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40. Esto no es una competencia 2.0


40. Esto no es una competencia 2.0

LUCA

Subo las escaleras hacia mi apartamento en estado catatónico, de momento soy inmune a estímulos externos, tampoco sé cómo conduje mi coche hasta acá y es lo mismo desde que Ivanna cortó la llamada y me quedé viendo conmocionado mi teléfono.

Incluso de Alexa hubiera esperado una noticia semejante, pero ¿Ivanna?

¿IVANNA?

¿Ella se puede embarazar?

—Tiene que ser una broma —grazno de cara a una pared, deteniéndome en el descanso de la escalera, justo un piso abajo del mío, creo.

Ni siquiera estoy seguro de que este sea mi edificio.

—Hola Luca..., ey, estás dejando caer tu bebida —escucho que me dice un vecino que también está subiendo y bajo la mirada hacia mis manos.

En la izquierda sostengo una bebida azul fría cuya pajita sobresale de un vaso con tapadera y parte de ella ahora está en mi camisa y pantalón. De manera que la enderezo para que ya no gotee y continúo subiendo las escaleras preguntándome en qué momento compré una bebida.

Al llegar a mi puerta reviso mis bolsillos buscando mis llaves.

De uno empiezo sacando unos pañuelos de papel.

«¿Por qué tengo pañuelos de papel en mi bolsillo?», me gustaría saber.

«Ah sí, me los dieron cuando me puse a llorar», recuerdo.

De mi otro bolsillo saco una biblia pequeña.

«¿Y por qué tengo una biblia?»

Frunzo mi ceño sin comprender.

«Ah sí, cuando pregunté si Dios existe», sigo recordando.

Ivanna puede llegar a ser bastante inhumana.

Sigo revisando mis bolsillos y encuentro más pañuelos de papel, y más, y más... y más.

Son bastantes...

Puede que una caja completa.

Recuerdo que me los daban uno tras otro al mismo tiempo que preguntaban si alguien de mi familia murió o qué provocó una experiencia tan traumática.

Ivanna.

No encuentro nada más en los bolsillos de mi pantalón y, volviendo a cambiar de una mano a otra la bebida, indago dentro de los bolsillos de mi saco.

«El número de teléfono de un Psicólogo», hallo, pulcramente anotado en una servilleta de papel junto con el nombre de este y la dirección.

«¿Por qué en una servilleta de papel?», dudo.

«Ah sí, porque cuando intentaron dármelo en un Post-it me puse a llorar más fuerte», suspiro, formando con mi boca otra «O».

Más pañuelos de papel...

Fue un emotivo en torno a mis compañeros de trabajo.

—Y por fin mis llaves —chasqueo, al encontrarlas justo en la mano que creía libre para buscar. Arrugo mi entrecejo al verlas. «¿Todo el tiempo estuvieron allí?»

«Ah, sí», recuerdo, «las saqué de mi bolsillo antes de salir de mi coche allá abajo en el estacionamiento».

«Aunque el misterio de cómo llegó la bebida a mis manos continúa», vuelvo a suspirar, entrando por fin a mi apartamento.

En la sala encuentro a Roy y Clarissa.

—¿Qué hacen aquí? —les pregunto sin comprender.

—Laura me pidió que viniera a platicar con ella —dice Clarissa, con extrañeza—, pero aún no llega, así que vine a esperarla aquí. ¿Tú por qué viniste temprano?

No contesto y miro a Roy.

—Te llamé para preguntarte si íbamos a ir al cine a ver otra vez Spider-Man: de regreso a casa, y me pediste que me saliera del trabajo y viniera —me recuerda Roy y asiento.

»Aunque no sé por qué estabas sollozando —agrega.

Clarissa, en tanto, no deja de mirarme con preocupación.

—¡Estás dejando caer esa bebida sobre tu camisa! —señala y vuelvo a enderezar la bebida azul en mi mano.

»¿Por qué no te sientas? —aconseja ahora, viniendo ella misma por mí a donde estoy de pie para acompañarme hasta uno de los sofás.

Y ahí, tal como me indican, tomo asiento y con mi boca entreabierta mantengo mi atención en un punto lejano.

—¿Q-qué pasó? —pregunta Clarissa, reacomodando inútilmente mi corbata. Pero no importa, la desataron del cuello desde la mañana.

»¿Pe-pediste volver temprano porque te sientes mal? —agrega—. Porque te ves mal.

Tanto ella como Roy me ven con preocupación.

—¿Qué pasó? —insiste Clarissa.

—¿Es Luca el que vino? —pregunta Alexa saliendo a nuestro encuentro en bata de baño y tintura y pincel en mano.

Es rubia natural, tipo almendrado, según sus propias palabras; pero cada mes retoca su raíz con rubio platinado.

«Sí, prefiero desviar mi atención al cabello de Alexa».

Roy finge no soportar el olor a químicos, por lo que sujeta su nariz y esboza una mueca de desagrado en dirección a Alexa que se apresura a fingir indiferencia.

—Ya tengo otra vez mi coche conmigo y hoy voy a regresar tarde —me advierte Alexa y la mueca de desagrado en el rostro de Roy se ensancha—. Tengo una cita —procede a anunciar feliz mi amiga.

Roy desvía su interés de Alexa a la bebida en mi mano y me la quita para concentrar su atención en esta.

—Alexa, Luca no se siente bien —le hace saber Clarissa a mi amiga.

—¿Qué pasó? —pregunta Alexa, preocupada, pero ansiosa por regresar al baño a seguir retocando su cabello.

Trago saliva antes de contestar:

—Eh... Ivanna...

—¡Aj, lo sabía! —se queja Alexa—. ¡Pero hoy no tengo tiempo para esto, luego me platican!

—¡Alexa! —la intenta regañar Clarissa, pero mi amiga se marcha dispuesta a ignorar el drama.

—... me llamó —continúo platicándoles a Roy y a Clarissa—. Ivanna me llamó y...

—Dijiste que ya no ibas a contestar sus llamadas —me recuerda Roy.

—Esta tuve que contestarla —digo, procediendo a buscar entre mis bolsillos mi teléfono, y sacando uno detrás de otro los pañuelos de papel para asombro de Clarissa.

Encuentro mi teléfono en mi bolsillo trasero y otra vez intento llamar a Ivanna.

—¿Y qué quería? —pregunta Roy.

—Decirme que está embarazada —suelto sin más y tanto Roy como Clarissa respingan.

Roy, en particular, casi se ahoga con mi bebida por estar en ese momento sorbiendo de la pajita.

Por lo demás, como si hubiera pulsado el acelerador, Alexa regresa corriendo del baño a la sala aún con tintura y pincel en mano, y, al igual que los otros dos, por completo estupefacta.

Y es la primera en exclamar un «¡¿QUÉ?!»

—¿I-Ivanna? —balbucea enseguida Clarissa.

—¿Ivanna Rojo? —agrega Roy para cerciorarse.

—Sí, Ivanna Rojo —confirmo y Alexa, boquiabierta, tiene que inclinarse a recoger el envase de tintura rubia que acaba de dejar caer. Poco le importa que ahora gran parte esté desperdigado por el piso.

Y tampoco consigo que Roy y Clarissa dejen de mirarme como si me hubiera salido una segunda cabeza.

No obstante, al ver que no agrego nada, tanto Alexa como Roy reaccionan por pausas y comienzan a reír con nerviosismo.

—Que buena broma —dice Alexa—: Ivanna embarazada. Ivanna —remarca.

—Es más probable que Disney haga al menos una película buena de la Guerra de las galaxias —la secunda Roy, volviendo a disfrutar con calma de la bebida.

Paso ambas manos sobre mi cara sintiéndome cansado.

—Eso quiero pensar yo, que es una maldita broma —espeto, dejándome caer por completo en el sofá.

Clarissa mira de uno a otro, asustada.

—¿E-entonces no es una broma? —pregunta tentativamente Alexa, que estaba por volver al baño con lo poco que le queda de tintura.

—No —confirmo, aunque aún no parece suficiente—: Lo juro por el Funko de linterna verde edición especial que tienen en discordia —agrego y tanto Alexa como Roy vuelven a respingar, y esta vez, al igual que yo al recibir la noticia, casi ahogándose.

—¡Ivanna está embarazada! —exclama Alexa, tomando asiento.

Roy también se sienta derecho:

—Pero dijimos que es una mezcla de víbora y vampiro, ¿no le correspondería poner huevos?

—¡Roy! —regaña Clarissa a Roy negando con la cabeza y se vuelve a dirigir a mí.

Aunque no lo demuestra con sus acciones, en el semblante de mi hermana puedo percibir que también está asustada.

—¿Y-y cómo te lo dijo? —quiere saber.

—Pues... me llamó hoy por la mañana —exhalo.

—Pe-pero ¿y si es broma de ella? —propone Roy—. No es broma tuya, lo juraste por el Funko de linterna verde, pero ella no lo ha jurado, ¿y solo quiere joderte?

—Eso estaba pensando —le digo a Roy, feliz de no ser el único que se plantea esa posibilidad—, que solo es una broma cruel.

Casi estoy llorando de nuevo.

Alexa aún lo está asimilando.

—Pero pongámonos en contexto —interviene otra vez Clarissa—, ¿tú realmente crees que Ivanna te haría una broma así? —me pregunta.

—Sí —contesta Roy por mí.

—¡Deja que conteste Luca! —lo vuelve a regañar Clarissa y desvío otra vez mi atención al punto lejano.

«¿Ivanna sería capaz de hacerme una broma así?»

—Quiere joderle la vida —insiste Roy—, ella es así de perr... ruda.

—Pero no tiene sentido —objeta Clarissa viendo de mí a Alexa y después a Roy.

»Trata de ponernos en contexto, Luca —pide a continuación—, ¿qué fue exactamente lo que te dijo? ¿Y, por qué, en primer lugar, no te citó para hablarlo personalmente? —agrega, molesta.

»Es que, algo así se habla personalmente, ¿no? —insiste Clarissa, viendo una vez más de uno a otro.

Roy asegura que eso respalda su teoría de que es una broma.

Me hundo aún más en el sofá.

—Iba a citarme para hablarlo personalmente —aclaro, viendo de mi hermana a un acostado—, pero... ¿cosas pasaron?

—No es justificación —insiste Clarissa.

—Bastante desconsiderado por parte de Ivanna —la secunda enseguida Roy.

—Mucho —digo, de acuerdo con los dos, y me hago de nuevo con otro de los pañuelos de papel.

Alexa no deja de negar con la cabeza.

—Pero, ¿antes de eso qué paso? —me pregunta Clarissa—. Sé que el desayuno terminó mal, aseguraste que no fue buena idea ir a hablar y que te prometiste volver a alejarte.

—Me estuvo llamando —explico—, y sí, dije que iba a alejarme, que no iba a volver a contestarle...

—¿Qué tanto te llamó desde lo del desayuno? —quiere saber ahora Clarissa.

Vuelvo a ladear mi cabeza hacia un lado.

—Eh... Un par de veces.

—Y se había ido a Asia —continúa buscando contexto Clarissa y asiento—. Es decir que, ¿ya está aquí? ¿Te llamó justo al regresar?

—Sí. Creemos que regresó el viernes —interviene por fin Alexa, aunque sin dejar de mostrarse estupefacta.

—Entonces ¿vino a decírtelo? —me pregunta Clarissa sin entender nada... cuando yo entiendo menos.

Ivanna no me explicó más, me colgó y ahora es ella la que no contesta mis llamadas.

—¿Y si regresó embarazada de Tailandia? —vuelve a intervenir Roy—. El bebé es de Omi —zanja y otra vez bebe de la bebida azul.

—Dijiste que se acostó con Omi justo antes que contigo, ¿no? —me pregunta Clarissa y duele asentir—. Pero, al llamar, ¿te dijo eso? —agrega—: ¿«Luca, estoy embarazada de Omi»?

Niego con la cabeza.

—No. Solo dijo «Estoy embarazada».

—Porque se lo quiere endosar a Luca —opina Roy.

—¿Se lo quiere endosar a Luca en lugar de al multimillonario tailandés? —le pregunta Alexa.

»¿A Luca? —insiste y estrecho mis ojos en su dirección.

—Porque quiere regresar con Luca —continúa Roy como si fuera obvio y me mira—. Recuerdas el desayuno cuando te aconsejé decirle lo de querer tener hijos.

—No me recuerdes eso —mascullo, volviendo a pensar en «Gruñón, tontín y dormilón».

—¡Pero todo encaja, Luca! —insiste Roy.

—Ivanna tomó eso con burla, Roy —le recuerdo, porque ya lo platicamos—. Todo el plan falló.

—No solo falló, mira dónde terminó —me regaña Clarissa.

Asiento.

—Pero lo quiere de pretexto para hablar contigo y le creíste —insiste Roy.

—Lo de usar un embarazo para manipular a Luca es algo que haría Pru, no Ivanna —opina Clarissa.

Roy no sabe qué contestar a eso y Alexa le da la razón a Clarissa.

—Pero enfoquémonos en los hechos —continúa mi hermana y de vuelta me mira a mí—. Si Ivanna en ningún momento te dijo «Estoy embarazada de Omi», asumimos que es contigo —empieza y solo puedo pensar en «No asumir».

—Sí.

—Pero seguimos sin tener la certeza de que no es de Omi —insiste Roy para enojo de Clarissa—. No sabemos si con él usó condón.

—Mira Roy —Clarissa esta vez le habla sin un atisbo de amabilidad—, no sabemos si Omi usó condón, pero tan fácil como ver a Luca —me señala—, ¿crees que estaría así de asustado si él mismo hubiera usado condón?

Roy y Alexa me miran.

—¿No usaste condón? —preguntan, boquiabiertos.

Vuelvo a alcanzar otro de los pañuelos de papel.

—Miren, no venimos aquí a juzgar.

—Sabes mejor que nadie en qué te metiste —vuelve al ataque Clarissa, señalándome—, literalmente.

»Así que no tienes derecho de ir a portarte con Ivanna como un imbécil.

»Y aún si tuvieras instalada la duda —continúa Clarissa—, eres mi hermano, mi hermano mayor, y durante toda mi vida, a pesar de los lapsus de inmadurez, solo te he visto comportarte como un caballero.

—No iba a ir con Ivanna portándome como un imbécil —aclaro, sentándome derecho.

Y entrego a Clarissa un pañuelo de papel limpio. Llora porque siente temor por mí. Lo mismo Alexa y Roy pese a que lo demuestran a su manera. Y les digo que, de verdad, de verdad, de verdad, les agradezco estar aquí conmigo.

—¿Ivanna no se cuidaba? —me pregunta Alexa.

Dejo caer mis hombros.

—Me dijo que sí.

—¿Hace cuánto te dijo eso? —pregunta Roy.

Miro con temor a Clarissa antes de contestar:

—¿Hace dos años?

»Y asumí que aún era así —agrego.

—¿Y no te dio tiempo de volver a preguntarle? —quiere saber Alexa.

Nos recuerdo a Ivanna y a mí en el estacionamiento del centro comercial, en las escaleras, aquí mismo en uno de los sofás de mi sala, en mi habitación, su cocina o en su propia sala con vinos alrededor...

Y vuelvo a negar lentamente con la cabeza pensando en todo eso.

—Nee, no hubo tiempo.

—Ivanna es cuidadosa, algo pasó —dice Clarissa.

—Porque en definitiva no le gustan los bebés —opina Alexa.

—Te lo dijimos hace dos años —me regaña ahora Roy—, que esto iba a pasar si no te cuidabas, que Ivanna te iba a dejar con todo, ignorándote, y sin hacerse cargo.

»Va a agarrar de un extremo del pañal al rorro y te va a decir «Aquí tienes esta tu chingadera, y ahí ve qué haces con él».

»Ni siquiera le va querer poner su apellido —Roy comienza a llorar.

—Pero nos podemos organizar —dice Alexa y apenas me doy cuenta que también está llorando—, yo lo cuidaré por las mañanas, Clarissa por las tardes al volver de la preparatoria y tú y Roy cuando vengas de trabajar y en las noches.

Estoy boquiabierto.

—Y yo me encargaré de vestirlo, o vestirla, porque sé que será niña —continúa Alexa—, le prepararé sus outfits combinados de forma monocromática, la mayoría brillantes, y poniéndole siempre en la cabeza bandas para el cabello con forma de moño, todos tan enormes que cubrirán gran parte de su cabeza y sus orejas.

»Mira, así —me dice Alexa con emoción, sacando su teléfono para buscar el ejemplo en Google y me lo muestra.

Yo solo puedo ver su propia cabeza. Creo que ha dejado el tinte tanto tiempo sobre su cabello que ya hasta se le quemó.

—Y el día de su bautizo la vamos a vestir de amarillo narciso combinado con dorado —continúa.

Clarissa igualmente la mira boquiabierta y Roy ni se diga.

—¿Su... bautizo? —pregunta Clarissa.

—Sí —objeta Alexa—. Porque yo soy todo lo que quieran, pero muy creyente.

Ninguno, excepto ella, puede aún cerrar la boca.

—Y como soy la mejor amiga de Luca y, sea como sea, Ivanna me aprecia mucho, sé que no habrá problema en llamarla «Alexa II» —decide y me vuelvo a dejar caer del todo en el sofá.

»Y no se preocupen por nada más. Yo, yo, y solo yo, la cuidaré si nadie más puede.

Alexa sacude su cabello sin tintura enseguida de decir eso.

—Alexa —Clarissa consigue reaccionar—. Aún no sabemos si Ivanna quiere tenerlo.

—¿Cómo? —Alexa simula limpiar su oído.

—Que no sabemos si Ivanna quiere tenerlo —repite Clarissa.

—¿Y por qué no querría tenerla?

—Pues porque no, porque no quiere —contesta Clarissa.

Alexa me ve a mí.

—¿Luca?

—Tampoco sabes si Luca quiere tenerlo o qué opina —continúa Clarissa y ahora es Alexa la de la boca abierta.

—Ni siquiera tienes que cuidarla tú —interviene Roy, dirigiéndose a Alexa—. Podría ser Laura. Digo, ya que Isabella le dice «papá» a Luca, el rorro o rorra, le puede decir «mamá» a Laura y cuidarla ella, y de esa forma tampoco se estropean los planes de Luca.

—Laura no hace falta, me encargaré yo —insiste Alexa, mirando con demanda a Roy y este, pareciendo tener la boca seca, vuelve a sorber de la pajita.

Y con eso por fin recuerdo por qué compré la bebida al salir de las oficinas de Chevalier.

Me pongo de pie.

—Miren, ni siquiera sé qué día es —digo a todos, recibiendo como respuesta «Lunes»—. E Ivanna me citó en su oficina, en su nueva oficina.

—¿Irás solo? —me pregunta Clarissa.

—Pues, tú tienes que esperar a Laura —recuerdo— y Alexa mejor si va a echar un vistazo a su cabello —agrego simulando oler algo raro y con eso Alexa vuelve a reaccionar y corre de regreso al baño.

»Entonces, solo me queda Roy —digo, viendo a mi amigo ya listo para venir conmigo.

—Roy vas como apoyo, no como instigador —lo amenaza Clarissa.

—No volveré a comparar a Ivanna con una víbora mezclada con un vampiro —promete Roy y, tras volver a exhalar al suponer lo que me espera, le pido que me siga.

...

—No me cambié la camisa —le digo a Roy al terminar de bajar los dos las escaleras del edificio.

E intento regresar, pero, pensándolo mejor, cansado, sigo mi camino como estoy.

«Qué importa». Espero que a Ivanna le de gusto ver cuánto me afectó.

—¿De verdad irás a hablar hoy mismo con ella? —me pregunta Roy.

Alzo y dejo caer otra vez mis hombros. Estoy en plan de «Ya lo que sea».

—¿No vas a medir antes el terreno?

—Roy, el plan falló. Es más, no solo falló, sino que empeoró mi situación. Ya oíste a Clarissa... No mas improvisaciones.

—Lo bueno es que está sola —agrega Roy y me detengo en seco a pocos pasos de mi Corolla.

—No, Ivanna no está sola —recuerdo—. Estoy seguro de que oí a sus amigas. —Frunzo mi ceño—. A las Perras, o Perrera, cómo se llamen.

—Y te vas a lanzar directo a ellas —Roy esboza una mueca—. Te están esperando.

Me cruzo de brazos.

—¿Qué propones?

—Medir el terreno —dice Roy, señalando su propio coche, un Nissan Sentra azul, 2006.

—¿Espiar? —dudo.

—Sí —resuelve Roy—. Incluso pedirle a Ivanna que baje al estacionamiento si es que quiere hablar, para así los dos estar en terreno neutro y no permitirles emboscarte.

Recuerdo a Ivanna diciéndome «Cuando llegues pregunta por la jefa» y le doy un porcentaje de razón a Roy.

«De acuerdo, hablaremos, pero no me va a emboscar», decido, recuperando otra vez un poco de dignidad y cambiando de dirección paso de mi Corolla y subimos al Nissan Sentra de Roy.

...

