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42. «Mr. Yatecito»


Para Girasol_Girasoleado ¡Gracias por ayudarme a aumentar la dosis de Cringe! xD

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5,500 palabras tiene este capítulo. De antemano GRACIAS por sus votos y comentarios c,: Me ayudan mucho ♥

*Baby Talk: Lenguaje de bebé.


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42. «Mr. Yatecito».

—Tienes que calmarte —le digo a Michelle, acercándome a la esquina en la que ahora parece refugiarse, en un rincón de mi piso de oficinas, fuera del campo de visión de Victoria y Omi.

Apoya su hombro en la pared a modo de no ver de frente a nadie y manteniendo sus brazos cruzados. Dolida, desde luego. Sobre todo porque, al reírnos con lo de «Omi Junior», la Perrera no estuvo de su lado. Pero tampoco nos lo puso fácil, apenas estamos procesando que ella y Victoria...

No sé si hubo indicios.

No nos dimos cuenta.

Ni siquiera lo sospechábamos.

Y, dada la situación de Victoria, es claro que tampoco ha sido fácil para ella.

—Sé que estás enojada —continúo—, indignada, comprensiblemente celosa, yo mejor que nadie lo entiendo, te lo aseguro. Pero eso no te da derecho a ser cruel. Sobre todo, con Victoria.

—¿Y quién le pide a ellos no ser crueles conmigo? —me contesta con dolor Michelle, volviéndose para verme de frente—. Oíste a Omi «Podemos estar seguros de que ese bebé, feto o embrión no es tuyo, Michelle». —Finalmente se suelta y llora—. No tienes idea de lo que se siente.

»Ella me prometió que luego de lo de Cashba ya no habría nada entre ellos y ahora resulta que está embarazada.

»¿Quién aleja a Omi ahora? Si Victoria tiene al bebé se verán por el resto de sus vidas.

Michelle no solo me lo dice a mí. Lina y Simoné también se aproximaron a hablar y ahora las cuatro vemos de reojo a Omi y a Victoria.

Él, además de rodearla con más promesas, ahora está haciendo una videollamada.

Tida —Victoria intenta que cuelgue, pero Omi niega con la cabeza—. Sabes que Tida es mi conciencia, tengo que decírselo a ella, solo a ella —promete y Victoria hace girar sus ojos.

»Adivina, Tida —Él está feliz.

Tienes herpes otra vez —escuchamos que le dice Tida.

No, eso no. Victoria está embarazada —Omi gira el móvil a modo de que ahora enfoque a Victoria. Nuestra amiga sonríe y saluda con su mano a Tida.

Oh, que bien. ¿Y de quién es? —pregunta Tida y Victoria solamente extiende su sonrisa.

¿Cómo que de quién? —se queja Omi, volviendo a enfocarse a él mismo con el móvil. A Victoria, como sea, no parece afectarle—. Es mío. De esa vez que llegamos borrachos de madrugada, cuando me caí en la alberca y los dos vomitamos en las gradas.

»El resultado de eso es un embarazo, no herpes.

Felicitaciones. Por fin avanzamos —dice una «no muy segura» Tida. La recuerdo por su aspecto excéntrico.

Mira —continúa Omi, volviendo a girar el móvil hacia Victoria, pero ahora enfocando su barriga.

Todavía no se nota —se queja Tida.

Claro que se nota —asegura Omi para indignación de Victoria, que ahora toca su vientre preocupada de verse gorda.

»Agú, Agú —continúa Omi, aún sujetando el móvil, pero dirigiéndose a la barriga de Victoria—, ¿Quién quele a ese goldo plecioso? —habla con lenguaje infantilizado, agudizando para un mejor efecto su voz—. ¿Quién lo quele, Omi Junior? ¿Quién? —Y procede a torcer los ojos y esbozar caras de pato.

Tengo que ladear mi cabeza hacia un lado.

Y aunque Victoria sonríe, como si de un evento se tratara, nosotras nos miramos la una a la otra. ¿Ese es Omi?

—Ya le dije que es un embrión —masculla Michelle—. Células, sin extremidades, ni siquiera del tamaño de una uña.

—Así somos los padres —le contesta con voz conciliadora Simoné—. Sobre todo los primerizos.

A ve' cara tite —escuchamos que dice ahora Omi a la barriga de Victoria, esbozando él mismo las caras—, cara tite, cara 'nojado, cara feli.

Arrugo mi nariz.

—Como dije, así somos los padres primerizos, hasta damos vergüenza —insiste Simoné tirando hacia un lado su boca.

Omi cuelga la videollamada con Tida, pero, de rodillas delante de ella, continúa hablándole con voz infantilizada a la barriga de Victoria.

A ve' el miau miau.

