018 "¿Mascota?"
Capítulo 18
"¿Mascota?"
"Narra Skyler"
...
Esta semana había sido de locos, primero George mostró su verdadero rostro y casi termina con nuestra carrera y tal vez hasta con el grupo, la cantidad de odio que no llegó a nosotros sólo por las mentiras que dijo Klain sobre cada uno de nosotros, el trabajo que no se detuvo con todo lo que sucedió y no hay que olvidar al loco que se la pasa enviando mensajitos que amenazan con decir la verdad.
Esta semana a sido de presión, ansiedad y muchas emociones juntas. Al final de cada día parecía que la cabeza me iba a explotar, habíamos echo un total de cuatro presentaciones, transmisiones en vivo con diferentes medios hablando de lo que sucedió y soportando a las personas que por alguna razón aún nos odian.
Pero, son gajes del oficio, queríamos ser famosos, ya lo somos, aunque el precio sea demasiado elevado.
Hoy a ser el primer día de descanso después de una semana ocupada, eso sin contar los días anteriores los cuales regalamos nuestro tiempo a una colaboración que al final no pudo ser. Decidimos que la canción se la quedara Klain, él fue el que la compuso en su mayoría y no queremos tener nada que lo involucre.
Dejo de pensar en todo lo sucedido y tomo el celular para mirar la hora, son cerca de las nueve de la mañana por lo que decido que es momento de levantarme de la cama e ir por un poco de comida, anoche no comí nada y tengo hambre.
Me coloco mis sandalias y voy hacia el espejo para desenredar mi mata de cabello multicolor, tomo el cepillo y comienzo a cepillarlo, a continuación lo tomo en una coleta y comienzo a enrollarlo para formar una cebolla que cubriré con un gorro de lana que está al lado de mi cama.
Cuando estoy caminando para ir por el me detengo y regreso frente al espejo y suelto el cabello, últimamente siempre lo llevo oculto pero, hoy no me apetece hacerlo. Me miro con detenimiento, ya hace falta retocarlo, los colores están opacos y la raíz del cabello ya es castaña.
Ya estoy volviendo a mi color de cabello natural.
Cierro la puerta tras de mi y comienzo a caminar por el pasillo, bajo las escaleras y sigo hacia la cocina, donde se escuchan las voces de mis compañeros, me recargo en el umbral y los observo.
Todos están en pijama mientras preparan su desayuno y hablan sobre algún tema que desconozco aún.
— ¿Qué tal un ave?
Escucho que Santiago propone y frunzo el ceño.
¿De que hablan?
— No, las aves son animales libres, no pueden estar enjaulados privados de usar sus alas —defiende Mary—
— A ti te gustan las aves —señala la rubia—
— Si, pero si tengo aves van a ser porque llegan al jardín y ellas se van a sentir libres de irse y volver si así lo desean.
Ok, esto no puede ser lo que estoy pensando.
— Las aves son demasiado ruidosas —se queja Iker mientras da la vuelta a algo en la cacerola—
— Todas las mascotas lo son —señala con obviedad el otro chico—.
Oh no.
No, no, no, no.
— ¡No vamos a tener una mascota! —Exclamo—.
Y es entonces cuando todos reparan en mi presencia y la sorpresa se instala en sus rostros.
— ¿Por qué no? —Inquiere Santiago—.
Vaya, al parecer mis compañeros no son muy inteligentes como parecen ser.
— Entiendan, pasamos meses en conciertos, giras y es escaso el tiempo que pasamos en un lugar fijo, eso sin contar que hay lugares donde no se permiten animales. —Les recuerdo— Un animal necesita tiempo y atención y es algo que nosotros no le podemos brindar al cien por ciento.
En su rostro se va instalando poco a poco la comprensión y me alegra que así sea porque es una responsabilidad que no podemos permitirnos.
— Se lo podemos dejar a un amigo cuando tengamos que hacer eso. —ofrece Mar como solución—.
A veces parece que ellos viven en una burbuja y yo soy la única que ve las cosas como en realidad son.
Y aunque me gusta su energía positiva y lo positivos que son a veces hay que demostrarles como es la vida en realidad.
— Claro, para que luego el amigo se encariñe con el animal que tiene que cuidar porque necesita atención y cuidados y luego ambos se vuelvan muy unidos y el animal lo prefiera a él en lugar de nosotros y no nos quede más remedio más que dejarlos ser felices a ellos y nosotros hacernos aún lado.
— Podemos tener peces, ellos no se encariñan con nadie. —argumenta ahora Santiago—.
— Y encerrar a esos pobres pececitos en un pequeño cubículo cuando lo que deberían hacer es nadar en libertad por el océano —interrumpe la pelinegra amante de la naturaleza— no, no tendremos peces.
— No vamos a tener una mascota. No somos lo suficiente responsables para eso. —Vuelvo a recordar—.
— Habla por ti. —Defiende Iker—.
Ruedo los ojos y camino hacia ellos.
— No, hablo por todos. Mar cada que sale olvida las llaves y tiene que llamar a un cerrajero, el pobre hombre ya debe de estar enfadado de nosotros. Tu —señalo al ruloso con la novia que me odia— ni siquiera te la pasas aquí, lo cual es raro porque eras el más emocionado por vivir los cinco juntos y apenas y te apareces. —le recuerdo haciendo que baje su cabeza— Maritza olvida regar sus plantas.
— ¡Eso solo ha pasado dos veces! —Chilla ella—.
— En esta semana. Iker pasa más atento de su celular, sus chicas y salidas. Y para ahorrarnos más detalles yo soy la irresponsabilidad echa persona. No estamos preparados para una mascota. Fin de la conversación.
Todos se mantienen callados y yo salgo de la habitación ya que no me apetece seguir hablando se ese tema. Subo a mi cuarto dispuesta a esperar hasta que ellos desayunen para hacerlo yo.
No hay más altercados el resto del día, los chicos desayunan y cada uno se va por su lado y yo bajo, me preparo algo rápido y vuelvo a encerrarme en mi habitación con los audífonos puestos.
Duermo gran parte del día y despierto cerca de las cinco de la tarde debido al vacío que siento en el estómago.
Bajo las escaleras con el celular en la mano y voy directo hacia la cocina, abro el refrigerador y busco algo para alimentar mi hambre voraz.
Encuentro un contenedor que tiene tacos en su interior así que los saco y comienzo a colocarlos en un plato para después calentarlos en el microondas.
— Eso es mío —escucho decir a una voz haciéndome sobresaltar—.
Levanto la vista encontrándome con los ojos castaños de Iker mirándome fijamente.
— Ahora es mío —anuncio siguiendo con mi labor—.
— Que feo que robes comida.
— Está en mi refrigerador —señalo con obviedad—.
— Que también es mío —ataca, camina hasta posicionarse frente a mi— pero, te los regalo a cambio de un favor.
— No es un regalo entonces.
— ¿Aceptas o no? —Arquea una ceja divertido—.
— ¿De qué se trata?
Apoya sus codos en la mesada y levanta su cabeza para seguir mirándome.
— El lunes tengo una cita con Madeline y no voy a poder ir al ensayo, necesito que me encubras con todos diciendo que fui a una reunión importante o al doctor —comienza a explicar— o lo que sea que se te ocurra
Miro los tacos y luego a él.
— ¿Por qué no lo haces tu? —Cuestiono—.
— ¿Me vas a ayudar?
Odio que haga eso de evadir mis preguntas.
— ¿Eso a cambio de mi comida?
— Sip
Giro la cabeza al refrigerador y luego la regreso a él, me inclino de la misma forma que él.
— No me interesa hacer tratos contigo —guiño un ojo y le tiro un beso para después alejarme y caminar fuera de la cocina— y guarda tu comida o se te va a echar a perder.
