54. El yerno favorito
54. El yerno favorito.
IVANNA
Llegamos a tiempo y pudimos estar con ella durante una hora antes del final.
Lo que se debía decir, ya se había dicho; la moneda tirada al aire cayó, de modo que solo nos despedimos y quedamos a su lado.
Babette murió a las 11:50 de la noche con Luca sujetando su mano y yo diciéndole «Je t'aime».
Tan solo permanecí en silencio, estaba sin ánimos de nada, no era más yo; por lo que, cansada, tomé asiento junto a ella en lo que Luca se encargó de los trámites del hospital y la funeraria.
Una vez que todo estuvo listo, regresamos al apartamento y me volví a recostar en mi cama con él abrazándome. Fue nuestra primera noche en mi apartamento como pareja y, pese a que en las últimas 48 horas solo tuve «perdidas», no me sentí sola.
Es fácil demostrar amor durante los momentos felices, pero ¿qué hay del dolor? Cuando las palabras no alcanzan, ¿quién se queda en silencio a tu lado e intenta unir tus pedazos? El amor no es solo victorias, también es pruebas y Luca las ha pasado todas.
—Te amo —susurro, con mi cabeza apoyada en su pecho.
—Yo también te amo —responde, depositando con suavidad un beso en mi frente.
No me arrepiento de llamarlo «niño», a veces lo es y yo una niña, lo mismo él un hombre y yo una mujer. Al final, lo que importa es la comprensión con la que nos evaluamos el uno al otro.
Ni el asistente o la jefa, después de un largo día tan solo somos otra pareja.
Por la hora, no avisamos a nadie y eso nos ayudó a descansar. Sin embargo, a la mañana siguiente Luca hizo las llamadas correspondientes y luego me animó a comer algo. Sé que Pipo o Victoria también hubieran hecho un buen trabajo, pero me conforta que sea él.
Fuimos por las cenizas a la funeraria, las llevamos a la clínica de salud mental y con autorización del personal esparcimos un puñado sobre el suelo del rosal favorito de Babette. Más tarde, entre los dos recogemos su habitación: guardamos en cajas su viejo material de costura, la colección de hadas, fotografías y prendas de vestir.
Luca repasa con nostalgia las cosas que él le obsequió a Babette, me explica el porqué de cada una y me platica anécdotas con ella. Me entero de que ella le habló de cuánto me esperó y lo feliz que le hizo descubrir que por fin estaba embarazada de mí.
Pese a su condición, mi madre me recordaba con amor y sentía que me cuidaba a través de la muñeca que también bautizó como «Ivanna». Le daba de comer, la arropaba y le cantaba para que durmiera. Luca tararea para mí la canción: Au clair de la lune, Pierrot répondit..., lo que me hace llorar, aunque no por tristeza, se siente más como sanar.
Si intento tener otro hijo o hija, enfrentaré mis propios desafíos y probablemente recordaré con mayor empatía a Babette.
No fue la mejor madre del mundo, dejó muchos errores a su paso y debí hacerme cargo de cada uno. No obstante, perder al enanito positivo me ayuda a entender que, lo quieras o no, a veces no haces lo que debes, sino lo que puedes. Al final, siempre será mi madre y yo su hija y me quedaré con lo mejor de eso: los pasteles, Édith Piaf y Paris.
El resto de las cenizas las llevamos al servicio religioso en su memoria.
No esperábamos a mucha gente, solo a mis amigas y amigos, pero vemos gente de Doble R, como Mago Perman, que probablemente ya presentó su renuncia; a Ángela, a Lobo y a Rodwell, acompañado de Linda, que parece haber llorado largo rato y dudo que el motivo sea Babette.
—¿Qué le pasa? —le pregunto a Luca.
—Tal vez le limitaron la tarjeta de crédito. —Suspira—. Con eso de que las cosas no pintan bien para Doble R.
También vinieron mis amigas de la Perrera, Clarissa, Pipo, Omi, Alexa y Roy, y, sorprendiéndome de buena manera, Marinaro, a quien no veía desde hace año y medio y hace mucho que no hablamos.
El servicio transcurre con mi cabeza apoyada sobre el hombro de Luca y nuestras manos entrelazadas. Procura consolarme y eso nos convierte en objeto de miradas curiosas, la mayoría felices por nosotros.
Por lo demás, es un adiós a Babette. Y sí, era mi madre, su partida me lastima, pero del mismo modo agradezco que finalmente descanse.
