1 │ De (Re)encuentros
HUNTER
AHORA:
«Joder, Hunter, no de nuevo».
Pensé que había aprendido a controlarlo. A mí corazón, digo. Últimamente, le gustaba ser rebelde y desobedecerme cuando le había pedido de manera explícita que cerrara la boca. O mejor dicho, que calmara sus latidos.
Sin embargo, esta vez, culpaba a Dylan por ello. Bueno, las otras veces también, pero lo que tenía en mis manos superaba cualquier otro momento de debilidad de mi parte que hubiese ocurrido en el pasado.
Nadie antes me había obsequiado algo como lo que tenía en mis manos. Aunque, en realidad, no se trataba del regalo en sí, porque si de algo estaba seguro era que Lanie debía continuar trabajando en sus habilidades con las manualidades; las letras estaban un poco amorfas y las figuras que intentó hacer con la brillantina no resultaron del todo bien. Pero nada de eso realmente importaba, lo que importaba era lo escrito en él.
Hunter McLaggen: honorable BFF disfuncional, impecable compañero de equipo y un completo experto en ganarse tu aprecio, incluso con su idiotez.
Podría escribir más, pero todas sus cualidades no cabrían en tan poco espacio.
Posdata: El puto puesto era mío
No sabía qué me sorprendía más; que Dylan Carter se hubiera tomado el tiempo de hacer esto por nosotros, o la respuesta que todo mi cuerpo estaba teniendo ante el mensaje que mis no podían parar de leer.
Estaba sonriendo como un idiota. Y jodido, como un idiota también.
—Déjame ver qué escribió en el tuyo.
Matthew me salvó de continuar hundiéndome aún más en mi repentino estado de idiotez. Mis ojos perdieron contacto con las palabras cuando me arrebató el birrete de las manos y comenzó a leer en voz alta:
—"Hunter McLaggen: honorable BFF disfuncional, impecable compañero de equipo y un completo experto en ganarse tu aprecio, incluso con su idiotez. Podría escribir más, pero todas sus cualidades no cabrían en tan poco espacio. Posdata: El puto puesto era mío".
Arrugué la nariz. Sabía que la intención de Dylan con los mensajes en los birretes no había sido para que los reserváramos u ocultáramos, sino para lucirlos en la ceremonia de graduación, pero no podía evitar sentir como si las palabras fuesen demasiado personales para decirlas en voz alta.
Lo que necesitaba era recomponer mi mierda. Ya hasta estaba pasando a la etapa de tener pensamientos ridículos.
—Dame eso, Fitzgerald —repliqué, quitándole el birrete—. Confórmate con el tuyo, no te pongas exigente y celoso ahora.
Matthew puso los ojos en blanco, haciendo una mueca de fastidio y luego se volvió hacia Dylan, cambiando por completo su expresión a una sonrisa de gratitud.
—No lo estoy —se defendió, sacándole a Lanie una sonrisa—. El mío es perfecto.
Entonces, ella dirigió su mirada a mí. Sus expresivos ojos verdes me inspeccionaron con una curiosidad que —no me encantaba tener que admitirlo—, pero consiguieron ponerme nervioso, como si ya supieran que su regalo me había tomado completamente fuera de guardia.
¿Tal vez estaba siendo demasiado transparente con mis emociones?
—Esto está saliendo mucho mejor de lo que imaginé —comentó en tono burlón—. Esperé más... no lo sé, burlas de tu parte, ¿tu silencio significa que finalmente he dejado a Hunter McLaggen sin comentarios sarcásticos que hacer?
Oh, tenía un montón de comentarios justo en la punta de mi lengua, listos para tener luz verde de mi parte y poder salir, pero ninguno de ellos eran sarcásticos. De hecho, sería mejor si nunca vieran la luz del día, por el bien de nuestra amistad.
«Patético, en serio, patético».
Sí, tener sentimientos incontrolables por la única verdadera amiga que has tenido en tu vida, era en serio patético.
