47. Sin alcohol
Dedicado a Aleavocado22, ¡GRACIAS por tu ayuda tecnológica y tu cariño por esta historia! :')♥
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47. Sin alcohol.
IVANNA
Cuando llego a los cubículos frente a mi oficina descubro, como nada extraño, a Baltasar, Nora, Kimi y Grisel reunidos en el escritorio de la última poniéndose al día con el cotilleo. A estas alturas ya sabrán de la competencia por la vicepresidencia, quienes están en la terna y sobre mi nuevo asistente.
Respingan al verme llegar. Sin embargo, Grisel es la única que me sigue cuando entro a mi oficina y me pregunta si necesito algo.
—Un lanzallamas —mascullo.
No se atreve a contestar nada a eso, pese a ser mi secretaria no es mi confidente, por lo que la echo y busco una pastilla Advil en mi bolso. Aun así, soy consciente de que mi cabeza no dejará de doler por un largo rato.
«¿Acaso Rodwell cree que no sé por qué no me da la vicepresidencia de una vez?»
Quiere poner en duda mi capacidad obligándome a competir con Lobo, cuando él se robó a la mitad de mis clientes y ascendió por asociación.
«¿Aprendió de la mejor?», asegura Rodwell. Sin embargo, por lo que he alcanzado a ver, lo único que Lobo copió de mí fue lo fanfarrón. La diferencia es que ese rasgo a mí me lo critican y a él se lo aplauden.
Pero no tengo objeción en volver a dejar en claro que soy la mejor.
«¿Quieren que compita? Competiré», me prometo.
Rodwell, más que nadie, sabe que la competencia me despierta y que no doy treguas. ¿Va a lanzar contra esta pared a su mejor aliado? Será divertido devolvérselo hecho pedazos.
Escucho que tocan mi puerta una vez más.
—Adelante.
De nuevo es Grisel y parece nerviosa, más de lo acostumbrado. Entra y cierra tras de sí la puerta.
—Jefa, vi-vino su nuevo asistente.
—¿«Nuevo»? —repito—. ¿Entonces me confirmas que no es una mujer?
Grisel niega con la cabeza.
—Claro —resoplo con brusquedad, como un toro y echo mi silla para atrás.
Porque es obvio.
—Rodwell se trae entre manos en el mismo juego que con Lobo —concluyo y permito que Grisel escuche para que se lo haga saber a todos.
—Es un chico —explica—, creo que a lo mucho tendrá dieciocho años, hasta trae puesto un traje viejo de su papá o su abuelito.
Ladeo mi cabeza hacia un lado sin comprender. ¿No es un imbécil con complejo de seductor como Lobo?
—Es un poco torpe. Puede que este sea su primer trabajo —continúa Grisel.
«Entonces es peor», concluyo.
Rodwell envió a una antítesis de Lobo para que no sospeche que le pasará información, para que, en su lugar, lo compadezca y no lo crea con la suficiente malicia para hacer daño.
«Predecible».
—Hazlo pasar —ordeno a Grisel.
—¿Lo va a entrevistar? —Ella se emociona.
Extiendo una sonrisa malévola en mi boca.
—No. Ni siquiera lo voy a dejar hablar.
Eso deja un gesto de preocupación en la cara de Grisel que, seguramente, compadece al chico, como todos en Doble R. Para ellos es solo una carnada en un anzuelo que no morderé.
No entra inmediatamente, lo que me enfada más, ¿cree que me puede hacer esperar?
Pero, cuando por fin lo hace me arrepiento de adelantar la pesadilla.
Escondo mi gesto tras una hoja y lo observo a él por encima para examinarlo despacio. «Tiene que ser una maldita broma».
No me sorprendería que hasta viniera acompañado de su mamá.
Pero lo que más me enfada es su sonrisita ansiosa... La voy a borrar.
Lo voy a aterrorizar.
Pagará caro estar del lado de Rodwell. Y se lo dirá... Le dirá quién es Ivanna y que con ella no se juega.
Saldrá de aquí hecho pedazos.
...
