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Capítulo 3

Aviso de contenido: en éste capítulo hay una instancia de casi abuso sexual. Si este es un tema que les incomode o los pueda lastimar por favor no lo lean.


"Esto es una locura. Es una locura completamente." Se repetía la muchachas mientras corría por las desoladas calles del pueblo.

El brillo de la luna llena iluminaba suavemente las calles, pero en ellas no había ni un alma. Y por buena razón. Nadie debería de estar afuera a estas horas de la noche.

Marinette corrió por las calles, silenciosa como un ratón. A pesar de que su corazón latía con todas sus fuerzas en su pecho, sabía que era demasiado tarde como para echarse atrás ahora. Sabía que nunca se lo perdonaría.

Las losetas de piedra poco a poco fueron dando paso a tierra y pronto se encontró frente a los campos de cultivo que rodeaban el pueblo. la chica sonrió con amargura. Cuando era chica, el encantaba entrar a los campos y esconderse de sus papás en las altas espigas doradas. El recuerdo fue lo suficiente como para impulsarla a cruzar el campo. La chica se remangó el vestido y comenzó a caminar entre las espigas.

La espalda le dolía por andar agachada, pero era un malestar necesario. Pequeños brillos de las antorchas merodeaban los perímetros de la ciudad, revelando la ubicación de los guardias con turno nocturno. No eran muy observadores, pero dispararían sin dudar a cualquier movimiento en los campos. Esa era su principal función.

Finalmente, y después de más tiempo de lo que ella hubiera preferido, la cristalina agua del río comenzó a mojarle los zapatos. El río rodeaba el pueblo y era la última frontera entre el bosque y la zona civilizada. Este era el último momento para echarse atrás.

Con sus zapatos mojados y mirando la impenetrable oscuridad, Marinette comenzó a dudar.

Esto realmente era una locura. Era exageradamente peligroso. En la seguridad de su casa parecía un plan funcional, pero ahora mirando la enormidad del bosque y escuchando todos aquellos sonidos extraños, comenzó a dudar realmente si lo podría lograr.

¿Lograría sobrevivir a lo desconocido? ¿Si quiera encontraría rastro de su padre y del resto de los hombres? ¿Lograría hacer algo aparte de terminar con su vida de alguna manera desastrosa, y lastimar a su madre de por vida?

Pero justo cuando contempló darse la vuelta y regresarse, una brisa acarició su cuello y el canto de un ave la despertó.

Ya había llegado tan lejos. Hace años había conocido los bosques como la palma de su mano. Félix y su guardia no harían nada y gastarían tiempo buscando a los hombres.

Marinette era lo suficientemente valiente como para entrar al bosque.

Y así la chica reunió coraje y cruzó el río.

El agua calaba sus huesos, y la falda del vestido terminó completamente empapada, pero cuando terminó de cruzar el río, se sentía más despierta, más viva.

La muchacha no miró atrás. suprimió cualquier duda o temor que pudiera tener y se internó en el bosque.

La poca luz que iluminaba los campos y el suelo prácticamente había desaparecido bajo el follaje de los árboles. Sonidos extraños desde cada rincón retumbaban en el bosque, ocultando sus pasos. Por alguna razón, la altura de los árboles resultaba aún más imponente de cerca de lo que era desde el pueblo.

Con cada paso que daba, los temores de la chica aumentaban; pero por alguna razón extraña, había una parte de ella que sentía que el bosque era... pacífico. Tranquilo.

Una brisa silenciosa atravesaba los árboles como un espíritu secreto deambulando, hojas de mil tonos diferentes bajo sus pies decoraban el suelo. Una lechuza ululó por sobre su cabeza y las luces de pequeñas luciérnagas iluminaban el camino familiar que había recorrido hace tanto años.

Mientras caminaba por caminos que alguna vez conoció su confianza aumentaba, y recordaba todas aquellas horas de mágicas caminatas.

Casi se sentía como si tuviera 10 años y fuera una niña pequeña cantando en el bosque otra vez. Como si nada pudiera hacerle daño.

Unos pasos en las hojas secas retumbaron detrás de ella.

Marinette se dio la vuelta tan rápido como pudo, sacando su daga de su cinturón con manos temblorosas.

Una figura silenciosa se movía detrás de ella, y avanzaba lentamente.

