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Capitulo XXVI


1884


Estaba lloviznando aquella tarde, pero Levy finalmente había decidido ir al cementerio. Tras el anuncio del fallecimiento de su padre, él nunca sintió la necesidad de ir a verlo, ni siquiera para comprobar que realmente estuviera muerto.

Y ahí estaba, dos meses después, en el comienzo de un nuevo año. Observando fijamente la lapida donde estaba escrito su nombre y la fecha de su muerte, una tumba junto a la de su madre la cual recientemente le había depositado una rosa blanca. El joven se agacha para observar fijamente las palabras grabadas en la piedra, extiende su mano tocándolas viendo el relieve de las palabras escritas.

—Espero que el inframundo te sea agradable, padre—dijo Levy mientas observaba la tumba con atención.

—Cuando me dijeron que estarías aquí debía verlo con mis propios ojos—escucha la voz de su hermano mientras se acercaba. Tenía una mano en el bolsillo del pantalón mientras que la otra sostenía un paraguas de color negro encima de su cabeza.

—Pensé que estabas enojado conmigo.

—Siempre tuviste esta cosa de autocastigarte a ti mismo, mi enojo no serviría, pero no lo estoy—dice Brian—Somos diferentes, Levy, después de todo.

—Pero pude acompañarte al funeral, no se, recibir gente...

—Nuestro padre no tenía una gran cantidad de admiradores, asi que no te preocupes, fue demasiado corto y rápido. Como sea, eso fue hace meses—comenta. Levy se levanta y se voltea a ver a su hermano, los ojos verdes de este ahora se encontraban puestos en la lapida de al lado—El de ella fue demasiado triste, ¿te acuerdas?

—Si, lo recuerdo. Ya no los tenemos a ninguno.

—Pero nos tenemos a nosotros Levy, siempre nos tendremos—dice su hermano acabando con la distancia poniendo a su hermano menor bajo el paraguas para que la llovizna dejara de empaparlo—A veces me olvido lo mucho que has crecido, debo recordarme que ya no eres un niño al que debo proteger.

Levy le sonríe antes de abrazar a su hermano. El mayor lo rodea con un brazo dándole unas palmadas en la espalda, ambos se quedaron ahí, unidos. Hablando de muchas cosas y a la vez de nada tan importante. Recordaban alegremente a su madre, no hablaron de su padre.

Y cuando el cielo empezó a oscurecerse, ambos decidieron irse del cementerio y dejar a los muertos descansar.

A los nueve meses de embarazo, muchas personas andaban alrededor de Lilith, todos mirándole fijamente el vientre como si este de la nada fuera a explotar y revelaría al bebe que tanto esperaban. Aunque el medico real le dijo que seguramente tardaría una semana mas en nacer.

La reina ya sentía su espalda demasiado adolorida al igual que sus senos, apenas si podía concentrarse en los deberes reales de no ser por toda la fatiga que le daba tener un bebe en su vientre.

Aquella noche, el cielo nocturno se ilumino con unos enormes rayos mientras caía una lluvia torrencial, la reina se estaba preparando para dormir cuando en eso un fuerte dolor se instaló en la parte baja de su espalda. Se agarró el vientre con fuerza a la vez que un líquido le escurría en las piernas, los rayos y truenos volvieron a sonar mientras que la reina soltaba un gemido de dolor. Moviéndose como pudo, agarro la campana del servicio comenzando a tocarla demasiado rápido y con fuerza.

Sus doncellas irrumpieron al cuarto demasiado rápida, todas ya preparadas para dormir al igual que ella. Constanza corre hasta su reina.

—¿El bebe ya viene majestad?

—Eso creo—dice y suelta otro grito al sentir el fuerte dolor que atravesaba su cuerpo. Constanza comenzó a dar órdenes a las doncellas y los guardias que se aproximaban, todos se movieron demasiados apresurados mientras que ayudaban a la reina a recostarse.

—¿Qué ocurre? —se escuchó la voz exterior de Levy.

—El bebe está naciendo, ¿alguien vio al rey Ambrose?

—Intente respirar majestad, todo esta bien—dice Constanza pasándole un trapo húmedo por la frente. Lilith suspiro echando la cabeza hacia atrás.

—Alguien traiga al maldito doctor para que me lo saque—ordena ella y al dolor de otra contracción vuelve a soltar un grito.

Debido a la lluvia, el doctor había tardado en llegar junto a la enfermera. La mujer le alcanzaba las cosas que le ordenaban, pero Ambrose no aparecía, y Lilith estaba sola debido a que su madre no había regresado de estar con Ophelia.

—Tranquila, majestad, usted y el bebe están en excelentes manos—escucho que decían, pero todo le sonaba a ecos mientras intentaba erguirse. El dolor en la parte baja de su cuerpo le parecía sumamente insoportable, Constanza le pasaba un trapo húmedo por el cuello eliminando cualquier sudor posible.

Tras unos golpes suaves de la puerta, su doncella le da una sonrisa de consuelo antes de correr a abrir para ver de quien se trataba.

—¿No lo han encontrado?—escucho que Constanza preguntaba al abrir la puerta.

—Seguimos buscando, pero no esta en sus aposentos, tenemos la sospecha que se fue y...—habla aquella voz tan conocida y que conoce con tanta calma. Lilith llevo la mirada a la puerta.

—¿Levy? ¡Levy!

—¡Ey! Levy, no puedes entrar—lo regaño su doncella.

—El protocolo dice...—empieza el doctor.

—A la mierda el protocolo, usted esta encargado de traer al nuevo gobernante vivo y sano asi que ocúpese de eso, si mi reina me llama solo responderé a ella, así que haga su trabajo que yo haré el mio.

—Su majestad—empieza el doctor, Lilith vuelve a soltar un grito al sentir la contracción nuevamente.

—¡Solo saquen esta cosa de adentro si quiere seguir manteniendo su trabajo!—grita la reina como orden, todos volvieron a moverse, Levy se sitúa a su lado agarrándole la mano mientras se veían, la joven reina se apoya en el hombro de su guardia intentando hacer fuerza cuando se lo pedían. Le dolía cada extremo de su cuerpo, sentía la cálida voz de Levy hablarle mientras solo podía pensar en hacer fuerza.

En eso, se escuchó el llanto agudo de un bebe acompañando a los truenos y la lluvia de esa noche. Ambos miraban impresionados a la pequeña cosa rosada que el medico tenía en sus manos, el medico se puso manos a la obra con el bebe mientras que ninguno le sacaba la vista a la criatura, una vez limpio con el cordón cortado, envuelven al desnudo bebe en una manta blanca para alcanzarlo a la reina.

—Felicidades majestad, es un niño.

Lilith sostuvo al pequeño bebe en sus brazos mientras lo miraba maravillada, el pequeño seguía llorando arrugando su pequeño rostro, la reina acaricio su mejilla con cuidado susurrándole cosas en el oído que al bebe le fueron calmando mientras abría los ojos terminando con todo su llanto.

Horas mas tarde, cuando el doctor se fue y todo se estabilizo, Lilith seguía acostada en la cama con su nuevo bebe en brazos, no quiso despegarse de él en ningún momento. Levy ingresa a la habitación y le sonríe viéndola mientras se acercaba.

—Han podido dar con tu hermano, viene para acá, tu madre y Ophelia vendrán mañana.

—Gracias por ayudarme.—comenta ella mientras lo mira.

—Siempre—susurra inclinándose ante ella depositándole un suave beso en la frente.

—¿Quieres sostenerlo?

Levy se quedo mudo ante esa pregunta, pero se encontró con que asentía mientras se acercaba con cuidado, Lilith lo ayudo a acomodarlo en sus brazos donde el bebe solo se movió un poco pero siguió durmiendo. Le habían colocado una ropa de color blanca, tenía el cabello de un fuerte color negro y cachetes redondos, Levy acaricio la mano del bebe sonriendo. El cuerpo del bebe era pequeño y demasiado calido, Levy tenía miedo de llegar a hacerle daño de alguna forma, pero se encontraba sonriendo.

—Es hermoso, salió a ti—dice, la reina le ofrece una media sonrisa algo cansada. 

—¿No sabes de Ambrose?

—No, lo lamento.

Lilith suspira encogiéndose de hombros mientras apoyaba su cabeza en la almohada, ambos se quedaron en silencio mientras que Levy se movía por la habitación con el bebe en brazos, Lilith seguía adolorida, y sumamente cansada en aquel momento. Pero ver a Levy con su hijo era una imagen que le encantaba.

—¿Quieres que lo ponga en su cuna? —le pregunta viéndola.

—No, lo quiero conmigo, no quiero separarme todavía.

Levy le acerca al bebe acomodándolo con cuidado a su lado, Lilith acaricia las manos de su hijo antes de ver al guardia. El chico le había colocado estratégicamente unas almohadas para evitar cualquier accidente mientras que la reina acariciaba la panza del bebe besándole las mejillas.

—¿Viste algo tan hermoso? Es increíble que yo haya dado a luz a esta cosita preciosa.

Levy le sonríe agachándose, ambos observaban al pequeño niño quien de a poco iba quedándose dormido. La puerta de la habitación se abre poniendo a Levy en alerta, pero al ver que se trataba de Constanza relajo todos sus músculos.

—Levy, tu hermano te llama.

—¿Mi hermano? Pero él esta...

Los ojos de la doncella se movieron con nerviosismo, Levy asintió con la cabeza entendiendo el mensaje.

—Mañana temprano estaré aquí—le promete a su reina tapándola y besa su mejilla, su doncella y el guardia le dicen que descanse. Lilith sentía los parpados demasiados pesados como para preguntar a que se debía tanto secretismo que se quedó dormida.

Constanza cerró con sumo cuidado la puerta del dormitorio de la reina antes de mirar a Levy, el guardia suspiro.

—Bien, dime, ¿Dónde está y porque nadie se anima a traerlo?

La doncella apretó los labios antes de hablar.


Cuando el Rey Remi era joven, y aun no era rey. Su hermano menor y él ordenaron un salón especial, usado mas que nada para fiestas de aspectos informales cuando eran jóvenes, pero ambos empezaron a crecer, a formar sus familias y sus hijos heredarían ese mismo salón. Sin embargo, ninguno de los hijos del rey Remi se veía interesado en armar fiestas desenfrenadas, y los hijos del príncipe Vladimir eran demasiado jóvenes como para hacerlas, por lo tanto, aquel salón se encontraba deshabitado la mayor parte del tiempo, ubicado en las lejanías del palacio, un rectangular bastante largo con rejas negras que se levantaban en lo alto y paredes enormes que te hacían parecer pequeño.

Levy nunca estuvo en aquel lugar, pero si lo ha visto, cada tanto algunos guardias rondan por ahí por si llegaban a ver personas escondidas. Pero a nadie parecía interesarle de todo ese salón, salvo a Ambrose aquella noche por supuesto.

Llegó al salón sumamente empapado por la tormenta, dejaba un rastro de pisadas mojadas y huellas de barro mientras se movía por el lugar. Había música alegre y una gran nube de humo flotando alrededor que le hacía toser, hombres y mujeres lo miraban pero no parecían interesados en él. Levy reconocía la cara de las mayorías, familias con un gran estatus social, en la mayoría solteros y solteras. Y algunas de las chicas acompañantes no eran exactamente nobles.

De corsets ajustados, medias de red y labios tan rojos que cualquier persona se vería tentado. El muchacho se movio entre toda la gente, había olor a alcohol por cualquier parte que le hacía sentir mareado. Pero no tardo en hallarlo.

Ambrose estaba sentado en un enorme sillón de terciopelo, tenía una chica a cada lado de su cuerpo, una rubia y una morena. Las chicas no tenían demasiada ropa, le acariciaban el pecho desnudo al rey quien ya tenía abierta la camisa. El rey le sonreía a la morena quien le daba uvas en la boca mientras que la rubia le acariciaba el pecho besándole el cuello.

—Su majestad—llamo la atención.

Ambrose y sus dos acompañantes llevaron la mirada a Levy, pero ninguno se inmuto ante su presencia. Las manos de Ambrose acaricio el cabello de cada chica en un claro mensaje que siguieran. De manera obediente cada chica siguió en lo suyo, acariciándole el pecho, el torso, besándole el cuello. Levy se sentía realmente incomodo.

—Eres el tercero que veo ingresar, les dije que no me molesten.

¿El tercero? Levy recorrió la mirada y soltó un gruñido molesto viendo a dos de sus compañeros ocupados con una chica cada uno. Era increíble, sin duda debería reportar aquello. Negó con la cabeza ignorando eso.

—Puedes quedarte si quieres, solo no molestes, y sécate un poco.

—No vengo a su fiesta, majestad. Vengo con un mensaje.

—Bueno, rápido, quiero disfrutar mi fiesta.

La morena le muerde el labio y el hombre sonríe antes de besar a la rubia ferozmente. Levy suelta el aire que estaba conteniendo.

—El bebe ha nacido.

Eso llamo la atención de Ambrose quien se separo de golpe de la rubia. Se levanta rápidamente del sillón dejando a las dos chicas confundidas.

—¿Es un niño? —pregunta.

—Sí, es un niño.

Ambrose se prende los botones sueltos de su camisa antes de voltearse viendo a las señoritas.

—Gracias por su compañía, señoritas, pero debo retirarme. Sírvanse lo que quieran—dice antes de caminar a las salidas dejando a las dos chicas perplejas y ofendidas. Levy les dio una inclinación de cabeza antes de seguir al rey. Ambrose se empapo de agua apenas cruzo la puerta, pero eso no le interesaba mientras seguía caminando.

Levy lo seguía dando grandes zancadas, se preguntaba si le llegaba a decir que el bebe fue mujer se movería con tanta rapidez como ahora.

—Increíble que esos dos inútiles que vinieron antes que tu no fueran capaz de decírmelos, sin duda les cortaría la cabeza.

—Bueno, usted tampoco parecía muy preocupado el por que de que lo buscaran.

Ambrose se detiene a ver a Levy fijamente.

—No finjas que eres mejor que yo. Ni pretendas que lo eres mejor, hiciste tu trabajo, buscarme. Ahora puedes retirarte a lo que sea que quieres hacer, seguramente ir a la fiesta, esas dos chicas no se pueden desaprovechar así.

Levy apretó su puño, pero dejo que el rey se fuera. Deseaba tanto golpearlo y que a la vez no hubiera consecuencias. Mientras Ambrose entraba al castillo, Levy se quedaba ahí bajo la lluvia con todo el uniforme ya mojado.


Cuando Lilith abrió los ojos, su corazón se paralizo un segundo al no ver a su bebe a su lado. Una enorme figura se alzaba frente a la ventana, metió la mano bajo la almohada sintiendo el frio de la daga, pero cuando la figura se giro, donde la luna jugaba con el contorno de su rostro fue dejándola de a poco.

Ambrose se había cambiado de ropa antes de ir a verla, y sin despertarla había tomado al bebe en sus brazos con sumo cuidado. El niño dormía plácidamente aun cubierto en todas esas mantas mientras que su padre lo veía antes de ver a su esposa.

—No quería despertarte—dice él y sonríe—Es un niño atractivo, ¿no crees?

La reina se sentó en la cama con el cabello negro acariciando su cuello.

El bebe arrugo el rostro despertándose y un agudo llanto comenzó a salir de su cuerpo. Ambrose se lo extiende a Lilith el cual lo toma y le da el pecho, el bebe se prende automáticamente de su madre acariciándole la mejilla.

—¿Dónde estabas?—pregunta antes de mirar a Ambrose, el rey suspira.

—Por ahí.

—Esa no es una respuesta.

—¿Tus contestas algunas de las mias? Por ejemplo, ¿Por qué siempre está tu guardia en todos lados?

—Ya te dije que somos amigos, aparte me ayudó mucho mientras tu estabas en no sé dónde, pero no es muy difícil de imaginarlo. Ni la lluvia puede ocultar el olor que te cargas—Dice ella dándole palmadas al bebe quien seguía succionando en su seno—No esperaba que fueras del tipo celoso.

—¿Celoso de un guardia? —pregunta viéndola de manera incrédula.

—Aunque es medio irónico—sigue hablando ignorando su pregunta—Hace unos meses me golpeaste porque te creías que te fui infiel y tu estuviste de fiesta con...cierta compañía seguramente femenina. No me interesa lo que hagas Ambrose, es muy normalizado que los reyes tengan amantes, mi padre tenía, y sus padres y toda una gran monarquía tuvo amantes. Pero como embaraces una chica, y esa chica crea por un momento que su criatura tiene oportunidad en el trono, te sugiero que le reces a tu Dios por el alma de ese niño en desgracia.

—Ciertamente no le harías daño a un niño, Lilith.

—Por proteger a los míos, haría hasta lo imaginable—dice agachando la mirada a su bebe. Este ya había soltado su seno, pero ahora la miraba con aquellos ojos enormes y redondos. Lilith acaricia la nariz de su pequeño bebe—Y eso lo incluye a él.

Ambrose la mira fijamente. Lilith tenía muchas facetas que desconocía, al igual que ella desconocía grandes facetas de su esposo. A pesar de llevar ya tres años casados, eran dos desconocidos que se miraban la cara de vez en cuando y gobernaban un país.

Algo incómodo, el rey se remueve llevando los ojos al niño.

—Tenemos que nombrarlo.

—Ya lo hice.

—¿Sin consultarme?—pregunta en un tono ofendido.

—No haber estado en fiesta y te hubiera consultado, pase horas sola, creo que merezco nombrarlo. Si tienes suerte para tener otro bebe conmigo, quizás te lo deje nombrar.

Ambrose suspira pesadamente mientras se sentaba a su lado.

—Bien, ¿Qué nombres elegiste?

—Ender, un nombre turco para representar tu país. Atlas, el titán que como castigo debe sostener el mundo en su espalda. Algo digno de un rey. Camden, por mi hermano, y Remi III por papá.

—Gran nombre—dice Ambrose.—Será un buen gobernante en el futuro.

Ambos miraron a su pequeño niño quien de a poco iba cerrando los ojos en los cómodos brazos de su madre. Sin saber lo mucho que desearía haberse quedado para siempre en la dulce edad de la infancia. 


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A veces los nombres de los monarcas son demasiado largos y repetitivos. 

IG: Julxswatt99

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