«Capítulo IV»
JungKook observó su reflejo en el espejo por quinta vez, frunciendo el ceño y ligeramente inquieto, con los instintos bailando sobre la piel y volviéndolo loco.
—Todo listo, alteza. Debe ir al altar y esperar al príncipe—la voz de Lissa fue clara y ecuánime. JungKook asintió y pasó la mano por el cabello ligeramente largo, dando media vuelta y saliendo de la habitación—¿Cuánto debemos esperar antes de partir a Winterfall?
—En cuanto llegue la noche nos vamos, este lugar me pone de mal humor —gruñó bajo, Lissa rio negando ante la actitud de su rey—Espero que el maldito de Park no atente contra mi buena voluntad , no hoy, o su hijo heredará el trono antes de lo pensado.
—Está hablando de su futuro suegro y actual aliado, rey Jeon, no lo olvide—soltó Lissa con una sonrisa maliciosa. JungKook volteó a verla y rodó los ojos a lo que la mujer sonrió incluso más amplio, así eran ellos, de esos amigos que pocos tienen, Lissa era la beta de JungKook, su consejera y mejor amiga, y JungKook estaba agradecido por ello.
—Por aquí, rey Jeon —indicó uno de los miembros de la servidumbre al ver al rey y su séquito.
JungKook asintió y siguió al hombre, un elfo de piel tostada y ligera sonrisa que no debía pasar de los treinta años. El hombre los condujo por todo el pasillo que daba a la entrada principal del castillo, salieron, pasaron el jardín y llegaron a una capilla donde un pequeño grupo de personas los esperaban.
—Felicidades por su matrimonio, que la bendición de los disoes esté con usted.
JungKook observó al elfo alejarse y todos los presentes quienes ocupaban sillas alrededor dejando un corredor en medio se pusieron de pie. El rey lobo miró hacia atrás encontrando las caras divertidas de su gente.
JungKook respiró hondo y negó, llegando hacia un arco de piedra del que colgaban flores. Alrededor, todos los presentes llevaban vestidos de colores y coronas de flores, moviendo sus orejas puntiagudas con extremada ferocidad. JungKook estaba preocupado de que alguno saliera volando. Por la diosa, definitivamente los lobos no nacieron para convivir con otras especies.
A lo lejos el sol comenzaba ocultarse, finalmente la tarde caía con lentitud y belleza en Eblary. El paraíso primaveral. El cielo con sus tonos naranjas, rojizos e incluso un toque de rosa se veía realmente perfecto. JungKook casi dejó escapar una sonrisa, apreciando el regalo de la naturaleza. Sin embargo, no tuvo el tiempo suficiente antes de que sus sentidos comenzaran a vibrar en alerta.
JungKook alzó una ceja, ladeando el rostro ante el sonido de los pasos acercándose. Mirando alrededor, el lobo se dió cuenta de que ni siquiera estaban cerca, pero él podía jurar que sí. Ligero y cuidadoso.
—Reciban al rey de Eblary, Park HeSoo y al principe heredero, Park JiMin.
El anuncio del nombre trajo consigo el silencio y curiosidad de todos. JungKook miró hacia el comienzo del pasillo donde el rey HeSoo vestía lo que debía ser su traje de gala, y a su lado, sujeto con ligereza a su brazo, quien debía ser Park JiMin. El joven iba vestido totalmente de blanco y con un velo de encaje rojo cubriendo su rostro.
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—Deja de temblar, por todos los dioses—demandó HeSoo en voz baja a su hijo. JiMin tragó en seco y asintió como pudo, alzando la vista una vez estuvieron en la pequeña zona del castillo donde se haría la boda.
JiMin miró a todos lados, sus ojos desorbitados repasaron el lugar con extrema necesidad, antes de fijar la mirada en un punto específico. JiMin podría calificar al objeto de su atención–si lo comparara consigo mismo–como alto, robusto, de tez clara, cabello a la altura de los hombros, blanco como la nieve y totalmente imponente.
—Reciban al rey de Eblary, Park HeSoo y al príncipe heredero, Park JiMin.
JiMin sintió tensar cada parte de sí, sus piernas flaquearon y casi tropieza de no ser por su padre, quien evitó que se diera de bruces contra el suelo. Para JiMin, cada paso parecía que lo acercaba un poco a su lecho muerte. Su corazón no disminuyó los latidos y su respiración se volvió incluso más difícil, hasta llegar frente de quien debía ser Jeon Jungkook el rey de los lobos de WinterFall.
—Este día, con los dioses de testigo y la fe de mi pueblo le hago entrega de mi hijo y heredero de la línea de los elfos Park —las palabras de HeSoo resonaron en los oídos de los presentes, a la vez que brindaba la mano derecha de JiMin hacia JungKook.— Deseo que tome mi más preciada joya como suya, rey Jeon Jungkook de WinterFall.
JiMin alzó la vista hacia su padre y por un segundo quiso llorar. “Mi más preciada joya”, la peor y mayor mentira de la historia. Los ojos de JiMin se abrieron en sorpresa al encontrar la mirada de JungKook en su rostro, o mejor dicho, en el velo. Estaba seguro que el hombre no podía ver nada, fue diseñado para ello, pero él, JiMin, si era capaz de ver cada detalle del hombre que en pocos minutos sería su esposo.
JungKook sonrió y desvió la mirada de JiMin, observando a HeSoo directo a los ojos.
—La acepto, tomo y venero su joya como mía. Puede ir en paz, Park HeSoo —el elfo asintió y sin nada más que añadir tomó asiento junto al resto de los presentes.
El sacerdote a cargo de la ceremonia comenzó su discurso, una instrucción cargada de falsos sentimientos y algarabía por una unión que estaba lejos de ser deseada.
— Es todo un placer el conocerlo al fin, príncipe Park —susurró Jungkook con una sonrisa, haciendo caso omiso al montón de tonterías que burbujeaban desde la garganta del sacerdote.
JiMin copió la acción del lobo, la mano del hombre se mantenía alrededor de la suya, el tacto era cálido y el agarre seguro. Por los dioses, JiMin ni siquiera sabía cómo sentirse con respecto a eso. El joven elfo tragó en seco e intentó mover los dedos dentro del agarre con la idea de que quizás así el rey lo soltaría, pero este solo volteo a verlo, sonrió y apretó más su agarre, y por alguna razón, JiMin volvió a tener la sensación de que realmente ese hombre, podía verlo a través del velo.
JungKook estaba nadando entre la diversión y confusión del momento, a su lado estaba quien sería su cuarto miembro del harén, su esposo. Un elfo delgado, esbelto y por lo que lograba ver, de cabellos tan rojos como el fuego a quien hace honor su linaje, vestido de blanco, chaqueta y pantalón de la más alta y fina costura, con ribetes dorados y botas negras que llegan hasta sus rodillas, complementando con una ligera corona dorada y el tan mencionado velo que cubre su rostro.
JungKook no logra ver una mierda a través de él, y el chico temblaba cual hoja dejada al viento. HeSoo le había dicho que el príncipe había aceptado de buena gana. Bueno, ahora estaba incluso más seguro de que no fue así.
JungKook volteó a ver a JiMin una vez más, las puntiagudas orejas sobresalían a los lados del encaje y se movían repetidamente. JungKook no prestó atención a lo que decía el sacerdote, demasiado interesado en el hombre a su lado. El joven está pasando lo que parecía ser el peor momento de su vida, si la mano sudada entre la suya significa algo.
—Pronto habrá terminado —susurró para que el príncipe lo escuchara—. Respira hondo y deja de preocuparte.
JiMin se tensó ante el vago intento de consuelo, sus ojos ardieron y negó suavemente sorprendiendo al lobo.
—No creo que pueda —el lobo pestañeó al oír la voz baja y dulce del joven príncipe, aunque algo opaca y nerviosa, «Tiene miedo,»pensó JungKook.
—Por favor, intercambien anillos —pidió el sacerdote entregando un bonito y pequeño cojín blanco con dos alianzas mitad oro y mitad plata, con símbolos grabados en ellas. JungKook fue el primero en reaccionar y tomar una, colocando la misma el dedo anular de la mano izquierda de JiMin.
—Te toca —instó al contrario con una sonrisa. JiMin copió su acción, intentando hacerlo lo mejor posible a pesar de su malestar. El sacerdote esta vez tomó un hilo negro y lo envolvió alrededor de las muñecas de ambos.
—Que así como los dioses son testigos y bendicen esta unión, sean ellos los únicos capaces de romperla —las palabras del sacerdote fueron seguidas de una vela utilizada como mechero, la punta colgante del hilo fue encendido y quemado completamente dejando a ambos sorprendidos.— Rey Jeon —llamó al lobo—Puede besar a su esposo.
JiMin retrocedió un paso ante las palabras, pero nada comparado con la rapidez del lobo. JungKook no fue brusco, aunque decidido, tomando las mejillas de su ahora esposo, sintiendo el calor del joven a través de la tela. JungKook observó por un segundo a HeSoo, su cara estoica pertenecía más a un funeral que a la boda de su único hijo.
—Bienvenido a la familia Jeon, Park JiMin —fue todo lo que susurró antes de tomar los labios del joven elfo. Nada intenso, un toque cálido a través del velo, que no duró lo suficiente pero había sellado la promesa.
«Me ha besado,»susurró JiMin en su mente, intentando poner las ideas en orden, girando a la pequeña multitud que aplaudía ante el hecho. JiMin pestañeó un par de veces, antes de alzar la mirada al rey lobo, quien también lo observaba, otra vez esa sensación de que él podía ver más allá de su cárcel.
Y justo ahí, en un pequeño lugar del castillo de Eblary, la vida de Park JiMin quedó ligada a la de Jeon Jungkook, para siempre.
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