A la salida, la primera en acercarse es Alexa. No con la singularidad que la caracteriza, se muestra precavida y tímida. Trae en sus manos una bolsa de regalo y detrás de ella camina Roy, que mira por instantes a Luca. No sé si ya hablaron, Luca no me comentó nada, pero les permite aproximarse.
—Lamento mucho lo de tu mamá —dice Alexa, dándome un abrazo—. Lamento mucho todo, en general —continúa, buscando mi mirada.
»No debí presionarte. No estuvo bien lo que hice, ni lo que dije.
—Nos ayudó a arreglar nuestras diferencias. —La tranquilizo.
—Aun así, me extralimité y, de corazón, lamento haberte incomodado.
No hay rencor en sus ojos, nunca lo hubo, al igual que aquella noche, estos solo expresan cansancio, y si mi dolor por perder al enanito positivo fue grande, no puedo imaginar el de Alexa por sentir que quizá se frustró su sueño de ser mamá.
—Estamos bien —insisto, tirando con ternura de su nariz como el día que la conocí, y, pareciendo recordarlo, sonríe.
—Tu mamá cuidará a Alexa II en el cielo.
—¿Alexa II?
—Así la llamé, ¿te molesta?
—Por supuesto que no —resto importancia, a pesar de percatarme de que Luca sí puso los ojos en blanco, pero sé que no puede vivir sin sus amigos.
—Dale el regalo —musita Roy a continuación.
—Ya voy. Decirme qué hacer es machista —le recuerda Alexa, mascullando.
—Rotundamente machista —asiente Roy, arrepentido.
—Hablaban del regalo —los «devuelve» al tema Luca.
—Ah, sí. —Alexa alza la bolsa y me la entrega—. Creo que ya sabes cuál fue el motivo de mi pelea con Roy —comenta en lo que abro la bolsa.
«Eso creo».
Y sí...
Dentro encuentro el Funko de Linterna verde edición especial, todavía en su caja.
—Queremos que lo tengas. Renunciar a él es el primer paso para reparar nuestra relación.
Me vuelvo hacia Luca y no puede creerlo.
—¿Volvieron?
—Sí —confirma Alexa—. Roy se ha mostrado comprensivo y atento en este proceso, no se ha apartado de mí desde la noche del problema. También nos merecemos otra oportunidad.
—Felicitaciones y... supongo que es un gran honor —agradezco, mirando del funko a Alexa y de esta a Roy, cuya expresión solemne corrobora la importancia de particular detalle.
Soy la nueva poseedora del Funko de linterna verde... edición especial.
—Y ya no te llamaré talibana, bruja o serpiente —agrega Roy—. Ni en público ni en privado.
—Muy amable de tu parte, Roy.
—Empecé a ir a terapia —continúa Alexa y de nuevo la felicito—, y, aunque es posible que en el camino vuelva a dejar a Roy...
—¿Qué? —Roy respinga.
—... sé que eso me ayudará en mi viaje de autodescubrimiento —termina.
—Estoy muy orgullosa de ti.
Atento a la plática, Roy carraspea y da un paso adelante.
—También de ti, Roy —agrego—. Imagino que no fue fácil ceder.
—Porque, sin duda, fuiste tú el que cedió —opina Luca.
Alexa tuerce su boca con fastidio.
—¿Qué te hace pensar que no fui yo quien cedió? —demanda.
—No sé, Alexa —Luca finge pensarlo—, tal vez, ¿veinte años de conocerte?
Ella coloca una mano en su cintura.
—En cambio, yo estoy completamente segura de que en tu relación fuiste tú quien cedió. Una reina no inclina la cabeza —agrega, contemplándome con devoción.
Ella siempre me ha admirado.
—Los dos cedimos —digo, dejándola sin palabras.
Luca se cruza de brazos.
—¿Ves?
—¡Tú empezaste al insinuar que fue Roy quien cedió! —Lo acusa Alexa.
—¿Y no fue él?
—Sí. Pero asumirlo desde el principio fue machista.
Luca hace girar sus ojos.
—Categóricamente machista —concuerda Roy.
Si bien, cuando pasa de nosotros al seguir a Alexa, le guiña un ojo a Luca.
«Hombres».
Devuelvo el funko a su bolsa y se lo entrego a Luca para que lo sostenga por mí en lo que recibo más condolencias. Por fortuna, la siguiente es de Pipo.
Me confortada hablar con mis amigos.
—¿Viniste con Alexa y Roy?
—No. —Besa mis mejillas—. Nos sentamos juntos durante el servicio religioso y platicamos. ¿Por qué?
—Me preocupa ella. ¿Consideras que estará bien?
Pipo fue testigo de su último colapso y sé que a los tres nos preocupa.
—Sí —Pipo lo dice seguro—, pero me prometí hacerle una visita a su mamá. Las contiendas con ella son el origen de muchos de sus conflictos.
—Nunca defraudas. —Luca le da la mano para agradecerle y Pipo le hace saber que se lo debe.
Además, muy aparte de mi relación con Luca, los dos sentimos un afecto genuino por Alexa y Roy.
—En cuanto a ustedes —continúa Pipo—, desde el principio estuve 100% seguro de que terminarían juntos.
—2% seguro —objeta Luca.
—3% —opino, con un gesto cómplice por parte de Pipo.
—¿Recuerdas nuestra conversación sobre que quizá te produce cierto placer ser Sugar Mommy? —escupe y Luca echa su cabeza hacia atrás, riendo—. Por lo cual, lo dejaré en un 5%.
»Si bien, también hemos descubierto que, tóxicos o no, los dos son incapaces de vivir el uno sin el otro, de modo que podría subir mi apuesta a 98% —agrega, en tanto Luca no deja de reír y yo arqueo una ceja.
De 5% a 98%. Pero, es la verdad. No podemos, ni queremos, vivir el uno sin el otro. Somos un maridaje perfecto.
—¿Qué hay del 2% restante?—pregunto.
—Aún eres Workaholic. —Pipo mira de mí a Luca con súplica—. Por favor, sé paciente y llévala de vacaciones constantemente.
—Lo haré.
Ahora mi amigo toma mi cara entre sus manos.
—Todo va a salir bien —promete—, aún cuentas con muchas personas, incluyéndome. —Esta vez se refiere a la ausencia de Babette—. Ya no estás sola. Ese es tu mayor logro en los últimos años: ya no estás sola. Además de Luca, tienes amigas y amigos leales que hoy están aquí. Los lobos son solitarios, pero también saben estar en manada, necesitan de su manada.
Aunque quiero llorar, Pipo no lo permite.
—Espera a que vayamos por un whisky.
—Gracias por todo.
—No lo digas como si mi labor aquí hubiera terminado, no soy Mary Poppins, soy más como Pepe grillo.
—Pepe grillo era buena influencia para Pinocho —dudo.
Pipo saca sus gafas de sol para ponérselas.
—Sí, pero yo quiero que te diviertas, tú no eres de madera —objeta, y, una vez más se vuelve hacia Luca pareciendo recordar algo—. Sin embargo, a partir de ahora seré muy muy muy buena influencia —promete.
—O podemos divertirnos los tres —propone Luca.
—¿Ya dije que lo adoro? —Pipo le apretuja los cachetes—. Está hecho de azúcar y quiero comérmelo.
Luego de Pipo, habiendo recibido el pésame de las enfermeras que cuidaron en el hospital de salud mental a Babette, pasan mis amigas. De ellas, de nuevo, solo falta Michelle, pero hablamos hoy por la mañana cuando Luca hizo las llamadas.
—Sabes que estará mejor —musita Lina, consolándome, y asiento—. Todavía celebramos su cumpleaños.
—Sí, eso hicimos —digo, agradecida con ellas—. Fue una bonita fiesta, Babette no dejaba de sonreír.
—Tú también —continúa Lina—, luego de ver otra vez a Luca.
—Y por eso, a partir de ahora, esa fecha será de doble celebración —se agrega a la conversación Simoné, dándome un abrazo.
»Fuiste buena hija y ten paz porque ahora descansa.
Simoné y Lina también dan el pésame a Luca, todos los presentes lo hacen. La conoció, compartió con ella, la quiso como amigo y, ¿por qué no? También como yerno. Sé que lo hizo.
—¿Cómo va todo? —le pregunto a Victoria cuando me da el pésame y enseguida advierte a qué me refiero, ya que busca con la mirada a Omi, quien a lo lejos, es abordado por Pipo.
—Todo empeorará en cualquier momento —responde y me arrepiento de preguntar, pues de pronto parece cansada—. Omi es una amenaza constante por no dejar de buscarme.
Si fuera ella, no tendría reparos en decir a todos la verdad, estoy acostumbrada a que me critiquen o etiqueten como lo peor, pero esa soy yo. A Victoria, en cambio, sí le importa su imagen. Se le dificulta ser abiertamente una «perra». Ahora la pregunta es, ¿en algún momento también se cansará de eso o la desenmascararán?