¿Por qué incontrolables? Porque ya había tenido esta conversación mental más veces de las que estaba dispuesto a admitirle a nadie.
El problema: Dylan me gustaba. Mucho.
La solución:
Ninguna, ya que después de tantos meses, todavía no la había encontrado. Había tenido que mejorar mis habilidades de actuación para fingir que los sentimientos ya no existían. No me malinterpreten, que ella aún me gustara no me tenía sumergido en ningún hoyo negro de sufrimiento y autocompasión, ni mucho menos comiendo helado por las noches mientras veía películas tristes de mascotas que mueren al final. Me sentía bien con ser parte de su vida, y que ella fuese parte de la mía.
Quizá ella nunca tuviese idea de esto, y no sabía si era realmente algo que a la gente le pasara; pero luego de haber dejado mi antigua vida hacía casi un año e ir a Columbus, sin saber lo que me esperaba o qué tanto cambiarían las cosas para mí, me sentía agradecido por haberla conocido. O, siendo más honesto, me sentía agradecido con mi terquedad y mi habilidad para mantenerla en mi vida incluso cuando llegó a odiarme.
El problema era que los sentimientos seguían creciendo —por eso los catalogaba como incontrolables—, y a pesar de mis intentos por que fuese lo contrario, hasta ahora la única solución que había encontrado era pretender que no quería besarla todo el tiempo.
Porque uno no debería besar a sus amigos más de dos veces, sin importar cuánto quieras aumentar esa cifra. Sobre todo no cuando esa amiga tenía un novio que justo estaba caminando en nuestra dirección.
West Oh Alabado Sea el Dios del Fútbol no apreciaría demasiado mis ideas de agradecerle a Dylan por su obsequio. Y nosotros estábamos en una especie de... proceso de tolerancia y aceptación.
—Uh... Mejor te daré mi comentario sarcástico después de la ceremonia —mentí, forzando una sonrisa.
—Vaya, saber que tienes que pensar tanto para un comentario sarcástico quiere decir que he hecho algo bien —añadió ella, dedicándome media sonrisa.
«Has hecho más de lo que piensas que sabes, Lanie».
—¡Hey! —Dylan saltó, cortando nuestro contacto visual cuando West apareció tras de ella, rodeándola con sus brazos—. Necesitamos tu ayuda por allá, la señora S. nos tomó por modelos de GQ y pretende que hagamos toda una sesión para ella mientras "espera por los graduandos". Por favor, sálvennos, siento que su próxima petición será que nos quitemos la camisa para unas tomas provocativas.
Podía ver totalmente a la mamá de Dylan haciendo esa propuesta.
—Está bien —ella se rio, sonriendo al darse cuenta que se trataba de él—. Igual, ya fue suficiente cursilería por un día.
—No cantes victoria aún, Dyl, la ceremonia ni siquiera ha comenzado —terció Matthew, escondiendo su mirada en su birrete para no levantar ninguna sospecha—. Veo más cursilería venir.
Joder, Matt terminaría arruinando la sorpresa debido a su susceptibilidad. Y yo no me había tragado mi orgullo, le había pedido prestado el auto de Patch para ir hasta el aeropuerto, el día de mi graduación, para que Dylan se terminara enterando de que sus amigos le estaban dando una sorpresa, antes de la sorpresa.
—Eso no está ayudando, Matt —le replicó Dylan.
—Bonitos birretes —intervino West, percatándose de que Matthew estaba a un paso de soltarlo todo—. ¿Para eso era que necesitabas un minuto, bebé?
—Sí, ¿no están increíbles? Los hizo para nosotros —respondió el inglés por ella.
Ambos se hundieron en un intercambio de miradas que casi me hace poner los ojos en blanco.
Supongo que debía tomar el consejo de Chase y empezar a acostumbrarme a ver este lado de Dylan. Continuaba debatiéndome en cuál era peor; la Dylan llorona, o la Dylan embobada.
No, peor era yo; Hunter el auto-desterrado a la 'zona de amigos'.
