31. Maldit*s gatos bajo la lluvia
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31. Maldit*s gatos bajo la lluvia.
LUCA
A Alexa le sorprende verme regresar antes de mediodía, sobre todo cuando la noche anterior hablamos sobre concentrarme en mi trabajo en para no pensar, ahora se pregunta si no funcionó o si estoy metido en algún tipo de problema.
Le explico que Anette, mi jefa, llegó hoy a la sucursal para escuchar de propia voz hablar acerca de los problemas de salud que estoy teniendo, si acaso tengo sobrecarga laboral o un problema personal grave, pues nunca me había ausentado. Le solté una mentira a medias sobre sentirme tenso por la auto publicación de mi novela el 5 de junio, de la que ya hemos platicado, y me aconsejó tomarme hoy viernes y mañana sábado a cuenta de vacaciones para desestresarme, lo mismo el 5 de junio, y de esa manera no afectar mi salud y mi buen récord en Chevalier.
—Anette es una jefa considerada —opina Alexa.
—Yo he dado buenos resultados —le recuerdo todavía con mis pensamientos dispersos, de pie cerca de la puerta, con mi saco y las llaves del Corolla en mano.
—Pero tú no dejas de pensar en otras cosas —dice Alexa, escudriñándome con la mirada—. Déjame pensar en qué, ¿la partida de FIFA que te gané de forma humillante el sábado? —comienza—, no eso no —se contesta a si misma y vuelvo la vista hacia ella con recelo—, la película de Wolverine: Logan, que vimos en el cine hace dos meses y medio y fue brutal. —Estiro mi boca en una mueca—, no, no, eso no —se sigue respondiendo a ella misma Alexa—. Estás pensando en lo estupenda que me veo en verde limón, o en que olvidaste pagar el recibo de luz, sacar la basura o... —Por fin me ve directo a los ojos— quizá, de forma remota e inesperada, como ayer, como hoy y como siempre... estás pensando en Ivanna.
No discuto con ella porque es la verdad, cualquiera acostumbrado a ver a través de mí lo sabe, estoy pensando en Ivanna. De modo que termino de entrar a la sala, dejo mis llaves y saco a un lado y me dejo caer en un sofá.
—Te mata no saber qué hará, ¿cierto? —concluye Alexa, también tomando asiento—. ¿Dónde he visto eso antes? —De nuevo finge pensar—. ¿Tal vez hace dos años?
—Basta —la hago callar pasando una mano sobre mi cara—. No es lo mismo.
—Es exactamente lo mismo. Solo a Clarissa le vas a mentir con lo de que ya no te interesa Ivanna, no tampoco a Clarissa —se apresura a deducir—. Solo a Laura le vas a mentir con lo de que ya no te interesa Ivanna —corrige—, no tampoco a Laura —Alexa lo vuelve a pensar—. Solo a Roy... Sí, a Roy sí —sonríe—. Aunque luego de la conversación de ayer...
—¿Terminaste? —digo, cansado de sus payasadas.
—No. Pero sigue hablando.
Dejo caer mis hombros.
—No fue buena idea lo del plan —anuncio.
—¡No me digas!
—Salió mal y no sé por...
Alexa salta de su lugar sin dejarme terminar:
—¡Porque Ivanna no es idiota! —me grita— ¡No lo fue hace dos años y no lo es ahora! ¡Es posesiva, competitiva y tóxica, no idiota!
»¡Incluso debe sospechar que tú escribiste el correo! —Alexa camina de un lado a otro en la sala con enfado.
»¡No, qué va, no sospecha; lo debe tener claro!
—Ya me hubiera matado —niego.
—¡Es que ése es el problema, Luca! —continúa gritándome Alexa— ¡Aún la ves del mismo modo que hace dos años!
»¡Tu plan era perfecto para la Ivanna de hace dos años! —enfatiza— ¡La histérica obsesionada con su propio plan de recuperar Doble R! ¡Con esta te sientes mal por hacerle daño! ¡Sientes culpa! —me señala con su dedo— ¡Dime que no sientes culpa!
Me encojo en mi lugar por el temor de oír a Alexa tan enojada.
—Dios, Clarissa tiene razón, esos libros de Walter Riso son lo máximo —se felicita a si misma tras hacer sus deducciones—. ¿O lo oí en Keeping Up With The Kardashians? —se pregunta ahora—. No recuerdo.
—No solo siento culpa —digo.
—También te está matando no saber si se fue con Omi De Gea a Tailandia, ¿cierto? Si por eso pidió vacaciones.
—No sé por qué le cae bien, es un estúpido —reconozco, sintiendo calor en mis mejillas—. Dice quererme, pero lo tiene a él cerca todo el tiempo. Entonces, ¿cómo puedo estar seguro de que realmente cambió?
—¿Confianza?
—Ése es otro problema: entre nosotros no hay confianza —suelto y no fue fácil admitirlo.
»Por eso me siento confundido. Completamente perdido. Mucho más que hace dos años. Necesito un buen consejero o consejera.
Alexa se señala a si misma con un movimiento seductor, pero se enfada cuando frunzo los labios sin decir palabra.
—O le puedes llamar a Clarissa —propone.
—Sí, ella me aconseja bien —decido y busco mi teléfono para marcarle.
»¿Estás en clases? —pregunto en cuanto contesta y pongo la llamada en altavoz.
—Dime qué pasa.
Por la hora, Clarissa deduce que se trata de una emergencia.
—No sé qué hacer —digo con pesadez—, me siento perdido.
Escucho a Clarissa dejar salir un suspiro largo:
—Llama a Ivanna, cítala en algún lugar en el que puedan hablar, explícale lo que hiciste y por qué lo hiciste —empieza—: básicamente porque aún te duele lo que pasó y eres un imbécil que no sabe reaccionar con inteligencia emocional con ella, porque en el pasado ella misma se portó como una imbécil sin inteligencia emocional o responsabilidad afectiva. Pero que estás dispuesto a resolverlo.
Asiento sin dejar de escuchar.
—Después le explicas cómo te sientes respecto a Doble R, Rodwell, Omi De Gea y, desde luego, la falta de confianza entre ustedes.
Alexa y yo nos miramos cuando Clarissa menciona la confianza porque es justo lo que acabo de decir yo.
—... también dile lo de la novela La loba porque sigue estando mal que no lo sepa y al terminar la dejas hablar a ella, sin falta la dejas hablar a ella, porque sin duda, al igual que tú, tendrá cosas para decirte.
—Gracias por los consejos —me despido de Clarissa y cuelgo porque al fondo escuché a una de sus profesoras hablar y no la quiero meter en problemas ni quitarle más el tiempo.
Dejo a un lado mi teléfono y analizo en silencio la llamada con Alexa aun mirándome. Ella abre y cierra su boca dos veces antes de hablar:
—O puedo ir al salón de Victoria con el pretexto de hacerme un retoque y averiguar si Ivanna se fue con Omi a Tailandia —propone.
—Sabes, creo que eso sería lo mejor —concuerdo, sentándome cruzado de piernas—. Porque no quiero llamar a Ivanna si se fue con Taburete.
Sin embargo, dudo:
—Aunque... —No estoy seguro de querer que Alexa averigüe.
—Lo haría disimuladamente —se apresura a decir.
—Te distraería de tu trabajo —pongo como pretexto al pensarlo mejor.
Porque conozco los métodos de Alexa.
—Olvida eso, no me han entregado mi coche —le resta importancia ella—. Además, les puedo mostrar mi catálogo de ropa a las amigas de Ivanna y matar dos pájaros de un tiro.
—Cuando venía para arriba me topé con Laura, le dije de mi descanso obligado y le prometí llevarla al centro de la ciudad para que haga unas compras —miento, porque en realidad eso lo hablé con Laura ayer y prometí llevarla hoy en la noche.
—Entonces me llevas al salón de Victoria, me dejas allí, llevas a Laura al centro y regresas por mí —soluciona Alexa.
Paso una mano por mi cabello. «No hay forma de que esto no suceda», me convenzo. Por otro lado, de verdad quiero saber.
—Pero lo preguntarás disimuladamente —amenazo.
—Luca, apenas y mencionaré el nombre de Omi —promete Alexa.
Mientras la espero en lo que va en búsqueda de su bolso, le escribo a Laura para informarle el cambio de planes.
Aun así, mi nerviosismo no disminuye. No solo por enviar a esta misión en específico a Alexa, sino porque la sola idea de que Ivanna esté con Omi me hace montar un sinfín de películas en la cabeza.
Debo reconocer que me afecta.
...
—¿Cómo sigues? —me pregunta Laura abrazándome por la espalda en lo que bajamos las escaleras.
Tiene este tipo de gestos de novia amorosa conmigo y yo no tengo ningún problema con eso.
—Nunca me siento del todo bien después de una recaída —digo asumiendo que habla de mi gastritis.
Saco de mi bolsillo la factura de los medicamentos que compré y se la muestro.
—No hablo de eso y lo sabes —dice Laura y devuelvo la factura a mi bolsillo.
No contesto y eso en sí es una respuesta, no quiero hablar de Ivanna con Laura, pero no es algo que Alexa esté dispuesta a respetar:
—Escuchó hasta muy tarde La gata bajo la lluvia.
Aprieto mis dientes.
—No escuché La ga...
—«Amor, tranquilo no te voy a molestar, mi suerte estaba echada ya lo sé, y sé que hay un torrente dando vueltas por tu mente...» —empieza a cantar Laura de forma teatral sin soltarme.
Terminamos de bajar las escaleras del edificio y caminamos hacia mi coche en el estacionamiento, pero el espectáculo apenas comienza para Alexa:
—Cuando oigas que está escuchando La de la mala suerte de Jesse & Joy, bajas corriendo las escaleras con el teléfono de los bomberos en mano —aconseja a Laura.
—Ni siquiera conozco esa canción —me quejo.
Pero tanto Alexa como Laura ahora giran a mí alrededor, bailando.
—«¡... Probé de la manzana por amor! ¡Quiero ya no amarte y enterrar este dolor, quiero que mi corazón te olvide, quiero ser como tú, quiero ser yo la fuerte...!» —cantan a la vez que actúan una supuesta escena entre Ivanna y yo.
«Ivanna», representada de forma exagerada por Laura, me ignora deliberadamente, en tanto, yo, representado por Alexa, le ruego de rodillas que no me deje.
Laura, mantiene un gesto engreído en el rostro, incluso mueve su cabello hacia un lado de la misma manera que Ivanna.
Pongo los ojos en blanco.
—Te falta actitud —la corrige Alexa y ella misma esboza un gesto petulante que incluye una ceja perfectamente arqueada y un movimiento aún más exagerado de cabello.
—«¡Solo te he pedido a cambio tu sinceridad...!» —continúa cantando Laura cambiando de lugar con Alexa y esta vez imitándome a mí de rodillas frente a la supuesta «Ivanna».
—Nunca me le arrodillé a Ivanna —niego, abriendo mi coche, aunque enseguida vienen a mi escenas de los dos teniendo sexo.
Suspiro.
—De acuerdo, tal vez sí me he arrodillado frente a ella un par de veces —acepto en voz baja.
Aun así, cansado, con un movimiento de mi mano pido a Alexa y a Laura entrar de una vez al coche; sin embargo, es claro que no han terminado.
—Saturno de Pablo Alborán —propone Laura.
—No. Ahí ya está colgado de la ventana para aventarse, justo cuando Pablo cante «¡En saturnooo viven los hijos que nunca tuvimos...!»
Vuelvo a poner los ojos en blanco.
—«Yo no quería amarte, ¡tu me enseñaste a odiarte!» —canta en mi dirección Alexa y entrecierro los ojos en respuesta.
—O Lo aprendí de ti de Ha-Ash —menciona ahora Laura, emocionada.
Seguro conoce tantas canciones de despecho debido al padre de Isabella.
—No, cuando ponga esa canción ya se tiró —asegura Alexa, «preocupada».
Prendo el Corolla al mismo tiempo que refunfuño:
—¿Cómo voy a poner una canción si ya estoy muerto, Alexa?
—No sé Luca, ustedes los hombres se las arreglan para ser idiotas como sea —contesta y Laura ríe.
—¿Por qué le sigues el juego? —me quejo con ella.
Laura alza los hombros.
—Es divertido.
Echo a andar el Corolla mientras las dos, una sentada en el asiento del copiloto y la otra atrás, se cogen de las manos y continúan cantando:
—«¡Yo no sabía que sin tus besos pasaría tan lento el tiempo y lo aprendí de ti!» —Laura suspira de forma dramática.
—¡Y que aguantarme no llamarte tomaría toda la fuerza que hay dentro de mí! —le contesta Alexa, de nuevo virando la vista hacia mí y recuerdos de girar en mis manos mi teléfono móvil con desesperación vuelven a mí.
Sobre todo los primeros meses lejos de Doble R... lejos de Ivanna.
En algún momento, sin que yo me diera cuenta, Alexa tomó película.
—«¡Y ahora que por fin te he logrado olvidar, hoy me vienes a buscar...!» —siguen cantando para mi tortura, pero trato de distraerme conduciendo.
...
Dejo a Alexa frente al centro de estética de Victoria. Bajó del Corolla hecha una diva y ahora Laura y yo la vamos caminar hacia la puerta principal contoneando las caderas.
—Quisiera decir que otra vez está imitando a Ivanna, pero así camina ella —digo y Laura, acostumbrada a la apabullante personalidad de Alexa, asiente.
Venía en el asiento trasero pero se pasa al del copiloto para sentarse junto a mí, y al menos ya no canta.
...
Espero a Laura apoyado en un mostrador que exhibe semillas, hierbas y diferentes esencias. Vino a comprar materia prima para hacer más champús. Con eso se mantienen ella y su hija, su negocio ha crecido mucho desde que la conozco.
—Ahora también tengo clientela en la fábrica de zapatos que está a dos calles del edificio —me platica.
—Bravo —digo de forma genuina y su sonríe.
—Sí. A este paso seré competencia para Pantene en veinte años.
—Pantene es un producto comercial, el tuyo es artesanal.
—«Artesanal» —repite, saboreando la palabra en su paladar—. Me gusta —se convence—. Lo agregaré a la etiqueta para vender más.
—Y todos empezamos desde abajo —agrego—. Once editoriales rechazaron mi novela y por eso me decidí a autopublicar, y quién diría que me iría tan bien —reconozco, sonriente—, y es tan solo la pre venta.
A Laura también le emociona.
—¿Cuántos ejemplares has vendido?
Hago cuentas.
—Alrededor de cinco mil —La sonrisa se extiende aún más en su rostro—. ¿No es increíble? Al parecer la suerte está otra vez de mi lado.
»Y como tiene tanta aceptación, guardaré el dinero para igualmente autopublicar las novelas que le siguen a esa —decido.
Laura da palmaditas en mi espalda mostrando estar orgullosa de mí.
—Deberías hablarle a Ivanna de La loba —dice al terminar sus compras y caminar los dos de vuelta al Corolla—. Escribiste cosas muy bonitas de ella ahí.
—De ella no, del personaje que también se llama Ivanna —niego.
—Luca —Laura lo dice con acusación.
—Que casualmente se llama Ivanna —insisto.
—No intercedas por ella —le recomiendo—, ella jamás haría algo así por ti. Es un milagro que no te haya intentado humillar cuando te conoció.
—¿En serio? —Laura duda.
Y no contesto, volvemos a subir al Corolla en silencio, pero sí dejo entrever mi frustración. El tema «Ivanna» me pone a la defensiva, es un bombardeo constante de recuerdos y en su mayoría dolorosos.
—¿Si es tan mala por qué te afecta?
—No sabes lo que es no estar seguro de querer a alguien porque te confunde. Temer querer a ese alguien. Poner en esa persona tu corazón y tu tiempo sin estar seguro del futuro.
Laura agacha la cara sonriendo ligeramente.
—Pero yo he sido claro contigo —defiendo—. No intento confundirte, no te ilusiono, no te digo «No quiero una relación» mientras te doy un mensaje diferente con mis actitudes. No te he mentido.
—No, no me has mentido —dice Laura en voz baja. Solo sobre eso, en particular, dice algo.
»Por cierto —saca una hoja doblada del bolsillo trasero de sus vaqueros y me la entrega—, Isabella hizo eso para ti.
Espera a que la desdoble y eso hago.
Es un dibujo de nosotros, Isabella, Laura y yo, y sobre nuestras cabezas, en garabatos, están escritas las palabras «Mamá», «Yo» y «Papá».
«Papá».
Observo el dibujo con Laura si quiera intentar mirarme.
—Yo permití que Isabella me llame de ese modo por ella —enfatizo.
Pero me afecta. No quiero lastimar a Laura... o a Isabella.
—Lo sé —dice Laura, girando la cabeza para mirarme. Pero no me engaña, si es que eso intenta, sé cuando unos ojos quieren llorar.
«Tal vez quien le preocupa es Isabella».
Pero vuelve la vista hacia la radio antes de que diga algo y pone música.
—«Amor, tranquilo no te voy a molestar...» —cita, cantando otra vez La gata bajo la lluvia.
—Ni siquiera está sonando esa canción —le recrimino, pero ella no deja de cantar.
—«¡Y sé que hay un torrente dando vueltas por tu mente!» —continúa, ignorándome.
Guardo el dibujo en el bolsillo de mi camisa y echo a andar el Corolla para ir por Alexa.
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No ha terminado de narrar Luca, falta el encuentro con Ivanna y Omi y la visita a Babette c:
Se acerca el 5 de junio...
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¡Gracias por apoyar mi trabajo votando, hoy CADA VOTO es una canción que Laura y Alexa cantaron para Luca xD ♥
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