»A ve' al pio pio.

Mantenemos nuestros gestos contraídos en muecas.

—Está haciendo la cara de cada animal —musita Lina, sin poder creerlo.

A ve' ahora el oink oink —continúa Omi, tirando hacia arriba su nariz con su dedo índice.

Suficiente.

Las tres nos volvemos otra vez hacia Michelle.

—¿Victoria te dijo que va a dejar a Gary? —pregunto, retomando nuestra conversación.

—No, no va a dejar a Gary —niega Michelle—. No por ahora, sino cuando sea el momento.

—¿Y eso es cuándo? —No puedo evitar sonar cruel con estos temas. Hoy más temprano fui inmisericorde con Laura y tampoco me importa que Michelle sea mi amiga.

Simoné vuelve a gesticular en mi dirección «Perra».

—Su situación es complicada, Ivanna —defiende Michelle.

—Eso dicen siempre —añade Simoné—, «Es complicado. Pero, pierde cuidado, nos vamos a divorciar. Ya ni dormimos juntos».

Arqueo una ceja en dirección a Simoné. «Y me llama a mí "Perra"».

—Ustedes saben cómo es la situación con Gary —insiste Michelle.

—Sonlisa... sonlisa... sonlisa —escuchamos ahora decir a Omi intercalando sus palabras con palmadas, pero nos negamos a voltear otra vez.

—En todo caso, Michelle, es Gary y no tú quien se tendría que ofender —opina Lina—. Él es la pareja oficial. No tú, ni Omi.

—Pero Victoria aún no le quiere hablar con la verdad.

—Su maldito problema.

—Tengo dos manitas chiquitas bonitas, que cuando las muevo son maripositas —escuchamos que canta Omi y nos tenemos que volver.

»Con ellas me limpio, me lavo la carita y mis zapatitos puedo lustrar.

Lo veo boquiabierta y por alguna razón mi ojo empieza a saltar.

—Tengo dos manitas chiquitas bonitas que cuando las muevo son maripositas —repite, moviendo sus manos como si saludara a la barriga de Victoria.

Vuelvo a arrugar mi nariz, pero, es increíble, y, hasta cierto punto incomprensible, también estoy sonriendo.

A ve' a papá —le dice a continuación Omi a la barriga, señalándose él mismo—. A ve' a mamá —Ahora señala a Victoria.

Y aunque nosotras queremos seguir viendo, nos volvemos de nuevo hacia Michelle al oírla caminar de lejos con sus tacones otra vez puestos, e ir, muy molesta, rumbo a la salida.

Devuelvo mi atención a Victoria y me percato de que también mira la melodramática salida de Michelle y ya no a Omi. Su semblante, al igual, se transformó y ya no parece feliz de oír que hablen con Baby talk a su barriga.

—Omi —lo llama. Su voz es trémula—. Por favor, aún no des por hecho que va a nacer.

Omi se pone de pie notablemente aterrado.

—E-eso no lo decide Michelle.

—No, no lo va a decidir Michelle —le asegura Victoria.

Aun así, como si le hubieran dado un golpe en lugar de una noticia, él no parece saber cómo seguir reaccionando. En segundos fue de la alegría al temor.

—Por favor, Victoria —ruega y mi amiga alza la barbilla procurando aparentar firmeza. Pero desde donde estoy puedo ver las grietas y sé que Omi también.

»Victoria... —Él intenta volver a ponerse de rodillas, pero ella se aleja.

Y no sé qué está pasando por la cabeza de Victoria, por la expresión en su rostro parecen ser muchas cosas a la vez, pero por lo atento que ha sido conmigo desde que lo conocí, de momento es Omi el que me causa pena.

Regreso a mi oficina a buscar dentro de mi bolso el sobre con los resultados de mi examen de sangre, oigo un móvil sonar a distancia y cuando estoy de vuelta Lina me indica que Omi se fue. «¿Quién lo llamó?». Dejándole encargada a ella y a Simoné a Victoria, voy por mis zapatos y me apresuro a seguirlo.

...

Alcanzo a Omi en la recepción principal del edificio, está al teléfono con otro de sus guardaespaldas acompañándole y por lo que alcanzo a escuchar hablan de Michelle.

—La vieron rayar mi nuevo Maserati y la sacaron del estacionamiento —me dice al terminar de aproximarme.

—¿Tu nuevo Maserati? —Lo miro boquiabierta.

—Te dije que iba a comprar uno color negro —me recuerda—. Eso es lo que te venía a mostrar.

Parece intentar decidir qué hacer.

—No seas duro con Michelle —le ruego.

Ella no es en realidad un peligro y suficiente con que los guardaespaldas estén armados.

