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3 │De (Des)ilusiones

Pre-nota de la autora: Holis, sé que no acostumbro a dejar este tipo de notas al menos de que sea una advertencia de ya ustedes saben qué (el frutifantástico, el delicioso, el ñakañaka, etc) jijiji, pero no sé, sentí que debía hacerlo para defender un poco a Saige y pedirles que leyeran el capítulo con la mejor disposición, que por un momento olviden que supuestamente la odian, y en cambio, recuerden que esto fue escrito de mi parte con mucha ilusión para ustedes, y que yo leo TODOS sus comentarios, así que cuando entre luego, me haría muy, muy feliz ver comentarios que señalen cosas positivas, en vez de dejar que su odio injustificado les impida disfrutar de la lectura. Ahora, prosigan a disfrutar, los amo un montón. 

SAIGE


AHORA:

Él se veía distinto, aunque al mismo tiempo, no parecía haber cambiado absolutamente nada. Seguía luciendo como el Hunter de siempre. El chico de las ondas despeinadas y despreocupadas, el de facciones fuertes e intrigantes ojos azules que te devolvían la mirada con una confianza y una seguridad que podía llegar a mal entenderse como pretenciosa.

Sin embargo, no en ese momento, en ese momento su mirada no venía con nada más que exasperación.

No era como si hubiese estado esperando alguna otra reacción de su parte. Yo hubiera reaccionado igual en su lugar. Hacía casi un año que nos habíamos visto por última vez... y las cosas entre nosotros no habían terminado muy bien.

Si me pedían tener que definirlo mejor... Habían terminado en tragedia.

Pero a pesar de cualquier tragedia, o de incomodidad o del resentimiento que me estaban transmitiendo sus ojos, mi corazón se encontraba haciendo locuras dentro de mi caja torácica. Se alegraba de verlo. Me alegraba de verlo.

Tuve mucho tiempo para pensar y preguntarme si él había estado pasando por el mismo infierno que yo después de lo que ocurrió, mas parecía estar perfectamente bien, incluso, era primera vez que lo escuchaba bromear con su mamá de esa manera.

Hasta que me vio.

—Espero que tengas una explicación bastante buena para justificar esto. —No me estaba hablando a mí, le estaba hablando a ella, pero la indiferencia que venía con sus palabras, como si yo fuera una simple cosa que lo estaba molestando, fue suficiente para que mi corazón detuviera abruptamente su celebración.

Por primera vez desde que había perdido la cabeza y decidido que seguir ese plan de emboscada sería una buena idea, la realidad me había explotado la burbuja de emoción, y me había hecho tocar el suelo.

La verdad es que los gestos románticos en la vida real están más destinados al fracaso que los de las películas.

Quizá debí hacerle caso a la vocecita de mi madre en mi cabeza, y debí regresar directo a Nueva York, en vez de escuchar a mi primo Griffin, el cual claramente no conocía bien a Hunter, y aun así lo había dejado empujarme a confabular en contra de mis padres para terminar en un lugar donde no era para nada bienvenida.

«No has llegado a este punto solo para dejar que tu miedo te intimide, Saige».

Eso era cierto. No dejaría que el miedo me intimidara... de nuevo.

Sobre todo no cuando por fin, después de tantos meses, tenía la oportunidad que había querido tanto. De hecho, Griffin se merecía el mundo por ayudarme, no se merecía que me acobardara y estropeara lo que fue un minucioso plan que él mismo bautizó como "La Rebelión de la Princesa". No hubo manera de disuadirlo a cambiar el ridículo nombre.

No fue algo premeditado. Hasta hacía unas cuantas horas me encontraba en Londres, teniendo una reunión de despedida que ni siquiera había pedido y pensando en que pude haber invertido ese tiempo en empacar el resto de mis cosas. Tenía un vuelo a Nueva York bastante temprano al día siguiente, e iba a necesitar toda la energía que pudiera conservar para soportar ocho horas de vuelo. Y para prepararme para lo que vendría una vez que aterrizara.

Regresar a casa sabiendo cuánto habían cambiado las cosas, me ponía más nerviosa que cualquier fobia que le tuviera a las alturas.

—¿Te encuentras bien? Sé que está un poco aburrida la fiesta, pero tampoco para que prefieras morirte congelada aquí afuera.

Mis ojos se alejaron del hermoso paisaje nocturno de Londres y me erguí al escuchar la voz de Griffin a mis espaldas.

—¿Quieres la verdad o la mentira? —le pregunté, encarándolo.

Él terminó de entrar al balcón y cerró la puerta corrediza, silenciando las voces y las risas provenientes del interior.

—Quisiera las dos —contestó, acercándose a colocar sobre mis hombros el cárdigan que traía en la mano—. Me da curiosidad ver si me lograbas convencer con la mentira.

Solté una risa entre dientes. Creo que si Griffin no hubiese estado de mi lado durante todo ese tiempo, ya habría enloquecido. Desde que había irrumpido en su casa —mejor dicho, en casa de la tía Norah—, sintiéndome como una criminal desterrada y como la peor persona del mundo, fue él quien me mantuvo cuerda en medio de todo el desastre de Categoría 5. Me enseñó la ciudad, me introdujo a su círculo de amistad, y dejó que arruinara (más de una vez) sus citas de Grindr para quedarse conmigo y escucharme llorar. Sí, literalmente solo a escucharme llorar, ya que cada vez que hablaba del tema de Nueva York, terminaba sollozando tanto que en un punto no podía ni articular palabra.

—La mentira es que vine aquí a disfrutar del paisaje una última vez —le dije, reclinándome de nuevo sobre la barandilla.

—¿Y la verdad? —inquirió, imitándome.

—La verdad es que no sé si estoy lista para regresar —respondí, sintiendo el nudo en la garganta intensificarse.

Lo había tenido desde el inicio del día. Mi cabeza entendía que era momento de regresar, era ilógico sentirme nerviosa cuando yo misma había aplicado a universidades en la ciudad porque había querido volver. Nueva York era mi hogar, incluso después de todo, era inevitable no sentirme nostálgica por haber estado tan alejada de donde crecí. Mamá y papá estuvieron de acuerdo en que ya era hora de regresar; sin embargo, cuando leí la carta de aceptación a Columbia, tuve sentimientos encontrados. Sentí emoción y miedo al mismo tiempo, me había esforzado mucho para superar las cosas, para convertirme en una Saige versión mejorada, ¿pero qué si cuando volviera, todo ese progreso se reducía a nada?

—Ya todo el escándalo seguro se ha olvidado, Saige, si eso es lo que te asusta...

—No me preocupa el escándalo —lo corté, sacudiendo un poco la cabeza—. Esa mierda dejó de preocuparme hace mucho.

Sus cejas se alzaron al oírme decir la palabrota, cosa que me hizo reír porque incluso para mí era raro decirla en voz alta. Entonces, mi sonrisa cayó enseguida al pensar en la persona que estaría orgullosa de ese avance.

—Se trata de Hunter —agregó mi primo luego del silencio prolongado—. Te asusta encontrártelo, ¿no es así?

Asentí.

—Me asusta que siga odiándome —confesé en un resoplido—. Lo que pasó fue...

—Fue «una mierda», sí —me atajó, esbozando una sonrisa burlona—, pero ya ha pasado el tiempo reglamentario de superación. Si tú estás mejor, que créeme, te he visto en tu peor momento... entonces él también debería estarlo. Tuvo el mismo tiempo para recuperarse que tú, Gigi.

Me encogí de hombros. Tal vez no era buena idea tocar el tema cuando él tenía razón en decir que estaba manejándolo mejor que antes. Recordar cómo había llegado echa un lío —y las razones por las que llegué a Londres echa un lío—, no era algo que me apetecía rememorar a tan solo un par de horas de volver a Nueva York.

—Además, él no está en Nueva York —añadió, provocando que mi corazón se detuviera un segundo.

Sonaba seguro y bastante convencido de lo que decía.

—¿Qué? —exhalé, mirándolo, parpadeando.

Parte de las reglas que vinieron con mi destierro temporal, era que debía olvidarme de todo lo relacionado con lo que pasó en Nueva York. Mamá lo vio como una especie de retiro 'espiritual de sanación', aunque pienso que fue una excusa terrible para mantenerme al margen de lo que tendrían que hacer ella y papá para manejar el control de daños. Le dio instrucciones explícitas a la tía Norah de vigilar que no tuviese contacto con nadie en casa mientras las cosas se resolvían. No tuvo que prohibírmelo demasiado, apenas crucé migración en el aeropuerto, me deshice de mi antiguo teléfono. Lo menos que quería era leer o escuchar los mensajes acumulados en la bandeja de entrada. El único contacto que me importaba en ese teléfono probablemente no me iba a hablar de nuevo, por lo que no tenía sentido conservarlo.

—¿Cómo sabes que no está en la ciudad? —indagué, curiosa.

El corazón me volvió a funcionar, aunque esta vez, comenzó a latir a una velocidad preocupante.

—Porque a diferencia de ti, yo no me desconecté con el mundo neoyorquino —contestó con tranquilidad—. Los McLaggen pensaron igual que tus padres, y lo enviaron lejos de la ciudad justo después de lo que pasó.

Apreté mis ojos cerrados durante unos segundos, digiriendo lo que Griff acababa de decirme. No solo lo había lastimado, sino que también había provocado que sus padres lo echaran de la ciudad. Debió ser una mierda, y yo no pude hacer nada para impedirlo.

«No hice nada para impedirlo».

—Gigi —resopló, plantándose frente a mí y posando sus manos en mis hombros.

Me obligué a abrir los ojos para mirarlo.

—Te he escuchado contarme la historia, una y otra vez. De principio a fin, y al revés también. He escuchado hasta los detalles innecesarios que un primo no debería saber nunca de su prima. —Ambos nos reímos por eso—. Así que me siento cien por ciento capacitado para aconsejarte lo que estoy a punto de aconsejarte.

Fruncí el ceño, sin saber qué esperarme. A Griffin le encantaba ser rebelde y era un soñador empedernido a pesar de apestar en sus propias relaciones amorosas. Era el típico: «doy consejos excelentes, ¿pero aplicarlos en mi vida? Oh, no, no, gracias, siguiente pregunta».

—Lo que ocurrió entre ustedes no es irreparable —comentó, sincero—. La culpa se la llevan más ciertos factores externos que ustedes mismos, y quizá lo que haga falta para arreglar las cosas se reduzca a algo tan simple como sentarse a hablarlo.

—Hunter no es una persona que le guste hablar de sentimientos —le dije en voz baja—. Al menos de que esos sentimientos sean negativos, claro está, que probablemente lo sean porque...

—Saige —me calló, dándome una pequeña sacudida—. Si lo que crees es que él te todavía odia, entonces empieza a recordar que alguna vez te quiso, y solo se necesita esto. —Hizo chasquear sus dedos—. Para cruzar de nuevo esa línea.

—No digas tonterías. —Me sacudí de su agarre y le di la espalda para dejar que el paisaje me tranquilizara—. No es como si tuviese oportunidad, de todas formas. Tú mismo acabas de decir que sus padres se lo llevaron.

No quería tener esperanzas. No iba a mentir y decir que no había pensado en la posibilidad de poder verlo de nuevo, de disculparme con él y asegurarle que todo lo que pasó esa noche fue... una locura. Que si pudiera devolver el tiempo, las cosas sin duda habrían terminado muy diferente para nosotros. Que mis sentimientos hacia él no habían cambiado, a pesar de mis intentos por volver a la normalidad.

No obstante, las máquinas del tiempo no existían y lo hecho, hecho estaba. Yo había terminado a miles de kilómetros de distancia y él había terminado en algún otro lugar del mundo, odiándome para toda la vida. Tal vez, era mejor así.

—¿Y qué pasaría si tuvieras la oportunidad? —presionó.

—Griffin, ya no quiero hablar de eso, ¿de acuerdo? —le pedí, sintiendo dolor de cabeza—. Me voy a mi habitación, dile a la tía Norah que agradezco la reunión de despedida, pero debo terminar de empacar.

Sabía que si no me iba, él seguiría insistiendo en presionar su dedo en la herida que había vuelto a abrir, por lo que lo rodeé y comencé a caminar hacia la puerta del balcón.

—Hunter está en una ciudad de Ohio, viviendo con su tío.

Me detuve a medio camino y me giré. Una sonrisa de complicidad se alzó en sus finos labios cuando pudo ver que esa información despertó un incontrolable interés en mí.

—¿Cómo...?

—Pasa que tengo un informante bastante confiable que trabaja en ese lugar italiano de la Quinta Avenida que le gusta tanto a la tía Adelyn —empezó de decirme, ensanchando su sonrisa—. Este informante quizá haya escuchado a Josephine McLaggen tener una conversación, donde quizá haya comentado algo sobre tomar un vuelo a Columbus City para asistir a la graduación de su hijo menor.

—Hay muchos 'quizá' en esa oración —señalé, cruzándome de brazos.

—Lo sé, pero como mis habilidades investigativas son superiores —retomó con suficiencia—, hice bien mi tarea y confirmé que de hecho, Henry tiene un hermano en Columbus, que es Director de una escuela, y... que mañana es la ceremonia de graduación de dicha escuela.

—¿Cómo es que puedes tener tantos informantes confiables cuando ni siquiera vives en Estados Unidos? —cuestioné, genuinamente sorprendida.

—La magia del Internet —contestó, divertido y con un perfecto acento inglés que me hizo reír.

—Está bien, digamos que sabes dónde está Hunter —le dije, enarcando una ceja—. ¿Qué insinúas que haga con esa información?

—Pedirme activar el plan "Rebelión de la Princesa" —dijo él.

—No me gusta ese nombre. —Hice una mueca, lo de 'princesa' no me traía buenos recuerdos. Decir que me causaba náuseas era un eufemismo.

—Pero el plan sí te gustará —sonrió, radiante, haciendo un gracioso baile con sus cejas pelirrojas—. Eso, si tienes ganas de ser parte de un gran gesto romántico como el de las películas.

Esa fue la altura de la conversación donde debí rechazar la oferta y decirle que debía estar loco si pensaba que Hunter estaría interesado en cualquier clase de 'gesto romántico' de mi parte. No obstante, me encontraba atrapada en el momento. ¿Qué tal que Griffin tuviera razón y me perdería la posibilidad de arreglar las cosas con Hunter si me negaba a cualquiera que fuera la locura que había armado?

En su lugar, acepté que activara su plan. Plan que puso en marcha con efecto inmediato, porque al parecer, además de espía, mi primo era vidente, ya que me había comprado el boleto para Columbus con antelación, sabiendo que aceptaría a unirme a su misión casi suicida. Un par de horas después, estaba en el aeropuerto, repasando las siguientes etapas del plan: él me cubriría con mis padres y les diría que mi vuelo a Nueva York se había retrasado, mientras yo llegaría a Columbus, me hospedaría en el hotel —que él había reservado— y luego me aparecería en la ceremonia de graduación para mi 'gran gesto romántico'.

El gesto romántico que evidentemente terminó siendo un grave error.

Porque Hunter seguía odiándome con la misma intensidad que esa noche, ni más ni menos. Y ahora odiaba de nuevo a su madre porque pensaba que ella me había llevado ahí.

—Fue una coincidencia —hablé entonces, sacando el coraje que llevaba escondido dentro de mí desde... bueno, desde la última vez que hablamos.

—¿Entonces es coincidencia que estés aquí? —me preguntó él con dureza, volviéndome a mirar.

—No —le contesté, tan firme como mi voz lo permitió—, pero me topé con tu madre en el Hilton.

—Sí, cariño, yo solo me ofrecí a traerla —intervino Josephine, intercalando su mirada entre los dos, nerviosa.

Me sentí mal por involucrarla en mi problema. Nuestro encuentro había sido accidental; de hecho, traté de escapar cuando la vi desayunando en el restaurante del hotel, pero no fui lo suficientemente rápida y alcanzó a verme. Tuve que enfrentarla, o arriesgarme a que le contara a mamá que no me encontraba en Londres discutiendo con la aerolínea por haber retrasado mi vuelo, sino en una ciudad de Ohio, persiguiendo a su hijo.

Pensé que mi gesto romántico iba a cancelarse cuando me vi obligada a contarle la razón de mi visita a Columbus. No me esperé que prometiera no decirles nada a mis padres. Nunca tomé a la Sra. McLaggen como una romántica empedernida, mucho menos siendo la mamá... de Hunter.

—Todos nos merecemos una segunda oportunidad, querida —me dijo justo después de ver mi cara de sorpresa cuando se ofreció a llevarme con ella a la ceremonia.

—¿Y por qué carajos te ofrecerías a traerla hasta aquí? —Aunque su pregunta estaba dirigida a su madre, sus ojos estaban clavados en los míos.

Parecía que el resentimiento en ellos se había intensificado en cuestión de segundos. Ya no había sorpresa, asimilación, o procesamiento mental, como ustedes lo quieran llamar. Hunter había entrado en esa fase de enojo que conocía muy bien. E iba a necesitar todo el coraje que pudiera encontrar para manejarla.

—Porque ambas íbamos al mismo lugar —respondí por ella.

—Joder. —Respiró hondo, sacudiendo la cabeza, como si estuviese buscando las palabras adecuadas para continuar.

La voz de un hombre anunciando que los graduandos debían ir a sus puestos interrumpió su debate mental.

—Hunter, será mejor que vayas, ¿sí? —le sugirió Josephine, tocándole el brazo—. Ya habrá tiempo para que hablen luego de la ceremonia.

Ella no tuvo que insistirle demasiado cuando él ya se estaba alejando de nosotras a zancadas. Solté todo el aire que había estado conteniendo en mis pulmones. Su presencia seguía quitándome el aliento, el coraje, la valentía, el carácter, todo.

—Está sorprendido —me consoló Josephine, mirándome con sus ojos marrones cargados de pena—. Tal vez después de la ceremonia ya se haya calmado.

—No lo sé, esto fue un error. —Sacudí la cabeza—. Creo que me iré.

—No, querida, viniste hasta aquí arriesgándote a meterte en problemas con Adelyn y Vincent —comentó—, deberías esperar para hablar bien con él. Ahora, vamos a sentarnos en las graderías antes de que nos echen del campo.

Me dejé llevar por ella como si me hubiera convertido en su muñeca de trapo. Ya no me apetecía hablarle o seguir ahí, realmente, había confirmado la teoría de que él no quería verme o saber de mí.

A pesar de mi desánimo, luché más para tener paciencia y le otorgué el beneficio de la duda a la Sra. McLaggen. No podía rendirme todavía, su reacción era de esperarse. Como dije, tampoco iba a recibirme con una sonrisa, darme un abrazo y besarme como si los meses anteriores se hubiesen borrado por arte de magia. Y Hunter era un chico difícil, especial, pero difícil.

Una sonrisa tonta se escapó de mis labios, lo cual me hizo sentir como una loca desquiciada. Hacía unos minutos, él me estaba mirando como si quisiera hacerme desaparecer y aun así, yo estaba sonriendo ante el hecho de haberlo visto de nuevo. Mis sentimientos estaban teniendo una fuerte contradicción en mi mente.

«Hunter sigue odiándome, pero estoy feliz de que al menos pude ver su odio en carne y hueso», algo así sonaba en mi cabeza.

Tomamos asiento en un espacio junto a un pequeño grupo de chicos que hablaban a mil kilómetros por hora entre ellos, al tiempo que un hombre alto y de abundante cabello negro —que no había ninguna duda en que se trataba del hermano de Henry—, comenzaba a dar el discurso de bienvenida.

Nunca había estado en una ceremonia tan... relajada como aquella. La mía había sido hacía un par de días y fue una ceremonia pequeña, exclusiva y lujosa que contó con catering, bebidas, meseros, música clásica en vivo y un orador especializado para ese tipo de eventos. Un contraste bastante grande a lo que mis ojos veían; un par de chicas entre los graduandos que ni siquiera llevaban tacones altos, el escenario tenía una decoración simple pero muy bonita, sillas plegables, un ambiente cómodo, para nada forzado, donde hasta los chicos escandalosos de al lado ahora estaban haciendo bromas sobre el discurso del director. Si hubiesen estado en mi ceremonia, sin duda ya los hubieran echado por maleducados.

Eso me llevó a sonreír más. El destierro de Hunter no había sido tan malo como me imaginaba, lo veía totalmente encajando ahí. Enseguida mi sonrisa se extinguió, y mi boca se apretó. Hubiese querido tener esa misma clase de respiro para mí también... tal vez juntos.

Mantuve la cordura mientras la ceremonia avanzaba. Empezaron a llamar a la lista de estudiantes y uno por uno, subieron al escenario a recibir su título. Aunque traté de prestar atención a todo el evento, mis ojos siempre se desviaban hacia Hunter. Como algo característico de él, era de los pocos que no tenían puesto su birrete, sino que lo sostenía en sus manos, girándolo entre sus dedos una y otra vez, absorto en la acción.

Se encontraba absorto en ello hasta que su tío nombró a la siguiente estudiante que debía subir, y tanto Josephine como yo pegamos un gran salto cuando el grupo de chicos escandalosos rompió en una ronda de aplausos ensordecedores.

—¡Esa es mi chica! ¡Woo-hoo! —gritó uno de ellos, aplaudiendo con tanta fuerza que la Sra. McLaggen se llevó la mano al corazón, sorprendida.

Mis ojos se devolvieron al campo, sorprendiéndome al ver que Hunter, ajeno al estado de ánimo que tenía segundos atrás, también había entrado en ese estado de euforia, se había levantado de su asiento —al igual que otro chico entre los estudiantes— y ambos aplaudían con fuerza, siguiendo con la mirada a la chica que hacía su camino hacia el escenario, pareciendo avergonzada por el todo bullicio.

—¿Amiga de Hunter? —Me incliné hacia Josephine para preguntarle en voz baja.

—Supongo, sí —Se encogió de hombros, tan perdida como yo—. Sabes que no es demasiado comunicativo con esas cosas.

El director le entregó el diploma a la chica y se acercó a darle un abrazo, abrazo que les provocó un serio ataque de risas a los chicos junto a nosotras. Sin embargo, yo ya no podía dejar de mirar a Hunter. Él en vez de reírse o burlarse, puso los ojos en blanco y negó un poco con la cabeza, aunque a su vez, alzó sus labios en una genuina sonrisa que sabía muy bien que no reservaba para cualquiera.

Definitivamente Hunter había hecho amigos.

