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30. UNO MISMO.


¿Como se enteró Angie sobre esa noche?, ¿Donde está el puñetero papel de mi padre que perdí?,
¿Habrá alguna razón por la cual deba terminar con todo y alegarme a cualquier otro lugar del mundo?

Pienso. Pienso mucho. En todo, tal vez.
Brent no me ha dirigido la palabra esta mañana, pensé que sería por la resaca, pero ni siquiera Peter lo ha hecho. Seguro se han enterado de la pelea en el baño en la madrugada. Y no los culpo.

—Dame otra efervescente, necesito vomitar.
—James se soba por fuera del pecho. Trae unos lentes oscuros de sol, una playera blanca y las manos le tiemblan como señor con Párkinson.

—Les haría mi remedio, pero no sé lo tomarán.

—No, la verdad no.
Brent niega a la recomendación de Peter, bebiéndose una cerveza de la nevera. Mientras, pasa por mi lado sin siquiera verme—Máximo ha dicho que hoy harán la cena de ensayo. Y esas cosas. ¿Irán ustedes?

—Puta madre, no. No puedo con mi alma—James me señala—Pero sin duda, tú tienes que asistir.

No debería, pero me ofendo.
—¿Y yo porque? Si no quiero ir, no lo hago.

—¿Que no te das cuenta?, tu eres la dama de honor, imbecil—Brent se carcajea a boca abierta logrando que los demás hagan lo mismo.

—No, no es cierto.

James asiente—Oh si, claro que si. El padrino de honor no existe. Ni siquiera conocemos a este tipo que nos tiene en una cabaña costosa—se pone de pie junto con un vaso de burbujas—Es hora de vomitar.

Sale al patio como si fueran las frescas tres de la tarde. El frío de afuera está del cárajo, y dentro junto con la calefacción no se siente tan mal como poner la mano sobre la mesa o el trasero sobre el sillón de cuero frío, o más bien congelado.

—Debes hacer un discurso—Peter llega, robándose mi atención—Ya sabes, palabras bonitas para la novia, anécdotas culeras para el novio.

Me mofo—No, no haré eso.

—Oh, vamos campeón. Deberías—Brent se mete.
Se deja caer de lleno en el sofá mientras finge qué hay un espectacular frente a él, señalándolo.
—Imagina; "Les deseo la mayor felicidad del mundo, posdata, Máximo; en un pasado me cogí a la que será tu futura esposa, salud"

—Spoiler, sale mal—James entra burlándose igual.

Volteo los ojos disgustado. No negaré que es extraño el hecho de que Julie me haya obligado a venir hasta aquí, siendo que es claro que tenemos una historia complicada. Pero quiero confiar en que Máximo ya lo sabe y no tendré la menor de las dificultades en largarme a media boda y mandar todo a la mierda.

Durante la mayor parte del día, los chicos duermen y se quejan. Yo, por mi parte hago lo mismo pero mientras lo hago, aprovecho para llamar a Sebastián para saber si ha tenido alguna noticia sobre algo del negocio de papá, especialmente d ella pápeles pero no queiro decírselo. Si sabe los he perdido, no imagino como se pondrá.
Es muy extraño es que no aparecen por ningún jodido lado, eso me pone ansioso y estresado en una ciudad que no es la mía y donde solo quiero escapar.

Emma sigue pensando en que la idea de venir es buena, y hasta yo lo pensaba de no ser por Angie pisándome los talones. Y no, no digo que sea molesto, únicamente que esté aquí como amiga de Julie se me hace demasiada coincidencia. Sebastián ha comentado esta mañana cuando le llamé, en que papá piensa que he venido a reconciliarme con Angie. Si supiera que vine a la boda de mi ex estaría más que decepcionado de lo que seguro ya está.

—Oye, el ensayo es a las ocho, ¿que sigues haciendo aquí?—Peter llega modorro, a la esquina de las escaleras de la puerta, sentándose junto conmigo.
—Tienes que ir.

—Ya lo sé. Pero no quiero—me giro a verle—Esto no se siente bien Peter.

