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37. «Falso Positivo»


Dedicado y gracias MarVelest Itzel Velazquillo, porque sin tu ayuda hubiera hecho un cagadero aquí ♥

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Ayer también publiqué capítulo, asegúrense de haberlo leído antes de pasar a este D:

... Y persígnense antes de pasar a este.

Conste que lo advertí C':

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37. «Falso positivo»

No contesta.

Intento llamarlo tres veces, también le dejé un mensaje pidiéndole que me devuelva la llamada, pero Luca no contesta.

«Volvemos a lo mismo».

Y no me dejó decirle que el sol es una estrella.

...

El dolor que provoca volver a sentirme ignorada también me quita el impulso de platicar a otros lo que Pipo y yo descubrimos. ¿Para qué? Solo daré lastima por mostrarme ilusionada por algo que ya no es. De manera que, regreso al jacuzzi, termino de darme mi baño con agua tibia y vuelvo a mi cama para intentar dormir.

Pese a que continúan con él mis pensamientos, me tomo como meta descubrir que tan fácil es pasar página, de modo que, tal como lo semana pasada, paso los siguientes días trabajando en la clínica donde está internada Babette. Cuando ella duerme cojo mi laptop para tipear o salgo al pasillo a hacer llamadas. Sigo dividiendo mi tiempo entre el trabajo y Babette. Sin embargo, tal como se lo dije a mis amigos, el viernes 9 de junio estoy en el avión rumbo a India.

Llego a Nueva Delhi y después a Bombay, en la primera no tuve éxito, pero en la segunda si conseguí agendar una nueva reunión para venir a firmar.

Con una sonrisa más grande en los labios, el 15 de junio llego a Bangkok, Tailandia. Omi en persona me espera afuera del aeropuerto, me lleva a comer y a empezar a conocer gente.

No me quedo en un hotel, me quedo en «La torre de Victoria», un edificio de apartamentos de lujo que le pertenece a Omi, y me quedo acompañándolo a él, en el piso para uso privado de él; escuchando, ciertamente, la historia detrás del nombre del edificio.

El jueves 15 lo usamos para hablar, salir por la ciudad y disfrutar. El viernes 16 nos reunimos con dos de sus amigos ya con más formalidad, él mismo me presenta como «La loba», una leyenda vida en el sector empresarial de Ontiva.

Consigo cerrar el primer trato y dejar en espera el segundo, por lo que igualmente deberé concertar otra reunión en videollamada o volver, lo que me hace feliz y para celebrar aprovecho el resto del día para seguir conociendo.

El sábado 17 tengo dos reuniones más, por ser fin de semana la primera es un desayuno y la segunda un almuerzo. En la segunda, en particular, tengo éxito por gustarle a uno de los empresarios que, por lo mismo, además me invita a cenar. Pero no estoy de ánimo, solo vine a trabajar y a... olvidar, de manera que Omi me rescata y, al mismo tiempo me ayuda a no quedar «mal» y perder el trato, al decir que nosotros estamos saliendo.

Al salir del almuerzo recogemos a Pipo y a René, el novio de Pipo, en el aeropuerto. Cuando llegué a Bangkok a la primera persona que llamé fue Pipo, le dije a Omi que me hace bien hablar con él y como resultado Omi lo invitó a venir.

Esa misma noche subimos a un yate y ponemos una milla de distancia entre nosotros y la playa. Personal de Omi nos sirve la cena a un costado de la proa, preparan bebidas y con él explicando qué es cada una bebemos hasta pasada la media noche. Por mi reciente cantidad de trabajo apenas había tratado a René y Omi no los conocía ni a él ni a Pipo, por lo que no es difícil encontrar temas de conversación y proponer más planes a gusto de cada uno.

También aprovecho un momento a solas para decirle a Pipo que tenía razón respecto a Omi y Victoria, lo que no le sorprende, Pipo es un sabueso; sin embargo, sí le entristece, sobre todo por Omi, pues, al percatarse de que Pipo ya sabe él mismo le platica la historia de la torre de Victoria, lo que termina haciendo llorar tanto a Pipo como a René. De ahí que Pipo, mostrándose solidario y solapador tal como siempre lo ha sido conmigo, valiéndose de que Victoria se quedó con Sherlock, durante el viaje la llama repetidamente para que Omi al menos la mire de lejos.

Ya sea porque no se arrepiente de nada y todavía la ama, a diferencia de Victoria o Michelle, Omi sí platica a detalle cómo se dieran las cosas:

Con el pretexto de venir a recaudar fondos para el tratamiento de la esclerosis múltiple, y trayendo de cómplice a Michelle, en el 2015 Victoria pasó varios días en Tailandia con Omi. Ya que, siendo Omi un reconocido deportista extremo y «donador constante» a la causa, en casa dijeron que, en parte, las ganancias serían destinadas al centro que trata a Gary y por ser Victoria quien «gestionó» la ayuda ella vendría como la representante.

Omi y Victoria salieron durante seis meses antes de que él le pidiera dejar a Gary, y ella, negándose, pusiera fin a su relación y dejara de verlo. De ahí que, cuando tiene tragos de más y está dolido, a Omi le da por llamar a Victoria «cobarde».

Como me la estoy pasando bien cada que puedo me tomo fotografías, lo he hecho desde que llegué y no tengo prisa. En India solo estuve en la ciudad, no había mucho para apreciar, pero en Tailandia sí puedo disfrutar del mar y otros sitios turísticos.

Lo más destacable lo publico en mi cuenta de Instagram: yo, arrodillada sobre la arena; en una piscina; paseando sobre la arena o en el yate con Omi; y tarde Pipo me recuerda que, por petición de él mismo, ahora tengo agregado a Luca y puede ver lo que publico. De hecho, lo hizo para que hace un par de semanas viera las fotos con Laura. Pero esto no fue a propósito aun cuando así lo parezca y así lo piense él.

—Pronto veremos otra vez a Laura —me dice Pipo y, a la mañana siguiente, acompañado de un «Te lo dije», me enseña las últimas publicaciones de Luca en Instagram.

Reviso y ya publicó sobre La loba, por fin dejó de esconderla, lo que me hace sonreír. No obstante, tal como señaló Pipo, en la última fotografía de nuevo está en algún restaurante con Laura, aunque ahora los acompañan Alexa y Roy.

«Salida en parejas».

Ignoro el dolor en mi pecho, incluso cuando al anochecer miro el cielo estrellado y de día el azul, pero me quedo en Tailandia hasta el domingo 18. A regañadientes, porque me rogó quedarme más tiempo, Omi otra vez me lleva personalmente al aeropuerto. Tendrá un día más a Pipo y eso lo consuela. Le digo que con él podrá hablar de Victoria, aunque, por cuanto sé sobre los dos, sé que igualmente le hace bien hablar conmigo.

En el hotel de Taiwán me reúno con la traductora de chino que trabaja conmigo en Ontiva, almorzamos juntas para ponernos de acuerdo respecto a lo que haremos los siguientes días, incluidas más lecciones para aprender a hablar chino. «A ver qué opinas de eso, Luca». Hago llamadas el resto del día y a la mañana siguiente me reúno con los empresarios para firmar el contrato de la propuesta que les presenté el día de mi cumpleaños.

Los asesoraré y capacitaré a su personal para que trabajen con empresas nacionales, seré un puente entre Taiwán y Ontiva, yo que, tal como tiene claro Rodwell, durante años trabajé y conozco como pocos el sector empresarial de la ciudad.

Los siguientes tres días que permanezco en el país al igual son de trabajo. La traductora y yo nos familiarizamos con la visión de la compañía, nos entrevistamos con el personal y documentamos las diferencias culturales con el fin de facilitar nuestro trabajo que en su mayoría sería en línea.

En este punto me he echado encima suficiente de trabajo. A diferencia de como lo hacía en Doble R, aún no tengo personal para delegar, por lo que, ahora que cuento con tiempo, debo empezar a contratar y sacar adelante lo ya acordado antes de cazar más cuentas.

Aun así, y aunque no lo expreso en voz alta, quiero tener mi agenda llena para no pensar. El trabajo siempre ha sido un distractor para mí y por cómo están las cosas eso no va a cambiar pronto.