—No digas nada si vas a burlarte —le dijo ella, colocándole un dedo en la boca.
—No iba a burlarme, iba a halagarte —se rio él, besándole la mano—. Siempre he sabido que estas manos hacen maravillas.
Nop, definitivamente la Dylan embobada era peor.
—Ugh, tu hermano tiene razón, ustedes son asquerosos —intervine, rezándole a Dios para que entendieran la indirecta.
—¿Y desde cuándo mi hermano y tú están de acuerdo en algo? —Ella se apartó de West y me miró, enarcando una ceja—. La última vez que estuvieron en el mismo espacio, casi se matan.
Esa era una verdad, por lo que mi sorpresa había sido igual de genuina que la de ella cuando recibí una llamada de Matthew temprano, para rogarme que fuese a buscar a Sawyer, Chase y West al aeropuerto. Ni siquiera tenía planeado buscar a mamá, ella conocía perfectamente el camino a casa del tío Patch. Sin embargo, el inglés les había prometido un aventón a casa de uno de ellos, algo sobre una fiesta sorpresa que le organizarían a Lanie. Los tres parecían estar contando con que él iría, y sus padres lo estaban reteniendo más tiempo del previsto.
Por alguna loca razón, creyó que yo sería el candidato perfecto para reemplazarlo en la supuesta misión.
—Ellos no quieren que salga, tienen un montón de actividades familiares que quieren hacer antes de la ceremonia, por favor, Hunter, por favooor, no se me ocurrió a nadie más a quién llamar.
—¿Y no se te ocurrió que yo también me estoy graduando hoy, Fitzgerald? —ironicé.
—Bueno, ¿estás ocupado siquiera? —contraatacó.
Alcé la vista hacia la película de Netflix que estaba pausada en el televisor de la sala. Estaba disfrutando de la casa para mí solo, Patch se había ido temprano a la escuela y yo no tenía que estar listo hasta dentro de unas cuantas horas. Quiero decir, estaba bastante cómodo.
—Si con ocupado te refieres a que me estoy poniendo al día con películas, estoy hasta el cuello de cosas qué hacer.
—Quieren sorprender a Dylan con una fiesta, ¿vas a arruinarles los planes?
—Técnicamente, tú eres el que está arruinándole los planes al no poder ir por ellos —recalqué lo obvio.
Matthew resopló, frustrado.
—Hunter, este es tu momento para demostrar que quieres de verdad una tregua entre ustedes. Sé el excelente amigo que sé que eres para Dylan y colabora en esto, ¿por favor?
Fue en ese momento que entendí por qué Dylan terminaba accediendo a cualquier cosa que él le pidiera. El muy hijo de puta era bueno en el arte de meterse en tu cabeza y conocer tu punto débil para su beneficio.
—Me asquean tus sucios métodos de manipulación, Matthew —le dije, tanteando el sofá en busca del control remoto.
—Sucios, pero efectivos —reconoció, escuchándose más tranquilo—. Así que... ¿lo harás?
—Solo lo haré si dices: "Gracias, Hunter, por eso es que estás de primero en la lista de mejores amigos de Dylan" —añadí, sonriendo con malicia.
—Qué infantil eres —me insultó, serio.
—Si es algo tan infantil, entonces no debería resultarte tan difícil decirlo —puntualicé.
Mi sonrisa se amplió cuando lo escuché gruñir.
—Gracias, Hunter, por eso es que estás de primero en la lista de mejores amigos de Dylan —me citó en tono molesto—. ¿Puedo confiar en que de verdad irás?
—Por supuesto, me tuviste en "sorprender a Dylan", pero te agradezco que admitieras que estoy a punto de robarte el puesto —me burlé, divertido.
—Voy a dejarlo pasar porque estoy muy estresado, y porque sé que no es cierto. Gracias de nuevo, les avisaré a los chicos.
Así fue cómo terminé en el auto antiguo de repuesto de Patch, en un silencio incómodo, conduciendo con West Oh Alabado Sea el Dios del Fútbol, el hermano... y el ex de Lanie que hasta hace poco me odiaba.
Sin Dylan de por medio, estar todos juntos en un mismo espacio era la cosa más rara que me había pasado hasta ahora.
Y creo que hablaba por los tres.
—Tío, gracias por ayudarnos —habló el rubio, Sawyer, que se encontraba acompañándome en el asiento del copiloto.
—Matthew fue muy persistente —le dije, manteniendo mi vista en el camino.
—Pero pudiste haber dicho que no, así que gracias —comentó West desde el asiento de atrás—. Con la temporada de graduaciones, el aeropuerto es un caos.
—Sí, gracias o lo que sea —terció Chase entre dientes.
Miré por el retrovisor, observando al hermano de Dylan tener una rabieta silenciosa, probablemente porque esperaba a Matthew, y no a mí. Reprimí una risa y me mordí la lengua para no hacer ningún comentario sarcástico. Era difícil resistirme cuando cualquiera podría confundirlos con gemelos. Ambos físicamente parecidos... y con un humor de perros el noventa por ciento del tiempo.
Pero no me apetecía desatar la Tercera Guerra Mundial, por más que odiara dejar de lado mi orgullo, le había prometido a Dylan que iba a llevar la fiesta en paz.
Por lo que regresamos rápidamente al silencio incómodo.
—Oye, Dylan nos contó que te han aceptado en Columbia. —Sawyer volvió a romper el silencio—. Felicidades, ya tienes a dos guías en el campus, si alguna vez necesitas ayuda...
—Habla por ti m... —Chase comenzó a reprochar, mas quedó a media frase cuando West lo calló con un golpe.
—No seas imbécil, Carter —le reprochó su amigo—. Ya le dijimos a Dyl que dejaríamos de discutir, ¿recuerdas?
Al menos nos unía el miedo en común de desatar otro arrebato de furia como el de su fiesta de cumpleaños.
No fue mi mejor momento, eso sí debo reconocerlo. Era una de las tantas razones por las que buscaba una solución al problema de los sentimientos. Sentir demasiado me volvía impulsivo y me llevaba a hacer cosas como mostrarles mi pene a un puñado de desconocidos por el simple hecho de no saber lidiar con mis celos.
El exhibicionismo fue lo de menos —no sería la primera vez—, el problema vino después, con los potentes gritos de Dylan. Joder, revivía el dolor de cabeza de tan solo recordarlo.
—Cierto —intervino Sawyer, girándose hacia la parte de atrás—. Además, no me hagas avergonzarte y contarle a Hunter lo que dijiste sobre su broma del baile de graduación.
—¿Qué dijo sobre la broma del baile de graduación? —inquirí, interesado.
El chico resopló y miró con terquedad hacia la ventanilla del auto, sabiendo que no iba a poder impedirles que respondieran.
—Él dijo que tenía que quitarse el sombrero ante ti por tener las pelotas para hacerle algo así a Dylan —me contestó West, risueño—. Y estoy de acuerdo, en todos los años conociéndola, ninguno de nosotros hubiéramos sido capaz de jugar con la muerte de esa forma.
—Yo sigo preguntándome cómo no te mató después de eso —se rio el rubio.
De repente, los cuatro nos estábamos riendo.
Eso fue incluso más raro que el silencio incómodo.
—¿Cómo lo lograste tú solo, de todos modos? —preguntó Chase, apareciéndose de un segundo a otro en el espacio entre los dos asientos—. Siempre intentan poner extra 'seguridad' en el baile de graduación ya que usualmente termina en alguna jugarreta, o en caos.
—Sí, en el nuestro, llevamos la fiesta al campo de fútbol y pusimos a Patch borracho hasta el culo... —La voz de Sawyer se desvaneció hacia las últimas palabras y me miró con una sonrisa avergonzada—. Mierda, que es tu tío... perdón por emborracharlo.
Esta vez la risa salió por sí sola, sin poderla detener.
—No, soy yo el que se lamenta no haber estado ahí para ayudarlos a emborracharlo —admití, riendo entre dientes—. Dylan me mostró el video de la Macarena. Ver al mismo hombre que le gusta hornear pasteles los fines de semana, balbuceando locuras en medio de una coreografía jodidamente horrible, me hizo el año entero.
—¿A Patch le gusta hornear pasteles? —se rio West—. ¿Director de día y Buddy Valastro de noche?
Sus amigos se unieron a sus risas.
—Entonces, ¿cómo lo hiciste? —insistió Chase, ajeno al chico que hacía un rato se rehusaba a entrar al auto.
—No fue difícil. —Me encogí de hombros, sintiéndome de repente cohibido por la naturalidad de todo el asunto.
La rareza no solo estaba relacionada con que fuesen ellos, sino con el hecho de que aparte de Matthew y Dylan, socializar con el mundo no era lo mío. Después de que mi padre se hubiera encargado de bloquear cualquier posibilidad de tener amistades reales, me había rendido en la tarea y había dejado de intentarlo. Repetir el mismo patrón era agotador:
Hunter conoce a una buena persona. Henry lo desaprueba, lo investiga, lo soborna o lo aleja. Hunter queda solo entre hipócritas de nuevo.
Una razón más para agradecer haberme ido a vivir con el tío Patch y dejar de estar bajo su dictadura. De hecho, las razones continuaban acumulándose.
—Corrí con suerte de que Betty Stanley era la encargada de la mesa de votación.
—Betty Stanley. —Los tres chicos dijeron al unísono, divertidos.
—A la chica siempre le aterró la idea que fuese el sobrino de Patch, por lo que engañarla fue jodidamente sencillo —conté, sonriendo ante el recuerdo de esa noche—. Solo tuve que decirle que Patch se estaba quejando de las luces y ella dejó la mesa abandonada para ir a revisar el supuesto problema.
—Recuerdo que el año pasado cuando vio que estábamos corriendo hacia el campo, se desmayó —terció West, riendo.
—Pero antes de eso tuvo como un momento donde parecía que su cerebro estaba recalentándose —lo siguió Chase, divertido—. Incluso, recuerdo que tenía como un espeluznante t...
—Tic —respondimos Sawyer, West y yo al mismo tiempo.
No pude evitar arrugar la cara por lo extraño que había sonado eso. Ellos aparentemente también notaron la rareza del momento, ya que se tardaron en continuar con la conversación. Conversación que estaba ocurriendo, sin Lanie de intermediaria... y como si fuese algo de todos los días.
«Oh, mierda, ¿eso significa que acabas de caer en el mismo agujero negro en el que está sumergida Dylan con estos chicos?», fue lo que mi mente pensó durante esos segundos de silencio.
Me había costado mucho entender el nivel de estima que ella les tenía. Quiero decir, podría hasta apostar que si se diera la situación, la chica sería capaz de tomar una bala por alguno de los tres. Y por Matthew también, tal vez, pero ellos estaban muy por encima. La mejor manera de definirlo era decir que los cuatro parecían venir en un jodido paquete indestructible donde no te daban las opciones por separado. Para Dylan, eran todos, o ninguno.
Y creo que era yo quien no estaba familiarizado con ese grado de amistad.
De cualquier manera, la situación era rara. Porque no me desagradó.
Sawyer fue de nuevo quien nos rescató de la incomodidad y empezó a contar breves anécdotas de las bromas fallidas que le habían hecho a Dylan a lo largo de su vida. La tensión que hubo al principio pasó a ser inexistente y yo no sabía todavía cómo sentirme con eso. Cuando aparqué frente a la dirección que me habían indicado, fui sorprendido con la invitación para asistir a la dichosa fiesta sorpresa.
—Oye, tú también te gradúas, eres amigo de Dylan y como dijimos, ya no pensamos meternos en más líos con ella —comentó West, inclinado sobre la ventanilla del copiloto mientras los demás sacaban sus maletas del maletero—. Nos gustaría que te pasaras más tarde, puedes traer a tu familia si quieres.
Por más que quisiera ver a West Oh Alabado Sea el Dios del Fútbol con ojos de resentimiento, aún no conseguía alguna otra razón para odiarlo que su título como novio de Lanie. Era verdaderamente frustrante no encontrar una excusa válida para justificar los ocasionales pensamientos oscuros que me incluían a mí...
—Considéralo una tregua oficial, McLaggen —añadió el castaño, extendiendo su brazo dentro del auto para cerrar la tregua con un apretón de manos—. No más dolores de cabeza para Dylan.
«Oh, joder».
—Estaba cansado igual de tanta mierda —le dije, aceptando su apretón—. Espero que esto también signifique que no nos tendremos que ver desnudos de nuevo en lo que queda de nuestras vidas.
Él dejó escapar una risa entre dientes.
—Tenemos un trato —coincidió, sonriendo.
Y así fue la anécdota de cómo sentencié mi condena en la zona de amigos por siempre.
—¿Es que no te enteraste? —Salí de mis pensamientos para contestarle la pregunta—. Luego de haberte hecho reina del baile, Sawyer, Chase y yo iniciamos el bromance que tanto has estado esperando. Al parecer, cuando se trata de jugarte épicas bromas, te ganas sus respetos. Lo de Columbia terminó siendo un plus —bromeé.
Ella sacudió la cabeza y miró al cielo, haciendo una mueca de exagerado sufrimiento.
—Dios, ¿estás escuchando? Por favor, no hagas que me arrepienta de esta unión.
No iba a discutirle eso, probablemente, para bien o para mal, iba a arrepentirse de habernos juntado.
—Este es solo el comienzo de una larga amistad, Lanie, espero que se te dé bien compartir, porque hay suficiente Hunter para todos.
Pude notar que su cuerpo se relajaba con mis bromas habituales, lo cual me confirmó que sí había estado siendo transparente con mi reacción a su regalo.
«Hora de huir, Hunter».
—Supongo que eso me incluye a mí también —agregó West.
Sabía que estaba haciendo referencia a la conversación en el auto y también sabía que quería oficializar nuestra tregua frente a Dylan, cosa que podía entender, porque ella de repente había entrado en un auto-estado de tensión que casi me hace poner los ojos en blanco y decirle que no fuera tan dramática.
—Por supuesto que te incluye, West Oh Alabado Sea el Dios del Fútbol —dije en cambio, esbozando una sonrisa que esperaba que fuese suficiente para que ella dejara de parecer tan aterrada por un par de palabras.
—Nunca dejarás de llamarme así, ¿cierto? —inquirió él.
—Veo que ya estamos entendiéndonos mejor —respondí—. ¿Ves, Lanie? Tal vez deberías quitar esa expresión de tragedia de tu rostro, para el final de verano, serás tú la que tendrá que solicitar tiempo conmigo.
Ella me puso mala cara y luego se volvió hacia Matthew.
—Esa sesión de fotos cada vez suena más tentadora, ¿por qué no vamos? —le preguntó.
—¡Por favor! —estuvo de acuerdo Matthew, escapando de la situación.
Iba a emplear su misma jugada. Era hora de alejarme e ir reprenderme a mí mismo por flaquear.
—Yo tendré que rechazar la sesión de GQ —dije, convincente.
Dylan enarcó una ceja y me dedicó una mirada burlona.
—¿Por qué? ¿Te da miedo que mamá te haga quitarte la camisa?
No, me daba miedo que mis sentimientos incontrolables continuaran cagándola.
—No —le aseguré, pensando rápido en una excusa para irme—, pero sí tengo que ir a asegurarme que la mía no se arrepienta de haber venido.
Tampoco estaba mintiendo, no había escuchado de mamá desde que me había llamado temprano para avisar que ya estaba en la ciudad, pero que rentaría una habitación en el Hilton por el día. A pesar de las insistencias del tío Patch para que pasara el rato en su casa, era obvio que para ella esa nunca había sido una opción. «El hotel queda más cerca del aeropuerto, querido, así se me es más cómodo para regresar», fue su pretexto.
Las cosas entre nosotros habían estado mal desde nuestra discusión familiar en Acción de Gracias. Bueno, habían estado mal desde hacía un tiempo ya, pero los problemas entre ella y yo eran indirectamente relacionados a la bestia de su esposo, Henry. Discutíamos más por él que porque tuviésemos diferencias. Poniéndolo en perspectiva; él era la única diferencia que existía entre los dos.
Sin embargo, verla esa noche estando de acuerdo, en silencio, con todo lo que él decía, dibujó una línea para mí. No sabía lo que había pasado durante los meses que no estuve en casa, pero antes, mi madre al menos intentaba defenderme cuando Henry tenía sus episodios de imbecilidad crónica. La mayoría de las veces fracasaba, mas apreciaba que no fuese tan sumisa como el desperdicio de Hiram. Ahora, parecía que papá la había finalmente absorbido y transformado en otra de sus marionetas.
Me encontraba ochenta por ciento seguro que ni siquiera le había discutido la decisión de venir ella sola, a la graduación de su hijo. Hace dos años atrás, cuando Hiram se graduó de la secundaria, Henry incluso le organizó una ostentosa cena en nuestro penthouse. Al parecer, yo no merecía ni su presencia.
Tampoco me importaba demasiado, estaba aliviado de no tener que volver a verlo hasta que fuera estrictamente necesario.
—Prometo que si todavía quiere otras fotos luego de la ceremonia, estaré más que dispuesto a deslumbrarla con mis perfectos abdominales —le dije en tono burlón.
—Asco —Ella arrugó la nariz, aunque reprimiendo una sonrisa.
Mi corazón saltó de nuevo. Joder.
—Gracias por el birrete, Lanie —me apresuré a decirle.
No esperé su respuesta, hui por el bien de mi dignidad.
Como si fuera poco, mientras ubicaba a mamá, mis ojos se alternaban entre el camino y las letras escritas en el birrete. Y, tal vez todavía estuviese sonriendo como un estúpido. Me permití recordar lo cabreado que estaba cuando mis padres me habían empujado a un avión con destino a Columbus, a vivir con un tío que no había visto desde que tenía alrededor de diez años.
Estaba tan cabreado por lo de Saige y por ser forzado a dejar mi vida en Nueva York solo porque Henry quería hacerme desaparecer para evitar que el escándalo le salpicara. Recordé que la primera semana no le dirigí la palabra a Patch y me rehusaba a obedecerlo. Fui una llaga en el culo, quería fastidiarlo hasta que se cansara de lidiar conmigo y llamara a su hermano para deshacerse de mí.
Gracias a Dios, eso no pasó, porque con el tiempo fui comprendiendo que todo el lado oscuro de mí, fue causado por el ambiente tóxico de la vida de 'los McLaggen' en la Gran Manzana. Henry, Hiram, el reconocimiento, los privilegios, la presión social, las personas viviendo dentro de esta perfección utópica que siempre odié. Nunca me sentí cómodo y vivir en Columbus, con Patch, con Dylan... me hizo ver que la razón por la que nunca estuve cómodo, era porque nunca pertenecí a ese círculo social.
¿La verdad? Lo más cercano a sentirme cómodo con mi antigua vida, resultó en un caos... de proporciones gigantescas.
—Cariño, pensé que ya no iba tener la oportunidad de verte antes de la ceremonia. —Salí de mi ensimismamiento ante la voz de mi madre.
Tuve que esforzarme por no hacerle ningún comentario sobre su atuendo. Desencajaba demasiado entre todas las otras madres en vestidos o ropa semi-formales, mientras ella traía puesto un llamativo traje de dos piezas color rojo —probablemente hecho a la medida— con grandes aretes de perlas colgando de sus orejas —muy grandes como para ignorarlos—, y el maquillaje impecable. Su vestuario parecía seleccionado para una primera dama.
