6.5 Cuando él aprendía a leer, yo aún tenía faltas de ortografía
Si tienen Spotify, aconsejo buscar la lista «El festival de la autocompasión de Ivanna Rojo» para fines recreativos xD
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6. Cuando él aprendía a leer, yo aún tenía faltas de ortografía. PARTE 2
—Hello from the other side —entro tarareando en voz baja al supermercado—, I must have called a thousand times, to tell you I'm sorry, for everything that I've done. But when I call you never seem to be home.
Busco la fila de carritos, tiro de uno y manteniendo la cabeza alta lo empujo hacia los pasillos de Snacks.
—Hello, how are you? It's so typical of me to talk about myself, I'm sorry —me río, incómoda al recordar muchas cosas, y empiezo a llenar el carrito con cada cosa que encuentro: Oreos, Doritos, Cheetos, Lays... de todo lo que encuentre. Lo mismo al llegar a la zona de sodas y lácteos. En la última busco diferentes tipos de quesos.
Aunque soy más pródiga al llegar a los pasteles. Allí cojo uno de cajeta, uno de tres leches, uno de fresas con crema, otro de chocolate, y, por último, mi favorito: el Red Velvet.
Agrego al carrito 600 mg de crema chantilly en aerosol, y estoy lista.
—Porque licor tengo en casa —me recuerdo y paso a la caja.
En la fila para pagar una señora y su hijo curiosean con envidia el contenido de mi carrito.
—Tendré una fiesta en casa —digo, arrugando mi nariz con diversión y los dos me sonríen.
«Necesito algo en qué distraer mi mente».
—To tell you I'm sorry, for everything that I've done —canto camino a mi coche.
Al menos lo dejé cerca.
—Acabo de gastar más de cien dólares en porquerías —me digo una vez que acomodo todo en el asiento trasero—. Bravo, Ivanna. Bravo.
Cojo uno de los aerosoles de crema chantilly, cierro la puerta trasera y me siento de vuelta en el asiento del piloto.
Cierro mi puerta, prendo el coche y en automático vuelve a sonar la radio.
... Se fue, me quedó solo su veneno (se fue); Se fue, y mi amor se cubrió de hielo (se fue); Se fue, y la vida con él se me fue (se fue)
Se fue y desde entonces ya solo tengo lágrimas...
—Tiene que ser una maldita broma —mascullo.
¡... Encadenada a noches de locura!
¡Hasta a la cárcel, yo iría con él!¡Toda una vida no basta... sin él!
«Cuando papá peleaba con ella, mamá escuchaba todo el tiempo esa canción en italiano. Ni siquiera es tan buena», pienso, haciendo rodar mis ojos.
Cojo el aerosol y lleno mi boca con crema chantilly.
Pero después de pasar un semáforo y dar una vuelta en U ya tomé una decisión respecto a Se fue de Laura Pausini:
—¡Si existe Dios debe acordarse de mí, aunque sé que entre él y yo el cielo tiene solo nubes negras! —canto, agitando mi puño—. ¡Le rogaré, le buscaré, lo juro le encontraré, aunque tuviera que buscar en un millón de estrellas!
Al detener una vez más el Audi en el tráfico, un niño y una niña en el coche de al lado ven con horror la intensidad que demuestro al cantar.
Vuelvo a llenar mi boca con crema chantilly y de esa forma les enseño mis dientes.
Los dos, sentados el uno junto al otro, se echan hacia atrás con mayor horror.
—¡Le amaré... como le pude amar la vez primera! —sigo cantando y dejo atrás el coche de los mocosos.
¿Qué saben ellos de dolor además de sufrir porque zorro le robó a Dora la exploradora?
«¿Sigue de moda Dora la exploradora?», frunzo el ceño tratando de recordar si fue Michelle o Simoné la última a la que escuché nombrar esa caricatura.
La canción termina y pongo mis esperanzas en la siguiente.
—Vamos, dame una más animada.
«No quiero llorar».
La melodía del inicio me suena familiar. Me devuelve a los años 90', cuando estaba de moda y Pipo la ponía a todo volumen en el camino de regreso a casa, luego de ir por mí al colegio.
Naruh uh uh
El tiempo pasó como una estrella fugaz
Y nuestro amor falleció sin razón, Baby.
Quisiera volver a aquel tiempo otra vez y
Poderte detener, pues ya no puedo.
—¿Qué si tuviera un arma? —le pregunto a la radio, forzando una sonrisa.
Sin tu amor, no sé que vaya a hacer conmigo.
Sin tu amor, no sé cuál sea mi destino...
—Le dispararía a los mocosos de ese coche —concluyo, percatándome de que los tengo a mi lado otra vez.
Por lo que lleno por tercera vez mi boca con crema chantilly y estiro mi mano en su dirección, fingiendo que esta es una garra que intenta atraparlos. Sin embargo, cuando su madre se gira hacia el sillón trasero dándose cuenta de todo; me apresuro a mover mi mano, saludándolos.
—¡Quisiera volver a amarte, volver a quererte, volver a tenerte cerca de mi, gir...boy! ¡Mis ojos lloran por ti! —canto, agitando los brazos y ahora la madre de los niños también me ve con horror—. ¡Me haces tanta falta, no lo puedo negar! ¡No sé cómo de mi vida te pudiste marchar...!
Subo los vidrios de mi coche y pongo a tope el volumen de la radio.
¿Desde cuándo no hacía eso?
—¿Por qué tuve que enamorarme de ti? Quererte como te quise y luego te perdí...
Canto dando golpecitos al volante para no perder el ritmo. Sin embargo, a mitad de la canción me veo interrumpida por otra llamada, aunque ahora de Victoria.
—Me conoces, Victoria —digo antes de contestar, le vuelvo a bajar todo el volumen a la radio y pongo la llamada en el altavoz.
Victoria no habla hasta después de unos segundos.
—¿Estás bien?
Repito que... me conoce.
—Sí —miento—. Compré un par de cosas en el supermercado —en el espejo retrovisor observo las diez bolsas en mi asiento trasero—, cenaré algo ligero, me daré una ducha y trabajaré hasta tarde con lo de la empresaria francesa.
—¿Trabajarás en eso hoy?
—Sí... Hoy —miento otra vez.
—Pipo me llamó —dice, sin sorprenderme.
—¿Ah sí? —Aprovechando el tráfico juego con la crema chantilly que aún tengo en mi mano.
—Quería saber cómo reaccionaste, si... estás bien. A los dos nos preocupas, Ivanna. Lo mismo al resto de la perrera.
—Estoy bien —digo, procurando oírme animada—, lo tomé mejor de lo que esperabas, me lo dijiste antes de despedirnos.
—Sí. Pero a veces te contienes para explotar después.
—Estoy bien —repito, categórica—. Estaba escuchando música relajante y mentalmente me preparaba para trabajar hasta tarde.
»Desde que Luca contestó que sí llegará, tengo certeza... tal vez enloqueceré hasta uno o dos días antes de la fiesta.
—¿Estás segura, Nana?
—Sí.
—Pero llámame si necesitas hablar, ¿de acuerdo? Hablar de lo que sea.
»Estoy llegando a mi casa, me toca preparar la cena, pero no apagaré mi teléfono ni me desconectaré de redes sociales. Sea la hora que sea, llámame... También puedo ir allá.
«No. Me aterra el desborde emocional que tengo. Estoy en el borde».
—Tal vez hay cosas que no quisiste decir frente al resto de la perrera, pero las podemos hablar las dos solas... por teléfono o en persona —Vuelvo a llenar mi boca con crema chantilly—. Sé que esto es difícil para ti.
—Sí.
Y me siento avergonzada.
—Estoy bien, Tori —suspiro. «Solo quisiera poder controlarme»—. Son muchas cosas al mismo tiempo. Necesito asimilar. Pero te llamaré si enloquezco de más. Hoy no te preocupes por mí. Estaré con la de la empresaria francesa, y ya.
—En el grupo de WA Lina sugirió que para entretenerte puedes probarte vestidos hasta decidir cuál usarás ese día o si prefieres comprar uno.
—Sí. Es buena idea.
«No, no digas "Buena idea"», me recrimino, echando mi cabeza hacia atrás.
—Me puedes mandar fotos si necesitas ayuda.
—Lo tomaré en cuenta.
Muevo los hombros para liberar tensión al entrar al estacionamiento de mi edificio.
—Bien. Así quedamos entonces. Te mando un abrazo, Nana.
—Igualmente... Besos.
Cuando le vuelvo a subir el volumen a la radio la canción ya terminó.
«¡No!»
Pero hay otra y, aunque tengo que bajar del coche, también la canto mientras cargo las bolsas de compras hasta mi apartamento.
—Say something I'm giving up on you, I'll be the one If you want me to. Anywhere I would've followed you. Say something I'm giving up on you.
Al llegar, dejo caer una tras otra las bolsas de compras en la sala de estar.
—And I will swallow my pride... You're the one that I love —sonrío, cantando despacio... mirando con culpa cada bolsa.
¿Por qué no lo entienden?
