32. Lo que realmente quiero
32. Lo que realmente quiero.
LUCA
—¡Papá! —grita Isabella al verme y corre hacia mí para abrazarme, está acompañada de su abuela, quien la recoge en la escuela cuando Laura no puede ir.
La señora, en caso contrario, me saluda con reservas, no le gusta el tipo de relación que Laura y yo tenemos. Aun así, en su gesto puedo ver que, a diferencia del papá biológico, trate con dulzura a su nieta.
Acomodo en mis brazos a Isabella, le entrego un caramelo que le traje para corresponder al dibujo que me envió, ella me lo agradece dándome un sonoro beso en la mejilla y caminamos hacia las escaleras del edificio de apartamentos con la abuela, Laura y Alexa siguiéndonos. Sin embargo, es ahí cuando al ver hacia el frente advierto la presencia de Clarissa. Mi hermana, con mochila del colegio en mano, también me espera en las escaleras y no parece contenta con la escena. Pero solo lo advertirías de conocerla bien, puesto que, a Isabella, Laura, Alexa y a la abuela, las saluda como si todo estuviera bien.
—¿Cómo te fue hoy en la escuela? —le pregunto a Isabella, quien, feliz, me platica a detalle cada cosa que hizo desde que saludó en la entrada a la señorita Lucy, su maestra del Jardín de infantes.
La felicito por la estrellita que le pusieron en la frente por participar en clase, me despido y se la entrego a Laura cuando llegamos a mi puerta.
Laura, la abuela e Isabella continúan subiendo rumbo a su apartamento en lo que Clarissa, Alexa y yo entramos al nuestro.
—Pobre niña —dice Clarissa en cuanto cierro la puerta y ya no pueden oírnos—, que al menos crezca sabiendo la verdad, ¿quieres?
La observo dejar caer su mochila al suelo al mismo tiempo que sus hombros y luego tomar asiento. Eso, sumado a la reacción que tuvo Ivanna al conocer a Isabella y la conversación con Laura hoy, ya no me permiten sentirme cómodo con el tema.
—Tu situación y la de Isabella no son parecidas —trato de consolar a Clarissa.
—Dejemos que Isabella decida eso en el futuro.
Ahora soy quien se deja caer en un asiento.
Las cosas para Clarissa no son tan fáciles como parecen a pesar de solo tener quince años. Semanas después de que mamá empezó a salir con Rodwell, esta, a petición de él, le confesó que Rodwell es su padre biológico.
Lo que significa que, para añadir a mi enfado respecto a ellos, mamá engañó a papá con Rodwell. O simplemente mis cuentas no salen. Porque Clarissa tiene quince, los cumplió en abril, y papá murió hace quince años. Lo que sería raro, sino fuera porque mamá siempre le dijo a Clarissa que cuando eso pasó ella ya estaba embarazada.
Fue cuestión de ego, Clarissa me lo dijo y le creo. Al empezar a convivir con ella, Rodwell se dio cuenta de lo brillante que es a comparación de sus otros hijos que crecieron teniéndolo todo y le pidió a mamá decirle la verdad para ser presentada como una «Rodwell» y no como una «Bonanni», pero Clarissa no quiere hacer el cambio de apellido, eso también me lo dijo, pues, a pesar de que no conoció a papá, mi papá, asegura que ese apellido es importante por el simple hecho de ser un vínculo conmigo.
Quiere seguir siendo Bonanni por mí. Y es que, a fin de cuentas, en nuestro peor momento financiero hice más por ella que papá, que no estuvo, o Rodwell... que tampoco estuvo. Él, en particular, ¿por qué motivo? No estaba muerto.
—¿Qué pasó? —le pregunto a Clarissa en cuanto llora a pesar de que ya lo sé. Rodwell no deja de insistir en que haga el cambio de apellido.
—¡Soy Clarissa Bonanni, no Clarissa Rodwell! —demanda.
Porque aún es mi hermana, lo sería aún si me dijeran que además no compartimos la misma madre.
Por ese lado tampoco ha sido fácil. Porque, si para mí ha sido difícil perdonarle semejante engaño a mamá, para Clarissa lo ha sido aún más. Su relación se dañó de forma irreparable, Clarissa ya no quiere vivir con ellos, pero tampoco le permiten venir seguido conmigo, le repiten que ese es su lugar, su familia. Aun así, usando cualquier excusa, Clarissa me visita con frecuencia, y, si necesita algo, lo que sea, me lo pide a mí, no a ellos.
