
Capitulo VI
1878
Los meses siguientes, Lilith se vio mas involucrada en su futuro. No faltaba a ninguna sola clase con su institutriz, se pasaba hasta altas horas de la noche en la biblioteca, ya no se escapaba tanto como antes. Y había convencido a su padre para que la dejara quedarse como oyente en las reuniones del consejo. Estudiaba detalladamente los libros de historia, su reino hasta conocerse cada roca, e incluso los reinos amigos, o enemigos.
Pero ningún libro de historia estaba preparando para lo que se venía. El invierno se acercaba, y era la época mas cruda de su reino, era la época en la que las enfermedades aparecían, el número de muertes en los barrios pobres aumentaba notablemente (sobre todo en los niños pequeños) y los reyes de Shera estaban perdiendo popularidad ante la gente de su reino.
La gente estaba cansándose, y si se cansaban demasiado rápido, pues habrían rebeliones y tal vez Lilith nunca llegaría a ser lo que tantos años estuvo aprendiendo. Ella sabía que debería intervenir, tenía que darle lo que la gente quería. Una buena futura reina, alguien que se preocupara lo suficiente de la gente y no solo sobre la gente de clase alta.
Una tarde, su padre estaba en una reunión del consejo, hablando sobre alianzas con algunos reinos en los momentos de guerra, pues una se aproximaba. Lilith irrumpió la reunión callando a todos los hombres cuando la vieron, se levantaron de sus asientos dándole una reverencia.
—¿Por qué no hay mujeres?—pregunta Lilith.
—¿Qué dije sobre que intervinieras en las reuniones? —habla su padre viéndola—Solo te dejo quedarte a escuchar.
—Bueno, dado que tengo su atención me gustaría hablar y traer algo a la mesa...¡pasen!
Los del consejo vieron al rey, y el rey tenía los ojos fijos en su hija. Su mirada tan seria inexpresiva hubiera echo a cualquiera temblar, menos a ella.
Dos doncellas ingresaron sujetando un gran rollo de pergamino, luego, cada una agarro de los extremos comenzando a estirarlo. Lilith sonreía demasiado orgullosa de su propio dibujo, había detallado a la perfección en un mapa al reino de Shera, anotando las cosas importantes, toda una digna presentación.
—Se lo que podemos hacer para volver a ser populares entre la gente.
—Lilith...
—Deberíamos hacer una especie de comedor comunitario, lo pondríamos por esta zona, se les asignara a las familias pobres los sustentos necesarios para el invierno. Y estaba pensando que a su lado estaría bueno una sala de hospital que podríamos invertir.
—Lilith...
—La facultad de medicina de Shera nos vinieron con quejas de que faltan suministros hace meses y todo lo que hicimos fue ignorarlos. Si en su lugar usáramos nuestros recursos, y si la gente nos viera como utilizamos la fortuna para sus vienes, lo único que necesitamos es...
—¡Suficiente! —rugió su padre levantándose de su asiento dando un manotazo a la mesa provocando que Lilith se callara. Ella quería señalar como no le dejo terminar de mencionar sobre sus ideas en las escuelas, pero dado por la mirada molesta de su padre, eso no iba a suceder hoy.
El rey rodeo la mesa acercándose a su hija.
—¿Esto es lo que tanto hacías? ¿inútiles garabatos? Yo intento salvarnos de una futura guerra, y tu estás haciendo esto.
—Yo intento que nuestra gente no nos haga una guerra, intento ser una buena reina.
—Serás reina el día que yo me muera, Lilith, y para tu información, falta mucho tiempo. Espérame en el salón de retratos, quiero hablar a solas contigo.
Quiso negarse, quiso decirle que no se movería hasta ser escuchada. Pero aparte de ser rey, era su padre. Y ella aparte de ser princesa, era una hija. Con la espalda erguida, y la mirada tan indescifrable como la suya, comienza a moverse para salir del salón del consejo tras agradecer el tiempo que se le fue empleado. Y las doncellas no tardaron en seguirla.
El salón de los retratos se ubicaba en el piso de arriba, en el ala oeste. Un largo pastillos con grandes ventanas hacía la ciudad, había retratos de todos los reyes, todos sus antepasados. Todos los que gobernaron antes que ella, y Lilith sería la primera reina de linaje directo de su reino, después de tantos reyes llegaría ella.
Desde que nació su madre, padre e institutriz le enseñaron a ella y sus hermanos las historias familiares. Para que las tuvieran en su cabeza y los honrara de la mejor forma posible. Ahora Lilith solo podía observar el retrato de su abuelo, un hombre alto con un pronunciado bigote oscuro y ojos tan negros como la noche. A cada lado de su cuerpo tenía un hijo parado junto a él, su padre era un niño serio a diferencia de su hermano, de espeso cabello café con la mirada perdida. Su abuela no estaba en el retrato, ella había fallecido al dar a luz a su segundo hijo. Pero su abuelo de todas formas mando a hacer un retrato de ella, rubia de cabello esponjoso y ojos grises, una nariz grande que agradecía no haber heredado, pero una sonrisa perfecta congelada en el tiempo.
—Tu abuelo nos hizo estar parados un buen rato, mi hermano estaba demasiado lleno de comida entonces se tiro gases durante toda la sesión, le parecía gracioso—dijo su padre, Lilith se quedo en silencio—Y tu retrato, hija mía, pertenecerá a este pasillo junto al mío algún día, y a tus hijos, y los que le siguen.
Lilith intento relajar sus hombros, pero era muy difícil para ella. Siempre era difícil relajarse ante su padre, solo había dos personas con las que Lilith podía sentirse relajada. Una, era su hermano menor, y otras de ellas era un chico del cual hace meses no sabía nada.
—Tus ideas no son malas, Lilith, pero necesitas buscar un tiempo en el que la gente este lista para seguirte. No puedes actuar como una igual con ellos porque no lo eres, eres su gobernante, y te verán como tal quieran o no.
—Tu estas preocupado por la guerra que se arma afuera, y yo estoy preocupada por la guerra que podría armarse aquí. Quiero que nos amen de nuevo, ¿Por qué es tan difícil escucharme?
—Porque yo gobierno ahora y tengo la palabra, tu plan tardara mil años para terminarse.
—Mejor empezar ahora antes que la gente se nos muera de hambre.
—Mejor recordar donde perteneces, y que vayas a hacer algo de mujeres mientras esperas—dice su padre molesto antes de darse la vuelta e irse.
Camden odiaba ver a su hermana tan seria. Era como si algo se hubiera extinguido en Lilith, como cuando el otoño se lleva las alegres hojas de los árboles, y da paso al frio abrasador del lugar. El resto de los días, vio a Lilith practicar con armas, escribir interminablemente en un largo pergamino, pasear en los castillos como un fantasma sin lugar donde ir. Y sobre todas las cosas, la veía muy solitaria.
Su hermana siempre fue solitaria, para los tres era difícil hacer amigos. Aparte de que su reino se ubicaba en una Isla, las relaciones entre príncipes con los demás era escasas, y por lo general veían hijos de aquellas familias reales en fiestas que se organizaban.
El joven príncipe, al igual que un pequeño grupo selecto de sirvientes, sabían de la existencia de Levy. Sabían que Levy se colaba hasta los jardines de rosas desde que era pequeño donde pasaban largas horas juntos, Camden pocas veces vio a Levy, pocas veces compartió mas que unas simples palabras. Pero su hermana hacía bastante tiempo que no iba a su jardín, incluso Camden iba mas a su jardín en espera del chico castaño. Pero no llegaba.
Recordaba esa vez que fueron a buscarlo a las minas donde Levy comenzó a trabajar, pero no volvió a saber nada mas de él después de eso. Estaba seguro de que lo extrañaba. Necesitaba reunirse con el muchacho, pedirle explicaciones y ver si podía volver a ser amigo de su hermana. Estaba seguro que se extrañaban.
Salió de su habitación donde los dos guardias se alertaron.
—¿Necesita algo príncipe Camden?—preguntaron cuando se dieron cuenta que el príncipe se quedo parado en la puerta sin moverse.
—¿Pueden llamar al guardia Brian?
—Lo siento, joven príncipe, el guardia Brian recién tiene turno de la tarde. ¿Hay algo que nosotros podamos servirle?
Bueno, a veces había que hacer las cosas por si mismo. Pensó para él.
—Oh, no esta bien, era una idiotez. ¿Pueden decirle a Luan que prepare a Saeta? Tengo ganas de practicar mi partido de polo.
Los dos guardias asistieron, uno de ellos se retiró y el otro se quedó en la puerta. Camden soltó un suspiro mientras caminaba a su baúl sacando algo de ropa, a veces era necesario mentir para que bajaran la guardia.