Para mí ese «Está bien» y «Por supuesto» fueron más que dos frases retándome.
Aun cuando, ¿retándome a qué?
¿A qué?
Cojo dos de las bolsas y camino hasta mi habitación preguntándomelo.
Probarme vestidos no es mala idea. De manera que abro una bolsa de Cheetos y, teniendo el cuidado de no manchar nada de naranja, me quito la ropa y pongo el primer vestido frente al espejo de mi Walking Closet.
—I'm so glad you made time to see me. How's life? Tell me how's your family. I haven't seen them in a while —tarareo al encontrar yo misma otra canción.
Más aun cuando, antes de seguir probándome vestidos, me siento en el piso a buscar canciones en Spotify y con todas hago una lista que nombro «El festival de la autocompasión de Ivanna Rojo».
—Eso es —me felicito— que comience la fiesta... And I go back to December all the time —sigo—. Aunque más bien sería a marzo... marzo de 2015 —recuerdo.
Para el siguiente vestido que me pruebo necesito tacones de otro color, así que me quito los negros que tengo puestos y los cambio por unos dorados estilo carrete.
—Si es cuestión de confesar, no sé preparar café y no entiendo de fútbol —canto la siguiente canción, mirando en el espejo cómo me queda el vestido ya con un par de tacones de su mismo color—. Creo que alguna vez fue infiel... —continúo y me suelto a reír en esa parte.
»Y para ser más franca, nadie piensa en ti como lo hago yo... aunque te dé lo mismo.
Camino de un lado al otro en el Walking Closet, modelando.
—Conmigo nada es fácil, ya debes saber... me conoces bien.
Comienzo a alborotar mi cabello.
»¡El cielo está cansado ya de ver la lluvia caer y cada día que pasa es uno más, parecido a ayer! ¡No encuentro forma alguna de olvidarte porque es seguir atándote... es inevitable!
Para la siguiente canción me pongo un vestido que combino con una boina francesa.
—Ven... acércate —siseo frente al espejo, fingiendo que fumo un cigarrillo—. Ven y abrázame. Vuelve a sonreír, a recordar Paris, a ser mi angustia... Déjame pasar, una tarde más.
»¡Dime dónde has ido, dónde esperas en silencio, amigo; quiero estar contigo y regalarte mi cariño...!
Me vuelvo a modelar a mí misma el conjunto, y como la boina se ve fabulosa, el vestido que sigue también lo combino con otra prenda, aunque esta vez un collar en cascada.
—Right from the start, you were a thief you stole my heart, And I your willing victim —digo, acomodándolo alrededor de mi cuello—, I let you see the parts of me, That weren't all that pretty, And with every touch you fixed them...
El vestido es color blanco, por lo que se ve fantástico.
Levanto mi cabello con mis manos para el collar luzca más.
—Just give me a reason, Just a little bit's enough, Just a second, we're not broken, Just bent, And we can learn to love again —bailo sin soltar una sola hebra de mi cabello.
Aunque me cuesta apostar por un vestido blanco. Por lo que el siguiente que elijo es fucsia.
—¿Por qué tengo un vestido fucsia? —me pregunto sin dar crédito y trato de recordar—. Cierto. Me lo regalaron.
Me escondo detrás de una puerta de mi Walking Closet y hago una entrada triunfal cuando la novena canción del día comienza a sonar.
—Maldito el día en que te encontré, eh; la hora en que te miré, eh, eh —Doy media vuelta. «No se ve tan mal el fucsia en el espejo»—. Entraste a mi vida y ahora, no hay salida, me equivoqué, eh, eh.
No tengo tacones fucsias, por su semejanza al rosado no está entre mis colores favoritos, pero busco un par de stilettos negros.
Y como no me es suficiente agrego unas gafas oscuras.
«Nada mal».
A la medianoche, con la bolsa de Cheetos vacía y un cuenco de helado a la mitad en mis manos, salto por mi alfombra bailando:
—Cuatro vidas me juraste, Tres "te odio" y un "te quiero", Dos consejos para darte, Prefiero ser un cobarde que olvidarte de primero...
Meto la cuchara dentro del cuenco, saco otra buena cantidad de helado y lo saboreo en mi boca hasta que siento frío el cerebro... lo que me hace reír.
El vestido morado que llevo puesto tiene una mancha en el pecho, y creo que también una de Cheetos, pero poco me importa.
—¿Cómo te atreves a volver? (Oh-oh) ¿A darle vida a lo que estaba muerto? —canto utilizando la cuchara como micrófono—. La soledad me había tratado bien y no eres quien para exigir derechos.