Sherlock descansa sobre mi regazo mientras la taza de té en mi mano se enfría, por lo que Pipo me la quita para llevarla devuelta al microondas y devolvérmela otra vez tibia. Es un té de manzanilla endulzado con miel, tal como papá me preparaba cuando era niña.
—Guau —exclama Pipo, tomando asiento en el sofá frente al mío, tal como estábamos hoy por la mañana antes de recibir la llamada de la doctora de Babette. Antes de la catástrofe.
—Lo sé —respondo, contemplando el contenido de la taza. Recordando.
—Y sin anestesia.
—Y sin alcohol —musito, rememorando lo que le dije hoy temprano sobre tener que soportar todo sobria.
»Por lo que ya no puedo evadir, ignorar o demorar. Ni siquiera me queda Doble R como excusa. Tengo que enfrentarlo.
—Pero fue demasiado duro —insiste Pipo.
Niego con la cabeza sonriendo con tristeza.
—No. Fue honesto. Y eso quería, ¿no? Honestidad. Tener claro dónde estamos.
»O bueno, para mí fue una confirmación. Luca tiene miedo. Me tiene miedo. Pavor.
»Oíste a Alexa: el 1% de sus sentimientos hacia Positivo son miedos y dudas. Miedos. No lo puede querer con tranquilidad por mi culpa. A mí no me puede querer con tranquilidad por mi propia culpa.
»Desde la primera vez que hablamos me ve con miedo y nunca lo dejé asumir nada respecto a mí, o mis sentimientos, permitiendo así que siempre dudara o avanzara con temor.
»Todo empezó mal.
»Desde mucho antes de conocerlo a él empezó mal.
—¿Lo dices por Lobo? —Pipo teme ir allí.
—Sí —confirmo—. Porque él conoció a la Ivanna enojada con todos: mi pasado, Rodwell y Lobo.
»Nunca tuvo oportunidad —reconozco—. Desde el inicio nuestra relación fue una Ilíada —Río sin humor al decir lo último—, una... guerra. Tal como Rodwell planeó.
—¿Dónde Luca era el caballo? —recuerda Pipo.
—Fue todo. Lo mismo yo. Hoy lo tengo claro.
Bebo un sorbo de mi té.
—Lo que hace estar sin alcohol —reflexiona Pipo.
—Lo que hace que yo misma confronte mis errores... y miedos —corrijo, haciendo a un lado el té para colocar mis manos por primera vez sobre mi vientre.
»Y es...
El teléfono fijo suena, interrumpiendo mi tren de pensamientos y catarsis, pero es Pipo quien se pone de pie para contestar en lo que vuelvo a coger mi taza de té.
—No estoy para nadie —suplico.
—¿Sí? —contesta la llamada Pipo y regresa a mi campo de visión—. ¿En serio? —agrega, mirándome con cautela—. Un momento. Es el portero —explica—. Tienes... visita.
—¿Quién?
Pipo duda antes de decirlo.
—Lu-Luca. No tienes que atenderlo hoy.
—No. Tiene que ser hoy —difiero, bebiendo de un trago el resto del té para enseguida ponerme de pie.
Y podré sonar valiente, como Ivanna Rojo en todo su esplendor, pero estoy temblando.
—Tengo... que dejarlo hablar. Dile al portero que lo haga pasar y por favor déjanos solos.
Pipo asiente. Da mi consentimiento al portero, coge de un rincón de la sala la maleta que hoy temprano no le dio tiempo de guardar, con su mano libre alcanza a Sherlock y se encamina en silencio hacia la habitación para visitas.
Recibo a Luca concentrando mi atención en mis manos y regreso a mi lugar sin todavía verlo. Espero a estar sentada, tomar aire y enseguida exhalar. No ha sido un día fácil. Una... vida fácil. Él permanece de pie a un costado de mí, todavía llorando. Tal vez lo ha hecho durante todo el trayecto hacia acá.
—Puedes echarme si quieres —empieza.
—No te hubiera dejado entrar —niego y, pese a que con un gesto de mi mano le pido tomar asiento en donde estaba Pipo, lo que hace es alcanzar mis manos, apretarlas y arrodillarse frente a mí colocando su cara de lado sobre mi regazo.
