Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

2 │(Des)acuerdos

HUNTER

ANTES:

—Eh, Ricky Ricón, no pensé que vendrías —me dijo Jayden, acercándose y dándome unos golpes en el hombro para acompañar su saludo.

Puse los ojos en blanco ante la mención del ridículo sobrenombre y le di un sorbo a mi cerveza.

—Acordamos en que si dejabas de llamarme Ricky Ricón, yo dejaría de llamarte Shaggy en Crack —le comenté, dedicándole una sonrisa burlona.

—¿Qué diversión tienen los nombres comunes y corrientes? —bromeó el chico, chocando su botella con la mía—. Por sobrenombres hijos de puta, McLaggen, que al final lo del Shaggy en Crack me encanta, me da un toque original.

—Y realmente te va increíble a ti —terció la chica que teníamos al frente.

Solté una carcajada. Jayden de verdad era como la copia real del personaje de Scooby Doo, la única diferencia era que en vez de pantalones caquis y camiseta verde, su ropa parecía sacada de la película de Eminem. En mis primeros días de clase, no pude evitar asociarlo a eso y para su mala suerte, sus amigos me escucharon llamarlo por el sobrenombre. Y desde entonces no habían dejado de llamarlo así. En venganza, él se propuso fastidiarme con lo de Ricky Ricón.

Le estaba funcionando lo de fastidiarme.

—Tú no te quedas atrás, Arctic Monkeys —se burló Jayden de ella, provocando que su sonrisa de satisfacción cayera.

—Por desgracia, el mío no tanto —se quejó Arabella, lanzándome una mirada de fastidio—. Estoy decepcionada de tus habilidades porque ese era uno demasiado obvio.

—Exacto, no puedes luchar contra esa naturaleza, Monkeys —le sonreí.

Mi sonrisa se amplió cuando noté que mi mirada hizo que se sonrojara.

Arabella era bonita. Y era hermana de Jayden, lo cual era una total contradicción, porque todavía no había podido relacionar ni un solo rasgo entre ellos. Jay era casi rubio, mientras que ella tenía el cabello liso y negro. La delgadez de él se asemejaba a la de un mondadientes, mientras que Bella tenía curvas que se ajustaban bastante bien al vestido negro que llevaba puesto. Jayden tenía ojos marrones, mientras que los de su hermana eran una mezcla entre su color y un verde amarilloso.

El chico me caía demasiado bien como para acostarme con su hermana a esa etapa tan prematura de nuestra amistad. Desafortunadamente, el sexo iba a tener que esperar un par de meses más.

—Sí, por eso lo de Ricky Ricón se queda, porque tampoco puedes luchar contra esa naturaleza —contraatacó Arabella, ofreciéndome el cigarrillo que sostenía entre sus dedos.

—Ya cierren la boca —les espeté, aceptando el cigarrillo.

No lo hacían con mala intención, pero hubiese preferido tener cualquier otro jodido sobrenombre que ese. Cambiar del ambiente de siempre me estaba haciendo bien y cada vez que lo escuchaba, solo recordaba de donde venía y terminaba de mal humor.

A Henry —alias, mi padre— le había salido el tiro por la culata con su supuesta manera de castigarme. Había pasado un poco más de un mes desde que decidió 'darme una lección' después de haberme gastado alrededor de diez mil dólares en una noche loca que tenía como propósito... gastarme diez mil dólares en una noche loca. Él había sido explícito al decir que quería que me comportara más como los de 'nuestra clase'. Pues, eso fue exactamente lo que hice.

Su brillante plan para reprenderme fue cambiarme abruptamente de escuela, a una pública. Fue una movida desesperada y solo para él eso sería considerado un castigo. Usar uniforme todos los días y lidiar con payasos estirados era la verdadera mierda. Nunca me gustó. Y tuve que fingir que no estaba aliviado para que no sospechara que su idea provocaría todo lo contrario a lo que él esperaba.

Comencé en mi nueva escuela con la satisfacción de saber que descansaría de los McLaggen. Y también, con la satisfacción de ver en muchos portales de noticias locales el resultado de diez mil dólares bien invertidos en escándalo jugoso.