Incluso se me ocurre fingir que doy un concierto, así que sin dejar de mover mis caderas busco en mi closet algo más vistoso.
—Debe haber algo por aquí.
Una llamada de Michelle silencia la canción y, aunque no quiero contestar, recuerdo que se lo debo.
—Ey —digo, sin dejar de buscar el vestido.
—¿Cómo estás? Estaba segura de que seguías despierta a esta hora.
—Sí. Estaba con lo de la francesa.
—¿En serio? Me alegra que te distraigas.
—Sí —Al encontrar el vestido, me lo pongo por encima y me vuelvo hacia el espejo—. Ni me acordaba de lo que dijo Luca. ¿Cómo era?
—«Está bien» y «Por supuesto».
—Eso. El trabajo me consume.
—Me alegro que estés bien, Ivanna... En tus estándares de «bien», quiero decir.
Asiento sonriente a pesar de que Michelle no puede verme. Y cuando colgamos cojo el vestido plateado junto con unos tacones que le hacen juego.
Cuando vuelvo a salir de la puerta de mi Walking closet, lo primero que hago es fingir que no hay lágrimas en mi cara. «Porque si las ignoro no están ahí».
Pero ya no tengo ganas de cantar. La llamada de Michelle me cortó la inspiración. Por lo que medio vuelvo a organizar mi closet y con la basura de los Cheetos y el cuenco de helado regreso a mi sala. Allí, en silencio ocupo un banco del bar, alcanzo un vaso y empiezo a llenarlo con un chorro de cada cosa: whisky, champán, tequila, vodka, coñac... el orden realmente no importa.
Con excepción de mi papá, por nadie había bebido tanto.
Le pego un trago al resultado y exclamo con soltura un dictamen:
—¡Horrible!
Pero la idea es conseguir emborracharme. O, como es mi costumbre, deleitarme intentándolo.
«Cuando yo ya sabía manejar, él todavía andaba en bicicleta».
Pero, sea como sea, creo que anduvo en bicicleta hasta hace muy poco. O todavía lo hace. Y yo a veces manejo muy mal porque no tengo paciencia.
«Cuando yo ya bebía licor, él aún bebía jugo de naranja».
Pero yo le echaba jugo de naranja al vodka, así que... creo que también es un empate.
Doy otro trago al Ivanna's special drink.
«Debí llamarlo yo», medito. Si esperaba la llamada, ese hubiera sido un signo de madurez de mi parte. Aunque él tampoco fue directo. ¿El tiempo que pasó fue en vano?
Me rio pensando en eso y de esa forma me sorprende otra llamada de Pipo.
—¿Todo bien?
Repaso con la mirada el Ivanna's special drink.
—Sí.
—¿Estás ocupada?
—Sí. Estoy trabajando.
«En echar a perder mi hígado».
—¿Y te puedo encargar a Sherlock? Hoy no dormiré en el apartamento.
Hago rodar mis ojos.
—Pipo, un pequeño perro poodle no evitará que me suicide si esa es mi intención.
—Pero te animará. Se llevan bien.
Paso una mano por encima de mi cara.
—Está bien. Envíala con tu taxista.
—Perfecto.
—Y déjame adivinar una cosa —No perderé la oportunidad de preguntar—: Lina y Simoné llamarán más tarde o mañana temprano, ¿cierto? Ya me llamaron Victoria y Michelle. Y pareciera que se organizaron.
Pipo tarda un par de segundos en responder.
—Nnno.
—Enviarme a Sherlock tampoco es parte del plan para evitar que me quede sola.
De nuevo no responde rápido.
—Nnno.
Niego con la cabeza, sonriendo.
—Como sea, gracias por preocuparse por mí. De verdad.
Como tengo puesto un vestido de fiesta, me pongo encima una bata para bajar a recibir a Sherlock, la perrita poodle color blanco de Pipo.
La historia del por qué tiene ese nombre es graciosa, pero la dejaremos para otro día.
Por lo pronto, en el elevador de vuelta al apartamento la sostengo de tal modo que nos miramos a los ojos.
—¿Me ayudarás con el festival de la autocompasión? —le pregunto.
Y no sé si el sonido que sale de su hocico es un «sí», «no», «es tu asunto, no el mío» o «yo solo quiero dormir», pero de regreso en el apartamento me animo a poner música de nuevo.
—Bien, tú sales de la cocina y yo salgo a tu encuentro —le explico a Sherlock como si pudiera entenderme.
Me quito la bata para tener puesto solo el vestido, pongo la música y, mientras ella olfatea algo que cayó cerca del frigorífico, simulo que camino casualmente por la calle.
—Qué sorpresas da la vida, encontrarte en plena calle, fue una chispa en mi equilibrio, dinamita que estalló —canto viendo a Sherlock, pero ella me ignora—. Sí. Perfecto. Justo así lo hará Luca. Una actuación magnifica sin duda —la felicito.
Camino de vuelta a la sala de estar, busco entre las bolsas de compras y abro una bandeja de quesos. Enseguida tengo a Sherlock pendiente de que con suerte deje caer algo.
Me recuesto en el sofá, la miro acomodarse sobre mí para poder comer de la bandeja y mientras lo hace acaricio sus orejas. Después alcanzo mi bolso y saco de este el Post-it con el número de teléfono y correo electrónico de Luca.
—¿Cómo te va, mi amor? ¿Cómo te va? Era en silencio la pregunta entre tú y yo ¿Eres feliz, mi bien? Sin engañar. Porque a mi puerta el amor nunca volvió —tarareo viendo, sosteniéndolo en una mano mientras que con la otra sigo acariciando las orejas de Sherlock.
Ella continúa comiendo queso mientras yo continúo sobria. Lo que no es justo. Así que la dejo en el sofá y regreso al bar con el Ivanna's special drink.
—Solo esto y nos vamos a dormir, ¿de acuerdo? —le prometo dando otro trago.
...
Dividimos en dos la sala. El sofá más grande es de Sherlock y los míos son los dos pequeños enfrente de ese.
Ella salta sobre el suyo y yo hago lo propio sobre los míos.
—¡Estoy clavada, estoy herida; estoy ahogada en un bar! —canto y ella ladra—. ¡Desesperada... en el olvido amor; estoy ahogada en un bar!
No sé si Sherlock ladra en mi dirección porque le asusta mi actitud o porque quiere parte del pedazo de mortadela que tengo en mi mano, pero colabora.
—¡Dónde estás maldito! ¡Dónde te has metido! —bailo, dando vueltas sobre el sofá—. ¡Abre un poco el corazón! ¡Deja amarte corazón... ven y sácame de este bar! —También aparento tocar una guitarra, en tanto Sherlock no deja de saltar frente a mí.
Le daríamos competencia a Maná.
—Oh oh oh oh oh oh, Oh oh oh oh oh, Eh eh —Bajo del sofá y cargo a Sherlock para bailar abrazadas—. Aquí me tiene embriagada, llorando de rabia en un bar, brindando por su amor.
Pero me distrae Sherlock buscando mi mano para coger la mortadela. «Así que sí era eso», rio y me recuesto en el piso para que coma tranquila.
—Estoy cansada —digo y ella me lame la cara.
En el piso hay Doritos, Oreos, quesos, un pastel Red Velvet a medio terminar... y mortadela. Fue un gran día para Sherlock.
Yo... el vaso del Ivanna's special drink está vacío junto a la pata del sofá. Y sí, me siento ebria.
Me vuelvo a reír sintiendo mi estómago explotar. Esto lo pagaré mañana.
Y creo que Sherlock también, porque a pesar de todavía tener gran cantidad de comida a su alrededor, lo único que hace es permanecer recostada sobre mí, contemplándome con sus ojitos pequeños.
—¿Los perros pueden tomar Pepto Bismol? —le pregunto y la vuelvo a abrazar—. Estamos de acuerdo en que Pipo me va a matar.
Y así nos quedamos las dos, en silencio, dejando sonar la última canción de la lista... por el momento.
Mi buen amor
Si no quieres regresar
¿Por qué vuelves buscarme una vez más?
No me pidas que te dé una última noche...
Estoy por completo borracha, ni siquiera me quedan ánimos para cantar, pero sí rio otra vez al escuchar.
Mi buen amor
Parece fácil para ti alejarte para luego exigir
Que te quiera como si nada, nada, nada, yo sintiera
Porque, aunque hay muchas canciones, ni juntándolas todas terminaré de poner en palabras cómo me siento respecto a Luca. Con su «Está bien» y «Por supuesto» a la par de mi lacónico «Estoy bien».
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A los que les preocupa que Ivanna no esté siendo «ella misma» desde hace mucho solo les quería decir que... (: esa (: es (: la (: idea (: Necesitamos contextualizar antes de reventar esto.
Relax, yo sé lo que hago.
La piezas del rompecabezas terminan de juntarse en el siguiente capítulo. No lo olviden.
Y por último les repito que la lista de reproducción existe y está en Spotify con el título que ya saben «El festival de la autocompasión de Ivanna Rojo»
Twitter: TatianaMAlonzo (Ahí comento avances de capítulos, mis impresiones y doy spoilers durante toda la semana)
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