49.5 Bruja, víbora, suripanta... Mamá. PARTE 2
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49. Bruja, víbora, suripanta... Mamá. PARTE 2
IVANNA
—Tiene miedo de que afuera se sepa que renunciaste, de que el personal también se entere de que yo renuncié... Tiene miedo.
Lo último que Mago Perman y yo platicamos antes de volver a su oficina, es que debe hablar con franqueza a su personal y decirle que pronto también se marchara de Doble R.
Después, a pesar de que gente permanece afuera, le pido a Grisel acompañarme al tercer piso, en específico, a visitar mi vieja oficina.
Al llegar, naturalmente encuentro cotilleando en uno de los cubículos a Balta, Nora y Kimi.
—Buenos días —«saludo» y los tres respingan.
Hace mucho no los visitaba. Apenas había tenido contacto con ellos a pesar de que fui su jefa.
Parece ser el mismo caso con Grisel, les sorprende verla y para mí es otra confirmación de su lealtad.
Y, así como no esperaban mi visita, tampoco esperaba verlos arriba pidiéndome audiencia, ¿el orgullo puede más?
—Siempre esperé que hicieran algo más que su trabajo —digo—. Baltasar y Nora, por ejemplo, ya trabajaban aquí cuando yo llegué y... aquí siguen, en el mismo puesto de trabajo —agrego, dejándolos boquiabiertos.
No tengo motivos para venir a hacer esto, aun cuando siempre lo pensé, pero como pronto me iré quise hacerlo. No me quiero quedar con las «ganas» de hacerlo.
—Kimi, tú también sigues en el mismo puesto de trabajo —continúo—. Sin embargo, Grisel me seguirá a mi nueva empresa y ya no como mi secretaria —anuncio, sorprendiendo a la misma Grisel—. Ahora será mi asistente. Quiero que aprenda de mí para que un día sea una gran ejecutiva.
»No digo esto para echarles en cara lo que se están perdiendo por no ponerse a tiempo de mi lado, si no por qué quiero reconocer el esfuerzo de Grisel frente a las personas con las que ambas trabajamos durante mucho tiempo.
»Tuvieron las mismas oportunidades, pero no las aprovecharon igual, y hoy ni siquiera pueden ponerme de pretexto porque ya no soy jefa de este departamento —señalo—, lo que me hace reflexionar si el problema en verdad era yo.
Una vez dicho eso, doy media vuelta y me marcho para dejarles continuar su cotilleo.
Grisel camina a mi lado rebosante de felicidad.
—¿O no quieres ser mi asistente? —le pregunto con una sonrisa.
—Me encantaría —asegura, permitiendo que me adelante dos pasos al notar que recibo una llamada y esta vez necesito privacidad.
Me pregunto si alcanzó a leer el nombre «Luca».
—Llamada que no me esperaba —le digo a Luca.
—Sé que fuiste a Doble R y quería saber si estás bien.
—Estoy bien —respondo, preguntándome el porqué del interés, pero, para no hacerme ilusiones, me niego a verlo como algo más que un gesto amable.
—¿Qué tanto te han dicho?
—Lo habitual: bruja, víbora, suripanta y... —Recuerdo mi cara en el cuerpo de la mujer en extremo obesa—, también gorda, y eso sí me enfado.
Luca ríe.
—A mi paso encontré todo tipo de chistes gráficos sobre mí, también sobre ti.
—¿En serio? —pregunta con humor—. Tómales una foto para que pueda verlos.
—También había sobre el enanito —continúo y Luca deja de reír.
Detengo mi paso unos segundos en lo que dice algo más.
—Entonces, tan solo otro día normal en Doble R.
—Algo así.
Al volver al quinto piso, tener en el oído mi teléfono me ayuda a no ser interrumpida. Aún hay gente afuera de mi oficina esperando su turno para entrar a hablar.
Se lo platico a Luca y de nuevo permanece en silencio. Me preguntó si sería diferencia de no haberle dicho que hicieron chistes gráficos sobre el enanito, ¿les tendría compasión entonces? No está tan acostumbrado a la hostilidad de Doble R como lo estoy yo.
—¿Conoces a los invisibles? —pregunto para romper el hielo y me sorprende escucharle decir que sí.
—Me recibieron cuando llegué la primera vez. De hecho, se rieron de mí —recuerda—. Incluso sé por qué se llaman los invisibles.
—Porque nadie los nota —digo, de acuerdo con lo mencionado por Lila y Luca, aún descontento, lo confirma.
—En el grupo está un guardia de seguridad, la de fotocopias, una conserje y una señora de cafetería —continúa recordando—, y, desde luego, Rico, el chófer del señor Rodwell.
»Pero ¿estás bien? —insiste— ¿Necesitas compañía? Puedo ir.
—¿Quieres venir? —Dejo entrever humor en mi tono para que se vuelva a relajar.
—No, la verdad no —responde, honesto—, pero puedo ir a hacerte compañía si lo necesitas.
—Estoy bien —repito de vuelta en mi oficina, pensando también en si quizá esta es la primera conversación amable que tenemos por teléfono—. ¿A ti cómo te está yendo? ¿Por qué te quedaste en casa de Omi?
—Quiere apoyo moral para no ir a buscar a Victoria. No están en buenos términos —responde y esbozo mi mejor cara de «No me digas»—. Hemos estado jugando videojuegos con el chef y su novia.
—Así que de nuevo vieron al chef.
—Sí. Y ahora que no lo traté estando ebrio, recordamos conocernos de esa vez que conseguimos la cuenta de Becker Steak House.
—¿Es el chef del lío amoroso?