Hunter McLaggen, Hijo Menor del 'Rey de la Ley de Manhattan', Visto Gastar una Suma Exuberante en Burdel Exclusivo de Nueva York

Hijo Menor de Henry McLaggen Envuelto en Polémica Después de ser Visto salir de Famoso Burdel de Nueva York

¿Valores de Acero? Mientras Henry McLaggen Alimenta Rumores de Postulación a Alcaldía, su Hijo es Visto en Burdel

Valió la pena cada maldito dólar que le regalé a cada chica desconocida en ese lugar. Incluso cuando no recibí nada a cambio. El cabreo en el rostro de mi padre esa noche fue suficiente placer para mis ojos.

—¿Por qué estás sonriendo como desquiciado? —me preguntó Jayden, sacándome de mis pensamientos.

—Por nada, solo me he acordado de algo —le contesté, dándole una calada al cigarrillo de su hermana.

—¡Oh, me encanta esa canción! —saltó Arabella, arrebatándome el cigarro de las manos y apagándolo con la mesita decorativa que teníamos enfrente—. Vamos, McLaggen, demuéstrame que los riquitos del Upper East Side saben moverse también.

Miré a Jay en busca de ayuda. Él se limitó a encogerse de hombros, sin darle mucha importancia a si aceptaba o no la invitación. Antes de plantearme si realmente era una buena idea ir a bailar, ella me arrastró hacia el grupo de gente.

Conocí a los hermanos Rose en mi primer día en 'el exilio'. Me abordaron durante la hora del almuerzo y comenzaron a bombardearme con preguntas sobre mi familia. Era irritante cómo todo Nueva York sabía de nosotros. Esther, la encargada de las relaciones públicas de mi padre, lamentablemente hacía bien su trabajo.

Intenté espantarlos y dejarles saber que de lo último que quería hablar era de ellos. Sin embargo, los siguientes días de clase, volvieron a sentarse conmigo, con otros temas de conversación y la determinación de auto-declararse mis nuevos amigos.

Me caían bien, eran un buen y merecido descanso de los chicos de Lawrence. Y Arabella era bonita. Y estaba seguro como el infierno que se le daba excelente bailar. Y se encontraba ahora restregando su espalda en mi pecho... y su trasero en lugares peligrosos.

Comencé a sentir calor. Había pasado tiempo desde la última vez que había estado con alguien, y se estaba notando. No quiero que se malentienda, no era ningún follador en serie que se iba a casa con una distinta todos los días y atacaba a todo lo que se movía; ese era más el estilo de mi hermano mayor Hiram que el mío. Pero, tampoco me gustaba cerrarle la puerta a oportunidades innegables que la vida brinda.

Mucho menos cuando la oportunidad se había volteado y había remplazado su espalda, con sus pechos.

—Estoy impresionada —me comentó, enroscando sus brazos en mi cuello—. Es difícil imaginarme a un estirado moviéndose así.

—Ya puedes parar con la mierda de estirado —le espeté, cansado del tema—. Que haya corrido con la mala suerte de tener el apellido que tengo, no quiere decir que me agrada y honestamente, estás matando el momento.

Ella me sonrió, pareciendo más divertida que ofendida por mi descargue.

—¿Entonces dices que estamos teniendo un momento, McLaggen? —inquirió, acercándose un poco más a mí, si eso era posible.

«Mala decisión, Jay. Debiste decirme que no».

—Creo que eres bastante consciente de la respuesta —respondí, bajando mis manos hasta su cintura para apretarla hacia el lugar de mi cuerpo que estaba listo para arruinar otra amistad.

—¡Oigan, chicos!

El que terminó matando el momento fue Jayden.

Ambos dimos un paso atrás, fastidiados por la inoportuna interrupción. Tuve que hacer una maniobra disimulada para ocultar lo que acababa de provocar su hermana en mi entrepierna.

—Disculpen la interrupción de su baile erótico, pero mi amigo Eli ha llegado y ha traído mercancía buena —nos dijo, agitando a la altura de su cara una bolsa plástica llena de porros preparados—. ¿Van a querer?

Arabella me dio una mirada interrogante, como si estuviese intrigada por saber cuál sería mi respuesta. Puse los ojos en blanco y le quité la bolsa a Jayden para tomar uno. Había visto a amigos de papá meterse mierdas peores que esa. Y la verdad, también había pasado tiempo desde la última vez que fumé algo más que un cigarrillo.

Y si ya no iba a echar un polvo, al menos tendría un buen porro.

—Espero que esta sea de la buena, Jay, la última me dejó con tremendo dolor de cabeza —le dijo Monkeys, metiendo la mano dentro de la bolsa también.

—Me ofendes, Rose, ¿cuándo te he dado algo de mala calidad? —Un chico bajito que me supuse se trataba de Eli, apareció detrás de Jayden.

—La que me dejó con dolor de cabeza fue la tuya, idiota —le recordó ella, haciéndole un ademán a su hermano para que le prestara su encendedor.

Cuando fui mi turno con el encendedor tuve que estar en desacuerdo con Arabella, porque me sentí colgado después de apenas la tercera calada.

—Joder, ¿de dónde mierda has sacado esto? —tosí un poco, dejando una nube de humo espeso en el aire.

—Está bueno, ¿cierto? —inquirió el chico Eli, sonriendo.

—Con esto puedes drogar hasta un elefante —reconocí.

Entonces, justo en ese instante, fue que las cosas dieron un giro inesperado de eventos. Un giro que desearía poder atribuírmelo a mí y a mis tantas maneras de jugar con la paciencia de mi padre, pero por desgracia, lo que ocurrió a continuación fue obra pura de estar en el lugar equivocado, en el momento equivocado.

—¡Viene la policía! —gritó alguien entre la marea de gente.

—¡Corre, perra, corre! —expresó Eli, desapareciendo de nuestra vista al entrar en el mismo estado de pánico que el resto de los invitados de la fiesta.

Ese fue nuestro primer error, habernos tomado nuestro tiempo para llegar al auto de Jayden mientras las sirenas de la policía se escuchaban cada vez más cerca. Pensábamos que si no lucíamos sospechosos, los oficiales no tendrían por qué molestarnos u orillarnos.

Entiendan, estábamos drogados. Claramente si la policía te ve salir de una casa hasta el tope de alcohol, drogas y menores de edad, tú huyes como el infierno de ahí. No seas como nosotros, que ni siquiera logramos encender el puto auto cuando un par de oficiales de policía nos abordaron y nos encandilaron con sus linternas.

—Necesitamos que salgan del vehículo, por favor —nos pidieron, sin apartar la luz de nuestros rostros.

—¿Qué ocurre, Oficial? —pregunté con mi mejor voz de "no estoy para nada colgado"—. ¿Ahora estar dentro de un auto aparcado, frente a tu propia casa, es una infracción? ¿Qué pasó con lo del respeto a la propiedad privada y la libertad de expresión en este país?

—Por favor, salgan del vehículo —repitió uno de ellos, llevando su mano hacia la pistola enfundada en su cinturón.

—Señor, vivo justo ahí —insistí, señalando una casa al azar junto a nosotros—. De hecho, estábamos a punto de llamarlos por todo el escándalo que los chicos de al lado estaban haciendo. Arruinaron por completo nuestra tranquila noche de batalla de Fortnite con sus gritos.

—¿Ah, sí? —El otro policía enarcó una ceja y la dirección de su linterna se desvió—. ¿Qué es eso que tienen ahí entonces?

Mis ojos siguieron la luz. En cuanto vi a lo que se refería el oficial, enseguida miré a Jayden, queriéndole arrancar la cabeza. Él me devolvió la mirada con culpabilidad. El jodido chico se había traído la bolsa de Eli y la había dejado a la vista de los policías.

Y si algo me había enseñado vivir con 'el mejor abogado del distrito', era que la cantidad que había en esa bolsa estaba lejos de ser legal.

Maldición.

***

—Su padre está en una reunión por teléfono, pero en cuanto esté disponible lo atenderá —me indicó Shannon, la recepcionista de papá, cerrando la puerta con cuidado detrás de ella.

—Genial, puedo pasarme más tarde —le dije, comenzando a levantarme de la silla.

«O nunca, mejor».

—Señor, su padre me dio instrucciones estrictas de... —comenzó a decir Oskar, Guardaespaldas Desalmado #1.

—Joder... —Me llevé la mano a la cara y pellizqué el puente de mi nariz con estrés. Tenía que ser una puta pesadilla.

Tomé asiento otra vez sin querer escuchar el resto de la oración. Claramente había enviado a Oskar por mí para evitar que me escapara. Y lo hubiese hecho, si no estuviera salvándole los traseros a Jayden y a Bella. Me debían una por haberles evitado problemas graves en la estación de policía. Sin embargo, iba a ser yo quien pagaría por los platos rotos, de los tres.

Henry enviando a uno de sus guardaespaldas a retenerme, solo podía significar que la discusión que estaba a punto de suceder, sería grande.

Permanecí en silencio en la zona de espera, sintiendo las miradas de Shannon y Oskar sobre mí, por razones distintas. Oskar, probablemente se aseguraba de que no fuese a llevar a cabo ningún plan repentino de escape y Shannon, tal vez estaba enumerando las distintas versiones del porqué de mi visita. Era raro verme ahí, todos sabían que el despacho de papá era mi lugar menos favorito de la ciudad.

Mis ojos se toparon con la gran placa que descansaba sobre la cabeza de Shannon. «McLaggen». Una simple palabra tallada en letras doradas, grandes y rígidas. Papá era tan pretencioso que sabía que solo le bastaba con su apellido para que las personas supieran con quién trataban. Otros abogados se esfuerzan para ser claros en lo que ofrecen y conseguir atraer clientes con el nombre de sus firmas. Y de hecho, cuando la firma le pertenecía al abuelo Brooks, después del «McLaggen» venía el «Corporate Law». Sin embargo, cuando el abuelo le dejó la firma a Henry, a este le pareció que las dos últimas letras estorbaban. «Todo Nueva York ya conoce la fama de nuestros servicios. Dejar solo el nombre transmite la seguridad que tenemos».

El abuelo Brooks probablemente revivió y volvió a morirse en su tumba.

—Hunter. —La voz de mi padre me hizo desviar la mirada hacia él.

Se encontraba con medio cuerpo fuera de su oficina y tenía su expresión de control forzado. Créanme, yo ya estaba hecho un experto en leer sus distintas caras y podía notar, por su mandíbula apretada y su tono de voz calculado, que estaba aún más cabreado que con lo de mi hazaña del burdel.

Joder, era una pena que no podía darme el crédito por eso.

—Entra —dijo, abriendo más la puerta para darme espacio.

Shannon y Oskar sintieron la tensión en el ambiente, ya que nadie dijo nada mientras me levantaba de la silla y lo obedecía.

Escuché el fuerte portazo que dio a mis espaldas y puse los ojos en blanco. «Aquí vamos de nuevo», pensé.

Tomé asiento en el sillón frente a su escritorio y esperé para comenzar con nuestra coreografía rutinaria que consistía en: él gritándome el desperdicio de hijo que era, yo fingiendo que lo escuchaba, él gritándome porque sabía que estaba fingiendo que lo escuchaba. El ciclo se repetía hasta que Henry decidía un ilógico castigo... que nunca funcionaba.

Papá bordeó su escritorio y mientras se deshacía de su elegante saco azul marino, lo vi tomar el control de las persianas y cerrarlas para que tuviésemos privacidad.

—Mierda, ¿debería asustarme? —hablé, haciendo una mueca exagerada de miedo—. ¿Finalmente vas a asesinarme y no quieres que se den cuenta?

—Cállate, Hunter —me espetó, apoyando ahora sus brazos sobre su escritorio y lanzándome una mirada de muerte—. ¿Cuándo es que dejarás de ser tan jodidamente infantil?

Uh-oh, estábamos diciendo palabrotas. Henry McLaggen solo decía palabrotas cuando la rabia le podía más. De resto, Esther le había dejado claro que su boca sucia podría afectar su imagen pública.

—Estaba en una fiesta y la fiesta se ha salido un poco de control, ¿qué quieres que te diga? —me defendí, encogiéndome de hombros.

—¿Crees que soy estúpido y no sé lo que intentas hacer? —gruñó, impulsándose hacia arriba con sus brazos y comenzando a caminar con estrés de un lado a otro—. No entiendo cómo es que logras siempre terminar en mierdas así. —Se detuvo para volver a mirarme—. Quince mil dólares, Hunter, tu jueguito me ha costado quince mil dólares y una ridícula promesa al comisionado de ir al campo de golf por un partido. Capaz me querrá a arrastrar para que done dinero a alguna estúpida fundación.

—Felicidades, ahí tienes tus horas de ejercicio, que ya las vas necesitando, porque todo ese estrés del trabajo se te está yendo directo a la barriga —bromeé, poniendo mi atención en el retrato familiar que descansaba en el costado del escritorio.