—Evito pensar en eso, a pesar de que, al mismo tiempo, no hay otra cosa en la que mi cabeza se ocupe más. Sé que no tiene sentido.
—Tiene sentido —la consuelo, pues he pasado por lo mismo en otras circunstancias— y te vuelvo a repetir que, pase lo que pase, no lo enfrentarás sola.
Vuelve a mirar a Omi y, por el brillo triste en sus ojos, sospecho que él también a ella.
—Es guapo, bueno en la cama, divertido, millonario y me ama con locura, ¿qué tengo que pensar? Es una decisión fácil, ¿cierto? —Suspira.
—No lo sé. A mí Luca me ganó con una rosa semi marchita.
Victoria curva sus labios en una sonrisa triste y de vuelta me mira solo a mí.
—Te perdería el respeto si hubieras elegido a Omi y solo por su dinero. Sé que no es tan simple.
—Que elijan ellos.
—Omi ya lo hizo —le recuerdo, señalándolo, porque él ya eligió a Victoria mil veces, la adora. Aun cuando ella se siente atemorizada y, por tanto, todavía no es capaz de dejar todo atrás.
»Y para que Gary elija, primero tiene que saber todo. Y sería bueno que se entere por ti.
Asiente. Pero tiene miedo. Terror.
—Todo va a salir bien —insisto, pero tiene miedo.
Permanecemos con las manos entrelazadas hasta que las demás se despiden y debe marcharse con ellas. Se va sin volver a ver a Omi, que, probablemente, sospechando que hablábamos de él, se aproxima. Sin embargo, cuando consigue abrirse paso, mi amiga se ha ido.
Se sumerge en sus pensamientos conmigo y Luca mirándolo, pero no lo forzamos a hablar. Sin presiones, esperamos a que se reponga y salude primero. Cuando se sienta listo.
—La boda será en Tailandia, en uno de mis yates —dice, por fin, depositando un beso en mi mejilla y a Luca... Sí, a Luca también lo saluda besándolo, lo que nos hace sonreír.
Omi intenta no parecer tenso, lo que en verdad quiere es ir tras Victoria, pero se obliga a permanecer con nosotros.
—Me encantan tus yates —lo alaba Luca y entrecierro mis ojos en su dirección.
Hace una semana no hubiera dicho lo mismo.
—Ven a cenar con nosotros un día de estos. O nosotros vamos a tu casa a pasar el rato —propongo yo. Ahora es mi amigo y no quiero que esté solo.
—No va a ser posible, hoy me voy de Ontiva —anuncia, sorprendiéndonos.
—¿Por cuánto tiempo? —A Luca lo deprime.
—Toda la temporada deportiva. Debo entrenar, reunirme con patrocinadores e intervenir en competiciones que yo mismo patrocino. Eso me ayudará a distraerme.
—Entonces; estás huyendo. —Soy directa.
—A ustedes no puedo mentirles. —Libera aire que retiene. Es claro que el escrutinio de Victoria lo sacó de su zona de confort—. Si me quedo, iré a buscar a Victoria y eso no nos hará ningún bien a los dos —Mientras lo dice observo salir a Victoria acompañada de Lina y Simoné—. Entiendo que necesita tiempo para tomar su decisión y yo... Solo ya no quiero pensar en eso. Me hace daño.
«Omi no sabe que Victoria ya decidió tener al bebé», me recuerdo.
—El otro día, por ejemplo, terminé de copas con un oso grizzly —añade.
—Fue una gran noche —defiende Luca.
—Excelente —confirma Omi—. Pero toqué fondo. Y si no me marcho, empeoraré todo.
«Que es exactamente lo que Victoria teme», reflexiono.
—¿Lo hablaste con ella?
—No creo que le importe. —Omi ríe sin humor. Le duele—. Tal vez le alegrará y hasta la inste a sincerarse con Gary o con Michelle, y elegir entre ellos.
—A ti no te vio en años mientras a ellos los ha tenido cerca, y, pese a eso, en cuanto tuvo la oportunidad, volvió a estar contigo. Contigo —intenta animarlo Luca.
Es evidente que la indecisión de Victoria reprimió cualquier esperanza de Omi. ¿Esta vez sí funcionará la distancia? Y, ¿para quién?
Omi también me abraza, lo hace con firmeza, se está despidiendo.
—Eres mi cuarta favorita —asegura.
Es el tipo de persona que puede estar deprimido, en un infierno emocional o abismo, pero no te dejará bajar a ti.
