Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

8. La loba

Capítulo dedicado a YoshieMC ¡Gracias por todo tu cariño y apoyo! ♥

--------

8. La loba

Las punzadas de dolor no me permiten sentarme derecha. Las había ignorado desde la mañana cuando me tomé un antiácido, pero cada vez son más agudas y constantes. Aun así, sin demostrar nada, asisto a otra reunión y también hago que me miren en el tercer piso y en Recursos Humanos. Aunque al regresar a mi oficina vomito en el baño, lavo mi boca y me apresuro a tragarme tres pastillas de Lansoprazol.

—¿Jefa? —Grisel, todavía a cargo de Sherlock como un favor especial para mí, entra a la oficina preocupada—. La-la vi demasiado pálida al entrar. —En su tono, usualmente suave, hay temor—. ¿Llamo a alguien?

—No. —Niego bruscamente con la cabeza—. No quiero que nadie me mire así.

De encontrarse en Doble R quien envió el correo, quiero impedir que me mire enferma. Sobre todo si es Rodwell, Lobo o Mago Perman.

Me apoyo en mi escritorio al no soportar pararme derecha. Me siento hinchada y tengo nauseas.

—Entonces la llevaré yo misma la clínica, jefa —propone Grisel, por fortuna tomando la decisión por las dos—. Como la otra vez.

Respiro con la boca debido al dolor, pero saco las gafas de sol de mi bolso y me las arreglo para caminar derecha al salir las tres de mi oficina: Grisel, Sherlock y yo.

—¿Vas de salida? —escucho que le pregunta otra secretaria a Grisel al verla ir por su bolso.

—Sí. Ivanna va a una reunión y necesita que mientras allí alguien cuide a la perrita.

Grisel sujeta con una mano a Sherlock y con la otra se apresura a coger su bolso.

—Ése no es tu trabajo —le masculla con indignación la secretaria a Grisel, creyendo que yo no la estoy escuchando.

—Ni el tuyo preguntarme qué hago —le contesta de vuelta Grisel y, levantando la cara, me alcanza para caminar las tres hacia el elevador.

Nadie más parece notar que algo va mal conmigo. Será por las gafas oscuras o porque, sea como sea, mi cara siempre se ve agria; pero llegamos al elevador sin cuchicheos fuera de lo normal.

—Apóyese en la cabina mientras bajamos —sugiere Grisel.

De nuevo niego con la cabeza:

—Hay cámaras.

Al llegar al estacionamiento de Doble R le entrego las llaves del Audi a Grisel para que ella maneje. Deja a Sherlock en el asiento trasero y espera a que yo me acomode en el del copiloto para prender el coche.

—Aquí dentro sí puedo quejarme todo lo que quiera —exclamo, inclinando hacia abajo el asiento.

No aguanto más.

—Conduciré rápido, jefa —dice a manera de consuelo Grisel y al salir a las calles cumple su promesa.

Saco de mi bolso mi teléfono, llamo a mi gastroenteróloga para decirle que voy en camino y después busco entre mis contactos a Marco Maldonado.

Dile a tu secretaria que si alguien de Doble R llama y pregunta, confirme que tengo cita contigo o que simplemente se niegue a dar información. Tú ya sabes qué hacer. Otra vez necesito cubrirme las espaldas por el proyecto que te platiqué la otra noche.

La respuesta de Marco es una mano con el dedo pulgar hacia arriba; un gesto afirmativo. No es la primera vez que me ayuda.

—Grisel —A ella también debo ponerla al tanto—. Si pidieran información en Doble R, di que mi reunión es con el presidente de Grupo M. Él ya está enterado.

El semblante de Grisel expresa duda.

—¿El empresario que llegó a Doble R con su novia? ¿La rubia que le preguntó si tiene pareja, usted le dijo que no e insistió en saber si recién hubo algo importante? —Empiezo a torcer mi boca en una mueca—. ¿Usted mencionó a Luca, ella quiso averiguar dónde lo conoció, entonces usted confesó que era su asistente y ella se echó a reír emocionada y pretendía que le contara ahí mismo toda la historia? —Grisel me mira de reojo—. ¿Ése empresario? ¿Ellos dos?

—Sí. —A pesar del dolor fuerzo una sonrisa—. Ellos dos. Y le interesó la historia porque los dos también empezaron como jefe y asistente... Aunque es claro que, a diferencia de nosotros, no lo echaron a perder.

Y aunque Grisel quiere hacer constar su pena, por fortuna llegamos al fin a la clínica.

No quiero compasión.

Sherlock me ladra desde la ventana al verme bajar del coche.

—Al menos tú tuviste la opción del pañal —le recrimino.

—Yo me encargo de ella, jefa —me promete Grisel una vez que dos enfermeros salen por mí para llevarme adentro sentada en una silla de ruedas.

La situación me incomoda, sin el dolor soy una persona perfectamente capaz de caminar en tacones de 9 centímetros o más, pero de momento sin duda necesito la silla y es mi culpa.

Y eso, en muchos sentidos, es una relevación para mí. Hablando de forma lírica, esto es una epifanía.

Me retuerzo del dolor en la silla al volver a reconocerlo. Mi culpa. Esto es mi culpa.

A pesar de mis quejas, me hacen todo tipo de exámenes y en adelante una enfermera pareciera divertirse inyectándome vía intravenosa cada cosa que encuentra; al tiempo que, cansada, me mantengo recostada sobre una camilla con el brazo adherido a un suero que gotea a 1 gotita por hora.

«Dos millones de dólares», pienso. Y al igual que en la oficina contengo las ganas de llorar porque debo esperar a mi doctora, aunque trato de acomodarme de mejor manera en la camilla a medida que el dolor se reduce.

Cuando llevo mi mano hacia el coso del suero para apresurar el goteo, una enfermera entra a tiempo a la habitación y me regaña como si, en lugar de a una mujer adulta, hubiera encontrado en medio de una travesura a una niña pequeña.

—Y tampoco toque el catéter porque costó mucho encontrarle una vena —me advierte.

—Me agujereó toda —le reprocho—. Hasta sospecho que es familiar de alguien en Doble R.

—No sé qué es Doble R, pero nadie aquí es mejor encontrando venas que yo —contesta, orgullosa.

Aunque el brazo que tiene el catéter me arde, el dolor en mi abdomen se atenúa a medida que el suero baja y como ahora tengo sueño intento dormir, mis parpados caen y enseguida comienzo a imaginarme como una loba, corriendo en un bosque y siendo perseguida por un cazador.

Vales dos millones de dólares, Ivanna —ríe—. Dos millones.

Abro los ojos de golpe. «Es la voz de Luca».

—Hace mucho no te pasaba esto —dice otra voz. Sacudo mi cabeza para terminar de despertar y la veo, de pie junto a la camilla se halla mi doctora haciendo anotaciones.

—¿Cómo? —Apenas le puse atención.

—Que hace mucho no te pasaba esto —repite—. ¿Has estado bebiendo alcohol?

«¡Estoy ahogado, estoy herido... estoy clavado en un bar!», se reproduce en mi mente con la guitarra sonando de fondo.

Niego con la cabeza.

—No.

—¿Y qué cenaste anoche o desayunaste hoy?

Trato de no verla a los ojos.

—Cené una pechuga de pollo a la plancha, pedazos de brócoli con limón y jugo de papaya —La doctora toma nota—, y desayuné... No desayuné —reconozco—. Creo que eso fue.

—Dime la verdad —insiste.

Dejo caer mis hombros.

—Cené snacks, lácteos y bebí mucho alcohol. Una combinación de licores que debió caerme como bomba —admito— y no desayuné.

—¿Con tu historial médico, Ivanna?

Nada justifica un comportamiento errático.

La doctora me explica los resultados de los exámenes e intenta hacer ver las consecuencias de no continuar una dieta baja en grasas o dejar los malos hábitos. De la misma manera me habla de estrés laboral y le recuerdo que soy vicepresidenta de Doble R, la segunda con más responsabilidades en la empresa y la más «amada» por el personal.

—Te recomendé ir a terapia —dice.

—El último psicólogo que visité me pidió que ya no fuera —Trato de sonar consternada.

—Ningún psicólogo te va a pedir eso sin una razón coherente, Ivanna.

—Me disgustaba que me preguntara de mi vida.

La mirada de «¿Es en serio, Ivanna?», no tiene precio.

—No me gusta hablar de mi vida con extraños —explico—. Pero tengo un grupo de amigas que es fenomenal aconsejado.

A pesar de que posa su atención en una receta, los ojos de la doctora giran hacia el cielo.

— Estaré bien. Siempre me las he arreglado para estarlo.

Extiendo mi mano para que me entregue la receta.

—Por favor come bien. Ya te he dicho qué y cuándo —Por su tono advierto que no está para juegos—, y pasa por esto a la farmacia.

Se supone que debo sentirme afortunada por no tener que quedarme en observación, me ayudó el hecho de que pasó mucho tiempo desde que visité a la doctora por lo mismo y los resultados de los exámenes fueron aceptables. Aun así, con las líneas del correo repitiéndose una tras otra en mi cabeza, conduzco de regreso hasta Doble R para dejar allí a Grisel y más tarde a mi apartamento.

