Capitulo 13
En cuanto Mei recobró la conciencia, abrió los ojos con pesadez y sus sentidos despertaban lentamente, junto con todo el dolor que sentía su cuerpo por el enfrentamiento anterior. Se llevo una mano al pecho, notando sorprendido que tenía vendada la zona. Se incorporo en la cama y encontró que su pecho estaba desnudo, cubierto solamente por algunas vendas que estaban manchadas por su sangre, además de tener vendas en ambas manos y una por su frente.
-¿Curaron mis heridas? ¿Qué trama esa Diosa?-.
Mei miro alrededor de la habitación en donde estaba, recordando su batalla contra Triptolemos. Vio tres paredes de piedra que lo rodeaban y la cuarta eran unos barrotes que le impedirían salir. Se puso de pie y se acerco a los barrotes para intentar separarlos con su cosmos; pero estos no cedieron, impedían que pudiera usar su cosmos mientras estuviera dentro de la habitación, de la misma manera que las celdas en el Santuario.
Volteo a la cama en donde antes estaba acostado, al lado de ella había un pequeño mueble de madera seca y arriba del mueble había una bandeja con comida que realmente olía bien junto a una jarra dorada.
Vio de reojo que en una esquina estaba la armadura de Cáncer en su forma de estatua. Camino lentamente hacía la armadura y la acaricio suavemente.
-A pesar de que ambos estamos heridos, no me abandonaste- paso un dedo por las fisuras que la armadura tenía. Era sorprendente el poder de Triptolemos si pudo dañar una Cloth Dorada de esta manera. -Volviste a salvarme la vida, igual que aquella vez- sonrió con nostalgia, recordando la vez que la armadura de Cáncer, o más exactamente, el alma de su maestro le salvo la vida.
FLASHBACK
Allí se encontraban, en el interior del Volcán Arima, Mei, con heridas en su cuerpo y desangrando ya con pie en la muerte, vistiendo la armadura de Cabello Berenice, a un lado de él, en el suelo, se encontraba en herido, capturado y agotado Shun de Andromeda, que había sido capturado por Tifón y alcanzo a enviar la ubicación de su escondite a su Diosa y amigos.
Delante de él, estaba Tifón, el último hijo de Gea, un Dios para los Gigantes y probablemente el único ser que es superior al mismo Zeus. Tifón había poseído su cuerpo cuando estaba en proceso de obtener su armadura para ser un Santo. Había usado su cuerpo para liberar a algunos Gigantes, o también conocidos como Gigas, para poder resucitar en un nuevo cuerpo y traer la destrucción del Olimpo y del mundo.
-Mei, mi marioneta. Esto es divertido- dijo Tifón con una sonrisa divertida al ver que Mei, un simple humano, intenta detenerlo a él, el Dios de los Gigas.
-¿Cual es la gracia?- Pregunto Mei, respirando de manera pausada y agotada.
-Ahora tu eres una constelación sin estrella y recordando la sangre amalgamada a ese traje maculado... tu eres marioneta de Athena-.
-No soy una marioneta-.
-¿Cual es la diferencia entre Athena y yo? Yo guio por el temor. Athena esclaviza por el amor. Los guerreros de los Dioses, escogidos por las estrellas, luchan y dan la vida por la voluntad Divina-.
Tifón exhala un poco de su cosmos. Mei es lanzado contra una pared por el cosmos del Dios liberado en todas las direcciones, llevando consigo sus escudos y toda la armadura. Los dos ojos de Tifón brillan más intensamente en la oscuridad, encarando a Mei.
-¿Aun estas soberbió diciendo que no eres una marioneta?-.
Mei ignoro la palabrería de Tifón, apoyándose en la pared, tratando de permanecer de pie.
-En la batalla que enfrentaste antes de venir aquí, fuiste derrotado, perdiste bastante sangre y saliste semimuerto. El que aun estés vivo, debe ser porque despertaste el principal cosmos, y eso es lo que te mantiene aun con vida-.
Mei supo que se refería a la batalla con Ladon, el Dragón de Cien Cabezas. Recordaba haber luchado contra ese enemigo y casi perder, hasta que recordó que debía seguir adelante para vengar a Yujin, salvar a Shun, y pelear por el resto de sus hermanos, Seiya, Hyoga, Shiryu. Gracias a eso, pudo elevar más su cosmos de lo que creía posible y soportar el ataque de Ladon e incluso golpearlo, hasta que llegaron sus amigos y Ladon detuvo el combate.
-Sin duda perdí mucha sangre en aquel enfrentamiento; pero aun así tuve fuerzas para ver como Nicole fue herido por mi culpa y, animado y salvado por el Cosmos de mis hermanos, Shiryu, Hyoga, Seiya y Shun, y bajo la protección de la sangre de los tiempos antiguos de Athena, conseguí llegar al final delante de ti, para cumplir con el destino de la Armadura de Cabellera de Berenice-.
-Los frágiles humanos mueren al perder un tercio de su sangre, tu cosmos es lo único que aun te mantiene con vida, pero tu corazón no tardara mucho en detenerse- señalo Tifón. -Un ser humano que habla al momento de estar a punto de morir... si no eres una marioneta, ¿que eres entonces?-.
-Soy... un Caballero de Athena-.
-Eres su marioneta-.
-Llegó la hora, el tiempo se termino-.