La chica se regañó a sí misma por desconcentrarse. ¿Cuál era su problema? ¡Estaba en medio del bosque!

La figura avanzó lentamente hacia ella, un paso tras otro. Tranquilo. Sin prisa. Pero cada paso más intimidante que el otro. Marinette aferró su daga con todas sus fuerzas y dobló las rodillas preparándose para el ataque.

La figura entró en el claro, con pasos seguros y la luz iluminó su rostro, y su cabellera rubia.

"¿Félix?"

"Preciosa."

Marinette retrocedió espantada.

"¿Qué... qué estás haciendo aquí?"

El rubio le sonrió, comenzando a rodearla.

"Creo que esa es una pregunta que deberías de contestar tú, Marinette."

La chica retrocedió un par de pasos. ¿Cómo la había seguido?

"¿Cuánto tiempo llevas en el bosque? ¿Y cómo supiste que yo estaba aquí?"

"Llevo siguiéndote por un muy buen rato," el chico se encogió de hombros. "Sabía que saldrías al bosque; no eres tan silenciosa como crees que eres."

Marinette sintió sus mejillas ruborizándose ante la idea de ser descubierta. Y ella que pensaba que había sido cuidadosa. ¿Cómo pudo haber pensado que lo lograría?

"Y en cuanto a cómo te encontré... bueno. Se podría decir que tengo... buena suerte."

Bajo la mirada, sabiendo que a pesar de sus intentos. La regresarían al pueblo a ser el hazmerreir de todos en cuanto amaneciera.

"Supongo que ahora tú y tus hombres me regresarán al pueblo."

Feliz soltó una carcajada.

"Oh, no. No vino nadie." Le sonrió con ojos oscuros "Solo soy yo."

Marinette levantó la mirada. "¿Qué?"

El muchacho se veía las uñas y sonría con un aire de victoria. "Sabía que no podría detenerte. Así que he venido a acompañarte."

Eso era... desconcertante. "¿... por qué?"

"Bueno, no podría dejarte salir sola. Te devorarían los lobos." Un toque de malicia apareció en sus ojos, pero rápidamente se disolvió. "Así que dime Marinette, ¿hacia dónde vamos?"

La chica apretó los puños frustrada. Para ser completamente sincera preferiría la compañía de un puma a la de Félix, con sus miradas lascivas y comentarios hirientes: Pero... si era completamente honesta, quizás la compañía del chico podría ser de utilidad en caso de peligro.

Por mucho que odiara admitirlo, permanecer con Félix era lo más seguro.

Refunfuñando, Marinette comenzó a caminar. "Nos movemos hacia el Éste."

No volteó hacia atrás, pero sabía que la seguía.

Los siguientes minutos se sintieron como horas, toda la magia del bosque había desaparecido. Ahora solo quedaba la cálida sensación del chico caminando detrás de ella. Respirando. Acercándose.

En algún momento se giró para asegurarse que seguía detrás de ella. y la mirada que le dirigió fue suficiente para que se sintiera desnuda.

Pronto los encontrarían. O llegarían más guardias. Solo tenía que esperar unos momentos y...

¡CRACK!

Un sonido la sacó de sus pensamientos. ¿Qué fue eso? No había sido causado por un animal... había sido algo más.

Una mano en su cintura la sobresaltó. En lo que Marinette había tratado escuchar mejor aquel sonido extraño, Félix se había acercado hacia ella hasta casi tocarla.

"¿Félix? ¿Qué estás haciendo?"

El chico no la soltó, sino que se acercó aún más a ella al punto que sentía su respiración caliente en el cuello.

"Vamos Marinette. No hay que hacer mucho ruido," dijo posando sus labios sobre su piel. "Se acercarán los monstruos."

La chica se sacudió fuertemente, tratando de zafarse, pero el rubio tenía un agarre imperdonable.

"¡Félix suéltame!"

Marinette sintió miedo. A la mierda con la protección que le pudiera dar de otros monstruos.

"¡HE DICHO QUE ME DEJES EN PAZ!"

El eco de su grito se extendió por todo el bosque, tal que las manos del rubio la soltaron; pero Marinette se quedó helada del horror. ¿Qué había hecho? Había delatado su posición entera a todos los animales y monstruos del bosque. Oh no, esto era malo, muy muy malo...

"¿Hola? ¿Hay alguien ahí?"

Una voz masculina retumbó por el bosque. Una voz masculina que definitivamente no era de Félix.

Una pequeña llama de esperanza se encendió en ella en medio del miedo y el asco de los últimos minutos. Marinette se echó a correr hacia la voz. Su corazón latía en su pecho, corriendo más rápido de lo que jamás lo había hecho.

Llegó a un pequeño claro, mirando ansiosamente hacia todos lados. ¿Dónde estaban? ¿Dónde estaban?

"¡Aquí arriba!"

Marinette miró hacia arriba y soltó una risa de alivio.

Arriba de un árbol grueso, a unos 3 metros sobre el suelo, estaban los integrantes de la asociación de leñadores. Los 10. Estaban sucios y algunos magullados, pero la mayoría estaba bien.

La chica buscó ansiosa a su padre entre las ramas, pero su sonrisa desapareció cuando lo vió. Estaba recargado contra el tronco y amarrado a una rama. Sangre caía por su cara desde su cabeza.

"¿Qué pasó?"

Pero los trabajadores rápidamente movieron los brazos e intentaron silenciarla, susurrando furiosamente.

"¡SHHHHH!"

"¡Vas a hacer que regrese!"

"¡Guarda silencio!"

La chica miró a sus lados ansiosamente.

"¿Que fue lo que...?"

Un gruñido sordo retumbó al otro lado del claro, extendiéndose entre los árboles. Los leñadores empalidecieron e incluso uno de ellos comenzó a temblar.

"Es demasiado tarde."

Marinette se volteó rápidamente, sujetando su daga y viendo a Félix por el rabillo del ojo mientras desenvainaba su espada.

Pero pronto, se dio cuenta de que no servirían de mucho.

Al otro lado del claro, una figura oscura avanzaba con fuertes pasos en el suelo. Pelaje oscuro y lleno de cicatrices, garras afiladas y un olor nauseabundo a carne podrida saliendo de sus fauces. El animal posó sus ojos directamente sobre ella.

"¡CORRE!"

No hubo tiempo de pensar, o de sentir nada. El gran oso negro se alzó sobre sus patas y trás un horrible gruñido se lanzó corriendo hacia ella.

Corre. ¡Corre! No hay tiempo. El animal brincó sobre ella. ¡Agáchate! ¡Retrocede!

A lo lejos escuchó como los leñadores gritaban cosas, pero su cabeza retumbaba. Una parte lejana pensó que por eso los leñadores se habían subido al árbol...

El animal volvió a correr hacia ella. Por el rabillo del ojo vio a Félix lanzándose con su espada hacia el animal, pero Marinette estaba demasiado ocupada corriendo.

Dio la vuelta y se ocultó detrás de un árbol, tomándose unos momentos para respirar y calmarse. A su lado, los leñadores lanzaban ramas y piñas contra el oso, tratando de distraerlo.

La chica dio unos pasos hacia atrás. Quizás si se movía silenciosamente fuera del claro...

"¡CRACK!"

¡Demasiado tarde! Corrió tan rápido como pudo pero entonces un dolor agudo le atravesó la espalda. Gritó con todas sus fuerzas pero siguió corriendo, ignorando la sustancia viscosa que poco a poco se deslizaba por su espalda.

Su pie tropezó con una raíz en una zona empinada y Marinette cayó hacia el suelo, rodando y golpeándose por el bosque. Lo que parecieron cientos de piedras y ramas se encajaron en su espalda.

Cuando finalmente terminó de rodar colina abajo, casi no podía respirar. Su espalda estaba en agonía. la chica lloraba y sollozaba, pero cada respiración se sentía como cuchillos en su espalda.

Pero a medida de que el dolor fue disminuyendo, se dio cuenta de que estaba completamente sola. No se escuchaba ningún otro ruido, mas que la brisa matutina.

Una pequeña sonrisa se dibujó en su rostro. Al menos había logrado alejar al oso del claro. Al menos su familia estaría bien.

Estaba cansada. Debería dormir un rato. No mucho, solo... solo unos minutos.

La brisa corría por el bosque. El cielo era azul.

Una figura oscura se paró frente a ella y al alzar los ojos vio un destello verde.

Marinette perdió el conocimiento.

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