Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 29. La ira del dragón. Segunda parte.

Acabar con los hombres dragón fue sumamente fácil, en realidad no tuvimos que hacer nada. El fuego mágico que Sheila había invocado tenía la peculiaridad de extenderse a un ritmo inimaginable. Cuando uno de los Dracos trataba de cruzar el cerco, el fuego prendía en él y no cesaba hasta haberlo consumido por completo, luego se propagaba a otro de sus congéneres y así hasta que todos ardieron en deslumbrantes piras. Un rato más tarde no quedaba vivo ninguno de ellos y Sheila hizo desaparecer el fuego mágico. Nuestros amigos que habían permanecido ocultos todo el tiempo, corrieron junto a nosotros.
Milay llegó nerviosa a mi lado.
—¿Tú estar bien? —Me preguntó.
Contesté que sí y ella se echó en mis brazos asustada.
—Tener miedo y no poder hacer nada —dijo. Yo la abracé tratando de consolarla, un gesto que no pasó en absoluto desapercibido para nuestros amigos. Claro que ninguno dijo nada, aunque advertí sus miradas curiosas.
Haskh vio el cuerpo de Zothar en el suelo y sonrió a Aidam.
—Me hubiera gustado participar en la pelea.
—Una vez que perdió su inmunidad fue fácil de derrotar —contestó el guerrero—. La espada oscura que forjamos le arrebató todo su poder.
—A un precio muy alto, imagino —dijo, señalando a Sheila que parecía enferma y agotada.
—Estoy bien, Haskh —dijo ella—. No te preocupes, me repondré enseguida.
—¿Lo suficiente para pelear con ese nigromante? Creo que es una locura.
Sheila se acercó al semiorco y lo tomó de las manos.
—Con tu ayuda y la de todos nosotros podremos hacerlo.
Haskh bajó la cabeza, arrepentido de haberse mostrado preocupado.
—Puedes contar conmigo hasta el final. Lo sabes.
Sheila asintió.
—Lo sé, amigo mío —contestó. Luego todos los demás se acercaron a ella para expresarle su conformidad.
—Derrotaremos a ese maldito nigromante —dijo Blumth y tanto Thornill, como Amvrill estuvieron de acuerdo con él.
Acthea también llegó junto a Sheila.
—Pase lo que pase somos hermanas —dijo la joven.
—Así es —reconoció Sheila—. Todos formamos parte de esta familia.
Se abrazaron sin poder evitar echarse a llorar.
Todos en realidad estábamos bastante nerviosos, porque presentíamos que el final de nuestra aventura, fuera el que fuese, estaba muy cerca. Dragnark el nigromante finalmente estaba a escasos metros de nosotros y su destino estaba en nuestras manos.
—Nos ceñiremos al plan que ya habíamos diseñado —anunció Aidam—. Sargon, Sheila, Acthea y yo subiremos a esa torre. Vosotros aguardaréis afuera, por si el enemigo trata de enviar más hombres a este lugar. En caso de que así sea tendréis que detenerles de cualquier forma posible.
Haskh habló por todos ellos.
—Así haremos, Aidam —dijo—. No os preocupéis por nosotros y acabad con ese maldito nigromante de una vez por todas.
Nos despedimos de nuestros compañeros como si nunca más volviéramos a verlos, y así fue en realidad con dos de ellos por desgracia. Nuestra despedida fue muy emotiva, pues tampoco nosotros sabíamos qué iba a suceder. Dragnark era un demente muy peligroso y además su poder era inimaginable.
Ascendimos por las empinadas escaleras tan rápido como respondían nuestras piernas y dejamos atrás a nuestros amigos. Milay me saludó con la mano, mientras las lágrimas asomaban a sus ojos, antes de desaparecer tras un recodo de la escalera. Me pregunté si volvería a verla y tomé una decisión en caso de que lograra hacerlo.
La escalera giraba sobre sí misma y parecía no terminarse nunca. Cuando la fatiga asomó a nuestros pechos, Aidam nos hizo detenernos.
—Escucho voces un poco más arriba —dijo con un susurro. Agucé el oído y yo también las escuché. Ninguna de ellas parecía la voz de mi hermano. Debía de tratarse de más soldados suyos.
—Subiré yo y les pillaré por sorpresa —susurró Aidam, mientras sacaba un afilado cuchillo de su cinturón—. Enseguida bajo.
No llegamos a escuchar nada, aparte del ruido sordo producido por un objeto al caer al suelo y un ahogado gemido. Aidam bajó de nuevo limpiando su cuchillo con un sucio paño.
—Vía libre. No eran más que dos soldados, aunque imagino que habrá más apostados arriba.
Continuamos ascendiendo con precaución y pronto vislumbramos la claridad del día que se filtraba a través de unos estrechos ventanales. Afuera estaba amaneciendo y nosotros acabábamos de alcanzar la base de la torre. Dragnark no podía estar muy lejos, eso suponiendo que aún se encontrase allí.
Aidam se detuvo un momento y me llevó aparte, tomándome del brazo.
—He estado dándole muchas vueltas a la cabeza —dijo, y me pregunté a qué se refería—. Creo que en nuestro grupo hay un traidor y temo que cuando lleguemos arriba nos estén esperando.
Recordé las palabras del nigromante cuando me dijo que alguien del grupo era un traidor y que por otra parte yo había olvidado por completo y un escalofrío recorrió mi espalda.
—Nuestros enemigos siempre han ido un paso por delante —continuó Aidam—. ¿No te das cuenta?
Lo sabía. Era demasiada casualidad que siempre estuviesen esperándonos cuando llegábamos a algún lugar. Sucedió en la ciudad de Olvar, donde los títeres de Dragnark, muertos vivientes sin conciencia, nos tendieron una emboscada de la que nos costó escapar. También ocurrió en El Paso del Peregrino, donde Florián, el Caballero de la Rosa, nos aguardaba con la intención de envenenar a Sheila, cosa que por otra parte logró y también parecían conocer nuestras intenciones en la legendaria ciudad de Shotham, la Morada de los Dioses, donde Dragnark se río de todos nosotros, haciendo que Sheila tratase de matarnos. Eran, pues, muchas casualidades para no significar nada.
—Creo que tienes razón, Aidam —contesté—. ¿Quién crees que pueda ser?
—No estoy seguro, viejo amigo. Pero llevo observando a cierta persona durante un tiempo y he de reconocer que nunca ha dado muestras de ser el traidor. Hasta ayer.
—¿A quién te refieres? —Pregunté.
—Preferiría no acusar a nadie hasta no estar plenamente convencido, sin embargo creo que no me ha dejado otra opción.
Pensé en nuestros compañeros y me fue imposible imaginarme de quién podía estar hablando. Indudablemente ni Sheila, ni Acthea, ni tampoco Aidam eran los traidores. Aidam estuvo muerto y Acthea también hasta que por distintas causas ambos regresaron junto a nosotros. Sheila tampoco por razones obvias y yo no era ningún traidor, aunque dudaba de poder demostrárselo a Aidam. Quedaban entonces: Haskh, a quien su ética y su código del honor no le permitirían traicionar a nadie, por muy asesino que fuese. Milay y Dharik que se unieron a nosotros con posterioridad y nuestros amigos los enanos, que a su vez eran amigos de Aidam los tres. No, era incapaz de señalar a ninguno de ellos con el dedo.
—No consigo imaginarme... —comencé a decir, pero Aidam me interrumpió con un gesto.
—He tomado medidas —dijo el guerrero—. Si es quien imagino no podrá hacer nada contra el resto de nuestros amigos, descartando lo que ya haya podido hacer con anterioridad. Ahora será mejor que continuemos, aunque tomando todo tipo de precauciones.
Continúe la ascensión, pero ahora no solo la fatiga pesaba sobre mi alma, también el sentimiento de haber sido traicionados por alguien en quien confiábamos. Un peso que no me veía capaz de soportar.
Faltaban apenas una docena de escalones para llegar a lo más alto de la torre, cuando el viento trajo unas palabras poderosas entonadas en un lúgubre cántico. Mi hermano estaba recitando un poderoso hechizo.

—¿Estáis preparados? —Nos preguntó Aidam y todos nosotros asentimos—. Entonces acabemos con esto.

Le vi abrir la trampilla de un golpe y...

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro