«Capítulo V»
Cesmia, Dominio de los Lobos
Tierras Hostiles.
El vino pasaba de mano en mano, los tambores suenaban en alto retumbar junto a la risa y el regocijo de todos los presentes. Un hombre alto y de ojos brillantes se movía entre el gentío. Su cabello era negro, recogido en una apretada trenza y rapado a los lados, su caminar era seguro, incluso si llevaba una copa de vino en la mano y al menos, bebido un barril por su cuenta.
—Nada como el sabor de la victoria —las llegaron acompañadas de una risa maliciosa y la aprobación de la mayoría.
—Nunca mejor dicho, NamJoon —apoyó su compañero de batalla con una sonrisa mientras disfrutaba sentado en un gran cogín, de tener su polla entre los labios de una bonita chica de Cesmia.
—¡Hurra por NamJoon! —gritó un hombre medio borracho a un segundo de desmayarse, a lo que todos gritaron, “Hurra.”
“NamJoon” sonrió y sentó a un lado de Oren, su segundo al mando y compañero de batalla. El par se miró, sonriendo entre el hedor de mil aromas, la suciedad y el calor, después de una larga batalla por el territorio de Cesmia. Uno de los pueblos del sur de las tierras hostiles, un trofeo que llevar al líder y por el cual NamJoon pediría una gran recompensa.
—¿Has oído algo nuevo desde las fronteras? —inquirió observando a Oren, tragando el último trago de vino. Una joven pasó por su lado, con el cabello suelto, vestido largo y coqueta sonrisa. NamJoon la tomó de la mano y jaló hasta hacerla caer en su regazo. La mujer rio cantarina, estaba tan malditamente borracha como todos en ese lugar.
—En absoluto, todo sigue igual —respondió Oren, dejando ir un gemido, empujando las caderas profundo en la garganta de la joven, sujetando su cabello listo para correrse, echando la cabeza hacia atrás cuando logró su cometido—. Espera, creo que sí hay algo que puede ser de tu interés.
NamJoon alzó una ceja siendo observando por Oren. NamJoon había apartado la tela del vestido de la joven por los hombros, acariciando uno de los senos suaves con una mano mientras la otra viajaba lentamente entre los muslos de la mujer hasta su intimidad.
Oren negó cuando la chica gimió complacida y NamJoon sonrió victorioso.
—¿Recuerdas a Jeon Jungkook? —preguntó con tranquilidad. NamJoon asintió y siguió en lo suyo. Oren se sirvió un poco de vino.— Ha decidido volver a casarse —el rostro de NamJoon fue inundado por una sonrisa.
—No me digas —la diversión en su voz era clara, ese maldito perro de Jeon era un jodido imbécil que no le caía para nada bien, quizás porque tenía todo lo que él deseaba y aún no podía lograr. NamJoon metió los dedos más profundo en la joven sintiendo toda la humedad de la misma y los gemidos cada vez más altos—. ¿Quién ha sido la pobre víctima?
—Si la información dada no me es errónea, creo que esta vez la víctima es Jeon —explicó Oren con tranquilidad. NamJoon frunció el ceño y puso toda su atención en el hombre, dejando a la joven de lado—. Es uno de los elfos de las tierras de fuego. El príncipe heredero de los Park.
—¿El que lleva el velo? —reconoció NamJoon enseguida.— ¿El maldito? —susurró con una extraña sensación en la lengua al decirlo.
—Nadie lo ha visto, ni siquiera saben qué es realmente. Aún así accedió a ello, de hecho creo que lo propuso él mismo —concluyó Oren negando. Para él, Jeon estaba totalmente loco.
NamJoon tomó la información dada y la guardó en su mente. Ladeando el rostro con una sonrisa, NamJoon volteó a ver a la joven todavía en su regazo, dejando un beso en sus labios. Uno profundo, de lenguas, saliva y mordidas que harían sentir cohibidos a los más atrevidos.
—Un lobo y un elfo —susurró sobre los labios de la joven—. Esto será divertido.
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Eblary, Dominios de Fuego.
—Fallen.
Si alguien viera la escena, no podría negar ni por un segundo del cariño y cuidado que existe entre ambos. JiMin abrazó a Fallen con fuerza, un gesto que fue devuelto por el elfo de avanzada edad.
JiMin había sido llevado de vuelta a la habitación donde debía cambiarse para asistir a la fiesta en honor a su boda. El chico aún estaba en un prolongado estado de sorpresa, su vida había cambiado en cuestión de horas y no por voluntad propia. Ya no era Park JiMin, príncipe heredero de Eblary, sino, Park JiMin de Jeon, príncipe heredero de Eblary y rey consorte de WinterFall. Esposo de Jeon Jungkook, el cuarto para ser preciso, y esa información no lo hace sentir mejor.
En los harén la vida no tenía fama ser fácil de llevar, y según los libros que JiMin había tenido el placer de leer, contaba con más de dos integrantes y en función de un solo dueño, por lo que los celos e incluso asesinatos eran comunes entre los miembros.
—¿Estás bien? —JiMin sonrió, viendo a Fallen revisar sus brazos y mirar todo su cuerpo en busca de alguna herida, suspirando de alivio al ver que al menos físicamente, JiMin estaba bien—. Lo siento tanto, pequeño elfo. Desearía que no tuvieras que vivir así.
—Está bien, Fallen —intentó mediar JiMin, ambos estaban solos en la habitación, ya no era necesarias las amenazas, todo estaba hecho. Fallen tomó las manos de JiMin y negó con la mirada en el suelo.
—No, no lo está —sonrió triste, alzando las manos de ambos a la altura de su pecho, besando los nudillos de JiMin, en su su piel es pálido y suave, como una hermosa flor o la nieve al caer del cielo—. Este viejo cuerpo ya no puede hacer mucho, solo da problemas, así que no soy de mucha ayuda. Me gustaría poder hacer más.
JiMin lo abrazó con fuerza, intentando confortar a Fallen, incluso si él era un desastre de emociones.
—Has hecho suficiente, mi vida ha sido más dulce gracias a tu cariño y aprecio.
A Fallen le hubiese gustado refutar, sin embargo, solo pudo separarse y alzar la vista hacia el rostro de JiMin. El viejo elfo alzó la mano y tocó la mejilla por debajo de la tela de encaje, sintiendo las lágrimas de JiMin caer y el ligero movimiento de sus hombros. Así era la vida, a veces un pequeño gesto podía romper el armadura más gruesa de cualquier alma. Para JiMin, Fallen era un cálido rayo de luz en la oscuridad, la única fuente de amor real que había tenido en su vida. Un padre con el que no compartía sangre, pero sí sentimientos y una vida.
—Está bien llorar, gritar o incluso querer golpear algo —susurró, las orejas de JiMin se movieron suavemente causando una sonrisa en Fallen, seguía siendo un niño—. Enojarse con la vida es parte del proceso, hasta con los dioses, cuando sientes que están siendo demasiado injustos.
—Palabras de un hombre sabio —ambos, JiMin y Fallen saltaron en el lugar, volteando a ver a la puerta donde JungKook estaba de pie observando la escena—. ¿Quién es usted?
—Rey Jeon —Fallen se alejó de JiMin e hizo una venía, incluso si era incómodo para su viejo cuerpo—. Mi nombre es Fallen, Fallen Monllew, yo…
—Es mi nodriza —interrumpió JiMin, dejando a Fallen sorprendido y a JungKook confundido. JiMin apretó los labios e inhaló antes de retomar la palabra, JungKook causaba muchas cosas en él, como miedo e inseguridad—. Ha cuidado de mí desde que era pequeño.
JungKook observó a Fallen, quien ahora permanecía erguido, mirando al suelo y muy nervioso. El lobo también miró a JiMin, a quien si bien no podía mirarle el rostro, podría jurar que sus ojos estaban conectados con los propios. JungKook caminó dentro de la habitación y acercó al elfo más joven con decisión.
El rey lobo se había cansado de esperar en el salón por su ahora esposo, así que con la indicaciones de algunos guardias–porque HeSoo más perdido no podía estar–se dirigió a la habitación. Ahora, el rey lobo no podía evitar la sorpresa que embargaba su cuerpo, primero por la escena encontrada–una que le recordó a su propia vida años atrás–y, la decisión del cuerpo tembloroso de JiMin al decir esas pocas palabras.
JungKook alzó la mano y puso la palma frente al rostro de JiMin, encima del velo, y el joven elfo movió las orejas con rapidez con el cuerpo tenso. JungKook casi soltó una risa descarada, JiMin era totalmente adorable.
—¿Vendrá con nosotros? —preguntó JungKook con tranquilidad. JiMin se quedó en silencio, retrocediendo torpemente ante la cercanía del lobo. Fallen observó todo en silencio, apretando los puños y preocupado por el príncipe—. ¿No vas a responder?
JiMin sintió su respiración fallar, su cuerpo chocó contra una pequeña mesa y el cuerpo de JungKook contra el propio. Jeon apoyó la meno sobre su cabeza sobre la pared, el aliento del mismo estaba sobre todo su rostro, ni siquiera el velo podía evitar captar el aroma a vino dulce y fresas.
JiMin volteó la mirada hacia Fallen y de vuelta a JungKook.
—¿Podría? —preguntó de vuelta a su ahora esposo—. ¿Aceptaría usted que nos acompañe?
—¿Es eso lo quieres? —devolvió JungKook. JiMin volvió a quedarse quieto antes de asentir lentamente, casi con las lágrimas afuera y el cuerpo temblando. JungKook suspiró y alejó mirando a Fallen—. Espero no sea un inconveniente para usted.
Fallen cayó al suelo sorprendiendo a ambos.
—En absoluto, mi señor, es todo un honor y un enorme placer ser aceptado por usted en Winterfall —JungKook volteó a ver a JiMin. Bueno, al velo, tenía tantas ganas de quitarle esa maldita cosa de la cara—. Le serviré bien por esta oportunidad.
—Deberías agradecer a JiMin, Fallen —el viejo elfo observó al rey de los lobos—. Él decidió que debías venir, no yo.
JungKook se acercó de nuevo a JiMin, tocando la piel de su mejilla, y joven príncipe sintió su rostro calentarse. Las manos de JungKook eran cálidas al tacto y la su piel olía a algo que no lograba identificar. Las orejas de JiMin se movieron en respuesta, un acto natural en elfos, la muestra de cualquier emoción. JiMin no podía dejar ir los nervios alrededor del hombre que ahora era su esposo.
—Gracias —susurró en una exhalación temblorosa y JungKook asintió, levantando el rostro de JiMin hacia el propio.
—No importa —«Lo hace,» pensó JiMin.
JungKook besó el velo en la zona de su frente, un gesto extraño, demasiado íntimo para JiMin a decir verdad, aunque él no estaba adaptado al afecto, no creía que pudiera hacer eso con cualquiera
—Esto es una mierda, no puedo ver una mierda a través del velo. —gruñó JungKook.
—Fue creado para ello, rey Jeon. Lo siento.
—¿Es cierto que estás maldito? —preguntó de repente. Fallen miró hacia el otro lado de la habitación ante el intercambio.— Ahora que eres mío puedo quitar este velo una vez, ¿verdad? Será lo primero que haré una más cruce las puertas de este lugar.
JiMin parecía nervioso al respecto.
—¿Lo hará? —JungKook asintió y alejó hacia la puerta.
—Tu padre me ha dado su autorización —se detuvo en la puerta, la abrió y giró a ver a JiMin con una sonrisa en el rostro—. Además, no creo en maldiciones.
Fallen se levantó del suelo, acercándose a JiMin anda más el lobo dejó la habitación.
—Él es raro —susurró el joven elfo—. Muy raro. Y Fallen no supo qué decir a tal conclusión.
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JungKook se abrió paso por los pasillos, llegandl a la sala principal donde los músicos tocaban flautas y panderetas. La mayoría de los asistentes estaban sentados tomando y bebiendo, y algunos bailaban zarzuelas ligeras y coordinadas. El lobo gruñó de puro hastío, quería sus fiestas locas y salvajes de vuelta. ¡Por la luna! los tambores y la diversión le hacían tanta falta.
—¿Dónde estabas? —la voz de Lissa lo detuvo en medio de la habitación. JungKook negó y siguió su camino hasta tomar asiento en la mesa principal—. ¿Todo bien?
—Se ha sumado un nuevo integrante al viaje —dijo de la nada y Lissa lo observó curiosidad—. La nana de JiMin vendrá con nosotros.
—¿El te lo pidió? —JungKook negó. Lissa se cruzó de brazos incluso más interesada en ello—. ¿Entonces?
—Ese chico tiembla más que una hoja en plena tormenta, pero con ese elfo viejo parece volver a ser un niño feliz y tranquilo —explicó—. Estaban abrazados cuando entré, era como una diminuta y amorosa manada.
Lissa apretó los labios, entendiendo las palabras de JungKook. JiMin era como un cachorro perdido y JungKook estaba intentando darle algo para que no sufriera más de la cuenta. Eblary era una prisión, pero una vez que llegara a WinterFall, sería una batalla, y JiMin estaba adaptado a resignarse y tragar la mierda, en WinterFall con esa actitud sería cazado y destruido.
—Le diste un regalo antes de destruirlo —concluyó Lissa. JungKook la miró a los ojos.
—No pienso destruirlo—atacó de vuelta, Lissa sonrió sin ganas—. Le estoy dando una oportunidad. Gracias a mí podrá aspirar a algo mejor.
—Nunca olvides que más que tú beta, soy tu mejor amiga —susurró la loba. Lissa apretó los labios, soltando un suspiro lleno de pena por alguna razón que JungKook no lograba entender—. Sé porqué estás aquí, JungKook. Sé lo que ellos dijeron. Vas a destruirlo.
—No voy a destruirlo —aseguró Jeon, pero Lissa no parecía muy segura al respecto.
Ambos voltearon a ver a la entrada, todos se habían puesto de pie ante la llegada de JiMin. Lissa miró al joven, ahora con ropa igual de blanca pero holgada y sandalias, con su infalible velo rojo y el cabello recogido en un moño bajo y trenzado, la mujer negó y alejó junto al resto de la camarilla de Jeon.
—Bienvenido —saludó JungKook una vez JiMin estuvo cerca. El joven asintió y tomó asiento a su lado, tomando la copa que le fue puesta al frente, brindando con Jeon antes de dejarla en la mesa sin probar un trago. JungKook vio el gesto y sonrió ante ello.
JiMin era un mundo nuevo y lleno de sorpresas que a JungKook le encantará descubrir.
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Éste NamJoon, uff. Es otra cosa ❤️🔥
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