Le lanzo un último beso y pido comida a domicilio.
Media hora después estoy en el salón leyendo un artículo mientras como ensalada acompañada de pollo.
Aún no hay nadie en la casa, solo Iker y yo, el cual desde el encuentro en la cocina se fue al patio y ya no lo he vuelto a ver.
Término de leer el artículo y coloco un video al azar para entretenerme mientras termino de comer y ya que he acabado me coloco mejor en el sofá y me acurruco mientras sigo mirando vídeos hasta que me dejo llevar por la bruma y cierro los ojos relajando mi cuerpo y dejarme llevar al país de los sueños.
...
Siento la calidez abrazar mi frío cuerpo, lo que hace que relaje un poco mi cuerpo y deje de titiritar, abro perezosa mis ojos y veo a Iker acomodando la cobija en mi cuerpo de manera que esté cubierta.
— Gracias —murmuro mientras vuelvo a cerrar mis ojos—.
— Te estabas congelando, tu lo habrías echo por cualquiera de nosotros.
Está a punto de alejarse así que soy más rápida y lo tomo de la muñeca haciendo que permanezca cerca de mi.
— No, gracias por defenderme de George —abro mis ojos encontrándome con los de él que me miran atento— y por todo lo que dijiste, con lo ocupados que estábamos no había tenido tiempo de decirte.
No se si fue él o fui yo pero, de pronto lo sentía más cerca de mi.
— Ninguna mujer se merece ser humillada de esa forma —murmura— y mucho menos una tan cercana a mi.
— Has cambiado tanto —mis ojos pasean por cada parte de su rostro y luego vuelven a los suyos— él Iker del pasado no...
— Ese Iker ya no existe —me interrumpe— desearía que nunca lo hubiera echo.
— Todos cometemos errores —murmuro—.
— Alguna vez... —comienza a decir pero guarda silencio, lo veo tragar y cerrar los ojos— has pensado en como serían las cosas si yo no hubiera cometido ese error.
— No —su mirada regresa a mi, me mira con intensidad y arrepentimiento— siempre evite torturarme de esa manera.
Traga saliva, yo saco mi mano de debajo de la cobija para colocarla en su mejilla y acariciarla suavemente.
— Yo si me he torturado con eso —confiesa— cada maldito segundo desde hace cinco años.
Lo veo inclinarse hacía mi, su aliento y el mío se mezclan, mi estomago comienza a hormiguear y la emoción me inunda.
Se que puedo ser capaz de detenerlo pero, no quiero.
Creo que por primera vez fuimos sinceros el uno con el otro y después de lo que pasó con George el me ha demostrado que ha cambiado, sólo que yo seguía negándome a ver la realidad.
Estamos tan cerca, la distancia del uno con el otro es mínima, sólo es cuestión de que uno de los dos recorra lo que falta y estoy a punto de hacerlo cuando escuchamos la puerta abrirse y abrimos los ojos espantados.
Iker salta lejos de mi hasta terminar sentado en el sillón de a lado y yo me cubro de pies a cabeza con la cobija.
— Hola —escucho que saluda Marina a Iker— ¿Y los demás?
— Santiago en su habitación, Maritza avisó que llegaba en un rato más y Skyler durmiendo —dice demasiado rápido, está nervioso—.
— Estas un poco rarito —le dice la rubia— ¿Estas bien?
— Mejor que nunca.
Marina murmura algo y escucho sus pasos alejarse.
Descubro mi cabeza cuando el silencio vuelve a reinar y miro hacia donde él se encuentra sentado. Arqueo una ceja y él se pone de pie de inmediato.
— Iré a ducharme... Si eso... Yo... Yo necesito descansar un poco —y tras decir esto último corre escaleras arriba dejándome confundida ante lo que acaba de pasar—.
Yo cada día entiendo menos a los hombres.
...
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