Saeta era un caballo de cabello corto, su pelaje parecía metálico y tenía unos amables ojos marrones con una pequeña cicatriz bajo el ojo izquierdo. Camden le había suplicado a su padre que se lo compraran debido a que este anteriormente pertenecía a un corredor que había perdido en la carrera y ya no lo quería, a Camden le dolía ver como se deshacían de los animales como si fueran cosas, pero a la vez estaba alegre de tener a Saeta con él.
Acaricio el pelaje de su animal, mientras que su instructora se acerca.
—¿Esta listo para practicar, alteza?
—Sí, ya estoy listo...¿pero no ha escuchado a Ophelia llamarte?
—¿Ophelia? ¿Estas seguro?
—Si, quería decirte algo sobre la higiene de Roseta según se, creo que no le gusto como la cepillaste.
Luan pone los ojos en blanco, y Camden ríe. Le agradaba su instructora, mas que nada porque ella no solo lo trataba como príncipe o como un pequeño niño, si no que lo trataba como un amigo mas con el que podía hacer gestos. Por eso le lastimaba mentirle.
—Bien, ire a escuchar lo que quiere. ¿Me esperas en el campo de entrenamiento? Ve intentando meter las pelotas en los aros y en un segundo te alcanzo.
Cuando Luan se perdió de su vista, Camden se subió a Saeta, agarro con fuerza las riendas. Y acompañado de un grito echo a correr con el animal lo mas rápido que podía, a casi nadie le parecía raro, pues sabían que el príncipe Camden le gustaba entrenar al polo y la cancha de la misma quedaba bastante alejada. Por eso nadie vio extraño que el chico haya desaparecido tanto.
Llego a las zonas de las minas luego de un rato, tras ocultar a Saeta lo mejor que pudo dejándolo pastar comenzó a caminar ocultándose en las rocas. Desvió a Levy apoyado con desinterés en un carrito donde terminaban de descargar objetos, el muchacho saca una petaca plateada del bolsillo de su pantalón y le echa un trago. Camden fue moviéndose con sigilo, las ventajas de ser bajito y rápido es que pasaba desapercibido para todo el mundo, agarro uno de los cascos del carrito colocándoselo en la cabeza, aunque no servía mucho de disfraz. Levy entro a la cueva, y Camden lo siguió.
Se escuchaba el ruido de las herramientas trabajar, y de los hombres haciendo fuerza. El olor a tierra y metal se respiraba en cada lugar y si no fuera por las pequeñas lámparas estaría sumamente oscuro. Unos adolescentes de su edad lo empujaron con fuerza, eso hizo que Levy cayera al suelo con una mueca molesta en su rostro mientras que los adolescentes se reían. Camden fue corriendo hacía el chico para ayudarlo a pararse, cuando Levy alzo la mirada, su rostro confundido se convirtió en uno de real pánico.
—¿Al..teza?—pregunto con la voz temblando seguramente deseando que fuera una alucinación y no estaba viendo al príncipe en ese momento. El aliento de Levy apestaba, provocando que el príncipe haga una mueca.
—Sería preferible que aquí, me llamaras por mi nombre.
—¿Tu enserio crees que el estúpido casco oculta algo de ti? ¿Qué estas haciendo aquí, Camden?—pregunta en un tono molesto ahora y viendo nervioso para todos lados, pero nadie les prestaba espacial atención a ninguno.
—Quería hablarte de algo, sobre mi hermana.
—¿Está bien? —pregunta con un tono urgente, Camden asiente y Levy suspira aliviado volviendo a sacar la petaca. Por el olor, algo le decía que no era agua—Si tu hermana está bien, entonces solo vete, no puedes estar aquí es peligroso, no tengo nada que ver con ella ahora Camden.
—Pero te necesita, yo se que te necesita—intenta explicarse el chico. Levy le dio la espalda comenzando a caminar, Camden lo sigue, el joven levanto unas bolsas antes de dejarlas en el carrito y continua hablando.
—Tu hermana no me necesita, Camden, además...
Sus palabras quedaron suspendidas cuando sintieron que la tierra se movía bajo sus pies, muchos de los obreros se apresuraron por correr. Rocas caían de la superficie y la entrada estaba por ser tapada en cualquier momento. Levy atino a agarrar a Camden con fuerza y tirar de él, pero quedaron en plena oscuridad.
Lilith estaba sentada junto a su madre en la sala de música, su padre también se encontraba ahí. Los tres escuchaban a Ophelia tocar el piano, aunque Lilith solo quería irse. Seguía enojada con su hermana menor, aun cuando esta siguiera insistiendo sobre que no sabía nada de lo que había pasado con la nuez moscada, no le creía.
Miro a su madre, la reina tenía un rostro serenero mientras escuchaba a su hija, sonreía dulcemente mientras que en sus manos acariciaba un pequeño bordado que estaba haciendo. Su padre, por otro lado, parecía a punto de quedarse dormido. No era un hombre que le interesara mucho la música.
El concierto de Ophelia se vio interrumpido cuando las puertas se abrieron de golpe, donde apareció su instructora de equitación acompañada de tres guardias reales. Todos agitados, con el rostro lleno de terror. La urgencia era tanta, que todos dejaron de hacer lo que hacían para prestarles atención.
—¡Su alteza! ¡hubo un derrumbe en la mina! ¡su entrada fue bloqueada!
El corazón de Lilith se paralizo ante lo que había escuchado. Sus ojos se fueron al guardia Brian quien se había colocado tan pálido como una hoja de papel, Levy podría estar encerrado en esa cueva, y si no hacían algo pronto quedarían sin oxígeno, podría morir. Su padre se levanto de golpe del sillón, de repente no estaba mas cansado.
—¡Quiero a cada hombre del reino trabajando para sacar los sobrevivientes! ¡Y cada doctor del reino atendiéndolos urgentemente! Preparen el carruaje, ire inmediatamente a mirar.
—Eso no es todo, majestad. Gente que logro escapar nos han hecho llegar el rumor de que el príncipe Camden se encuentra ahí.
—Me temo que eso es cierto su alteza real, pensé que el príncipe Camden estaría en el campo de polo, pero no se encuentra, y unos guardias encontró a Saeta corriendo a toda velocidad sin Camden.
Si Lilith antes se le había paralizado el corazón, un miedo atroz había crecido en todo su cuerpo. Su madre grita y comienza a abanicarse, Ophelia se acerca a auxiliar a la reina mientras que Lilith se levante de su asiento.
—¡Iremos inmediatamente!—grita Lilith.
—¿Y tu donde crees que vas? Te quedas aquí.
—¡Es mi hermano y mi reino también! ¡Ire aunque tenga que ir contra todos tus deseos y nadie dirá nada! Ahora, ¿quieres seguir discutiendo y perder tiempo? ¿o iremos a salvar a Camden?
Y no lo dijo en voz alta, pero su corazón susurro el nombre de Levy.
Levy comienza a toser, sentía el cuerpo pesado y el humo entrándole por la nariz. De a poco se va haciendo la luz a su alrededor gracias a ellos que lograron encender las lámparas. Alguien comienza a mencionar nombres, seguramente verificando quienes estaban ahí. Levy intentaba despertar sus sentidos alcoholizados, cuando en eso sus ojos caen en el niño inmóvil, su cerebro susurra un nombre y gatea rápidamente hacía él, le da pequeñas bofetadas.
—Su alteza, su alteza real ¿puede oírme? Alteza...alteza por favor—suplica con urgencia moviéndolo suavemente. Alcanzó a ver una herida que se había echo al golpearse con las herramientas en el suelo cuando Levy lo había tirado para cubrirlo, estaba sangrando demasiado.
—¿Dijo alteza?—preguntaron y se escucho un murmuro de voces.
—No me digas que tenemos a uno de los niños del castillo aquí, joder el rey Remi nos cortara la cabeza.
Levy estaba preocupándose, cuando empezó a ver que el joven príncipe estaba moviendo sus ojos, ahí se permitió respirar. Los ojos celestes de Camden fueron abriéndose de a poco viendo al adolescente. Levy suspira de manera aliviada, lo ayuda a sentarse, pero Camden suelta un grito de dolor, y la sangre roja brotaba demasiado. El niño miro asustado a su alrededor.
—¿Estamos atrapados?—pregunta, Levy mira a su alrededor, no había salida, no tenían un maldito botiquín, no sabía como curar la herida y todos miraban al joven príncipe como si fuera la culpa de este que la mina se hubiera cerrado.
—Tranquilo, van a sacarnos—intenta relajarlo Levy aunque en ese momento se sentía tan aterrado como él.
Ambos llegaron en el carruaje atrayendo la mirada de todos, pero a Lilith no le importa. Ella se baja del carruaje antes que unos de los guardias reales abran la puerta, supuso que el hombre que gritaba instrucciones era el jefe. Y otro hombre sentado en una roca, bebiendo de una petaca de poco cabello que Brian no le sacaba los ojos de encima, era el padre de Levy.