En el camino llamo a Pipo para pedirle dejar a Sherlock otra noche conmigo y al entrar la miro correr de mi vestíbulo a mi sala.

Limpio el regadero de la noche anterior con ella siguiéndome, lavo platos y reacomodo el bar.

Y quiero beber, incluso me convenzo de que lo necesito, pero devuelvo todo al recordar a Rodwell llamándome alcohólica: «¿Aún tienes problemas con el alcohol?»

Empecé a beber a los catorce años, robando el licor o comprándolo a escondidas después de que mamá se casó con él.

Camino hasta la cocina, saco yogurt de dieta de la nevera y finjo ahogar mis penas con eso.

Quiero pedir una pizza a domicilio, una lasaña y dos hamburguesas, pero me controlo.

Una hora después mi teléfono suena con el nombre de Victoria en la pantalla. No sé si teníamos algo planeado, no lo recuerdo, pero no quiero ver a nadie hoy. Ni a Pipo, Victoria o el resto de la Perrera. No cuando solo hay pedazos de mí.

Ni siquiera me preocupo de ponerme la pijama. Al volver a mi habitación me recuesto a oscuras en mi cama, pensando; y, viendo las paredes con el papel tapiz arrancado suspiro hasta que mis parpados quieren volver a ceder. Sherlock, con su cabeza apoyada sobre mi pecho, al igual que yo, cierra sus pequeños ojos.

Esta vez sueño con los últimos días que Luca y yo pasamos juntos en Playa Paraíso, disfrutando el uno del otro dejando el drama de Doble R atrás. No obstante, al volver a despertar, del mismo modo recuerdo cuánto me empeñé en arruinar sus esfuerzos por quedar bien conmigo.

Él quería quedar bien conmigo y yo lo arruiné.

Y entonces puedo comprender la pintura de Paris para Babette, la invitación aceptada y el correo.

En mi teléfono entro a la página de Amazon y observo durante un largo rato la portada de La loba. ¿Qué no escribió Luca sobre mi? Tiene mucho material disponible y motivación.

«Videollamada de Victoria». Miro su foto en la pantalla y temiendo que la perrera se asuste porque no contesto y vengan al apartamento a verme dar pena ajena, decido que lo mejor es contestar.

—Ivanna, esta es la quinta o sexta llamada —En pantalla aparecen Victoria y Michelle.

—Estaba en una reunión —miento.

—¿Tan tarde?

—Ya me conocen.

Ellas parecen mirarse la una a la otra.

—Pero te llamamos porque hay información nueva de Luca.

Me siento en mi cama y Sherlock salta a una esquina para lamer su pata.

«¿Qué información?»

También recuerdo que no les he platicado del correo.

—Victoria no quería decirte, pero la convencí de que es lo mejor —dice Michelle.

—¿No quería decirme qué? —pregunto, sonando demandante.

—Quiero que lo tomes con calma, Nana —dice Victoria.

«¿Tomarme con calma qué?»

—Hablen ya.

Es como si por tercera vez en menos de 48 horas el tiempo pasara demasiado lento.

Michelle toma aire antes de continuar.

—Llamó para preguntar si puede llevar una acompañante al cumpleaños —suelta.

No me alarmo.

—Supongo que sí. —No me esperaba eso, pero puedo manejarlo. «Puedo manejarlo»—. Debe ser Alex o Roy.

—Ivanna —Michelle se acerca más a la pantalla del teléfono—, dijo «una acompañante». Se refiere a una mujer.

¿Por qué empiezo a tener dolores de torticolis?

—E-Entonces es Clarissa, su hermana, o... —Lo pienso. «No, no puede ser su mamá»—. Tiene que ser Clarissa —me convenzo—. Ella querrá protegerlo de mí. O qué sé yo.

«Aunque, conociendo a Clarissa, no estaría de acuerdo ni con que vivamos en el mismo continente».

—De tratarse de su hermana, hubiera dicho «¿Puede acompañarme mi hermana?» —opina Michelle.

—No. Ella entra en el rubro de «una acompañante» —defiende Victoria, preocupada de que yo no lo tome bien.

Pero... es tarde. Con dolor empiezo a imaginar diferentes escenarios. 

¿Una «acompañante»?


----

*gritos internos*

Soy plenamente consciente de que los estoy torturando.

Y solo diré que:

1. En el siguiente capítulo conoceremos a un personaje nuevo (: (: (: (: (: (: ¿Y ya volverá Luca?

2. En mi último post de Instagram está la portada de La loba. Allá me encuentran como: TatianaMAlonzo

Cada voto es un «¡Ya quiero leer a Luca!»

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro