Capítulo 4
Marinette despertó con dolor. Dolor punzante en la espalda que casi le impidió respirar.
Puntos negros inundaron su visión. ¿Qué está pasando?
Trató de moverse y su visión se tornó blanca, mientras que la chica intentaba respirar. Sintió como las lágrimas calientes corrían por sus mejillas mientras trataba de controlar su respiración.
Manteniéndose quieta, poco a poco la agonía se retrajo a un dolor sordo, y Marinette pudo concentrarse lo suficiente para abrir los ojos.
Luz inundó sus ojos dejándola ciega unos momentos. ¡Demonios! Parpadeó un par de veces... si, finalmente! podía ver algo.
Después de unos minutos de parpadear furiosamente las siluetas comenzaron a hacerse visibles, y dentro de poco pudo tener una visión completa del lugar en el que se encontraba.
Era... una casa sorprendentemente normal. Paredes de madera, techo de paja, un par de muebles y una ventana.
La muchacha suspiró, ignorando el dolor punzante en su espalda.
Todo tenía sentido ahora. imaginaba que después de lo que fuera que hubiera pasado en el bosque la habían regresado al pueblo y se encontraban a la espera de que se curara.
El solo pensar en sus padres o en los leñadores la hizo querer esconderse bajo la sábana.
¿Cómo pudo haber sido tan estúpida? Pensando que podría salir al bosque sin consecuencias. Pensar que nada había cambiado y que todo seguiría igual. Había sido una tonta. Salir por su padre no había sido un acto de heroísmo o de valentía de su parte, sino uno egoísta y presuntuoso; y por su culpa había puesto en riesgo a los leñadores y a sí misma.
Su padres probablemente estarían preocupadísimos por ella. ¿Cómo no había pensado en las consecuencias?
Eso es claro, si su padre seguía bien, si lo habían podido tratar... si sus acciones no habían resultado en el daño de alguien más.
Marinette cerró sus ojos, su garganta cerrándose con la amenaza de soltarse a llorar, pero el ardor en su espalda la retuvo.
Esto era un castigo divino, era lo que se merecía por pensar que era especial.
La chica pasó unos buenos momentos intentando tragar los sollozos, pero no hizo nada para detener las lágrimas. Estaba sola después de todo. No había nadie para juzgarla.
Después de unos minutos, las lágrimas se secaron y nadie vino a consolarla. Estaba bien, no necesitaba a nadie, al menos no por ahora. pero mientras esperaba a que alguien llegara a casa, comenzó a observar la casucha con un poco más de atención.
Era extraño, que estuviera en un lugar sin ningún tipo de compañía. Y en una casa tan... peculiar.
Cuando había despertado había pensado que estaba en casa de la Vieja Sae: la curandera del pueblo. Era vieja desde que sus padres eran niños y probablemente seguiría siéndolo para el punto en que ella tuviera nietos propios. Recordaba más de una visita de niña a su casa en busca de la cura para la gripe estacional o para curar alguna de sus múltiples heridas causadas por su torpeza.
Pero este lugar... no se parecía en nada a la casa de la Vieja Sae.
Donde la Vieja Sae tenía colgadas centenas de plantas medicinales en cada rincón de su techo, ésta casa carecía de cualquier decoración en las paredes. De hecho, la falta de plantas realmente hacía un impacto en la iluminación de la casucha.
Y mientras que a Sae nunca le había importado mucho la limpieza de su casa con la notable excepción de su mesa para suturas, esta casa estaba limpia; exageradamente limpia. La luz entraba completamente, iluminando la habitación en todos sus rincones.
Pero si no estaba en casa de la Vieja Sae, y no la habían llevado a su casa, en dónde demonios estaba?
Marinette parpadeó confundida mientras trataba de entender.
había estado en el bosque, estaba con Félix y los leñadores. había sido atacada por un oso y había perdido la conciencia. Ahora estaba en una casa.
Sin lugar a dudas, alguno de los leñadores la habría cargado y llevado de regreso al pueblo, no la habrían dejado en medio del bosque. Y haciendo una rápida evaluación de su cuerpo, estaba claro que alguien la había curado, o al menos vendado sus heridas.
Tal vez se encontraba demasiado mal como para llevarla hasta casa de la Vieja Sae y simplemente la habían llevado a la primera casa a curarla... pero eso sigue sin tener sentido... si esto era una emergencia médica lo mejor sería llevarla hasta el lugar en el que realmente tuvieran las cosas necesarias para curarla...
Pero si sus heridas no eran lo suficientemente graves para llevarla con la curandera, por qué no la habían llevado hasta su casa? ¿Por qué la llevaron a una casa random en el pueblo?
Mientras más lo pensaba, menos sentido tenía. ¿Por qué no había nadie que la estuviera acompañando? Seguramente ya les habían avisado a sus padres sobre lo que había pasado... ¿por qué no estaban acompañándola?
Imágenes de su padre cubierto de sangre y recostado contra un árbol asaltaron su mente.
Claro. Su padre también estaba herido.
Marinette quiso golpearse a sí misma por haberlo olvidado. Él también estaba lastimado. Su madre probablemente estaba con él.
¿Pero y Alya? ¿Y Nino? ¿Por qué nadie estaba con ella?
Pensó que al menos Félix podría estar cuidándola. Rápidamente desechó el pensamiento de su mente, recordando lo sucedido en la noche anterior. No quería ni pensar en eso y en éste preciso momento tenía demasiadas cosas en la cabeza como para procesar lo ocurrido.
Mientras la chica pensaba en ello, un estruendo por la ventana distrajo su atención, cuando una brisa de aire sacudió los árboles y cientos de pájaros comenzaron a gritar, todos en tonos diferentes y sin descanso alguno. Sus gritos aumentaron en volumen y la brisa igual, despertando a todo animal cercano. Marinette pensaba que le gustaban los cantos de los animales, pero ésto era una locura. Gritos sobre gritos sobre gritos. La presión en su cabeza aumentando como si fuera a explotar. Chillidos sin parar por encima de ella, a sus lados a todas partes. La chica cerró sus ojos fuertemente, aferrándose a las sábanas con manos temblorosas.
Cuando la ráfaga de viento terminó, poco a poco los gritos fueron disminuyendo, hasta solo dejar un murmullo a su paso. Le tomó un par de respiraciones para que el dolor en su cabeza bajara un poco y la dejara pensar otra vez.
¿Qué había sido eso? Jamás en toda su vida había escuchado algo similar a eso.
Poco a poco abrió los ojos y se fijó en la ventana, esperando observar el cielo azul, pero para su sorpresa, un imponente árbol se extendía frente a ella, con sus ramas extendidas y sus hojas cubriendo todo el firmamento.
Eso... eso no estaba bien.
No había ningún árbol tan grande en el pueblo.
Marinette volvió a mirar por la ventana.
En el pueblo jamás se escuchaba el viento de esa forma, ni los pájaros. No habían árboles de ese tamaño y mucho menos los había cercando. Los campos rodeaban el pueblo en todas direcciones.
La chica comenzó a hiperventilar.
No, esto no podía ser posible. Simplemente no podía ser posible.
pero todo tenía sentido. Por qué no estaba en su casa en o en la de la Vieja Sae. Por qué sus padres no estaban con ella, o ninguna otra persona que ella conociera.
No estaban porque ella no se encontraba en el pueblo...
Marinette nunca había salido del bosque.
Fue en ese momento exacto en el que completamente perdió el control sobre sí misma. Estaba en el bosque. Nunca había salido. Seguía atorada en el. No podía, no podía... no iba a salir nunca.
La briza cruzó por los árboles una segunda vez.
Oh Dios estaba rodeada de árboles. No había escapatoria. Estaba lastimada en casa de un extraño en medio del bosque y no había forma de escapar... no podía respirar. Oh no podía respirar y sus padres iban a estar tan preocupados y su papá iba a despertar y ella no estaría ahí y ella no podía respirar...
Las lágrimas comenzaron a caer por su mejillas mientras que hiperventilaba. No tenía suficiente aire ni siquiera para poder sollozar.
De un rincón oscuro de la casa un pequeño gato negro salió y se sentó frente a su cama, inclinando la cabeza. Y fue tan... bizarro que Marinette no pudo evitar detenerse a contemplarlo por un momento.
No fue suficiente para sacarla de su pánico, sin embargo. Voltear a la ventana detrás de él la hizo comenzar a hiperventilar otra vez.
Pero antes de que pudiera caer en otro ataque, el delgado animal saltó a la cama a la altura de sus pies. Por un momento Marinette temió que el gato se parara sobre ella o intentara subirse a su espalda, pero el animal se limitó a caminar hasta su cabeza y dejarse caer en frente de ella.
El gato se enroscó juntó a su almohada y comenzó a ronronear fuertemente.
Y Marinette estaba... confundida. Muy confundida.
Con toda la dificultad del mundo, subió su mano hasta hundirla en el pelaje del felino.
Su pelo era sedoso y suave, y el animal se volteó para permitir que la chica alcanzara su estómago. Marinette no dudó en complacerlo.
Poco a poco, su respiración se fue tranquilizando. Dejó de hiperventilar y los pensamientos de pánico la fueron lentamente abandonando, dejándola en calma acariciando al gato.
Bueno, esta situación no era del todo mala; se razonó a sí misma. A pesar de aún encontrarse en el bosque, era claro que alguien la había encontrado y la había llevado a su casa.
Por qué alguien querría vivir en medio del bosque era una maravillosa pregunta.
Pero independientemente de las tendencias suicidas del propietario de la casa, la intención había sido claramente una de ayuda. La había encontrado, cargado hasta su casa, curado sus heridas; una persona así no podía tener malas intenciones.
Mientras pensaba en esto, el gato se puso en pie y se bajó de la cama, claramente contento con su trabajo al calmarla.
Marinette le dedicó una sonrisa. Nunca había visto a un animal comportarse de esa forma tan gentil.
"Gra... gracias." le dijo con voz ronca, y una sonrisa en el rostro. Y seguramente estaba medio alucinando, pero juró que en ese momento el gato asintió con la cabeza.
En ese momento, fuera de la casa, un sonido la distrajo. Eran... pasos. Pasos ligeros y rápidos, pero claramente los pasos de una persona. Y se dirigían hacia la casa. Debían de ser los pasos del dueño de la casa, y de la persona que la había salvado.
El gato negro corrió hacia la puerta, ansioso de ver a su dueño. Marinette se volteó un poco para poder ver al dueño de la casa, y a quien la había salvado.
La manilla de la puerta rodó lentamente, y la puerta se abrió.
Y fue exactamente en ese momento que Marinette sintió que su sangre se convertía en hielo.
Una figura alta y oscura entró a la casa. Esa cosa... no era una persona. Claro que parecía una persona a primera vista, con el cabello rubio y todo. Pero un olor fétido la acompañaba, chorreando gotas de algo al suelo. Había un brillo verde en el lugar en el que deberían estar sus ojos. Sus manos se tornaban negras a la altura de sus muñecas y terminaban en garras puntiagudas. Y por encima de la capucha que llevaba, unas orejas felinas.
Marinette sabía exactamente enfrente de quien estaba. Dejó de respirar completamente.
No había logrado escapar de los monstruos del bosque tampoco.
Estaba en el hogar de Chat Noir.
Espero que les haya gustado!!! Comenten lo que les pareció
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