La futura reina se acerca a jefe.
—¿Por qué no siguen cavando? —pregunta Lilith. El jefe da una corta reverencia, algo mal educada si se lo preguntaban. Sabía que su reinado no era popular sobre todo en la zona trabajadora.
—Llevamos haciéndolo toda la mañana joven alteza, nuestros músculos no dan para mas.
—Mi hermano esta ahí dentro—es lo que dice ella.
—Y la mitad de mis hombres están dentro, incluidos algunos niños, ¿cree que no lo se?—pregunta algo molesto olvidándose de todo el protocolo, si ella fuera otra persona, quizás como su madre o Ophelia, hubiera mandado a ese hombre al primer calabazo por faltarle el respeto. Pero ella solo atina a alzar su barbilla, alzando una sola mano para detener a los guardias.
—Deme la pica—dice ella extendiendo su mano—¡Que me la de ahora, es una orden!
La mira sin ninguna expresión, como su padre solía hacer. Sus ojos iban a todos lados seguramente esperando a que alguien la frene, pero incluso el rey estaba intrigado por ver de lo que su hija era capaz. Con un suspiro de rendición, le alcanza la pica. Era demasiado pesada en sus manos, tuvo complicaciones para moverse con ella hasta terminar frente a las piedras, aun así la levanto sobre su cabeza y golpeo las piedras, su cuerpo temblaba en cada golpe, y sus brazos gritaban del dolor, su vestido comenzó a rasgarse en las mangas. No era una imagen que su madre ni su institutriz querrían ver, pero a ella no le importaba. Todos la veían en ese momento, veían a su futura gobernante picando una piedra, sintiéndose agotada, débil, pero siguió haciéndolo mientras que el sudor se le caía por el cuerpo. Escuchaba como la tela del vestido se rasgaba ante cada movimiento, y sus brazos rogaban por un descanso, pero ella siguió.
A su lado se situó otro chico. Lilith giro la cabeza para ver a Brian, se había saco el saco de guardia real y también estaba pegándole a las piedras, de a pocas mas personas fueron sumándose a hacer el trabajo sucio con Lilith liderando el camino.
—¿Camden?—pregunta ella cuando lograron hacer un agujero. Pero la voz que se escuchó no era de Camden.
—¿Alteza?
—¡Levy!—grito Brian—Levy ya estamos cerca, ¿el príncipe Camden está contigo?
—Se esta quedando inconsciente, perdió mucha sangre pero intento mantenerlo despierto.
—Tu sigue manteniéndolo despierto, ya casi llegamos y...¿alteza?
Lilith estaba ocupada sacando los escombros del suelo mientras tanto. Sus uñas se rompieron al igual que el vestido que a ese momento solo era un conjunto de tela que cubría su cuerpo. No le importaba su imagen lamentable, solo quería llegar a ellos.
Mientras, Levy se arranca la manga de su camisa acercándose rápido a Camden quien estaba cerrando los ojos por la sangre que perdía, ato la tela de su sucia camisa alrededor de la herida queriendo terminar con el sangrado, pero solo logro que el joven príncipe soltara un gemido lastimero de dolor. Fueron repartiéndose agua, y trataron de darle al joven príncipe, se olvidaron de los títulos. Camden no solo era un príncipe, tercero en la línea de sucesión, era un niño.
Tras escuchar varios ruidos del otro lado, de a poco la luz del exterior fue filtrándose al túnel en lo que fue un largo rato. Levy alza al príncipe en sus brazos para salir con él en compañía de los demás. Un gran grupo de guardias reales fueron corriendo hacía Levy donde le sacaron el cuerpo de Camden de sus brazos y corrieron hacía el carruaje.
El cuerpo de Levy fue apretujado por el de su hermano mayor quien le dio un gran abrazo suspirando aliviado. El chico no pudo responderle, apenas podía moverse, su mirada estaba pegada a la de alguien.
Y ella lo miraba a él. Lilith estaba totalmente despeinada, con el vestido echo trizas, en sus manos aun sostenía la pica, pero no le sacaba los ojos de encima. Cuando Levy termina el abrazo con su hermano, camina hacia ella donde se queda parado frente a frente, solo viéndose. Y Levy hizo algo que nunca creyó capaz de hacer, hinco su rodilla ante ella y agacho la cabeza. Varios le siguieron, una reverencia, y él había sido el primero en agacharse ante su futura reina.
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