51. Sin miedo
Recuerden que también actualicé el domingo, esta es la esperada segunda parte de ese capítulo aunque tenga otro título c:
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51. Sin miedo
IVANNA
—Gracias por devolverme la llamada —escucho que le dice Luca a Laura al bajar del Maserati.
En el camino intentó llamarla para decirle que Prudemencia ya no es un peligro, por lo que me adelanto unos pasos para darles espacio. No obstante, como no hice reservación en el restorán y ahora debemos esperar a que nos asignen una mesa, es inevitable escuchar.
—Sí, ya todo está bien —la tranquiliza—. No, a mí no. Agradéceselo a Ivanna —destaca, sonriéndome.
Y como por fortuna ya nos dieron una mesa, me vuelvo a adelantar.
Luca no «pilla» la indirecta de que me lastima oírlos y mantiene una distancia reducida al momento de seguirme, de modo que continúo poniéndome al tanto de cómo estuvo su día, la salud del padre de Laura y también sobre cómo le fue a Isabella en la escuela.
—¿Te portaste bien? —le pregunta Luca a la niña al momento de tomar asiento frente a mí—. ¿Sí? ¿Y qué te pidió pintar tu maestra?
Luca mantiene la sonrisa en su rostro mientras Isabella le platica. Es una conversación que han tenido antes, de ahí que él sepa qué decir a continuación para hacerla reír o lo relacione con anécdotas anteriores.
Pese al dolor que siento al verlo encantado con su nueva familia, cuando se vuelve hacia mí le sonrío, y no finjo, ser testigo de esto es mejor que escucharlo decir que prefiere no «involucrarse» en relaciones formarles. Ya tuvo suficiente con Prudemencia y conmigo, que lo lastimé más que nadie, y merece ser feliz.
Trago duro y bebo un poco de agua del vaso que me trae el mesero.
—Ya solo te falta Anette —digo cuando cuelga.
—Antes de reunirme contigo fui a hablar con ella. Renuncié a mi trabajo en Chevalier.
Me siento derecha en mi asiento.
—¿En serio?
—Pensé en lo que me dijiste el otro día y tienes razón, lo que a mí me gusta es dibujar.
—Y eres bueno haciéndolo —recalco, pidiendo al mesero champán para brindar.
Esta noche hay varias razones para brindar.
—Omi me habló del día que compró ejemplares de la Loba por sugerencia tuya —dice y bebe de su copa—, es gracioso, porque revisé en Amazon las ventas de ese día y no fueron los únicos ejemplares que vendí.
Vuelvo a alzar mi copa al oír la noticia.
—Y no sé sí las demás ventas tuvieron que ver con Doble R, pero quiero averiguarlo —decide—. Ver si puedo vender novelas gráficas por mi cuenta.
»Lo demás fue un buen primer impulso.
—Me alegra que no te enfade saber qué tuve que ver.
—Lo pensé —admite—, y concluí que, de poder ayudarte con tu empresa, también lo haría.
—Me ayudaste —corrijo y no parece entender—. De no conocerte, hubiera demorado más en descubrir que mi papá no era feliz en Doble R. Esa empresa no lo hacía feliz. En caso contrario, el equipo creativo que hizo con tu papá; sí. Él escribía, tu papá dibujaba... Imagina lo mucho que hubieran logrado de seguir trabajando juntos.
Luca no responde nada eso, tan solo gira la mirada hacia otro lado, de nuevo pensando.
—¿Y cuál es el plan B que mencionó Omi en el yate? —pregunto—. El que no quieres decirme.
Me devuelve su atención con un aire divertido.
—Según él, si no fuera quisquilloso ya tendría quién me mantuviera para solo dedicarme a dibujar.
Expectante, me señalo a mí misma una vez escucho eso, Luca asiente y río.
—Pregúntale a Omi si le funcionó con Victoria —sugiero—. Pero, el punto es que vas a llegar lejos.
—¿Y si no puedo?
—Podré yo —digo, con determinación—. Pero sé que podrás solo. Es lo que te gusta hacer.
—Y tengo una buena musa —agrega, sorprendiéndome.
«Yo era su musa».
—¿E-Escribirás sobre Laura? —pregunto con un tono neutro.
Luca ladea hacia un lado su cabeza con duda, pero casi enseguida vuelve a sonreír sin contestar.
—Entonces, seguirás escribiendo sobre la Loba —asumo en tanto el mesero nos sirve un entremés.
Pero de nuevo no contesta, solo sonríe.
«¿Será un buen momento para decirle que el sol es una estrella? No, no lo es», me recrimino. «Acaba de hablar con Laura y no está bien volver a confundirlo».
—Pero no esperes mucho para hablar personalmente con Laura —sugiero.
Luca niega con la cabeza. Otra vez no parece entender a qué me refiero.
—Te lo dije: Merece seguridad, al Luca que ama como si este fuera su primer amor y superando las limitaciones emocionales que le dejó su relación anterior. Te ha esperado, ha tenido paciencia, merece una oportunidad...
»Tú mismo mereces una oportunidad, otra oportunidad, también sin miedo —resuelvo.
—Sin miedo —repite, pensando, tan solo mirándome fijamente.
—Sí.
—Sí. Iré hablar de eso con Laura. —Está de acuerdo y me da tranquilidad.
Verlo superar sus miedos me ayuda a dejar atrás.
—Hoy cerraste ciclo con una de tus ex novias locas —señalo—, yo, por otro lado, estoy rectificando sin necesidad de un manicomio.
Su sonrisa se amplía.
—Tu locura es parte de tu Sex Appeal, ex jefa.
—Lo tendré en cuenta.
»Pero sí ve a hablar con Laura —insisto.
Luca deja caer el tenedor en su mano, toma aire y alcanza mi mano para reconfortarla.
—Iré —vuelve a prometer y asiento.
»Pero lo haré mañana —decide, al recuperar su tenedor—. Ha sido demasiado hoy. También tengo que enfrentar a Alexa y no quiero. Pero iré con las dos mañana.
—¿Y dónde te quedarás hoy? —pregunto, quedando implícito que no en su apartamento.
—Te iba a pedir prestada tu habitación de huéspedes —dice, abochornado—. Pero, si te incomoda, puedo volver con Omi. Si por él fuera, aún estaríamos jugando PlayStation.
—No me incomoda —aclaro, si para él está bien.
»Además, puedes ayudarme a escoger cómo la decoraré —agrego, tranquilamente, reacomodando con mi tenedor el entremés que me sirvió el mesero.
—¿Cómo la «decorarás»? —pregunta Luca.
—Sí. Para Positivo... o, cómo tú lo llamas: Enanito, o Enanita, no sabemos qué será.
El tenedor en la mano de Luca es girado inconscientemente hacia un lado, dejando caer de regreso en el plato el entremés, en tanto que su boca se entreabre y su mirada continúa fija.
—Las paredes pueden quedarse de color blanco —continúo, acomodando hacia un lado mi cabello—. La cuna puede ser estilo moisés, tal como sugirió Alexa; incluso, si le parece bien, podemos usar la que ya compró. El resto serán muebles estilo francés, Babette adora las sillas estilo Luis XV con cabecera acolchonada...
La quijada de Luca continúa cayendo a medida que hablo.
—Las cortinas pueden ser estampadas... ¿Pasa algo? —pregunto.
—¿Lo vas a tener?
—Sí. ¿O no crees que pueda? —bromeo, pensando en lo que dijeron hoy temprano en Doble R.
—Para mí lo importante no es si puedes —dice Luca—; para mí lo importante es si quieres.
—Quiero —digo, por primera vez—. Y sé que tú también en un 99%.
Parece avergonzarle recordar lo que dijo Alexa.
—99% sí lo quieres, pero 1% no porque la madre sería yo —digo, sin molestarme, porque ya aclaré que comprendo su miedo.
Él asiente.
—Aunque nunca me dijiste tu porcentaje.
—¿Mi porcentaje? —pregunto.
—En qué medida lo quieres y no.
—Es gracioso —digo, pensándolo—. Porque tú única razón para dudar es porque lo tendrás conmigo; mientras, en mi caso, mi única razón para quererlo, a pesar del miedo u otras prioridades, es porque lo tendré contigo. Porque será nuestro hijo o hija.
Luca sonríe.
—¿Tenías 99% de dudas y miedos, pero tú única razón para quererlo, tu 1%, es porque lo tendrás conmigo? —pregunta.
—Sí.
Luca traga duro y vuelve a alcanzar mi mano para reconfortarla.
—Bueno, tras escuchar eso mis dudas también se fueron —asegura y coloco mi mano libre sobre la suya.
Pues, aunque en el fondo aún temblamos, haremos equipo en esto.
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