Acaricio su cabello a modo de consuelo y después lo que alcanzo de su espalda. Él no deja de llorar.
—No es lo mismo hoy, Ivanna —repite—. No es lo mismo.
—Sí es lo mismo —acepto—. De hecho, creo que fuiste benevolente con ese 1%. Merezco más.
Él niega con la cabeza.
—Luca, no estoy molesta. No lo estaba allá, ni contigo, ni con Alexa... lo entiendo. Y ahora solo quieres evitar herirme más, por alguna razón me estás teniendo piedad, y, aunque con eso vuelve a quedar claro que cuando menos me aprecias, sigue sin ser justo para ti.
»Y seguimos sin afrontar realmente el problema, seguimos... sin hablar.
Luca levanta la cara de mi regazo para verme.
»Dime, ¿Laura sí hubiera cancelado la videollamada de trabajo para jugar con el niño? —pregunto despacio—. ¿Lo hubiera puesto por encima de su empresa?
»Y está bien si ese es uno de tus miedos respecto a mí. Que, al igual que la primera vez que nos separamos, ponga mi vida laboral por encima de la personal, ya sea un hijo o una pareja, pero esta soy yo, Luca. Esta. Soy. Yo.
»Pero ya me disculpé por cómo hice las cosas, lo hice en francés, ¿recuerdas? —Él cierra los ojos—. Porque no, no estuvo bien. Pero solo me arrepiento del «cómo», no del «por qué».
»Por lo demás, sigo siendo la misma Ivanna ambiciosa. Peor aún, ahora con una empresa propia. Y por eso no me voy a disculpar... Esta. Soy. Yo.
Luca suelta mis manos, se incorpora y toma asiento en la mesa situada en medio la sala; aún cerca de mí, sus piernas casi entrelazándose con las mías.
—Si me molestara que pusieras tu vida laboral por encima de la personal jamás hubiera enviado un correo advirtiéndote lo que intentaría Rodwell —asegura, confirmándome que él envió el correo.
»Sé cómo eres. Recuerda que nunca me molestó llamarte «jefa». Mi miedo respecto a tú siendo la madre del enanito no tiene que ver con eso.
—¿Entonces?
Agacha la cara.
«Habla».
Cojo con mi mano su barbilla para que otra vez me mire y vuelve a llorar.
—Es que me vuelvas a lastimar —admite—. No quiero darte más artillería para hacerlo. Aún te amo y no quiero que te aproveches de eso. ¿Eso querías que dijera?
—Sí.
—Comparo lo que tuve contigo con lo que tenía con Laura y allí no me siento inseguro.
—Lo entiendo. Y también entiendo por qué corriste con ella luego de cómo terminó el desayuno, yo hacía lo mismo con Marinaro, sabía que con él no iba salir lastimada por el simple hecho de que no lo amaba. Con él no tenía que ceder demasiado de mí y no me mataría que me decepcionara.
»Entiendo todo lo que ha pasado, Luca — prometo—. Incluso la forma en la que regresaste.
Él vuelve a negar con la cabeza.
—No estuvo bien. Orquesté un plan estúpido cuyo final catastrófico pudo evitarse si te hubiera hablado claro respecto a Rodwell.
—Sí, lo entiendo —repito—, porque me pasó lo mismo —continúo, a modo de recordarle lo sucedido en Doble R antes de marcharse y su boca se entreabre—. Desde el inicio no te hablé con claridad, dejé que asumieras o no asumieras, te engañé y quise escapar. No quise hablar para reconocer mis sentimientos y te lastimé repetidamente; y, al final, por no ser clara, nos expuse frente a otros... te avergoncé frente a otros.
»Me ganó el miedo —continúo—. Cuando tú llegaste aún estaba a la defensiva por lo que me hizo Lobo, te hice pagar sus facturas, te encontraste a la Ivanna destruida por él, corrompida por él, llena de miedos por su culpa.
»Conjuntamente con eso, todo lo que pasaba en Doble R. No era fácil para mí y tampoco lo hice fácil para ti. Pero eso ya te lo dije ayer. Hoy solo intento llegar a un punto medio, que nos dé paz... Ya no quiero que tengas miedo.