—El mismo. Pues jugamos con ellos dos y con Max y Sam, a ellos los conociste en Ta-Tacontento la vez que canté Hasta que te conocí —Me sigue recordando.
—¿Cómo olvidarlo? ¿Y quién ganó?
—La novia del chef —Lo dice a regañadientes—, varias veces, y es bastante fanfarrona cuando lo hace.
—Me alegra que te estés divirtiendo —digo a modo de despedida al ver a Grisel entrar con un gesto ansioso a mi oficina.
Lo que sea que tenga para decir parece urgente. Algo acaba de pasar porque apenas nos despedimos en la puerta.
—Nos encontramos más tarde entonces —le digo a Luca.
—Sí, aunque todavía no me has dicho a dónde vamos.
—Te enviaré un mensaje.
Al cortar la llamada le pregunto a Grisel qué pasa.
—Ya no hay nadie afuera —afirma.
—Parecían tener urgencia en hablar conmigo —digo, preocupada.
—Sí, pero el señor Rodwell les pidió que se retiraran —Lo dice mirando con insistencia de mí a la puerta.
—¿Cómo?
—Dijo que quiere hablar contigo.
Grisel no ha terminado de decir eso cuando Rodwell entra a mi oficina cargando una canasta repleta de artículos para bebés, como talcos, biberones, sonajeros, papillas, juguetes y ropa; acompañados por un enorme conejo de peluche, todo en color rosa.
—Clarissa escogió el obsequio —dice— Nos aseguró a Linda y a mí que te encantaría, sobre todo el conejo.
—Que graciosa Clarissa —mascullo, sin dejar de sonreír.
Pero sé que es su forma de enviarme un mensaje y, así, quizá advertirme tener precaución.
—Déjala por ahí.
Rodwell coloca la canasta sobre el escritorio y toma asiento
—Estoy muy emocionado —asegura.
Alzo las cejas al escucharlo. Cualquiera pensaría que es el abuelo.
—Soy lo más cercano que tendrá a un abuelo —confirma y ocupo todo dentro de mí para no reír.
—Así que dan por hecho que va a nacer —digo con cautela.
—Nadie lo duda —asegura y me limito a sonreír.
»Incluso quiero proponer un nombre —continúa y juro que si dice «Lionel» no podré más y me haré pipí de la risa.
—¿Ah, sí? ¿Cuál?
—Basil, como tu papá, si es niño; y Babette, como tu mamá, si es niña.
«Cuánta originalidad».
—Aunque, siendo el caso de que Clarissa nos instó a que el obsequio debía ser todo en color rosa, seguro tienes la certeza de que será una niña.
—Sí, justo en eso pensaba —digo, desviando mi atención hacia el conejo— que no veo las horas de empezar a decorar todo de rosa.
—Linda bromea llamándome «cupido» —continúa Rodwell—, ya sabes, porque los uní a ti y a Luca.
Acomodo mis codos sobre el escritorio y luego mi barbilla sobre mis manos.
—Claro.
—Pero le aseguré que al inicio subestimé a Luca —ríe.
—Subestimaste enormemente a Luca —concuerdo sin dejar de sonreír.
»Lionel —interrumpo, en lo que continúa riendo exageradamente—. Déjame hacerte una pregunta.
—Te escucho.
—¿Sabes quiénes son los invisibles?
Su sonrisa es reemplazada por un gesto de duda.
—No. ¿Es el título de alguna película de superhéroes que le gusta a Luca?
—No —niego—. Pero supongo que sí sabes quién es Lila.
—¿Lila? No. ¿Trabaja contigo? —inquiere y vuelvo a negar con la cabeza—. Bueno, el caso es que le comentaba a Linda y a Clarissa que el nacimiento de tu bebé es una oportunidad para seguirnos viendo —cambia de tema—. Después de todo somos familia.
Lo escucho sin demostrar nada, dejándole creer que de nuevo encontró una forma de manejarme, pero teniendo ya una solución que me beneficia. Es tan obvio que me reprocho no haberlo contemplado antes.
...
Cierro la puerta del Maserati y me giro en dirección a Luca con una enorme sonrisa. Por un mensaje de hace cinco minutos en mi teléfono sé que también acaba de llegar.
—¿Es broma? —pregunta, señalando el edifico al otro lado de la calle.
Niego con la cabeza.
—Levanta ese ánimo —digo con humor—. No me digas que a veces no la extrañas.
Estrecha sus ojos y continua reticente al detenerme junto a él.
—¿Cómo sabes que este es el lugar? —insiste.
—Me lo dijo Tyson.
—Aún no me dices cómo lo contactaste.
—Te platico allá adentro —Me instalo detrás de él y lo empujo por los hombros para que camine delante.
No es que a mí no me inquiete estar por entrar a un Hospital psiquiátrico.
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Este capítulo se sintió corto porque es parte del anterior ♥
Y sí, se supone que Pru está dentro de un hospital psiquiátrico D: . Eso de acuerdo al último reporte de Tyson. Por cierto, recomiendo dejar de tomar tan en serio a Pru. Para mí ella es como una caricatura, no es la villana de la historia, ÉSE es Rodwell c: Y no, no están coludidos. Pru simplemente está loca y es un chiste. No se estresen con ella, es el coyote persiguiendo al correcaminos, ríanse de ella c:
Y bueno, la volveremos a ver en el siguiente capítulo ♥ ÚLTIMOS CAPÍTULOS DE LA JEFA.
Por cierto, la relación entre Luca e Ivanna (de pareja o no) avanza y me pregunto si se están dando cuenta.
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