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«Capítulo I»

Eblary, Dominios de Fuego.


—El rey de WinterFall ha llegado a nuestras tierras.

JiMin abrió los ojos y observó a través del velo que ocultaba su rostro del mundo. Frente a él se deja ver una puerta de madera con una diminuta ventanilla, mediante la cual podía comunicarse con el mundo exterior. JiMin se levantó del cojín donde pasaba gran parte del tiempo y acercó a la entrada. Su mirada repasó los patrones en el suelo y aclaró la garganta.

—¿WinterFall piensa hacer tratados con Eblary? —la pregunta fue susurrada y secundada por un suspiro. El hombre de piel oscura quien había venido a visitarlo y dado la información se encogió de hombros sin saber exactamente qué responder—. WinterFall se ha mantenido a la cabeza de los reinos más prósperos, nada comparado con nosotros, claro está. Nunca harían una visita a esta parte del continente a menos que les sea beneficiosa.

—Lo lamento, pero la información no me es lo suficiente vasta, mi señor. De obtener algo más para su beneficio, con gusto le diré todo —retomó la palabra. JiMin asintió y dio media vuelta quedando de espaldas.

JiMin recostó todo el peso de su delgado cuerpo en la puerta, cerrando los ojos y apretando las manos en puños. Estaba cansado, abatido de diferentes maneras y aún así, no podía hacer más que esperar y rezar por un milagro o finalmente resignarse.

—Gracias Fallen, siempre es un gusto oír tu voz.

JiMin oyó el golpe seco de las rodillas de Fallen al caer contra el suelo, ese hombre era tan leal a él que dolía. Lo ha cuidado tanto que a JiMin le dan ganas de llorar.

—Me gustaría hacer más por usted, su majestad —susurró. Fallen era mayor, un hombre que pese a sus propias limitaciones no había dudado en hacer cuanto podía para calmar la soledad que JiMin lleva en el corazón.

—Ya haces suficiente, Fallen —susurró con cariño, como un beso a un ser querido en una tarde de lluvia y viento, oscura y amarga. Tan solitaria y triste como su propia vida.

JiMin se alejó de la puerta junto con los pasos de Fallen, quedando en total soledad. Otra vez. La luz aún ilumina el lugar, las pinturas que había hecho y acumulado por años en las enormes–y ya no tan blancas paredes–parecían ser su único consuelo y perfecta compañía, junto a libros y apuntes que no sabe si les serían útiles algún día.

Con tranquilidad se acercó a la cómoda, quitó el velo y se miró en el espejo mientras intentaba encontrar la respuesta a su destino. Un destino a su parecer injusto, para otros, necesario.

Los pasos hicieron eco por todo el pasillo, siendo estridentes y fácil de detectar desde su pequeño rincón. JiMin frunció el ceño y apretó la fina tela entre sus dedos, saltando en el lugar ante los toques y la voz demandante.

—JiMin, alístate, voy a entrar —El tono no dejó lugar a réplicas, algo característico del rey de Eblary, Park HeSoo. Incluso si algunos afirman que alguna vez fue un hombre comprensivo y apasionado.

Tal como había pedido el rey, JiMin se puso en pie y respiró hondo antes de colocar el velo de vuelta a su lugar. Una especie de dianema dorada de la que colgaba una cortina de encaje rojo.

JiMin se acercó y paró en medio de la habitación, curioso por la repentina visita de su padre, «No se supone que el rey de WinterFall está de visita?,»se preguntó.

—La gracia del imperio esté con usted, mi señor —Fue el saludo dado por JiMin, inclinando la espalda hacia adelante y la mirada en el piso en señal de respeto.

—La bendición es recibida —respondió el HeSoo con rostro serio y pose altiva. Las manos entrelazadas descansando en su espalda baja. JiMin alzó la vista e irguió. Su padre usaba ropa oscura. Pantalón, camisa y chaqueta con dibujos dorados e hilos rojos, con un par de botas y la corona que nunca podía faltar. La única muestra de que aún pertenecía a un estatus superior.

Las orejas puntiagudas de JiMin se movieron al compás del escalofrío que recorrió su cuerpo al ver a su padre recorrer la habitación con mirada aburrida y en silencio. Algo no le gustaba, su piel ardía y un halo hizo acto de presencia en su mente. Por todos los dioses, que no sea nada peor que su ya deplorable vida.

JiMin apretó los labios y esperó pacientemente a que su padre hablara. Su relación no era precisamente comunicativa. A veces, JiMin ni siquiera sabía cómo comportarse a su alrededor. Tampoco es como si convivieran mucho. El rey de Eblary parecía solo tener interés en mantenerlo vivo. Todo lo demás, no era lo suficiente importante.