»Un miedo anticipado y cultivado por mí, vives en modo combate y huida: «Yo no tengo novias ni relaciones formales» —le recuerdo, notando que no deja de llorar—, «Es mejor no involucrarse». Tú no eras así...
»A diferencia de mí, no tomabas el camino fácil, tener una relación no te parecía una amenaza, la anhelabas. Pero aprendiste lo peor de mí y ahora estás en el mismo lugar del que yo quiero salir.
»Porque descubrí que eso no es para mí y porque nunca esperé algo mejor hasta que te conocí. Hasta que te conocí... —tarareo, recordándole la canción, y lo hago sonriendo porque, pese a todo, para mí es un bonito recuerdo, pero él aún no deja de llorar y ahora yo tampoco.
»Tú realmente eras diferente a Lobo, lo opuesto y eso fue lo primero que me empezó a enamorar de ti. Me trataste bien.
»Pero no supe recibirlo, ibas rápido y yo no estaba lista por seguir atada a mi pasado. Aún me sentía insegura y, de forma errónea, intenté proteger mi corazón roto.
»No preparé mi corazón para ti. Lo que demuestra que tú no llegaste antes, tampoco tarde, simplemente yo no era la persona idónea. No en ese momento.
Suelto su barbilla y me vuelvo a acomodar en mi asiento. Lo hago manteniendo mi espalda recta.
—Entonces, quiero que entiendas que no te culpo por ese 1%, ya que, en tu posición tampoco querría tener un hijo conmigo.
»Con una persona que me lastimó tanto.
»Quiero que respires en paz porque no te culpo. Hiciste bien en irte, en no contestar mis llamadas y evitarme por completo.
»Si hubiera tenido al menos un dedo de frente cuando terminé con Lobo, hubiera hecho lo mismo, pero me quedé a alimentarme de más odio. Ha querer demostrar a todos que estaba bien.
»Tuve orgullo, me dediqué a competir. Pero pregúntame a cuántas de las personas que presenciaron eso les importaron mis sentimientos. Solo les interesaba ponerme obstáculos para no darme lo que merezco.
—Se aprovecharon de ti —musita Luca.
Asiento, respirando más tranquila, feliz de que él también lo vea así.
—Y no lo vi. Tuve que pasar por mucho para darme cuenta de eso. Tuve que... dejar ir.
—Me hizo muy feliz ver que ya no estás ahí —agrega, volviendo a alcanzar mi mano.
—Tú tampoco te quedes ahí —digo, sorprendiéndolo.
»Ve con Laura. Te prometo que ya no te buscaré.
No bajo la cara al decirlo.
—Sé que, a diferencia de Marinaro y yo, tú llegarás a querer a Laura, te dará seguridad. Tú mismo debes darle eso, puesto que, de sentirse bien respecto a ustedes, no hubiera ido a hablar conmigo.
»No cometas los mismos errores que yo, que nosotros, ella no merece eso. Ella teme eso. Muéstrale al Luca que conocí yo.
»Al que saca al patito de la palabra, dibuja, dibújala, y sí, háblale en francés, no en chino.
»Y si, con todo y eso, a pesar de tu esfuerzo, es ella la que falla, ya sabes que te puedes ir.
Vuelvo a coger con mi mano su barbilla, en tanto, él, apenas va saliendo de su asombro.
—Sabes entregar tu hoja de vida de una forma muy peculiar, pero también tu carta de renuncia.
»Comienza con ella de cero. No tiene la culpa de lo que vivimos nosotros.
Miro hacia otro lado, nostálgica.
—También lo recordaré la próxima vez que conozca a alguien. Y si las cosas fallan con ese alguien, lo volveré a recordar con el siguiente, y, si también hace falta, con el siguiente. Ya no permitiré que el orgullo o la aprensión a lo que ocurrió antes arruine algo que podría ser maravilloso. Siempre soltaré.
Lo vuelvo a ver y luce más tranquilo.
—Haz lo mismo, ¿sí?
»Y respecto a Positivo, si nace lo puedes ver. No tengo problema con eso ni me voy a poner en medio. Quedamos en que te avisaré.
Vuelve a llorar y me acerco a él para abrazarlo.
—Yo fui un puente, no un destino... estamos bien.
»Nos seguiremos queriendo de otra manera —Miro mi ventana al hablar, afuera es de noche, tal vez casi medianoche—, como un recuerdo en rojo vivo. Porque, así es el cielo; azul en el día, rojo al atardecer y estrellado al anochecer... y cada estrella ahora será un buen recuerdo.
—Estás inspirada, exjefa —responde con humor Luca, soltándome para otra vez vernos de frente, pero aún llora.
—Y sin alcohol —digo, también sonriendo.
»Y últimamente he estado demasiado sensible respecto el miedo —agrego, llevando otra vez una mano a mi vientre. Una mano que Luca no deja de mirar hasta que vuelvo a hablar.
»Habla con Laura —insisto—. O lo va a hacer Alexa.
Y, pese a que yo sonrío, él girar sus ojos hacia arriba, aún molesto.
—No tenía por qué presionarte así.
—Yo no lo veo de esa manera —digo, recordando a Michelle furiosa por el embarazo de Victoria y llorar porque Omi le recordó que con ella eso jamás podrá ser—. O, por lo menos yo, no me siento presionada —continúo—. No más de lo que claramente se siente la misma Alexa.
»No te preocupes, nadie está decidiendo por mí, pero sí quería oírte.
—Asumí que no —admite.
»¡Ya sé, ya sé, "No asumir"! —exclama sin necesidad de que se lo recuerdo yo, lo que ensancha mi sonrisa y coloca una en el rostro de él.
Sin embargo, aprovechando, me levanto del sofá para buscar mi bolso y cojo de este mi block de Post-its amarillos.
—¿Es en serio? —inquiere Luca, boquiabierto—. ¿Y qué le vas a escribir encima —También saco un bolígrafo y garabateo sin que él mire qué puse— ¿"Sí asumir"? ¿"Asume cuando lo creas conveniente"?
Y es que con «No asumir» igualmente empezó todo.
Termino, regreso mis cosas a su lugar y le entrego el Post-it para que lo lea.
PREGUNTA.
Me sonríe en agradecimiento, como nunca había sonreído cuando le entrego un Post-it y lo guarda en un bolsillo de su saco.
—Te voy a preparar un té —digo y me sigue hasta la cocina—, yo también necesito otro, ayer y hoy fueron días pesados.
Me encargo de la tetera, las tazas, las bolsas de té y la miel en lo que él, inmerso en sus propios pensamientos, toma asiento a un lado en el desayunador.
No lo presiono intentando hablar de nada, creo que ya se dijo todo y tan solo le doy la paz que necesitaba. Que ambos necesitábamos.
Y por eso es importante hablar. Ya no hay más gatos o ratones aquí, y tal vez no dos amigos, pero tampoco dos enemigos.
—Yo también hice mal —dice de repente—. Rodwell me contrató para espiarte, me lo dijo desde el primer día y acepté.
—Necesitabas el trabajo.
—Pero no fue ético. —Lo dice, mirándome—. En aquel momento me daba miedo confesártelo...
—Otra vez el miedo —digo, volviendo a sonreír para que no se alarme.
—... y quise conocerte, ganarme tu confianza, hacerte cambiar de parecer...
—Pero te lo compliqué.
—Sí. —Suspira.
—Si bien, ahora que lo pienso, fuiste algo masoquista —Aunque lo digo seria, pilla la broma y nos volvemos a sonreír.
—No es que el sexo fuera malo —admite—. Adictivo, de hecho.
—Concuerdo.
Le sirvo su té y lo empieza a beber por sorbos en lo que corto en dos el pedazo de Red Velvet que me dio hace un rato y los coloco en platos con su respectivo tenedor.
—Me diste la mejor parte —dice, reparando en que le toco el lado que tiene los arándanos.
—Tú ya me habías dado la mejor parte de los otros pedazos —le recuerdo—, te toca ese.
