33. Yo ya estuve allí
33. Yo ya estuve allí.
IVANNA
5 de junio.
—¿A qué hora le enviaste el mensaje? —me pregunta Victoria, las dos de cara al espejo que cubre la mitad superior de una de las paredes del salón.
El spa y las estaciones para uñas y depilación están cerradas, Victoria vino a las seis de la mañana solo para prepararme y, por ahora, en el lugar no hay nadie más. El resto del personal, incluidas nuestras amigas, entran a las siete y media a menos que, como es mi caso, una clienta tenga una cita previa que requiera atención más temprano en la mañana.
—Ayer en la tarde —contesto y Victoria asiente.
Y tras eso prepara mi cara para empezar a maquillar.
—Algo sutil —pido.
—Como sea, no necesitas mucho, tu cutis es perfecto —me halaga, de nuevo viéndonos las dos a través del espejo.
Aún no hemos tocado el tema «Omi De Gea». Después de pedirme tiempo para pensar, me ocupé de mis asuntos y previo a esto solo hemos hablado para agendar la cita de hoy.
Tampoco le he platicado lo que pasó con Luca la última vez que nos vimos, ni Victoria ni nadie saben del correo o lo que me propuso Luca para tener una relación, ella solo sabe que hoy nos reuniremos para hablar con sinceridad.
—¿Dónde es la cita? —pregunta echando un vistazo aprobatorio a mi vestido rojo terracota con escote halter y espalda abierta.
Quiere tomar en cuenta todo antes de empezar a maquillarme.
—Un edificio de oficinas sobre la cuarta avenida. Pedí que instalaran dentro una mesa y nos llevaran allí desayuno.
»Lo cité a las siete para no interrumpir su horario de trabajo, pero dice que hoy no irá a Chevalier.
—¿Tendrá que ver con La loba? —pregunta Victoria y con una mueca demuestro tener la misma duda.
»¿Y lo citaste a desayunar en un edificio de oficinas? ¿Qué oficinas? —Victoria arruga su frente intentando recordar qué edificios de oficina hay sobre la cuarta avenida.
—Me las alquiló un amigo de Omi, él me dio el contacto —digo despacio, atenta a cómo cambia la expresión en el rostro de Victoria con la sola mención de Omi.
Esta vez no busca mi mirada. Cabizbaja, y procurando mantener la postura serena, mi amiga me empieza a maquillar.
—Nos hemos reunido —continúo, sin que parezca incomodar a Victoria—. De lo que llevo de vacaciones, ha ido casi todas las tardes a ver a Babette.
A Victoria le sorprende de buena manera.
—¿Qué? ¿Acaso no puede una mujer soltera y guapa ser solo amiga de un hombre guapo y millonario? —bromeo, soltando una frase que ella misma me dijo.
—Claro. Le caes bien —dice mi amiga, volviéndome a sonreír a través del espejo.
—¿Por eso querías que folláramos? —suelto sin más.
Y, ahí está, he roto el hielo.
—Es muy atractivo, Ivanna —dice Victoria sin tomarse a sí misma en serio—, y hace mucho que no nos acostábamos. Además de que, evidentemente, nunca tuvimos algo serio.
Decir «Hace mucho que no nos acostábamos» es diferente a decir a «Hace mucho no nos acostamos», medito.
—Me lo quisiste endosar —mascullo.
—Ivanna, tú nunca has sido quisquillosa con la situación sentimental de tus amantes. Y para mi también fue un acostón y ya. Lo hacen y si quieres no lo vuelves a llamar. Pero yo sabía que se caerían bien. Omi... es un buen tipo. Serías muy feliz con él.
—Sí, me cae bien —confirmo—, y me gusta. Pero no como Luca, Victoria... Y yo le gusto, pero no como le gustas tú.
Victoria aparenta indiferencia.
—Está confundido... y yo tengo esposo.
—Que fortuna que recuerdes eso.
Mi amiga da dos pasos atrás
—Soy la menos indicada para criticarte —me apresuro a agregar—, jamás lo haría, tengo pésima reputación, lo sabemos; pero conozco a Gary y me importa... Realmente me importa.
—A mí también. Por eso sigo con él.
«¿Solo por su enfermedad?» No me atrevo a preguntarlo.
—¿Y Omi?
—Espero que algún día comprenda que lo nuestro no puede ser —Victoria lo dice con frialdad y eso me ayuda a entender de mejor manera a Omi.
»Intenté presentarle a una amiga mucho más guapa e interesante que yo —continúa—, los animé a conocerse, pero según ellos no funcionó.
Nos volvemos a mirar fijamente por medio del espejo.
—Eres más guapa que yo —defiendo—. Fuiste reina de belleza de esta ciudad.
—Pero ahora soy una señora casada que solo tuvo un acostón, o bueno; varios... con un tipo que no significa nada.
—¿Lo volvieron a hacer esa noche? —pregunto sin ceremonial, quiero ir a ese tema—. Cuando nos despedimos en Cashba —le «recuerdo»—, sé que se marcharon juntos y no fuiste a dormir a tu casa.
Victoria no dice nada, de nuevo solo me ignora.
—¿Qué significa Tailandia de día y Tailandia de noche? —pregunto a continuación.
—¿Quién te dijo eso?
No cabe duda que preferiría que no sepa.
—Michelle —confieso y Victoria hace girar sus ojos—. Y no me quiso explicar qué significa, tampoco Omi.
Y cuando creo que tampoco dirá nada, continúa maquillándome y empieza a hablar:
—La primera vez que saliste con Omi era de día. Y no me refiero a la cita de negocios la noche que se conocieron, sino a cuando te invitó a su casa a la orilla del lago y estuvieron en un yate.
—Sí, era de día —confirmo y Victoria asiente.
—Tiene... una especie de sistema.
—¿Perdón?
—Cuando su padre vivía y engañaba con amantes a su madre, esta le pidió solo verlas de día, porque si no podía impedir que la engañara y por comodidad ella tampoco iba a dejarlo, cuando menos pretendía conservar cierta dignidad.
»Por eso, a las «otras» las veía de día, y a la madre de Omi, la esposa y «amor de su vida», la veía de noche. Estaba con ella en casa todas las noches.
—Suena horrible —crítico.
—Pero a ellos les funcionó y a Omi lo marcó mucho. Por eso, conmigo y la novia que tenía en aquel entonces..., hizo lo mismo.
—Con la bióloga que no se separó en buenos términos —recuerdo... ¡y la recuerdo porque Victoria la mencionó!—, la que se fue a Australia.
—Sí, ella —confirma mi amiga pronunciado a secas «ella».
Y como conozco a las de mi calaña:
—No te da ni un poco de pena, ¿cierto? —suelto.
Victoria sonríe de forma astuta y hace girar en su dirección la silla en la que estoy sentada para poder mirarme mientras me aplica máscara de pestañas.
—Yo no la mandé a investigar —confirma con descaro.
—Victoria Peletier —acuso, echándome hacia atrás para mirarla de mejor manera—. Qué perra.
—Éramos amigas —continúa con desdén y sospecho que lo hizo por venganza— . Era, de hecho, una de mis mejores clientas, ella me presentó a Omi y le rogó comprarme el Centro de estética para ayudarme.
—Y la traicionaste.
—De la peor manera —Victoria alza la cara con orgullo. No obstante, su mirada viaja kilómetros lejos al decirlo.
—Y te presenté a Luca, pedazo de puta —recuerdo.
—Anoche intercambiamos mensajes y me verá más tarde después de despedirse de ti —bromea Victoria y dejo caer mi boca. Por lo general yo soy la descarada.
—Contrólate o terminarás con peor reputación que Ivanna Rojo —digo sonriente, pero Victoria ahora se ve melancólica.
»Así que solo te veía de día —agrego al cabo de unos segundos y no dice nada.
»Te fuiste a Tailandia con él. Las dos, tú y Michelle, se fueron con él.
—Las cosas se salieron bastante de control y no me enorgullezco de ello. Por eso lo detuve.
—Y ahora no quiere venderme el Centro de estética.
—Pero perdió la apuesta con Luca.
—Aun así, no quiere vender.
—Lo nuestro terminó, se acabó... Mi suegra y mi cuñada por poco se dan cuenta, Ivanna.
—Por eso, a ellas y a Gary les dijiste que Omi es mi novio —concluyo.
—Tú no pierdes nada —justifica Victoria— A menos que te afecte con Luca —Lo dice a modo de pregunta.
—No soporta a Omi.
—Casi nadie —afirma y parece una broma privada—. Pero yo soy una señora.
»Ayer me llamó la oficina de la esposa del alcalde —anuncia—, dice que la asociación de Esclerosis múltiple que trata a Gary me propuso para recibir un premio como «esposa del año», estoy en la terna y una de las actividades para hacer es una entrevista en el programa de televisión Buenos días Ontiva, para hablar de las esclerosis múltiple.
»Esa es mi vida Ivanna, no hay nada más que hablar y Omi... debe entenderlo —termina Victoria, en tanto solo puedo ver las ojeras bajo sus ojos.
Hace días al igual reparé en sus uñas carcomidas o tendencia a distraerse con mayor frecuencia.
Es claro que Victoria no cree en lo que está diciendo.
—Por favor no le comentes a nadie nada de esto —pide, lo que confirma lo mucho que le importa el qué dirán.
—Jamás lo haría —prometo.
...
Aparco a un costado del edificio de oficinas quince minutos antes, y oportuno siendo el caso de que fui yo quien citó a Luca. De cualquier modo, acorde a su vieja costumbre de llegar antes, ya me espera cerca de la entrada principal.
Me ve de pies a cabeza de forma aprobatoria mientras bajo del Maserati y otra vez quiero darle las gracias a Victoria por ayudar a prepararme, el vestido rojo terracota es un éxito y eso aumentó mi confianza, lo que, dada la naturaleza de la cita de hoy, es sumamente importante.
—Buenos días —saludo con un beso en la mejilla—. ¿Qué tal tu semana? —pregunto, indicándole con un gesto de mi mano seguirme.
—Bastante bien.
En el edificio hay más pisos de oficinas con gente llegando a trabajar, lo que confunde a Luca, que en su gesto deja entrever que no tiene idea de qué sucede. Yo no le adelanté nada, de modo que para tranquilizarle le sonrío a medida que avanzamos del vestíbulo al elevador y luego al séptimo piso.
—Bienvenido —le digo al llegar.
Es un piso de oficinas, tres en total, con más ventanas que paredes. Hay una recepción con su sala de espera, al fondo sala de juntas, espacio para cuatro filas de cubiculos, cocina con comedor, baños privados en cada oficina y para el personal.
—¿Qué es este lugar? —pregunta Luca viendo con desconcierto todo.
—Cada cosa a su tiempo —prometo y eso aumenta su curiosidad.
Hace menos de tres meses el piso era un Call Center, pero le vi potencial y lo van a remodelar. Si bien por el momento predomina el azul, pronto todo serán paredes combinadas entre rojo y blanco.
Por lo pronto, a mi solicitud, en el espacio donde había cubículos de momento hay dos mesas situadas a corta distancia una de la otra. La primera con un buffet más platos, vasos y cubiertos, y la otra para comer, por lo que tiene a los lados dos sillas.
A Luca le sorprende, apenas había reparado en algo más que las paredes y el ventanal con vista a la ciudad.
Le animo a coger un plato y servirse lo que desee. Es un desayuno francés, por lo que predomina el pan en diversas presentaciones, quesos, zumo de frutas, mermeladas, café, leche y miel.
—Bon appétit —digo una vez que se ha servido de todo un poco y asiente.
Lo que me recuerda...
«Sabe francés».
Soy la siguiente en coger un plato y espero a que Luca esté por beber jugo para murmurar en francés:
—Pedí que le echaran la poción «Ámame», famosa en Paris para enamorar muchachos.
Luca detiene el vaso delante de sus labios sin intentar beber.
—Dije que es un jugo natural con naranjas traídas desde Paris —le «aclaro» con una sonrisa en los labios.
Sin embargo, Luca, al igual que yo sin dejar de sonreír, devuelve el vaso sin beber nada.
—Creo que prefiero beber agua por la gastritis —cambia de parecer.
—Como quieras —vuelvo a decir en francés—. Hice que le echaran la poción «Ámame» a todo.
Luca tensa los músculos del cuello y, aunque iba a servirse solo agua, deja caer los hombros, rindiéndose, y procede a distribuir en una taza más leche que café, un Latte.
—De algo hay que morir, ¿no? —suspira y toma una silla.
—¿Lo dices por lo de la gastritis? —pregunto, terminando de servirme yo mi desayuno.
—Desde luego —masculla Luca con reservas, aunque de inmediato alzando la cara para sonreírme.
«Así que sostendrá la mentira».
—Estoy de buen humor, así que perdona si digo algo en francés —le advierto—. Pero sin falta te aclararé lo que significa.
—Gracias. Que... considerada —bufa.
Comemos en silencio, Luca, en particular, llenando dos veces su plato y a ratos mirando curioso el mío.
—Pensé que solo los viernes comías carbohidratos.
—Ya no.
Y parece querer contestar algo honesto a eso, pero, devolviendo el interés a su propio plato, prefiere dejar cualquier comentario en suspenso.