—¿Estar aquí?

—Angie—dijo. Mis palabras salen con fluidez, como si decir su nombre me refrescara—¿Que está haciendo ella aquí? Es muy extraño.

Este, al entender; eleva los hombros quitándole importancia antes de decir:
—Nunca juzgues la habilidad de una mujer para hacerse amigas. Se ve que Julie la aprecia.

—Es como una reunión de Ex y la actual.

Enarca las cejas—¿Emma piensa venir?
—asiento y Peter chista—Si, se va a poner feo.

—Ni me lo digas—ahora que recuerdo—¿Cómo te va todo con Bárbara, en California?

Mi pregunta seguro le desconcierta. Opta por una postura más relajada aún así, recargándose en los barandales de madera de las escaleras y no evito ver cómo una sonrisa se le sale sin querer.

—Todo está increíble. No la he liado.

—Eso es todo—le doy una palmada en el hombro.
Peter ha cambiado desde que lo conocí en el bar, junto con Angie. Ahora que se el trasfondo de todo me resulta menos terrible tener que aguantarle.

—Barbara es increíble—sigue viendo al frente—Me convertí en lo que sé que ella merece y quiere, soy mi mejor versión estando con ella y sin ella—entonces me ve—Uno si puede convertirse en algo mejor de lo que creemos que somos.

Lanza de manera sutil. Aún así, me alcanza a golpear de tal manera en que por segundos me logro ofender, pero cuando continúa, lo olvido:
—Si no tienes los pantalones de cerrar el ciclo con Angie, no serás capaz de darle a Emma lo que ella ha dado por ti, y eso un día te carcomerá vivo.

—Deja de darme consejos, siempre lo haces.

—Hermano, es porqué estás perdido—dice haciéndome verle—Yo tuve que deshacerme de Julie para poder estar con Barbara, pero si tú no lo haces te estás engañando. ¡Debes cerrar el ciclo!

—¡¿Y como mierda hago eso?!—me exaspero—Estoy aquí, en un lugar donde no quiero estar fingiendo que si. No me vengas a hablar de ciclos.

—Lo hago porque soy tu amigo.

Me río enseguida—Tu no eres mi amigo, solo estás aquí porqué había cupo que llenar. Es todo.

No quería decirlo, pero las palabras salen tan de repente que enseguida pienso en reponerlas cuando se pone de pie. Apuesto a que va irse sin más, sin embargo se queda un instante dando un gran suspiro como una madre que se cansa de hablar con una hija que no entiende matemáticas.

—Sabes que debes cerrar esta puta miseria, y la única manera de hacerlo es ir con Angie y disculparte. Por todo—vuelve a inhalar—El trato con Lily, junto con una disculpa por ello le vendría bien.

Niego enseguida—No lo haré, ni siquiera lo sabe.

—¿Y cómo estás seguro que no?, solo porqué tú te cubras los ojos para no verlo no significa que ella no lo sepa, después de todo; si encontró a Lily infraganti, eso la guió a ti—me da una palmada en el hombro—Pero olvídalo, ni somos amigos.

Sus pasos se vuelven lejanos a mis espaldas. Cierro los ojos sintiéndome presionado a lo que ha dicho, a lo que no había pensando.
En cuando el reloj marca las 7:30 me muevo de mi lugar con la espalda entumecida, la boca seca y los pies cansados. Máximo hace una seña desde abajo para que suba al auto con el y los chicos, que ninguno me habla durante el camino. Peter menos.

Observó el agua que cae a ligeras gotas sobre el vidrio del auto, el bosque se vuelve más lejano con cada pestañeo y mis dedos se rozan entre sí en busca de un suspiro de aliento a el sentimiento que me ahoga ahora mismo. Y que sigo sin aceptar.
Soy consiente de que no lo he hecho todo bien pero busco no pensar en ello, no quiero saber más de nadie que no sea Emma. Necesito enfocarme en ella.

