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«Capítulo VI»

Había llegado el momento, todos se habían retirado, la madrugada cubrido Eblary y JungKook decidido que era hora de partir de vuelta a WinterFall. Todo el equipaje fue preparado como si perteneciera a alguna banda criminal y estuvieran en plena huida. Tan rápido que a JiMin no le dió tiempo a procesar el hecho hasta estar parado frente a la gran entrada del castillo, la que da al pueblo, junto con los muros de piedra, protegen la fortaleza de la “gloriosa” corona Park.

JiMin miró la enorme reja de hierro que era subida lentamente y permitía el paso, temblando incluso antes de darse cuenta. Unos pasos más y la libertad que tanto había deseado por años finalmente estaría en sus manos, una libertad teñida de tristeza, soledad y una inmensa angustia. Si le preguntaran al joven elfo, en más de una ocasión había pensado en sí mismo como una pequeña ave. «Tan aferrada a la libertad que el cautiverio es la transición a la muerte, y la más mínima rendija, su canto hacia a la vida»

JiMin miró hacia atrás, encontrando a su padre quien observaba todo con facciones adustas, sin importarle en lo más mínimo el hecho de que él se iría lejos.

—¿Príncipe? —JiMin oyó la voz de Fallen, más no desvió la mirada de su padre. Incluso ahora, no dejaba de dolerle el pecho. Se suponía que ese hombre debía ver por él, cuidarlo, amarlo y brindarle la felicidad más primitiva, esa que solo puede proveer una familia, la plenitud de un hogar. Pero JiMin no recibió nada de eso, al menos no por parte de Park HeSoo, no de su propia sangre.

—¿Crees que algún día se arrepienta de esto? ¿Qué me extrañe y pida que vuelva? —inquirió JiMin, la luz de las antorchas se acercaron en mano de los miembros de la servidumbre que los conduciría hacia los carruajes y después al barco. Brillantes, cálidas y poderosas, el fuego de las mismas parecían el sol en plena mañana brindando vida al mundo, a pesar de no see capaces de iluminar la oscuridad que tomaba cada vez más terreno en lo más profundo de su alma.

Fallen miró al suelo, evitando decir algo, si el viejo elfo era honesto con sí mismo, no creía que alguien como el patriarca Park hiciera algo así. No con JiMin, a quien considera la causa de sus males.

—Ya es hora.

JiMin volteó a ver a JungKook, el lobo lo observaba con una sonrisa. El alfa caminó hacia la salida seguido de su camarilla y JiMin se mantuvo en el mismo lugar, algo que JungKook no pasó por alto. El lobo giró a ver a su nuevo esposo, el chico podría tener el rostro oculto pero su cuerpo era un manojo de nervios, y el aroma suave y fresco denotaba miedo. JungKook no sabía exactamente a qué y él estaba cansado, frenético por salir de Eblary. Él podría ayudar al pequeño cachorro de orejas puntiagudas a salir del bache.

JiMin saltó sorprendido en su lugar al ver a JungKook extender la mano en su dirección. El elfo no esperaba eso, si es sincero, no espera nada de JungKook ni de cualquier persona que tenga que ver con él. Los lobos se caracterizan por tres cosas, «Ser territoriales, protectores y leales» pero solo con su propia raza. Desde el momento que se casó con JungKook, JiMin entendió y aceptó que su futuro estaría muy, pero muy difícil. Su vida al llegar a WinterFall, no sería un camino de rosas.

«Igual ya está hecho,» pensó el joven elfo, apretando los labios y haciendo puños las manos. Justo ahora, ese manojo de insguridad, parecía ser su presente. «No hay vuelta atrás, el tiempo está corriendo y mi vida a cada minuto es más corta,» volteo una vez más hacia su padre «Mi pasado ya no me quiere, y mi futuro me llama a continuar»

JiMin dió un paso seguido de otro hasta llegar a JungKook, para con lentitud y una desconfianza arraigada, tomar su mano y así subir al carruaje. Fallen siguió a su pequeño elfo y junto el viejo ser, Lissa tomó asiento en el transporte, sirviendo de compañía a la pareja mientras JungKook tomaba un caballo.

Lissa no estaba segura de todo esto, fue la primera en oponerse al matrimonio entre JungKook y JiMin, sentía que la desgracia perseguía a los Park y no quería que esta tocara las puertas de WinterFall y mucho menos de su rey. Ese hombre ya ha tenido su buena cuota de sacrificios.

—Todo estará bien —la beta observó al que según JungKook era la nana del príncipe, quien tomaba la mano del más joven, brindando una resplandeciente sonrisa.

Lissa no podía ver el rostro del elfo más joven, la tela del velo parecía gruesa a simple vista, aún así los aromas no mentían. El joven elfo está nervioso, incluso si bajo todo ese inmenso nerviosismo intentaba mantener la espalda recta.

—WinterFall será un nuevo comienzo, la oportunidad de ser felices.