Giro la vista hacia Alexa en busca de ayuda, no me sienta bien que Clarissa llore, y, aunque también se le ve mortificada, sé que ella sabrá distraerla.
Alexa asiente pillando el mensaje.
—A que no sabes qué hizo tu hermano hoy —comienza a pasarle queja a Clarissa adoptando otra postura de diva.
—¿Qué? —pregunta Clarissa, desviando su atención hacia Alexa.
Y aunque no estoy conforme con que el tema de conversación de nuevo sea yo, al menos mi hermana ya no llora.
Dejo salir aire que retengo.
—¿Recuerdas esa vez cuando te dije que si no quieres perder tu buena opinión de mí es mejor que no preguntes detalles?
—Sí —Clarissa esboza un gesto de duda.
—Esta es una de esas ocasiones.
—¿Qué hiciste, Luca? —Mi hermana lo dice con temor.
»Tiene que ver con Ivanna, ¿cierto? —agrega, segura—. Por eso tu llamada.
—Fuimos a averiguar con las amigas de Ivanna si ella se fue o no a Tailandia con Omi De Gea —suelta Alexa.
Clarissa vuelve a dejar caer sus hombros.
—Pero lo planeamos detenidamente —se apresura a agregar Alexa, siendo que es en parte responsable—, lo que iba decir y demás.
—Hasta el último detalle —la secundo.
—Salió mal, ¿cierto? —pregunta mi hermana viendo de uno a otro.
—Sí —también dejo caer mis hombros—. A estas alturas Ivanna debe estar segura de que sigo siendo un imbécil —confirmo.
—Lo debe pensar desde el momento en el que le pediste aceptar la propuesta de Rodwell —dice Clarissa—. Tu plan —remarca.
»Pero no creo que esté enojada, debe estar desilusionada.
—Es lo mejor —defiendo.
—¿Entonces por qué quieres saber si se fue o no con Omi De Gea? —me regaña Clarissa.
—Porque la duda me está atormentando —reconozco—. Sé lo que un viaje a un lugar paradisiaco puede hacer en una pareja. Nosotros fuimos a un Resort.
—Entonces llámala y pídele que por favor no vaya, que quieres hablar con ella —sugiere Clarissa y niego con la cabeza—. ¡Ay Luca! —mi hermana se vuelve a enfadar—. ¡No quieres que vaya, pero tampoco quieres ser sincero con ella!
—Y, en definitiva, quiere que se sigan acostado —añade Alexa, señalándome—. Ya no quiere dejarla, pero a la vez no quiere nada serio. Pero sí, pero no, pero sí, pero no...
—No es fácil —les digo a los dos sintiéndome avergonzado—. Mi cabeza es un avispero... Sé que sueno como un imbécil, pero solo con ustedes puedo ser así de sincero... Con ella no.
—Yo sé —Clarissa se acerca a mí y coloca su mano en mi hombro.
—Con ella siento la necesidad de ser distante —agrego—. Y no es fácil hablar. No quiero...
—Que te vuelva a lastimar —termina Clarissa por mí y asiento.
—Aún me siento muy molesto. Pero sí, quiero estar cerca de ella... de una manera que no duela.
—Díselo.
—Se lo propuse.
Le propuse tener el mismo tipo de relación que antes quería ella.
—No, eso no —corrige Clarissa—. Dile tus motivos, cómo te sientes y...
Vuelvo a negar con la cabeza y Clarissa parece rendirse.
—Pero también le propusiste tener una relación formal de aceptar el trato que le ofrece Rodwell —nos recuerda Alexa.
—Eso solo lo dije para que confirme que lo que está escrito en el correo es «cierto» —defiendo—. Ivanna no aceptará eso. Ya es suficiente extraño que no se haya pronunciado aún.
Los ojos de Alexa se estrechan en mi dirección y la declaración respecto a que Ivanna no es la misma que hace dos años vuelve a hacer ruido en mi cabeza.
...
Estando Clarissa todavía triste por los problemas con mamá y Rodwell, con la intención de seguirla distrayendo nos despedimos de Alexa y salimos a comer a un bonito restaurante en el centro de la ciudad.
Ahí platicamos sobre cómo van las cosas con La loba, Chevalier y mis planes en general.
Paseamos por calles aledañas al restaurante hasta que empieza a caer la tarde, y todo marcha tranquilamente hasta que veo algo curioso en la vitrina de un almacén: un rompecabezas en 3D de la Torre Eiffel, y recuerdo a Babette, y lo que dijo Alexa referente a que Ivanna estará con ella todo el día.
¿Seguirá allí?
Clarissa está de acuerdo en que le compremos el detalle a Babette, de modo que entramos al almacén, pido que lo empaquen en una caja e informo a Clarissa que se lo llevaré a Babette en la siguiente oportunidad que la visite. Sin embargo, en cuanto dejo a Clarissa en casa de Rodwell y mamá, pienso una vez más en lo que me aconsejó hoy por la mañana ella misma, lo mismo si Ivanna se marchó o no con Omi a Tailandia, y, tomando en cuenta lo que dijo Alexa, giro mi coche rumbo a la clínica.
...
Me mueve la desesperación por saber. De modo que, al llegar paso rápido los controles de la clínica y avanzo hacia la habitación de Babette dando largas zancadas.
Quiero tocar la puerta, pero dentro se escucha música, una canción en francés que dice «Jezabel, fuiste tú; Jezabel, eras tú...» lo pica mi curiosidad y decido abrir sin tocar.
Y realmente me llevo una sorpresa, una muy desagradable, al ver a Omi De Gea bailando alegremente con Babette mientras Ivanna les aplaude.
Babette contempla a Omi con devoción y eso duele en muchos sentidos. Se supone que soy su chico favorito.
Omi advierte mi presencia de forma disimulada, es eso o Ivanna está demasiado distraída poniendo atención a Babette. El caso es que este, poniendo el dedo en la llaga, se apresura a decirle a Babette:
—Usted es la mejor pareja de baile que he tenido, señora Pinaud, ¿puedo venir a diario a bailar con usted?
Ivanna le traduce a Babette lo que acaba de decir Omi, ¡porque, desde luego, que él no habla francés! Y , feliz de ser aceptado por Babette, besa caballerosamente su mano y las llama a las dos «futura esposa» y «suegra».
Giro sobre mis pies dispuesto a irme, y, enfadado, cierro más fuerte de lo que quisiera la puerta. «¡Maldición!» Ni Babette ni la puerta tienen la culpa, de modo que a manera de disculpa dejo la caja con el rompecabezas junto a la puerta y con las manos hechas puños camino de regreso a la salida manteniendo mi mandíbula apretada.
«Futura esposa»
«Suegra»
¡¿Qué se cree?!
De nada sirvió casi morir de un coma etílico para obligarle a vender el Centro de estética a Ivanna si ella, como sea, lo seguirá viendo con frecuencia.
¿Por qué lo quiere ver?
¿Ya no solo es por el Centro de estética?
Al volver a la recepción me giro una vez más hacia el pasillo demandando respuestas.
¿Ivanna descubrió que Omi le gusta? Ya se acostó con él, ¿no? Cuando menos debe haber atracción y él está utilizando a Babette para ganársela.
A Babette que ahora mismo veo como traidora, pero enseguida me reprendo a mí mismo y resuelvo que, de marcharse hoy Ivanna a Tailandia con Omi De Gea, por lo menos con Babette puedo hacer control de daños. Tenemos una estupenda relación sin importar cuántos Lobo, Marinaro, Giacomo u Omi De Gea vengan.
—¿Me hace un favor? —pido a la enfermera en la recepción. Mi tono y movimientos erráticos dejan entrever mis celos.
«Más por Babette que por Ivanna», me intento convencer.
Pero eso quería, ¿no? Saber si se marcha o no a Tailandia. Pero esto es peor, ¡le presentó a Babette! ¿Hizo eso con Lobo, Giacomo y Marinaro?
Pido a la enfermera llamarme cuando Babette ya no esté acompañada. «¿Dónde le anoto mi número de teléfono?» Busco en mi bolsillo, saco la factura de Lansoprazol y anoto atrás mi número.
«No debí dejar la caja», me digo al estar listo para irme. Seguro Mr. Yatecito la coge y arma el rompecabezas con Babette, pero es tarde para volver y no me puedo arriesgar a que Ivanna salga a comprobar quién azotó la puerta... si acaso le importa.
Termino de salir y en el estacionamiento me topo de frente con el Maserati...
«¡¿El Maserati?!»
Me aproximo para confirmar y con cuidado paso mi mano por encima del faro y el capó.
—Hola amigo, tantos recuerdos —saludo, nostálgico.
Aunque enseguida vuelvo otra vez la vista hacia la puerta de la clínica.
«¿Anda con él en el Maserati?»
Pero eso no es peor que presentarle a Babette.
—Que te importa, Luca —mascullo. Sin embargo, un instante después capta mi atención un Bugatti estacionado al final de la fila frente a dos camionetas negras, las mismas camionetas negras que seguían a Omi el día que nos vimos en la gasolinera, estoy seguro.
«Dentro hay guardaespaldas... Y ahí debe andar Taburete y no en el Maserati».
Doy un par de golpecitos de despedida al Maserati, «Tú no me traiciones, amigo», y regreso a mi Corolla estacionado en el otro extremo.
No sé a dónde ir.
Quiero prender mi Corolla y marcharme, quizá ir con Roy a platicar, con Alexa a jugar, o con Laura para acostarme con ella otra vez solo por despecho.
Pero, cansado, nada más abro Spotify y busco la canción que está en pausa para escucharla otra vez.
«Amor, tranquilo no te voy a molestar...», vuelve a sonar La gata bajo la lluvia y dejo salir un suspiro.
Pero apenas ha sonado cuando mi teléfono la interrumpe con una llamada entrante.
Contesto.
Es la enfermera a la que hace unos minutos di mi número de teléfono, me informa que la hija de la señora Pinaud me manda a decir que ella estará libre en quince minutos para que pueda visitarla y que esta ha dicho insistentemente que me extraña, lo que me hace feliz.
Por último, se me informa que habrá un mensaje para mí dentro de la caja que dejé junto a la puerta.
«¿Omi le dijo que me vio?», dudo al colgar, o Ivanna simplemente lo dedujo.
Vuelvo a poner música y, manteniendo la vista en dirección a la puerta de la clínica, espero que pasen los quince minutos.
Casi enseguida veo salir a Ivanna. Parece querer avanzar hacia el Maserati, pero Taburete, que camina cual perro faldero detrás de ella, la detiene alcanzando con un movimiento rápido su mano, y ahí, frente a la puerta, baila con ella del mismo modo que bailaba con Babette y de esa forma parece querer convencerla de ir al Bugatti con él.
En ningún momento Ivanna deja de sonreírle.
Aparto la cara sintiendo mis manos quemar desde la punta de mis dedos las mis muñecas. No obstante, volviendo a controlar mis emociones, bajo el volumen a la música y les devuelvo mi atención justo cuando Ivanna se libera de Omi e indica con un gesto de su mano que lo seguirá, caminando sola hacia el Maserati, lo que me llena de alivio.
Aun así, ¿a dónde va?
¿A dónde van?
¿A Tailandia?
¿Ivanna dejó en su apartamento su equipaje y alcanzará a Omi en el aeropuerto? ¿Él ya lleva su equipaje con él?
Cojo mi teléfono, pauso La gata bajo la lluvia e intento buscar a qué hora salen los vuelos a Tailandia. «Pero pueden hacer escalas o incluso viajar en avión privado» concluyo, asumiendo que como sea es inútil buscar.
Pero también me enfado conmigo mismo. «¿Qué estoy haciendo? ¿Busco horarios de vuelos?» Cierro Google, abro otra vez Spotify y busco una canción que no sea de despecho. De momento, la única que se me ocurre es «Tequila». En tanto, cansado, dejo caer la cara sobre el volante del Corolla, aunque la levanto para ver a Ivanna marcharse detrás de Mr. Yatecito.
Espero lo que parecen tres minutos prudenciales, vuelvo a pausar Spotify y salgo cabizbajo del Corolla.
...
Cuando entro a su habitación, encuentro a Babette recostada en su cama, pero aún despierta y dispuesta a platicar. Puesto que, en cuanto me ve, me empieza a decir en francés que estuvo bailando Jezebel de Édit Piaf con un «buen mozo».
—Él de «buen mozo» no tiene nada —contesto en español para que no me entienda y me aproximo a su cama para saludarla depositando un pequeño beso en sus manos.
—¿Cómo logra que hable tanto? Solo con usted es así —dice la enfermera que entró detrás de mí para confirmar que Babette está lista para otra visita.
Tomo asiento en la cama y contemplo tiernamente a Babette antes de contestar.
—Descubrí que solo recuerda lo que la hace feliz —digo—. Así que nada más le pregunto sobre sus temas favoritos: Criaturas de fantasía, Francia, Europa, vinos, costura... Ivanna.
—Buena idea —me felicita la enfermera y nos deja a solas.
«Ivanna», pienso.
—Cómo la iba a olvidar si vine constantemente a escucharte hablar de ella, Babette —digo otra vez a Babette en español para que no me entienda.
»Eso... no ayudó mucho.
Y puede que Babette no entienda lo que dije, pero escuchó el nombre «Ivanna» y sus ojos se iluminaron aún más que cuando bailó con Omi la canción de Édit Piaf. Es como si... de pronto la recordara. Y entonces comienza a explicar que, debido a que pasaba de los cuarenta años y tenía problemas de «matriz infantil», los doctores le dijeron que era difícil que pudiera tener hijos, pero que Ivanna fue obstinada desde la concepción y sin duda alguna estaba decidida a venir al mundo. Es gracioso escuchar eso ya que conoces a Ivanna un poco.
Abro la caja, saco el rompecabezas y coloco las piezas sobre la mesa de noche de Babette.
Mi intención es armarlo y que se asombre con el resultado. Y eso hago mientras la escucho contarme por milésima vez cómo nació Ivanna, qué día, a qué hora, qué prenda decidió ponerle al salir del hospital y hasta qué canciones de cuna le cantaba.
Nunca me aburro. Será porque habla de Ivanna, practico mi francés o porque sin duda hablarlo hace feliz a Babette, pero genuinamente lo disfruto. Esta vez la animo a decirme cuál fue la primera palabra que pronunció Ivanna, y espero escuchar «Post-It», pero no, Babette dice que fue «Mere» o «Maman» que significan «Mamá» en francés, pero que sin duda «Papá» y «Rojo» igualmente tuvieron que estar entre las primeras.
Eso platicamos cuando a tiempo encuentro un Post-it amarillo dentro de la caja. «El mensaje que Ivanna me dejó». Está escrito de los dos lados y contengo el aliento al leer.
Última oportunidad para hablar.
Fecha: 5 de junio.
¿El 5 de junio? Esa fecha es importante por varios motivos.
Hora: 8 P. M.
Lugar: Te confirmo un día antes en un mensaje.
Pedí vacaciones en Doble R para poder cuidar a Babette, ella es mi prioridad ahora y por eso además, antes de reunirnos, al menos le quiero dedicar una semana.
Y también quiero pensar. La última vez no me tomé un tiempo para pensar.
En la reunión se contará con la presencia del Patito de la palabra.
«Esto es serio entonces», pienso.
Y no puedo creer que se acuerde de ese pato.
—Entonces no irá a Tailandia—musito con disimulo para no interrumpir a Babette y sonrío.
Decirme que pidió vacaciones para cuidar a Babette es su forma de decírmelo.
Y no es que haya estado insistente en querer saber...
Guardo el Post-it dentro del bolsillo de mi camisa, justo donde guardé antes el dibujo de Isabella, ese en el que nos dibujó a Laura, a ella misma y a mí como una familia. Lo desdoblo y coloco junto al Post-it que me dejó Ivanna. Sin duda una buena forma de confrontarme, pensar en los últimos dos años y preguntarme qué es lo que realmente quiero.
----
¿No que no escuchaba La gata bajo la lluvia?
Mi intención era publicar hoy el capítulo que acontece el 5 de junio, pero mi laptop está fallando y ha sido una odisea evitar (me verán quejarme de esto en Twitter) Aun así, espero publicar pronto y explotar esta bomba de una vez. El capítulo del 5 de junio es EL CAPÍTULO ♥
¿Ansiosos?
Twitter: TatianaMAlonzo (Allá comparto adelantos)
Instagram: TatianaMAlonzo, LucaBonanni93 e Ivanna.Rojo , (Contenido extra de esta y todas mis historias)
TikTok: TatianaMAlonzo Vídeos cute con imágenes y frases de la novela.
Grupo de Facebook: Tatiana M. Alonzo - Libros (Para el desmadre)
¡Gracias por apoyar mi trabajo votando, hoy CADA VOTO es una plegaria para que mi laptop mejore y pueda editar y publicar rápido c: La llevaré a reparar ♥
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro