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Efectos

Finalmente salió de su garganta, en ese momento comenzó a resbalar sangre sus labios. La herida en su lengua y encía causada por el nudo estaba sangrando, y las gotas carmesí se derramaron por sus comisuras, manchando su rostro pálido. La escena era trágica, pero también intensamente íntima.

Jungkook lo dejó ahí en la cama, dirigiéndose a su clóset, buscando una bata de seda dorada para cubrirse la piel.

El dragón se quedó sentado en la cama, inmóvil, mientras las gotas de sangre manchaban las sábanas blancas y sus muslos. La luz de la luna golpeaba su piel, resaltando la palidez de su rostro. Jimin se limpió la sangre de la boca con el torso de la mano, pero su mirada se detuvo en algo que no había notado antes: el elixir que brotaba de su interior.

Un destello de conciencia cruzó su mente. Se dio cuenta de que, al igual que Jungkook, él también había terminado. Había explotado en un orgasmo sin darse cuenta de cuándo sucedió.

Jungkook regresó a la cama, su bata dorada se balanceaba suavemente con el viento. Estando ahí se acercó al respaldo de la cama encendiendo las luces en el techo para iluminar mejor la habitación. Al notar la sangre de Jimin que manchaba su perfecta cama blanca, frunció el ceño molesto, pero al notar que le brotaba de los labios cambió de molesto a preocupado.

—¿Qué tan grave es? —preguntó con voz gutural.

—Puedo hablar, descuida.

—Aff. Esto siempre le pasa a mis concubinas, tengo una medicina que restaura los tejidos, un par de gotas y estarás como nuevo.

—No es necesario.

—Vas a usar la medicina, de lo contrario no podrás comer y eres muy tragón. —Apretó la quijada, después se acercó a su mesita de noche, tomando del interior un frasco transparente, de algunos 15 centímetros—. Abre bien la boca.

Jimin abrió la boca y Jungkook observó más de cerca sus heridas, eran delgadas a lo largo de la lengua, encías y mejillas internas.

—Que fastidio. —musitó mientras le colocaba tres gotas del elixir regenerativo—. Se supone que sentirás
un cosquilleo, es el tejido construyéndose de nuevo.

—Ya lo estoy sintiendo —susurró Jimin y la sangre dejó de brotar de su lengua.

—Voltéate, te pondré en el trasero —ordenó.

—No es necesario, allá está todo en orden —dijo ruborizado—. Vaya... Si que sana rápido —añadió pasándose la lengua por la encía.

—Este elixir es difícil de conseguir, lo tengo para usarlo con mis concubinas —dijo al guardarlo en el cajón—. He asesinado a cientos de mujeres por accidente en mis celos, es por eso que ahora tengo únicamente felinas, ellas lograron soportar mis nudos.

—No es necesario que me digas esa información tan... Íntima.

—Te lo cuento para que sepas qué es lo que puse en tu cuerpo. —Se acercó a la cama, tomando el mentón de Jimin con suavidad y obligándolo a verlo a los ojos—. ¿Tienes sueño?

—Estoy cansado —contestó, tomando la muñeca del rey para quitarle la mano del mentón—. Debería irme a mi habitación.

—Deberías, pero hay bastante gente en el castillo y si te miran andando por ahí olerán mis feromonas en tu cuerpo. —Jungkook se tumbó en la cama, colocando sus antebrazos en la nuca de manera despreocupada—. Te quedarás aquí.

—Bien, do-dormiré en el sofá —dijo al intentar ponerse de pie, pero Jungkook lo tomó por la cintura arrastrándolo a su lado en la cama.

—Mi cama es amplia y el sofá es incómodo. Duerme aquí, no voy a tocarte y tampoco voy a lastimarte.

—Es impropio dormir con el rey.

—Es impropio follar con el rey y lo acabas de hacer.

—Touché. —Jimin se rindió, acostándose en la cama y cubriéndose el cuerpo con las sábanas blancas.

—Ponte cómodo, dragoncito.

Al decir eso, se volteó, dándole la espalda y Jimin se quedó quieto mirando el techo. No sabía exactamente qué era lo que estaba pasando, pero no quería convertirse en concubino. No sería uno más del montón del rey, pero también sabía que nunca sería algo así como su amor o su rey regente. No podía aspirar a ello. Iba a hablarle a Jungkook para dejarle en claro ese asunto, sin embargo sus ronquidos le confirmaron que se había quedado dormido.

—¿Te dormiste? —preguntó, pero no hubo respuesta—. Te dormiste.

Jimin se quedó mirando el techo para tratar de dormir, pero los ronroneos de Jungkook le causaban gracia. Por eso, en lugar de dormir se giró, mirando la espalda y nuca del rey, es que verlo de esa manera tan frágil le hacía sentir especial en cierto modo porque todos le tenían miedo, pero ahí estaba él, mirándolo dormir como un inocente gatito.

—Un gatito... —susurró.

En ese momento Jungkook se giró, haciendo que su rostro quedara frente a Jimin, frunció el ceño y con su brazo musculoso lo abrazó.

—Hablas mucho, Jimin...

—¿Me escu...chaste? —preguntó conteniendo la risa.

—Sí, dragoncito, duerme...

—Lo haré, gatito. —Jungkook se quedó dormido frunciendo el ceño y Jimin con una sonrisa en los labios.

Al despertar se encontraba solo en la habitación, afuera del castillo cantaban las avecillas y se escuchaba música, tambores y arpas. ¿Qué era ese alboroto? Se talló los ojos al mismo tiempo que bostezaba y se puso de pie para buscar su ropa, pero no había nada. ¿Dónde estaba la ropa que se había quitado la noche anterior?

—¡Oh, despertó! —era una mucama—. El rey me ha pedido que le ofrezca un baño relajante antes de que se presente al carnaval de cumpleaños.

—¿Carnaval de cumpleaños? —preguntó confundido, pero no se avergonzó al ser visto desnudo.

—Sí, al día siguiente del baile de cumpleaños se realiza un carnaval en el que el pueblo le rinde tributo al rey. Es hermoso y al finalizar hay fuegos artificiales.

—Oh, no lo sabía... Pero ahora entiendo que cada año en estas fechas realizaban una celebración, bueno. ¿Dónde tomó el baño?

—Por acá.

Jimin avanzó al baño real, era enorme, lujoso y se quedó un momento en quietud, mirando el jacuzzi con agua calentita color rosa, pues tenía esencias de pétalos de rosas y otras flores más que no conocía. Además de un potente regulador de feromonas, eso era para quitar de su cuerpo cualquier aroma del rey. Metió un pie, luego el otro y se dejó caer con suavidad, sonriendo con discreción ante la amabilidad de la mucama.

—Si gusta puedo ayudarle a tallar su espalda.

—No es necesario, lo hago yo mismo...

—Su ropa se encuentra por allá —dijo señalando un perchero.

—Gracias.

Tiempo después, Jimin caminaba por los pasillos, vistiendo un hermoso traje oscuro. Era parecido al que había usado en la fiesta, al salir a la explanada del castillo amplió los ojos porque todos los presentes vestían de negro. La música y el aroma a comida invadían sus fosas nasales, pero él quería encontrar a Jungkook. ¿Dónde estaba? Lo buscaba entre la multitud, pero al encontrarlo se dio cuenta de que no podría ir a donde estaba porque el acceso estaba resguardado por guardias. El rey era el único que vestía con un traje dorado y a sus costados se encontraban las concubinas con vestidos oscuros. Jimin se acomodó de manera astuta hasta enfrente de las hileras de personas que estaban viendo el espectáculo de un hombre híbrido de pantera que realizaba malabares con fuego.

—¿No eres el que estaba bailando anoche con el rey? —preguntó un plebeyo y Jimin amplió los ojos sorprendido de que lo hubieran conocido—. ¿A qué huele el rey? Dicen que su aroma es como la puerta del infierno...

—¿Por qué dices eso? —cuestionó Jimin medio molesto.

—¿Tienes alguna relación sentimental con el rey? —preguntó una mujer a su otro costado.

—Ah...

—Seguramente sí, mira sus mejillas se le pusieron ruborizadas —dijo otra.

—No deberían hacer conjeturas acerca de las personas —contestó molesto.

—Te lo decimos porque cada año el rey le da un beso a su concubina favorita frente a todo el reino, si no quieres ver cierra los ojos al finalizar el baile de las concubinas.

—Él y yo no tenemos nada sentimental. —Cruzó los brazos—. Si el rey los escucha decir esas tonterías va a cortarles las cabezas, no lo vuelvan a decir.

—El rumor corre por todo el reino, albino —dijo otro hombre—. Es tarde para detenerlo.

—Déjenlo en paz. —Jimin escuchó una voz conocida atrás suyo—. Ven Jimin, tú lugar no es aquí entre los plebeyos.

Se sorprendió ante la amabilidad se Hoseok, quien lo tomó del antebrazo para irse caminando por los laterales a un lugar más cómodo.

El híbrido de ardilla lo guió hacia unos asientos cerca del trono y de las concubinas, los asientos eran cómodos y en ese sitio se encontraba Namjoon, Taehyung y otros hombres importantes, incluso el maestro de los caballeros.

—Gracias —dijo Jimin al sentarse junto a Hoseok.

—El rey se molestaría si te mira entre el gentío, no lo hice por ti, pero no olvides este favor —contestó alzando la barbilla y Jimin sonrió.

El espectáculo a continuación fue entretenido, pasaron distintos hombres y mujeres haciendo distintas maniobras, danzas y piruetas. Pero al finalizar, luego de casi cinco horas de show, llegó el turno de las concubinas del rey, todas ellas se levantaron de sus asientos y bailaron para él. Eran hermosas, delicadas y el rey no despegaba la vista de su baile. Jimin no pudo evitar sentir un atisbo de celos al recordar que finalizando el baile una de ellas sería besada por el rey, por eso en medio de la danza decidió hablarle a Jungkook, comunicarse con él de manera telepática.

"Se te va a caer la baba, gatito."

Jungkook dejó de prestarle atención a las concubinas para buscar a Jimin en los asientos VIP, al encontrarlo sonrió con la mirada.

Algunas concubinas notaron que no las estaba mirando, pero pocas se enteraron de que el rey veía al albino que había llegado desde las montañas y en sus corazones creció la maldad.

"¿Cuándo se termina? No he comido y tengo hambre".

El rey endureció la quijada, apartando la mirada de Jimin y volviendo a poner la mirada en el espectáculo. El albino se puso de pie apretando los puños y lamiéndose los labios.

—Oye ardilla. ¿Es obligatorio que me quede a ver todo el carnaval? Muero de hambre y quiero ir a comer algo.
—En realidad era un pretexto porque no quería ver a Jungkook besar a la concubina elegida.

—Sería una falta de respeto hacia el rey que abandones tu lugar, siéntate.

—¿Qué me puede hacer si me voy? —Encorvó los hombros—. Está emocionado mirando a sus hermosas concubinas, me iré sin hacer ruido es que tengo mucha hambre porque tuve una noche... Agotadora. —Sonrió.

Jungkook miró de reojo la cabellera blanca de Jimin moverse y giró el rostro dándose cuenta de que estaba abandonando la zona VIP. En ese momento enfureció, pero se contuvo porque tenía que seguir mirando el baile de sus concubinas.

El albino se acercó a distintos puestos de comidas gratis, todos ellos estaban vacíos porque se encontraban mirando el espectáculo, por eso aprovechó para tomar un poco de todo y llevárselo en una charola que hurtó. Iba tarareando una canción inventada con la bandeja llena de distintos platillos, en dirección a las jardineras del castillo cuando los fuegos arrificiales en el aire lo asustaron. El estruendo le hizo revivir su más grande miedo y dejó caer la comida al suelo, se quedó quieto, la piel en sus mejillas se tornó escamosa, sus manos se convirtieron en garras y de su espalda baja emergió una cola blanca escamosa de dragón.

—Eres un híbrido de dragón —susurró Taehyung al verlo, había sido enviado por Jungkook para ver a dónde iba.

Jimin respiró profundo al ocultar su cola y garras, pero sus mejillas seguían siendo escamosas. Se giró para encarar a Taehyung y este se preocupó al verlo con los ojos rojos.

—Haz que se detenga... —Su voz era una súplica.

—¿Qué cosa? ¿Qué ocurre?

—El ruido. —Alzó la vista, mirando los fuegos artificiales en el cielo, su cuerpo estaba temblando—. ¡No soporto el estruendo! —Comenzó a llorar.

Taehyung se acercó a él, transformando sus manos en dos patas de oso y colocándolas en sus oídos como si fueran auriculares, haciendo que todo el ruido se desvaneciera, ambos mirándose a los ojos, el albino llorando, el oso preocupado.

Y a lo lejos el rey...

Mirando y escuchando con sus sentidos agudizados la interacción del par.

—Te llevaré adentro —dijo Taehyung—. No despegaré mis manos de ti, camina.

—Por favor, no soporto el ruido.

—¿Le duelen los tímpanos con los fuegos artificiales? —se preguntó Jungkook en voz alta.

Estaban en la cocina de la servidumbre, comiendo comida almacenada que había sobrado de la fiesta del día anterior. Jimin en silencio y Taehyung llevándole cada vez distintos guisos para tratar de animarlo mientras sollozaba y se limpiaba las lágrimas con delicadeza.

—Mira, este es pastel de manzana...

—Mjm...

—Anoche desapareciste del baile...

—No puedes decirle a nadie —dijo Jimin en un hilo de voz y sin levantar la vista—. Lo que viste, que soy híbrido de dragón, nadie puede saberlo, es un secreto.

—¿Por qué? —Jimin encorvó los hombros, sus lágrimas cayeron en la tarta de manzana.

—Porque soy el último.

A la cocina entro Hoseok, iba corriendo y acelerado. Al ver al par respiró con alivio, luego se recompuso para hablar.

—El rey está buscando a Jimin. —Entrecerró los ojos—. ¿Estás llorando?

—Hobi. ¿Podrías decirle al rey que Jimin irá a verlo en un momento?

—Oye, yo no soy el mensajero de un oso. —Cruzó los brazos—. Solamente le sirvo al rey.

—Descuida. —Jimin se limpió las lágrimas y alzó la vista. Tenía la nariz, mejillas y ojos rojos y seguramente en unos momentos después se hincharían—. Si el rey me llama, tengo que ir. ¿Dónde está?

—En el salón de concubinato —contestó Hoseok.

—¿El rey quiere que Jimin entre al salón de concubinas? —cuestionó Taehyung sorprendido—. Solamente las concubinas tienen permiso de entrar, ni siquiera el médico puede ingresar porque está... Bueno, es un lugar íntimo.

—Sí, el rey me pidió que fueras discreto al entrar. ¿Qué asunto tienes con el rey? Comienzo a creer que no eres un simple albino que rescatamos de la montaña —dijo Hoseok y Jimin tomó un cuchillo para partir el pastel de manzana.

—Dile al rey que no iré —contestó con firmeza—. No entraré al salón de concubinato.

—Pero te está llamando... —Hoseok estaba sorprendido ante la osadía de Jimin.

—Y yo me estoy negando. —Tomó un pedazo de pastel de manzana llevándoselo a la boca—. Dile que si quiere verme, venga a buscarme.

—¡¿Qué dices?! —cuestionó Hoseok sorprendido y Taehyung amplió los ojos, sorprendiéndose también.

—No puedes negarte al llamado del rey —dijo Taehyung negando con la cabeza.

Jimin sonrió.

—Lo estoy haciendo justo ahora. —Continuó comiendo—. ¿Qué esperas para ir a darle mi respuesta? —le preguntó a Hoseok.

—Si me arranca el cuello será por tu culpa, el rey está bastante alterado desde hace rato e incluso golpeó al encargado de lanzar los fuegos artificiales y los cortó antes de tiempo —se quejó Hoseok y salió de la cocina para ir a darle el mensaje al rey.

—No puedes negarte, Jimin.

—Ya lo hice. —Siguió comiendo.

—Tú y el rey... Ustedes tienen una relación especial. ¿Verdad? —cuestionó Taehyung.

—Seré un caballero de la guardia real, le ayudaré en caso de guerra. Tú me viste, soy un híbrido de dragón.

—Es que es extraño que te haya invitado al salón de concubinato. —Se rascó la cabeza—. El rey es celoso con sus concubinas.

—Pues que bueno que no asistí. —Terminó de comer—Iré a mi habitación para descansar porque mañana continúo con el entrenamiento.

—De acuerdo...

Jimin salió de la cocina, caminando despreocupado hacia su habitación a pesar de que tenía el traje roto de la parte de atrás porque por ahí había emergido la cola de dragón. Mientras caminaba, cuatro mujeres hermosas se pararon frente a él, dos de ellas tomándolo de los brazos para impedir que avanzara.

—¿Ustedes quienes son?

—Somos concubinas de nuestro rey.

—¿Y por qué me tocan? Se supone que las concubinas no pueden tocar a ningún hombre. —Se apartó de su agarre dando un par de pasos para atrás.

—Sabemos que no eres un hombre como tal para el rey —contestó la más alta—. Sabemos que tiene un trato especial contigo.

—¿Qué trato especial? ¿De qué hablan? —cuestionó frunciendo el ceño.

—Serás su concubino, el número cincuenta —dijo otra de ellas.

—¿Qué dicen? Eso no va a suceder. —Apretó los puños.

—¡Dormiste con él! —gritó una de las concubinas—. Así es, lo sabemos. —Alzó la barbilla en señal de superioridad.

—¿Jungkook se los contó? —cuestionó molesto, sentía que hervía de coraje. Se suponía que lo que habían tenido era íntimo y que no se lo contarían a nadie y ahí estaba él, contándoselo a sus amadas concubinas.

—¡Oh! —una de ellas parecía ofendida—. ¡Entonces es cierto, lo que la mucama nos dijo es cierto!

—¡¿Cómo te atreves a dormir en la cama de nuestro rey?! —chilló una pelirroja.

Jimin sonrió, pero eso no significaba que no estuviera molesto, al contrario. Esa sonrisa advertía peligro.

—¿Les molesta? —Alzó las cejas—. No solo dormí con él, también follamos, se corrió en mi boca y luego me anudó.

Las cuatro concubinas, enfurecidas por la humillación y la arrogancia de Jimin, se lanzaron contra él con sus abanicos oscuros, que iban a juego con sus vestidos de seda negra. Los abanicos se movían con rapidez, golpeando a Jimin con fuerza. Sin embargo, su ira era mayor que la suya. Jimin se enfureció tanto que hizo emerger garras de sus manos, despertando la bestia en su interior.

Mientras sostenía a una de las concubinas, Jimin rebanó su cuello con un movimiento rápido y preciso. La concubina se desplomó al suelo, muriendo casi instantáneamente. Luego, tomó a otra y le rasgó el abdomen, revelando sus vísceras. La tercera concubina recibió un golpe en el rostro, dejándola con un ojo sangrante y una nariz rota.

La cuarta concubina, aterrorizada, salió corriendo hacia la puerta para pedir auxilio. Jimin la miró con una expresión vacía, sin sentir nada. Su rostro estaba salpicado de sangre, y a sus pies yacían tres concubinas: dos moribundas y una muerta. El pasillo estaba lleno de silencio, solo interrumpido por los gemidos de las concubinas heridas.

La ira de Jimin había sido contagiada por la pasión y la desesperación. Su naturaleza de dragón, esa bestia que llevaba dentro era implacable y aunque siempre trataba de mantenerse tranquilo no podía evitar ser lo que era. La violencia y la destrucción habían sido la única forma de expresar su dolor y su rabia. Ahora, la calma comenzaba a regresar, y Jimin se quedaba inmóvil, mirando a las concubinas heridas. Su rostro reflejaba arrepentimiento, sabiendo que no había podido controlar su instinto. La sangre y la muerte habían sido el resultado de su falta de control.

Se maldijo a sí mismo porque todo eso había sido causado por los celos que había estado acumulando desde la presentación del baile de las mujeres.

—No, fue un efecto causado por los fuegos artificiales —trató de convencerse a sí mismo.

Bueno ya quedan 46 concubinas, Almenos es un número par alshsksjsmsbs

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