Flechas al norte
El invierno en Calluhn volvía a recibir a Nyliare. Los vientos helados acariciaban su rostro como una silenciosa bienvenida a la legítima reina de aquellos territorios, Nyliare no había interpretado lo mucho que había extrañado volver a su hogar rodeaba de los árboles con el silbido de la naturaleza en sus oídos. El alma de la elegida hallaba la paz al encontrarse en sus tierras, y apreciaba la presencia de su esposo a su lado mientras el ejército seguía avanzando.
Zharek nunca había estado en Calluhn. Su madre le había prohibido pasarse por las tierras que estaban bajo el control del rey Klaus como una medida de prevención, todos sabían que era un rey sin moral que podría tomarlo sin pensarlo dos veces, y así usarlo para manipular Calldesh. Ninguno de los dos podía permitirse eso. Pero Calluhn era hermoso, los árboles eran tan inmensos que bajo su sombra podrías creer que las hojas formaban parte del cielo pero, en esos momentos, los libros e ilustraciones parecían poco ante la esencia del extenso lugar, pero Zharek solo podía recordar como en esas tierras su padre había sido ejecutado injustamente.
Casi por instinto, Nyliare se apoyo en Zharek para recordarle que ella estaba ahí junto a él. Nadie sabía cómo había muerto exactamente el rey de Calldesh, eran detalles que Shullak había mantenido para ellos mismo, ya que a familia de Zharek nunca recibió un cuerpo. Ambos habían perdido a importantes personas por esa guerra, y ahora estaban ahí para honrar sus sacrificios y sus muertes, no debían perder la compostura para tomar el camino de la venganza.
El ejército estaba a unas pocas horas del campamento. Cuando habían partido de Dehike habían sido despedidos con buenos deseos, todos tenían todas sus esperanzas puestas en aquella batalla, esperaban una victoria. Sin embargo, así como Nyliare lo había anunciado, todos tenían en cuenta los peligros a los que se enfrentarían y estaban expectantes pero concientizados. Así mismo, al estar tan cercanos al punto de ataque, los soldados estaban con sus sentidos puestos en identificar los sonidos del bosque para diferenciarlos sobre los de un ataque sorpresa.
El sol empezaba a ocultarse luego de un largo día de caminata, pero incluso así la energía de ninguno de los presentes flaqueaba; había una adrenalina en el aire que los impulsaba a seguir con su camino, porque sabían que si ganaban esa batalla podrían descansar, ya que tendrían la constancia de que estaban más cerca de cumplir su objetivo.
—Faltan unas horas para llegar al asentamiento —indicó con voz clara Nyliare —Esperaremos a que el sol se esconda por completo para atacar, usaremos la noche en nuestra ventaja. Quiero que los Callh estén en la delantera para estudiar el terreno.
Así mismo, según lo ordenado por la elegida, los Callh pasaron al frente, incluido los gemelos y Ashka. Al encontrarse todos de cara a cara, los gemelos pudieron notar cierta tensión entre Ashka y Nyliare, pero decidieron ignorarlo.
—Me alegra verlos —les sonrió Nyliare, sus ojos chocando por unos segundos con los de Ashka —Ha pasado tanto tiempo desde que no estamos juntos que estar aquí, en Calluhn, a punto de atacar, es casi irreal.
—Lo prometiste, Nyliare, nos llevarás a casa —le sonrió Didak, tomando la mano de su hermano con brío.
—Estamos orgullosos de usted, Valgt —dijo Ashka, en un susurro junto a una sonrisa dulce. Nyliare sintió sus defensas caer al momento en el que se aproximó a cerrar sus brazos en el torso de su querido Callh.
Tantas promesas, tantos momentos que habían compartido y ahora estaban tan cerca. Los Blaine pelearían al lado de la elegida, y no se detendrían hasta obtener la victoria que se les había prometido. Por sus caídos de la guerra, por la honra de sus almas.
Ashka abrazó con anhelo el pequeño cuerpo de Nyliare, y cuando esta se separó de él, no volvió a sentir el vació que ella había dejado cuando lo dejó en la herrería. Finalmente lo había hecho, la elegida había robado el dolor de Ashka.