—Incluso si no es así, ya no hay donde regresar, Fallen —la respuesta de JiMin llamó la atención de la beta. El chico se inclinó con ligereza hacia adelante. Su rostro parecía apuntar al suelo y la mano disponible descansaba en puño sobre su muslo izquierdo—. Así seamos devorados por las bestias, no hay dónde volver. Estamos solos, nuestro destino ya fue decidido. Ahora estamos por nuestra cuenta.

Lissa cruzó las piernas y recostó un poco más en los asientos escuchando el intercambio. Fallen alzó la vista y ambos se miraron a los ojos, Lissa pudo ver el cansancio, así como el amor y la preocupación por el príncipe.

Con razón JungKook lo había traído, nada le quita a Lissa de la cabeza que tal cosa no fue más que gesto de gracia a un ser que parece estar muriendo lentamente. JiMin olía a tristeza, esa que presenta la oscuridad en un ser cautivo, pero que con el tiempo se vuelve parte de su día a día y quizás, en algún punto, el manto de seguridad que lo abraza. Entonces, cuando la oportunidad se presenta, no sabe cómo tomarla, cómo besar esa libertad, porque sus pies están pegados al suelo y su corazón a aprendido a amar esa tristeza. Aún así.

—¿No es ese un pensamiento demasiado pesimista, príncipe Park? —soltó Lissa, como si estuviera hablando de cualquier cosa. JiMin se irguió lentamente en el cómodo asiento, volteando el rostro hacia la pequeña ventana del carruaje en total silencio.

JiMin tomó una larga exhalación, mirando sus manos, las cuales descansan en su regazo y las palabras de Lissa haciendo eco en su mente. «¿Pesimista? ¿Es así cómo se ven?» Los ojos de JiMin comenzaron a arder, las lágrimas acumulándose a cada segundo. Él quería llorar, derramar lágrimas hasta no saber ni siquiera su nombre. Él no era pesimista, posiblemente solo demasiado realista con su situación. JiMin no fue amado por su propia familia, qué le garantizaba que alguien como JungKook, mínimo, lo protegería una vez llegara a WinterFall. No, no lo haría, porque él es un elfo, un elfo maldito, solitario y deprimido hasta lo más profundo y JungKook parece ser un ente brillante, tan diferente a él.

—Porto un velo como escudo, uno que no sé si es para proteger al mundo o a mí —susurró—. Mi padre me dió en casamiento a un hombre al que solo he visto una vez, y ahora parto a otras tierras cuando ni siquiera conozco los alrededores de mi propio hogar —JiMin alzó la vista hacia Lissa—. Creo que a estas alturas tengo el derecho de ser pesimista.

Lissa digirió cada palabra antes de sonreír y asentir como si estuviera de acuerdo con lo dicho. Fallen mantuvo toda su atención en el intercambio. Esa mujer irradia una enorme fuerza mientras que JiMin parece un pequeño cachorro al que es fácil devorar.

—Tiene miedo, pero no es estúpido —JiMin frunció el ceño bajo la tela, curioso por la elección de palabras por parte de la loba, con sus cabellos rubios recogidos en un apretado moño y ojos brillantes.

—No entiendo —susurró devuelta. Lissa sonrió y ladeó el rostro.

—Es un manojo de nervios, está consiente de tu situación y aún así se mantienes fuerte —eso era un cumplido en toda su extensión y aún así parecía tan vacío para JiMin. Irreal.

—Creo que se equivoca —negó, las puntiagudas orejas se movieron con ligero toque—. De serlo, no estaría aquí.

—Se equivoca, joven príncipe. Sí es lo suficiente observador, se dará cuenta de que no toda la fuerza es aquella que se ve a simple vista —explicó—. Creo que así es usted. El fuego Park arde, esperé y verá.

JiMin respiró hondo, desviando la mirada hacia la puerta del carruaje que ya habían comenzado a moverse hacia el puerto.

—¿Es eso un cumplido? —sonrió con lágrimas en los ojos y el celo pegado al rostro producto de la húmedad—. ¿Me está diciendo que debo tener esperanza?

—Puede ser un cumplido si así lo desea, también una antorcha de esperanza si es necesario —respondió la loba encogiendo los hombros—. Ahora es un Jeon, uno de los reyes consortes de WinterFall. Yo soy la beta del rey, quien debe ser su consciencia y además, cuidar de todo aquello que el considera suyo.

Lissa se inclinó hacia adelante con una sonrisa.

—Usted es parte de esas posesiones. Será un placer servirle, príncipe Park.

JiMin observó el rostro de la mujer con atención, asintiendo lentamente. Él no creía en sus palabras, no podía hacerse ilusiones. JiMin no está seguro de nada.

—Gracias —susurró y Lissa se acomodó en el asiento, mirando hacia afuera por la ventana junto a su asiento.

Fallen abrazó a JiMin, y el joven recostó la cabeza en el hombro de su nana, intenta mitigar el malestar. El elfo de piel morena y cabello ya lleno de canas por la edad besó su frente.

—Te dije que no sería tan malo —susurró para su pequeño elfo, quien no respondió.

JiMin alzó la vista hacia la loba, a los ojos brillantes que lo veía desde la tenue oscuridad. JiMin no quiere tener esperanzas, siente que de hacerlo, sería más difícil sobrevivir al golpe de la caída.

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