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Capitulo 40

Shun manifestó su Cosmos como cadenas doradas que uso para atacar. Atavaka ataco estirando los brazos de su Sapuris y dando golpes a la velocidad de la luz. Los puños y cadenas de Cosmos chocaban, ningún ataque alcanzaba a golpear al otro. Viendo su situación, Virgo creo más cadenas de Cosmos que superaron por mucho el número de brazos de la Sapuris y fueron como tsunami hacía su enemigo.

-¡Khom!- Una barrera de Cosmos violáceo rodeo por completo el cuerpo de Atavaka como una esfera, bloqueando las cadenas fácilmente y deshaciéndolas al contacto.

-Esa es la barrera de Khan que puedo realizar- dijo Shun sorprendido.

-Se podría decir que esta mi versión de esa técnica. ¿Aun no entiendes? Mi sola existencia es la contraparte de los Caballeros de Virgo, por lo que mis técnicas también son contrapartes de las que posees- dijo Atavaka con prepotencia. -Deja que te lo muestre. ¡Lanza del Iluminado!-.

Levanto sus brazos y los de su armadura, generando lanzas oscuras de Cosmos violácea que lanzo. En el avance, las lanzas se juntaron y se volvieron una ráfaga de Cosmos a su enemigo. La velocidad de la técnica sorprendió a Shun, que intento defenderse con sus cadenas, que fueron destruidas y fue golpeado por la técnica.

Se elevo al aire por el golpe antes de aterrizar de espaldas contra el suelo, fragmentándolo con la figura de su cuerpo. Shun sentía todo su cuerpo arder de dolor de una intensidad que habría dejado inconsciente o muerto a un Caballero de más bajo rango, pero para él, que había recibido ataques de gran potencia desde muy joven, era capaz de resistir mucho mejor. Otra cosa que sentía, o mejor dicho, no sentía heridas en su cuerpo a pesar del gran dolor, indicando que el ataque no causo daño físico, sino a su alma y Cosmos.

Apoyo las manos contra el suelo y se incorporo un poco, a tiempo para ver como los brazos de la Sapuris de Atavaka se extendían para golpearlo.

-¡Defensa Rodante!- Creo cadenas doradas de Cosmos y uso la técnica defensiva de Andrómeda para repeler los puños. Ignorando el dolor que aun sentía, se puso de pie rápidamente. -¡Om!-.

-¿Reuniendo Cosmos?- Exclamo Atavaka, al sentir como su oponente reunía su Cosmos para atacar. -No te dejaré- Atavaka eleva su Cosmos, haciendo temblar la esfera de Tolomea, levantando pequeñas rocas del suelo que se destruían en el aire.

-Que impresionante Cosmos- observo sorprendido Shun.

-¡Maldición del Cielo!-.

Atavaka genero una esfera violácea de Cosmos entre sus manos que libero como un gran ráfaga de Cosmos que fue directo contra su enemigo. Shun vio por un momento la figura de un hombre adulto sufriendo con ambas manos en su mejillas.

-¡Khan!- Juntando sus palmas, Shun uso el Cosmos reunido para usar la técnica defensiva de Virgo. Creo una barrera de Cosmos dorado que lo rodeo como un domo.

La técnica de Atavaka choco con su defensa, separando la ráfaga de Cosmos a los lados, haciendo destrozos en la Tercera Esfera del Inframundo. En un principio, Shun era capaz de resistir, pero a cada segundo sentía como el ataque ejercía mayor presión para romper su barrera.

-¡Defensa Rodante!- Elevando más su Cosmos, uso su segunda técnica defensiva. Creo las cadenas y las uso para rodear su domo, siendo un escudo extra.

El aumento y choque de Cosmos genero una explosión de luz, en donde unos segundos después, la técnica de Atavaka había desaparecido y el domo rodeado de cadenas estaba de pie, aunque con algunas grietas.

Shun desvaneció sus escudos. Se veía sereno, pero una gota de sangre resbalo del lado derecho de su frente a su mejilla.

-Resististe mi técnica. Impresionante, humano. Aunque me alegra, no sería un desafío si fuera fácil matarte- dijo Atavaka.

Shun se limpio la gota de sangre con el dorso de su muñeca izquierda. -Tu arrogancia por creerte superior solo por ser el más cercano a Dios de entre los Espectros te condenará-.

-Ven y demuestra tus palabras-.
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(Con Ikki)

Al quitarse la capa, Leo levanto su mano izquierda, y fuego comenzó a salir de la tierra a la superficie, rodeándolos.

-¿Cuando creo este fuego?- Pregunto Radamantys en su mente, observando las llamas de un color carmesí arder. -No, no es que lo este creando... lo esta elevando desde el mismo suelo del Inframundo-.

Ikki hecha su brazo derecho hacía atrás, jalando las llamas y formando una gran bola de fuego.

-¡Juicio de Fuego Infernal!- Ikki lanza la bola de fuego, que se vuelve una vorágine de fuego con la forma de una galaxia. Al hacer contacto con Radamantys, estalla, llenando todo el templo de Caina de fuego.

Radamantys se cubre con los brazos, pero gruñe, ocultando el dolor que le causa las llamas, no solo en su cuerpo, sino que siente que el calor también invade despiadadamente su mente.

-Me esta atacando de dos lados... el torbellino restringe todo mi cuerpo y me quema, mientras que desde el suelo, este fuego infernal invade mi Cosmos y mi mente, lo esta incinerando- Radamantys aprieta los dientes para no gritar. Si no hacía algo rápido, esta técnica lo matará. -¡Gran Caución!-.

Convirtiendo el dolor de su cuerpo y mente en furia, junto sus manos y libero su técnica, no como múltiples rayos de Cosmos, sino como un solo rayo de energía cósmica con la forma de la cabeza del Wyvern.

Las técnicas de ambos chocan, destrozando todo el interior del templo de Caina. Ambos guerreros ejercen presión con sus poderosos Cosmos, en lo que termina en una explosión colosal que destruye el lugar.
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(Con Hyoga)

El rubio voltea su cabeza hacía atrás al sentir el Cosmos de Ikki elevarse golpe y explotar. -Ikki...-.

-Radamantys no lo esta haciendo nada mal- comento Triptolemos. -Me hubiera gustado enfrentar a ese sujeto y ver cual de nuestras llamas arde más, pero mi objetivo es lo primero-.

