¿De verdad quieren conocer el Final?
Arresto de hombre por abuso sexual termina en tragedia con la muerte de un policía
Fecha: 13/11/23
Un operativo policial para arrestar a Carlos Guaramato, un hombre acusado de abusar sexualmente de su inquilina, se convirtió en un enfrentamiento violento que resultó en la trágica muerte del oficial Montiel Nuñez. El incidente tuvo lugar el 12 de noviembre en la vecindad donde residía Guaramato, en Santa Inés.
Según informes de las autoridades, la inquilina de Guaramato denunció múltiples incidentes de abuso sexual, lo que llevó a la policía a emitir una orden de arresto. Al llegar al lugar, los agentes se encontraron con una situación tensa. Guaramato, al percatarse de la presencia policial, se resistió activamente a su detención.
Durante el enfrentamiento, el hombre logró acceder a un arma y disparó, alcanzando fatalmente al oficial Montiel Nuñez, quien contaba con antecedentes de violencia doméstica. Nuñez fue trasladado de inmediato al hospital más cercano, donde fue declarado muerto.
—Este es un día triste para nuestra fuerza policial y para la comunidad. Pérdidas como esta nos recuerdan los peligros que enfrentamos en nuestra labor diaria — dijo el jefe de la policía en una conferencia de prensa.
Guaramato fue finalmente capturado después de una intensa búsqueda. Las autoridades han confirmado que se encuentra bajo custodia y enfrentará cargos por asesinato, así como por el abuso sexual denunciado por su inquilina.
La muerte del oficial Nuñez ha generado una ola de reacciones en la comunidad, con algunos ciudadanos cuestionando la respuesta policial a situaciones de violencia y otros expresando su tristeza por la pérdida de un miembro de las fuerzas del orden.
Los investigadores continúan recopilando información sobre el caso, mientras se lanza una campaña de apoyo a la víctima del abuso sexual, quien se encuentra recibiendo asistencia psicológica y legal.
Este trágico episodio resalta la complejidad de las situaciones de violencia de género y el riesgo que enfrentan tanto las víctimas como los agentes de la ley en el cumplimiento de su deber. Las autoridades han llamado a la comunidad a denunciar cualquier caso de abuso y a mantenerse firmes en la lucha contra la violencia.
II
Es tristísimo que las personas mueran sin antes tener unos segundos para pedir perdón a Dios. Guaramato seguía realizando sus actos libertinos contra nuestra protagonista, y ella lo que hacía era callar, teniendo por su vida y por la de Casilda. Carlos había perdido el juicio, sus grandes deudas y malos hábitos lo habían llevado a las puertas del infierno.
Eleanor había pasado los últimos días atrapada en un mar de emociones, lidiando con la pesadez de su reciente separación y la soledad que le había seguido como una sombra. Sin embargo, en el fondo de su corazón, había una chispa de esperanza que la empujó a levantarse de la cama y dar un paso hacia la vida que había dejado de lado. Decidió buscar a Brandon, Jinete o cómo se quisiese llamar.
Al llegar a la comisaría, su corazón latía con fuerza. Se imaginaba a Brandon allí, con su sonrisa despreocupada, listo para escucharla. Pero al atravesar la puerta, se vio rodeada por el ambiente gris y monótono de la oficina. Los murmullos de los policías y el sonido de las computadoras llenaban el aire. Se acercó a la recepcionista, intentando disimular la preocupación que empezaba a asomarse en su rostro.
—Busco a Brandon... Brandon Thompson. Quiero hablar con él, — dijo Eleanor, forzando una sonrisa.
La recepcionista la miró con una mezcla de sorpresa y tristeza, y en ese instante, el mundo de Eleanor se detuvo.
—Lo siento, pero no podrá hacerlo. Brandon falleció hace dos días en una pelea de celdas.
Las palabras resonaron en su mente como un eco distante, incapaz de encontrar un significado en esa brutal realidad. Eleanor sintió cómo el suelo se desvanecía bajo sus pies y sus fuerzas la abandonaron de golpe.
—¿Falleció? ¿Cómo es posible? — preguntó, casi en un susurro, incapaz de procesar la información.
—Fue un incidente desafortunado. Dos detenidos comenzaron una pelea, y... él no pudo salir sano de eso — explicó la recepcionista, con la voz temblorosa. Pero la explicación sonaba vacía para Eleanor, un eco sin sentido en una habitación llena de sombras.
Se esforzó por mantener la compostura, pero las lágrimas empezaron a acumularse en sus ojos, dejando un rastro de dolor en su rostro. La ira y la tristeza se entrelazaban en su pecho, mientras se preguntaba cómo había podido suceder algo tan trágico.
Se sentó en una de las sillas del vestíbulo, sintiéndose perdida en un mar de confusión y tristeza.
Eleanor entendía que ya no habría más risas, más charlas profundas o silencios cómodos con Brandon. Se sentía más sola que nunca, como si la vida la hubiera dejado a la deriva, atrapada en una tormenta de recuerdos y emociones. El tiempo pareció detenerse mientras dos palabras resonaban en su mente:
—No puede ser.
Pero tenía que seguir con su vida, bueno, con la poca que le quedaba.
Al principio, el diagnóstico era solo un susurro en su mente; una sombra que se instaló lentamente, pero que nunca fue lo suficientemente fuerte como para apagar su luz interior. Casilda sabía que hablaría de ello, que tendría que lidiar con esa pesada carga, pero el deseo de proteger a Eleanor la llevó a tomar una decisión difícil: no le diría nada.
Casilda imaginó cómo Eleanor reaccionaría al recibir la noticia. Sin embargo, lo que más la aterraba no era el dolor que podría ocasionar a Eleanor, sino el dulce amargo de la compasión que podría llegar a separar a ambas. Sabía que su enfermedad podría robarle no solo su salud, sino también la alegría que siempre había compartido con ella.
Con el tiempo, Casilda aprendió a vivir con su secreto. Cada vez que se encontraban, fingía que todo estaba bien. Sus risas escondían lágrimas que nunca se dejaron ver, y sus planes para el futuro eran solo ilusiones que se desvanecían en la penumbra de su realidad. La vida continuaba, pero el peso del silencio se hacía cada vez más pesado.
Eleanor, por su parte, comenzaba a notar que algo no estaba bien. Se sentía impotente al ver que la risa de Casilda se tornaba a veces en una melancolía silenciosa. La preocupación se instaló en su corazón, y con ella, la certeza de que había una verdad que su amiga ocultaba. No sabía cómo preguntar, así que optó por esperar, deseando que algún día Casilda decidiera abrirle su corazón nuevamente.
El tiempo pasó y, aunque las conversaciones se hicieron más raras, y las visitas el medico era más frecuente esto normal, seguían juntas, recorriendo el camino de la vida. Casilda logró celebrar momentos hermosos en cada uno de sus encuentros, siempre sonriendo, siempre eligiendo la alegría. Pero por dentro, luchaba contra un monstruo al que no podía permitir que Eleanor conociera.
—No puedo permitirle esa carga — pensaba, mientras esbozaba una sonrisa ligera.
Cuando, al fin, Casilda se sintió realmente mal, se preguntó si había tomado la decisión correcta. Las lágrimas que habían permanecido en secreto comenzaron a rodar por sus mejillas, pero ya era tarde. Finalmente, comprendió que el amor verdadero, el que habían compartido durante años, podía resistir incluso el dolor más profundo.
En su último aliento, mientras la habitación se llenaba del eco de su valentía, una parte de su alma susurró que el dulce amargo no era la verdad que había escondido, sino el amor que siempre había querido compartir.
Los dolores se hacían más fuertes, le era casi imposible caminar,y llegó un momento en qué Eleanor dejó de hablar, respiraba por un aparato y casi estaba por exhalar su último aliento.
—¡Mi Marujita!, estarás bien, muy bien... Ya lo verás.
Casilda lloraba y apretaba la mano de la moribunda. Eleanor solo miraba el reloj en la pared, contando los segundos, esperando la hora.
Parecía ver a lo lejos, en una luz muy etérea, la figura de su Tía Sylvia, llamándola, con felicidad.
—Ya es hora, Hija Mía, acompáñame. — le gritaba Sylvia, — corre, que perderemos el tren.
Los médicos llenaron el certificado de defunción, colocando hora de muerte la misma hora en la que había nacido, Pero con 18 años de diferencia. No volvería a nacer otra chica tímida y de ojos Azules como Eleanor Spencer, espero tener la dicha de saludarla cuando me toque mi hora de partir.
FIN
¡Nos vemos en una próxima Historia!
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