa marioneta:

- ¡Carli!, creía que Ramón te había matado hace mucho tiempo. -exclamó alarmado.

El presentimiento que había tenido cuando era pequeño y leía el libro de demonios se había cumplido. Cuando leía el libro de los demonios vio a Carli dibujada en él, y supo que algún día se enfrentaría con ella. Este presentimiento perdió fuerza cuando, tras el combate con Ramón murió. Pero allí estaba igual que cuando había luchado con Ramón.

-Mierda, esta marioneta parece más fuerte y yo he gastado energía. Espero que no me obligue a usar mi clydoscopio-murmuró Kakarot echándose su pelo rubio hacia atrás. Iba vestido con una armadura verde con el símbolo de la orden grabado en el pecho, y el símbolo de Tauri grabado en el hombro. Llevaba una espada larga de plata y una cinta verde en el pelo. Carli tan solo llevaba una espada de acero corta, pero el guerrero de la orden sabía que tenía armas ocultas con veneno en ellas. La marioneta atacó primero con su espada. Fue un golpe que Kakarot no tardó en esquivar. El padre de Kikitaro le clavó la espada en un brazo de madera haciéndola crujir. Pero no sirvió de nada la madera se restauró enseguida.

-Maldición se puede restaurar, me parece que voy a tener que dejarme de formalidades. -se dijo Kakarot embistiendo a la marioneta que paró el golpe con una espada que salió de su codo.

Kakarot no se rindió sacó unos cuchillos y gritó:

- ¡Hilo de araña!

Los cuchillos fueron directos hacia Carli, la rodearon y la ataron con el hilo de araña que llevaban a en el borde. Kakarot apretó con los hilos a la marioneta que soportaba extraordinariamente la presión. Pero de repente de la marioneta empezaron a salir espadas cuchillas y pinchos, que cortaron todos los hilos. Kakarot no se preocupó y empuñó otra vez su espada de plata:

- ¡Hacen falta más que una marioneta llena de armas para derrotarme! -gritó Kakarot lanzándole el arma, que la rodeó y s ele clavó en la cabeza astillándola. Kakarot sabía que servía de poco atacarla directamente ya que se regeneraba, pero entonces con un movimiento de su mano hizo estallar la espada en miles de llamas. Y con ella a la marioneta que saltó por los aires en miles de astillas. Kakarot miró a la luna y susurró:

-El resto te lo dejo a ti hijo.

No hubo acabado de decir eso cuando los trozos de la marioneta se volvieron a unir volviendo a formar a Carli, más chamuscada que antes pero ella al fin y al cabo.

-Tú no eres como las otras marionetas, esto es otro invento del asesino oscuro. La voy a tener que pulverizar.

Kakarot miró a la marioneta que seguía inmóvil, no atacaba. Eso le daría tiempo al guerrero.

Hizo unos cuantos signos y gritó:

- ¡Alas de ángel!

Las alas que le obtuvo como don cuando juntó todas las espadas elementales surgieron de su espalda, iluminando el claro del bosque. Entonces saltó y voló para en el aire gritar:

-Clydoscopio.

Sus ojos se volvieron verdes, entonces se puso boca abajo y cayó gritando:

- ¡Ataque puño meteorito!

El ataque atravesó a la marioneta, el guerrero la traspasó hasta llegar a lo que parecía una urna de vidrio. Kakarot se hizo a un lado y miró a la marioneta atravesada. Se restauraba, pero más lentamente. Kakarot había destruido la urna donde guardaba el líquido de restauración. Después de tantos impactos a la marioneta había conseguido destruir su fuente de regeneración. Kakarot sonrió:

-Ahora sólo me queda rematarte con mi ataque definitivo.

El luchador saltó otra vez y voló hasta estar muy alto, se dio la vuelta hizo varios sellos y gritó:

- ¡Alfa y Omega meteorito!

La marioneta fue atraída por la gran fuerza que había creado Kakarot y luego repelida sujeta a Kakarot. El impacto fue terrible. Todo estaba lleno de hierba, astillas, roca y sangre, la que Kakarot expulsaba por la boca, había sido atravesado por un pincho de la marioneta que contenía veneno. La marioneta había quedado pulverizada y ya no podía regenerarse. Kakarot se quitó el pincho que tenía clavado en el pecho y se apoyó en un árbol cercano. Se quitó la armadura que tenía totalmente rota y la cota de malla y miró su herida. No tenía muy buena pinta, y sus fuerzas se debilitaban cada vez más. Además, no tenía ninguna planta medicinal cerca. No tardó en verlo todo oscuro. Kakarot abrió los ojos poco después. Alguien le había dado un líquido extraño, y se sentía un poco mejor, aunque dolorido. Miró a su derecha y vio a Arcadis pálida. Una voz conocida le habló:

-Menos mal al fin despiertas.

Era Adoking que estaba enfrente de él:

-Te he dado un brebaje de vitalidad, y te he curado la herida con el frasco que me dio Bruno. -explicó el guerrero.

- ¿Me has quitado el veneno de la herida? -preguntó Kakarot.

-Sí, te la he desinfectado. -contestó Adoking.

-No lo creo, ese veneno tiene algo raro, cada vez me siento más débil.

-Tranquilo, Bruno pronto estará aquí.

- ¿Y a Arcadis que le ha pasado?

- Una marioneta con forma de monstruo la atacó, está débil, pero mejorará.

Entonces Bruno salió de entre los árboles:

-Muy bien Adoking, has hecho un buen trabajo ahora os revisaré esas heridas. -felicitó Bruno.

Miró la herida de Kakarot y su cara no fue muy alegre:

-Esta herida ha sido realizada por un veneno muy extraño. Ha cerrado la herida, pero ha provocado una hemorragia interna. -explicó Bruno.

- ¿Y no puedes hacer nada? -preguntó Adoking al ver que Kakarot volvía a perder el conocimiento.

-No, el veneno no tiene cura. Tan sólo Luminex, con su magia, lo podría curar, pero ya es demasiado tarde para llamarle. Si le curo la herida interna, se abrirá otra. Ya no hay esperanzas para él. Ha muerto protegiendo a su hijo.

- ¡No! -Gritó Adoking roto de dolor.

-Lo siento amigo, pero lo siento más por el pobre Kikitaro.

Bruno fue a examinar a Arcadis y dijo alarmado:

-¡Ya está muerta, los han matado a los dos! ¡Demonios!

- ¿Ella también? Pobre Kikitaro. Mierda debía de haberte llamado antes. - se maldijo Adoking pegando un puñetazo en el suelo.

-Tranquilo, ellos ya sabían que podían morir, pero eligieron venir a proteger a su hijo, de todas formas, habían gastado demasiada energía y habían llevado su cuerpo al límite. Por eso precisamente murió Arcadis, de agotamiento extremo, debido al veneno inhalado.

Bruno con lágrimas en los ojos, desvaneció los dos cuerpos y envió sus almas al reino de las almas.

-Ahora tan solo nos queda confiar en el grupo de Kikitaro. Debe reunir ayuda para la gran batalla, si no estamos perdidos. Le comunicaré a Luminex estas muertes.

Bruno habló mentalmente con Luminex, y le contó las trágicas noticias, este miró a Kikitaro que iba a su lado y se entristeció.Habían llegado a la nave espacial.     

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