Hyoga se volteo de nueva cuenta a su oponente, aunque le preocupaba un poco Ikki, no debe baja la guardia. Todos los Santos son conscientes de que su siguiente batalla podría ser la última, y van al campo de batalla preparados. No podía perder tiempo preocupándose por Ikki cuando tenía un enemigo al que derrotar.

-Aun hay algo que no puedo entender. ¿Por que unirte a Hades?- Dijo Hyoga. -Hades fue quien te condeno al Inframundo desde el inicio por ayudar a Deméter a encontrar a su hija, claramente era un castigo que no merecías, así que no puedo ver porque pelearías por él-.

-Ustedes, los Caballeros, están tan cegados por la luz de Athena- dijo Triptolemos. -Hades no es un dios malvado. Es mucho más benevolente de lo que todos creen. Gracias a él es que se mantiene el balance entre la vida y la muerte en el mundo, siendo su autoridad superior a otros Dioses gobernantes de sus Inframundos-.

-Quiso cubrir a la Tierra en una oscuridad eterna que hubiera aniquilado toda vida sobre el planeta. No le veo nada de benévolo a eso- respondió Hyoga fríamente.

-Y crear un mundo nuevo a partir de eso. No puede existir la creación sin la destrucción. Es una ley de la vida- dijo el Espectro de Benhu. -¿Que ha hecho Athena por los humanos? Deja que se maten a si mismos. El Infierno se llena sin que mi señor mueva un dedo por las acciones de los mismos humanos que protege. Es una hipócrita-.

-Athena no gobierna a los humanos desde lo alto. Ella los protege y guía con su luz-.

-Que buen trabajo ha hecho- dijo sarcásticamente. -El mundo no ha cambiado nada desde cuando estaba vivo. La única diferencia es que la paz de los humanos es una mentira que se rigüe por armas nucleares. Es una paz falsa y que es frágil de quebrar-.

Triptolemos elevo su Cosmos, su Sapuris siendo cubierta por sus llamas negras. Hyoga elevo su Cosmos y se puso en guardia.

-No tiene sentido que sigamos discutiendo, cuando es imposible que nos entendamos. Acabaré contigo para ir a donde esta mi señora Perséfone, que actualmente debe estar con ese Santo de Cáncer-.

-¿Con Mei?- Concentrándose un poco, sintió el Cosmos de Shun en el tercer templo que esta adelante de este, y el de Mei en Giudecca. -¿Su objetivo desde el principio era separarnos para estar a solas con Mei?-.

-¡Infierno de Apolo!-.

Hyoga no puedo pensar más porque Triptolemos lanzo su técnica; pero esta vez estaba preparado. Levanto ambas manos y genero un aire helado con su Cosmos que congelo totalmente las llamas al hacer contacto y se extendieron por el largo.

-¡¿Qué?!- Triptolemos dejo de lanzar sus llamas al ver como eran congeladas, evitando que el hielo se extienda hasta su cuerpo. -¿Cómo es posible que hayas congelados el fuego más poderoso del Infierno?-.

-¿Realmente creíste que eres el primer oponente que maneja el fuego al que enfrento?- Pregunto Hyoga retóricamente. -Ahora que conozco la temperatura máxima que puede alcanzar tu técnica, soy capaz de congelarla-.

Era una manera que había desarrollado para neutralizar a los oponentes que usaban el fuego, aunque el problema era que primero debía recibir las llamas en su cuerpo para conocer la temperatura de la técnica, y solo usaba este método cuando el enemigo lo iguala en poder, no era necesario usarlo contra oponentes más débiles.

Triptolemos gruño y encendió todo su cuerpo de fuego. Impulsándose con sus alas, se abalanzo contra el antiguo Cisne y estiro el brazo para golpear. Hyoga se protegió con los brazos y planto sus pies firmes contra el suelo para no verse empujado, aunque fue arrastrado un poco. Gruño al sentir las llamas saltear hacía el metal de su armadura que lo protegía, pero ya había visto como las llamas de Triptolemos eran capaces de pasar por los pequeños espacios vacíos de su armadura para dañar su piel directamente.

Descruzo los brazos, alejando un poco a Triptolemos, para golpearlo en el rostro, sacándole sangre de la nariz y aturdiéndolo un segundo en el que aprovecho para darle un rodillazo en el estomago, y con su puño cargado de Cosmos helado, un golpe en el pecho que fracturo la Sapuris y lo mando a chocar contra un pilar, que se destruyo y desplomo encima de Benhu.

Un segundo después, los restos del pilar salieron volando por un estallido de Cosmos del Cuarto Juez, que se recupero de los ataques y se elevo al aire, viendo con furia a su enemigo.

Benhu le lanzo bolas de fuego a Acuario, que esquivo moviéndose por el lugar y de vez en cuando atacando con ráfagas de aire frío o con golpes Khen. Estuvieron así un minuto exacto hasta que Triptolemos elevo su Cosmos, y a la velocidad de la luz, voló hacía Hyoga, tomándolo del cuello y estrellándolo contra una pared del templo mientras lo ahorcaba con su mano derecha.

-Ya muérete- Triptolemos levanto su mano izquierda, que estaba rodeada de un intenso fuego oscuro, estrellando su puño en el pecho de Hyoga.

El impacto creo una pequeña explosión que destruyo el muro, haciéndole un agujero por el cual Hyoga salió disparado hacía el terreno frío de Cocytos. Puso los codos contra el suelo de hielo para levantar su cabeza, que se sentía aturdida por el fuerte golpe. Escupió sangre al mismo tiempo que sentía su pecho arder por el fuego.

Su armadura amortiguo la peor parte, pero no toda. Sentía que los huesos cerca del pecho estaban a punto de romperse, si es que aun no lo han hecho. Como extra, su armadura dorada tenía una grieta en la zona en donde fue golpeada.

Triptolemos no le dio respiro a su enemigo y voló en su dirección, tomándolo del cabello y llevándolo de vuelta al interior del templo, tirando su cuerpo justo al centro del lugar.

Aterrizo delante del Dorado cuando este estaba de rodillas. Levanto su mano cubierta de llamas para rematarlo; pero antes de hacerlo, el rubio se aprovecho de su posición para tomarlo de las rodillas y congelar en un segundo sus piernas completamente, inmovilizándolo. Triptolemos descendió su mano para acabarlo, pero Hyoga fue un milisegundo más rápido, impulsándose de los dedos de sus pies, saltando y dando un derechazo lleno de Cosmos a la mandíbula del Juez. El golpe fue tan poderoso que los pies de Triptolemos rompieron el hielo y se separaron del suelo al mismo tiempo que escupía sangre que salpicaba la Sapuris.

Cuando el cuerpo del Cuarto Juez cayo al suelo, no supo cuanto tiempo estuvo inconsciente. Unos segundos al parecer, porque cuando recupero la consciencia, su enemigo estaba de pie, aunque con esfuerzo.

A la velocidad de la luz e ignorando el dolor que sentía en su mandíbula y el resto del cuerpo, se levanto de golpe y se distancio un poco de su enemigo.

Los adversarios se miraron a los ojos, separados de varios metros, recobrando el aliento para seguir luchando. Ambos estaban inseguros de cuanto más soportarían, así que, al mismo tiempo, decidieron terminar esta batalla con su siguiente técnica.

-Odio admitirlo, Acuario... pero eres muy fuerte- dijo Triptolemos, con dificultad por la sangre en su boca. -A pesar de que soy un Semi-Dios, nadie me ha dado tanta batalla desde mi tiempo en vida-.

-Digo lo mismo, Triptolemos. Es una pena que un guerrero como tú este al servicio de Hades, pero cumpliré mi misión y te derrotaré, en nombre de mi Diosa y mis camaradas, que esperan nuestro regreso- dijo Hyoga, juntando lentamente sus manos hacía abajo.

-Pues tu Diosa va a derramar lágrimas, porque aseguraré tu muerte con mi técnica definitiva- Triptolemos encendió su Cosmos semi-divino al máximo. Hyoga pudo sentir como el Cosmos de Triptolemos superaba incluso al de un humano. -¡Sol Negro!-.

Con todo el Cosmos que pudo reunir, creo en la palma de su mano una bola de fuego oscura que empezó a crecer, aumentando su tamaño, y sobre todo, su temperatura, hasta que la bola de fuego obtuvo el tamaño de una persona. La esfera se elevó hasta estar casi tocando el techo del templo.

Hyoga quedo atónito a lo que veía... Triptolemos creo un pequeño sol oscuro con su Cosmos.

Hyoga de inmediato siente el efecto al ser abrumado por un terrible calor que lo hace caer de rodillas. Acuario sentía como el agua en su cuerpo comenzaba a evaporarse, ocasionando que vapor salga de su interior.

-El Sol Negro quemara toda el agua de tu cuerpo hasta que solo seas carne y huesos sin vida, haciendo de este lugar un infierno de calor, como si de un mortal desierto se tratara. Nadie más que yo, un Semi-Dios, puede sobrevivir a esta técnica- explico Triptolemos, dándose la vuelta mientras su enemigo se deshidrata. -Si te sirve de consuelo, cuando mueras, el frío de la Octava Prisión te parecerá una dulce brisa refrescante. Adiós, Hyoga de Acuario-.
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(En Caina)

La destrucción se ceñía a su alrededor. El templo de Caina fue destruido en su totalidad por la explosión de Cosmos que derribo el techo encima de los guerreros.

Radamantys salió de los escombros, con quemaduras en su rostro y heridas en su cuerpo ocultas por la Sapuris, que también se encontraba dañada, pero vivo y aun con fuerzas a pesar del dolor.

El Juez del Inframundo estudio su alrededor en busca de su enemigo, hasta que escucho un ruido entre los escombros y vio como un pedazo gigante del techo se elevaba, siendo Ikki quien lo levantaba con un brazo mientras estaba arrodillado. Su armadura tenía algunos rasguños, pero no tenía ningún daño.

Ikki ve a Radamantys, y sin palabras, le arroja el escombro. El juez destroza la roca de un puñetazo, cuando de repente ve venir un puñetazo por Ikki, que aprovecho para acercarse a la velocidad de la luz y lanzarle un golpe que le da en el rostro, quitándole el casco del impacto y sacándolo volando.

Radamantys flexiona las rodillas, recuperándose y devuelve el golpe, pero Ikki se cubre con los brazos. Luego da una patada que empuja a Ikki hacía atrás. Leo levanta el brazo derecho, concentrando su Cosmos que se reúne como una gran masa de fuego que envuelve su extremidad.

El británico abre los ojos sorprendido y cubre su brazo derecho de su Cosmos violáceo, cubriéndose de último segundo.

Los puños de ambos guerreros chocan, chocando también sus Cosmos que se mezclan. La imagen de un Wyvern y de un León luchando aparecen encima de ellos.

Radamantys se ve muy presionado por el poder de Ikki, pero encendiendo su Cosmos lo más alto que podía, y sin notar como la marca de Ophis en el dorso de su mano brillaba, dándole poder, consigue empujar a su enemigo sin piedad, encestado su puño en el pectoral de la armadura, que saca volando a Ikki hacía atrás.

El antiguo Fénix choca con una pilastra destruida que apenas se mantenía, pero con el impacto, frena su retroceso, pero hace que los restos caigan encima suyo. Ikki los aparto con molestia, gracias a su armadura no le dolieron, pero no puede decir lo mismo del puño de su enemigo, que le rompió las costillas de la zona y le hizo escupir sangre.

-Por un segundo, logro superar mi Cosmos e hizo que recibiera el poder que ambos colisionábamos... con razón Kanon tuvo que suicidarse para acabarlo- pensó Ikki, reincorporándose, ignorando el dolor de sus huesos. -Sus técnicas no son tan letales como la Marioneta Cósmica de Minos, y es igual de arrogante que Aiacos, pero su voluntad y deseo por la victoria es lo que lo hace sumamente peligroso como enemigo-.

-¿Qué sucede, Santo? ¿Ya te quedaste sin fuerzas?- Pregunto Radamantys, recuperando un poco el aire. -Derrotarte no solo probará mi fuerza, sino que también les mostrara a todos los patéticos Caballeros Dorados la superioridad del ejercito de Hades-.

-¿Superioridad? No me hagas reír- exclamo Ikki sin emoción en su tono. -Casi no quedan Espectros, así que es patético que buscas demostrar tu superioridad cuando no queda nadie-.

-El depender de otras personas nos hacen débiles. Creí que tú, que eres un solitario entre los Caballeros Dorados, entendía eso- dijo Radamantys.

-Es cierto que prefiero luchar solo siempre cuando puedo, y que no me gusta estar en grupos; pero entiendo la importancia de la confianza y la amistad entre camaradas, ya que ese lazo es lo que nos hace humanos, y lo que nos da la fuerza para levantarnos cuando todo parece perdido- Ikki expandió su Cosmos que lo cubrió como una llama carmesí. -Alguien como tú, que no le importa sus soldados y finges ser un líder para ellos, nunca entenderá la verdadera fuerza de los lazos que hay entre los Caballeros de Athena-.

No importaba si prefería estar solo o no le gustaba mucho los grupos por ser muy ruidosos, Ikki siempre supo que podía confiar en Shun y el resto, porque entre ellos existe un lazo mucho más profundo que la sangre, un lazo que une sus Cosmos y sus almas que les asegura en lo más profundo de su ser que, sin importar al oponente al que sus amigos se enfrenten, confiaban en que ellos obtendrían la victoria.

-¡Solo son palabras de un debilucho para sentirse bien!- Grito Radamantys molesto, estallando su Cosmos.

Ikki reunió su Cosmos y se rodea de llamas, para luego gritar el nombre de su técnica.

-¡Rugido Ardiente Imperial!- Libera el fuego como ondas expansivas que golpean a Wyvern, que azotan su cuerpo, fragmentando más su Sapuris, incinerando sus átomos de su cuerpo de manera directa mientras es empujado hacía atrás.

-¡Rugido Deslizante!- Radamantys expulsa su propia onda de Cosmos para anular la técnica enemiga. Un nuevo choque de feroces Cosmos sucede, y las técnicas se cancelan entre si.

Tras cancelarse, el cuerpo de Radamantys, que estaba muy dañado, así como su Sapuris, empezó a emanar grandes cantidades de sangre por las heridas de las técnicas recibidas y su cuerpo tenía varios huesos rotos, pero el Juez no caería ante su oponente.

Creo lanzas con su Cosmos que lanzo hacía Ikki, que las desvío con su fuego, pero sirvieron para acercarse y rodeo su puño de Cosmos y golpeo con una violencia descomunal el rostro del peliazul por el lado izquierdo, rompiendo y sacando volando la parte del casco que cubría su lado izquierdo.

Ikki no se dejo aturdir por el impacto. Su media mascara que cubría su ojo y el lado de la nariz de la izquierda amortiguaron gran parte del daño. Levanto su puño derecho y dio un golpe al rostro del Wyvern, que tampoco se dejo aturdir y tomo a Ikki del cabello y le empezó a golpear el rostro con violencia.

Ikki hizo lo mismo. Ambos guerreros no dudaban en golpear con todo al otro sin importarle las heridas. Grandes cantidades de sangre caía de sus rostros.

Y como si lo hubieran acordado, se soltaron y retrocedieron al mismo tiempo. En el segundo que sus ojos se encontraron, se pudieron dar cuenta: ambos eran más parecidos de lo que les gustaría, pero nunca lo admitirían.

-¡Gran Caución!- Radamantys hizo arder todo su Cosmos con cada fibra de su ser y lanzo su máxima técnica con toda sus fuerzas que le quedaban, con el deseo de cegar la vida de su oponente de una vez. Concentro el Cosmos en sus manos juntas y libero la técnica como una estremecedora onda expansiva, que se desplegó a su alrededor en forma de círculos concéntricos de energía oscura que destruían todo a su paso.

-¡Juicio de Fuego Infernal!- Ikki hizo arder todo su Cosmos de la misma manera que su enemigo, creando todo el fuego y reuniendo las pequeñas ascuas que quedaban a su alrededor en una gran bola de fuego que lanzo y tomo la forma de una galaxia.

Ambos ataques se lanzaron al mismo tiempo y colisionaron a medio camino. Creando un gran choque de Cosmos como pocas veces se han visto. Ambos ejercían presión con todo su poder para vencer al otro.

Pero al final, solo uno puede ganar.

Radamantys abrió los ojos al ver las llamas en forma de galaxia incinerar de a poco su técnica, hasta consumir los rayos de Gran Caución por completo y golpearlo. A pesar de que se cubrió con las alas de su Sapuris, se vieron destruidas por el calor ardiente del ataque y su cuerpo parecía incinerarse en cualquier momento. La sangre que salía despedida de su cuerpo comenzó a coagularse apenas y salía de su cuerpos solo para evaporarse.

La técnica estallo, destruyendo por completo la Sapuris del rubio, pero para asombro, no su cuerpo, que cayo boca abajo al suelo, sin fuerza vital para siquiera temblar de dolor.

La marca del infinito en su mano también se desvaneció, siendo ese poder el responsable de evitar que el cuerpo del Juez fuera incinerado.

En el suelo, derrotado y sintiendo como la vida se le iba de a poco, Radamantys distinguió con su vista nublada la figura del Santo de Leo rodeado aún por su aura dorada que brillaba intensamente como el fuego.

-Mi señor Hades... perdone mi debilidad... no he conseguido lograr mi objetivo...- se disculpo Radamantys en pensamientos con su Dios por fallarle a él y a su esposa que fue quien le dio la segunda oportunidad de luchar. Su cuerpo se desplomo sobre el suelo.

Ikki se encontraba exhausto al explotar de aquella forma su Cosmos, paso mucho desde la última vez que lo hizo arder de una manera tan intensa. Observo el cuerpo tirado de Radamantys frente a él. Era increíble que aun quedara algo de él tras recibir su técnica. Podía sentir el débil Cosmos del Juez del Inframundo que se apagaba. Dentro de poco iba a morir por las heridas.

Se giro torpemente para dirigirse a Giudecca. Hyoga, Shun y Mei probablemente ocuparían su ayuda; pero apenas dar un paso, cayo de rodillas al suelo. Algunos rayos de la técnica de Radamantys consiguieron pasar su Juicio de Fuego Infernal y golpearon sus puntos nerviosos, sumado al cansancio y la perdida de sangre, ni siquiera podía estar de pie correctamente. La sangre resbalaba debajo de su armadura y caía al suelo, haciendo más difícil que se levantara.

-Hyoga... Shun... Mei... puede que tarde un poco en llegar... pero sin duda iré a su lado, aunque tenga que arrastrarme- juro Ikki, luchando para tomar aire, haciendo uso de todas sus fuerzas y apoyándose en unos restos que tenía cerca para levantarse y caminar a paso lento.
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(Con Hyoga)

El Santo de Acuario sufría del calor del Sol Negro cada vez más, su cuerpo se veía cada vez más desnutrido por el agua. Siente que su garganta arde, no puede mover su cuerpo y no tiene fuerzas. Lo único que siente es el ruido de los pasos de su oponente que se aleja.