Lo dejo terminar de comer, le hace bien a su gastritis y ya no querrá hacerlo si empezamos a hablar en serio.
—He pensado en lo que me dijiste —digo, despacio, solo en cuanto advierto que da el último sorbo a su Latte—. Lo de aceptar el 30% que me ofrece Rodwell a cambio de tener una relación formal contigo.
Luca carraspea. «Sí, ya entramos en materia».
—No fue así como lo dije —niega—. Dije que si aceptas tendríamos una relación para celebrar.
—Es lo mismo, ¿no?
»Pero el caso es que acepto —empiezo.
Luca se remueve en su lugar.
—¿Cómo?
No esperaba esa respuesta.
—Que acepto —repito, manteniendo un tono de voz neutro.
—El 30% de Doble R. ¿Tú aceptas eso?
—Sí. Lo haré... por ti.
Sonrío al terminar de decirlo.
No puede creerlo. Pues, como supuse, no es la respuesta que esperaba. Aun así, mantengo en mi rostro un gesto sereno.
Luca mantiene abierta la boca pensado qué decir. Se preparó para un «no».
—Un minuto —dice, saltando de su silla para caminar hacia el otro extremo del piso. Ahí saca su teléfono y de cara a una ventana hace una llamada.
Tira de su cabello mientras habla, se le ve perdido y prácticamente pidiendo auxilio a la pobre alma al otro lado.
Pero no tarda en regresar.
—Me parece perfecto que aceptes —dice relamiendo sus labios tan pronto como vuelve tomar su lugar—. No obstante, siendo el caso de que se trata de tener una relación formal, tengo otras exigencias —Lo dice nervioso, no puede ocultar su nerviosismo.
—Te escucho —digo, frunciendo mis labios con sensualidad.
... solo para ponerlo más nervioso.
—N-no quiero una pareja obsesiva —empieza—. Así que no más reglas tipo «yo no como carbohidratos»
—Ya aclaré que hace mucho no tengo esa regla.
—No he terminado —se sienta derecho—. Cero whisky y cigarrillos.
—He tenido un par de recaídas, pero también desde hace mucho no bebo con frecuencia y ya no fumo. Así que... no hay problema.
Luca contiene el aliento.
—Un minuto —repite y de nuevo camina hacia el otro extremo del piso para hacer otra llamada. Desde mi posición solo lo puedo ver llevar una mano a su cabeza y torcer su gesto hasta casi llorar.
Sonrío con ligereza y lo espero paciente.
—Tengo más exigencias —continua una vez que regresa y asiento indicando que estoy escuchando.
—No vas a dedicarle tanto tiempo a Doble R. Ya no será tu prioridad, tu prioridad seré yo.
»Y cuando salgas, sin excepción, me dirás con quién —continúa, de nuevo estirando su boca con nerviosismo—, a dónde, qué harán y a qué hora volverás, y si te llaman por teléfono me dirás quién es y por qué te llama.
—Me parece bien. Si vamos a ser pareja nos tenemos que tener confianza —suelto y cada palabra parece asustarlo.
—No he terminado —continúa, pero antes de hablar, y aunque trata de disimularlo, parece darse ánimos—, como esto es una relación formal —remarca por enésima vez la palabra—, debe haber compromiso, se supone que lo llevaremos a más, hasta el final —prosigue y asiento—, así que, si vas a aceptar, debes ser consciente de que en algún momento quiero tener hijos. Siempre ha sido mi sueño tener hijos.
Y aunque quiero torcer mi boca en una mueca, utilizando toda mi fuerza interior consigo mantenerme serena.
—Mínimo tres, máximo cinco o siete.
—Siete —No aguanto más y eso sí lo digo en tono de burla.
—Sí. Y yo voy a elegir los nombres —remata.
—¿Estornudo, dormilón, gruñón, tontín, tímido, doc y feliz? —Fuerzo sutilmente una sonrisa.
»¿Y cuando los mandes a la cama irán cantando «Ay ho, Ay ho... Ay ho, Ay ho, Ay ho»?
—No estoy bromeando, Ivanna. Siete hijos —demanda, golpeando ligeramente la mesa con la palma de su mano, triunfante.
Me pongo de pie obligándole de ese modo a verme hacia arriba, como si de nuevo fuera su superior y así consigo el efecto deseado.
—Sí, me parece bien —zanjo—. Creo que será un buen cambio para mi vida incluir en mis planes tener hijos.
»Si puedo con Doble R, puedo con siete enanitos.
—Quiero que nazcan uno tras otro —agrega Luca, tembloroso.
—No hay problema.
»Y si nos vamos a casar quiero usar el apellido «Bonanni» —anuncio—. Quiero ser «Ivanna Bonanni» —lo digo con orgullo—. ¿Qué te parece?
De vuelta lo dejé mudo.
—Y casarnos en París. Yo me encargo de todo. E ir de viaje constantemente y que allá nazcan dormilón, gruñón y feliz.
—No son los siete ena... —Luca frunce los labios.
—¿Qué más necesitas de mí, mi amor? —remarco.
Desliza la vista hacia mis labios un segundo cuando digo «mi amor» y eso hace tambalear mis muros.
—Estás loca —suelta, finalmente
—Así me hubieras llamado en el correo —digo, tomándolo por sorpresa.
—¿Cómo?
—El correo que me enviaste días antes de vernos.
»Donde me adviertes intentarás ser parte de un nuevo plan en mi contra.
Luca no deja de negar con la cabeza.
—Yo no...
Saco una bolsa de papel de mi bolso y comienzo a leer:
—Estimada señorita Rojo, le escribo porque me parece despreciable que una vez más pretendan verle la cara. El caballo de madera será puesto otra vez en la entrada —me interrumpo—: De verdad te jodió bastante que te compararan con un caballo de madera, ¿cierto?
Luca se pone de pie para protestar, al igual que con el francés quiere fingir demencia respecto al correo, pero lo hago volver a sentarse con lo siguiente que saco de mi bolso: el patito de la palabra.
Me va a tener que dejar hablar.
—¿Sabía usted que desde hace un año Luca Bonanni mantiene comunicación con Lionel Rodwell? —sigo leyendo—. Lionel Rodwell, Linda, Clarissa y Luca se reúnen cada verano en la casa de campo de este, y este año también lo hicieron para el cumpleaños de Clarissa en abril. (Adjunto como prueba una foto)
»Que fortuna contar con esta información, ¿cierto? —le digo a Luca que, con la vista al frente, solo coge aire.
Sigo leyendo:
—Señorita Rojo, ¿cómo es posible que, como nada raro, todo Doble R sepa que usted le estuvo suplicando a Luca Bonanni que la perdonara y volvieran? —Le regreso mi atención a Luca—. No. Todo Doble R no tiene la certeza de esto, solo lo sospechan —informo.
»Ahora Lionel Rodwell pretende utilizar eso a su favor. Como cada que me encuentra una debilidad —mascullo—. Sabe que todavía le interesa Luca y que este continúa resentido con usted —Lo vuelvo a mirar— ¿Y quién mejor para saber esto que... el mismo Luca? —conjeturo, poniendo otra vez contra las cuerdas a Luca.
»Por lo que, tras una provechosa negociación, Luca accedió a participar en una treta contra usted (en una nueva treta contra usted): Buscará acercarse, le hará creer que quiere volver; pero, a cambio, le pedirá demostrar que su amor por él ahora sí es más importante que Doble R, pidiéndole que acepte el 30% de las acciones que le ofrece Rodwell sin rechistar (ellos saben que usted quiere la mitad).
No digo nada a eso.
—De lograrlo, una vez usted firme, Luca se reirá en su cara, la dejará y Rodwell le dará dos millones de dólares en compensación. Y es que ése es el problema de ir por la vida haciéndose de enemigos. Está avisada, señorita Rojo. Atentamente, Alguien leal a la jefa —termino de leer y vuelvo a dirigir a Luca.
»El problema es que lo firmaste como «Alguien leal a la jefa» —sacudo la hoja en mi mano—, y al principio no entendí: maldije, me enfadé y pensé «Otra vez». Y estuve confundida. Pero al fin lo entendí.
Me muevo de un lado a otro como si le modelara mi escote halter.
—Salvo por Pipo o mis amigas de la Perrera, que no hay manera de que tengan información como esta a la mano, nadie haría algo así por mí.
—¿Algo «así»? —pregunta Luca.
—Porque en este correo parecen amenazarme —lo vuelvo a analizar frente a él—. En una primera lectura, por ser un anónimo, pudiera tomarse como un favor hecho de mala gana. No sé cómo explicarlo. Pero en realidad... me quieren ayudar. Y lo que acabamos de discutir me lo ha confirmado.
—Ivanna... —Luca vuelve a saltar en su lugar.
—Me enviaste ese correo con la intención de que no acepte el 30% —lo acuso.
Él relame sus labios.
—Supiste lo que Rodwell me ofrecería y me quisiste advertir.
—No he aceptado que yo envié algún correo.
—No he terminado de hablar —contesto y señalo al Patito de la palabra para poder continuar.
Luca pone los ojos en blanco.
—Crees que te guardo rencor o que aún tengo a Doble R por encima de ti.
—¿Y no es así? —me reta.
—No.
—Renté este lugar hace un par de días, Luca. Son... las nuevas instalaciones de la empresa que fundé.
Luca abre los ojos con sorpresa.
—¿La empresa que fundaste?
—Mencioné algo al respecto el día que llevamos a Sherlock con la veterinaria —le recuerdo.
»La empresa se llama Soluciones en rojo —anuncio, volviendo a tomar asiento manteniendo mi espalda derecha—. La idea surgió hace año y medio, pero empecé a trabajar en ella hace algunos meses.
»Hago lo mismo que hacía en Doble R, asesoro empresas, pero en el extranjero.
Luca no sabe cómo reaccionar. Lo dejé boquiabierto.
—Decidí empezar en el extranjero para cubrirme las espaldas —continúo—, para que Rodwell no se enterara en lo que intentaba posicionar a la empresa, y, por fortuna, tras mucho esfuerzo las cosas van bien.
—¿Y me lo dices hasta ahora? —Luca casi lo grita.
—No confiaba en ti. —Me cruzo de brazos.
—¿Y ahora ya lo haces? —Parece reproche.
—Sí. Aprendí a confiar en ti... En lo que aún sientes por mí.
—No hables en presente —me amenaza.
—¿Por qué no? Es solo la verdad. Me enviaste ese correo seguro de que no iba a aceptarte. Querías protegerme, pero al mismo tiempo querías protegerte.
Luca se echa hacia atrás asustado por mis palabras.
—Pensaste que poniéndote en la misma posición que la primera vez yo reaccionaría igual y confrontaría a Rodwell ¿Por qué? Porque, según tú, estoy predispuesta a que te utilicen y no te amo lo suficiente como para confiar en ti —Elevo mi tono de voz a medida que hablo.
Y aprieto mis dientes.
—... pensaste que otra vez no volvería a confiar en ti, Luca —remarco y siento mis ojos humedecerse.
»Y sí, dudé al principio, se debió a la primera impresión, pero ya no.
Luca no sabe qué decir, parece superado por la situación y solo no deja de negar con la cabeza.
—Sin embargo, tú querías decirte a ti mismo que no he cambiado, querías esa confirmación, la necesitas.
—No sé de qué me estás hablando —Luca, volviendo a pasar una mano por encima de su cabello, otra vez intenta levantarse.
—Oh, sí que lo sabes —le aseguro. No estoy llorando, pero casi—. Quieres mantener la guardia alzada, un pretexto...para no volverlo a dar todo.
»Tienes... miedo —termino.
—¿Qué? —La cara de Luca se enrojece y de vuelta sus ojos parecen querer salirse de sus cuencas al mismo tiempo que me ve boquiabierto.
—Miedo —repito—. Tienes miedo.
»Aún me quieres..., pero tienes miedo.
—¡Vete al diablo, Ivanna! —me grita y esta vez, sin importarle el pato de la palabra, termina de levantarse y emprende la huída.
—¡¿Y sabes por qué lo sé, Luca?! —le grito de regreso cuando aún está a un par de metros de distancia—. ¡Porque yo ya estuve allí! —lloro— ¡Ya estuve allí!
»¡También estuve a la defensiva y no bajaba la guardia... porque tenía miedo!
Ignorando olímpicamente el hecho de que esté llorando, Luca, a pesar de igualmente verse afectado, regresa sobre sus pasos solo para repetirme:
—No he aceptado que yo envié algún correo.
Y me deja sentada sola en la mesa, llorando. Pues aún no he terminado de decirle todo lo que quiero decirle... todo lo que necesito decirle.
Pero, cogiendo mis cosas, sé exactamente a dónde tengo que ir ahora.
A Doble R.
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ESTO NO HA TERMINADO DE ESTALLAR.
Aún es la mañana del 5 de junio e Ivanna y Luca aún no se han gritado todo lo que se tienen que gritar, eso fue un preámbulo.
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¡Gracias por apoyar mi trabajo votando, hoy CADA VOTO es algo que Ivanna y Luca aún no se ha dicho, ¡QUE TERMINE DE EXPLOTAR ESA BOMBA! ♥
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