Mente disciplinada. Resiliencia. Por eso es un gran deportista.
—¿Quiénes son las primeras tres?
—Mi nana Tida, Victoria y tu mamá.
—Gracias por recordarme que fuiste amable con mi mamá. Incluso la hiciste bailar.
—A ella sí te la quité —le recuerda a Luca.
Luca alza la barbilla.
—Quisieras.
Omi lo toma con humor:
—¡Éramos demasiado perfectos juntos! —grita, pretendiendo que todos lo escuchen—. ¡Tu ego y el mío no caben en la misma habitación, Ivanna!
Hago rodar mis ojos.
Intenta que las personas a nuestro alrededor, empezando por el personal de Doble R que asumió que salimos, piensen que me está «botando».
¡A mí!
Se aleja y esboza muecas con exageración:
—¡Sé que me superarás!
»Te di un yate, tienes que aguantar al menos diez bromas más de estas —Le dice a Luca antes de continuar con el drama.
—¡Confórmate con Luca! —continúa gritando, con un expertise que haría sentir orgulloso al grupo de teatro de Pipo.
Al terminar, coge a Luca por los hombros y se lo lleva para platicar, lo que arruina su «discurso» de «A mí nadie me botó».
—Así que no funcionó con Omi De Gea —escucho decir detrás de mí entretanto.
«Esa voz».
Una voz «inconfundible» por ser parte de la mitad de mis pesadillas.
—No, no funcionó —le respondo a Lobo sin interés. No comprendo qué hace aquí.
—Una pena —continúa, instalándose frente a mí—. Parece mejor partido que Luca.
—Suelo clasificar como «inútil» cualquier opinión que venga de ti. Es más, no eres nadie para opinar sobre quién es un buen partido —devuelvo.
Lo toma con «humor».
—¿Todavía hay rencores? Visité muchas veces a Babette cuando teníamos una relación —me recuerda—, no dudo que lamentara no pasar más tiempo con su yerno favorito. —Se señala a si mismo.
Finjo mal contener mis ganas de reír.
—No te preocupes por eso. Pasó mucho tiempo con su yerno favorito.
Miro de él a Luca, quien todavía platica con Omi, no dejan de empujarse de forma amistosa el uno al otro.
—¿En cada visita fingió conocerse por primera vez para no incomodarla? —defiende Lobo—. Yo hice eso.
—Aprendió francés por ella.
Escuchar eso lo deja boquiabierto.
—O tal vez lo hizo por ti —objeta.
—Aun cuando lo hubiera hecho exclusivamente por mí, no le resta mérito. Es más de lo que tú hiciste alguna vez por mí o por Babette, teniendo más deber moral y recursos. Tú y yo nos íbamos a casar.
—Que lejano se ve hoy todo eso, ¿cierto?
—Sí... Gracias —suelto y tampoco lo esperaba.
»Si no hubieras arruinado nuestra relación, no conocería a Luca. Que me engañaras, apostaras y plantaras en la iglesia fue lo mejor que me pudo pasar.
»Incluso que no tuvieras los pantalones para renunciar a Doble R y me volvieras a utilizar. De no ser por eso, hoy seguiría atrapada ahí, trabajando para Rodwell y no en mi propia empresa. Propiciaste que aspirara a más, tanto en lo personal como en lo profesional.
—Así que, ya no hay rencores.
—No, ya no —resto importancia—. Ya tienes suficiente castigo.
—¿Por lo humillante que fue llamarte «Jefa»?
—No. Por tenerme, perderme y ahora estar seguro de que jamás volverás a encontrar a una mujer como yo.
—No cambias. —Se queja—. Siempre «la mejor», la número uno, la reina. Suerte a Luca con eso.
—Oh, no te preocupes —bateo de regreso—. Él se ha encargado de inflar más mi ego. En cada oportunidad que tiene me recuerda que no hay ninguna como yo. Esa es la diferencia.
Lobo sonríe con pesar. Su propio ego le hizo perder la mejor oportunidad que tendrá jamás y lo sabe.
—Solo un consejo para cuando lo vuelvas a intentar en serio; no le dejes saber que te sientes intimidado cuando te supere —recomiendo.
—O tan solo deberíamos ejercer en diferentes campos —ofrece como «solución».
—Oh, sí, eso va a funcionar, campeón. —Doy palmaditas en su hombro a manera de «apoyo».