—Como si no se lo mereciera —asegura Omi, molesto, y de vuelta retomando su camino hacia la salida.

Y de vuelta lo sigo.

—Te quería mostrar que lo de mi embarazo es real.

Justo en la puerta principal del edificio, Omi vuelve sobre sus pasos; sorprendido. Finalmente capté su interés.

Le entrego el sobre, lo veo abrirlo y leer.

—Dios de mi vida —silba—. ¿De Llamaditas?

Asiento a mi pesar.

Llamaditas —repite con orgullo paternal, lo que me obliga a hacer girar mis ojos.

«Hombres».

—¿Y ya lo sabe?

—Sí, se lo dije hoy por la mañana.

—¿Vino? —Omi lo busca entre la gente que permanece en el vestíbulo—. No lo he visto.

Cambio el peso de mi cuerpo de un tacón al otro, sintiéndome incómoda.

—No... No ha venido.

Omi no parece comprender.

—Se lo dije por teléfono.

—¿Por teléfono?

—Larga historia.

No dejo de trastabillar al, esta vez, ver a Omi retador.

—¡Y no ha venido! —espeta, devolviéndome el sobre.

»¿Sabes qué? Yo mismo iré por él —decide, continuando su camino hacia la salida.

Y de nuevo conmigo siguiéndole, ahora bajando los dos las gradas frente a la puerta principal.

—¡Dime dónde trabaja! —exige Omi.

Niego con la cabeza.

—¡Es increíble que no valore la suerte que tiene!

—Tú ya sabes la historia que tenemos detrás —le recuerdo. Él leyó con nosotras La loba—. Ni para él, ni para mí, es fácil.

—¡Pero un bebé es un bebé! —sigue peleando Omi, dejándome alcanzarlo al final de las gradas.

Se mueve de un lado al otro; llorando, y lo obligo a voltear a verme.

—Es que yo tampoco sé si va a nacer —admito, sintiendo que mis ojos pican tras mis pestañas.

Omi niega con la cabeza y lleva una mano a su cara exhalando con fuerza.

—¡No sé qué hacer! —continúo, sintiendo pesar—. ¡Tengo miedo! ¡...Desde que lo supe no he dejado de sentir miedo! ¡Terror, de hecho! —termino de explicar, siendo, por primera vez, completamente sincera respecto a cómo me siento.

Por primera vez.

Y siento alivio.

Y lo expreso exhalando, y, así, dejando por fin salir aire que retengo. Ansiedad que retengo.

Con Omi siempre me ha sido fácil hablar.

—Y él no está aquí apoyándote —continúa, aún más molesto. Pareciera estar comparando su situación con la de Luca.

»Pero cuentas conmigo —decide, y, para mi sorpresa, arrodillándose frente a mí del mismo modo que lo hizo con Victoria.

—¡Omi! —exclamo, preocupada.

Me vuelvo a ver a la gente a nuestro alrededor. En parte, gente que sale o entra del edificio, y, parcialmente, que sin duda salieron alertados por lo que sea que haya hecho Michelle, porque no dejan de fisgonear el estacionamiento... y ahora a nosotros dos.

—¡Omi! —insisto en llamarlo cuando empieza a besar con afecto mi vientre.

—Yo también estoy aquí para ti, Omi Jr. II —le dice al positivo y tengo que torcer mi cara en otra mueca.

»Lo que necesitas es a alguien comprometido —me advierte y... no puedo creerlo.

»Agú, Agú , ¿Quién quele a ese goldo plecioso? —comienza a hablarle con Baby talk al Positivo, ¡al Positivo!—. ¿Quién lo quele? ¿Quién lo quele? —Y hace pedorretas sobre mi barriga, seguidas por caras de pato.

Una tras otra, patos de todas las formas; torciendo sus ojos, sobresaltando sus labios y estirando hacia los lados su boca.

Cierro los ojos. «¿Por qué, Dios?».

—A ve' el guau guau —dice ahora, agudizando aún más su voz, y de nuevo miro con horror a la gente alrededor nuestro.

—No, no quiere ver al Guau Guau —mascullo y tiro de su brazo para obligarlo a levantarse.

—Sí, sí quiere —asegura Omi, volviendo a depositar un beso sonoro sobre mi vientre.

»A ve' el miau miau. —Lleva las manos a su cabeza para simular que son orejas de gatito.

»Ahora al pio pio. —Sacude hacia los lados los brazos como si bailara.

Ése es Omi no temiendo hacer el ridículo.

Mi cara debe ser un poema.

—Cara feli' —dice ahora, sonriéndole a mi barriga de forma genuina— Cara feli' para hacer feli' a mamá —añade, señalándome, y niego con la cabeza.

»Cara feli'

»Tú también estás sonriendo —dice, mirándome.

Vuelvo a negar con la cabeza.

—No.

—Sí.

—¡No, no estoy sonriendo! —repito, limpiando mi nariz.

—Sí. Estás sonriendo —insiste Omi, sonriéndome con impertinencia, y, una vez más, vuelvo a negarlo. No dejo de negarlo—. Ivanna...

Alzo la vista hacia el cielo, sonriendo.

—Ivanna... —repite Omi, y vuelvo a verle, ahora sí los dos sonriendo.

»Eso es.

—Te voy a convertir en el nuevo rey de Tailandia —le promete ahora al Positivo.

»Porque nos vamos a ir a Tailandia —Su voz se quiebra al decirlo y yo del mismo modo siento un nudo en la garganta—. ¿Lo imaginas? —me pregunta a mí—. Siendo sujetado por mí, los dos sentados en el borde del yate, mientras él sacude sus piecitos dentro del mar.

»En un yate recién nombrado «Omi Jr.» —continúa Omi, apoyando la frente en mi vientre, sobre el que procede a llorar sacudiendo con fuerza sus hombros.

Esto ya no es sobre el Positivo.

—Omi —lo vuelvo a llamar, acariciando su cabello a modo de consuelo y forzándome a no llorar yo también.

Ya poco me importa la gente viéndonos, aunque sí reparo en que Victoria, Lina y Simoné las tres ahora también de pie sobre las gradas frente al edificio. Si bien, es a Victoria a la que miro directamente con súplica. Aun cuando no sé por qué. No es mi decisión que continúe o no con su embarazo, así como tampoco que haga un lado todo y acepte darse una oportunidad con Omi. Porque también, siendo al igual mi amiga, debería pensar en Michelle.

No es una situación fácil para nadie. En particular, Victoria, que no deja de mirar con dolor a Omi. ¿Qué está pasando por su cabeza justo ahora?

Como sea, su atención cambia al desviar de forma abrupta la vista al frente, gran parte de la gente lo hace, y no comprendo por qué hasta miro a Lina gesticular «¿Luca?» y advierto que Omi se puso de pie.

Enderezo mi espalda, respiro fuerte y me empiezo a girar lentamente.

«Sí. Es Luca».

Trago duro y siento cómo el sobre con el resultado «Positivo» resbala de mis manos.

Mientras, Luca mueve hacia los lados su cuello como si se preparara para una pelea.

«¿Qué demon...?»

Eso me pone molesta.

—Buenas tardes —saluda.

—Buenas tardes —lo saluda de vuelta Omi, recuperando la seguridad en su voz.

No parece disfrutar la idea de mostrarse vulnerable frente a Luca.

Disimulo mal estar nerviosa, Luca es a quien más he querido ver desde las últimas 72 horas; pero, como no sé de qué forma tomó la noticia, y porque, es claro, con esa actitud vino él, al igual me siento a la defensiva.

«Así que busca pelea».

—Gracias por venir —digo, sarcástica, y arqueo una ceja en dirección a su camisa blanca manchada de azul—, y de una forma tan presentable.

—No tienes idea del día que he tenido.

—¿Qué no tengo idea? —Y escuchar eso me pone tan molesta que, cual perra, le muestro los dientes al hablar—. ¡Dieciocho horas en un vuelo desde Taiwán sin escalas! —Lo apunto con mi dedo—, ¡Dieciocho horas con la duda, más el tiempo de espera de cuatro pruebas de embarazo y un maldito examen de sangre! ¡DIECIOCHO HORAS!

»¡DE HECHO CASI UN DÍA COMPLETO!

No dejo de gritarlo y después me echo hacia atrás con burla.

—¡Y solo falta que me preguntes si es tuyo!

—No, no venía a decirte eso —Luca cruza los brazos sobre su pecho—. Pero que lo consideres, tomando tú misma en cuenta lo mucho que te gusta pasar el tiempo en el yate de Omi —lo mira de reojo a él—, es más que suficiente para mí.

«¡Entonces vino a morir!».

Termino de bajar hasta quedar cara a cara con Luca, y, de esa forma, sin dejar de verle con desdén, me vuelvo a dirigir a Omi.

—Dile a uno de tus guardaespaldas que me preste un arma.

Omi esboza un gesto de falsa preocupación.

—Puedes ir a la cárcel por homicidio.

—Serán solo un par de años si alego emoción violenta —contesto, amenazando a su vez a Luca que no da ni un paso atrás.

Atento a la reacción de la gente que aún nos escucha, Omi rasca su cabeza.

—Sí, ellos van a tener un bebé —les dice con una mueca.

»Usualmente se da la noticia con globos, serpentinas o Cupcakes adornados con un ultrasonido. Pero ellos prefieren las armas.

Luca pone los ojos en blanco.

—¿Y él qué hace aquí de todos modos? —demanda.

»No, no me digas. Alexa te stalkeó en Instagram hace días —agrega sin dejar que yo conteste—. Dijo que en una fotografía en la que te etiquetaron insinúan que están saliendo. —Nos señala de forma acusatoria, como si nos hubiera encontrado en pleno «acto».

Y no comprendo de dónde sacó eso hasta que recuerdo al empresario que Omi me quitó de encima en Tailandia al darle a entender que salimos... así que; sí, es «cierto».

De nuevo cambio el peso de mi cuerpo de un tacón al otro, ya que, por otro lado, ¿Luca celoso? ¿Este Luca? ¿Y lo va a demostrar?

—No lo estás negando —continúa.

«Es que; es cierto», pienso. En Tailandia Omi dijo que él y yo salimos, pero Luca no sabe al contexto.

—Y, además, lo acabo de ver de rodillas frente a ti —sigue reclamándome, y, aunque estoy segura de que quiere sonar molesto, su tono es de dolor, sus ojos también lo expresan—, ¿cuál es el juego?

—Sí, esa escena se tuvo que ver interesante —admito, relamiendo con nerviosismo mis labios: «Omi de rodillas frente a mí y encima besando mi vientre».

Por lo que, dejo caer mis hombros y trato de mostrarme más anuente.

—Me dijiste que solo querías comprarle el Centro de estética de Victoria, o, a lo sumo, volverlo tu socio.

Quiero explicarlo, pero de mi boca solo salen titubeos.

—En realidad aún no hemos decido eso —interviene Omi, a la defensiva—. Lo de comprarme o no el Centro de estética.

Y Luca, aún mal entendiendo todo, le enfurece más que lo reten.

—Entonces sí tienen algo —me reprocha.

»¿En serio? —se ríe con dolor— ¿Con «Mr. Yatecito»? —escupe, señalando de mí a Omi y de regreso.

«¿Mr. Yatecito?»

—Omi De Gea —lo corrige Omi, «amable»—. Que significa «magnifico» o «maravilloso», pero mis amigos me llaman simplemente «Omi», y sí —asiente haciendo notar la misma altanería con la que le habló a Michelle—, me gustan los yates, los coches costosos...

—Y pasar tiempo de más en las camas de bronceado —termina por él Luca, burlón.

Vuelvo a dejar caer mi boca.

Después me mira a mí como si demandase una explicación, por descontado tomando esto personal; como si, a propósito, hubiera elegido a alguien como Omi para fastidiarlo.

—¿Qué te hace pensar que es bronceado artificial? —Omi sacude con enojo su camisa.

Luca le devuelve su atención.

—Porque parece ser lo mismo con tu personalidad, así que supongo que te queda.

Llevo una mano a mi cara. Aunque, enseguida la bajo para desviar mi atención a Omi. Luce estoico, inclusive masticando un chicle imaginario en su boca. Pero sus ojos brillan advirtiendo el peligro de presionarle más. Esta no se la dejará pasar a Luca. Es más, creo que Michelle la hizo y Luca la va a pagar.

Intento intervenir, pero me detiene.

—¿Yo artificial? —se empieza a defender—. Si lo primero que le gustó a Ivanna de mí fue que llenara su apartamento con rosas y flores tailandesas naturales, reales, vivas... Y también le llevé a su mamá.

Omi es consciente de lo mucho que Luca quiere a Babette. Solo basta ver la vena que parece saltar ahora de su frente y me pregunto si vio la tarjeta de Omi de «Para mi suegra» en la habitación de Babette. Creo que sí porque al día siguiente que llegué la encontré en la basura.

—¿Rosas naturales? ¿Flores tailandesas? —se burla Luca—. A Ivanna le gustan las Flores de Navidad —defiende y contengo el aliento.

» Aunque no vas a encontrar ninguna en esta temporada del año —agrega con voz titubeante y al instante recuerdo las que encontré pintadas por él, pintadas a detalle por él, colocadas una sobre otra en mi escritorio.

«Luca».

—Entonces, Mr. Yatecito, Taburete o Mr. Bronceado perfecto... —continúa.

—Omi —lo vuelve a «corregir» Omi.

—Lo que sea —Luca mueve con desinterés su mano—. ¿Por qué me dijeron que solo eres alguien a quien había que comprar algo? Algo que, por cierto, ya le gané en una competencia.

—Tal vez decidimos seguirnos conociendo desde que visitó Tailandia —le explica Omi, «paciente», pero presto y dispuesto a contribuir a comenzar la tercera guerra mundial—. Sobre todo, ahora con lo del embarazo.