Se encontraba justo en la posición perfecta para que sus clientes le preguntaran por él al entrar a su oficina. Y él diera toda una charla de cuánto adoraba y se preocupaba por su familia. ¿Cómo sabía eso? Lo había visto hacerlo más una vez. Era una actuación demasiado falsa.

—Pensé que llevarte a esa escuela te haría recapacitar sobre lo afortunado que eres de pertenecer a esta familia —me dijo, ignorando mi broma y caminando hacia mí.

—Oh, por favor —bufé, incrédulo—. Hubiese preferido que me mataras y así hubiera podido reencarnar en el cuerpo de otra persona, de otra familia.

Él respiró hondo, rabioso como un toro. Me tomó de la chaqueta con fuerza e hizo que me levantara del sillón para clavarme sus ojos azules a la misma altura. Henry podía intimidar a cualquiera con su mirada, menos a mí, yo había aprendido a no mostrarle debilidad.

—No voy a dejar que destruyas mi prestigio solo porque eres un malagradecido y un crío malcriado —farfulló, haciendo presión en su agarre—. Estoy a punto de subir de nivel, por mi negocio y por el nombre de nuestra familia, y no permitiré que lo jodas por querer jugar al Robin Hood.

—Estás arrugándome la ropa, Henry —le indiqué con dureza, soltándome de su agarre con brusquedad.

Lo de la mierda de alcalde parecía ser importante, ya que, , a veces nuestras discusiones podían calentarse hasta rozar la línea de lo físico, pero él nunca se arriesgaría a que lo vieran siendo violento con su hijo en su despacho. De nuevo, Esther lo había aconsejado bien sobre cómo esconder el monstruo antipático y temperamental que en verdad era.

Papá dio dos pasos atrás y tomó bocanadas de aire para calmar su temperamento mientras se peinaba sus ondas negras. A veces odiaba lo tanto que me parecía a él. Desgraciadamente, era como su copia en versión joven; con menos canas y menos arrugas, pero el mismo tono de piel, altura, contextura, ojos, cabello. Hiram era el que había sido bendecido con los genes de mamá... aunque maldecido con la misma personalidad de mierda de Henry.

—Se acabó la hora de juego, Hunter —agregó, parándose recto y sereno. Volviendo a su fachada de perfección—. Acabo de darme cuenta de que la única manera de mantenerte bajo control es teniéndote cerca, así que a partir de ahora, vas a volver a Lawrence, Oskar va a acompañarte a todos lados y después de clases vendrás al despacho a ayudar con lo que necesite, ¿entendido?

No pude evitar reírme.

—Y una mierda —espeté, sacudiendo la cabeza—. ¿Me estás diciendo que me tendrás en una especie de arresto domiciliario ahora?

—¿Prefieres entonces que Arabella y Jayden Rose sean procesados por posesión? —me soltó, tomándome fuera de guardia—. Cuatro años para cada uno, porque no sería su primera vez, ¿te parece bien eso?

Maldita sea.

—Ya les pagaste la fianza, no puedes hacer eso —le recordé.

—Así como pagué su fianza, puedo volver a meterlos ahí, y lo sabes.

—Quién viera al abogado más querido de la ciudad sobornando a su propio hijo —contraataqué.

—Cuando seas mayor, entenderás por qué a veces se requieren ciertos esfuerzos para mantener a flote las cosas —comentó, tranquilo—. Y entenderás también lo afortunado que eres, Hunter.

—Claro, voy a entenderlo mientras soy obligado a convertirme en tu jodido mini Hiram —le gruñí.

—Ahórrate las pataletas, hijo, perdiste el derecho a opinar desde hace un tiempo —dijo, echándole un vistazo a su Rolex—. Tengo una reunión en un par de minutos, eso sería todo. Le ordené a Oskar que te llevara a comprar unos cuantos trajes, los vas a necesitar, dado que los que tenías los donaste a mis espaldas. —Hizo una pausa para darme una mirada irónica—. Después te llevará a casa.

—No necesito un chofer ni mucho menos un niñero —le repetí, molesto.

—Lástima que no te daba opciones —respondió en el mismo tono—. Ahora, fuera de mi oficina.

Me tardé en salir, mis manos estaban echas puños y comenzaban a temblar de la presión que estaba ejerciendo para evitar lanzarme sobre él y golpearlo.

—Ah —añadió, como recordando algo—. Está de más decir que no quiero volver a verte cerca de Queens o sus alrededores, ¿me di a entender bien?

Traducción: no quiero que vuelvas a ver los hermanos o a ninguna otra persona que hayas conocido en la otra escuela.

Tuve que apresurarme a la puerta antes de que por primera vez, la discusión no rozara, sino que cruzara la línea de lo físico. No iba a rebajarme a su nivel.

Abrí la puerta de su oficina con tanta fuerza que las personas de la recepción dieron un salto. Shannon regresó su atención a la computadora frente a ella y empezó a tipear —probablemente incoherencias— en el teclado. Oskar fingió que le había llegado un mensaje de texto. Y ahora los acompañaba una chica, más o menos de mi edad. Se había puesto de pie con el sobresalto de la puerta y apretaba una carpeta negra en su pecho. Sus grandes ojos verdes se encontraron con los míos de manera accidental, y la incomodidad en ellos me confirmó que todos habían estado escuchando nuestra discusión.

Genial, así podían percatarse de la clase de hombre que era Henry.

—Srta. Wisener, estoy listo para usted. —La chica rompió contacto visual para mirar por encima de mi hombro.

Me sorprendió lo rápido que ella se sacudió la incomodidad y lo nervios para darle una perfecta sonrisa de cortesía a mi padre.

—Gracias por su tiempo, Sr. McLaggen —le respondió ella, amigable, caminando hacia él.

No pude evitar rodar los ojos. Todos en ese círculo eran iguales.

Me dirigí al ascensor con Oskar pisándome los talones. Magnífico, ahora me había convertido en una animal y me había salido una puta cola.

Le lancé una mirada dura cuando se metió conmigo en el ascensor.

—¿No deberías estar con tu otra mitad? —le pregunté sobre Guardaespaldas Desalmado #2.

—Kaden se encuentra con la Sra. McLaggen y desde ahora, estoy encargado de usted, señor —me contestó, tajante.

—Pensé que si se separaban comenzaban a debilitarse o algo así, digo, porque se alimentan del alma del otro, ¿no? —me burlé, maquinando rápido un plan de escape en mi cabeza.

La amenaza de papá me había frustrado. Me sentía impotente al tener que obedecerlo. Mejor dicho, de tener que empezar actuar como una de sus marionetas. Me había esforzado mucho para desligarme de todo lo relacionado a su trabajo, a su imagen pública, a todo lo que decía ser, pero no era. Si él quería jugar ahora al padre verdugo, no iba a ponérsela fácil. Nunca se lo había puesto fácil, y no pensaba comenzar.

—Señor, el auto... —me indicó Oskar, señalando la gran camioneta negra aparcada del otro lado de la calle—. Debo llevarlo al centro comercial.

Sonreí. Guardaespaldas Desalmado #1 acababa de ponérmela en bandeja.

—No gracias, ya tengo mi medio de transporte. —Caminé un par de metros hasta donde se encontraba mi motocicleta aparcada.

—No puedo perderlo de vista, su padre me ordenó mantenerlo vigilado en todo momento.

—Bueno, supongo que deberías apresurarte si quieres alcanzarme entonces —le dije, colocándome el casco y montándome en la moto en tiempo récord.

No alcancé a escuchar lo que Oskar decía, lo dejé a media frase cuando el sonido del motor ahogó sus palabras, y me alejé a toda velocidad.

¡OH, SÍ, OH, SÍ, CAPÍTULO NUEVO, CAPÍTULO NUEVO!

Sí, señores, hay capítulo nuevo como modo de celebración por haber alcanzado los 10K en Instagram (y tal vez también para celebrar la noticia de que Wattpad ha nombrado un montón de autores en Español como Wattpas Stars, ¡incluyéndome!). ¡Yasssss!

Ahora bueno, a lo importante: ¿qué tal este Hunter del pasado?, ¿se lo esperaban así?, ¿qué se imaginaban?, ¿ya odian a Henry con la misma intensidad con que lo odio yo? Maigash, pero qué clase de padre que le toca a nuestro pobre bebé.

Tantas preguntas todavía por resolver, poco a poco veremos cómo la historia agarra forma y me enKanta. ¿A ustedes?

¡Ya estoy ansiosa por leer sus comentarios! Así que me voy, me voy para poder publicar esto y ponerme a leer sus reacciones.

Besitos venezolanos con un ponche crema bien delicioso para entrar en mood navideño. ¡Los amo!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro