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53. ... Un diamante de verdad.


Mírenme a los ojos.

No, no deslicen hacia abajo todavía, mírenme a los ojos y repitan después de mí  "Mi madre no parió una perra débil. Puedo con esto y con más". 

:c

Ahora sí, a leer y comentar mucho con un kleenex en la mano ↓

Para MilaEscobedo por conmovernos a todos en el grupo de facebook, ¡un beso al cielo a tu cometa! ♥

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53. ... Un diamante de verdad.

IVANNA

Se supone que lo iba a decidir yo.

—No quiero decirle a Luca —digo primero a Victoria mientras se esfuerza en consolarme—. Está ilusionado. Anoche le habló y cantó.

—No es justo que pases por esto sola.

—No es la primera vez que paso por algo terrible sola —sollozo—. Y él fue hoy con Laura a intentar resolver su situación, se lo diré en otro momento.

—Ivanna...

—Por favor —insisto—. Tampoco quiero verlo a la cara. Siento que nos fallé otra vez.

—No es tu culpa. —Victoria se echa para atrás y me coge de los hombros para que la mire a los ojos—. No eres la primera mujer a la que le pasa, ni la última.

—Y hasta ayer dudé. Creí que podía elegir.

—Y puedes. Lo único que demuestra esto es que la situación se puede tornar mucho más adversa de lo que creímos.

—Diversos factores pueden suscitar un embarazo ectópico —agrega la doctora, entregándome un pañuelo de papel para que limpie mi nariz, y, como si no bastase, subsiguientemente menciona una cirugía de emergencia por estar en riesgo mi salud. Sin embargo, a pesar de aclarar que será «mínimamente invasiva», por ahora solo la puedo comparar con extirparme el corazón.

...

De la clínica me envían de urgencia a un hospital, ahí me recibe mi propia ginecóloga con mi historial para hacerme más exámenes y preguntas de rutina. Es el mismo donde tengo internada a Babette...

«Cómo vuelve a dar de vueltas la vida en pocas horas».

Victoria se encarga de todo, yo deambulo y hablo en piloto automático, sin, siquiera, revisar o contestar mi teléfono.

Cuando estoy sola meto mi cara entre mis manos y me vuelvo a culpar. «¿Estoy soñando?». Por lo demás, me siento avergonzada y sola, terriblemente sola.

Y tarde pienso en volver a la habitación con Babette, tan solo un piso arriba, porque Victoria está de regreso con el papeleo de mi ingreso y, con ello, me preparen ya para la cirugía. Si bien, para mi asombro no viene sola. Pipo está con ella.

—Me pediste no avisarle a Luca, pero no dijiste nada respecto a Pipo —dice, sin arrepentimientos.

Me pongo de pie para abrazar a mi amigo, el más leal. Él no deja de repetir que lo lamenta, que no duda que sería una madre maravillosa, y que, además, si ese es mi deseo, más oportunidades vendrán.

—Pero yo me había hecho la ilusión con esta —digo, entre sollozos—. Ayer incluso hablamos sobre cómo decoraríamos su habitación.

Es una forma terrible de enterarse de lo que decidí respecto al enanito positivo. Apenas tuve tiempo yo misma de atesorarlo, dado que, de un momento a otro, dejó de ser una noticia feliz.

—¿Qué pasará ahora? —pregunta Pipo y Victoria le explica que por estar en las primeras semanas será una intervención sencilla, aun cuando, para prevenir, me quedaré en observación toda la noche.

Pipo me vuelve a abrazar y promete que se quedará el tiempo que haga falta.

...

La habitación del hospital tiene una ventana del lado izquierdo, vuelvo la vista hacia esta para contemplar el azul del cielo, una y otra vez deseando que pronto sea de noche, pero apenas finaliza la tarde.

Recostada en la cama, otra vez en bata, sin una gota de maquillaje y sintiéndome por completo vulnerable, me pregunto si pude haber hecho algo diferente. De nuevo no puedo elevarme sobre mis tacones y esconderme detrás de una capa de maquillaje. Hoy soy sentimientos, un animal herido, tan solo yo.

Me digo que estaré bien, que solo es un día más y esto pronto pasará. Sin embargo, con mis amigos más cercanos visitándome, de momento no quiero ser fuerte. Mañana lo volveré a ser. Mañana.

Lina entra un rato a tratar de entablar una conversación, pero, es inútil. A ella le sigue Simoné, que me pone al día sobre la última travesura que hizo su hijo, lo que no ayuda del todo. Victoria me trae flores, hermosos tulipanes amarillos rodeados con un lazo rojo y, por último, Pipo, cansado de no hacerme hablar, llanamente me platica cómo marchan las cosas en su grupo de teatro.

Le ruego que me deje a Sherlock aunque no se tenga que ir de viaje, al menos unos días más y me promete que así será.

Desvío una vez más la vista hacia la ventana cuando me vuelvo a quedar sola, siento que así es mejor, no quiero escuchar ni decir nada, tan solo soy consciente de cuan intenso puede doler cada diminuta parte de mi cuerpo, en especial mi corazón.

Victoria regresa después las seis, justo cuando empieza a anochecer y estoy por contemplar el firmamento.

—No quiero hablar —digo, cansada, girando mi cabeza hacia ella, parada frente a mi cama.

Fue un día difícil, quiero ver las estrellas y dormir hasta pasado mañana.

Pero no contaba con que no entró sola y Luca, con una carpeta de dibujo en las manos, está de pie a mi derecha.

—No debiste llamarlo —reprocho a Victoria sin dejar de verlo.

—Sí debió —interviene Luca antes de que mi amiga responda.

—Los dejo solos —se despide Victoria sin un ápice de culpa.

Luca deja la carpeta a un lado y alcanza mi mano para sujetarla.

—Lo siento. —No sé qué más decir.

—No es tu culpa.

—Se siente así.

—Pero no lo es —insiste con voz suave, haciéndome llorar otra vez.

Esta vez las estrellas salen de mis ojos.

—Estabas tan ilusionado.

—Los dos lo estábamos.

Asiento con la cabeza sin mirarlo. Aunque diga que no es mi culpa, no puedo evitar sentirme humillada.

Él parece comprenderlo y sin soltar mi mano me deja llorar.

—Pero aún tienes a Isabella —lo consuelo de todos modos—. Y ella siempre estará ahí.

—No exactamente —musita Luca, agregando una risa incómoda.

Me sobresalto.

—¿Por qué? ¿Qué pasó?

—Bueno... —Relame sus labios antes de decir más.

—¿No hablaste con Laura? —insisto, porque eso acordamos—. ¿No le dijiste que te darás una oportunidad?

—Sí. Se lo dije. —Suspira.

—¿Entonces?

No deja de sonreír. Lo que resulta incómodo e... inoportuno. Mira constantemente de la carpeta de dibujo a mí.

—Sí... Prometí que hablaría con Laura para decirle que me daré una oportunidad —concuerda—. Pero nunca dije que sería con ella.

Abro mi boca.

—Y eso fue lo que le expliqué.

Mi labio inferior tiembla.

Me mira a los ojos antes de continuar.

—Ayer, cuando me dijiste que tu única razón para tener al enanito, a pesar de los miedos, es porque sería nuestro hijo o hija, te dije que ya no tenía dudas.

—Pensé que solo hablabas del enanito.

—No solo hablaba del enanito —asegura, sujetando con más fuerza mi mano y el temblor en mi labio inferior no me deja decir nada por unos segundos.

—¿Estás seguro? —Lo pregunto procurando encontrar mi voz.

—No —responde, sonriendo—. Aún tengo miedo, pero ya no es el tipo de miedo que me hace querer huir o paraliza.

»Ya no me reprocharé cosas que aún no pasan, como que volvamos a fallar. No me quiero quedar con la duda sobre qué pasará si lo intento. Al menos sé que esta vez, a diferencia del día que me marché de Doble R, vale la pena arriesgarme.

Lleva mi mano a su boca y la besa.

—Solo necesitaba oírte decir que también estas dispuesta a arriesgarte por mí.

—Mereces otra oportunidad —le repito, a pesar de todo—, una en la que todo sea nuevo y no te quieran lastimar.

—Tú también la mereces.

—No lo volveré a echar a perder —le prometo.

—Lo sé.

Ahora él está llorando. Siempre ha sido el más sensible de los dos.

—Así que el ratoncito ya no solo saldrá de día para evitar ver las estrellas —digo, cubriendo con mi mano su mano.

—Resulta que cometí un error —admite—. Me lo dijeron en una crítica de Amazon.

—¿Ah, sí?

—Sí. Me recordaron que el sol es una estrella.

—Es cierto —digo, procurando fingir sorpresa, aun cuando, solo lo puedo ver con ternura.

»Entonces, el plan del ratón no va a funcionar, y, por lo tanto, la novela ya no terminará allí —Lo digo como pregunta.

—O puedo corregir el error en una segunda edición —propone—. Si bien, tampoco es como si los ratones estudiaran astronomía.

Es mi turno para tirar de su mano y besarla.

—Aunque, a decir verdad, la novela no iba a terminar allí. No en el borrador original —confiesa—. De hecho, hay varias novelas más, por lo menos tres más.

—¿Sobre La loba?

—Sí. Y ya que no tengo un trabajo formal, las voy a terminar —asegura y libero su mano para que pueda coger la carpeta—. Lo de que el sol es una estrella es una solución mucho mejor comparada a lo que ya tenía yo.