La expresión de Luca como respuesta a eso es indescifrable para mí, solo parece intentar leer a Omi, pero sí me intriga saber cómo tomó lo del Positivo.

—¿Con lo del embarazo? —pregunta.

Omi finge vacilar.

—Sí. Al principio creí que era mío, ya sabes, por aquella vez que...

—¿Por aquella vez que no terminó y la dejaste insatisfecha? —pregunta Luca fingiendo inocencia.

«No. Puede. Ser».

Giro sobre mis pies hasta dar la cara a la Perrera. Victoria parece contar la cantidad de músculos que acaban de tensarse en la espalda de Omi, Lina tiene abierta su boca en una «O» y Simoné, contemplando con admiración a Luca, una vez más está gesticulando «¡Que perra!».

Gente de pie en las gradas tampoco puede dejar de ver.

—No terminó por tu llamada —escupe de vuelta Omi.

—¿Mi llamada? —Luca camina de un lado a otro, retador—. Aunque, y se lo dije a Ivanna —me mira de reojo—, yo, y dudo que alguien aquí presente —señala a la gente—, conteste llamadas cuando se está en medio de cosas que de verdad importan.

Doy un traspié.

—Luca, ya —intento calmarlo.

—Aun así, sin importarme nada de eso, le hice prometer que yo veré por el bebé —devuelve el guante Omi y desde ya advierto lo que planea.

—Claro que lo hiciste —masculla Luca.

—Ivanna vale la pena —continúa Omi, señalándome—. Es una mujer inteligente, audaz, responsable. En general, con grandes cualidades.

¿Finge pelear por mí para provocar aún más a Luca?

—Me consta —le asegura Luca, deteniéndose para otra vez verle de frente.

—¡Luca! —le advierto.

Tiene que parar ya. Hay gente viendo. Y porque sé que a Omi no lo voy a calmar.

Pero Luca, además, cambia el peso de su cuerpo de una pierna a la otra, poniéndose cómodo.

—Entre sus cualidades podemos destacar dos pechos redondos —Lo miro boquiabierta—, trasero respingado, dos piernas largas y torneadas que te quitan el sueño, sobre todo cuando terminan en un tacón de aguja. O no me digas que no reparaste en eso.

Doy a Luca una última mirada de advertencia.

—Es por mucho el sexo hecha mujer, ¿no? —termina y siento mi rostro enrojecer.

Porque no se siente como ataque, sino como un avasallador halago, de esos que miman mi ego, pero ahora mismo no necesito las miradas de una multitud recorriéndome de arriba abajo, por lo que vuelvo a dar un traspié.

«¡Ya fue suficiente!».

—¿Y en qué trabajas? ¿Solo deportes extremos? —le pregunta ahora Luca, como si de verdad le interesara, viendo sobre su hombro el Maserati color negro estacionado en un lugar privilegiado a nuestro costado.

Y, aprovechando que el espacio de a la par ahora está vacío, hace una señal a otro coche en el estacionamiento para que lo ocupe. Un Nissan color azul.

«¿Alexa?»

El coche se apresura a ocupar el espacio junto al Maserati, los dos ahora custodiados por las camionetas que trasladan los guardaespaldas de Omi, cuyo trabajo, de hecho, solo incluye a Omi y a su nuevo Maserati.

También es la primera vez que yo lo veo. Es impresionante, un modelo MC20, mucho más llamativo que mi modelo Ghibli color rojo. Aunque no tan legendario.

«Pero eso rayó Michelle».

Omi mete la mano en su bolsillo, saca de este un dispositivo y apunta al Maserati para activar y desactivar la alarma.

Lo hace al menos seis veces. Y, cada que lo repite, el ojo derecho de Luca salta.

«Oh mi...»

—Trabajo en inversiones en tecnología, bienes raíces, la bolsa —le contesta por fin Omi a Luca— y posible socio en Soluciones en rojo.

—¿Soluciones en rojo? —Luca no esperaba eso y su ojo derecho salta aún más que cuando oyó activar y desactivar la alarma del Maserati.

—Me está ayudando a conseguir contactos —me apresuro a aclarar—. Gracias a él firmé un acuerdo en Tailandia y también conoce a gente importante en Ontiva y en todo el país.

Omi, agradecido porque le reconozco eso, tal como lo hizo antes en mi oficina, tira amablemente de mí para volver a depositar un beso afectuoso sobre mi frente. Y después, no conforme, vuelve a arrodillarse a mis pies para depositar otro en mi vientre.

—Tus papis van a trabajar juntos, Omi Jr —le asegura al Positivo y tengo que agarrarme de él para no caerme, porque ni siquiera me atrevo a ver a Luca.