—Eso es porque llegaste tarde —le indiqué, enarcando una ceja de manera acusadora—. El tío Patch estaba llamándote como loco.
Pensé que enseguida me respondería con alguna excusa, o haría broma sobre nunca tener su celular a la mano. Sin embargo, sus labios cayeron, dándome una mueca de nerviosismo en su lugar.
—Sí, lo sé, es que... —Ella hizo una pausa y trató de sonreírme—. Me he topado con alguien en el hotel y se nos ha pasado el tiempo volando.
—Uh-huh —dije, mirándola con ojos entrecerrados—. ¿Qué te tiene tan nerviosa? Porque no creo que sea la ceremonia lo que te tenga tan sensible.
—Hijo... —empezó a decir, ahora cambiando su expresión a una entre disculpa y pena.
Entonces, la fragancia que invadió mis fosas nasales vino al mismo tiempo en que alguien tocaba mi brazo.
«Ni muy dulce, ni muy cítrica, ni muy concentrada; la perfecta combinación que no llega a ser empalagosa».
—Hola, Hunter. —Mis dedos apretaron con fuerza el birrete que sostenían.
Saige.
Wisener.
Mi cuerpo se apartó de su agarre por impulso y en el proceso el birrete terminó cayendo al suelo. Tomé una respiración honda y me incliné a recogerlo, sintiendo cómo cada progreso que había tenido durante todos esos meses se iba a la mierda con tan solo dos putas palabras. Se suponía que nunca volvería a verla. Se suponía que después de lo que había pasado, sus padres la habían enviado a estudiar en Londres, tal vez hasta para la universidad.
Se suponía que ya no debía sentir la misma presión en el pecho que estaba sintiendo.
Miré a mi madre de nuevo, preguntándole en silencio qué coño estaba pasando, pero ella también parecía igual de sorprendida por la visita inesperada. Todo en mí se tensó. Me tocaría mirar a la única de las dos que tenía la respuesta.
«Vamos, Hunter, ella ya no debería afectarte».
Maldita sea, ella no había cambiado nada. Mismas ondas ceniza oscuro. Misma piel color crema con casi nada de maquillaje. Mismo brillo de labios, en la misma boca carnosa. Mismos grandes ojos verdes, con la misma sutil cantidad de máscara de pestañas. Y, mismos ojos verdes, que me devolvían la mirada con cierta cautela, miedo... inseguridad.
Eso era lo único diferente, ya que la Saige Wisener que yo había conocido podría mostrar todo, menos eso. Pero ambos sabíamos el porqué. Era una, de las infinitas razones por las que ninguno de los dos se dignaba a hablar. Nuestro último encuentro había sido... intenso. Lo suficiente intenso para tener claro que no pensaba repetirlo de nuevo.
Porque si con Dylan estaba jodido, con Saige estuve destrozado.
Oh, Dios, oh, Dios, ya empezamos esta aventura y créanme que estoy igual de emocionada que ustedes jajajajaja. Este capítulo fue un desafío escribirlo ya que siempre quiero que todo quede perfecto, sobre todo cuando comienzo una historia nueva. Además, siempre supe también que el primer capítulo sería este; en la graduación, desde la perspectiva de nuestro bebé Hunter, porque OMG, él tenía MUCHO que decir y no lo dijo, y sé que muchas van a quedar tipo "QUEEEEEE?", pero creo que ya se hacían una idea de sus sentimientos y eso es algo que no se borra de un día para otro.
PIDO CALMA, ya que la historia está apenas comenzando; bajarle un poco al hate sea para Dylan, Hunter o la misma Saige. Vamos primero a disfrutar de esta nueva historia que me emociona mucho mostrarles y poco a poco irán conociendo más sobre lo que pasará *se vuelve a emocionar*
Por ahora, me despediré temprano y esperaré (im)pacientemente por sus reacciones al capítulo (*wink* *wink*).
Besitos venezolanos con mucho agradecimientos por todos aquellos que están ahora aquí y que vinieron desde SIOOTB y TSY a apoyarme en este nuevo proyecto.
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