En el aeropuerto de Taiwán, ya de regreso a Ontiva, registro mi equipaje, paso la inspección y ya lista tomo asiento en un Café cerca de la sala de abordaje. En menos de media hora comenzarán a llamar a los pasajeros de primera clase y, aunque tendría que prepararme, para evitar el aburrimiento aprovecho para sacar mi laptop y avanzar con el trabajo.

«Trabajo».

Rodwell me llamó Workaholic.

Y estoy concentrada contestando correos cuando al faltar solo quince minutos para abordar mi teléfono suena notificando una videollamada entrante de Victoria.

Deslizo mi dedo sobre la pantalla para contestar y dejo el teléfono sobre la mesa para seguir respondiendo correos en lo que Victoria y yo platicamos.

—Te ves animada —la escucho decir y quiero dedicarle una sonrisa a modo de respuesta. Sin embargo, en cuanto giro mi cabeza hacia mi teléfono, advierto que mi amiga tiene los ojos hinchados.

—¿Qué pasó? —pregunto con preocupación haciendo a un lado mi laptop para darle toda mi atención.

Victoria agacha la cara y, aunque pareciera querer echarse llorar, solo deja salir un suspiro largo.

—¿Las chicas están bien? —me alarmo—. ¿Gary está bien?

Victoria asiente.

Por lo demás, según puedo ver, se encerró en la oficina del Centro de estética, de modo que es fácil anticipar que quiere hablar en privado.

Algo no marcha bien.

—¿Qué pasó? —insisto con temor—. ¿Babette está bien? ¿Pipo? ¿Omi? ¿LUCA? —cojo de vuelta mi teléfono para revisarlo—. Hoy nadie más me llamó.

—Todos estamos bien —dice Victoria—. O bueno, yo no tanto —agrega, volviendo a sollozar.

—Dime qué pasa —insisto.

Se le ve tan mal como cuando me visitó en mi apartamento después de mi cumpleaños.

—¿Recuerdas la madrugada después de la salida de Cashba? —empieza y asiento con la cabeza—. Me marché con Omi esa noche y la mañana que te maquillé me preguntaste si me había acostado con él y no contesté.

—Sí, lo recuerdo.

Victoria hace pausas largas al hablar.

—Bien..., sí me acosté con él —confiesa y finjo mal mi sorpresa.

»Lo hicimos tres o cuatro veces entre la madrugada y la mañana del día siguiente.

—Fue una maratón —bromeo, pero ella no está de ánimos, confesar eso le duele.

—El caso es que mi periodo tenía que llegar el 14 y no pasó —continúa y saco mi codo de la mesa.

»Debí tomar la píldora del día siguiente, pero me entretuve con otras cosas y... en conclusión, fui irresponsable.

—Victoria —consigo decir.

Ella vuelve a llorar.

—Ayer por la tarde fui a hacerme un examen de sangre —continúa, mostrándome un sobre del que saca una hoja color blanco— y... —la acerca a la pantalla para que la pueda ver de cerca— el resultado es Positivo, Ivanna —muestra, y sí, con claridad puedo leer la palabra resaltada en letras negritas justo en medio de la hoja.

»Estoy embarazada, Ivanna —termina y a eso le sigue otra pausa larga.

«Embarazada de Omi».

Olvidé cómo cerrar mi boca.

Pero trato de conservar la calma por ella.

Aunque lejos, estar aquí para ella.

Pero también pienso en Omi...

—Anoche no pude dormir —explica—. Tenía que hablarlo con alguien. Estoy...

—Angustiada —termino por ella y asiente.

—No sé qué hacer.

—No te cuidabas —asumo.

—¿Para qué? —Victoria llora más fuerte—. Hace años no lo hago con Gary por su enfermedad, con Omi tampoco desde 2015, no tenía caso volverme a poner un estúpido DIU.

Al escuchar eso me quedo paralizada.

—¿Qué dijiste? —balbuceo.

—Que no tenía caso ponerme un DIU —repite Victoria y sintiendo un vahído me apoyo en la mesa del Café para no caerme.

—¿Qué te pasa? —me pregunta Victoria, preocupada—. Te cambió la cara.

Sí. Debo verme pálida.

No puedo hablar, o, cuando menos, tardo varios segundos en recordar cómo hacerlo.

—Ivanna —Me llama Victoria para que vuelva de la luna a la Tierra.

«Mierda».

—¿Re-recuerdas que antes de presentarme a Omi te dije que llevaba varios meses sin follar? —comienzo, aún sintiéndome a punto de desmayar.

—Sí —contesta Victoria, seria. Se olvidó por completo de su propio problema.

—Bueno —como puedo me reacomodo en mi asiento—, el último fue Giacomo en noviembre, el italiano que cuando viene a Ontiva me visita, te hablé de él —Victoria asiente pero ahora soy yo la que quiere llorar—. Pues... esa vez usamos condón —recuerdo—. Y fue así porque dos meses antes tuve problemas con el DIU... y me lo sacaron.

Esta vez es la boca de Victoria la que cae abierta.

—No me lo volví a poner —termino.

—¿Por qué? —Victoria no puede creerlo.

—El último me había causado problemas y desde que terminé con Marinaro no tuve una pareja regular. Giacomo era ocasional. No follaba con nadie —Otra vez no dejo de mover mis manos al hablar—. Estaba 100% concentrada en mi empresa. Incluso tenía quejas de Rodwell por llegar desvelada. Lo único que hacía era trabajar hasta que me presentaste a Omi en mayo. Era la primera vez en seis meses que follaba y... él usó condón.

Mi boca se siente seca.

—Al menos contigo usó condón —suspira Victoria.

—¿Contigo no?

—La primera vez —admite—, luego nos emocionamos.

Pero realmente no la estoy escuchando y ella lo nota.

—Luca no usó condón, ¿cierto? —advierte.

—Ni una vez —confirmo, empezando a ponerme de pie.

»La primera vez que lo hicimos y lo propuso le dije que no era necesario, que no estoy idiota y me cuido.

—Ay Ivanna.

—Necesito una farmacia —anuncio, mirando hacia los lados, buscando.

—¡Ivanna Lorraine, no te van a vender Misoprostol en un aeropuerto! —me regaña Victoria.

—Lo que quiero es una prueba de farmacia —mascullo.

—¿Misoprostol? ¿Prueba? —escuchamos que pregunta una voz, es Simoné asomándose detrás de Victoria, ni nos dimos cuenta de a qué hora abrió la puerta.

»¿Estás embarazada? —me pregunta directamente.

—Ni siquiera lo digas —lloriqueo.

—Se quitó el DIU, no se lo volvió a poner y no usó ningún método anticonceptivo con Luca —le resume estupendamente Victoria.

—Pero lo habrás hecho una o dos veces —intenta tranquilizarme Simoné y solo consigue agobiarme más—. Te dejó adentro suficiente leche como para hacer un chocoflan, ¿no? —concluye.

Alarmada, escucho que empiezan a llamar a los pasajeros para abordar.

—Ivanna, tranquilicémonos —me pide Victoria—. Yo me di cuenta porque no me bajó el período —continúa, consiguiendo la atención de Simoné—. ¿A ti cuándo te tiene que bajar?

—El 12 de cada mes sin falta —resuelvo, parándome más derecha—. Soy exacta.

—Hoy es 23 —dice Simoné.

Y aunque arrugo mi nariz trato de mantenerme firme sobre mis tacones Miu Miu.

—Sí, 23 de junio —confirma Victoria, haciendo cuentas —. Y estuviste con Luca entre el 19 o 20...

—Entre el 20 y 25 de mayo —aclaro.

—Entonces... el período te tuvo que bajar el 12 de junio sin falta —agrega Victoria a modo de pregunta y siento otro vahído.

—Te bajó, ¿cierto? —pregunta Simoné, acomodándose de mejor manera junto a Victoria frente al teléfono.

Llevo una mano a mi cuello al sentir que me empieza un dolor semejante a la tortícolis.

—¿Ivanna? —vuelve a preguntar Simoné.

—Días antes fue el desayuno con Luca, mi renuncia a Doble R, lo de La Loba y empecé a preparar el viaje —justifico, sintiendo que mi ojo derecho comienza a saltar—. Quizá lo ahuyenté con el estrés, ni-ni siquiera pensé en eso.

Las miradas de Victoria y Simoné son las de dos almas viendo a otra ser sentenciada a la ahorca.

—Necesito una prueba de farmacia —digo, guardando mi laptop en el bolso de mano al mismo tiempo que el altavoz vuelve a llamar a los pasajeros para abordar.

—Ivanna, estás en China y ya tienes que subir a tu avión —me intenta hacer reaccionar Victoria—. Lo mejor es que hagamos aquí la prueba.

Muevo mi cuello al sentir aumentar la tortícolis.

—No —zanjo y señalo con mi dedo índice la pantalla del teléfono—. De ninguna manera pasaré 18 horas de vuelo con la duda.

»¡18 horas de vuelo! —repito tan fuerte que podría quedarme afónica.

—Pues la otra alternativa es ir a buscarla y perder el vuelo —dice Victoria, y, en definitiva, siendo esta la situación, tampoco quiero continuar sola en un país extranjero.

Mi traductora se marchó ayer.

—Las quiero a las dos en el aeropuerto en cuanto llegue —amenazo con mi labio inferior temblando y mis amigas asienten comprensivas—. A. Las. Dos.

Durante el vuelo lucho contra la necesidad de no permanecer quieta en mi lugar. Exclamo cada que puedo «¡Mierda!», y, pese a que vuelvo a sacar mi laptop para distraerme con el trabajo, y de verdad lo intento, no puedo... simplemente, ¡no puedo!

—¡Mierda! —vuelvo a exclamar llamando la atención de una sobrecargo.

—¿Necesita algo? —pregunta con tranquilidad.

—Sí, una prueba de embarazo —digo, perdiendo finalmente la paciencia y con mi ojo derecho otra vez saltando—. No puedo esperar tanto tiempo para ver si sale Positiva o Negativa.

—Lo lamento, no puedo ayudarla con eso —se disculpa la sobrecargo, me ofrece en cambio un vaso con agua y le digo que sí solo para que me deje en paz.

—Tranquila —escucho que me dice otra voz a poca distancia de mí, me vuelvo para ver quién y se trata de una mujer mayor que ocupa un asiento continuo al mío—. Ya verá que sale Positiva —intenta darme animo y solo puedo torcer mi cara en otra mueca—. Tenga fe.

»Voy a rezar para que así sea —agrega, juntando las manos e inclinando sobre estas su rostro arrugado.

—Na, na, na —le digo, pero es tarde, su atención ya no está en mí. Sin embargo, convencida de que puedo evitar una tragedia, salto de mi lugar al suyo y sacudo mi mano sobre su cabeza como si intentara ahuyentarle moscas.

De ese modo me encuentra la sobrecargo cuando regresa.

—Pastillas para dormir —pido ahora, harta. Pero de nuevo recibo una respuesta negativa.

«Y aún faltan 17 horas de vuelo»

...

Llego al aeropuerto de Ontiva por la tarde del día siguiente en China, pero, como si de una maquina del tiempo se tratase, viajando hacia el pasado aquí... En realidad ya no tengo idea de qué digo, hago, de dónde vengo o quién soy; pues, sumado que a lo mucho dormí una hora, tengo Jet lag y ganas de vomitar.

Por lo demás, con el maquillaje corrido y cabello alborotado debo parecer una loca, porque tanto Victoria como Simoné se echan para atrás al verme entrar al estacionamiento. Preparada, traigo en una mano mi maleta y en la otra una botella de agua que ya casi bajé a la mitad.

—Es la segunda que me tomo en menos de una hora —le digo a Victoria que de inmediato me ayuda a acomodar en la cajuela de su coche mi maleta.

»¿Trajiste las pruebas? —me apresuro a preguntar y corre a sacar una bolsa de papel de la guantera.

—Dijiste una de cada marca —me recuerda revisando el mensaje que le envié tres horas antes y las saca una por una de la bolsa. Son cuatro en total—. Tres son de «rayitas» y la última digital —explica.

—Sí, lo que sea, yo solo quiero estar segura —digo, instalándome entre el coche y la puerta del copiloto, casi cerrándola, y enseguida pidiendo a mis amigas que me cubran.

—¿Có-cómo? —pregunta Victoria.

—Me haré las pruebas aquí —digo, señalando el piso como si fuera obvio—, voy a orinar sobre las pruebas aquí. Rodéenme para que la gente que pasa por el estacionamiento no me vea.

Victoria y Simoné se miran la una a la otra y después otra vez a mí.

—Podemos ir a un baño del aeropuerto o...

—¡18 horas de vuelo! —repito sin aliento y nos organizamos a modo de que Simoné le pase una tras otra las pruebas a Victoria y esta las sostenga durante cinco segundos bajo mi chorro de orina de acuerdo a las instrucciones.

Simoné también me ayuda a no dar un traspié cuando me coloco en cuclillas para orinar.

—Ivanna, necesitas dormir —aconseja y, cerrando y abriendo de golpe mis ojos debido al cansancio, como puedo empiezo a orinar sobre cada prueba.

—Hay suficiente para diez —anuncio, devolviendo mi ropa a su lugar cuando termino y, a continuación, caminar como perro guardián alrededor del coche.

»¿Cuánto tiempo hay que esperar? —demando sin entender por qué gente en la estacionamiento no deja de verme.

—Algunas pruebas arrojan los resultados al instante —me explica Simoné, revisándolas—. Pero, a lo mucho, tardan tres o cinco minutos si no marcan error.

—¿Si no marcan error?

—Sí. Por eso hay que colocarlas sobre una superficie plana —continúa explicando en lo que Victoria coloca las cuatro pruebas sobre el techo de su coche.

Hay que esperar.

—¿Había mucho tráfico? —trato de hacer conversación y ellas apenas contestan—. Simoné, ¿cómo está tu hijo? Victoria, ¿cómo está Gary? De acuerdo, veamos las pruebas —termino, poder sin resistir más.

—Ivanna, deberías descansar —aconseja Victoria, apoyando su mano en mi espalda a modo de ayudarme a entrar al coche.

—¡No, necesito ver los resultados! —demando, sujetando con mis manos mi cabeza. Mis ojos no dejan de cerrarse, una vena en mi frente salta y las ganas de vomitar solo aumentan.

Para tranquilizarme Simoné me da la razón y se ofrece a revisar las pruebas.

Alcanza la primera y me mira fijamente antes de dar su respuesta.

—¿Entonces? —pregunto.

—Dos rayitas —anuncia con miedo.

Celebro alzando mis brazos.

—¡Eso es! —señalo a Simoné y después a Victoria—. ¡Dos rayitas! —Doy un golpecito al coche y luego otros dos seguidos—. ¡Una es y Dos es No!

No dejo de mover mis brazos hacia arriba celebrando.

No obstante, Victoria y Simoné se vuelven a ver la una a la otra y enseguida otra vez a mí, interrumpiendo mi celebración.

—Ivanna —Simoné me obliga a apoyarme de espaldas contra el coche—. En este caso, Una es Negativo y Dos es Positivo —explica.

Parpadeo sin comprender mientras ella coge la segunda prueba.

—Dos rayitas —dice, poniéndola delante de mí de la misma forma que la primera.

»La tercera marca error —agrega, ahora dejándome ver la tercera que solo muestra una rayita y esa es la que pido ver de cerca.

»Ahora veamos la digital —escucho decir a Simoné en tanto no dejo de ver la prueba con una sola rayita—. Esta dice «Embarazada 3+» —anuncia y vuelvo a levantar hacia ella mi cara.

—¿3+? —mascullo leyendo por mí misma lo que dice la prueba digital.

—Significa que tienes más de tres semanas —me explica con paciencia Victoria—. Esa es la más infalible —Parece tener miedo de decírmelo—, aunque lo es mucho más un examen de sangre, claro está.

Ignoro la prueba digital y vuelvo a ver la de una rayita que aún sostengo en mis manos.

—Pero Simoné dijo que pueden marcar error —recuerdo.

—Así es.

—Entonces —Alzo sobre mi cabeza la prueba con una sola rayita como si fuera un trofeo—. Es posible que esas tres pruebas marquen error y esta sea la correcta.

—No Ivanna, esa es la que marcó error —me dice Simoné—. Mira la posición de la rayita.

—Pero sigue siendo una sola rayita y por tanto es negativa, ¿no? —reclamo.

Mis ojos no dejan de cerrarse...

—Entonces, es posible que las tres positivas sean un error y esta sea la buena.

—No Ivanna —insiste Simoné, mostrándome una vez más las otras pruebas— y déjame explicarte por qué: Por ser una prueba que mide las hormonas, es más probable un Falso negativo que tres Falsos positivos. Sin embargo, la rayita que ves en esa prueba no está marcando negativo, mira la posición, está marcando...

—«Más probable» no significa «improbable» —la detengo, cansada—. Existe la posibilidad de que haya error, porque, contrario a las otras pruebas, en esta sigue habiendo una sola rayita... sin importar su posición —insisto.

—Ivanna... —Simoné quiere llorar.

—«Pero un examen de sangre es más infalible» —repito, citando a Victoria que vuelve a asentir.

—¿Quieres hacerte un examen de sangre? —me pregunta, pidiendo con un gesto de su mano a Simoné callar—. Está bien, iremos ahora mismo a hacerte un examen de sangre... Pero en el camino dormirás —me amenaza y en cuanto me acomodo en el asiento del copiloto, sin que tengan que repetirlo, cuando de nuevo se cierran mis ojos esta vez cedo.

No sé si llegamos de noche o Victoria me dice que ya llegamos hasta que me ve abrir los ojos; puesto que, según puedo observar a través de la ventana del copiloto, nos encontramos en otro estacionamiento.

Por mi parte, me siento más descansada... pero todavía tensa y preocupada.

El parpado de mi ojo derecho no deja de saltar.

Dentro del laboratorio, tan pronto como me sacan sangre, nos piden permanecer en la sala de espera durante una hora o regresar.

Le digo a Victoria que nada del mundo me hará moverme de la sala, de modo que nos sentamos una junta a la otra en un sofá en lo que Simoné va por comida.

—El otro día estuve aquí sola —suspira Victoria, triste, y aunque todavía parezco y me comporto como un zombie que claramente no ha dormido lo suficiente, cojo su mano para sujetarla entre las mías.

—Se trataba de ti y lo hice sobre mí —me disculpo.

Ella niega con la cabeza.

—Créeme que agradezco no solo tener que pensar en mí, en mis problemas.

—Estaremos bien —prometo.

Aun cuando, pensándolo bien, eso no parece una posibilidad. Al menos con ella. Es imposible engañar a todos diciendo que el bebé es de Gary. Es... imposible.

—¿Qué vas a hacer? —me atrevo a preguntar—. ¿Lo vas a tener?

—No lo sé —La voz de Victoria apenas se escucha cuando lo dice y, escondiendo de mí su rostro, vuelve a sollozar—. De verdad no lo sé.

Vuelve a verme y coge aire.

—Tú ya tuvieras una caja de Misoprostol en el bolsillo, ¿cierto? —bromea.

—«Falso positivo» —le recuerdo para que aún no dé nada por hecho.

Yo misma me encargué de bloquear las oraciones de la señora del avión.

Esperamos en la sala sosteniendo nuestras manos, apretándolas cada que una va a sucumbir, pero sin treguas el resultado del examen de sangre es anunciado a tiempo y el sobre entregado escrupulosamente en mis manos.

Diría que no lo quiero abrir, que es lo suficientemente difícil, pero es peor la incertidumbre.

Camino de un lado al otro en la sala con mi cabeza dando vueltas, sintiendo a medida que leo que estoy de cabeza, que, mi mundo, en general, está siendo puesto de cabeza.

No más falsos positivos.

La palabra resaltada en negrita justo en medio de la hoja no puede ser más precisa.

No dejo de leerla a medida que dejo caer al piso la hoja sintiendo un tercer o cuarto vahído.

POSITIVO.


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¿Necesitan sentarse? D:  Dejen sus impresiones.

El miércoles publicaré un adelanto del siguiente capítulo en mis redes sociales:

Twitter: TatianaMAlonzo (Allá siempre comparto adelantos)

Instagram: TatianaMAlonzo, LucaBonanni93 e Ivanna.Rojo , (Contenido extra de esta y todas mis historias)

TikTok: TatianaMAlonzo Vídeos cute con imágenes y frases de la novela.

Grupo de Facebook: Tatiana M. Alonzo - Libros (Para el desmadre)

¡Gracias por apoyar mi trabajo votando, hoy CADA VOTO es una rayita para Ivanna xD!

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