En aquel momento, Tifón se giro hacía Echidna, quien era la última mujer Gigas y al mismo tiempo era una versión femenina de él mismo. Ella estaba a punto de dar a luz al nuevo cuerpo carnal de Tifón, donde podría colocar su alma y en ese cuerpo traer la destrucción al mundo.
Pero todo sus planes se vieron afectados por la llegada de Ikki, quien con su técnica más poderosa, transformo en cenizas a Echidna y el cuerpo verdadero carnal de Tifón antes de que este pudiera siquiera tocarlo.
Ikki se llevo a Shun por indicaciones de Mei justo cuando Tifón, lleno de ira, empezó a liberar su poder, comenzando a quemar y destrozar todo los alrededores. Cuando Ikki se fue con Shun, en el campo de batalla solo quedaron Mei, Tifón y las cenizas de la destrucción.
-Muy bien, Tifón, tu fuiste liberado por mi culpa, y yo mismo volveré a sellarte- declaro Mei, elevando lo que sería la última vez su Cosmos en esta vida.
-¡No me hagas reír, marioneta! ¡Un Dios como yo nunca sería sellado por un humano patético como tu!- Bramo Tifón con furia, aumentando las temperaturas dentro del volcán.
Aun con todo lo que pasaba, aun cuando estaba haciendo arder su cosmos con la llama de su vida... aun con todo eso, el mundo del Santo estaba en el más absoluto silencio.
-Finalmente escucho la voz de las estrellas- pensó Mei para si mismo. -Deus Ex Machina... tu eres un "Dios por medio de una maquina"- .
Mei controla los hilos cortantes que se mezclan en las tinieblas. Los dos escudos laterales de la armadura de Cabellera de Berenice lanzan centenas de millares de hilos cortantes. Poco a poco, los escudos en forma de lagrimas pierden su forma. Los brazos, el pectoral, toda la Cloth se esta separando del cuerpo de Mei.
Los hilos cortantes se mezclan con las tinieblas del gigantesco espacio vacío del Templo Subterráneo, rellenando el espacio como un capucho de un bicho de seda, aprisionando a Tifón, suspendiendo su cuerpo actual en el aire.
-El tiempo se detiene- declara Mei. -O la sangre de tiempos antiguos de Athena, amalgamando la armadura. O entonces las estrellas...-.
Este ya no era el templo de los Gigas. Es el Templo del sello de Athena, donde Tifón volverá a permanecer dormido para siempre.
-La prisión del Templo Estancado. Tifón, esta armadura será tu sello, y si es necesario, yo también-.
-¿Tu me sellaras?- Exclamo Tifón, burlándose. -¿Por cuanto tiempo crees que esa armadura o tu, un frágil humano me detendrán? ¿Cien años? ¿Mil? ¿Diez mil? Para mi, para la voluntad Divina inmortal, eso no pasara de un breve momento, un cerrar de ojos-.
-Tal vez. Pero un breve momento, en este calabozo en el vació entre Gaia y el Tártaro. Vas a pasar un momento eterno cayendo al abismo. No te preocupes, si te sientes solo, yo te acompañare- respondió Mei.
-Que sea el tiempo que quieras. En algún momento, este "Capullo del Tiempo" se romperá. Entonces mi voluntad será libre. Cuando ese día llegue, aunque la armadura bañada por la sangre de Athena aun este aquí, tú, ya no estarás-.
-Es el destino-.
-Un destino mezquino-.
-Tifón, Deus Ex Machina, fuiste tu quien dijo que no necesitas razones. Por eso, esta Gigantomaquia... esta batalla, es la batalla que no tiene sentido dejar en la historia-.
-Entonces... dormiré por un breve instante de un cerrar de ojos-.
Tifón cerró los ojos para dormir. No importa cuanto tiempo sea el que pase, para él no será nada. Es un Dios inmortal y la paciencia es una cualidad que domina.
Mei ya sentía su cosmos descender, su vida había llegado al final. Pero no lamenta nada, al derrotar a Tifón, vengó a Yujin y sabe que sus hermanos estarán bien, que podrán superar cualquier adversidad para ver el futuro... aunque en el fondo, un pequeño deseo egoísta es... que desearía estar con ellos en ese futuro.
-¿Entonces porque te quedas como tonto y no lo ves con tus propios ojos? Mi tonto discípulo-.
Antes de cerrar los ojos para dejarse llevar por la muerte, Mei escucho la voz de su maestro y sintió por un segundo un resplandor dorado en medio de las tinieblas del sello.
(...)
Cuando abrió los ojos, estaba en una cama de hospital... y estaba vivo.
Un Doctor lo vio y le dijo que había estado 2 semanas dormido y que había perdido una gran cantidad de sangre, que era un milagro que haya sobrevivido. Unas horas después, llegaron Saori con Seiya y Shun.
-Es realmente bueno que estés vivo, amigo. Nos diste un susto a todos- exclamo Seiya, palmeando la espalda del peliazul teñido, sacándole un leve quejido porque aun seguía con el cuerpo débil.
-Saori... Athena... ¿cómo es que yo...?-.
-Cuando la batalla contra Tifón estaba en su clímax, una luz salió de los Doce Templos y voló hasta el Volcán de Arima. La luz salió de la Casa de Cáncer. Seiya y los demás intentaron buscarte y al encontrarte, estabas con las heridas cerradas y la Armadura Dorada de Cáncer te vestía- explico Athena.
Mei abrió los ojos con total asombro... la armadura de Cáncer, la armadura de su maestro lo había salvado en sus momentos finales.
-Pero no entiendo como es posible que la armadura de Cáncer haya salido del Templo y salvar a Mei- menciono Shun con confusión.
-Creo que el alma de Mascara de la Muerte fue la responsable. De seguro quería salvar a Mei y mando su armadura- dijo Saori como la única explicación que veía posible.
-Maestro...- lagrimas se juntaron en los ojos de Mei. El joven comenzó a llorar conmovido... el alma de su maestro, a quien había respetado y hasta admirado, lo salvo de la muerte enviando su armadura.
Mascara de la Muerte siempre fue llamado un sádico, un asesino, alguien descarado en toda la palabra, y Mei había llegado a creer un poco eso; pero al convivir por cinco años con él antes de la batalla de las Doce Casas, había aprendido que no todo lo que se dice de él era cierto. Mascara de la Muerte, a pesar de sus acciones, pelea por la justicia que creía, aunque no fuera de la manera ejemplar de los Santos. También sabía que no era un hombre del todo malo, ya que recuerda que después de cada entrenamiento, siempre tenía vendas y algunos ungüentos para el dolor.
Su maestro solo tenía un sentido muy duro y cruel de la justicia, pero lo hacía por el mismo fin que los Santos de proteger la Tierra... y aun muerto, su maestro lo salvo, demostrando que si se preocupaba por él.
Sintió la mano de Saori posarse en su hombro, como un apoyo. -Mascara de la Muerte de seguro se preocupaba por ti más de lo que uno pensaría, por eso, no te dejo morir y unirte a él-.
-Si... mi maestro era una buena persona, aunque sus actos a veces demostraban lo contrario... estoy agradecido de que fuera mi maestro...- Mei se limpio las lágrimas. -Pero Athena, ¿qué pasara con el Sello de Tifón?-.
-Tifón estará sellado por un buen tiempo debido a que la armadura de Corona Berenice se encargara de mantenerlo así, tu cosmos y el mío que estaba mi sangre en la armadura mantendrán el sello de Tifón por mucho tiempo-.
-¿Pero que pasará si vuelve a salir?- Pregunto preocupado Shun.
-Si eso pasa, los Caballeros de Athena volverán a enfrentarlo y a sellarlo. Mei, así como tu estuviste dispuesto a morir para cumplir el destino de la Cabellera de Berenice, yo cumpliré mi destino como Athena, en esta o en cualquier Era que venga, de proteger a la Tierra. Esa es la promesa que le hago a la humanidad-.
FIN FLASHBACK.
Poco después de eso, ocurrió la Guerra Santa contra Hades, donde Mei, debido a sus heridas no pudo hacer nada. Cuando ese conflicto termino y sus heridas sanaron completamente, se enfoco en entrenar y desarrollar el Séptimo Sentido que había despertado durante el conflicto contra Tifón y que fue lo que lo permitió sobrevivir hasta sellar al Dios y que la armadura de Cáncer pudiera salvarlo.
El entrenamiento no fue fácil, pero cuando llegó el momento, el regocijo y orgullo de vestir la armadura de Cáncer que una vez uso su maestro y lo salvo aquella vez fue la mayor sensación que alguna vez haya sentido. Se prometió a si mismo ser digno de la armadura en todo momento.
Y estaba dispuesto a mantener esa promesa, escapando de este lugar.
Mei regreso su atención al mueble y a la bandeja de comida encima de ella. El que siga vivo es porque la Diosa Perséfone quiere algo de él, aunque no sabe que, pero sabe que no planeaba matarlo de hambre. Destapo la bandeja y su nariz se lleno del exquisito olor del platillo que estaba frente a él. La Diosa debe de saber que paso un tiempo en Sicilia, pues frente a él estaba un plato de una Pasta de Pez Espada. Una comida típica en Sicilia que estaba acompañado de una granada, y la jarra dorada tenía vino tinto, el cual vertió en una copa que estaba frente a él y se la llevo a los labios.
-Es de los buenos- tuvo que admitir que la Diosa sabía escoger buen vino.
No pasándose por la cabeza de que la comida podría estar envenenada, ya que si lo querían muerto pudieron matarlo antes, tomo un tenedor y lo puso en la pasta, girándolo para atraerla al utensilio y llevarse un poco a la boca.
Si la Diosa Perséfone pensaba que con un buen vino y una comida exquisita podía convencerlo de traicionar a Athena, era más ingenua de lo que creyó, pero tuvo que admitir que intentar persuadirlo de esta forma era muy listo, casi cae, pero su lealtad era mayor a su hambre.
...Eso se oyó un poco a algo que diría Seiya.
Al tomar el liquido escarlata y se deslizara por su garganta, sus pensamientos volvieron a su situación actual. Observo que ya había terminado de comer la pasta y lo último que perduraba de la bandeja era aquella granada rojiza que parecía tener pequeños destellos dorados. La tomo en sus manos y la observo un segundo, intentando recordar algo que había leído hace tiempo sobre el Inframundo.
Abrió los ojos al finalmente entender todo con observar aquella granada: Perséfone no lo quería muerto, lo quería de su lado. Quien sea que coma la granada del Inframundo esta condenado a tener su alma atada para siempre en el Inframundo, tal como ella y Triptolemos estaban destinados a estar siempre conectados al Inframundo. Tiro la granada contra una pared, pero la fruta no se destruyo por el impacto y devolvió la bandeja encima del mueble.
-No fue una mala jugada la que hiciste, casi caigo; pero para tu mala suerte, siempre me ha gustado leer libros, sobre todo si tiene que ver con enemigos de mi Diosa- bufo fastidiado, sabiendo que la Diosa o alguien debería estar vigilándolo.
-Eres muy inteligente- elogió la Diosa, materializándose en la esquina contraría de donde estaba la armadura de Cáncer. La Diosa usaba las mismas telas que vestía cuando fue al Olimpo, salvo que ahora tenía unos pequeños decorados: un collar que aprisionaba su cuello cubierto de hermosas joyas brillantes en compañía de su tersa piel y una tiara en su cabeza que era parecida a la que Athena usaba a veces. -Pero aun así la terminaras comiendo- camino hasta la granada y la recogió, quitándole el polvo con su mano.
-¿Y porque haría semejante estupidez?- Pregunto Mei, encarando a la Diosa que no retrocedió, solo afilo su mirada al Cuarto Guardián. -¿No te basta con tus Espectros? ¿Quieres verdaderos guerreros?-.
-Cuando uno baja al Inframundo, se desconecta del mundo- camino hasta tocar los barrotes de la celda. -¿No te parece que mi madre es maravillosa?- Miro a Mei por encima de su hombro.
-¿Qué quieres decir?-.
-Esas vendas son de hojas de un árbol que mi madre planto en el Olimpo, purifican todo mal. En poco tiempo estarás como nuevo-.
La Diosa del Inframundo se giro completamente, sus ojos se encontraron con los de Mei y empezaron un duelo de miradas en el que ninguno estaba dispuesto a perder. El silencio reino unos segundos entre ellos hasta que...
-Se que quieres matarme, ¿cuanto te esta costando contenerte?- Pregunto Perséfone con una pequeña sonrisa traviesa.
-Como no tienes ni idea; pero no soy tan estúpido para atacarte sin poder usar mi cosmos, cuando es obvio que estamos siendo vigilados por tus Espectros- respondió sinceramente Mei con la nariz arrugada.
Perséfone solo se río y se acerco al joven, extendiéndole la granada que él rápidamente tiro al suelo con un manotazo y la destrozo al pisarla.
-Basta de tonterías. ¿Qué quieres?-.
-Te quiero a ti- los ojos de la deidad brillaron con interés. -Los de tu signo no pertenecen a Athena, lo sabes bien, todos los Caballeros de Cáncer que te precedieron lo sabían. Los de tu signo están vinculados a la muerte, manejan poderes relacionados al Inframundo, todos las personas de tu signo están destinadas a servirnos, pero Athena les lava el cerebro con palabras bonitas y los retiene; pero ella no esta aquí ahora, así que puedes ser como siempre has sido ahora- coloco una mano en la mejilla de Mei que no se inmuto al delicado toque. -¿O acaso nunca te has preguntado porque solo los Santos de Cáncer pueden acceder al Yomotsu y ningún otro Santo más?-.
Mei aparto su vista de la Diosa, a lo que ella sonrió. Es cierto que desde que vio a su maestro hacer las Ondas Infernales por primera vez se ha preguntado como o porque los Caballeros de Cáncer tienen esas habilidades, pero su maestro no le dio una respuesta clara, diciendo que era algo relacionado al signo o por el estilo. Solo aquellos que despiertan el Octavo Sentido pueden llegar vivos al Inframundo, pero solo los de Cáncer pueden llegar sin necesidad de despertarlo, algo que ni siquiera los de Virgo, que eran reconocidos en cada Era por ser los Santos más cercanos a los Dioses podían hacer sin despertar el ya dicho Octavo Sentido.
-Lo sabes. Fuiste entrenado por alguien que creía que la justicia la tenían los que tienen poder, ya que ellos son los ganadores y los que escriben la historia- Perséfone rodeo el cuerpo de Mei, quedando a espaldas de él. Extendió una mano e hizo aparecer una nueva granada. -Cómela y verás con toda claridad la verdad que Athena se niega a admitir-.
-¡No!- Mei se separo de la Diosa y se giro a verla con furia. -Soy un Santo de Athena, al igual que mis amigos, mis hermanos, y yo solo usare mi poder para derrotar al mal. Si hay algún significado por lo que mi signo tienen poderes relacionados a la muerte, es de seguro para derrotar a tu esposo, las veces que sean necesarias-.
Perséfone frunció el ceño al escucharle decir tales palabras sobre su esposo, pero mantuvo la calma, no podía perderla en este instante.
-En ese caso, mi hermana debe sentirse honrada de que le sirvas aun más- declaro con falsa alegría. -Pero no te preocupes, tienes todo el tienes mucho tiempo aquí en el Inframundo para pensar las veces que sean necesarias en mi oferta, ya que nadie vendrá a buscarte-.
Dejo la granada encima del mueble y desapareció de la misma forma en que llegó.
Mei gruño ante las palabras de esa mujer. Podía ser hermosa pero era repulsiva, como se esperaba de la esposa. Pero tenía que admitir que tenía razón, no sabía en que parte del Inframundo estaba exactamente y aunque sus hermanos vinieran a buscarlo, tendrían que pasar por las 8 Prisiones del Inframundo y es probable que él no se ubique en ninguna de ellas.
-Tengo que pensar la manera de escapar de aquí-.
Y mientras Mei estaba en su dilema, Perséfone llegó hasta la sala del trono con los Cuatros Jueces del Inframundo esperándola. Saludo a los cuatro con una alegre sonrisa y se dio cuenta que había alguien más esperándola.
-¿A que se debe tu visita de hoy, Shalba?- Pregunto la Reina del Inframundo al Demonio que estaba recargado en uno de los pilares del lugar.
El Demonio se separo del pilar y dio un par de pasos hacía adelante. -Reina del Inframundo, mis espías me informaron que los Líderes de las Tres Facciones se reunirán en la Academia de Kuoh para hacer una alianza, una de mis camaradas va a liderar el asalto para eliminar a los líderes de las facciones y solicito que nos preste algunos de sus Espectros para asegurar la eliminación del falso Satán y los otros líderes-.
Perséfone se dejo caer en el trono donde Hades había gobernado hace años y medito la solicitud de Shalba. Había hecho una alianza con el hombre y con la facción denominada "Facción de los viejos Maou" aunque ello se llamaban "Facción de los verdaderos Maou". Personalmente, le daba igual los conflictos que esos Demonios tengan, pero como ahora era aliada de ellos y gracias a Shalba pudo traer de vuelta a sus Espectros necesarios, estaba en la obligación de ayudar.
-De acuerdo, Shalba, te prestare algunos Espectros, pero diles a tus hombres que no los provoquen, no me hare responsable si algunos de tus Demonios terminan muriendo por su estupidez-.
El descendiente de Beelzebub asintió. No le gustaba actuar como un siervo, pero estaba hablando con una Diosa, además que si las historias eran ciertas, los Espectros podían asesinarlo sin esfuerzo. Katreya y Creuserey no creían en esas historias, pero él era más precavido.
Con todo ya dicho, se fue en un circulo mágico.
Radamantys chaqueo la lengua de irritación. -No entiendo porque se alió con ellos, señora, solo son unos debiluchos que se quejan por perder en vez de hacerse más fuertes-.
-La carne de cañón siempre es útil- bromeo Minos, él se había topado con algunos Demonios cuando estaba aburrido... torturarlos con sus hilos era más divertido que torturar almas en pena.
-Es cierto que esos Demonios no se les comparan, pero tienen sus usos- dijo Perséfone. Su expresión se volvió más seria, indicando que ahora estaba en su papel de Reina del Inframundo. -Triptolemos, quiero que explores los alrededores de las prisiones del Inframundo y el Yomotsu, dudo que Athena se quede de brazos cruzados con uno de sus Santos aquí-.
-Si- el mencionado asintió ante dicha orden.
-El resto siga en sus posiciones en sus respectivas prisiones, excepto tu Radamantys. Quiero que me acompañes a cierto lugar-.
-Será un honor, mi señora- Radamantys se sintió alagado que su Diosa lo escogiera para hacerle de escolta. Aiacos chasqueo la lengua y Minos no dijo nada, pero tampoco debía estar conforme. -¿A donde iremos?-.
-Creo que es hora de hacerle una visita a mi hermana Artemisa, hace tiempo no visito sus dominios...- la sonrisa de Perséfone no era buen augurio para Athena y sus Santos.
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(En Kuoh)
-¡HAHAHAHAHA! ¡Hahahaha! ¡Oh por Athena, me duele el estomago! ¡Hahaha...!-.
-¡Ya deja de reírte!-.
-¡Lo intento pero...! ¡Hahahaha!-.
¿Por que Seiya se reía a carcajadas y Kiki parecía querer que la tierra se lo trague? Fácil: cuando Seiya volvió de su encuentro con el Ángel Caído, donde bebieron un par de copas, se encontró con Kiki y Xenovia, donde el aura alrededor de ellos era bastante tensa e incomoda. Al preguntar que paso, Xenovia explico como Kiki y ella intentaron hace bebés, a pesar de los esfuerzos del Lemuriano para que ella se quedara callado, así que él dio su propia versión de los hechos.
Y eso dio como resultado que Seiya estallara en carcajadas tan fuertes que se oían afuera de la casa, además de un pequeño dolor de estomago y lagrimas en la comisura de los ojos por tanto reír.
¿Y como no hacerlo? Para Seiya, era cómico que un Santo Dorado haya sido casi violado a la inversa por una colegiala. Aun así, en el fondo estaba feliz que Kiki pudiera actuar y relacionarse como cualquier joven de su edad, él mejor que nadie entiende lo difícil que es actuar como un joven normal dentro del Santuario, por eso hacía muchos viajes a Tokio, donde podía ser como cualquier persona, aunque sin dejar sus responsabilidades. No solo él, sus amigos-hermanos también tenían vidas y hacían cosas fuera de la vida del Santuario: Shun era Doctor, Hyoga manejaba un bar en Rodorio y en Tokio, Shiryu se iba a los Cinco Picos a pasar tiempo con su familia, Mei disfrutaba de la lectura y ver las estrellas e Ikki... era Ikki.
Aunque claro, no esperaba que Kiki se relacionara de "esa forma" con los jóvenes, pero al menos no quitaba que no hicieron nada malo.
Pasaron algunos minutos más antes de que Seiya cesara de reír y pudiera volver a respirar calmadamente. Kiki estaba con una expresión de molestia total, pero no se le podía tomar muy en serio por el sonrojo de vergüenza que tenía, mientras que Xenovia estaba fresca como lechuga.
-Solo... por favor, no se lo digas a Athena o a los demás, te lo pido como compañero- pidió Kiki en un tono casi suplicante.
-De acuerdo, eso no saldrá de mi boca- aseguro Seiya, al menos podía hacerle ese favor luego de reírse tanto. -Pero en serio, Xenovia, ¿un hijo? Estoy seguro que hay más objetivos femeninos para ti, tener y criar un bebé no es tan fácil como parece-.
-¿En serio? ¿Tan difícil es tener uno?- Pregunto Xenovia, ladeando la cabeza.
Seiya asintió. -Yo acompañe a mi hermano el día que su esposa tuvo a luz a su hijo, es realmente doloroso para una mujer, además que se desquita con el hombre- recuerda claramente aquella vez. Nunca pensó que Shunrei sería capaz de decir semejantes palabras. -También esta la preparación, de si estas lista para encargarte de un bebé, que ocupa mucho tiempo y esfuerzo, además que necesitas más cosas como dinero, juguetes, un espacio para el bebé...-.
-Entiendo, esto es información muy valiosa- Xenovia escribía con un lápiz todo lo que Seiya decía sobre la mantención de un bebé en un cuaderno de quien sabe donde saco. Su percepción había cambiado con esto.
-¿Y como sabes todo eso?- Pregunto Kiki, queriendo cambiar un poco el tema. No pensó que Seiya sabría algo del tema de paternidad.
-¿Ya olvidaste cuando Saori compro todo lo necesario para el bebé y Shiryu nos hizo subir todas esas cosas a mi y a los demás hasta Libra? Allí nos dio una lección de las cosas que necesita un bebé. Ni la subida por las Doce Casas enfrentando a los Caballeros Dorados fue tan larga como esa vez-.
Cierto, ahora que Kiki hacía memoria, le dijeron algo como eso. Él no ayudo porque estaba en Jamir aquella vez, pero sin duda debió ser algo increíblemente extraño, ver que los Cinco Santos legendarios, Héroes de Guerras Santas, subieran cosas para bebé hasta Libra. Los soldados en el Santuario hablaron de eso por semanas.
Xenovia levanto la vista de su cuaderno al notar algo. -Seiya-Sensei, llamo a Athena por Saori, ¿no se supone que debe de llamarla por su nombre?-.
-Es que ese es su nombre- al ver la confusión de la peliazul, Seiya decidió explicarse, de todos modos la alianza ya estaba casi hecha. -A diferencia de otros Dioses, Athena reencarna cada cierto tiempo en humana para dirigir el Santuario y enfrentar al Dios Hades y proteger la Tierra. En esta Era, yo y mis amigos la conocimos como Saori Kido, la heredera de la Fundación Graad, y aunque sea Athena, para nosotros siempre será Saori-.
-Ya veo... debe de haber un fuerte lazo entre ustedes y su Diosa...- observo Xenovia impresionada.
-Así es. Aunque no siempre fue así, antes no la quería ver ni en cuadro- Seiya se río de ironía, como cambian las cosas con el paso de tiempo y con las interacciones.
-Pero, ¿por que Athena decide reencarnar en humana si es una Diosa? ¿Los Dioses no viven para siempre?-.
-Según se, en su primera vida, ella quería aprender a vivir como humana, sentir y experimentar lo mismo que ellos. No se como era la Athena del Mito, ya que no hay muchos datos sobre ella en los registros, pero personalmente me agrada la decisión que tomo, ya que así pude conocer a Saori y no sería quien soy ahora, tanto para bien como para mal-.
-Estoy de acuerdo- apoyo Kiki. -A pesar de los problemas, Athena siempre se ha caracterizado por ser una Diosa que entiende a los humanos, tal vez es debido a que reencarna puede entenderlos y tocarlos con su cosmos. Solo te puedo decir que estoy agradecido de servir a una Diosa como Athena-.
Xenovia observo el semblante de ambos varones. Era increíble la confianza que le profesan a su Diosa, pero a diferencia de ella y del Vaticano, que veían a Dios como una figura sagrada y arriba de todos, ellos ven a Athena como una Diosa igual a los humanos y que se acerca a ellos. Aunque ambos grupos le juran fidelidad y fe a su respectivo Dios, la manera en que lo hacen es totalmente diferente.
Tal vez si aquella vez... si en aquel momento hubiera conocido sobre el Santuario y los Caballeros, ella...
Agito la cabeza, alejando esos pensamientos ridículos. No tenía caso pensar en el "que hubiera sido si..." en estos momentos. Tampoco esta disconforme con su vida actual aunque ahora sea un Demonio: tiene buenos amigos, una madre que, aunque puede dar mucho miedo, la quiere y aunque no ha estado en contacto con ella recientemente, sabe que no la juzgara por lo que ahora es.
-¡Los Caballeros de Athena si que son asombrosos!- Declaro Xenovia.
-Por supuesto que si, somos lo mejor de la humanidad, claro que debemos ser grandiosos- dijo Seiya inflando el pecho.
-Que humilde- dijo Kiki negando la cabeza, pero con una sonrisa.
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(Con Shun)
En las profundidades de la Tierra, donde la fe perdía toda esperanza, en donde la justicia se torneaba en crueldad y el amor en desesperación, una luz dorada descendió del cielo hasta los pies del Yomotsu, donde aun ahora las almas seguían avanzando en pena sin otra salida más que caer al vacío.
Esa luz empezó a desaparecer de a poco, hasta volverse una figura cubierta de oro; Shun había llegado con éxito al Inframundo vistiendo la armadura de Virgo, su capa se ondeo por el viento cuando sus pies hicieron contacto con el suelo.
-Logre llegar sin que nadie me detectara, bien-.
El entrenamiento de Shun había sido diferente a los demás, tenía el cosmos de un Dorado, su entrenamiento solo elevo ese cosmos al igual que paso con el resto de sus hermanos. Lo diferente fue que él tuvo un entrenamiento más enfocado a lo espiritual, al dominio del alma y de sus 8 sentidos, así como adentrarse un poco a las Doctrinas de Virgo, aunque no totalmente, por eso no tiene uno de sus cinco primarios sentidos sellados como Shaka que se sellaba de la vista o Shijima del habla.
Pero gracias a ese entrenamiento, de los cinco, él es el que domina mejor su Octavo Sentido, también gracias a que fue elegido desde bebé a ser el huésped del alma de Hades. Eso lo volvió el único hombre en el Santuario aparte de Cáncer de poder entrar y salir libremente del Inframundo a voluntad.
Vio más adelante una construcción, que por la forma que se veía de frente, debería empezar por ahí. Avanzo lentamente ocultando su cosmos y cuando estuvo a punto de llegar, observo a un trio de Espectros que hablaban distraídamente entre ellos, Shun se oculto en un montículo, había venido a rescatar a Mei, no iniciar una pelea que alertaría a Perséfone y a los Jueces del Inframundo.
-No se que piensa la Señora Perséfone con esto- menciono uno con voz profunda y un dejo de burla.
-Uno- conto mentalmente Shun, contando los Espectros que se hayan detrás de la colina.
-La señora no necesita a esos débiles Demonios, hasta un esqueleto podría vencer al más fuerte de ellos-.
-Dos... espera, ¿dijo Demonios?- Contó y pensó sorprendido Shun por lo que oyó. ¿Se referirá a los mismos Demonios que Seiya y Kiki estaban tratando en Japón? Después pensaría eso, ahora no era momento.
-La forma de actuar de la Señora Perséfone y el Señor Hades son muy diferentes. Personalmente, prefiero a la señora Perséfone a Pandora, que bueno que esa perra termino muriendo-.
-Tres-.
Shun decidió que interrogar a estos Espectros era la mejor manera de saber donde encontrar a Mei. Se levanto de montículo, asustando a los Espectros que dieron un brinco y retrocedieron unos pasos.
-¡Un Caballero Dorado!-.
Shun reconoció al trio de Espectros como aquellos que fueron asesinados por Saga, Shura y Camus en las Doce Casas y les robaron sus Sapuris para mezclarse con los Espectros que avanzaban en aquel entonces.
-Yo no quiero pelear contra ustedes, solo quiero saber donde se ubica el Caballero Dorado de Cáncer, díganmelo y los dejare en paz- solicito Shun en tono calmado, intentando razonar con los Espectros.
Pero ellos parece que no, ya que los tres elevaron sus cosmos y el aura violácea los rodeo. Shun suspiro en resignación.
-¿Por que te diríamos algo como eso?- Repuso Mills de Elfo, aquel que Camus asesino con su aire frio.
-Nuestro señor Radamantys nos mataría si hiciéramos algo así- terció Cube de Dullahan, aquel que Saga destrozo.
-En todo caso, somos 3 Espectros del mejor escuadrón del Inframundo y tu estas solo- señalo con arrogancia Ox de Gorgona, quien Shura mato con un corte de su Excalibur.
Los tres se pusieron en posición de combate y amenazadoras delante de Shun. El peliverde solo miro lastimosamente a los tres Espectros. Aun con el paso de tiempo y volverse un Dorado, Shun seguía detestando los combates y herir a otros, pero había aprendido a ser más indulgente, a ser más un guerrero... había aprendido que, aunque no le gusta pelear, tiene que hacerlo y acabar con sus enemigos para que ningún inocente tenga que cargar con el peso que los Santos tienen y para que nadie pierda a un ser querido.
-Realmente no quería pelear, pero si están dispuestos ha hacerlo de todos modos- Shun elevo un poco su cosmos, no lo suficiente para que se haga notar en el Inframundo, el aura dorada rodeo su cuerpo. -Vengan y ataquen-.
Los tres Espectros enmascarados fueron hacía adelante con un grito de batalla; pero antes de que alguno pudiera darse cuenta, los tres fueron golpeados y mandados a volar hasta estrellarse de cara con el suelo.
-Pe... Pero que...- Cube levanto la mirada, su mascara había sido rota por todo el lado derecho de su rostro. Sentía que todos los huesos de su cuerpo había sido rotos con ese golpe.
Adelante, vio que su enemigo no se había movido de su lugar, además de eso, por su lado habían cadenas doradas hechas de cosmos que fue lo que golpeo a los tres y mato de inmediato a sus compañeros y a él lo dejo a punto de unírseles.
-¿Donde esta la prisión?- Pregunto Shun una última vez, desapareciendo sus cadenas de oro.
La amenaza detrás de la voz del Santo produjo un escalofrió por todo el cuerpo de Cube. No creía que un hombre tan hermoso como este pudiera hablar con tanta fuerza y amenaza... era casi como estar delante de su Señor Hades.
-Jamás lo sabrás, en estos momentos, el resto de los Jueces debió sentir tu cosmos y no tardarán en venir... un Santo menos en las filas de Athena es un buen premio- amenazo Cube con una sonrisa triunfal.
-Ya veo... gracias por tu ayuda-.
-¿Qué...?- El Espectro comenzó a toser sangre, señal que estaba a punto de morir. Miro hacía un punto indefinido detrás de unas colinas, por lo que Shun miro hacía la misma dirección.
Había dicho eso para que el Espectro mirara en la dirección en donde estaría encerrado Mei instintivamente para así averiguar la dirección y por suerte funciono. Se agacho y con sus habilidades, le quito el sentido del tacto al Espectro que daba sus último suspiros, al menos moriría sin sentir más dolor.
-Tengo que darme prisa- sentía como los cosmos de tres Jueces se movían, a pesar de haber elevado poco su cosmos, fue suficiente para que ellos lo notaran.
No tardo mucho en llegar a detrás de aquellas colinas, pero se detuvo de golpe al no notar ninguna construcción que diera la imagen de una prisión. Analizo un segundo el entorno y noto un boquete demasiado grande para ser solo un agujero. Al no ver otra entrada, entro al interior del boquete.
Asegurándose que nadie lo seguía, recorrió la cueva, notando a lo lejos la luz de algunas antorchas, agudizando sus oídos y sentir para cualquier ataque sorpresa. Busco el cosmos de Mei, pero no sintió nada, tal vez ni siquiera estuviera ahí.
Llegó a un pasillo separador y doblo a la derecha, donde el camino estaba siendo iluminado por filas de antorchas colgadas arriba en las paredes, aunque le daba una imagen algo espeluznante a aquella prisión primaria del Yomotsu. Avanzo en silencio hasta llegar a una puerta de roble, que al abrirla, vio una gran sala llena de celdas. A medida que Shun avanzaba, viendo dentro de cada celda, donde algunas tenían instrumentos de tortura y hasta huesos de personas que colgaban de grilletes pegados a la pared. A medida que avanzaba, las celdas que veía tenían cada vez más un aspecto más "humano" para este lugar.
Vio al fondo una escalera que conducía a un piso superior y al subir en ella, vio celdas que se ven más parecidas a las habitaciones. Un ruido en la celda que estaba más pegada a la pared lo hizo ver de golpe a...
-¿Shun? ¿Qué haces aquí?- Exclamo Mei sorprendido de ver al peliverde en este lugar. Se había incorporado de la cama al sentir unos pasos; pero no se espero ver a uno de sus medios hermanos.
-Mei, me alegra de verte sano y a salvo- sonrió Shun, no viendo ninguna herida de gravedad en el peliazul teñido. -Apártate, te sacare de aquí-.
Mei retrocedió hasta pegar su espalda a una pared, viendo a Shun crear cadenas doradas de cosmos y golpearlas contra los barrotes destruyéndolos de inmediato y sintiendo como volvía a sentir de nuevo su cosmos y el de Virgo.
-Y yo que me empezaba a encariñar con este lugar- bromeo sarcásticamente Mei, elevando su cosmos para que Cáncer lo vistiera.
-¡Qué no escapen!- Escucharon un fuerte grito, acompañado de un gran cosmos que sintieron muy furioso.
-Es Triptolemos- Mei reconoció la voz y el cosmos de quien lo había atacado. -Salgamos y usare las Ondas Infernales para salir cuando estemos lo suficientemente lejos-.
-De acuerdo- Shun asintió.
Una de las paredes del segundo piso de aquella prisión fue destruida en pedazos, y los dos Santos Dorados saltaron de ella, aterrizando con facilidad al suelo. Ambos empezaron a correr, viendo la colina de Yomotsu a lo lejos.
-¡No irán a ningún lado!- Triptolemos voló encima de ellos y aterrizo delante suyo, interfiriendo en su camino. -¡Infierno de Apolo!-.
-¡Defensa Rodante!-.
Triptolemos lanzo su poderosa llamarada, pero Shun creo sus cadenas doradas de cosmos que giraron de modo circular alrededor suyo y de Mei. Virgo apretó los dientes ante el poderoso cosmos que intentaba detener, pero se mantenía firme hasta que el ataque de Triptolemos paro, oportunidad que Mei aprovecho.
-¡Llamas Infernales!- Mei conjuro el fuego fatuo entre sus manos y lo lanzo como una bola de fuego contra Triptolemos, golpeando el pecho del Cuarto Juez que logro hacerlo retroceder. -¡Larguémonos de aquí!- Señalo a un vacío de altura y Shun asintió.
Los dos corrieron y saltaron al vacío, en el justo momento en que Mei uso las Ondas Infernales que los rodearon, llevándolos de vuelta al Santuario.
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N/A: Hasta aquí el capitulo.
Fue principalmente sobre como Mei sobrevivió la pelea con Tifón, así que le hice algunos cambios obvios a la novela para hacerlo vivir y ya. También se vio el rescate de Shun y que este no esta totalmente entrenado en las Doctrinas de Virgo, por lo que no tiene algún sentido sellado a diferencia de sus predecesores.
Si Shun se viera en la necesidad de sellar alguno de sus sentidos, ¿ustedes cual creen que sellaría, según su personalidad? Déjenlo en los comentarios.
También algunos esperaban que luchara más, pero la misión era de rescate, no de pelea, ya vendrán peleas de Shun.
Perséfone va yendo a ver a Artemisa, ¿qué quera con la Diosa de la Luna, que esta en una relación tensa con Athena? Además que con esto confirmo que los Espectros tendrán participación en la cumbre.
Sin nada más que decir me despido. Visiten y comenten el resto de mis historias por favor. CHAO.
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