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CAPÍTULO 17 : SASA

Selenya corría por la madera del puente oeste de Octahot. A su paso los tablones crujían y levantaban nubes de polvo. La maestra pensaba en lo idiota que había sido. ¿Cómo demonios se le habrá olvidado que tenía que ir a recoger al nuevo mercenario? Al fin, los pasos de Selenya se detuvieron en la puerta oeste de Octahot. Estaba exhausta y su respiración era entrecortada y muy rápida. Una voz grave saludó:

-Llegas tarde Selenya.

-Perdona Sasa.-saludó Selenya al verle.-He estado muy ocupada hoy.

-Sí, bueno ya me han contado que eres un miembro de pleno derecho de la orden.-respondió Sasa sin darle más importancia al asunto.

Se dieron la vuelta y fueron a paso lento hasta la casa de Kretos. Sasa era un tipo corpulento de pelo castaño y ojos marrones. Tenía una barba muy poblada, se la rascaba cuando estaba nervioso o pensativo. Llevaba unas ropas verdes para no llamar la atención y una sorprendente mochila cargada al hombro, tenía aspecto de ser pesada.

La voz de Reyson le llamó desde la casa:

-¡Hola! Debí imaginar que sería por eso.-razonó Reyson saludando con la mano.

-Hola. -saludó Selenya. -Lleva el equipaje de Sasa-ordenó Selenya cogiendo la misma y dándosela a Reyson que hizo esfuerzos por ponérsela a la espalda.

-¿Qué llevas aquí un Dragón?-preguntó Reyson saludando a Sasa con un cortés gesto de la mano.

-No, llevo una cota de malla mágica y mis armas. He venido vestido de campesino para que no me descubrieran.

Reyson se cayó y abrió la puerta de la casa. Llevó la mochila de Sasa a un lado de la habitación. Genis y Kikitaro saludaron a Sasa mirándole con interés. Tras las presentaciones Kikitaro preguntó:

-¿Qué armas manejas?

-Las gamatárow. Las espadas de los alquimistas. Mi maestra me enseñó muy bien.-contestó Sasa mirando a Selenya.

-Entonces eres un antiguo aprendiz de Selenya ¿eh?-preguntó Reyson con una sonrisa.

-Así es. Fue una gran maestra. Os contaré mi historia.

Todos se sentaron en el salón para escuchar a Sasa, Todos menos Mikam que fue arriba a cuidar de Khaos y de Kretos.

-Yo nací en un pueblo amparado por los mercenarios de Layru. Era el grupo de mercenarios al cual pertenecería al crecer. Mis padres murieron en un asalto de unos monstruos. No tuve más elección que unirme a este grupo de mercenarios. Selenya que pertenecía al grupo desde pequeña me instruyó junto con dos alumnos cuyos nombres no nombraré a no ser que sea necesario.

-¿Por qué?-preguntó Genis alarmado.

-Hay muchas razones, pero diré que se convirtieron en rivales y en dos personas capaces de lo peor. Pero dejadme continuar. Después de instruirme como mercenario viajé por todo Luminor trabajando en causas justas, estuve bastante tiempo así hasta que me llegó un trabajo de la orden. Lo acepté al saber que tenía que cooperar con mi antigua maestra.

-No hace falta que me halagues tanto Sasa, yo solo te di las bases. Lo demás lo has conseguido tú.

-Eso sí que es un halago. Bueno, entonces ¿que misión debemos de cumplir?-preguntó el guerrero rascándose la barba.

-Cuando se cure Khaos ya hablaremos. De momento sólo tenemos que proteger a Kretos.-explicó Selenya.

-¿Cuando se curará?-volvió a preguntar Sasa.

-Dentro de unos 6 días. Después de eso iremos a los peñascos vampíricos, si no tienes ningún inconveniente.- Aclaró Selenya.

-No claro que no. Será mejor que cenemos ya.-cerró la conversación el corpulento guerrero.

Selenya preparó una cena de carne y pescado bastante ligera. Después todos se fueron a dormir. Sasa durmió en el salón por si irrumpía algún extraño. A la mañana siguiente todos se despertaron temprano a los primeros rayos del alba. Mikam fue el primero en llevarse algo a la boca, una paloma rojiza despistada. Los demás se hicieron el desayuno, no muy abundante, el que más comió fue Kretos, que tenía que mantenerse en el sótano. Cuando acabaron de desayunar Kikitaro y Genis subieron a la habitación de Khaos. Para su gran sorpresa se lo encontraron despierto y mirándoles:

-¡Khaos! ¿Qué tal estás?-preguntaron casi al unísono los dos niños.

-¡Hoy no me puedo levantar!-canturreó con una voz débil sin borrar la sonrisa de su cara.

Selenya abrió la puerta seguida por el protegido, Reyson y Mikam.

-No te podrás mover hasta dentro de tres días. En cuanto te recuperes partiremos...-explicó Selenya pero se vio cortada por Khaos.

-A los peñascos vampíricos. Os escuchaba pero no tenía fuerza para abrir los ojos.-explicó el niño.

-Bien todos fuera, le daré la comida. Debes descansar Khaos, en tres días hay que partir. -explicó Selenya con una mirada sería.

-Tranquila, no te preocupes.-sonrió el espadachín.

Los niños salieron de la habitación con resignación, al salir se encontraron a Sasa, Khaos le vio cuando abrieron la puerta y exclamó:

-¡Yo a ti te conozco!

Todos se los miraron fijamente:

-Eras el alquimista de Firetur. Te fuiste por un contrato, hace tiempo. -dijo Khaos.

-Así es pequeño. Ahora duerme, no quiero que se sepa más, no es necesario. -ordenó Sasa con voz seria y melancólica.

Los niños no preguntaron nada más. Ni siquiera Reyson se atrevió a hacerlo.

En los tres días sucesivos no sucedió nada digno de mencionar. Todos seguían con sus tareas, haciendo la casa segura contra ataques enemigos de cualquier índole. Selenya se mostraba muy preocupada con la recuperación de Khaos. Este mejoraba, y cada vez podía tener más charlas con Genis y Kikitaro, que le explicaban todos los detalles de los combates y entrenamientos. Sasa y el valeroso arquero del grupo, Kikitaro, fabricaron unas flechas de Vidrio. El alquimista hizo alrededor de unas cincuenta flechas livianas y adornadas con letras doradas escritas en el idioma arcaico:

"Da Letzum Mitrerum"

El significado de estas palabras era más o menos: La flecha ácida.

Estas flechas estaban hechas de vidrio, como ya se ha dicho, costaron todo el dinero de las misiones de Kikitaro. El porqué de este precio era que el Vidrio era muy escaso en Luminor y se le consideraba como en la antigua Tierra el oro o la plata. Pero con la condición de que el vidrio de Luminor provenía de los asteroides. Al séptimo día Khaos se levantó con muchas dificultades y cogió su armadura, su escudo, su cinta y su espada. Podía luchar sin problemas. Todo el equipo estaba preparado a la mañana siguiente partirían temprano. El destino era conseguir una pomada única en el mundo. El grupo estaba ansioso iba a ser una aventura peligrosa con los tiempos que corrían. Tras asegurar bien la casa de Kretos, nuestros héroes ya podían partir.  

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