Lo confirmé al momento en que fue su turno de subir al escenario, y se repitió el mismo escándalo; la chica se levantó de su asiento, el otro chico igual, incluso los de al lado le aplaudieron, no con la misma intensidad que con la chica, pero le aplaudieron.

Me había relajado viendo la ceremonia... hasta que esta se dio por terminada, lo que significaba que debía retomar mi gesto romántico y rezar porque siguiera teniendo esperanza de salvarlo.

—Iré a hablar un rato con Patch, ¿está bien? —me habló la Sra. McLaggen, levantándose.

Ninguna de las dos dijo nada más. Ella comenzó a seguir a la gente hacia la salida y yo me tomé un minuto para prepararme para la segunda ronda.

«Vamos, Gigi, tú puedes», escuché la voz de Griffin alentándome.

Me aventuré entre el caos de personas que se había formado en el campo, estaba atestado de padres e hijos, abrazos, llanto, risas, fotografías familiares. Sentí una punzada al recordar que mis padres no habían tenido tiempo para viajar a mi ceremonia, solo fuimos la tía Norah, su esposo Reed, Griffin y yo. Parte de la razón por la que no quería ninguna reunión de despedida fue porque, primero; no hice demasiados amigos en la escuela privada de Londres, mi corta lista de amistad se limitaba a los amigos de Griffin, y segundo; ellos no hicieron el esfuerzo por estar ahí, casi sentía que me habían estado evitando todo el año por lo que había pasado.

Sacudí ese pensamiento, necesitaba ser positiva para lo que se venía, y esos pensamientos oscuros no estaban ayudándome.

Mi cuerpo vaciló cuando divisé a Hunter tratando de pasar por un grupo aglomerado de graduandos. Estuve tentada a huir, sin embargo, luché contra ese miedo y me apresuré a alcanzarlo antes de que lograra desaparecer.

Toqué su brazo para llamar su atención y él se giró hacia mí con una sonrisa, la cual estaba obviamente destinada a otra persona, ya que en cuanto se percató de que era yo, sus labios cayeron.

—Pensé que te habías ido —me espetó, dando un paso atrás para soltarse de mi agarre.

—Ni siquiera me dejaste hablar —le dije, apretando con fuerza la correa de mi bolso para aliviar un poco mi nerviosismo y parecer más decidida de lo que realmente estaba.

Si estuviésemos en otra situación, él probablemente se burlaría de cómo parecía un conejo asustado, me molestaría hasta el cansancio por mi cobardía y después de eso, me animaría a utilizar mi «terca determinación» para enfrentarme a lo que fuese que estuviera molestándome. Pero, yo era una Saige distinta, y me quedaba bastante claro que él no era el mismo Hunter que me había dicho eso alguna vez.

—Pues, perdóname, pero creí que eso de hablar ya no era opción para nosotros —expresó en tono burlón.

—Hunter... —resoplé, buscando algo que decirle entre todo lo que había querido decirle desde hacía mucho.

—No —me cortó, mordaz.

Respiró hondo, pellizcándose el puente de la nariz y cerrando los ojos en señal de que estaba jugando con su paciencia. Al cabo de unos segundos, los abrió, enseñándome de nuevo el resentimiento en ellos mientras decía:

—No sé qué fue lo que te llevó a venir hasta aquí; un mal sueño, la culpabilidad, alguna fuerza sobrenatural, un jodido arrebato de locura, yo qué mierda sé, pero no. Tú y yo, no tenemos nada qué decirnos.

Apreté los labios, luchando contra las lágrimas que picaban en mis ojos.

—Volé desde Londres para verte —le solté, ignorando sus últimas palabras, determinada a que me escuchara—. Quería verte, Hunter, he querido volver a verte desde el momento en que...

—Llegas como once, doce meses tarde para eso —volvió a cortarme, rompiendo el contacto visual—. ¿Entre toda tu locura no se te ocurrió pensar en que tal vez yo no quería verte a ti?

Él estaba ganando la segunda ronda también y yo no tenía respuesta a esa pregunta. En realidad, sí tenía una respuesta. Hasta hacía unas cuantas horas, pensaba igual; que no querría verme, pero había llegado hasta ahí a raíz de la pequeña parte esperanzada dentro de mí, aquella que estaba de acuerdo con las sabias palabras de Josephine sobre todos mereciéndonos una segunda oportunidad.

El sonido de su teléfono cortó el doloroso silencio que se había cernido entre nosotros. Lo observé darnos un descanso de la discusión mientras ponía su atención en el mensaje, sus dedos escribiendo con enojo sobre la pantalla del teléfono y su ceño profundamente fruncido.

Cuando alzó la vista hacia mí, había estado tan hundido en la conversación de su teléfono que parecía haberse olvidado de mí. Apretó la mandíbula al toparse con mi mirada y se guardó el móvil en el bolsillo de su saco.

—No puedo hacer esto ahora mismo, Saige —resopló, señalándonos a ambos con su dedo, como si la conversación que ni me había dejado comenzar lo hubiera cansado—. Tengo que irme.

Le bloqueé el camino cuando intentó esquivarme para marcharse. Su pecho chocó contra mi nariz y él dio un paso atrás, resoplando con frustración.

No iba a rendirme tan fácilmente. Me aferré a las palabras de Griffin. «Si lo que crees es que él te todavía odia, entonces empieza a recordar que alguna vez te quiso». Me quedé de pie frente a él y alcé el mentón para mirarlo a la cara y volver a comenzar:

—He venido para verte...

—Sí, has volado desde Londres, ya me lo has dicho —dijo entre dientes, sosteniendo mi mirada—. Si buscabas impresionarme con eso, déjame decirte que no lo has logrado.

Volvimos a caer en otro silencio doloroso, esta vez sin apartar los ojos del otro. Continué manteniéndome firme a pesar de que su mirada y su silencio empezaban a quemarme por dentro.

—Aunque... —habló, en un tono irónico—. Ahora que ya lo has experimentado, dime, ¿qué se siente cuando haces algo por alguien y terminan pisándote como la mierda?

Su pregunta me obligó a retroceder porque me había tomado totalmente desprevenida.

—Apesta, ¿no es así? —añadió, esbozando una sonrisa casi imperceptible, pero tan llena de ironía y pesar que el nudo en mi garganta pudo más.

Las lágrimas se desbordaron sin tener oportunidad de detenerlas. Y él ni siquiera se quedó a verlas.

Como les dije al principio,  subir este capítulo me puso nerviosa, porque su hate hacia Saige estaba intenso. Pero luego pensé: "Es justo y necesario que ella también tenga oportunidad de contarles qué fue lo que pasó y cómo se siente con ello". Sé que usteden quieres proteger a Hunter y lo entiendo, es mi bebé también, pero Saige acaba de unirse a la familia, y por mi parte, ya le tengo cariño. Es interesante escribir desde su perspectiva y tener la segunda versión de la historia.

Así que bueno, espero que les haya gustado este pedazo de Saige (de muchos que faltan por mostrar). I mean, no a muchos les entra la locura y deciden lanzarse así como así a hacer un gesto romántico como ese, ¿no? Hay que darle crédito a la muchacha JAJAJAJAJA.

Muy intenso todo, la verdad, no sé ustedes, pero yo sentí mucha tensión escribiendo el encuentro aunque no durara demasiado. Es que pienso, OHMY, ¿cómo irá terminar esto?

Y eso que apenas empieza jijiji.

Pero bueno, suficiente de la nota de autora. Repito, me hizo mucha ilusión mostrarles a Saige, por lo que espero que esto al menos haya cambiado un poco su perspectiva de ella. ¿Seguimos? Sí. ¿Paramos? No.

OKAY YA ME VOY JAJAJAJAJA

Besitos venezolanos con una buena rebanada de pan de jamón. 

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