—He venido a darte una noticia con respecto a tu futuro y el de Eblary —dijo el rey rompiendo el silencio. JiMin pestañeó un par de veces y aguantó la respiración ante el tono de su progenitor. Sus orejas moviéndose ligeramente—. Durante meses he estado intercambiando cartas con el rey de WinterFall y me complace decir que después de que ambos dejáramos en claro nuestras necesidades, hemos llegado a un acuerdo.

JiMin tragó en seco ante las palabras dichas, ¿Acuerdo? ¿Por qué el rey le diría tal cosa? No es como si JiMin pudiera hacer algo al respecto. Los asuntos del gobierno no eran su campo. De hecho, nada le era informado.

—¿Qué tipo de acuerdo? —preguntó por educación, teniendo un mal presentimiento que fue confirmado por la exhalación cansada de su padre. El gesto le dijo que cualquier cosa que fuera dicho a continuación, no le gustaría en lo absoluto.

Los hombros del rey de Eblary se tensaron y su espalda se tornó más recta, viéndose incluso más imponente, con su cabello oscuro y ojos cansados.

—Te casarás con el rey de WinterFall, Jeon JungKook.

JiMin abrió los ojos en sorpresa. Sus labios entraron en una guerra de acciones a seguir, sin estar seguro de hablar o mantener silencio.

—¿Qué…?

—Para nadie es secreto nuestra situación. El rey Jeon está interesado en ayudarnos a expandir y recuperar nuestro estatus —explicó el rey sin siquiera dejarlo terminar de hablar. JiMin sentía su pecho apretarse y comenzar a faltar el aire.

—Padre…

—Debido a ello, el rey Jeon ya está en nuestros dominios. La boda será celebrada mañana al atardecer. Después, partirás a las Tierras hostiles.

JiMin tragó el nudo en su garganta, se llevó la mano al pecho y dio un paso hacia adelante, aún procesando las palabras. ¿Casarse? ¿Él?

—Padre, yo…

—Eso es todo —interrumpió HeSoo una vez más, mirando alrededor antes de dirigir la mirada hacia su hijo incluso si no era capaz de ver su rostro—. No lo arruines, esta es nuestra única oportunidad. Espero que no seas egoísta y mires por el futuro de tu nación, JiMin.

—WinterFall está al otro lado del mar, padre —logró decir en su lugar con la voz temblorosa y los sentimientos a flor de piel.

—¿Es eso un problema?

—¡Ni siquiera conozco Eblary y quiere que cruce el mar con un hombre que nunca he visto! ¡Uno con el que usted ha decidido que debo casarme —el tono histérico dejaba en claro el cómo se sentía al respecto. De todas las emociones, solo podía identificar en sí mismo el miedo. No era una broma, realmente tenía miedo, incluso podría decirse que estaba entrando en pánico. JiMin no estaba bien con esto, por los dioses que no lo estaba.

—Sigo sin ver el problema, JiMin —la mirada vacía, el desdén, la mínima importancia en su sentimientos era tan real y palpable que le daba náuseas. JiMin miró a su padre detenidamente. Al rey de Eblary, el gran descendiente del linaje Park, los elfos de fuego.

JiMin respiró hondo y sintió los ojos arder, las lágrimas corrieron por su rostro y la respiración se volvió irregular. Todo oculto bajo el velo de encaje rojo.

—¿Hasta cuándo debo vivir así? —el dolor en la simple frase ni siquiera fue suficiente para que el rey sintiera pena por su propio hijo—. ¡Soy tu hijo, por todos los dioses! ¡No puedes…

Los pasos fueron rápidos. JiMin solo sintió laos dedos largos y gruesos alrededor de su cuello ejerciendo presión, y el rostro de su padre cerca que el aliento pasaba a través del encaje y sobre su mejilla. JiMin cerró los ojos y tembló.

—Nunca olvides que la única razón por la que aún permaneces vivo —aumentó la fuerza alrededor del cuello de JiMin.— Eres una maldita carga que me ha quitado cada cosa que he amado en el mundo—JiMin cayó al suelo jadeando por aire al ser alejado con fuerza—. Respiras porque no tengo el valor de asesinarte. Esta es una gran oportunidad. Eblary recuperará su gloria y tú te irás lejos.

—Padre, por favor.

—Está decidido —JiMin vio a su padre dar media vuelta y alejarse.— Mira el lado positivo. Siempre has sentido curiosidad sobre lo que hay más allá de estas paredes—sonrió volteando a ver a su hijo una última vez—. Ahora puedes averiguarlo mientras le abres las piernas al rey de WinterFall.

La puerta fue cerrada y la soledad volvió a invadir la estancia. JiMin tembló en el suelo, su frente besó la fría loza y las lágrimas no dejaron de rodar por sus pálidas mejillas junto con los gritos agonizantes de miedo y angustia, odio y desesperación.

El joven elfo arrancó el velo de su rostro con fuerza, la prueba irrefutable de su destino.

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