Al llegar, la pequeña iglesia de color blanco brillante debutante de un jardín,  se muestra frente a nosotros. Tengo un amor odio con las iglesias desde que era un niño y mi madre nos obligaba a dejar de jugar para llevarnos a alabar y cantar. Sin embargo, ahora quien me lleva es mi devoción propia.

—Bueno, solo será el repaso para el sábado. Y la cena de ensayo, así que acabará pronto—Máximo nos alienta, seguido me señala—Tú mi derecha, y los demás pueden seguir después de ti.

Asiento sin mediar. Pasamos al lugar y un olor a flores parecido a un funeral me sucumbe. Lizzie corre directo a Máximo con una sonrisa en los labios, mientras las damas ya están en su lugar asignado, los padres de los novios y tres invitados más que no tengo idea de quiénes puedan ser.
Hasta que encuentro a uno muy conocido; Pablo. Ese bastardo.
El sacerdote entra, mientas una señora con un atuendo rosa estruendoso acomoda a los novios en sus lugares junto con nosotros, llamándonos como si nos conociera de toda la jodida vida.

—Los padrinos de anillos aún no llegan, al igual que los de lazos. Así que hagan dos parejas para poder proseguir—la señora rubia del vestido rosa aclara.

James alza la mano, y enseguida una dama de honor que no recuerdo su nombre. Se le une. Pasan fácilmente unos minutos hasta que Peter también se ofrece ante la presión del silencio atemorizador, y otra dama de honor se le une sin problema yéndose hasta el doblar del pasillo a la entrada.

—Bien, las dos parejas que quedan de damas; síganme y pónganse al final de los novios.

Nos mueve y enseguida me percato que Angie no está aquí. La chica se forma junto conmigo regalándome una tenue sonrisa. Inmediatamente la conozco, es la chica ebria que Angie y yo cuidamos hace apenas una noche. ¿Cómo puede estar tan fresca a un día de haberse tomado todo un bar?

—¡Aquí estoy!, cielos, disculpen. El tráfico de Seattle es horrible—la voz a mis espaldas me muestra una Angie apresurada dentro de un vestido lila con zapatillas brillantes y el cabello despeinado.

Observa la escena y enseguida toma el ramillete de flores que le asignaron formándose tras de mi, junto con Brent. El sacerdote da la inicial para empezar pero la señora latosa de rosa detiene la señal; volteando a vernos. Cambia a las damas de honor de adelanté, con Brent y James ahora detrás de mi. Entonces me señala y a mis espaldas;
—Eres muy alta para el, ven acá.

Y entonces. Angie queda a mi lado.
Cierro los ojos buscando no voltear a verle cuando un suspiro desde lo más interno de su ser me espabila, dándome a entender que claro que odia este nuevo acomodo que la señora se ha sacado del maldito trasero.

—Todo listo, podemos iniciar. Mujeres, brazo derecho en la izquierda del acompañante por favor.

Un gruñido desde la parte de mis espaldas me saca una risa sabiendo que es James. Quejándose de todo este desfile de vergüenza.

—Ni creas que seremos amigos por esto—Angie menciona a regañadientes—Y no me mires.

—No dije que lo fuéramos.

Aplana las costuras arrugadas del vestido con la palma de la mano. Mientras siento las piernas temblarme, su pretendía siempre tiene este poder sobre mi. Me pone nervioso.

—Escucha—carraspeó—Lamentó lo de anoche, yo...

—Estamos en una iglesia Evan, por Dios.
Dice y enseguida sonrío más ampliamente.

—Esa es la mejor parte.

La siento poner su brazo al rededor del mío. Su cálido tacto me acongoja y me frena a todas las ideas en mi cabeza. Su aroma a gardenias con ligeros toques de fresa me llaman la atención, cuidadoso volteo a verle y sin pensarlo, ella estaba mirándome a mi. Lejos de apartar la mirada la deja por un tiempo mientas la señora de rosa sigue parloteando como cacatúa, cosa que agradezco. Así tengo más tiempo para admirar a lo que tengo frente de mi.

—Luces preciosa—susurro. Sus mejillas se colorear de un tono rosa ligero, desviando los ojos al frente. Y cuando creo que todo termino; habla por fin.

—Tu luces espantoso.
Sé que me detesta. Pero por su tono sé que está aguantando las ganas de reírse de su mal chiste.

—Perdona, no pase buena noche—suspiro cuando el pelo negro de adelante sonríe al ver a mi acompañante—Seguro Pablo sería mejor pareja que yo. Se ve bien.

—Lo sé.
Susurra y enseguida las campanas suenan. Caminamos detrás de los novios más de fuerza que de ganas. Los testigos llegan, los padres aplauden al oír los votos y nosotros nos quedamos como idiotas más de diez minutos. Todos aplauden a los novios pero mentiría si digo que mis ojos no han dejado de estar sobre Angie todo el bendito momento.

Sus ojos cafés destellan un brillo de lágrimas y felicidad. Su sonrisa perfecta, su silueta impecable y ese cabello que luce preciosamente despeinado.
Me atrapa mirándola pero no tengo intención de despegar mis ojos de ella ni un solo segundo, el hormigueo en mis manos se vuelve más salvaje y parece notarlo. Enseguida la observó negativa antes de disculparse entre las chicas saliendo de la iglesia, minutos después a obligándole a ir tras ella.

El aire frío e húmedo de Seattle me atrapa en cuanto salgo del interior de la iglesia. La observó caminar a dispersas del parque, y sin dudar voy tras ella.

—Ang, Angie—le llamó pero sigue caminando. Haciendo que mi paso se torne más veloz, viendo cómo camina al estacionamiento seguro para irse.

Tienes que cerrar este ciclo. Me recuerdan las palabras de Peter, y se que es lo que estoy dispuesto a hacer. De una vez por todas voy a disculparme.
Le diré que la amo, al amo profundamente pero que le he mentido, que soy un mentiroso que la engaño y que termino enamorado de ella de la única forma en cómo se ha sentido desde hace tiempo. Ver a la que pensé que era el amor de mi vida casarse, jamás se asemejara a observar a la mujer que realmente quiero estando frente a mi.

—Evan, deja de seguirme—me grita sobre el viento pero no hago caso, y cuando la alcanzo a nada de abrir el auto. Le tomo del brazo para verle.
Se tensa enseguida volteándose para verme con más ojos de súplica que de odio a cómo esperaba.

Sus labios rojos sobresaltados al igual que sus mejillas sonrosadas me guían hasta las lagrimas silenciosas que derrama.

—Angie...—pasó el dorso de mi mano sobre su cara, limpiando estas. Y pienso va a negarse pero cuando no lo hace, sé que es mi momento.
—Yo, yo estoy aquí porque no he sido honesto contigo, y seguro lo sabes—susurro cerca de su cara, aún así me parece más pequeña de lo que anoche me parecía. Más delicada.

Sus ojos cafés me atrapan enseguida.
—Ni yo contigo—traga saliva viéndome extrañarme. Sus manos me toman de la cara—No importa cuanto lo oculte, no puedo—suelta una risa entre lágrima.
—Sigo tan enamorada de ti.

El pecho me palpita fuerte. Y a quien demonios quiero engañar, yo también sigo enamorado como el carajo de ella. Ella es mi ruina y mi tempestad, pero la tranquilidad que me me da al estar con ella, se ha convertido en mi hogar.
Le tomo la cara entre las manos acercando sus labios fríos a los míos, excitándome al ligero rose desesperado de ambos. temblorosa me besa y yo le tomo por la cintura acercándole lo más que puedo. No quiero soltarla, no quiero perderla otra vez.

Sus gemidos me sucumben, la pego junto al auto mientras le besó el cuello frió y palpitante. Mis manos se abre paso entre la tela de su vestido para tocarle la piel caliente, me toma del cuello de tal manera en que mis deseos más carnales me extasían, me prenden. La conexión que ambos tenemos no la tiene nadie más. Solo somos nosotros dos.

—¡¿Pero qué...?!

O eso creíamos.

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