Pese a que contiene el aliento y demora unos segundos en reaccionar, sí quiere decir algo en respuesta. No obstante, nos interrumpe otra llamada del teléfono fijo.
«¿Quién llama a esta hora?», dudo. Y contemplo no contestar, hasta que advierto que puede ser del hospital y el repentino nerviosismo de Luca me hace ver que pensó lo mismo. De manera que me apresuro a ir por el teléfono fijo
Es el portero avisándome que de nuevo tengo visita. Si bien, al informarme de quién se trata, lo primero que hago es ver con una mueca de «Discúlpame» a Luca.
...
Omi, con preocupante aliento a alcohol, me sigue hasta la cocina balaceándose hacia los lados, como si en lugar de avanzar sobre piso estuviera en un barco. Además, por lo que alcanzo a ver de reojo también ha estado llorando.
Alzo mis cejas sintiendo envidia. Cuando menos él sí puede beber alcohol.
Toma asiento al otro lado del desayunador sin saludar a Luca, lo que no me sorprende, ni a Luca, pero al hablar sí se dirige a ambos.
—No tienen idea del día que tuve.
Lleva ambas a su cara y las mantiene ahí, lamentándose. Aunque enseguida las deja caer y mira del uno al otro con duda.
—¿Qué pasó? —pregunta.
Es claro que nuestros semblantes reflejan lo terrible que igualmente estuvo nuestro día.
—¿Ahora qué le hiciste? ¡¿Qué le dijiste?! —Le empieza a reprochar a Luca, que, ignorándolo, tan solo intenta terminar su parte del pastel.
—Nada —lo «tranquilizo»—. Mi mamá enfermó de gravedad. Hoy por la tarde la hospitalizaron.
Omi respinga.
—¿Babette? ¿Qué pasó? Acabo de ver a Victoria y no me dijo nada.
—No le ha avisado a nadie —explico, reparando en que sin duda alguna su embriaguez tiene que ver con Victoria.
—Debiste avisarme a mí.
—Luca me ha estado apoyando —continúo explicando, lo que hace sentar a Luca más derecho en su lugar y de nuevo sonrío.
—Bueno. Pero si necesitas algo dime.
—¿Fuiste a buscar a Victoria? —cambio de tema.
—Sí... este... —Omi mira con inquietud a Luca—. Se me quedó el coche cerca de su casa y pasé a pedirle un gato hidráulico.
Luca niega con la cabeza suprimiendo una risita burlona.
—Está al tanto de todo, Victoria le dijo —hago saber a Omi.
—¡Ivanna! —grita con más confianza Omi, entonces; ahora sí avivando el drama.
»¡La estoy perdiendo!
—¿Realmente han estado juntos en una relación? —pongo en duda.
—No te separes del punto —Me regaña Omi.
Ladeo mi cabeza hacia un lado.
—¡¿Por qué nadie me entiende?! —se sigue quejando—. ¡Soy un huérfano en el tren de la empatía!
Es el turno de Luca para alzar las cejas.
—Yo te entiendo —le recuerdo.
—Pero esta vez no puedes beber conmigo. No te dejaría beber conmigo —lamenta, empático.
—No, no puedo.
—¡Y mis amigos de siempre no me entienden! —continúa lamentándose, dramático—. ¡Ninguno! ¡Todos demasiado frívolos, desfachatados y arrogantes!
—Como tú antes de enterarte del embarazo de Victoria —le recuerdo.
—Ivanna, que no pierdas el punto —me recuerda él a su vez.
Se pone de pie llevando otra mano a su frente, recordándome a Pipo cuando ensaya sus obras de teatro, en especial las de Shakespeare.
—¡Entonces, ¿en dónde encuentro a alguien que realmente me entienda?! —grita y arrugo mi nariz—. ¡Alguien, un «papá» en suspenso, cuya amada también esté embarazada y no tenga claro si el bebé va a nacer!
»¡DÓNDE!
Miro a Luca escondiendo detrás de mi mano otra sonrisa mientras él gira otra vez sus ojos hacia arriba.
—¡¿En dónde lo encuentro?! —sigue gritando con dramatismo Omi—. ¡¿Dónde?!
Deja salir aire que retiene, aprovechando para hacer una pausa y con cuidado se vuelve hacia Luca.
Lo mira unos segundos sin decir nada:
—Está bien, te perdono.
—No te he pedido perdón —devuelve Luca.
Omi rodea el desayunador hasta quedar frente a mí.
—Ivanna, ¿por qué me sigue rogando que lo perdone? —pregunta.
Luca se cruza de brazos:
—¡No te estoy rogando!
Omi lleva de nuevo una mano a su frente de forma teatral.
—¡Que no se arrastre de esa forma hacia mí!
—¡No me estoy arrastrando! —Luca agita un puño en su dirección.
—¡Pero que no se repita! —Le advierte esta vez Omi, señalándolo.
—¡Ivanna! —Me pasa queja Luca a mí.
—Hace mucho esta pelea no tiene que ver conmigo —les recuerdo.
A tiempo dejo salir un bostezo, necesito dormir.
—Acepto que vengas conmigo —continúa Omi, dirigiéndose solo a Luca.
—No te he pedido ir con...
—Y, dado el caso de que estoy borracho, conducirás mi Lamborghini.
Luca deja abierta su boca sin terminar lo que estaba diciendo.
—Creo que al entrar iba a atropellar a un oso grizzly —continúa Omi.
—No hay osos grizzlis aquí, ni siquiera hay un bosque cerca —dudo.
—Ivanna, creo reconocer a un oso cuando lo miro —defiende Omi, sacando una llave de su bolsillo—. Incluso me gritó de vuelta «¡Ten cuidado, bestia!».
Luca y yo nos miramos.
—Bueno... aún no quiero ver a Alexa —admite a regañadientes, por lo que también rodea el desayunador y coge las llaves que aún sostiene Omi en su mano.
Pero se irá con su orgullo intacto:
—Ya que estás tan solo —Suspira, pidiendo con un gesto a Omi que lo siga.
—No estoy solo —sigue defendiendo Omi—. Mi nana Tida me quiere mucho.
Luca se vuelve hacia mí arrugando su nariz.
—Súbete al tren de la empatía —le recuerdo.
—Al Lamborghini —corrige.
Luego me dirijo a Omi:
—No seas demasiada mala influencia.
—Ivanna —lleva una mano a su pecho—. ¿A dónde podríamos ir a esta hora? —Mira su reloj—. Pasado de... medianoche. ¿Qué hay abierto aún? —Le pregunta a Luca, aunque vagamente se responde a si mismo—. ¿Una iglesia? No, ¿Museos? Tampoco. Habrá que improvisar...
—¿Una reunión de AA? —le pregunta Luca a medida que dan la vuelta y salen.
—No. Me echaron.
»O sea, ¿qué tiene de malo organizar una fiesta después una reunión?
—Ni idea.
—Contigo me entiendo.
—¿Y qué más dijo el oso grizzly?
—Creo que sigue enojado. Ya que bajemos te lo voy a presentar.
—¿De... acuerdo? —oigo dudar a Luca.
—Aunque, al abrirse las puertas del elevador, al nomás llegar al estacionamiento, primero corres.
—¿«Correr»?
Ya están lo suficiente lejos como para que escuche el resto de la conversación, por lo que guardo en la nevera mi plato con mi parte del pedazo de Red Velvet y me marcho a mi habitación, pensando. A diferencia de Omi aún debo hacerlo sin alcohol... y no duele menos.
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Un montón para pensar, ¿cierto? *suspira* Pueden dejar aquí sus impresiones. Me encanta leerles ♥
POR LO DEMÁS, ¿Qué harán Omi y Luca? Lo sabremos en el Capítulo 48, o sea, el siguiente 7u7 Mientras tanto, dejen su voto ♥ y corran a seguirme en Instagram y TikTok porque en ambas redes sociales publicaré un adelanto de eso el miércoles. Debe ser allí porque es en formato vídeo. Me encuentran como TatianaMAlonzo
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¡Y de nuevo GRACIAS por dejar su voto! *susurra* Se viene desmadre en todo sentido ;)
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