Al traicionarme, Lobo no rompió una promesa de amor, él se rompió en las promesas de amor, de modo que el problema nunca fue el amor, sino Lobo.
A él era el único que debía sacar de la ecuación, no al amor, y mucho menos permitir avanzar al miedo.
Hoy Lobo ya no es una oportunidad perdida, es una anécdota.
—Es formidable que no le preocupe que yo esté hablando contigo o que Marinaro esté presente —opina, de nuevo prestando atención a Luca.
—Sabe que no tiene que temer. Después de ti, estuve con Marinaro y a Marinaro lo dejé por él. También no tomé en serio a Omi por él. Por lo mismo, también tiene el ego bastante inflado, así que mejor ni te le acerques —recomiendo.
Lobo parece tomar el comentario con diversión hasta que sus ojos se agudizan y su semblante se torna serio.
—Ten una buena vida, Ivanna —se despide, y asumo que Omi o Luca lo miraron de forma retadora; no obstante, cuando me giro hacia ellos, continúan distraídos en su propia conversación.
Entonces, lo miro; Marinaro, acercándose.
Sonríe cuando se encuentra a poca distancia y nos saludamos con un doble beso en la mejilla.
—Pensé que Lobo se fue por lo último que le dije, pero ahora es evidente que te vio.
—¿Aún me toma como su enemigo? —Marinaro lo toma con humor—. Pero si hace mucho te decidiste por Luca.
—Justo le recordé eso.
—¿Sabías que está buscando trabajo? —Me hace saber y sin duda es una de las noticias del día—. Puso de referencia a un colaborador que fue su jefe inmediato en mi concesionaria y él me lo dijo.
—Se avecina una crisis para Doble R.
—Hay incertidumbre —confirma Marinaro, siempre al tanto del cotilleo empresarial en Ontiva—, Rodwell está enfermo, te delegó demasiadas responsabilidades y su carpeta de clientes depende de ti. Se confió. Ni siquiera eras su mano derecha, eras su cabeza.
—También haces un gran trabajo inflando mi ego. —Lo felicito.
—Pero no sé dibujar. —Señala con un gesto gracioso a Luca.
—No, no sabes dibujar —confirmo.
—Rodwell asumió que siempre te podría manipular —continúa— y te dio tanto poder que te volvió indispensable.
—Al menos, me alegra ya no ser indispensable para ti. —Devuelvo a lo personal la conversación. No quiero hablar de Rodwell.
—Eres como dejar de beber, pero alejarme ayudó.
—¿Y cómo estás?
—Salgo con alguien y es posible que se torne serio.
—¿Y eso es lo que quieres?
Me satisface que mi pregunta lo haga feliz.
—Curiosamente; sí.
—No lo arruines.
—Tú tampoco —vuelve a señalar a Luca—. Es un gran chico... Fitness y eco-friendly —agrega, recordando un viejo chiste privado.
—Y le agradas —continúo—. Te llamó.
—Me llamó —confirma Marinaro, sin todavía poder creerlo.
—Ahora es amigo de ese tal Omi De Gea que es mala influencia para él —explico, Marinaro ríe y, por fortuna, Luca se acerca—. Apenas lo puedo controlar.
—Hola —saluda Luca, dándole la mano a Marinaro—, que bueno que pudiste venir.
—Sí. Hace mucho quería saludar a Ivanna.
—Bien. Entonces los vuelvo a dejar solos para que platiquen —empieza a despedirse Luca, pero Marinaro lo detiene.
—No, por favor. Solo vengo de paso.
»Lo hiciste bien —se apresura a agregar—. Realmente bien. Tienes a tu lado a una gran mujer.
»¿Cómo era aquel consejo que me diste? —Lo piensa—. Ah, sí; trátala bien. O, en tu caso; síguela tratando bien.
»Tú también trátalo bien a él —Me recomienda y sabe que no tiene que repetirlo dos veces—. Sé que estarán bien.
—Es un gran tipo —comenta Luca, una vez que Marinaro se marcha.
—Que no se te haga costumbre invitar a nuestras actividades a tipos con los que me acosté.
—Es mi forma de ser territorial y de saber cosas.
—¿Cosas cómo qué? —dudo, pero estoy sonriendo.
—Omi dice que el día que se conocieron le diste una hoja de vida.
«¿Una hoja de... vida?».
De momento solo puedo recordar a Omi riendo a carcajadas.
«Mierda».
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Con sus 260,000 palabras, oficialmente La jefa es la novela más larga que he escrito ♥ Ni se "sintió", ¿cierto? c':
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