CAPÍTULO 10: LA FUENTE DE LA LUZ
Kikitaro bostezaba mientras caminaba por la fría roca de Tasmina. Llevaba puesto su nuevo equipo, el arco azul cargado a la espalda, justo al lado de su carcaj. Genis, a su lado, caminaba con paso firme y seguro detrás de Khaos, que estaba atándose la cinta roja a la espada afilada. Selenya, por alguna razón, llevaba un peto de cuero encima de su túnica verde. Estaban caminando hacía la fuente de Luz. Su maestra los guiaba, por calles llenas de guerreros que iban y venían. Muchos los señalaban, especialmente a Kikitaro. Al fin llegaron a un paraje que desentonaba en esa ciudad. Era todo verde y había un río que cruzaba el campo. Avanzaron unos cuantos metros hacia abajo y se encontraron una especie de laguna, donde iba a parar el riachuelo. Formaba un hoyo y los niños se asombraron al ver tanta belleza. En el centro de la laguna se hallaba el motivo de la visita, una fuente de oro que emitía una luz al agua cercana, haciéndola brillar. Selenya se puso enfrente de ellos y habló:
-Esta es la fuente en la que tenéis que purificar vuestras armas. Basta con que las humedezcáis un poco para que adquieran poder. Este poder consiste en un control absoluto sobre el arma, que ya descubriréis con el tiempo.
-Hay algo que no encaja, ¿por qué se le llama bendecir el arma? -preguntó Khaos.
-Por una antigua religión terrestre. -comentó Selenya.
-Bueno, tú dinos cómo debemos bendecir el arma. -replicó Khaos sin entender.
-Basta con que las mojéis con el agua que brota de la fuente.
Los tres niños sacaron sus armas de sus fundas y se las pusieron en las manos. Pronto pasaron de pisar verde hierba a pisar agua y mojarse las botas. Selenya los observaba callada, pero de repente la maestra desenfundó el arma y se puso en guardia.
-Rápido bendecid las armas. Me temo que tenemos compañía.
De repente Kikitaro pudo ver, con el rabillo del ojo, como una sombra se abalanzaba contra Selenya que, sin dudar, paró su golpe con el escudo. Los tres amigos no comprendían lo que sucedía, pero corrieron a bendecir sus armas. El atacante casi ni se veía, iba de un lado a otro buscando herir a los niños, pero Selenya se ponía en medio con su escudo. Pero no fue tan rápida, porque fuese lo que fuere, iba directo a los niños y consiguió rozar a un Kikitaro, tan veloz que salto lateralmente. Si no lo hubiera hecho, le hubiera cortado la cabeza. Selenya saltó hacia la sombra, que se movía cada vez más rápido. Era una batalla muy dura y los niños corrían hacia la fuente. Khaos en un intento desesperado, lanzó el arma que cayó a la fuente. Genis también purificó el arma, tan solo rozándola con una gota de agua. Kikitaro, sin embargo, no podía, cada vez que intentaba ir caía de espaldas, por culpa de la sombra que se movía rápidamente, a pesar la maestra. A pesar de ello Kikitaro saltó, se apoyó en el escudo de Selenya y cayó dentro de la fuente. De repente sintió un poder extraño en su arma, como sus dos compañeros, que acudían entre el agua a ayudar a su maestra. Kikitaro agarrando su arco cogió una flecha afilada de su carcaj y la puso en la cuerda del arco, diciendo:
-Ahora empieza lo bueno.
Dicho soltó la flecha, pero la figura oscura la esquivó rápidamente.
Entonces Selenya lanzó su escudo a un lado y la espada a otro, saltó y corrió rápidamente, siguiendo a la figura, que iba muy veloz. Los niños solo podían ver dos figuras.
Entonces Selenya hizo un movimiento con la mano y el escudo fue como un bumerang hacia ella y golpeó a la figura, que frenó en el acto. Selenya hizo otro movimiento con la otra mano y la espada fue a su mano. La maestra embistió con la espada a la figura oscura. Se oyó un grito en toda la fuente. Los niños pudieron ver una nube de sangre. Y pudieron observar al portador de la herida, una herida en el abdomen. Se trataba de un tipo alto de ropas oscuras y con kapa. En su mano llevaba una catana larga y desenvainada, la empuñadura de esta era negra con rombos amarillos. En la cara llevaba una mascara blanca y sin rostro. Selenya le tenía enganchado a ella con la espada estaba clavada en su abdomen:
- ¿Creías que ibas a cumplir tu misión de matarnos? -preguntó Selenya con una mueca.
-Digamos que no me esperaba menos de Selenya. -contestó el asesino.
- ¿Quién eres? No puedes moverte y estás atado a nuestras cuerdas. -preguntó Kikitaro apuntándole con una flecha.
-Es curioso que digas atado a vuestras cuerdas. Soy un mercenario. Y antes que preguntéis quien me contrató no lo sé. Me envió un mensajero. Tenía orden de matar a los primeros que fueran a la fuente.
-Pues adiós, las alimañas como tú no merecen vivir. -Dijo Genis moviendo su bastón.
-Te equivocas.
El mercenario dio una patada a Selenya y se apartó de ella, esquivó el ataque de púas de Genis y saltó aun árbol.
-Hasta luego.
Pero no pudo evitar el ataque de Khaos hacia él, que le dio con la espada en la máscara, haciéndole una raja superficial. Pero no fue suficiente para frenarlo y el asesino despareció.
-Volvamos antes de que se cure y vuelva. No me creo que sea un mercenario. Tenía un estilo de combate noble. -recapacitó Selenya.
-Se ha escapado. Mierda. -se maldijo Kikitaro.
-Para, amigo. Hemos salido vivos y, además, hemos bendecido las armas. -le tranquilizó Genis.
-Así es. Volvamos a la ciudad tenemos que hablar con Ramón.
Sin decir nada más, Selenya empezó a andar, Kikitaro estaba bastante enfadado por no haber disparado esa flecha que tenía preparada. Se había quedado paralizado mientras que sus dos compañeros se habían lanzado hacia él. Khaos tampoco parecía muy contento. Para él la misión había fracasado. Todo lo contrario que para Genis y Selenya que se mostraban conformes.
El grupo avanzaba hacia la casa de Ramón ya faltaba poco cuando él fue hacia ellos:
-No me digáis nada. Mikam me ha contado que os han atacado.
- ¿Mikam? No iba con nosotros. -se extrañó Kikitaro.
-Bueno, pero lo sabía. -contestó Mikam que estaba detrás de Ramón.
-Cada vez me pareces más enigmático. -Dijo Khaos.
-Basta de cháchara. Vamos a casa de Ramón hay que hablar de lo ocurrido.
Los niños obedecieron la orden y Kikitaro se arrimó a Mikam. No decía nada y estaba bastante serio así que el niño tampoco le habló.
Llegaron a casa de Ramón. Este les preparó la cena y los mandó a la cama.
-Iros a la cama. Mañana os contaré todo de lo que hablemos ahora. -Ordenó Selenya.
Los niños protestaron, pero la respuesta fue la misma. Subieron a las habitaciones de Ramón y se metieron en la cama. Mikam les acompañó. Kikitaro se durmió junto a Mikam, que estaba más suave y calentito que él. De repente Kikitaro habló al lobo:
-Te he notado los ojos distintos ¿no? Los tenías más blancos que de costumbre.
-Si tú lo dices...
Dicho esto, los niños se durmieron.
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