Me muestra dos de los dibujos, uno de la loba buscando al ratón por el bosque y otro, con menos detalles, conduciendo el Maserati otra vez convertida en humana.

—Pero, en algún momento, el ratón también podrá convertirse en humano, ¿cierto? —lo pregunto con ilusión—. Me preocupa, y no soy la única, que no puedan tener sexo como tal. No solo debería ser algo cósmico.

—Decírtelo es un spoiler —asegura, alzando su barbilla.

—Te vuelvo a bailar en lencería cuando esté bien y, esta vez, sí haré un striptease —prometo.

Luca carraspea.

—Sí. Resulta que irá a beber del río maldito.

—Pobre.

—No, no lo lamentes. —Está sonriendo de oreja a oreja—. Valdrá la pena.

Toutes nos félicitations (Enhorabuena) —Lo felicito en francés y asiento.

—Por cierto, sé francés —agrega y de nuevo «finjo» sorpresa.

»Te diste cuenta cuando llevamos a Babette al hospital.

—Antes —le aseguro.

—Diablos.

—Sí.

Vuelve a hacer a un lado la carpeta con dibujos y, adoptando una postura gentil, aparta un mechón de mi cara.

—Entonces, ya no será una sorpresa decir «Te amo» en francés —dice, en francés, conmoviéndome.

»Y que, dudo mucho que algún día te deje de amar, no mientras existan estrellas.

—Yo también te amo —digo, tomando su cara entre mis manos—, y también siempre te amaré, mientras existan millones de estrellas, tanto las falsas como las verdaderas.

—¿Y no me lo dirás en francés?

Niego con la cabeza.

—No, ya no. A partir de ahora siempre en español, para que me entiendas.

Y aunque, ahora que aprendió francés me entiende, sabe a qué me refiero.

—Pero en la cama puedo hacer una excepción —prometo.

—Por favor.

Lo beso en los labios para sellar el trato.

—Aprendí por Babette —explica—, y porque quería recordar cuando, estoy seguro, admitiste que me amas. Porque no lo entendía, pero lo sentí, aun cuando me dijeron que estaba loco, yo...

—No estabas loco. Y de nuevo perdón por tener miedo.

También besa con dulzura mis labios. Sin embargo, recordando por qué estamos aquí, lo rodeo para abrazarlo.

—Ya no está —musito. «No me siento completa»—. Estrellita, ¿dónde estás?

Lo tarareo y Luca, con los ojos llorosos, asiente, dando a entender que no lo ha olvidado.

—Era un cometa —dice y cierro los ojos prometiéndome que ahora lo imaginaré de esa manera.

»Estrellita, ¿dónde estás? —canta ahora y lloro—. No puedo creer que tarareaba esa canción para ocultar que me afectas. Ahora será lo contrario, ¿de acuerdo? —asegura y lo vuelvo a besar.

»Me pregunto qué serás —continúa y le pido que pare—, en el cielo y en el mar...

—Luca; no.

Busca dentro de su carpeta de dibujos antes de continuar.

—... un diamante de verdad —agrega, sacando de entre las hojas el dibujo de un anillo. Un anillo con un diamante.

No sé cómo me veré luego de un día en el que lo único que he hecho es llorar, pero de ese modo miro con ilusión el anillo.

—Anoche cuando nos despedimos y regresé a la habitación de invitados, seguí tarareando la canción y al llegar a esa parte pensé en esto. —Me platica—. Me pareció un detalle bonito. No es un diamante real...

—Es hermoso —digo—. Sé lo importante que son para ti los dibujos y he amado cada uno. Todos los guardé. Viste mi papel tapiz con las flores de Navidad, donde estoy recostada sobre estrellas...

—Lo sé... y bueno, después de visitar a Babette, fui a una cafetería a tomar algo y me puse a dibujar. En ese momento recibí la llamada de Victoria, y pude venir antes, pero quise terminarlo.

»Y te lo debo, lo mismo las flores de Navidad reales...

Agradecida por cada detalle, en dibujo o real, no dejo de besar cada mínima parte de su cara y repetirle que lo amo.

—Esa vez las dejé en dibujo sobre tu escritorio por aún no ser temporada, pero en diciembre las tendré, lo juro —promete—. Aunque tenga que vender el yate, planearé con las flores y el anillo algo bonito. Solo no quiero que estés triste —Hace que lo mire—, por esto ni por nada.

No dejo de asentir. Oírlo es todo cuanto quiero. 

—Te voy a dibujar una vida juntos, cada cosa que quieras te la dibujaré como promesa, si es necesario, pero ya no llores. Je t'aime (Te amo) —termina y lo vuelvo abrazar. 

Lo abrazo, planeando nunca soltarlo. 


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DE NADA c: 

En Twitter estaré hablando de esto y de antemano digo que falta lo mejor c;

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