Tan solo advierto una vez más el vaivén de sus pisadas, y lo imagino rotar de un lado a otro, de nuevo como león en una jaula.

Me obligo a verlo y contemplo la sonrisa tétrica congelada en su rostro, dispuesta hacia un lado y bajo dos ojos que ya ni siquiera parpadean, cosa que me obliga a apartar un poco a Omi de mi vientre.

No es miedo; es instinto.

Omi quiere morir hoy...

O yo...

¿O el mismo Luca?

¿Todos?

—¿Omi Junior? —le pregunta Luca a Omi en voz baja, pero apretando los dientes, por lo que es más un mascullo. Una... amenaza.

Me quiero poner en medio de los dos, pero Omi da un paso adelante al mismo tiempo que vuelve a activar y desactivar la alarma del Maserati

«Ay no».

—Así le digo. —Me mira con reverencia mientras yo lo miro de regreso con súplica para que deje en paz a Luca—. Desde ya lo imagino tan lindo y apapachable.

—¡Aww! —Luca gira sobre sus pies exagerando una reacción de ternura.

—Hasta tengo mi propia forma de comunicarme con él. —Los ojos de Omi brillan.

»Así le habla mi nana Tida a los bebés —platica a todo el que esté escuchando y comienzo a alarmarme—, y asegura que yo, sobre todo, lo hago de una forma muy tierna.

—¿En serio? —Luca se vuelve a cruzar de brazos—. A ver.

Respingo.

—¿A ver? —repite Omi.

—No, mejor no —digo.

—¿Por qué no, ex jefa? ¿Verdad que lo queremos escuchar? —pregunta Luca a cada alma sobre las gradas, incluidas mis amigas de la Perra que, en particular, empiezan a negar con la cabeza.

Una vez más cambio el peso de mi cuerpo de un tacón al otro, lo hago al menos tres veces más. Omi no va cantar «Dos manitas» aquí, ¿o sí?

—Háganos el honor, Mr. Yatecito —lo vuelve a animar Luca, y Omi, sin reparo alguno, se vuelve a arrodillar delante de mí manteniendo solo una rodilla en el suelo, lo que tampoco pasa desapercibido para Luca.

Omi, en todo caso, no deja de sonreír. Parece un niño a punto de mostrarle a San Nicolás su lista de deseos. Pero se trata de joder a Luca.

Y aunque no dejo de musitar «No, no, no...», me ignora.

—Agú, Agú, ¿Quién quele a ese goldo plecioso? —le vuelve a hablar con lenguaje infantilizado al Positivo agudizando hasta el límite su voz—. ¿Quién lo quele? ¿Quién lo quele? —Y, de nuevo, procede a hacerme pedorretas en la barriga seguido por las caras de pato.

Cierro los ojos con aprensión. «Que no empiece con los diminutivos».

—Sonlisa... Sonlisa...

Escucho a tres personas diferentes anunciar que deben regresar a sus oficinas y a uno de los guardaespaldas de Omi decir que irá a monitorear el perímetro.

—A ve' el guau guau

»A ve' el miau miau

»A ve' al pio pio.

¿Por qué intenta hacer la cara de cada animal?

—Ahora el oink oink. Eso es... muy bien.

Escucho un ruidoso motor encenderse, es el Nissan azul que acompaña a Luca, intentando retroceder de vuelta al lugar en el que estaba.

Luca lo señala amenazante con su dedo sin dejar de ver con severidad a Omi.

El Nissan vuelve a apagar el motor, pero enciende sus luces delanteras para hacerlas parpadear rápido. Es un S. O. S.

—Ahora cara tite' —le dice Omi al Positivo y vuelvo a cerrar mis ojos arrugando mi entrecejo. «No, cara "tite" no, cara "tite" no».

»Cara feli'

»Cara enojao'

»Eso es...

Vuelve a depositar un beso sobre mi barriga.

Pero cuando creo que no puede empeorar...

—Tengo dos manitas chiquitas bonitas, que cuando las muevo son maripositas —empieza a cantar y más gente del edificio sigue regresando a sus oficinas.

Omi no deja de abrir y cerrar sus manos mientras mueve la cabeza hacia los lados.

»Con ellas me limpio, me lavo la carita y mis zapatitos puedo lustrar.

Vuelve a dejar un beso sobre mi vientre y respingo.

¿Terminó?

¡Terminó!

Luca parece estar clavado en su lugar.

—Y es por esto que muchos si necesitan contar con una figura paterna en la infancia —masculla, pareciendo dispuesto a él mismo pedir a los guardaespaldas de Omi un arma.

»Pero bravo —aplaude, en lo que le insisto a Omi volver a pararse—. Desde luego todo un tutorial asesorado de «P a Pa» por los Teletubbies y Cepillín.

—Como dije, a mi nana Tida le da mucha ternura oírme —insiste Omi, ignorando el sarcasmo.

—Y es la única sin duda —dispara otra vez Luca.

Pero me vuelvo hacia Victoria y ella tampoco parece incómoda.

—Basta —digo a Luca, de todas formas.

Fue suficiente aunque a Omi le tenga sin cuidado.

—Está bien, Ivanna —intenta calmarme—. Lo puedo hacer otra vez si quieres —le dice a Luca, en su lugar.

El Nissan azul hace sonar su alarma y Luca lo vuelve a señalar con su dedo.

—Sería un honor —acepta Luca, y Omi de nuevo se arrodilla delante de mí como si imitase a un valiente caballero.

Ni él ni Luca dejan de sonreír.

De sonreírse el uno al otro.

Omi aclara su garganta en lo que yo vuelvo a cerrar con aflicción mis ojos.

—Agú, Agú, ¿Quién quele a ese goldo plecioso? —vuelve a balbucear con Baby talk al Positivo acentuando aún más su voz—. ¿Quién lo quele?

Abro un solo ojo, y, ahí están de nuevo las pedorretas en la barriga y las caras de pato.

... otra vez una tras otra, incluidos los ojos torcidos y «Cuaks».

Ahora son cinco los guardaespaldas de Omi que piden permiso para ir a monitorear el perímetro.

Aumentan la velocidad de su paso a medida que su jefe el balbuceo.

—A ve' el guau guau

»A ve' el miau miau...

Casi ya no hay nadie en las gradas. Solo la Perrera que, con valentía, soporta conmigo cada Guau, Miau, Pio y Oink Oink.

—Tengo dos manitas...

«¿Por qué, Dios?»

—... chiquitas bonitas, que cuando las muevo son maripositas.

Las luces delanteras del Nissan azul parpadean cada vez más lento... lento... lento... hasta finalmente apagarse por completo.

—Con ellas me limpio, me lavo la carita y mis zapatitos puedo lustrar.

Omi canta manteniendo una sonrisa astuta en sus labios y Luca, como dije, le sonríe de vuelta. Son las únicas dos personas sonriendo.

—A ve' una patadita, una patadita —le pide esta vez Omi al Positivo, intercalando la petición con continuas palmadas.

—Dale tú un puñetazo en la cara —escucho proponer a Luca y suprimo una sonrisa.

—¿Estás ahí, Omi Jr? ¿Estás ahí? —pregunta Omi al Positivo.

Y no, creo que en este punto ya se salió él solo.

Justo después de la canción de las manitas.

—Ahora la cara tite', Omi Jr.

Los ojos de Luca se avivan cada que escucha «Junior».

»Cara feli'

»Cara nojado'

—A ve' a mamá, a ve' a mamá —repite ahora Omi y, una vez más, me alarmo. Porque eso aún no lo había dicho frente a Luca—. A ve' a papá, a ve' a papá.

Omi de nuevo está señalándose a sí mismo.

Y sí. Me vuelvo hacia Luca y, prescindiendo de la sonrisa burlona, ahora es él el que tiene cara 'nojado.

—Nos iremos de aquí a la bahía en el Maserati y de Ontiva a Tailandia en yate —le dice por último Omi al Positivo, volviendo a activar y desactivar la alarma del Maserati.

Lo que vuelve a hacer saltar el ojo de Luca

—¡Repite lo de «papá»! —amenaza y me zafo de Omi para evitar que dé un paso más.

—No. Basta. ¡Fue suficiente ya!

Me instalo delante de él para contenerlo, pero, furioso, no deja de intentar pasar de mí o ver con odio a Omi.

A Omi que, sin importa lo que Luca haga, no deja de sonreírle con altivez.

—Es enserio —dice con anticipación—. Le pondré a mi yate más grande «Omi Jr.».

—¡LE VOY A PEGAR! —anuncia Luca, consiguiendo pasar de mí, pero de nuevo lo contengo.

—¡No!

—¡Me las va a pagar! —espeta, intentando alcanzar con sus manos a Omi, pero lo empujo de vuelta hacia atrás. Es. Suficiente. Ya.

—¡Vamos a hablar! —demando y tiro de su camisa para que me siga.

»Ahora vuelvo —le digo a la Perrera para que no se preocupen.

—¡Cómo permites que le hable así al enanito! —me alega Luca y, aunque mi corazón salta, sigo tirando de su camisa en dirección al estacionamiento.

Pero se vuelve y ahora señala a Omi.

—¡Ese showcito haría suicidarse a Mary Poppins!

—¡Luca, ya!


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Pónganse los cinturones porque ESTO no ha terminado c:

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