-Al final, el hielo siempre se derretirá ante el calor del sol. Esa es una ley de la naturaleza- fueron las palabras finales de Triptolemos.

Al escuchar, la mente de Hyoga recuerda un suceso de hace muchos años, una pregunta inocente.

FLASHBACK.

Ya ha pasado un año desde que llego a Siberia para entrenar y convertirse en Santo. Actualmente, él, su compañero Isaac, y su maestro Camus estaban volviendo a la cabaña en donde se quedaban. Hoy el entrenamiento fue duro, ya que su maestro había estado ausente para cumplir con sus deberes como Santo Dorado, y quería reponer todo el tiempo ausente en su entrenamiento con ambos.

En el camino, Hyoga vio como unos niños jugaban en la nieve, haciendo muñecos de nieve y se tiraban bolas de nieve. A veces sentía un poco de envidia de ellos, porque mientras están jugando con padres cariñosos y tiene hogares calurosos, su padre era un hombre que no le importaba sus hijos y los envío a crueles entrenamiento.

Aunque no todo era malo en su vida. Isaac era un gran amigo, y su maestro Camus, aunque era muy serio y casi no mostraba emociones, era muy amable y atento.

Al ver como la bola de hielo que un niño lanzo a otro caía cerca de donde caminaban y comenzaba a derretirse, se detuvo.

-¿Qué pasa, Hyoga?- Pregunto Camus, que iba delante.

-Maestro... ¿por que el hielo que usted crea no se derrite?-.

Camus se detuvo y vio a su discípulo con una ceja levantada.

-¿No es obvio, Hyoga? Es por el Cosmos del maestro Camus- señalo Isaac como si fuera lo más obvio del mundo.

-Lo entiendo es solo... ¿qué diferencia hay del hielo que crea el maestro al hielo que hay alrededor de nosotros? ¿No son lo mismo?-.

-Esa es una buena pregunta, Hyoga- dijo Camus, impresionado por la inteligencia de su discípulo más joven. -Es cierto que el hielo que ambos elementos son hielo, pero la diferencia es su origen; mientras el hielo de Siberia fue creado por el agua que se enfrío hasta congelarse por las temperaturas bajo cero del clima hace siglos, el hielo que yo uso es creado por mi Cosmos al congelar las partículas a mi alrededor-.

Aprovechando que no hay nadie a la vista y los niños se alejaban, el peliazul levanto su mano derecha y creo con su Cosmos una estatuilla con la figura de un copo de nieve, impresionando a sus discípulos.

-¿Eso quiere decir que su hielo no se derrite porque usted es quien lo crea?- Pregunto Hyoga.

-No es eso. El hielo que yo creo se mantiene a base de mi Cosmos, y es lo que lo mantiene siempre frío. Pero no quiere decir que sea más resistente que el hielo de Siberia, que se mantiene por las temperaturas del clima- se arrodillo delante de los niños y dejo de usar su Cosmos, haciendo que la estatuilla caiga a su mano. -Si el hielo no se derrite, es porque la temperatura del clima no es lo suficientemente alta para derretir el hielo en su interior. A más baja temperatura este algo, más alta deberá ser la temperatura que se derrita-.

Deshizo el copo de nieve y se levanto.

-¿Alguno sabe cual es la mayor temperatura bajo cero que se puede alcanzar, y como se llama ese fenómeno?-.

-La máxima temperatura menos cero registrada es -273 grados, y al llegar a esa temperatura, se le conoce como Cero Absoluto, porque nada puede vivir ni derretirse a esa temperatura- respondió Isaac.

-Buena respuesta, Isaac- elogió Camus, haciendo que el niño peliverde sonría orgulloso. -Así es. El Cero Absoluto es el punto más bajo de temperatura que todos los Santos de Hielo se esfuerzan por alcanzar. A esa temperatura, ni la luz del Sol podría derretir algo-.

-¿Usted puede alcanzar el Cero Absoluto, maestro?- Pregunto Hyoga.

-No. Solo puedo acercarme a ese limite, ese es mi máximo... pero tal vez ustedes puedan alcanzar ese punto un día- Camus sonrió levemente. -Ahora volvamos a la cabaña. Mañana les espera un duro día de entrenamiento-.

FIN FLASHBACK.

Triptolemos seguía su camino hacía la salida de la Segunda Esfera. Sentía el Cosmos de Atavaka aun luchando contra el Santo de Virgo. Tendría que cruzar la Tercera Esfera para llegar a Giudecca y ayudar a la señora Perséfone.

Pero el roce de un aire frío en su mejilla lo detiene.

Abre los ojos desmedidamente por la sorpresa y se gira rápidamente, viendo a Hyoga aun de rodillas, rodearse de un aura cósmica azul de tonos claros que expulsaba ese aire.

-Esto es imposible. No debería ser capaz de generar aire frío a esta temperatura-.

-Mi maestro Camus me enseño que el Cero Absoluto es el mayor aire frio que puede existir. Congela todo a nivel molecular. Los Caballeros que nos entrenamos en el arte del aire frio, no destruimos los átomos como el resto, los detenemos usando el poder del aire frío que producimos con nuestro Cosmos-.

El Cosmos de Hyoga se materializo detrás suyo como un cisne dorado que se elevo hasta el Sol oscuro y lo envolvió con sus alas, al mismo tiempo que la temperatura infernal del templo descendía rápidamente. El suelo debajo de Acuario empezaba a hacerse trasparente y azul.

-Athena me hizo el líder de esta misión, y yo le prometí que todos volveríamos a salvo a ella. ¡Si rompiera mi promesa, no sería digno de llamarme Caballero, y no podría ver a la cara a mi maestro en el más allá!-.

Con su grito, el Cosmos de Hyoga manifestado en el cisne dorado brillo, y destruyo el sol hecho de fuego negro. La onda de expansión liberada obligo a Triptolemos a cubrirse con los brazos, sintiendo como la temperatura descendía aun más rápido. Se vio obligado a cubrirse de sus llamas para no verse afectado.

-¡Esto no puede ser!- Agito una de las alas de su Sapuris, lanzando una onda de fuego que se apago a medio camino. -Esta frio...- vio asustado como las puntas de su Sapuris eran rodeadas por escarcha y sus llamas se hacían más débiles. -¡Esta frio no puede superar a mis llamas!- Avivo más su fuego con su Cosmos.

Con su Cosmos en su punto más alto, Hyoga liberaba el aire frío que domino tras todas sus batallas contra su maestro y sus enemigos. El aire frio que muchos Caballeros de Acuario del pasado se esforzaron por acercarse, y que él domino.

El Cero Absoluto se manifestó en el interior del templo de Antenora.

Hyoga abrió las piernas para mantener el equilibrio, junto sus manos, entrelazando sus dedos y levanto los brazos extendidos por encima de su cabeza. La imagen de la constelación de Acuario se manifestó a sus espaldas.

Triptolemos vio que su enemigo concentraba todo su Cosmos en un último ataque. Él tenía que hacer lo mismo. Elevo su Cosmos al máximo y reunió todas las llamas a la temperatura más alta que podía generar, a pesar del frío infernal que tenía.

-¡Ejecución de la Aurora!- Dejo caer sus brazos en dirección a Triptolemos, su Cosmos se libero como una ráfaga de hielo que tenía la temperatura del Cero Absoluto que alcanzo su Cosmos y comenzó a disminuir más la temperatura.

-¡Fénix Oscuro!- Batiendo sus alas y extendiendo los brazos, libero una ola de llamas negras que tomaron la forma de un fénix que surco los cielos y voló para incinerar todo a su paso.

El choque de aire frío y del intenso fuego volvió a suscitar, por última vez en esta ocasión, creando ondas de choque que hacían destrozos en el interior del templo, derribando pilares y destruyendo escombros. Ambos usando cada gota de fuerza vital y cósmica en su ser para vencer.

Triptolemos comenzó a sentir como, de a poco, retrocedía por la presión del Cosmos del onceavo guardián. Apretó los dientes, afirmo y tensó cada musculo de su cuerpo mientras se concentraba en mandar más llamas y Cosmos a su fénix negro que luchaba contra el poder de su enemigo.

Hyoga sentía que sus puños se congelaban y que el hielo comenzaba a quemarle los dedos. A pesar de controlar el Cero Absoluto, estar protegido por una armadura dorada y estar acostumbrado al frío desde temprana edad, seguía siendo humano, y temperaturas como las que genera y enfrenta eran tan extremas y mortales, aun para un Santo como él.

Pero hizo una promesa a su Diosa, a su amiga, a sus hermanos de sangre y de armas de volver todos victoriosos. Nunca se perdonaría a si mismo si hiciera algo que provocará la tristeza de Saori.

Con su determinación tan alta como su Cosmos, sus manos juntas liberaron una descarga de cristales blancos y azules junto a la ráfaga fría del Cero Absoluto, que destruyeron al gran fénix de fuego negro que era la técnica de su enemigo, para continuar su trayectoria e impactar el cuerpo en llamas de Triptolemos.

Con un grito del Semi-Dios que fue impactado de lleno por el ataque, sus átomo, célula y órganos de su cuerpo se detuvieron.

El griego cayo de rodillas: su Sapuris estaba completamente congelada y al caer, se rompió en pedacitos que cayeron al suelo, se veían los cortes y raspones que el hielo había hecho sobre cualquier espacio de su cuerpo. Su fuego se apago al recibir el potente aire frío y sus cabellos ocultaron la sorpresa de su rostro a medida que caía e impactaba contra el suelo.

Hyoga bajo sus brazos y cayo de rodillas, demasiado agotado para mantenerse de pie. Su piel estaba pálida, pero no al punto de ser puramente blanca como lo fue cuando termino su lucha contra su maestro Camus en la Batalla de las Doce Casas. Todo su cuerpo estaba entumecido por el dolor, la deshidratación que sufrió, y por el frio que él mismo genero. Su armadura tenía una leve capa de hielo que no opacaba su brillo dorado casi naranjo. La capa de su armadura estaba cubierta de escarcha, pero no congelada, probablemente por ser una tela hecha para resistir los fríos extremos que podía generar su portador.

-Al fin lo derrote...- libero un suspiro que se vio por la fría temperatura del lugar. Al sentirse más relajado, pudo sentir que Ikki termino su lucha poco antes que la suya, y sentir el Cosmos agotado, pero vivo de su hermano, lo lleno de alivio. -Shun aun esta luchando y Mei esta en Giudecca... tengo que apresurarme en alcanzarlos-.

Con esfuerzo, se puso de pie y camino hacía la salida del templo de Antenora. Cuando abrió las puertas para salir, la leve presencia de un Cosmos lo detuvo.

-Es... espera... Santo...-.

Hyoga se giro, sus ojos abiertos de la sorpresa al ver a su enemigo de rodillas y siendo incapaz de levantarse, con heridas y su sangre congelada, pero aun vivo.

-No subestimes... la fuerza de... un Semi-Dios...-.

-¡Imposible! ¡¿Cómo sigues vivo?!-.
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(En Giudecca)

La furia era notoria en el rostro de la hija de Demeter. El Cosmos de sus dos últimos Jueces cayeron derrotados, quedando solo Atavaka en pie. A su vez, la sonrisa de Mei tampoco podía borrarse al sentir salir victorioso los Cosmos de sus hermanos.

-Esta Guerra Santa ya esta ganada, Perséfone. Harían bien en rendirte- Mei se asusto al sentir a la Diosa aparecer a espaldas suyas, pero el susto fue reemplazado por alivio al sentir el resultado de las luchas.

-¡Silencio, insolente humano!- Perséfone encendió su Cosmos, ejerciendo presión en el ambiente, obligando a Mei a caer hincado por la fuerza cósmica. -¡Soy una Diosa! ¡La Reina del Inframundo! ¡Esposa del Dios del Inframundo más poderoso del mundo! ¡No dejaré que un humano insolente como tú diga esas cosas!-.

-Yo solo digo la verdad. Shun no tardará mucho en derrotar al último Espectro que te queda, y cuando ellos lleguen aquí, estarás perdida- dijo Mei, resistiendo la presión que la Diosa generaba con su Cosmos.

-¿Eso crees? "Atavaka"- llamo con su Cosmos al Espectro Terrestre de Líder.

-"¿Qué necesitas? ¿Ya estas tan desesperada al sentir la derrota de los dos inútiles?"- Atavaka, en medio de su lucha, respondió el llamado de Cosmos.

-"Termina pronto tu batalla y ven conmigo. Hay un pequeño cambio. Acaba con el Caballero de Virgo, destruye su alma, o consúmela si quieres, solo me interesa su cuerpo"-.

-"No se para que quieres el cuerpo de un Santo Dorado, pero si no lo necesitas vivo, facilita mi trabajo"- dijo Atavaka, cortando la comunicación de Cosmos.

-¿Qué hiciste?- Pregunto Mei al notar que la Diosa no parecía tener la mente en el presente por unos segundos.

-Le informe a mi guerrero que acabará con tu amigo y me dejará su cuerpo, que es la única razón por la que le ordene a Triptolemos que lo dejara pasar-.

-¿El cuerpo de Shun? ¿Para que quieres su cuerpo?- Pregunto confundido. -¿Por que no mejor llegas al punto en donde me cuentas cual es tu maldito interés conmigo y con Shun? No tiene sentido ocultarlo a estas alturas-.

-Como quieras. A este punto, no importa si te lo cuento- Perséfone invoco el tridente de Pandora en su mano. -Como Diosa inmortal, el tiempo es algo relativo y banal. Sabía muy bien desde el principio que nunca le ganaría a Athena, pero ganarle nunca fue mi objetivo, sino tener una ventaja para las futuras luchas-.

-¿Qué tiene que ver conmigo?-.

-La Cuarta Casa, Cáncer, es una puerta de entrada a nuestro Inframundo, tú y los guardianes que te precedieron son capaces de abrir una dimensión capaz de llevarlos a ellos en cuerpo y alma, y a quienes quieran, a la Colina del Yomotsu, un territorio por el cual Athena y Hades siempre se han disputado el control desde la Era Mitológica, y en el que Athena solo puede mostrar su presencia a través del Caballero de Cáncer- Perséfone guardo silencio, dejando que el peliazul teñido asimile sus palabras. Vio que comenzaba a entenderla, pues sus ojos la miraron alarmado y su piel se puso pálida. -La Casa de Cáncer es una puerta, tanto de entrada como de salida, y el guardián de esa puerta es el Caballero de Cáncer, quien es el único que puede entrar y salir por esa puerta. Quien controle el templo y su guardián, controlara completamente el Yomotsu-.

-Santo cielo...- la mente de Mei finalmente conecto todo los puntos. -Quieres usarme para poder llegar hasta Athena-.

-Así es- confirmo la Diosa con una sonrisa cruel. -Al comer la Granada del Inframundo, tu alma se volverá la de un Espectro, tornándose inmortal al servicio de Hades, para que a la siguiente Guerra Santa, el Cuarto Templo sirva para transportar a los Espectros desde el Yomotsu hasta el interior de las Casas del Zodiaco, sin necesidad de pasar a los Santos de Bronce, Plata, y los primeros tres Templos. Por eso te deseo tanto, una ventaja así no puede ignorarse-.

-Nunca haré eso- aun con la presión del Cosmos, Mei hizo lo posible para ponerse de pie. -Nunca traicionaré a Athena, ni comeré esa fruta-.

-¿En serio? Puedo decirte que el sabor de la granada es exquisita, ninguna fruta terrenal se le iguala en sabor- rio juguetonamente, haciendo aparecer la fruta en su mano libre. -Te lo dije en nuestro último encuentro: tú no perteneces a Athena, tu lugar es el Inframundo. ¿Acaso no anhelas un puesto más alto? Podrías ser el Quinto Juez del Inframundo. Sería inmortal, tu ayuda marcaría la diferencia y otorgaría la victoria para el ejercito de Hades, siendo el héroe de un nuevo mundo que mi amado creara-.

-¿Realmente crees que me creeré eso?- Bufo con sarcasmo. -Te lo dije: nunca traicionaré a Athena. No lo hice antes cuando me tenías como prisionero, y menos lo haré ahora que se tu plan. Aunque me torturas y destruyas mi alma, mi lealtad es mayor a cualquier castigo que puedas hacerme-.

-No me subestimes, humano- Perséfone hizo arder su Cosmos y apuntando con el tridente, libero descargas purpuras que golpearon a Mei y lo estrellaron de espaldas contra el Muro de los Lamentos, a un lado del gran agujero, cayendo al suelo en compañía de pequeños escombros. -Me canse de ser buena-.

Perséfone ejerció una presión negativa con su Cosmos en toda Giudecca, haciendo caer el cuerpo de Mei casi contra el suelo, pero se sostuvo con sus brazos para no golpearse, aun a pesar de que estos temblaban convulsivamente por la presión que ejercía el Cosmos de la Reina del Inframundo que, a pesar de no ser una Diosa guerrera como Athena, seguía siendo una Diosa que esta por encima de los mortales.

Perséfone se acerco lentamente hacía Mei, hincándose un poco y acercando la granada a él. -Cométela- ordeno.

-Si es tan exquisita, ¿por que no te la comes tú? Sirve para que te ates permanentemente a este lugar- respondió Mei con burla.

Perséfone clavo el tridente en la mano derecha de Mei, sacándole un grito de dolor. Retiro el tridente con la punta bañada de sangre.

-Te he querido dar la gloria, y tú la has rechazado dos veces. Esta es la última vez que te la ofrezco: come esa granada o el alma del Caballero de Virgo desaparecerá para siempre-.

-¿Shun? Es cierto... aún no dices para que quieres a Shun- menciono Mei. Casi se le olvida ese detalle.

-No lo quiero a él en si, sino su cuerpo-.

-¿Qué...?-.

-Por culpa de Athena, el cuerpo de Hades fue destruido y ahora solo existe como alma que vaga por el Inframundo, manteniendo el equilibrio de la vida y la muerte. Pero para volver, necesita un cuerpo en que su alma pueda existir, y en la actualidad solo existe un cuerpo que es capaz de albergar su alma...-.

-El de Shun...- ahora Mei le quedaba claro todo: Perséfone lo quería como ventaja contra Athena y el Santuario, y también quería el cuerpo de Shun para usarlo como el nuevo cuerpo de Hades.

Perséfone asintió y bajo un poco su Cosmos para permitir que Mei se levante un poco. -Puedo salvar el alma de tu amigo, hacer que vaya al ciclo de reencarnación y vuelva a renacer en el futuro, o hacer que también viva en el Inframundo como Espectro. La decisión es tuya- acerco la granada una vez más. -Cométela-.

-De verdad debo tener mala suerte- se le escapo el comentario de los labios.

-Yo le llamaría saber enfrentar tu destino-.

Mei se levanto despacio, respirando trabajosamente, tambaleándose por unos momentos al ya no tener la presión del Cosmos de Perséfone encima suyo. Camino hasta estar al frente de la deidad y tomo la fruta maldita del Inframundo, observándola detenidamente.

-Si la como, jamás podré volver a la superficie y mi alma pasará a servir a Hades, ¿verdad?- Pregunto para cerciorarse. Los mechones de su cabello ocultaban sus ojos.

-Oh, Mei. No tienes nada que temer- Perséfone acarició los cabellos de Mei como una madre consolando a un niño. -Me haría tan feliz tenerte a mi servicio, y Hades valorara tus servicios. Ambos cuidaríamos y velaríamos por tu alma. Serías inmortal y mantendrías tu cuerpo, como Triptolemos. Deja de ser el Caballero de Cáncer para ser el Quinto Juez del Inframundo: Mei de Limbo. Suena hermoso el nombre, ¿no te parece?-.

El peliazul teñido no dijo nada. Su cuerpo y alma una vez fueron usados por un Dios para traer el caos en la tierra y había estado dispuesto a pagar con su vida el pecado que hizo; pero tuvo una segunda oportunidad de vivir. En otro tiempo, donde él habría muerto al sellar a Tifón, aquí, en este mundo, él pudo vivir para luchar por la paz y la justicia, heredando la armadura de su maestro, cuya alma lo salvo, y a pesar de todo lo malo que Mascara de la Muerte hizo, lo consideraba como un segundo padre, y jurando proteger a Saori.

Su mano se rodeo de su Cosmos dorado, y de un apretón, aplasto la granada. El jugo de la fruta baño sus manos antes de tirarla al suelo.

-Lo lamento, pero rechazo la oferta de trabajo- le sonrió burlescamente a la Diosa, cuyo rostro demostraba la furia que tenía.

-¡Maldito seas!-.

-No eres muy lista, ¿cierto? Los Caballeros de Athena nunca la traicionaran. Nuestra lealtad a ella solo se compara con la confianza que tenemos entre nosotros. No tengo dudas de que Shun derrotara al Espectro que enfrenta y llegara con el resto de mis hermanos a Giuddeca para derrotarte- Mei encendió su Cosmos que lo rodeo como una llama dorada. -Yo solo ganaré tiempo para que lleguen-.

-¡Eres un estúpido si crees que tu puedes enfrentarme a mi, una Diosa!- Perséfone lanzo una esfera de Cosmos. Mei interpuso sus manos para intentar frenarlo,. Al principio su cuerpo logro resistirlo por unos segundos, pero la esfera continuo su avance hacía él lentamente, hasta que exploto. El cuerpo de Cáncer se vio estrellado contra el Muro de los Lamentos. -Si yo no te tengo, no volverás a ver la luz del día, ni a tu preciada Athena-.

Chasqueo los dedos, y los tres Espectros que quedaban salieron de sus escondites y aterrizaron detrás de su reina.

-Si no pude hacer que te quedarás con vida, te mataré para encadenar tu alma para toda la eternidad, condenándola a un sufrimiento eterno que yo misma te haré-.
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N/A: Hasta aquí el capitulo, uno intenso y lleno de acción. Las batallas de Ikki y Hyoga concluyeron, y ahora falta la de Shun, y la lucha de Mei apenas comienza.

Ahora explicaré algunas cosas:

¿Por que Radamantys es más fuerte al punto de sobrevivir a una técnica de Ikki con heridas? Por dos factores: el poder de Ophis, que le dio mayor fuerza y resistencia, y fue lo que a últimas instancias lo salvo de morir incinerado. OJO, de morir incinerado, no desangrado.

El segundo fue que la voluntad y deseo de ganar de Wyvern eran mayores que en Chapter Inferno, y como sabemos, en Saint Seiya, ambas cosas pueden dar poder a un guerrero y hacerlo más fuerte de lo normal. Eso fue lo que le sucedió a Radamantys.

En el caso de Triptolemos es parecido, pero diferente. Él no recibió el poder de Ophis, ya que él mismo es muy superior al resto de Espectros y de un Santo Dorado estándar, además que sus llamas si son peligrosas. Esos factores fueron lo que le dio problemas a Hyoga, que aunque no es un Caballero Dorado estándar, igual la tenía difícil.

También esta el hecho de que es un Semi-Dios, por lo que por momentos, su Cosmos supera al de un humano, como sucedió en su ataque final, pero a ese punto, el Cosmos de Hyoga también supero al de un humano normal al alcanzar el Cero Absoluto. Temperatura que en Next Dimensión ya domina, al poder congelar la armadura de Mystogan de Acuario sin atacar con todo, pero que aquí, siendo un Dorado, domina de mejor manera, solo que en la batalla se le dificulto por la temperatura de las llamas de Triptolemos.

En resumen, los protagonistas del anime como Dorados están muy rotos, aunque tampoco los hace invencibles. Una de las cosas que la mayoría de los fanfic crossovers de Saint Seiya hacen mal, es poner a los Dorados como si fueran invencibles, cosa que parece que son, pero que no lo son tanto cuando se les pone a pelear con enemigos con habilidades que pueden serles complicadas o con más experiencia.

Triptolemos también sobrevivió a la Ejecución Aurora por sus propias llamas que lo cubrían, su Sapuris, y también porque al tener su cuerpo de Semi-Dios que tenía en vida, es más resistente y fuerte que el de un humano.

Por todo eso, y por el poder del guion bien explicado sobrevivieron. La verdad es que tengo planes para ellos. No pienso descartar a los Espectros fácilmente y dejarlos como enemigos de turno. Al menos no a estos dos.

El combate de Atavaka y Shun empieza, donde le di más técnicas al Espectro, que en el Gaiden de Virgo solo tiene una, que aunque letal y se mostrará, me pareció muy poco para esta lucha.

Y finalmente se revelo lo que Perséfone quería con Mei. Esta idea se me ocurrió al releer el manga de Next Dimensión y ver como Death Troll guiaba a los Espectros para que Kaiser de Leo los matara. Se me ocurrió que era buen material de usar, y ayudaba a profundizar a Mei.

El siguiente capitulo será el final de todo, donde el posterior a ese será un epilogo del arco, y donde volveremos a la historia de DxD.

¿Qué les parece este arco? ¿Qué les parece como maneje a los Dorados y Espectros en este arco del fic? ¿Les gusto?

Sin nada más que decir me despido. Visiten y comenten el resto de mis historias por favor. CHAO.

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