El estacionamiento del edificio en el que Ivanna tiene su nueva oficina es amplio e imagino que lo ocupan tanto oficinistas como clientes. De modo que, para no levantar sospechas, Roy investigó y en la garita de seguridad dijo que venimos a ver de urgencia a una dentista cuyas oficinas también están dentro.

No estoy seguro de qué exactamente esperamos, pero los primeros quince minutos los destino a decidir si, tal como sugirió Roy, le pido a Ivanna bajar o subo yo; pues hasta ahora no hemos visto a ninguna de las chicas de la perrera bajar ni tenemos forma de saber si continúan dentro.

Aun así, la suerte se pone de nuestro lado y le doy un codazo a Roy cuando al fin veo «algo».

—¡Es Michelle, una de las amigas de Ivanna! —digo, viendo bajar a una chica morena de cabello lacio color negro.

La recuerdo bien del cumpleaños de Babette, Cashba y fotos en Instagram de Ivanna. Es «Michelle».

—Pues no se ve feliz —me dice Roy, señalándola, y advierto que tiene razón.

Michelle no solo camina con la barbilla alzada, sino que no deja de sacudir su bolso ni de apretar sus puños.

Termina de bajar las gradas de la entrada y sin saber qué pensar a continuación la vemos buscar algo en el estacionamiento.

¿A nosotros?

Roy parece pensar lo mismo que yo y rápido nos deslizamos hacia abajo en nuestros asientos.

—¿Ivanna sabrá que venimos? —me pregunto, relamiendo con nerviosismo mis labios. Sé lo letal que puede ser cuando está enojada.

—La subestimamos —lamenta Roy.

Sin embargo, al sacar de nuevo la cabeza, anonadados vemos a Michelle seguir avanzando entre los coches estacionados hasta situarse al lado de uno color negro situado dos filas delante de nosotros, bastante cerca de la entrada, por lo que es de asumir que el dueño o dueña es de gran importancia. Si bien, Michelle no nos deja salir del asombro cuando la vemos abrir su bolso, sacar de allí unas llaves e iniciar a rayar con estas el coche.

—¡Qué diablos! —exclama Roy, pero tampoco entiendo y solo puedo pensar en que las amigas de Ivanna están tan locas como ella.

»¡Mira, mira, mira! —agrega Roy, señalando a cuatro tipos corpulentos que rápido bajan de un par de camionetas color negro y proceden a bloquearle el paso a Michelle.

Siento una corriente subir por mi espalda.

—E-estaciónate más cerca de ese coche —le pido a Roy.

—¿Qué? —Él no puede creerlo.

—Que te estaciones más cerca de ese coche —exijo—. Acaban de desocupar un espacio en la fila detrás. —Se lo señalo.

Él niega con la cabeza.

—Luca...

—¡VE HACIA ALLÁ! —grito, otra vez dejando salir aire que retengo.

Esto no me gusta.

Y mis dudas se disipan cuando Roy, de nuevo estacionado, exclama un enorme «GUAU» al ver que el coche que estaba rayando Michelle es un Maserati.

Un Maserati color negro.

—¿De quién será? —me pregunta Roy, pero yo solo puedo mantener la mirada fija en los tipos que ahora hacen sacar del estacionamiento a Michelle.

Ya los había visto dentro de esas mismas camionetas.

—Vayamos a ver de cerca ese Maserati —propone Roy, feliz.

—No —grazno, alzando con dolor mi barbilla—. Acelera y embístelo.

—¿Qué? Dios, Luca —Roy niega con la cabeza, pero, al igual que yo, parece contener el aliento al ver lo que sale ahora de la entrada del edificio.

El primero es un tipo alto, de hombros cuadrados, espalda ancha, musculoso, místico aire playero y espectacular bronceado.

«Omi De Gea».

Y a él lo sigue Ivanna, vistiendo una prenda color azul marino ajustada, combinada con sus habituales tacones de aguja y cabellera levantada en una cola de caballo.

«Se ve tan hermosa como de costumbre».

Lo único inusual es un sobre blanco en su mano.

—¿Quién es él? —me pregunta Roy, tomándome del brazo—. ¿Es Omi De Gea? —concluye y no quiero contestar.

En cambio, llevo mi mano a la manija de la puerta.

—Te lo dije —exclama ahora Roy—: El rorro es de él. ¡De él!

Ivanna, alcanza a Omi justo al final de las gradas y lo hace voltear a verla. Él parece necesitado de consuelo y desesperado. «¿Qué diablos?» Y ahí no termina, todo se torna más confuso cuando Omi se arrodilla delante de Ivanna, y, de ese modo, procede a depositar un beso en su vientre.

Roy se vuelve en mi dirección boquiabierto.

Omi pareció incrementar su sentido de pertenencia hacia Ivanna.

Y no solo eso, también le acaricia el vientre y llora a sus pies.

—¿Lo está reconociendo? —me pregunta Roy y no sé qué responder.

Tan solo sé que ahora entiendo la expresión «sentir la sangre hirviendo», por lo que, relamiendo mis labios y sin apartar la vista de la entrada del edificio, giro la manija de la puerta.

—El rorro es de Omi —repite Roy.

—Pero Ivanna me llamó a mí —contesto con mi labio inferior temblando.

—Porque te lo quiere endosar a ti para sacarte dinero —insiste Roy del mismo modo que en el apartamento.

—¿Sacarme dinero a mí en lugar de al multimillonario tailandés? —le repito con el mismo tono sarcástico que Alexa.

—Sí. Porque no tiene nada de divertido sacarle dinero a alguien que tiene dinero —concluye Roy y solo sé que estoy sobre terreno blando.

Volvemos a ver a Omi y a Ivanna y él continúa de rodillas. Peor aún, ahora gente sale del edificio para verlos, alertados, seguramente, por el alboroto que inició Michelle.

Ivanna lo nota, y, nerviosa y notablemente incómoda, tira del brazo de Omi a modo de suplicarle volver a ponerse de pie.

—Olvídalo, tengo otra teoría —dice Roy, volviendo a tirar de mi propio brazo—. Claramente Omi sabe del rorro, pero Ivanna le dijo que es tuyo y él la quiere convencer de que, sin importar nada, sigan juntos.

Roy salta sintiéndose orgulloso de su teoría.

—Se la quiere llevar a Tailandia con él —agrega y me veo obligado a verle—. A los dos; a Ivanna y al rorro.

Furioso, termino de abrir la puerta.

—¡LUCA!

Roy salta en su lugar, pero no importa, ya tengo un pie afuera.

—Luca Bonanni Fernández —amenaza—. Recuerda el fallido plan y por qué venimos aquí en mi coche, se trata de que no pierdas tu dignidad.

—No soy yo el que está de rodillas —le hago ver.

—Pero deja que lo resuelvan ellos solos.

Volteo a ver y Omi no deja de besar el vientre de Ivanna.

—Sobre mi cadáver —le advierto a Roy.

—¡Luca, prometiste alejarte de Ivanna cuando se marchó con Omi para no volver a entrar en competencia! —me grita Roy.

Doy una última mirada a Roy antes de salir.

—¿Y quién te dijo que esto es una competencia?

Cierro de golpe la puerta una vez me hallo afuera lo que me hace ganar otra maldición por parte de Roy.

Las demás chicas de la perrera también están saliendo del edificio y, asustadas, abren mucho sus ojos y se paran más rectas al verme serpentear los vehículos del estacionamiento.

Sin inmutarme, enderezándome la corbata mientras camino, continúo avanzando.

Al girar la vista hacia sus guardaespaldas, Omi es el primero en notar que «algo pasa». Deja en el aire uno de sus sollozos y se vuelve a poner de pie para darme su atención.

Estrecha sus ojos hacia mí al mismo tiempo que gesticula con pesadez: «Llamaditas» y, sin amedrentarme, lo llamo de modo sardónico: «Taburete».

«Mr. Yatecito».

«Mr. Bronceado perfecto».

«Don Perfecto».

Con Omi ya de pie, Ivanna se para erguida y pronto su respiración hace ritmo con la mía. 

Aun no me ve de frente. Sin embargo, al mismo tiempo que más gente sale del edificio, se empieza a girar.

Lo hace lentamente.

«Sí. Ya llegó tu Príncipe, Blancanieves».

Al comprobar de quien se trata, la jefa traga saliva, y, nerviosa, deja caer de sus manos el sobre blanco . Por lo que, de momento, al menos de momento, gracias al factor sorpresa, vuelvo a tomar la delantera.

Ladeo hacia los lados mi cuello a modo de liberar tensión al estar ya a medio metro de ellos.

Y...

—Buenas tardes —saludo a ambos, para comenzar.


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¿Dejavú? 7u7

Luca a Omi:

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