Los Callh se formaron con firmeza, sus ojos visualizando los últimos rayos del sol escapar por el horizonte, tratando de sostenerse en la superficie pero sin lograrlo por mucho tiempo. La noche había llegado, y la marcha para visualizar al asentamiento había finalizado; los soldados se posicionaron detrás de los troncos, ocultos entre la oscuridad del bosque mientras sus ojos trataban de captar alguna señal de actividad en el lugar.
Pero no había ninguna, Cassiam se había asegurado de eso. Confundidos, los Callh empezaron a salir de sus escondites, tratando de acercarse al asentamiento, así hasta que la misma Nyliare se descubrió de entre las sombras. Solo pudieron captar la luz de una inmensa fogata, una que los atrajo como polillas.
Todos estaban desorientados, Nyliare más que todos trataba de mantenerse alerta aun con la ausencia de soldados de Shullak, lo cual era ridículo. El general Cassiam nunca habría dejado ese asentamiento solo a menos que estuviera planeando algo. Aun así, la elegida no tuvo mucho tiempo para pensar, puesto que en la enorme fogata atado en un poste de madera estaba Anton, peleando con las ataduras para liberarse de las abrasadoras lamidas que el fuego le daba a su cuerpo.
Nadie se movió, lo miraron gritar el nombre de la elegida con urgencia, pero esta solo pensaba en cómo este se encontraba su vida. Nyliare no había preguntado por él desde el asedio en Blackhar, solo consideró que su vida se había visto interrumpida, pensó que este estaba muerto.
—Me has traicionado... —susurró Nyliare, furica. Anton gritó con fuerza cuando las llamas en sus pies se avivaron, la misma rabia de Nyliare parecía alimentarlas sin notarlo — ¿Dónde está el general Cassiam?
No hubo tiempo para cuestionar, tampoco para bajar el cuerpo de Anton fuera de las llamas, el hierro empezó a resonar cuando las espadas chocaron contra otras. Los arqueros trataron de retirarse pero muchos no tuvieron la oportunidad, fueron directamente interceptados por otros guerreros que parecían salir de la tierra.
La lucha había empezado y el ejército de la elegida pareció perder su factor sorpresa, habían quedado acorralados por una manada que cargaba el escudo de Shullak en sus pechos. El efecto del cromo tardó un poco más en hacer efecto, los entrenamientos de Blackhar habían resultado ser de ayuda para Nyliare, pero no era suficiente.
La elegida con sus poderes trataba de ahogar, aplastar o incinerar a quien se le acercara lo suficiente como para amenazarla, así también como para proteger a todo soldado que estuviera de su lado. Pero Nyliare perdía energía así como todos, y sus poderes no lograban abarcar a todos incluso cuando podía sentir a Ashka pelear a su lado.
Zharek estaba desesperado, peleando y congelando a los soldados de Shullak, pero en su visión la figura de su esposa parecía haberse perdido entre el frenesí de la lucha. Necesitaba llegar a esta para apoyarla en esa pelea, o no podría estar tranquilo. Aun así, en su camino por encontrar a Nyliare, el príncipe trataba de apoyar a todo aquel quien necesitara; los Nikes se defendían con maestría y elegancia los ataques de los soldados del reino farsante, y respondían con golpes que podían acabar con más de un puñado. Las armas de cromo y la fiereza pretendida de Shullak no servía en ellos.
Sin embargo, nadie preparó a Nyliare para aquella lucha y, aun cuando sabía que habrían pérdidas, la elegida se había prometido proteger a todos. Era su instinto posicionarse entre cualquier amenaza contra su gente, pero mientras veía a más Callh caer al suelo para mirar a la infinita noche con la mirada vacía, el corazón de Nyliare perdía su fuerza.
Todos estaban heridos y cansados, y el general Cassiam desde la seguridad del bosque veía como caían. Se sentía orgulloso, su plan había salido justo como lo había planeado, podía sentir en la punta de su nariz el aroma de la sangre de los Callh, estaba familiarizado con dicho olor y lo había extrañado desde el último ataque. A Cassiam no le había importado enviar a sus soldados a una batalla que no ganarían, pero haría temblar a la elegida, le recordaría que el poder en esas tierras no le pertenecía a su familia ni a sus dioses. Cuando se aseguró que su trabajo estaba hecho, montó en el lomo de su semental para volver a la capital.
Las fuerzas de los soldados de Shullak empezaban a menguar, pero así también lo hacía el ejército de la elegida; aun habían muchos de pie, así como otros estaban recostados en el suelo en un profundo sueño del que nunca despertarían. Todos seguían luchando, las carnes eran desgarradas en los constantes ataques y los brazos de Nyliare flaqueaban por el peso de la espada que cargaba en sus manos.
Pero ni siquiera la misma elegida podía detener lo que estaba escrito. Los gemelos luchaban uno al lado del otro, rodeados de un grupo de soldados de Shullak y defendiéndose de la forma en la que lo habían hecho desde el principio. Danko y Didak reconocían rostros, chicos con los que habían entrenado en sus tiempos de espías, pero seguían luchando incluso cuando estos los reconocían y se precipitaban a sus cuellos para degollarlos. Sus almas estaban podridas, todos podían reconocerlos.
Hubo un punto en el que Danko fue herido en una de sus piernas, haciéndolo perder el equilibrio para luego tumbarlo al suelo, dejando desprotegida la espalda de Didak. Nyliare pudo notar a la distancia como los gemelos estaban siendo acorralados, se les veía débiles incluso cuando solo tres soldados de Shullak seguían atacandolos, por lo que empezó a acercarse. Uno de los soldados trató de atravesar la espalda de Didak con su espada, pero Danko fue como el aire, veloz al atravesarse en medio del recorrido, deteniendo la espada con su propio pecho.
Nyliare al ver a Danko ser herido de gravedad gritó de una forma que hizo que todos sintieran el tiempo detenerse. La elegida atravesó el cuerpo del soldado que había herido a Danko con su espada, matándolo al instante, y a los soldados restantes los ahogó despacio al llenar sus pulmones de agua.
Los soldados restantes de Shullak, ya en minoría y siendo superados por el ejército de la elegida, tomó la opción de rendirse al arrodillarse en el suelo. Los cuerpos de todos estaban manchados de sangre, tanto como de ellos mismos como de las víctimas a las cuales sus espadas habían arrebatados sus vidas. El más destrozado entre todos era Didak, quien tomaba el moribundo cuerpo de su hermano Danko, con una profunda herida en medio de su pecho.
Nyliare sintió ser empujada por Ashka, quien gritó con dolor al ver a su primo escupir sangre en el suelo. La elegida lloraba ahogada en sus propias lágrimas mientras veía como las nurs ingresaban desde el bosque ahora que la batalla había culminado. Valerie se acercó corriendo hasta ellos, y miró a Didak observarla desde el suelo.
— ¿Por qué hiciste eso, uh? —preguntó sollozante Didak, sosteniendo el cuerpo de Danko. El gemelo lo miraba desde abajo, sonriéndole con sus labios teñidos de sangre mientras la vida se escapaba de su cuerpo.
—Era mi turno de protegerte —dijo entre tosidos Danko. Danko miraba a Valerie esperando a que actuara, a que usara su poder divino, pero ese tipo de herida era demasiado profunda, para cuando terminara de curar a Danko seguramente este estaría muerto.
— ¡Haz algo, Valerie! Salva a mi hermano, por favor —insistió Didak. Danko negó, aceptando su destino —No quiero que sufra...
Así que Nyliare se arrodilló junto a Danko, tomando su débil mano para arrebatarle su dolor, absorbiendolo y evitandole el sufrimiento en sus últimos momentos de vida. Nyliare sintió lo que Danko debió haber sentido, su piel abierta por el filo de la espada, la sangre recorrer su pecho y el dolor cortarle la respiración, pero ella lo impidió.
Danko cerró sus ojos en paz, sabiendo que la elegida llevaría a su familia a Calluhn. Pero Nyliare no estaba segura de eso, porque lo único que veía en esos momentos era su fracaso, el dolor relucir en los rostros de su gente y la pérdida de uno de sus primeros amigos, era algo que no podría olvidar. Sin embargo, el último suspiro de Danko fue dirigido a Nyliare.
Con el dolor del fallecido ahogando a la elegida, sus palabras fueron una oración en antiguo Callh que en esa ocasión no alivió a ninguno de los presentes.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro