CAPÍTULO 26 : LA MISIÓN DEL VAMPIRO
Mientras se dirigían a la nave, el vampiro se iba fascinando de todo lo que veía. Cosas tan normales como el amontonamiento de la arena o el movimiento de una rama le suponían un entretenimiento increíble, hecho comprensible, ya que después de 100 años encerrado en una habitación, todo suceso por insignificante que fuera era maravilloso. Cuando vio la gigantesca nave del enmascarado, dijo:
-Vaya. Recuerdo que al tipo que propuso construir una nave como esta hace 100 años le tacharon de "idiota" y "fantasioso", ya que decían que era algo imposible.
Entraron. Una vez dentro, el enmascarado le dijo:
-Creo que lo primero va a ser arreglarte, porque con esos harapos cualquiera creería que has salido de una tumba.
- ¿Y acaso no lo he hecho?
Se acercaron a una cámara hecha de cristales naranjas.
-Este recinto reestablece los tejidos inorgánicos. Entra.
Entró y de repente se empezó a llenar la habitación de humo. Así druante unos minutos, hasta que por fin se disiparon. No había comparación con el antes y el después. Ahora la ropa de Iquer estaba completamente nueva: camisa, pantalones, capa, botas. Se encontraba exactamente igual a antes de encontrarse con los antiguos sabios que lo encerraron.
-Bien. Esto está mucho mejor- sonreía mientras se miraba.
-Sigamos.
Siguieron caminando y entraron en una gran habitación. Estaba completamente vacía, salvo por un robot fijo justo en medio de esta. El enmascarado se dirigió al robot y le dijo:
-Muéstranos las dependencias.
Acto seguido, de entre el suelo, las paredes e incluso el techo comenzaron a salir estantes, y en estos había armas de todo tipo: espadas, hachas, mazas, dagas, varas... de todos los tamaños y todos los estilos, pero solamente había un ejemplar de cada, ni uno más.
-Observa y elige. Ya me han contado que acostumbras a ir desarmado...
-Así es- dijo mientras miraba con calma unos aparatos hechos claramente para la tortura- A mi parecer, las armas son solo extensiones de los brazos.
-...pero sin embargo te recomiendo que escojas el arma que prefieras, porque te va a hacer falta. Esta vez no te vas a enfrentar contra monjes desarmados.
-Te repito que no fue intencionado-dijo el vampiro con voz amenazadora- No tuve alternativa.
Iquer siguió caminando y se paró en la sección de dagas y cuchillos. Cogió una daga arrojadiza tan larga como la palma de la mano y con una gema roja incrustada en el mango.
-Mmm... bonito "abrecartas"-dijo mientras jugueteaba con él- Creo que me lo quedaré.
En ese momento el robot se dirigió al vampiro.
-Buena pieza, ideal para combates medios, muy afilada y bien equilibrada. Si le gusta, podemos ofrecerle tantos como quiera, solo diga cuantos desea.
-Creo que cogeré... no sé... digamos... unos doscientos.
- ¿¡Doscientos!?-exclamó el robot.
-Sí, bueno, ya sé que es algo inusual, pero tenga en cuenta que acabo de salir de la tumba y estoy algo débil, así que no me conviene cargar mucho peso.
-Como desee -Inmediatamente aparecieron dos bandejas, cada una con cien de esos cuchillos.
Iquer se acercó a ellos y la empezó a coger y a guardárselos. Los guardaba en cualquier parte de su ropa: diez en una manga de su camisa, diez en la otra, quince en cada pernera, cuarenta en la cintura... cuando acabó, no solo no había el más mínimo indicio de que fuera armado, sino que además no se oía el ruido de los cuchillos chocando entre sí cuando andaba.
-Bien -dijo el enmascarado- ahora que ya estás listo, te revelaré tu misión. Es bien "sencilla": tienes que matar a un hombre.
-No se por qué, pero ya me lo esperaba.
-Sin ironías. Tienes que asesinarlo de forma brutal, y creo que eso se te da bien.
Durante un momento Iquer se quedó mirando fijamente al enmascarado.
-Ahora mismo está en Octahot. Se llama Kretos y se hace llamar "el protegido". Está escondido en su casa con varios guardas protegiendo la puerta, no creo que te sean un problema.
-Por si no te has dado cuenta, tengo 128 años, ya tengo muchísima experiencia.
-Ya lo sé. Por eso te liberé- Dijo el enmascarado.
-Además, no hay que fiarse por el hecho de que sean unos simples guerreros: yo mismo, antes de convertirme en vampiro, ya iba dejando un gran reguero de sangre a mi paso.
-No es necesario que los mates, si no se presenta la ocasión. En caso de que sí que puedas, no te cortes.
-Tengo una pregunta.
-Y puede que yo no tenga la respuesta-contestó el enmascarado.
-Soy el último vampiro de toda esta puta galaxia, valgo más de la mitad que la mitad de todos los matones que puedas reclutar, tengo más cadáveres en mi cuenta que años de vida y mi estado es completamente psicótico ¿me vas a joder diciéndome que me has liberado de mi condena inmortal solamente para que mate a un hombre que perfectamente podías haberte cargado tú o cualquiera de los tuyos en lugar de venir a liberarme?
-Esa muerte solamente será la primera, tengo otras misiones para cuando acabes esta.
El vampiro apretó los dientes con ira. No le hacía ni poca ni mucha gracia ser el mercenario de nadie. Él elegía a quien matar y a quien no. En un momento se planteó si seguir escuchando al enmascarado o, con un rápido movimiento, arrancarle la cabeza. Pensó que, antes de tomar conclusiones precipitadas, debía saber qué estaba pasando, qué había ocurrido a lo largo de estor años. Le seguiría el juego, de momento, hasta que viera su oportunidad.
En ese momento el enmascarado se acercó al panel de una gran puerta y pulso una combinación de números. La puerta se abrió y dentro había unos cien robots armados con rifles láser.
-Para tu misión-dijo el enmascarado-contarás con la ayuda de estos robots. Obedecerán tus órdenes por debajo de las mías. Son dóciles y agresiv...
-Eso sí que no -le interrumpió el vampiro- Si quieres que lleve a cabo tus misiones, deberás dejarme actuar solo.
-Como tú has dicho, esos guardias pueden ser más peligrosos de lo que aparentan, y ya he visto demasiados de mis mercenarios morir porque se creían lo bastante fuertes como para enfrentarse a todos ellos juntos. Todos murieron. Además, es posible que Luminex esté con ellos.
Iquer tembló ligeramente al oír ese nombre inexplicablemente, pero lo disimuló:
- ¿Y quién es ese? – preguntó el vampiro.
- El actual elegido de la luz, y líder de los nuevos sabios.
-Si los sabios aparecen, me volveré a enfrentar a ellos. No les tengo miedo, solo respeto. En cuanto a los guerreros del elegido espero que no hayas pensado que voy a ser tan idiota como para enfrentarme a todos ellos juntos.
-En cualquier caso, iras con los robots.
Entonces le respondió Iquer con voz amenazante:
-Si veo uno sólo de tus robots cuando me vaya a enfrentar a ellos, lo despedazaré con mis propias manos.
Durante un segundo, el vampiro y el enmascarado se miraron fijamente.
-Bueno, haz lo que quieras, pero no la cagues. Ahora dirígete a la plataforma de despegue, allí hay una nave con el rumbo a seguir. Cuando acabes contacta conmigo y te daré nuevas órdenes. Y ahora ve.
Iquer se dirigió a la plataforma de despegue, Entró en la nave y la encendió. Mientras despegaba, el enmascarado le dijo al jefe de los robots:
-Coge a tu pelotón y una nave mediana. Síguelo sin que sepa que le seguís. Cuando se presente la ocasión, mata a todos menos al vampiro.
-A sus ordenes señor, X-100L a sus órdenes.
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